1 Tesalonicenses 1

 

1:1   Pablo, Silvano (el nombre romano de Silas; era profeta, Hech. 15:27, 32; el compañero de Pablo en su segundo viaje evangelístico, Hech. 15:40; 16:19 y, por eso, colaboró con él en el establecimiento de la iglesia en Tesalónica, Hech. 17:1-4) y Timoteo (Hech. 16;1-4; fue enviado a Tesalónica para confirmar a los santos nuevos, 3:1-6; regresó a Pablo y le dio buenas noticias de la congregación), -- Estos últimos estuvieron junto con Pablo en Corinto cuando escribió esta carta. Pablo los menciona simplemente porque le acompañaban en Corinto y enviaban sus saludos a los hermanos de Tesalónica, pero no los menciona para incluirlos como coautores de la carta (compárese 1 Cor. 1:1, Sostenes no era coautor de 1 Cor.) (ATR).

          -- a la iglesia de los tesalonicenses -- Los que habían obedecido al evangelio y constituían el cuerpo espiritual de Cristo en Tesalónica, Hech 17:1-10. Aquí la palabra iglesia se identifica con la ciudad en la cual se encontraba; es decir, se usa en sentido local en lugar del sentido universal (Efes. 1:22; Col. 1:18). Al dirigirse a varias congregaciones Pablo dice, “a las iglesias de Galacia” (Gál. 1:2) y en Rom. 16:16 dice, “Os saludan todas las iglesias de Cristo”. Estos y otros textos muestran que la iglesia no tiene nombre propio. Al decir iglesia de Cristo, la preposición de indica posesión, pues la iglesia pertenece a Cristo. Es su cuerpo, su reino, su rebaño, su esposa, etc.; estos términos describen la relación que la iglesia sostiene con Cristo. La expresión “las iglesias de Dios” (2 Tes. 1:4) enfatiza la Deidad de Cristo.

-- en Dios Padre -- Rom. 8:16; Gál. 4:6; Dios es la fuente de todo bien y puede suplir toda necesidad del hombre (1:4, 8,9; 2:12; 3:11; 4:5; 5:23). Véase el énfasis sobre la doctrina del verdadero Dios en contraste con los ídolos (1:9); y en el Señor Jesucristo: -- Rom. 1:7; 1 Cor. 1:3; 2 Cor. 1:2.

          -- Gracia (todas las bendiciones espirituales en Cristo, Efes 1:3) y paz (el resultado de poseer esas bendiciones) sean a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. – Es importante observar cómo Pablo asocia al Padre y al Hijo de la manera más estrecha para exaltar a Cristo. Obsérvese cómo Pablo emplea el nombre Jesús con el título Cristo (el término griego para Mesías), y también agrega que El es el Señor, “la palabra apropiada por Claudio (Dominus, Kurios) y por otros emperadores en el culto al emperador”; término que tanto se usa de Dios en la Septuaginta (la versión griega del Antiguo Testamento) (ATR); véanse Hech. 2:34-36; 2 Cor. 4:5. Al mismo tiempo Pablo enseña una confesión de parte del hombre de esta gran verdad (Fil. 2:9-11; Rom. 10:9, 10) (RCK).

1:2  Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, -- Veremos en el cap. 3 que al escribir esta carta Pablo había recibido muy buenas noticias acerca de la iglesia de Tesalónica: “cuando volvió de vosotros a nosotros, y nos dio buenas noticias de vuestra fe y amor, y que siempre nos recordáis con cariño, deseando vernos, como también nosotros a vosotros, por ello, hermanos, en medio de toda nuestra necesidad y aflicción fuimos consolados de vosotros por medio de vuestra fe” (3:6, 7). Por eso, con su corazón lleno de gratitud y gozo, da gracias a Dios por ellos. Sin embargo, Pablo siempre daba gracias a Dios por todos los santos: 2:13; 3:9; 2 Tes. 1:3; 2 Tim. 1:3; Filemón 4, 5; Hech. 28:15; Rom. 1:8; Fil. 1:3, 5) haciendo memoria (continuamente) de vosotros en nuestras oraciones, -- “¿Tenía acaso Pablo una lista de los discípulos de Tesalónica que repasaba en oración con Silas y Timoteo?” (ATR).

 

1:3  acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. -- Al nombrar estas tres cualidades hermosas y necesarias, Pablo se refiere también al aspecto práctico de cada una de ellas; es decir, las obras son el fruto de la fe viva; el trabajo es el fruto del amor; y la constancia es el fruto de la esperanza. Es obvio, pues, que Pablo da gracias a Dios por lo que estas tres cualidades producen en las vidas de los santos. La fe verdadera obra (Heb. 11) y si no obra está muerta (Sant. 2:23-26). El verdadero amor trabaja, y es conocido por su acción (Jn. 3:16; 1 Jn. 3:17, 18). La verdadera esperanza produce constancia (perseverancia, o fidelidad a pesar de tribulaciones y pruebas, Rom. 5:3-5). La fe, la esperanza y el amor se mencionan juntos en muchos textos: 5:8; Col. 1:3-5; Rom. 5:1-5; 1 Cor. 13:13; Gál. 5:5, 6; 1 Tim. 6:11; 2 Tim. 3:10; Tito 2:2; Heb. 6:10, 12; 1 Ped. 1:21, 22.

 

1:4  Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección;  -- Compárese Jn. 15:16, “os elegí a vosotros” (Cristo escogió a sus apóstoles); también Hech. 9:15, “instrumento escogido me es éste” (la elección de Pablo para ser el apóstol a los gentiles). Pablo se refiere a esta elección de hombres por parte de Dios en Rom. 9:11; 11:5, 7, 28; y Pedro emplea el mismo término en 2 Ped 1:10. Los santos de Tesalónica eran gentiles pero eran elegidos, para formar parte del pueblo escogido de Dios. Pablo sabía que Dios los había elegido, porque Pablo mismo les había predicado el evangelio por el cual Dios llama a todos (2 Tes. 2:13, 14; Jn. 6:44, 45; 1 Ped. 2:9, 10). Por lo tanto, esta elección no es arbitraria ni mucho menos incondicional, sino que Dios nos llama por medio del evangelio, y los elegidos son los que obedecen al evangelio.

          Pablo dice, “conocemos … vuestra elección” porque sabía que la conversión de ellos había sido genuina; les dijo que “os convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (1:9).

 

1:5  pues nuestro evangelio (Rom. 16:25; el mismo evangelio predicado por otros fieles evangelistas, 1 Cor 15:1-11; Gál. 1:6-9, 11, 12) no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo– La prueba de esto se puede ver en Hech. 17:18, 32. Como él dijo a los corintios, “ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1 Cor. 2:3-3). Hay gran poder en la palabra misma (Rom. 1:16; 1 Cor. 1:18), pero el plan de Dios fue que la palabra predicada por los apóstoles fuera confirmada por medio de señales y prodigios (Mar. 16:20; Hech. 14:3; Rom. 15:16; 1 Cor. 2:4; 2 Cor. 12:12; Heb. 2:3, 4).

          -- y en plena certidumbre (se refiere a la convicción de los predicadores) como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. -- 2:1-11. De inmediato Pablo empieza a defender el ministerio de él y sus compañeros entre los tesalonicenses. Por varias razones Pablo tuvo que hacer esto en sus cartas, pero sobre todo en 2 Corintios. Véase Hech. 20:18-20; 33-35.

 

1:6 Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros -- 1 Cor. 4:16; “Es una osadía esperar que la gente ‘imite’ al predicador, pero Pablo añade ‘y del Señor’, porque sólo esperaba o deseaba que le imitasen en tanto que él imitara al Señor Jesús, como lo dice explícitamente en 1a Co. 11:1. El peligro de ello surge cuando la gente imita tan rápida y fácilmente al predicador cuando él no imita al Señor” (ATR); Fil. 4:9; 2 Tes. 3:7-9.

-- y del Señor (Efes. 5:1) (también de las iglesias de Judea, 2:14), recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, (Hech. 17:5-9; 1 Tes. 2:14, “habéis padecido de los de vuestra propia nación las mismas cosas”) con gozo del Espíritu Santo (Gál. 5:22), -- Había gozo en su corazón a pesar de la gran tribulación por la cual pasaban (Hech. 5:41; 16:25; Rom. 5:1-5). El mundo no conoce este gozo, el gozo en medio de “gran tribulación”. No es algo inherente en nosotros, sino que es producido sólo por el Espíritu Santo (Gál. 5:22). Este gozo se ve en los apóstoles cuando fueron azotados por los judíos; dice Hech. 5:40, “Y convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad.  41  Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre”. Este gozo se ve en Pablo en Silas en Filipos; dice Hech. 16:23 “Después de haberles azotado mucho, los echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.  24  El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo.  25  Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían”. De este gozo Pablo habla en Rom. 5:3, “Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia;  4  y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;  5  y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. De esta misma manera los tesalonicenses poseían el “gozo del Espíritu Santo”.

 

1:7  de tal manera que habéis sido ejemplo (tupon, un modelo, un patrón para ser imitado)

a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído. – Primero ellos imitaban el ejemplo del Señor, de Pablo y de las iglesias de Judea; luego ellos mismos llegaron a ser un buen ejemplo para otros hermanos. Los únicos que serán buenos ejemplos para otros son los que primero siguen el ejemplo del Señor, sus apóstoles y otros fieles (1 Cor. 16:15, 16). Toda iglesia de Cristo debe ser un buen ejemplo para otras iglesias (Mat. 5:14-16; 2 Cor. 8:1-5, 24).

 

1:8  Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada (ha resonado, LBLA; esta palabra, de la cual viene nuestra palabra eco, indica un sonido fuerte, como el del trueno o de una trompeta) la palabra del Señor, -- Compárese Hech. 8:4, “Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”; también Hech. 11:19, “Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía” hablando la palabra de Dios.

-- no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios  (su obediencia y fidelidad) se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada;  -- “Primeramente doy gracias a mi Dios mediante Jesucristo con respecto a todos vosotros, de que vuestra fe se divulga por todo el mundo” (Rom. 1:8). Jesús dijo que sus discípulos son la luz del mundo (Mat. 5:14), y como la luz se extiende, así también la influencia de los fieles se extiende. Los hermanos de Tesalónica, de Roma y otros que vivieron en el corazón del mundo político y económico, tenían una gran oportunidad de proclamar el evangelio a muchos y no sólo lo proclamaron en palabra sino también en sus hechos. Tesalónica estaba bien conectada con los puertos del mundo (GH), y la reputación de esta buena iglesia se divulgaba “en todo lugar”.

 

1:9  porque ellos mismos cuentan (siguen contando, ATR) de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os convertisteis de los ídolos (muertos, 1 Cor. 8:4-6) a Dios, -- Para los que nunca creyeron en los ídolos no es fácil apreciar este cambio del cual Pablo habla. Los tesalonicenses y otros idólatras habían creído desde la niñez que el ídolo sí es algo, que tiene  poder, y el culto a los ídolos afectaba toda su vida. Por eso, algunos dijeron, “Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá” (Hech. 17:6), porque la conversión de esta gente causó una revolución en su vida, como también en la de sus familiares y amigos. En muchos casos también su empleo y su negocio fueron afectados.

La palabra convertirse viene de Epistrepho, volver: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mat. 18:3); “Y le vieron todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor” (Hech. 9:35); “Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al Señor” (Hech. 11:21); “Varones, ¿por qué hacéis esto? Nosotros también somos hombres semejantes a vosotros, que os anunciamos que de estas vanidades os convirtáis al Dios vivo” (Hech.14:15; véase también 15:19); “para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados” (Hech. 26:18).

          -- para servir (Rom. 6:15-23) al Dios vivo y verdadero, (Deut. 5:26; Josué 3:10; 1 Sam. 17:26; 2 Rey 19:4, 16; Isa. 41:23; 2 Cor. 6:16). ¡Qué contraste tan significativo entre “los ídolos” muertos abandonados por los tesalonicenses y el “Dios vivo y verdadero” a quien se habían convertido! En esto se ve el gran poder del evangelio (Rom. 1:16). El Dios vivo es el Dios verdadero, pero los ídolos muertos son una mentira. “ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos” (Rom. 1:25); “un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios” (1 Cor. 8:4).

          ¿Con qué propósito se convirtieron los tesalonicenses? Se convirtieron de los ídolos para servir al Dios vivo y verdadero. Algunos necesitaban concentrarse en la palabra servir (4:11, 12; 2 Tes. 3:6-10).

El siguiente versículo explica otro propósito de su conversión.

1:10  y esperar de los cielos a su Hijo, -- 4:13-18; 5:1-3; Jn. 14:1-3; Hech. 1:9-11; 2 Ped. 3:10. Estas palabras bien describen la vida de los fieles: se han convertido de sus pecados (ídolos, vicios, etc.) para servir al Dios vivo y verdadero y para esperar de los cielos a su Hijo. Su vida muestra que están esperando al Señor. Viven como hijos de luz (5:5-9). Cuando esperamos a un visitante importante, hacemos todos los preparativos necesarios (GH).

          -- al cual resucitó de los muertos, a Jesús (este es el punto clave de la predicación de los apóstoles; así predicó Pablo en Antioquía de Pisidia, Hech. 13:23, 30, y en Atenas, Hech. 17:31, “lo que llevó a los atenienses a burlarse de él y a dejarlo … Pero Pablo no cambió sus creencias ni su predicación debido a la conducta de los atenienses” (ATR). Compárese la predicación de los otros apóstoles acerca de Jesús de Nazaret y la resurrección, Hech. 2:24-32; 3:15; 4:10), quien nos libra de la ira venidera. -- ¿De qué nos salva Jesús? De la ira venidera (5:2, 3, 9; Rom. 1:18, 28, 32; 2:8, 9; Efes. 2:3; 5:6; Col. 3:6; 2 Tes. 1:7-9; Mat. 3:7). Pero si no aprovechamos la salvación de Cristo, la ira todavía nos está esperando. La ira de Dios indica lo que El piensa del pecado. En la segunda carta (2 Tes. 1:5-9) Pablo afirma que es justo el castigo de los que no obedecen al evangelio.

 

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