Levítico 24

 

      24:2 -- "Manda a los hijos de Israel que te traigan ..." Es un mandamiento para el pueblo para que tuvieran comunión con la luz del tabernáculo. Israel había de ser una luz en medio de la oscuridad pagana. Compárense Mat. 5:14-16; Fil. 2:14-16.

      -- "aceite puro" para que la luz fuera constante. Había de arder día y noche perpetuamente.

 

      24:3 -- "las dispondrá Aarón ..." Com­párense Ex. 27:20-21; Núm. 8:1-4.

 

      24:5-9 -- El pan de la proposición. Véanse Ex. 25:30; Núm. 8:1-4.

      A. La palabra "proposición" (Ex. 25:30) significa "presencia", porque estaba con­tinuamente en el lugar santo "delante de Jehová", indicando la comunión entre Dios e Israel. Compárense Deut. 32; Isa. 40:10, 11; 63:7-9; 1 Cor. 10:3 y otros textos que indican la "presencia" de Dios con su pueblo, y la comunión de éstos con El.

      B. La gente proveía el trigo y los sacer­dotes preparaban las doce tortas. Cada sábado los sacerdotes comían las que habían estado en el tabernáculo por una se­mana y éstas eran remplazadas con otras doce. Siempre había doce tortas en el tabernáculo delante de Jehová. Es in­teresante notar que al mover el tabernáculo de un lugar a otro el pan no era retirado de su lugar: "y el pan continuo es­tará sobre ella" (Núm. 4:5-7). Aun cuando las diez tribus se apartaron, no dejaron de poner "los panes sobre la mesa limpia" (2 Crón. 13:11). (Recuérdese que los doce nombres de las tribus fueron escritos sobre doce piedras preciosas que eran parte de la vestidura de Aarón.)

 

      24:7 -- "incienso ... ofrenda encendida". No se explica en qué forma. Ex. 25:29 habla de cucharas, etcétera, para esta mesa pero no sabemos cómo se usaban. Posible­mente el incienso era puesto en estas cucharas. Compárese Núm. 7:14, "una cuchara ... llena de incienso". Pero aun así no se sabe cómo se encendía el incienso.

 

      24:10, 11 -- "el hijo de una mujer is­raelita, el cual era hijo de un egipcio, salió entre los hijos de Israel; y el hijo de la is­raelita y un hombre de Israel riñeron ... y el hijo de la mujer israelita blasfemó el Nom­bre, y maldijo ..."

      A. Es probable que este texto de­muestre el fruto amargo del matrimonio mixto. Posiblemente esta mujer se había casado en Egipto o con uno de la "grande multitud de toda clase de gentes" que les acompañó al salir de Egipto (Ex. 12:38).

      B. Muchas veces el hijo de un matri­monio mixto tiene emociones e ideas "mixtas". Los que piensan casarse deben preguntarse ¿qué será de los hijos si los padres no están de acuerdo? ¿qué efecto tendrá esto sobre los hijos?

      C. Pero aunque el matrimonio mixto puede causar problemas, este hijo era res­ponsable por su conducta.

      D. Estos dos hombres "riñeron en el campamento". Recuérdese que el que se opone al hijo de Dios se opone también a Dios. El cristiano que se casa con un in­crédulo debe tener presente que, cuando su cónyuge se disguste con él, es posible que también se disguste con Dios su Padre.

      E. Los mundanos aborrecen la ley de Dios y, por lo tanto, blasfeman a Dios mismo. Muchos se oponen a la policía porque éstos representan la ley. La ley es el verdadero objeto de su odio.

      F. El nombre de Dios siempre debe ser reverenciado. Dice Sal. 111:9, "Santo y temible es su nombre". Al reverenciar su nombre, debemos tener en alta estima to­das las cosas relacionadas con ese nom­bre, sujetándonos a su voluntad, apre­ciando sus grandes obras, obedeciendo al evangelio que ha revelado, siendo miem­bros fieles de su iglesia, trabajando dili­gentemente en su obra, confiando en sus promesas y viviendo de acuerdo a esa con­fianza, esperando la recompensa final.

 

      24:14 -- "pongan sus manos sobre la cabeza de él".

      A. Los testigos, al poner sus manos so­bre la cabeza del acusado, le devuelven su blasfemia, y él llevará su iniquidad, sufriendo la consecuencia de su pecado. En esta forma los testigos daban prueba de haber cumplido su deber.

      B. Toda la congregación había de ape­drearlo. Compárense 1 Cor. 5:5; 2 Cor. 2:5; 7:11.

 

      24:16-23 -- "así el extranjero como el natural ..."

      A. El énfasis aquí parece ser la apli­cación de estas leyes al extranjero. "Un mismo estatuto tendréis para el extran­jero, como para el natural" (ver. 22). El extranjero que gozaba de muchos benefi­cios por su asociación con Israel tenía que respetar a Dios y su ley.

      B. ¿Por qué acompañaban a los israeli­tas? Desde luego, porque gozaban de mu­chos beneficios, provisiones y protección. Por lo tanto, era del todo razonable que aceptaran las leyes que gobernaban a los israelitas. Mucha gente disfruta de los beneficios de su patria y al mismo tiempo maldicen a los gobernantes y pisotean las leyes de país. La persona que no quiere obedecer las leyes de su país no merece los beneficios del país. El gobierno que permite que los ciudadanos blasfemen a sus líderes y profanen la bandera tolera la anarquía. Recuérdese Rom. 13:1-7.

      C. La acción de la congregación de apedrear al blasfemo era acción judicial. No era acción de un pueblo alborotado. Dice Deut. 21:19, 20 que los padres de un hijo rebelde deberían sacarlo ante los an­cianos de la ciudad, acusarlo, y luego to­dos los hombres de la ciudad deberían tomar parte en apedrearlo.

      D. Los judíos acusaron a Jesús y a Es­teban de blasfemia (Mat. 9:3; 26:65; Jn. 10:30-33; Hech. 6:11, 13; 7:59) y al oír esta acusación el pueblo estaba listo para ape­drearlos.

 

 

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