LUCAS 5

 

La pesca milagrosa y llamamiento de los primeros apóstoles  (Mt. 4:18-22; Mar. 1:16-20).

      5:1 Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret (Galilea), el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios. 2  Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. – Su trabajo de pescar se había terminado para esa noche.

      5:3  Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la multitud. – Jesús predicaba en la sinagoga, en el templo, en la montaña, en las casas, en el desierto, en el cementerio y aquí desde una barca.

      5:4  Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro (Sal a la parte más profunda, LBLA), y echad vuestras redes (plural) para pescar. – Siendo el omnisciente y omnipotente Creador y Sostén de los mares y peces, El juntó la multitud de peces en ese sitio en ese momento. En otra ocasión no solamente proveyó un pez para Pedro, sino que también proveyó un pez con moneda en la boca. Mat. 17:27, “ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle la boca, hallarás un estatero; tómalo, y dáselo por mí y por ti”. Mar. 14:13; Jn. 1:47-49; 2:24, 25; Luc. 5:22, y muchos otros textos demuestran la omnisciencia de Jesús. Bien dicen los apóstoles (Jn. 16:30; 21:17), “Sabes todas las cosas”; “Señor, tú lo sabes todo”.

      5:5  Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; -- Jn. 21:3. Probablemente Pedro pensaba, “Si no hemos podido pescar nada de noche cerca de la costa, mucho menos lo haremos de día en agua más profunda; además, ya hemos lavado las redes”. La experiencia de Pedro durante muchos años estaba en contra de lo que Jesús decía.

      ¿Qué habrán pensado los demás pescadores al ver a Pedro y los otros alejándose de la costa hacia el agua más profunda y en pleno día para echar sus redes? Probablemente hubo el mismo escepticismo que Noé confrontaba cuando hacía el arca.

      -- mas en tu palabra echaré la red. – Lit., “a tu palabra”. Aceptó la palabra de Jesús. Esta es la única razón por la cual lo hizo, porque iba en contra de su experiencia práctica como pescador. Esta es una muestra de la fe verdadera de Pedro. Es actuar en contra de los razonamientos y sentimientos humanos. Es actuar simplemente porque el Señor lo dice. Cuando Jesús le dio este mandamiento, la fe de Pedro en Jesús fue probada severamente. Pedro era pescador profesional y Jesús no era pescador sino carpintero. Además, ya habían trabajado en vano toda la noche. Trabajaban duro en el lugar apropiado (cerca de la costa) y de noche (el tiempo apropiado para pescar). Sin embargo, Pedro no rehusó obedecer al Señor. Entonces, ¿cómo sería posible que Jesús sabía mejor que Pedro dónde pescar? Porque era el Creador de los peces. Era omnisciente y, por eso, sabía dónde estaban todos los peces del mundo y tenía pleno poder sobre ellos. 

      5: 6  Y habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, -- Los incrédulos (“racionalistas”) dicen que Jesús vio esos peces jugando en esa área y que no había milagro, pero aquí como también en otra ocasión registrada en Jn. 21:6, Jesús exhibió su poder absoluto en el dominio de la naturaleza ordinaria  (RCHL).

      Como Pedro dice “en (a) tu palabra echaré la red”, de la misma manera a la palabra de Cristo (o sea, por su voluntad, expresada o no en palabras) los peces se reunieron en ese lugar. “Encerraron gran cantidad de peces” y no hubiera sido nada difícil en ese momento para Jesús reunir a todos los peces del mar a ese mismo sitio para ser capturados en redes.

      -- y su red se rompía. – Desde luego, porque redes terrenales no pueden contener las abundantes bendiciones de Dios. Compárese Mal. 3:10, “Traed todos los diezmos al alfolí  y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.

      El Señor siempre da en abundancia. Mat. 14:20,21; 15:37, 38. Como dice Jn. 1:16, “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia”.

      5:7  Entonces hicieron señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. – Este milagro se repitió después de la resurrección de Jesús. Jn. 21:3-6. Usaron las mismas barcas y las mismas redes que habían usado la noche anterior sin éxito, pero ahora sus esfuerzos son exitosos porque están bajo el poder del Señor. La obediencia convierte fracasos en éxitos (FLC).

      5:8  Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús (acto de adoración), diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador. – Algunos hermanos leen este texto que describe la pesca milagrosa en la cual Jesús usa su omnisciencia y omnipotencia pero siguen insistiendo en que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que solamente usó “atributos humanos”. En tal caso no deberían imitar a Pedro, cayendo de rodillas ante Jesús porque el uso de puros atributos humanos no merece tal adoración. Pedro vio la gloria del Mesías en la pesca milagrosa. Jn. 1:14, “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Cuando Jesús convirtió el agua en vino en Caná de Galilea, Juan dice, “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (Juan 2:11). Pedro dijo “Apártate”, no por despreciar a Cristo, sino a sí mismo como indigno de estar en la presencia de Jesús (Dios).

      Este lenguaje de Pedro indica que él reconoció que estaba en la presencia de Dios. Compárese Isa. 6:1, “En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo.  2  Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban.  3  Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.  4  Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo. 5  Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos”. (También Job 42:5, “De oídas te había oído;  Mas ahora mis ojos te ven.  6  Por tanto me aborrezco,  Y me arrepiento en polvo y ceniza”).

      Podríamos preguntar, ¿por qué Pedro no reaccionó de la misma manera cuando Jesús sanó a su suegra? Esto demuestra que la pesca milagrosa era sumamente impresionante, mayormente para estos pescadores.

      5:9  Porque por la pesca (la redada de peces, LBLA) que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que estaban con él,  10  y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. – Eran competentes para juzgar la naturaleza de la pesca milagrosa, pues ésta tenía que ver que su oficio (eran pescadores profesionales), estaban en sus propias barcas, y estaban pescando en aguas bien conocidas (JSL).

      -- Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. --  En todos los milagros de Jesús había propósitos divinos, aparte del beneficio físico. El evento de ese día no solamente demostraba la omnisciencia y omnipotencia de Jesús, sino que también sirvió como ilustración de la “pesca” de hombres que efectuarían comenzando el día de Pentecostés (Hech. 2:41; 4:4, etc.)

      Como Pedro y los otros habían estudiado los peces, ahora deberían estudiar a los hombres que pescarían con otra clase de red, el evangelio de Cristo. Su oficio había requerido sabiduría, destreza y paciencia y ahora necesitarían esas mismas cualidades para pescar a los hombres. Como había dificultades y peligros en su trabajo como pescadores, ahora habría peligros más graves en la obra de pescar a los hombres.

      5:11  Y cuando trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron. – Mat. 19:27, “Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido”. ¿Cuánto valían las barcas y redes? No sabemos, pero no importa, porque todo es todo. Cuando el pobre abandona su “todo”, él hace el mismo sacrificio que el rico hace cuando abandona su “todo”.

      A los tales Jesús promete grandes bendiciones. Mar. 10:29, “Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,  30  que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna”.

 

Jesús limpia (sana) a un leproso

(Mat. 8:1-4; Marcos 1:40-45)

      5:12  Sucedió que estando él en una de las ciudades, se presentó un hombre lleno de lepra, -- Según el comentario de William Barclay, "En la antigüedad la lepra era la más terrible de todas las enfermedades. E. W. G. Masterman escribe: 'Ninguna otra enfermedad convierte el ser humano en una ruina tan total y horrible a la vista, y durante tanto tiempo'. Puede comenzar por pequeños nódulos que terminan ulcerándose. Estas úlceras producen un líquido de aspecto desagradable y se van agrandando. Se caen las cejas. Los ojos asumen un aspecto fantasmal, como si nunca dejaran de mirar fijamente a los demás. Se ulceran las cuerdas vocales y la voz se vuelve afónica y la respiración sibilante. Poco a poco el enfermo se convierte en una sola masa de excrecencias ulcerosas. Este tipo de lepra, termina con el enfermo en unos nueve años, al final de los cuales se pierde la razón, el paciente entra en coma y finalmente muere. La lepra puede comenzar con la pérdida de la sensibilidad en cualquier parte del cuerpo. En este caso la afección ha atacado los nervios. Poco a poco los músculos del cuerpo se desintegran, los tendones se contraen hasta que las manos adquieren el aspecto de garras o pezuñas. Siguen las ulceraciones en las manos y en los pies y la pérdida progresiva de los dedos de ambos. Por último van perdiéndose las manos y los pies enteros, hasta que sobreviene la muerte. La duración de esta clase de lepra, es entre veinte y treinta años. Es una especie de muerte horrenda, en la cual el hombre muere pulgada a pulgada”.

      Ejemplos de la lepra. (1). Núm. 12:1,2, 9-13, "María y Aarón hablaron contra Moisés ... y dijeron: ¿Solamente por Moisés ha hablado Jehová? ¿No ha hablado también por nosotros? Y lo oyó Jehová". Dios le castigó con la lepra por siete días. En los v. 13-15, Moisés ruega por María, diciendo, "No quede ella ahora como el que nace muerto, que al salir del vientre de su madre, tiene ya medio consumida su carne". (2). 2 Sam. 3:29, la maldición pronunciada por David sobre la casa de Joab por haber muerto a Abner. (3). 2 Reyes 5, Naamán el leproso. (4). 2 Reyes 7, los leprosos desesperados que van al campamento de los sirios y descubren que ya había huido. (5). 2 Crón. 26:16-21, el rey Uzías había sido buen rey, "Mas cuando ya era fuerte, su corazón se enalteció para su ruina; porque se rebeló contra Jehová su Dios, entrando en el templo de Jehová para quemar incienso en el altar de incienso" (v. 16). "Así el rey Uzías fue leproso hasta el día de su muerte, y habitó leproso en una casa apartada, por lo cual fue excluido de la casa de Jehová". (6). Luc. 17:11-19 Jesús limpió a diez leprosos y sólo uno de ellos volvió para expresar gratitud.

      Los leprosos tenían que guardar su distancia de otros. Luc. 17:12, "Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos".  Dice Barclay: "La condición física del leproso era terrible. Pero había algo que la hacía peor aun. Josefo dice que los leprosos eran tratados 'como si fueran muertos'. Cuando se diagnosticaba lepra, el enfermo era instantánea y automáticamente excluido de toda sociedad humana. 'Todo el tiempo que la llaga estuviere en él será inmundo; estará impuro y habitará solo; fuera del campamento será su morada' (Lev. 13:46). El leproso debía vestirse con harapos, usar el cabello despeinado, con el labio superior cubierto por una banda, y mientras caminaba debía gritar todo el tiempo 'Impuro, impuro' (Lev. 13:45) ... En Palestina en los tiempos de Jesús, el leproso tenía prohibida la entrada a Jerusalén y todas las ciudades amuralladas. En las sinagogas había una pequeña habitación aislada de tres metros de alto y dos de lado, llamada mechitsah, en la cual podía escuchar el servicio. La ley enumeraba sesenta y un contactos que podían convertir al judío en impuro, y el segundo en importancia era el contacto con leprosos. Con que solamente un leproso introdujera la cabeza en una casa, ésta quedaba contaminada desde los cimientos hasta las vigas del techo. Aun en un lugar abierto era ilegal saludar a un leproso, y nadie podía acercarse a más de cuatro codos (unos dos metros) del leproso; pero si el viento soplaba del lado donde estaba el leproso, éste debía mantenerse a no menos de cien codos de distancia. Un rabí ni siquiera hubiera comido un huevo comprado en una calle por la que había pasado un leproso. Otro rabí se jactaba de que arrojaba piedras a los leprosos para que no se le acercaran. Otros se escondían o salían corriendo cada vez que veían un leproso aun a la distancia. Nunca ha habido una enfermedad que separara a un hombre de sus semejantes como la lepra. Y este hombre fue el que Jesús tocó. Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: 'Jesús extendió su mano y tocó' al leproso".

      Dice Josefo que los leprosos eran tratados "como si fueran muertos". Sin embargo, este leproso, que nunca se hubiera acercado a ninguno de los rabinos ordinarios, se acercó a Jesús pidiendo limpieza. Se acercó con plena confianza. Para él no había duda en cuanto al poder de Jesús. Todo dependía de la voluntad de Jesús: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Es posible y aun probable de que este leproso hubiera oído de los milagros de sanidad hechos por Jesús (Mat. 4:23,24; Mar. 1:21-32,39; Luc. 4:31-41; Jn. 2:1-11), pero el Nuevo Testamento no registra otro leproso que Jesús hubiera limpiado antes que éste; es decir, la confianza de él no se basaba en que Jesús ya hubiera limpiado a varios leprosos. Se acercó con reverencia: "Se postró ante él". Luc. 5:12, "se postró con el rostro en tierra".

      La lepra era Incurable. En aquel entonces no había remedios para sanar la lepra. Cuando el rey de Siria envió a Naamán al rey de Israel para que lo sanara, pero el rey de Israel se enojó y dijo, "¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que este envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?" (2 Reyes 5:7). Esto indica que era enfermedad que los hombres no podían curar. Desde luego, esta verdad era obvia también por la mera existencia de tantos leprosos aun en el tiempo de Jesús.

      -- el cual, viendo a Jesús, se postró con el rostro (cayó sobre su rostro, LBLA ) en tierra Marcos: “hincada la rodilla”) --  Algunos dicen que este acto podía ser o un acto de adoración o un acto de homenaje, pero Pedro no permitió que Cornelio se postrara a sus pies (Hech. 10:25, 26) no obstante el pensamiento o propósito de Cornelio. No hay conflicto entre “hincada de rodilla” y “se postró con el rostro”. Compárense los relatos de Jesús en Getsemaní. El verbo traducido “se postró” en Mat. 8:2 es el mismo que se traduce “adorar” en 4:10; 28:9, 17; Jn 4:20-24; Heb. 1:6 y muchos otros textos.

      --y le rogó, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme.

      Dios limpió la lepra de Moisés (Ex. 4:6, 7) y la de María (Núm. 12:14), pero el único hombre que había sanado la lepra fue Eliseo (2 Rey. 5:1-19). En aquel tiempo en cuanto al poder humano la lepra era incurable (2 Reyes 5:7 -- y aun ahora los casos más avanzados son incurables).        Sin embargo, el leproso de este texto tenía plena confianza en el poder de Jesús. Para él la única cuestión era si El estaba dispuesto a limpiarlo. Sabemos que sin faltar Dios nos dará su gracia y perdón cuando obedecemos al evangelio. Al buscar el perdón de Dios no tenemos que decir, “si es tu voluntad”, porque en cuanto a sanar el alma decimos “puedes” y podemos agregar que sin duda alguna “lo harás”. Sin embargo, cuando oramos a Dios pidiendo la sanidad del cuerpo, lo dejamos en sus manos diciendo, “no sea como yo quiero, sino como tú”.

      -- puedes limpiarme -- En todos los textos del Nuevo Testamento que se refieren a la lepra sólo uno usa la palabra sanar  (Luc. 17:15). Los demás dicen limpiar. La inmundicia de la lepra causaba mucho sufrimiento porque los leprosos estaban aislados de toda actividad social y religiosa; por eso, la limpieza era una bendición tremenda. Lev. 13:45, 46 dice que el leproso “ … habitará solo; fuera del campamento”. En Luc. 17:12 vemos que los diez leprosos se pararon “de lejos”. Por eso, nos puede extrañar que este leproso se acerque tanto a Jesús.

      5:13 Entonces, extendiendo él la mano, le toco, --  La gente no tocaba a los leprosos para no quedar inmundos hasta la tarde (Lev. 13:46), pero la gente no podía ayudarles. Cristo no quedó inmundo por tocar al leproso, porque en lugar de ser afectado por la lepra El la limpió. En cuanto al toque de Jesús, Luc. 7:14, cuando murió el hijo de la viuda de Naín, “acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti te digo, levántate”; Luc. 22:51, cuando Pedro “le cortó la oreja derecha” a Malco, el siervo del sumo sacerdote, Jesús, “tocando su oreja, le sanó”; Mat. 9:29, en el caso de los dos ciegos, “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.  30  Y los ojos de ellos fueron abiertos” (Mat. 20:29-34 registra la sanidad de otros dos ciegos); Mat. 17:5, cuando Jesús fue transfigurado delante de Pedro, Juan y Jacobo, “he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.  6  Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor.  7  Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis”. Luc. 22:51; Mat. 9:29; 17:7; 20:34.

      A veces los enfermos tocaban a Jesús (Luc. 8:44-47); Mar. 3:10, “Porque había sanado a muchos; de manera que por tocarle, cuantos tenían plagas caían sobre él; Mar. 6:56, “Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos”. Sin embargo, el poder no estaba en el toque de Jesús, mucho menos en su ropa, sino en El Mismo; es decir, la gente sanaba porque Jesús quería sanarles. El poder estaba en la voluntad de Cristo (el “Yo quiero”).

      Mar. 1:41, “Y Jesús, teniendo misericordia de él, extendió la mano y le tocó, y le dijo: Quiero, sé limpio”. Es otra muestra de la gran misericordia de Cristo. La misericordia no es simplemente un "sentimiento"; la misericordia actúa, obra, ayuda. Como dice Barclay, "Para un judío la frase más extraordinaria de todo el Nuevo Testamento probablemente sea: 'Jesús extendió su mano y tocó' al leproso". Recuérdese que Lucas 5:12 dice que este hombre estaba "lleno de lepra". Era bien obvio a todos que este hombre sí era leproso.

      Entonces, ¿por qué no respetó Jesús la prohibición de la ley de Moisés en cuanto al contacto con leprosos? (Véase Lev. 5:3; 13:45,46). Porque en lugar de ser contaminado Jesús por la inmundicia del leproso, el leproso quedó limpiado por el poder de Jesús. Nadie fue contaminado por el acercamiento del leproso a Jesús.

      -- diciendo: quiero; sé limpio. Y al instante la lepra se fue de él. --  thelo: Quiero. Algunos hermanos enseñan que Cristo nunca usó sus propios atributos divinos. Dicen que El era como Pedro y los demás apóstoles que solamente tenían poder delegado, o sea, el poder que recibieron del Padre o del Espíritu Santo. Según esta doctrina, en cuanto al poder para sanar, etc., Cristo hubiera estado en el mismo nivel que los apóstoles. Sin embargo, aquí Jesús dice thelo, “Yo quiero”. Los apóstoles aclaraban que cuando hacían milagros lo hacían en el nombre de Jesucristo (por ej., Hech. 3:6, “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”). Pero Jesús dijo, “Yo quiero”; es decir, por su propia voluntad -- su propio poder -- El limpió a este leproso. La Deidad (y, por consiguiente, su gloria) se ve en sus milagros (Jn. 1:14; 2:11). Jesús tenía el poder para hacerlo y era su voluntad hacerlo. Aquí se unen el poder y el querer (GH).

      Cuando este hombre se acercaba a Jesús estaba lleno de lepra. En ese momento en que él dijo, “si quieres, puedes limpiarme” estaba lleno de lepra. En otro momento no había lepra alguna. Estaba tan limpio como los que nunca habían sufrido este mal.

      La expresión al instante se usa de la sanidad efectuada por Cristo. Luc. 4:39, “E inclinándose hacia ella (la suegra de Pedro), reprendió a la fiebre; y la fiebre la dejó, y levantándose ella al instante, les servía”. Luc. 5:25, el paralítico “al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios”.

      Al instante su lepra desapareció. ¿Qué señal más maravillosa! Sería imposible para nosotros imaginar la transformación física en ese pobre (y luego muy bendecido) hombre. Todo el daño hecho por la lepra fue corregido instantáneamente. Léase otra vez la descripción de Barclay del daño hecho por la lepra. Pero otro daño horrible se corrigió. Ahora podía restablecerse con su familia, con sus semejantes y sobre todo como participante en el culto a Dios. ¿Qué contraste tan grande entre los milagros verdaderos de Jesús y los supuestos "milagros" hechos por los hombres! No podía haber ninguna duda en cuanto a su limpieza porque estaba "lleno de lepra". No dice Mateo que la lepra estaba mejorada, sino que "su lepra desapareció”.

      5:14 Y él le mandó que no lo dijese a nadie; -- Mat. 9:27, “Pasando Jesús de allí, le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!  28  Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor.  29  Entonces les tocó los ojos, diciendo: Conforme a vuestra fe os sea hecho.  30  Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y Jesús les encargó rigurosamente, diciendo: Mirad que nadie lo sepa. 31  Pero salidos ellos, divulgaron la fama de él por toda aquella tierra”. ¿Por qué dice esto Jesús? Obviamente todos los parientes y amigos que los conocían y sabían que estaban ciegos sabrían que ahora podían ver y que Jesús les había abierto los ojos. Además, hombres ciegos que de repente tenían esta experiencia tan tremenda de recobrar la vista no iban a quedar callados.  Entonces, ¿por qué les da este mandamiento? Tal vez el v. 27 sea el punto clave: gritaban los ciegos diciendo, “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” Estos hombres creían en Cristo. Creían que El era el Hijo de David, el Mesías que había de venir. En la mente del pueblo el término Mesías estaba asociado con conceptos políticos extravagantes y con gloria terrenal.

      ¿No quería que el pueblo creyera en El como el Mesías, el Hijo de Dios? ¿No dice Jn. 20:31 que por esa causa El hizo señales? Sí, pero Jesús no quería que el pueblo proclamara esa gran verdad antes del tiempo, porque no estaban preparados para recibirla. Sacaban conclusiones erróneas, pensando que el Mesías sería el Gran Libertador de Israel, quitando de sus cuellos el yugo de Roma y restaurando la nación de Israel a la gloria de los días de David y Salomón cuando las demás naciones les pagaban impuestos y  todo judío estaba tranquilo sentado bajo su higuera.

      Entre más el pueblo gritaba que Jesús era el Mesías, más oposición habría de parte de los fariseos, escribas, saduceos y otros líderes judíos. Jesús vino al mundo para morir para expiar los pecados del hombre, pero lo haría cuando El quería. La situación en Palestina entre los judíos y los romanos era muy inflamable. El pueblo judío, al ver los milagros de Jesús, se entusiasmaba mucho creyendo que El podría ser el Mesías que quitaría el yugo de Roma (Juan 6:15). El entusiasmo del pueblo causado por sus milagros tenía que ser frenado en lugar de estimulado, porque impedía su obra. Se requería mucho trabajo (enseñanza, tiempo, paciencia) para convencer por lo menos a sus discípulos que su propósito al venir a este mundo no era lo que la gente esperaba (Jn. 18:36). Jesús sabía cuando "su hora" tenía que llegar. Por eso tenía que frenar el entusiasmo del pueblo de acuerdo al plan. No podía llegar "la crisis" ("su hora") antes del tiempo. El exceso de entusiasmo entre la gente provocaría la malicia y envidia de los gobernantes antes del tiempo. Jesús vino al mundo para morir, y sabía que los judíos llevarían a cabo este plan, pero primero le era necesario cumplir su ministerio de enseñanza.

      Pero al salir estos hombres que recibieron la vista “divulgaron la fama de él por toda aquella tierra”, pero posiblemente hablaran solamente de la gran bendición de haber recibido la vista, en lugar de propagar conceptos erróneos acerca de Jesús. Sin duda creían que al hablar de Jesús le mostraban su gratitud, pero les convenía ser obedientes.

      Mat. 17:9, “Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos”. Jesús andaba humildemente entre los hombres, pero era importante que hubiera tres testigos de su gloria celestial. En esta ocasión Dios abre la cortina brevemente para que Pedro, Jacobo y Juan vieran esta gloria, pero no convenía que ellos proclamaran a otros lo que habían visto. Era para ellos, pero no para el pueblo. Luc.9:36, “y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto”. Después, podrían hablar abiertamente de lo que vieron. 2 Ped. 1:16, “Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad.  17  Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.  18  Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo”.

      Mar. 1:45, “Pero ido él (el leproso a quien Jesús limpió), comenzó a publicarlo mucho y a divulgar el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que se quedaba fuera en los lugares desiertos; y venían a él de todas partes”. En esto vemos por qué Jesús dio esta prohibición. La fama excesiva impedía su obra de enseñar, su obra principal. El no vino al mundo simplemente para obrar milagros, sino para enseñar. Los milagros eran necesarios como evidencia de su Deidad, pero no eran de ninguna manera el propósito principal de su ministerio.

      Tanta fama no ayudaba su obra principal de enseñar. Jesús no quería que la gente pensara sólo en los milagros, sino que por este medio se convenciera de que El era el Hijo de Dios (Dios el Hijo) (Jn. 20:31)

      Sin embargo, Jesús no siempre prohibió que hablaran de sus milagros. En Luc. 8:38, 39.  Jesús manda que se publique el milagro. ¿Cómo se explica esto? Varias veces prohibió que hablaran del milagro, y aquí le manda que volviera a su casa y que contara “cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo”. La explicación de este aparente conflicto se ve en el lugar donde este milagro ocurrió. No estaba en Judea ni en Galilea, sino entre los gadarenos en un área algo aislada.

      Además, entre esos mismos gadarenos en lugar de gozar de gran popularidad y fama, la multitud “le rogó que se marchase de ellos”.

      -- sino ve, le dijo, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu purificación, según mandó Moisés, para testimonio a ellos. – Lev. 14:1-32 da la instrucción sobre la purificación de los leprosos. Jesús denunció las tradiciones de los judíos (Mat. 15:1-9), pero siempre respetaba y guardaba la ley de Moisés. Véase Mat. 5:17-20. Además era muy necesario que el ex leproso tuviera del sacerdote la confirmación de su limpieza (el certificado de limpieza) para que oficialmente él podría volver a su familia, participar en la sinagoga y templo como también en la vida social de su pueblo. Además, esto sería confirmación adicional del milagro hecho por Jesús. Se ha sugerido que había urgencia en este mandamiento de Jesús por el temor de que si el sacerdote (o algún otro de la jerarquía) supiera que Jesús lo había sanado, podía haber rehusado pronunciar totalmente limpio al hombre. Por el otro lado, si todo se llevó a cabo sin demora, entonces después cuando se descubrió que Jesús le había sanado, el certificado daría evidencia de dos cosas: (1) de que el hombre en verdad se había limpiado de su lepra, así confirmando el milagro, y (2) de que Jesús mostró respeto por la ley de Moisés.

      Por último debe notarse que en Mat. 12:16-21 esto coincide con la profecía acerca de la obra de Jesús, de que no buscaría gran publicidad.

      5:15  Pero su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades. – Obsérvese que mucha gente se reunía para oírle. Esto indica que aunque seguramente muchos querían la sanidad, al mismo tiempo había personas deseosas de oír la enseñanza de Jesús.

      5:16  Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba. – Este es otro de los textos en el libro de Lucas que enfatiza que Jesús frecuentemente oraba al Padre.

 

Jesús sana a un paralítico

(Mat. 9:1-8; Mar. 2:1-12)

      5:17  Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. – Jn. 5:19, “todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”; Jn. 14:10, “el Padre que mora en mí, él hace las obras”. Jn. 16:15, “Todo lo que tiene el Padre es mío”. Por lo tanto, el poder del Padre y el poder del hijo era el mismo poder. Jn. 10:30, “Yo y el Padre uno somos”.

      5:18  Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. – Esto suena como Mar. 1:33, “y toda la ciudad se había amontonado a la puerta”.

      5:19  Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado (“y cuando habían hecho una abertura”, Mar. 2:4) le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. – La acción de estos hombres demuestra la urgencia del caso. Parece haber sido un caso de “ahora o nunca” (JWM). Estaban resueltos a aprovechar la presencia de Cristo, porque sabían que en cualquier momento El podría salir para otras partes. Con toda urgencia, pues, hicieron una abertura en el techo y le bajaron para ponerle en medio, delante de Jesús.

      5:20  Al ver él la fe de ellos, -- Desde luego, el paralítico tenía fe, porque de otro modo Jesús no le habría perdonado, pero Lucas no dice que Jesús vio la fe del paralítico, sino la fe “de ellos”, los que lo traían. Los que profesan sanar enfermos en la actualidad insisten mucho en que los enfermos tengan fe, y cuando no pueden sanar dicen que fue por la falta de fe en los que querían sanar, pero en este caso Jesús observó la fe de los que bajaron al enfermo desde el techo. La fe de éstos se podía “ver” en sus acciones. Véase Sant. 2:14-26.

      -- le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. – El paralítico tuvo dos enfermedades: su cuerpo estaba enfermo, pero también su alma estaba enferma. El pecado es la causa de muchas enfermedades, pero no es la causa de todo pecado (Jn. 9:1-3) ni de toda calamidad (Luc. 13:1-5).

            La ley de Moisés todavía estaba en vigor y, por eso, los requisitos prescritos para obtener el perdón por la ley todavía estuvieron de vigencia. Por eso lo que Jesús dice aquí es una expresión sorprendente de su autoridad (JWM).

            Al decir, “tus pecados te son perdonados”, Jesús decía, “yo te perdono”. El podía decir esto porque era Dios, uno con el Padre (Juan 10:30). También perdonó a la mujer pecadora en la casa de Simón el fariseo (Luc. 7:48) y dijo al ladrón en la cruz, “hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43). Esta es la proclamación más importante del mundo entero: “tus pecados te son perdonados”.

      Cristo es el único hombre que podría decir esto. Ningún hombre, antes o después de Cristo, debía o debería pronunciar estas palabras, porque pertenecen exclusivamente a Dios. Los sacerdotes de la Iglesia Católica Romana que dicen “yo te absuelvo” blasfeman contra Dios porque reclaman para sí mismos el poder que pertenece exclusivamente a Dios.

      Muchos enseñan que aquí en la tierra nuestro Señor Jesucristo actuaba y obraba como un mero hombre, y que el poder que tenía era poder delegado; es decir, que en cuanto al poder que ejercía, El era igual a los apóstoles que hacían milagros por el poder delegado por Dios (Padre, Hijo o Espíritu Santo), pero ningún apóstol jamás dijo, “tus pecados te son perdonados”. Compárese Hech. 8:21, Pedro dijo a Simón el mago, “No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. 22  Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”. Aunque Pedro tenía poder delegado para hacer milagros, no tenía poder delegado para perdonar pecados, simplemente porque tal poder no se puede delegar. Solamente Dios puede perdonar pecados. Pedro dijo (Hech. 3:6), “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”, pero nunca dijo “en el nombre de Jesucristo tus pecados te son perdonados”. Tampoco podían ser adorados los apóstoles. Es muy cierto que Jesús (Mat. 10:1) y el Espíritu Santo (Hech. 2:1-4, etc.) dieron grandes poderes a los apóstoles. Además, éstos podían impartir los dones espirituales a otros (Hech. 8:18; Rom. 1:11). Sin embargo, es necesario hacer una distinción clara entre Cristo y los apóstoles. Los hermanos que borran esta distinción enseñando que aquí en la tierra Jesús, al igual que los apóstoles, usaba solamente poder delegado, niegan la Deidad de Cristo.

      Cristo perdonaba pecados porque siempre El era y es Dios. El no dijo, “Hombre, en el nombre del Padre tus pecados te son perdonados”, porque lo que Jesús hizo el Padre hizo. Los atributos, poderes y obras de ambos son idénticos.

      Lo que ocurrió en esa ocasión era en extremo impresionante para los judíos. Jesús de Nazaret, el que era conocido como el “carpintero”, el hijo de José, ¡perdonaba pecados! Sin lugar a dudas, el poder o la autoridad para perdonar pecados es atributo divino, atributo de Dios, porque solamente Dios puede perdonar pecados (Isa. 43:25, “Yo, yo soy el que borro tus rebeliones”). En esta ocasión Cristo hizo lo que solamente Dios puede hacer. De esta manera, mostraba otra vez que El era Emanuel, Dios con nosotros. Lamentablemente algunos, con el propósito de enfatizar la humanidad de Cristo, enseñan que Jesús nunca usó ningún atributo divino, sino que solamente usó atributos humanos, obrando exclusivamente al nivel humano como lo hicieron los apóstoles.

      Estos aun van al extremo de enseñar que El “perdonó” pecados como un mero hombre, como lo hicieron los apóstoles, y citan Juan 20:20, “Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo.  23  A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (véase también Mat. 16:19).¿En qué sentido remitieron los apóstoles los pecados de la gente? ¿Hablaron como Jesús, diciendo “tus pecados te son perdonados”? Claro que no. Los apóstoles nunca dijeron a nadie, “Tus pecados te son perdonados”. Sólo Dios habla así y Cristo era Emanuel, Dios con nosotros (1:23). Dijo la misma cosa a una mujer cuando estuvieron en la casa de Simón el fariseo (Luc. 7:48), y lo que dijo al ladrón en la cruz equivalía la misma cosa (Luc. 23:43).

      ¿Creían los apóstoles que ellos tenían la misma autoridad de Dios que Jesús poseía? ¿Por qué no dijeron, “nosotros, al igual que nuestro Señor Jesucristo tenemos potestad en la tierra para perdonar pecados”? ¿Cómo, pues, remitieron y retuvieron pecados? Como embajadores de Cristo lo hicieron al anunciar lo que Dios requiere del hombre para que le perdone (Hech. 2:38). Sin embargo, Jesús siendo Dios el Hijo, perdonó pecados por su propia autoridad (y con su propia boca), porque “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (Mat. 9:6), la misma potestad o autoridad que el Padre tiene para perdonar pecados.

      5:21  Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar (razonar), diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? – La palabra blasfemar quiere decir calumniar o hablar contra alguien, pero también significa reclamar para sí autoridad, atributos o poder que pertenecen exclusivamente a Dios. Si Jesús hubiera sido – o hubiera actuado como -- un mero hombre, entonces los escribas habrían tenido razón, pues cualquier mero hombre que profese perdonar pecados blasfema contra Dios. Cuando el sacerdote católico dice, “yo te absuelvo”, blasfema contra Dios porque reclama para sí una prerrogativa que pertenece exclusivamente a Dios. Sin embargo, la acusación contra Jesús, “Este blasfema”, era falsa, porque Jesús no era un mero hombre. Por no haber aceptado esta verdad, los escribas erraron en su conclusión.

      Después acusaron a Jesús de blasfemar porque decía que era el Hijo de Dios. Mat. 26:63, “Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.  64  Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. 65  Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado!”

      5:22  Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, -- Mat. 12:25; Luc. 5:22; 11:17; Jn. 2:24, 25.

      -- respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? (Mateo: ¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones?) – Jesús puede ver el pecado en el corazón (Mat. 5:28; Col. 3:5; 1 Jn. 3:15). Los escribas no negaron que Jesús conoció sus pensamientos, pero sólo Dios conoce los pensamientos del hombre (1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13). Al conocer los pensamientos de los judíos Jesús demostró que aun aquí en la tierra El era Dios omnisciente. Jn. 2:24, “Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos,  25  y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre”.

      Dios conoce el corazón del hombre. En el día del Juicio Final Dios juzgará los secretos del corazón del hombre (Rom. 2:16). Con el corazón el hombre piensa (Mat. 9:4), razona (Mar. 2:8), cree (Rom. 10:9, 10), y entiende (Mat. 13:5). El “corazón” bíblico es el intelecto (Rom. 10:9, 10). Son las emociones (Rom. 5:8; 1 Jn. 4:19). Es la voluntad (2 Cor. 9:7). Con todo el corazón – el intelecto, la voluntad y las emociones -- el hombre debe amar a Dios (Mat. 22:37).

      5:23  ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? -- El perdonar pecados es un acto que ocurre en la mente de Dios y, por eso, no es visible, pero el sanar al paralítico fue un hecho visible. Jesucristo no sólo habló, sino que actuó. No sólo decía que perdonaba pecados, sino que también hizo este milagro para demostrar que tenía la autoridad para perdonar pecados. Los apóstoles nunca hicieron milagros para probar que podían perdonar pecados; tal pensamiento nunca hubiera entrado en su mente, porque bien sabían que sólo Dios perdona pecados, y sabían y confesaban que Cristo era Dios.

      Mateo, Marcos, Lucas y Juan nos han narrado los hechos de Jesús. No se puede discutir con los hechos, porque los hechos hablan por sí solos. Jn. 20:30, 31, “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro.  31  Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Señales son hechos. Son actos. Son eventos. Jesucristo no es una teoría. El no es como los “personajes” mitológicos, que no tuvieron ni tienen existencia, sino que fueron inventados por los hombres. Cristo vivió y anduvo sobre esta tierra. La tierra donde El caminaba existe ahora. Cualquiera puede visitar la tierra donde El vivió. El es un Personaje histórico.

      Es indispensable que los predicadores y maestros de la Biblia enfaticen cada vez más los hechos de los que habla la Biblia. Es muy cierto que hay mucha enseñanza que estudiar, pero el fundamento de todo son los hechos de los hombres de Dios, y sobre todo los de Jesucristo nuestro Señor. Sus milagros se llaman señales, porque una señal afirma algo. Entrega un mensaje.

      El enfermo recibió dos bendiciones muy grandes: la sanidad del cuerpo y el perdón de sus pecados.

      Cristo explica que el poder de perdonar pecados equivalía al poder de sanar milagrosamente. Puesto que los apóstoles hacían milagros, ¿qué diferencia había entre los milagros hechos por ellos y los milagros hechos por Cristo? La diferencia muy significativa era que Cristo hizo milagros por su propia autoridad, mientras que los apóstoles hacían milagros en el nombre o por la autoridad de Cristo. Recuérdese que Mateo 10:1 dice, “Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia”. Véase Hech. 3:6, “en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda”.

      El punto principal en este texto es que, como todos saben, solamente Dios puede perdonar pecados. Por eso, si el Salvador podía probar que El podía perdonar, la inferencia necesaria sería que El era Dios. Por eso, probó que podía perdonar cuando sanó al hombre. El acto visible probó el acto invisible (el de perdonar). Esto bien ilustra el hecho que como Cristo tiene dominio sobre el mundo físico, también tiene dominio sobre el mundo espiritual.

      Los sacerdotes católicos profesan perdonar pecados, pero ¿pueden sanar a los paralíticos para probar que tienen esa autoridad?

      5:24  Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad (autoridad LBLA) en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. – Jesús tenía autoridad divina para hacer las dos cosas: perdonar pecados y sanar milagrosamente. Esa autoridad que reside en los cielos ya estaba en la tierra también, porque Dios había llegado a ser hombre (Mat. 1:23, Emmanuel, Dios con nosotros).

      5:25  Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. – ¡Qué contraste maravilloso! Ahora él mismo lleva el lecho en el que había sido llevado por otros. Jesús procede a sanar al hombre para mostrar que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, y los judíos no podían refutar su argumento. Primero, perdonó pecados; segundo, dijo que el sanarlo sería la prueba de que podía perdonar; tercero, lo sanó. Con este hecho, este acto, Jesús comprobó lo que les había dicho; es decir, que en realidad El mismo tenía potestad en la tierra para perdonar pecados. La autoridad para perdonar pecados reside exclusivamente en Dios, pero ahora Dios estaba “en la tierra” en la persona de Jesucristo.

      Algunos creen que cuando Cristo “fue hecho carne” (Jn. 1:14), vivió “en la tierra” como un mero hombre, sin usar o mostrar ningún atributo divino ni una sola vez, pero Jesús dice que “el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados”, y en ese momento lo hizo, confirmándolo con un milagro visible. Al hacer esto, pues, El usó o ejercía atributos divinos.

      5:26  Y todos (con la excepción de los que decían que Jesús blasfemaba), sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.  (Mat. 9:8  Y la gente, al verlo, se maravilló (sintieron temor, LBLA) y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres.)El pueblo vio a Jesús como un mero hombre, pero ahora se sienten como en la presencia de Dios. Compárese Luc. 5:8. Con el milagro Jesús les convenció que tenía autoridad para perdonar pecados. Por eso, “glorificó a Dios, que había dado tal potestad (autoridad) a los hombres”.

      Los que enseñan que Cristo nunca usó atributos divinos sino solamente atributos humanos citan Mat. 9:8 para probar que en realidad Jesús no usó su propia autoridad para perdonar pecados. Dicen que solamente usó la autoridad que recibió del Padre. Los que enseñan así no entienden que autoridad divina es autoridad divina. No hay diferentes clases de autoridad divina. Dios (Padre, Hijo, Espíritu Santo) es omnipotente, omnisciente, es adorado, y tiene autoridad para perdonar pecados, etc. No hay tres clases de omnipotencia o omnisciencia, ni tampoco tres clases de  autoridad divina para perdonar pecados. Este lenguaje implica la identidad de Cristo con el Padre. “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30).

 

HOY HEMOS VISTO MARAVILLAS (extraordinarias, LBLA; lit., increíbles), Luc. 5:17-26

      1. Un maestro en Israel sin letras, v. 17; Mat. 13:54; Luc. 2:46, 47; Hech. 4:13.

      2. Un enfermo bajado desde el techo, v. 19; ¿por qué? V. 20 por la fe. Estaban resueltos. Creían que el caso era “urgente”. Muchos están dispuestos a ayudar a otros si no nos cuesta mucho tiempo, trabajo o sacrificio, pero estos cuatro hombres tuvieron que subir a la azotea, hicieron abertura en el techo y bajaron al hombre. Hay muchos que harían algo semejante para instalar la antena de televisión sobre el techo, pero ¿cuántos harían lo que estos hicieron para ayudar a un hombre enfermo?

      3. Un “hombre” que perdonaba pecados v. 20, 21; sólo Dios puede perdonar pecados, Isa. 43:25; por lo tanto, Cristo es Dios.

      4. Un “hombre” que conocía los pensamientos de la gente, v. 22; sólo Dios puede hacer esto, 1 Crón. 28:9; Jer. 17:10; Ezeq. 11:5; Heb. 4:13. Un mero hombre no puede hacerlo, pero Jesús no era un mero hombre. Jn. 2:24, 25; Mat. 9:4; 12:25. Si aceptamos, pues, que Dios conoce los pensamientos del hombre, tenemos que reconocer que Cristo es Dios.

      5. Un hombre sanado en un momento, v. 22-25. Fue un milagro hecho delante de muchas personas. El hombre mostró que estaba sanado “al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa”.  Con razón el hombre sanado glorificaba a Dios.

      6. Un hombre que causó temor en todos, v 26; Luc. 7:16; 8:25, 35, 37.

      7. Pero otra maravilla: los fariseos y doctores no quedaron convencidos 5:30; 6:7, 11; 11:15, 53; 15:1, 2; 19:47, etc. En esta ocasión muestran otra vez que teniendo ojos no veían y que teniendo oídos no oían. Demostraban repetidas veces que no eran sinceros. No podían refutar a Jesús en el caso de perdonar al paralítico y confirmarlo con sanarlo, pero aun después de tanta evidencia y prueba ellos seguían con su propósito de oponerse a Cristo hasta “acabar” con El.

 

Llamamiento de Leví (Mateo)

(Mat. 9:9-13; Mar. 2:13-17)

      5:27  Después de estas cosas salió, y vio a un publicano (recaudador de impuestos, LBLA)  llamado Leví, -- Su otro nombre era Mateo. A sí mismo se llama Mateo (Mat. 9:9). La reputación de los publicanos se ve en Mat. 9:10,11; 11:19; 21:31,32; Mar. 2:15,16; Luc. 5:30; 7:34; 15:1; 19:7. Se mencionan juntos con pecadores, porque muchos publicanos se aprovechaban de su oficio para robar al pueblo.

      -- sentado al banco de los tributos públicos, -- Este trabajo era legítimo. Luc. 3:12, “Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos?  13  El les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado”. No les dijo que dejaran ese empleo como si fuera malo en sí, sino que evitaran la práctica común de los publicanos de exigir más de lo que era ordenado por los romanos.

      -- y le dijo: Sígueme. – Estos relatos son muy breves. No hemos de concluir que Mateo no había visto o conocido a Jesús antes de esta ocasión. Sin duda le había conocido por algún tiempo, le había escuchado y había visto sus milagros.

      Aquí está otro ejemplo de lo que Juan afirma de Jesús (2:24, 25). El conocía al hombre. Como El conocía, aun de lejos, a Natanael (Jn. 1:47, 48), El veía algo en el publicano Mateo que ningún otro judío hubiera visto. Jesús sabía que este hombre, tan rechazado y despreciado por los judíos, estaba calificado para ser uno de sus testigos y embajadores. Los publicanos eran ricos, pero Jesús sabía que para este hombre el dinero no era lo más importante. Jesús sabía que este hombre no podía ser juzgado por su ambiente y las circunstancias del momento. Reconocía que este hombre estaba dispuesto a calcular gastos y seguirle a pesar de lo que le costara.

      5:28  Y dejándolo -- No hemos de concluir que Mateo dejó su negocio de manera desordenada. Siendo hombre responsable tuvo que cerrar sus libros y dejar todo su trabajo en manos competentes.

      todo, .. Los publicanos eran odiados por los judíos, pero sin abusar de su puesto podían ganar buen dinero. Con gran sacrificio, pues, Mateo dejó todo para seguir a Cristo, Desde luego, el “todo” de cualquiera es “todo”, pero sin lugar a dudas, el “todo” de Mateo era considerable, pero al escribir este relato Mateo no dice que él había dejado todo. En esto mostraba su humildad.

      -- se levantó y le siguió. – Compárese Mat. 4:18-22. El evangelio según Mateo refleja su amplio conocimiento del Antiguo Testamento, pues cita muchas profecías que fueron cumplidas por Cristo. También conocía la jerarquía religiosa de su tiempo. Conocía a fondo a los fariseos, los saduceos, los escribas, los herodianos, etcétera.

      5:29  Y Leví le hizo gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a la mesa con ellos. – Algunos suponen que Mateo hizo este banquete como fiesta de despedida de sus socios, pero es probable que lo hizo para introducirles a su Maestro. El se preocupaba por la salvación de ellos y quería que ellos escucharan las palabras de Jesús. ¡Qué buen ejemplo de la llamada “obra o evangelismo personal”! Obviamente era un hombre de mucha influencia, pues “había mucha compañía de publicanos y otros que estaban a la mesa con ellos”. Esto nos recuerda de Cornelio quien podía juntar buen número de personas para oír a Pedro (Hech. 10:27,33).

      También al hacer este “gran banquete” para Jesús, Mateo se comprometió firmemente a la causa de Cristo.

      5:30  Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo: ¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? – Y ellos, ¿qué hacían allí? ¿por qué estuvieron presentes? Si Jesús estaba tan falso, equivocado y malo como ellos pensaban, ¿por qué tomaban la molestia de siempre estar cerca de El para criticarlo? La respuesta es que Jesús era un Personaje tan importante que los líderes entre los judíos tenían que tomarlo en cuenta. Todo el pueblo tenía mucho interés en las actividades de Jesús. Así era el impacto de su ministerio.

      Desde luego, aunque estos escribas y fariseos estuvieron “presentes” en esa ocasión, se quedaron de lejos para no ser “contaminados” por los publicanos. Ellos tenían hambre, pero no para participar de ese “gran banquete”, sino para encontrar ocasión contra Jesús. No les gustó estar cerca de los menospreciados publicanos, pero tenían un fuerte deseo de estar cerca de Jesús para poder condenarle.

      5:31  Respondiendo Jesús, les dijo: Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. – Lo que Jesús dice es una verdad evidente (axiomática). El basa su argumento, pues, sobre una premisa innegable. Los escribas y fariseos no podían negar que los publicanos estaban “enfermos”; precisamente por eso no querían asociarse con ellos. Profesaban ser los “médicos” del pueblo, pero no querían acercarse a los que ellos mismos consideraban muy enfermos. Muchos evitan la compañía de tales personas para no manchar su reputación. Generalmente se supone que a los del mismo carácter o naturaleza les gusta juntarse. “Dime con quién andas y te diré quién eres” (GH; RCHL), pero este refrán no se puede aplicar a Jesús, ni tampoco a sus discípulos que siguen su ejemplo, porque su asociación con pecadores es la del médico con enfermos. ¿Cómo puede el médico sanar al enfermo sin estar cerca de él? Sería en extremo absurdo que el médico rehusara estar cerca de los enfermos. Eso es su trabajo. De la misma manera, el trabajo de Jesús era sanar a los que estaban enfermos espiritualmente. Exodo 15:26, “Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador”.

      Mat. 5:13, “Vosotros sois la sal de la tierra”. La sal no solamente da sabor, sino que también preserva de la corrupción, pero para hacerlo tiene que ser aplicada. Por eso, recordemos Jn. 7:24, “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”. Hay que evitar juicios superficiales.

Jesús y sus discípulos no eran socios o compañeros de pecadores para participar con ellos en sus prácticas malas, sino para salvar su alma.

      Hay mucha diferencia entre lo que Jesús hizo y el asociarse con pecadores sin enseñarles. A veces hermanos mundanos dicen que no es malo asistir a un baile, pero ¿qué hace el cristiano en ese lugar? ¿Enseña y exhorta a los que están bailando a arrepentirse? ¿Les enseñan el plan de salvación y les invita a los servicios? Si están presentes, y callados, se identifican con los demás aunque no estén bailando ellos mismos. ¿Por qué ir a la cantina para tomar una limonada?

      Los discípulos de Jesús son santos (santificados), separados del mundo, pero ¿en qué sentido?

Heb. 7:26, “Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielo”. Aunque Jesús comía con los pecadores, estaba “apartado de los pecadores”, porque no compartía ni su carácter ni su conducta. No compartía sus pensamientos, propósitos, sentimientos y placeres. Estaba con ellos físicamente, pero nada más.

      1 Cor. 5:9, “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios;  10  no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo.  11  Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis”. La Biblia no prohíbe que los cristianos coman con los del mundo. El comer con ellos no es como la comunión que tenemos con Dios y los fieles. Los cristianos deben imitar a Cristo, comiendo con pecadores, para ganarles a la verdad. Mat. 5:13, “Vosotros sois la sal de la tierra”, y la sal tiene que ser aplicada para preservar de la corrupción.

      En la oración intercesora Jesús dice lo siguiente acerca de sus discípulos: “Yo les he dado tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.  15  No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal.  16  No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.  17  Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.  18  Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo.  19  Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad” (Jn. 17:14-19). Los cristianos están en el mundo para ser la luz del mundo (Mat. 5:14-16). Obviamente, pues, es necesario que haya contacto entre los discípulos de Cristo y los del mundo.

      Entonces, ¿qué quiere decir Pablo en 2 Cor. 6:17? “Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor”. ¿Cómo pueden los discípulos salir de en medio de los del mundo y al mismo tiempo comer con ellos? ¿Puede uno hacer las dos cosas? Pueden y deben hacer las dos cosas. ¿Cómo? Obviamente el cristiano no puede estar con los del mundo cuando éstos hacen mal. Por ejemplo, no puede estar con ellos cuando están tomando y bailando. Lo que Pablo dice en 2 Cor. 6:17 se refiere en parte a lo que dice en 1 Cor. 8:10 acerca del hermano “sentado a la mesa en un lugar de ídolos”. ¿Puede el cristiano hacer obra personal “sentado a la mesa en un lugar de ídolos”? ¿Puede el cristiano hacer “obra personal” en el baile? Si el cristiano asiste a un baile y le invita a su amigo mundano a acompañarle a los servicios de la iglesia, ¿qué dirá el mundano? “Si tú eres cristiano, qué estás haciendo aquí en el baile?” Lo mismo en una cantina o en una docena de otros lugares o actividades. En ese caso el hijo de Dios debe decir a los mundanos, “Apartaos de mí, malignos,  Pues yo guardaré los mandamientos de mi Dios” (Sal. 119:115).

      Luc. 22:55, “Y habiendo ellos encendido fuego en medio del patio, se sentaron alrededor; y Pedro se sentó también entre ellos”. En ese momento tan difícil para Pedro, no le convenía sentarse con esas personas. En lugar de predicarles dejó que le provocaran a negar a Cristo. Esta es precisamente la prueba que el cristiano confronta cuando se asocia con los del mundo: ¿les enseñará o será tentado por esos compañeros a negar a Cristo? No es posible ser neutral. Luc. 11:23, “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”.

      Entonces, ¿cuál es la conclusión del tema de asociarse con pecadores? Sal. 1:1, “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,  Ni estuvo en camino de pecadores,  Ni en silla de escarnecedores se ha sentado”. Obviamente este varón bienaventurado no está en camino de pecadores en el sentido de participar de esos caminos.

      Por último, ¿qué diremos del refrán, “Dime con quien andas y te diré quién eres”? Depende de lo que hagan cuando andan juntos. 1 Cor. 15:33, “Las malas compañías corrompen las buenas costumbres”. ¿Por qué? Porque los que tenían buenas costumbres las abandonaron y comenzaron a practicar malas costumbres. Sin embargo, si los discípulos imitan al Maestro, hay esperanza de que cambien las malas costumbres de sus amigos mundanos. Pero lamentablemente algunos que profesan ser cristianos no enseñan a los amigos mundanos, sino que son llevados otra vez al mundo por sus amigos, “siguiendo la corriente de este mundo” (Efes. 2:2).

      5:32  No he venido a llamar a justos, -- Jesús trata con estos escribas y fariseos según la opinión que ellos tenían de sí mismos. Desde luego, Jesús no está clasificando a los escribas y fariseos como “justos”. No había en toda la tierra hombres más enfermos espiritualmente que estos líderes de los judíos. En otro texto (Luc. 16:15) Jesús les dice, “Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación”. ¿Cómo podían ser justos ante los ojos de Dios cuando no tenían misericordia alguna para los pecadores?

      Sin embargo, en esta ocasión (Luc. 5:30-32), Jesús empleó la misma premisa que ellos aceptaban para exponer la falsedad e hipocresía de sus quejas contra El. Al mismo tiempo las palabras de Jesús son una acusación contra los escribas y fariseos; es decir, les tocaba a ellos asociarse con los perdidos para tratar de sanarlos en lugar de evitarlos.

      -- sino a pecadores al arrepentimiento. – Desde luego, el “arrepentimiento” abarca la conversión completa. Primero todos deben creer en Cristo como el Hijo de Dios, luego arrepentirse (tener cambio de corazón, estando resuelto a dejar el pecado y error para ser un fiel hijo de Dios), entonces deben confesar su fe en Cristo (Hech. 8:37) y ser bautizados en agua para perdón de pecados (Hech. 2:38). Habiendo hecho esto son añadidos a la iglesia de Cristo, la que El estableció el día de Pentecostés (Hech. 2:41, 47).

      Hay muchos religiosos que trabajan entre los que sufren por causa de sus pecados, sin llamarlos al arrepentimiento. Para ellos el evangelio es un ministerio al sufrimiento físico de los borrachos, drogadictos y prostitutas. Reparten alimentos, proveen dormitorios y les dan la atención médica, pero deben predicarles el evangelio del arrepentimiento para salvar su alma.

      Desde luego, tales pecadores sufren física y mentalmente y es necesario ayudarles, pero el evangelio se dirige a su necesidad espiritual. La mayoría de tales personas no quieren la ayuda verdadera, sino solamente limosnas. Cristo se asociaba con los pecadores más menospreciados, pero lo hizo para salvar su alma. No hay gracia sin arrepentimiento. ¿Qué dijo el rey al hombre que vino a la fiesta no vestido de boda? (Mat. 22:11) En esta parábola Jesús nos enseña la necesidad de dejar el pecado y vestir la ropa de justicia. Todos los pecadores, de toda clase, pueden venir a Cristo. El homosexual puede venir a Cristo, pero tiene que arrepentirse de su pecado y dejar de practicarlo. Todos los fornicarios pueden venir a Cristo, pero tienen que arrepentirse y dejar de practicar la fornicación. Todos los pecadores – los mentirosos, los ladrones, los asesinos y todos los demás – tienen que hacer lo mismo. Así también los que cometen adulterio por haberse divorciado de sus esposas no por causa de fornicación y se han vuelto a casar pueden venir a Cristo, pero tienen que dejar de cometer adulterio (abandonar la unión que es adulterio).

 

Pregunta sobre el ayuno

(Mat. 9:14-17; Mar. 2:18-22)

      5:33  Entonces ellos le dijeron: ¿Por qué los discípulos de Juan ayunan muchas veces y hacen oraciones, y asimismo los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben?  -- Esta pregunta implica que Jesús y sus discípulos estaban equivocados por no practicar los ayunos que ellos observaban. Obviamente les extrañaba la diferencia entre la conducta de los discípulos de Jesús y los de Juan quien era el precursor de Cristo. Sin embargo, aunque los discípulos de Juan y otros creían que los ayunos les hacían más piadosos, la ley de Moisés requería que el pueblo ayunara solamente en el día de expiación (Lev. 23:27). “Algunos individuos ayunaban voluntariamente a lo largo de su historia, en emergencias que hicieron al ayuno cosa natural. Los profetas algunas veces llamaron a todo el pueblo al ayuno, con oraciones y actos de humillación, para evitar calamidades” (JAB); es decir, en estos casos el ayunar era para mostrar humildad y arrepentimiento.

      El fariseo de la parábola de Luc. 18:12 dijo que ayunaba dos veces a la semana, creyendo que el ayunar era marca de piedad superior. Algunos en la iglesia continuaban esta y otras costumbres judaicas (Hech. 13:2; 14:23). Jesús, sin embargo, ni mandó ni prohibió que sus discípulos ayunaran. Es muy obvio que Jesús y sus apóstoles nunca establecieron ningún ayuno formal para la iglesia. El ayuno no debe ser forzado. Si no es espontáneo no tiene sentido alguno. El habló del ayuno como la consecuencia normal de algún suceso que debe mostrar espontáneamente la aflicción del alma.

      Los ayunos de Pablo se incluyen entre sus sufrimientos (2 Cor. 6:5, “en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos”; 11:27).

      Los apóstoles enseñaban mucho sobre las obras de la carne, pero al hablar de cómo combatirlas no hablan de ayunar como un remedio.

      5:34  El les dijo: ¿Podéis acaso hacer que los que están de bodas (los acompañantes del novio, LBLA) ayunen, entre tanto que el esposo está con ellos? – Los discípulos de Juan deberían haber recordado las palabras de él: “El que tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido” (Juan 3:29). Juan mismo decía que Jesús era el esposo y que él (Juan) era el amigo del esposo. Por lo tanto, deberían tomar muy en cuenta esta explicación de Jesús.

      Dios habla de sí mismo como el esposo de su pueblo Israel (Isa. 54:5, “Porque tu marido es tu Hacedor”; 62:5; Oseas 2:19, 20). En esto vemos otra prueba de la Deidad de Jesús. Dios era el marido del pueblo de Israel; Cristo es el marido de la iglesia, su esposa. El Nuevo Testamento habla de Cristo como el marido de la iglesia (Efes. 5:23-25; Apoc. 19:7; 21:9). Por eso, la enseñanza de Cristo, tanto en las epístolas como en las parábolas, emplea la figura de la fiesta de bodas para describir el gozo y las bendiciones del evangelio. Juan (2:1-11) no describe la fiesta de bodas como ocasión de luto en la cual la gente debería ayunar. La religión de Jesús no se compara con un funeral, sino con una boda. Aun en medio de persecución severa los apóstoles se regocijaron (Hech. 5:40, 41; 16:25). Fil. 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!”

      La palabra evangelio significa buenas nuevas, y trae al mundo gran gozo. Es cierto que trae conflictos y persecuciones (Mat. 5:10-12; 10:34-37, etc.), pero es el mensaje de salvación del alma del pecado y del castigo eterno.

      5:35  Pero vendrán días cuando el esposo les será quitado; entonces, en aquellos días ayunarán. – En varias ocasiones y en diferentes maneras Jesús habló de su muerte: 16:21; 17:22; 20:18, 19; Jn. 3:14; 12:32,33. “Ayunarán” porque estarán confusos (Mat. 16:23) y afligidos. Jn. 16:20, “De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo.  21  La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.  22  También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. Al acontecer esto nadie tendría que prescribir un ayuno para ellos, pues sería la expresión natural de su tristeza y aflicción. “Jesús no quiere considerar el ayunar como arreglo mecánico que meramente está establecido para días fijos. De esa manera es inútil” (RCHL).

      El esposo estaba con ellos otra vez cuando resucitó de los muertos. Aunque no estaba con ellos físicamente había prometido estar siempre con ellos (Mat. 28.20).

      5:36  Les dijo también una parábola: Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo y lo pone en un vestido viejo; pues si lo hace, no solamente rompe el nuevo, sino que el remiendo sacado de él no armoniza con el viejo. – Esto sucede porque al mojarse la nueva tela encoge. “Los discípulos de Juan veían a Jesús como reformador del judaísmo, pero él corrige sus impresiones falsas” (JWM). Los discípulos de Juan no entendían que Jesús estaba estableciendo una religión completamente nueva. No sería remiendo de nada. Jesús estaba cumpliendo la ley, los profetas y salmos (Luc. 24:44), pero no cumplía las tradiciones de los hombres.

      Si Cristo hubiera obligado a sus discípulos a conformarse a las tradiciones de los judíos, habría puesto remiendo de paño nuevo en vestido viejo. De esta manera el evangelio no habría ayudado en nada a los judíos. Había mucha rotura en su religión y no tenía sentido hacer mayor la rotura.

      Un ejemplo claro de lo desastroso de tratar de poner un remiendo nuevo sobre el vestido viejo era la práctica de los judaizantes de imponer la circuncisión sobre los conversos gentiles (Hech. 15). Esto bien ilustra lo condenable de imponer las tradiciones y leyes humanas sobre la iglesia de Cristo (Mat. 15:8, 9).

      5: 37  Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera, el vino nuevo romperá los odres y se derramará, y los odres se perderán.  38  Mas el vino nuevo en odres nuevos se ha de echar; y lo uno y lo otro se conservan.  – Un odre es “un cuero cosido y empegado que sirve para contener vino, aceite, etc.” Los odres viejos se perderían por causa de la fermentación del vino nuevo. Esta segunda ilustración refuerza la primera. Jesús no obligó a sus discípulos a practicar los ayunos prescritos por la tradición de los judíos. “Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe” (Mat. 11:19). “Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido” (Jn. 15:11).

      5:39  Y ninguno que beba del añejo, quiere luego el nuevo; porque dice: El añejo es mejor (bueno o agradable, LBLA, margen). “El añejo” no es mejor, sino que así pensaban los fariseos y tal vez unos discípulos de Juan. Estaban acostumbrados al “añejo” y les gustaba, pensando que era mejor que la doctrina de Cristo. Es difícil cambiar. Creían que estaban practicando algo piadoso y aceptable ante los ojos de Dios, pero les convenía abrir los ojos para examinar detenidamente la “perfecta ley de la libertad” (Sant. 1:25).

      “Estas ilustraciones frecuentemente han sido mal aplicadas. Puesto que ahora la enseñanza de Cristo es antigua, pensadores modernistas la han comparado a antiguos cueros secos y afirman que ya no debe ser combinada con los conceptos religiosos que ellos avanzan” pero “sus ideas nuevas no son nuevas y la enseñanza de Cristo es todavía tan nueva, verdadera y gloriosa como lo era cuando él andaba sobre la tierra” (RCHL).

 

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