LUCAS 16
Parábola del mayordomo infiel
16:1 Dijo también a sus discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes. – El hombre rico acusa a su mayordomo de ser disipador, y el mayordomo no dice nada. Obviamente el amo tenía razón. La palabra traducida “disipador” se traduce “desperdició” en Luc. 15:13; por esta causa el hijo menor se llama “hijo pródigo”. ¿Qué habría pensado Judas Iscariote al escuchar esta parábola? (Jn. 12:6). “Todo hombre que se apodera de los bienes que le son prestados, los hace servir a su egoísmo, a su orgullo, a sus placeres, olvidándose de Aquel que es el verdadero propietario, disipa lo que le ha sido confiado para un fin enteramente diferente” (B-S).
El ser mayordomo de los talentos y habilidades que Dios nos da requiere servicio fiel. 1 Ped. 4:10, 11; Rom. 12:6-8; 1 Cor. 12:14-22. Sin embargo, la mayordomía de este texto tiene que ver con los bienes materiales.
16:2 Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo. – Aunque le dijo esto, es obvio que no le despidió inmediatamente. Todavía era mayordomo.
16:3 Entonces el mayordomo dijo para sí: -- Podía ver lo difícil de su situación. No se engañó solo. Podía ver que le esperaba la ruina si no hacía algo y pronto. Muchos se engañan solos, diciendo que todo está bien aun cuando les espera la ruina, pero aunque este mayordomo mentía al amo y a los deudores él decía la verdad “para sí”.
-- ¿Qué haré? – Estudiaba su caso, tomando muy en serio lo que el amo le decía, pero tuvo que formar un plan y llevarlo a cabo con toda diligencia porque el amo le pedía los libros. Tuvo que entregarlos cuanto antes. Comenzó a reflexionar seriamente, tomando en cuenta los medios de vida disponibles para él, tomó una decisión y la llevó a cabo. Al hacerlo nos enseña una lección sobresaliente sobre la urgencia de la cuestión de dar cuenta a nuestro Señor, y también sobre la necesidad de la diligencia que demos mostrar al prepararnos para el Día Final.
De esta manera todos deben pensar, meditar, reflexionar – con toda sobriedad – sobre el futuro y el juicio que nos espera. Todos deben pensar seriamente y esforzarse para asegurar su bienestar futuro. Esta es la lección principal de esta parábola.
-- Porque mi amo me quita la mayordomía. Cavar, no puedo (probablemente era muy débil físicamente debido a su vida lujosa y sedentaria); mendigar, me da vergüenza -- Estaba orgulloso por haberse exaltado sobre otros. Entonces ¿qué podría hacer? Consideraba cuidadosamente sus opciones o alternativas. Tomaba en cuenta sus limitaciones y posibilidades.
16:4 Ya sé lo que haré – Ya estaba decidido, resuelto. No se engañó a sí mismo ni por un momento. De una vez lo haría. Si los “hijos de luz” estuviéramos tan decididos y resueltos todos los días en nuestros planes para servir a Señor, seríamos mucho más exitosos en su obra.
-- para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban (los deudores de mi amo) en sus casas. – Concibe un plan para asegurar su futuro: hacerme amigos de los deudores de mi amo para que me reciban en sus casas. El todavía era el mayordomo. Para el momento no tenía hambre. En ese momento todavía estaba bien, pero reconocía que en poco tiempo no tendría nada. Así son todos los hombres. Muy pronto las paredes de esta vida se derrumbarán. “Nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar” (1 Tim. 6:7). ¿Qué haremos entonces? Este hombre dijo, “Ya sé lo que haré”. ¿Sabemos nosotros lo que haremos? También muy pronto a nosotros se nos quitará la mayordomía. ¿Qué haremos nosotros?
16:5 Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? – Algunos creen que los deudores eran comerciantes, pero probablemente eran inquilinos o arrendatarios que pagaban sus deudas con los mismos productos que cosechaban. Si hubieran sido comerciantes, probablemente la deuda habría sido cierta cantidad de dinero.
16:6 El dijo: Cien barriles (de unos 37 litros cada uno, FL) de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto (lit., inmediatamente), y escribe cincuenta. 16:7 Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas (de unos 370 litros cada una, FL) de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta. – Éste no era como los muchos que libremente admiten que sí van a morir, que sí van a perder todo, que sí deben prepararse, etc... Más bien, éste era hombre de acción y no simplemente de palabras. El formó un plan y entonces lo llevó a cabo. Hay millones que saben que deben prepararse para el futuro, pero van al sepulcro sin mover el dedo para hacer lo que saben.
¡Qué plan tan astuto! ¡Qué hombre más sagaz y astuto! El verdaderamente hizo preparación para el futuro. ¿Qué fue el plan? Obviamente él diseño del plan era conseguir el favor de los que debían algo a “mi amo”. El guardaba libros sobre los trámites del negocio y, por eso, estaba en la posición de manipular las cuentas. El plan era comprometer a los deudores de su amo. Los puso bajo obligación a él, para que cuando él fuera quitado de su mayordomía, ellos – por temor o con sentimiento de gratitud – lo recibieran en sus casas para que no tuviera que cavar ni mendigar. El defraudaba a su amo, pero este mayordomo astuto involucraba a los deudores en el fraude. Iba a convertir a los deudores de su amo en deudores de él también, pero sobre todo serían sus amigos.
“Pronto”. “Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe…” Es asunto urgente. Es asunto importante, serio. No convenía posponer el negocio. No había otra cosa más importante o más urgente. Le daba prioridad, pues estaba en juego su futuro. Nosotros también tendremos que dar cuenta y no sabemos cuándo (1 Tes. 5:1-3). Hoy es el día de salvación (2 Cor. 6:2). Nos urge tener nuestros libros listos en cualquier momento para la revisión final (Apoc. 20:10-15).
Aquí se presentan solamente dos ejemplos, pero recuérdese que él llamó “a cada uno de los deudores de su amo”. No llamó solamente a dos o tres, sino “a cada uno”. Hizo preparación completa. Aprovechó al máximo su oportunidad. No sabemos cuántos deudores había, pero sin duda eran un número considerable y con ello podía emplumar su nido para el resto de su vida. El, de veras, hizo su agosto.
16:8 Y alabó el amo al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; -- Desde luego, no alabó la deshonestidad del mayordomo. No le alaba por su conducta fraudulenta. Sin embargo, siendo hombre de negocios no podía menos que reconocer lo muy astuto y sagaz del plan del mayordomo. Era tremendo. Alaba su destreza, su astucia, su audacia. En cuanto a prácticas mundanas fue un plan magnífico porque daba resultados muy positivos para él. Logró su propósito. Aseguró su futuro. Ahora al ser quitado de su mayordomía él sería recibido en las casas de sus “amigos”.
-- porque los hijos de este siglo -- 1 Jn. 2:15, 16; los que “se conducen según el espíritu y las máximas que en él reinan, Ef. 2:2”, B-S. Este mayordomo injusto era típico de “los hijos de este siglo”; no son impedidos por su conciencia. No les molesta lo inmoral o lo chueco de sus tratos). Los “hijos de este siglo” (los mundanos) viven solamente dentro de los horizontes de este mundo; piensan que no hay otro mundo después de esta vida terrenal.
-- son más sagaces en el trato con sus semejantes que los hijos de luz. – Los del mundo son más “sagaces” (sabios) que muchos miembros de la iglesia (1) porque son más activos y más diligentes en sus negocios para ganar dinero que muchos miembros de la iglesia; (2) porque están dispuestos a dedicar mucho tiempo a los asuntos terrenales (¿cuánto tiempo dedican los miembros de la iglesia a los asuntos del reino?); (3) porque están más resueltos que muchos miembros de la iglesia; no permiten los problemas y dificultades les desvíen de su propósito de ganar dinero, fama y poder en esta vida; (4) porque hacen sacrificios más grandes, sabiendo que esto es necesario para lograr su propósito de ser exitoso en este mundo.
Mat. 5:14; Efes. 5:8. “Los ‘mártires del diablo’, en su prudencia mañosa, frecuentemente avergüenzan a los santos” (JWM). Mat. 10, “16 He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas”. La palabra traducida “prudentes” en Mat. 10:16 es la misma que se traduce “sagaces” aquí.
¿Jesús quiere que sus discípulos sean enseñados por los del mundo? ¿Qué nos pueden enseñar los mundanos? Mucho, por lo menos en cuanto a la importancia de prepararnos y asegurar nuestro futuro. En realidad, como Jesús explica en esta ocasión, los del mundo nos dejan avergonzados. Los del mundo “saben” ciertas cosas y actúan con toda diligencia de acuerdo con lo que entienden. Los hijos de luz saben ciertas cosas, pero no muestran la misma diligencia aunque dicen que están ocupados en los asuntos más importantes del mundo.
Este es el pensamiento principal de la parábola. Esta es la lección que Jesús enseña. El mayordomo era “sagaz”, prudente, sensato, en cuanto a asegurar su futuro en esta vida. Era prudente porque ganó amigos que le recibirían en sus casas.
Desde luego, él no es ejemplo para nosotros en sus hechos fraudulentos, sino en su propósito firme de hacer los necesarios preparativos para asegurar su bienestar. ¿Cuántos miembros de la iglesia buscan primeramente el reino de Dios y su justicia? (Mat. 6:33). ¿Cuántos son detenidos por los deportes, los negocios, el empleo, los amigos y familiares, etc. y descuidan los asuntos del reino, los asuntos más importantes del mundo? De esta manera muestran lo que Jesús dice, que los del mundo son más sagaces (prudentes, precavidos, sensatos, con una sensatez práctica) que los hijos de luz.
Los cristianos son descritos como “hijos de luz” (1 Tes. 5:5) porque la luz (la iluminación, el conocimiento, la piedad) es una característica dominante de su vida. Sabemos la verdad. Sabemos quiénes somos (1 Ped. 2:9). Entendemos que esta vida es muy corta (1 Cor. 7:29) y que pronto tendremos que dar cuenta de nuestra mayordomía. Sin embargo, ¿qué tan “sagaces” somos en nuestra preparación para “aquel día”? ¿Qué tan juiciosos somos en el uso de los bienes de este mundo? 1 Cor. 7:29-32. Los “hijos de luz” están supuestamente menos amarrados al mundo. ¿Somos como aquel mayordomo injusto que aprovechaba al máximo su oportunidad para asegurar su futuro?
Este mayordomo estaba muy decidido y muy diligente para llevar a cabo sus planes. ¿Qué tan diligentes somos? Fil. 2:12. ¿O somos como los de Heb. 5:11,12; 6:12?
16:9 Y yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas (inestables, transitorias, engañosas), -- El hombre de esta parábola era mayordomo; nosotros también somos mayordomos. Estaba encargado de los bienes y negocios de otro; nosotros también estamos encargados de los bienes y negocios de otro. El hizo amigos por medio de las riquezas injustas; nosotros también debemos hacernos amigos por medio de las riquezas injustas.
“Las posesiones mundanas son la mayordomía del cristiano. Si las ha malgastado en la autoindulgencia, debe escuchar la advertencia de esta parábola y ocuparlas en obras útiles y de misericordia, para que cuando la mayordomía se le quite, podrá haber obtenido para sí un refugio futuro” (JWM).
¿Las riquezas son injustas? ¿Son malas? El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo, pero las riquezas se consideran “injustas” por varias razones: (1) porque comúnmente son la causa e instrumento de maldad; (2) porque engañan (Mat. 13:22); es decir, nos hacen pensar que somos sus dueños cuando en la mayoría de los casos las riquezas son dueños de los que las “poseen” y engañan porque “prometen” la felicidad cuando en realidad en lugar de producir la felicidad más bien causan muchos temores y preocupaciones; (3) porque lo que mueve mucha gente hacia las riquezas es la avaricia, lo cual es idolatría (Col. 3:5); (4) porque muchas veces los que rodean a los que poseen riquezas son falsos amigos; (5) porque sus dueños son tentados fuertemente a no confiar en Dios sino en ellas; (6) porque comúnmente producen la soberbia en sus dueños; (7) porque, en fin, para muchos las riquezas son el enemigo número uno del alma.
“En lugar de considerarse como administradores que le darán cuenta, (la mayor parte de los hombres) se constituyen en verdaderos poseedores de ellas, y olvidando su responsabilidad, acumulan esos bienes en su avaricia, los exhiben para fomentar su orgullo, o bien los disipan para satisfacer sus pasiones” (B-S).
Como el mayordomo subordinó a los deudores de su amo y les hizo sus amigos, así también los discípulos de Cristo deben subordinar las riquezas para que no sean enemigos sino amigos. Prov. 3, “9 Honra a Jehová con tus bienes, Y con las primicias de todos tus frutos”; 1 Tim. 6:17-19; Fil. 4:17.
-- para que cuando éstas falten, (cuando morimos éstas faltan porque como Pablo dice, 1 Tim 6, “7 porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar”) os reciban en las moradas eternas. – Las riquezas van a faltar. Son provisionales, temporáneas. Prov. 23, “4 No te afanes por hacerte rico; Sé prudente, y desiste. 5 ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo ningunas? Porque se harán alas Como alas de águila, y volarán al cielo”. Como el amo llamó a cuentas a este mayordomo todos seremos llamados a dar cuenta a Dios en el Día Final. Muchos textos hablan de esto. Véanse Mat. 24:45-51; 25:19; 2 Cor. 5:10.
¿Quiénes son los nos recibirán en las moradas eternas? Obviamente en este contexto son los “amigos”. Algunos comentaristas dicen que son los ayudados y beneficiados. Otros dicen que son los ángeles. Otros dicen que es Dios y Cristo. Según Mat. 25:35-40 Cristo se identifica con sus discípulos pobres, enfermos, encarcelados, diciendo que los que ayudan a éstos le ayudan a El. Como dice McGarvey, solamente en sentido secundario y subordinado se puede decir que éstos nos recibirán. También se puede agregar el pensamiento de que muchos de los que son ayudados por los cristianos ni siquiera son salvos, porque como el buen samaritano (Luc. 10:33) cada discípulo debe ayudar al necesitado, sea hermano o no. Desde luego, estos no nos recibirán en las moradas eternas. ¿Quiénes recibieron al ladrón en la cruz?
No hay que preocuparnos mucho sobre “quienes” nos recibirán, porque estos “amigos” corresponden a los “amigos” que ganó el mayordomo injusto. El pensamiento principal es que si “ganamos amigos” por medio de las riquezas injustas tendremos tesoro en el cielo (Mat. 6:19-21; 25:40; Luc. 6:35,36,38; 12:33,34; 14:33; 1 Tim. 6:17,18).
El buen samaritano había aprendido esta lección (Luc. 10:25-37), y hay buenos ejemplos de discípulos de Jesús que siguieron la enseñanza de Luc. 16:9 al pie de la letra: Luc. 18:28; Hech. 2:44, 45; 4:32. Los macedonios nos han dejado un buen ejemplo (2 Cor. 8:3-5). También la casa de Estéfanas (1 Cor. 16:15, 16). Estos ganaron amigos por medio de las riquezas, para que cuando éstas faltaran, les recibirían en las moradas eternas. Los “amigos” son, pues, el tesoro que nos espera y en un sentido nos recibirá, nos dará la bienvenida “en las moradas eternas”.
Algunos comentaristas se preocupan de que alguien piense que el cristiano podría “comprar” su entrada en las moradas eternas. Enfatizan mucho que no podemos merecer la vida eterna, y por más que uno ofrende, contribuya, regale, comparta, etc. esto no tiene nada que ver con su salvación porque somos salvos por gracia, como si el cristiano más estúpido no entendiera que somos salvos por gracia (la cruz de Cristo). ¿Cómo puede alguien profesar ser cristiano sin creer en la cruz de Cristo? El hermano más ingenuo entiende que Dios provee la salvación porque todos saben Jn. 3:16.
Sin embargo, parece que los evangélicos más estudiados y eruditos en las Escrituras no son capaces de entender que aunque Dios nos salva de balde, nadie será salvo si no acepta la salvación. Y ¿cómo la aceptamos? La aceptamos por obedecer al evangelio de Cristo (Mat. 28:19; Mar. 16:16; Luc. 13:3, 5; Mat. 10:32,33; Hech. 2:38) y por vivir de acuerdo con los mandamientos de Cristo y los apóstoles – y esto incluye el ganarnos amigos por medio de las riquezas injustas.
Es cierto que no podemos “comprar” la salvación. Sin embargo, si alguien lee esta parábola (y muchos otros textos relacionados) y simplemente no puede entender que el uso apropiado de los bienes materiales tiene mucho que ver con nuestra salvación, entonces tal persona no es capaz de entender nada y sin duda Dios tendrá misericordia de él. Sin embargo, si alguien “no puede” entenderlo debido a su fanatizado prejuicio contra la obediencia al evangelio y las buenas obras que nos justifican (Sant. 2:24), es otra cosa. Con la obediencia y buenas obras nadie merece nada (Luc. 17:10), pero sin ellas nadie acepta la salvación, la fe está muerta, y el resultado es la perdición (Sant. 2:26).
¿Qué tan sagaces y prudentes somos nosotros en el uso y administración de nuestros bienes?
16:10 El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; -- Dios no se fija en la cantidad, sino en el corazón (2 Cor. 9:7).
-- y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. 16:11 Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? – Si no somos fieles mayordomos del dinero que Dios nos “presta”, nadie nos dará las riquezas verdaderas, porque en ese caso no tendríamos tesoro en el cielo (no habría “amigos” para recibirnos en las moradas eternas).
Estos dos versículos van juntos; obsérvese que el v. 11 comienza con “pues” (“entonces”, FL; “por tanto”, LBLA). Comúnmente el v. 10 se cita para probar que lo que Dios busca no es la cantidad de la ofrenda, sino la condición del corazón. Aunque esto no es el punto del texto, es muy cierto como vemos en Mar. 12, “43 Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca; 44 porque todos han echado de lo que les sobra; pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento”. Esta mujer era fiel “en lo muy poco”. “En la administración de las pequeñas propiedades que nos son encargadas en la tierra revelamos nuestra disposición y temperamento como mayordomos tan claramente como si fuéramos dueños de la mitad del universo” (JWM).
Las riquezas injustas no son verdaderas. No son dignas de confianza. Son engañosas. Sin embargo, nos esperan riquezas que nunca nos dejarán decepcionadas. 1 Ped. 1, “3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”. Pablo describe las riquezas verdaderas (2 Cor. 4:18).
16:12 Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, -- Este versículo continúa el pensamiento de los dos anteriores. “Lo muy poco” es “lo ajeno”, lo que no pertenece a nosotros. Las riquezas de este mundo no pertenecen a sus “dueños” sino a Dios (1 Crón. 29:14). Aquí todos – aun los más ricos – son simplemente mayordomos. Hay cambio de dueños en cada generación. Ahora tenemos las escrituras de nuestras casas y otras propiedades, pero mañana alguien más las tendrá. Todos los dueños – de cualquier generación -- darán cuenta a Dios, el verdadero dueño de todo. En cualquier momento Dios puede llamarnos a dar cuenta (Luc. 12:20).
-- ¿quién os dará lo que es vuestro? Nadie, porque si no ganamos “amigos” por medio del dinero, no habrá quien nos reciba en las moradas eternas.
El tesoro que tenemos en el cielo no es “lo ajeno”, pues en verdad es nuestro. No es “nuestro” en el sentido de haberlo “merecido”, sino que se llama “nuestro” porque será posesión permanente. No será revocado. Nunca se nos quitará.
16:13 Ningún siervo puede servir a dos señores; -- (“No dice ‘no debéis’ sino ‘no podéis’”. Es como tratar de virar a la izquierda y a la derecha al mismo tiempo. Algunos lo han intentado: Ananías y Safira, Demas, Judas. No resulta” GH). En este contexto los dos señores son Dios y el Mamón. Es posible profesar que Dios es nuestro Señor y de corazón servir a Mamón, pero si alguno hace esto se engaña solo porque no puede tener dos verdaderos señores.
-- porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. {Gr. [Mamón.]} -- Mamón (la personificación de las riquezas) es otro maestro. Está en competencia con Dios. Es imposible psicológicamente amar a los dos al mismo tiempo. “Ello tendría que entenderse como de un servicio simultáneo a señores cuyas exigencias son incompatibles las del uno con las del otro … Estos son, eminentemente dos señores que demandan, cada uno, la devoción total del hombre” (GRB).
16:14 Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él (23:35). – “Se burlaban” traduce el verbo que significa “girar la nariz arriba a, tratar con desprecio” (WEV); “volvieron sus narices contra él” (GRB). “De modo que se había herido su orgullo. Jesús había puesto el dedo en la llaga” (GH). Al despreciarlo sin duda decían que Jesús les tenía envidia, pues El era un pobre carpintero. ¿Qué sabría un hombre pobre del uso correcto de riquezas?
16:15 Entonces les dijo: Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres; -- En este caso el hombre se elige a sí mismo como su propio juez y, desde luego, está justificado, inocente, no culpable. ¡A qué criminal no le gustaría remover el verdadero juez para poder juzgarse a sí mismo!
-- mas Dios conoce vuestros corazones (véase Mat. 23); porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. – Hay dos juicios diferentes: lo que uno piensa de sí mismo, y lo que Dios piensa. Para Dios la justicia fingida es repugnante.
La ley y el reino de Dios
16:16 La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. – Véase Mat. 11:12; Jn. 6:15.
16:17 Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley. – Véase Mat. 5:17-19. Dice el comentarista Guillermo Hendriksen que “la ley moral retiene su fuerza”, pero Jesús no habla de “ley moral”. El dice simplemente “la ley”. No hizo distinción entre ley moral y ley ceremonial como lo hacen los adventistas y otros evangélicos.
El repudio condenado (Mat. 19:9; Mar. 10:11, 12)
16:18 Todo el que repudia a su mujer, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera. (Mat. 5:32; 19:9; Mar. 10:11-12; Rom. 7:2, 3; 1 Cor. 7:10-11). Marcos 10:7 “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, 8 y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino uno (Gén. 2:24). 9 Por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. Malaquías 2:16, “Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio”. Por eso, el matrimonio es un arreglo permanente.
El Nuevo Testamento emplea tres verbos que significan la misma cosa: choridzo, separar (Marcos 10:9; 1 Cor. 7:10, 15); apoluo, repudiar (Luc. 16:18); aphiemi, dejar, abandonar (1 Cor. 7:12). Algunos hacen distinción entre separarse y repudiar, pero lo que se prohíbe y lo que se debe enfatizar es el mal de separar lo que Dios juntó. Muchos solamente ven el divorcio formal y legal en estos textos. Al leerlos sólo ven abogados, jueces y papeleo, pero básicamente no existen tales cosas en estos tres verbos; es decir, hay mucho repudio aparte del divorcio formal y legal. Por ejemplo, 1 Cor. 7:4, 5. El desobedecer este texto es repudio e incluso bien puede hacer que una pareja cometa el adulterio (Mat. 5:32) aunque tal enajenación no llegue al tribunal humano.
¿Por qué aborrece Dios el repudio? (1) Porque separa lo que Dios junta. (2) No hace “una sola carne” sino dos. (3) Destruye la protección contra el pecado sexual. (4) Destruye el hogar y hace mucho daño a los hijos. En fin, acaba con todos los beneficios del matrimonio. En fin, la separación (el repudio) destruye los beneficios del matrimonio? (1) El compañerismo, Gén. 2:18; (2) Satisfacer los deseos sexuales de los dos (para evitar la fornicación, 1 Cor. 7:1-9; Prov. 5:15-19 (3) La procreación. Gén. 1:28; Salmo 127:3; 1 Tim. 2:15; 5:14.
¿Cuáles son algunos de los problemas más comunes que causan la enajenación y separación de esposos?
(1) No recordar sus votos de dejar a otros y ser fieles y leales hasta que la muerte los separe.
(2) El problema principal es que muchos esposos no se aman el uno al otro según la definición correcta de la palabra “amar” (Efes. 5:25, 28; Col. 3:19; 1 Ped. 3:7; 1 Cor. 13:4-7). El único amor que conocen es el amor romántico y, por eso, fácilmente se enamoran de otros. El pecado más común de los maridos es que no aman a sus esposas porque ellas no les agradan. Tienen la actitud de “Sí, yo le voy a amar si ella comienza a amarme. Seré bueno con ella cuando ella comience a ser buena conmigo”. El amar mandado por Pablo (el Espíritu Santo) no es de esa clase. Más bien, significa amar a la esposa simplemente porque ella es su esposa. Significa siempre ser bueno con ella, siempre tener buena voluntad hacia ella, no obstante cómo ella sea.
Aquí está un detalle muy importante: el hombre escogió a cierta mujer para ser su esposa. El lo hizo. Nadie lo hizo por él. Nadie le forzó a escogerla. De su propia voluntad la escogió. La quería para su esposa. Si ahora está convencido que cometió un grave error, es un error que él mismo cometió y, por eso, tiene que aceptarlo sin culpar a ella y otros. Debe ser hombre maduro y responsable delante de Dios y siempre ser bueno con ella, y amarla (1) como Cristo amó a la iglesia, y (2) amarla como ama a su propio cuerpo.
Dicen los hombres, e incluso hermanos, “Pero usted no se imagina cómo es ella”. Lo que tales hombres deben entender es que aunque ella sea prima hermana del diablo, ya es su esposa. Usted la escogió, y Dios los juntó, y le dice que debe amarla, y que usted no se puede divorciar de ella excepto por la causa de fornicación (Mat. 19:9). Así también la esposa debe amar a su marido.
Me dijo un hermano, “Pero usted no se imagina cómo es dormir con una mujer que no se baña”.
(3) El marido no es cabeza, la mujer no está sujeta.
(4) Problemas económicos.
(5) Problemas con familiares (suegros, cuñados).
(6) Desacuerdos sobre la crianza y disciplina de los hijos.
(7) Falta de madurez.
(8) En fin, la carnalidad (Gál. 5:19-21).
La mujer repudiada debe estudiar estos textos con mucho cuidado, porque aunque sea mujer repudiada ella no debe repudiar a su marido. Esta es una prueba dura. El hombre que repudie a su esposa la humilla, la avergüenza, la deja con hijos que ella tendrá que criar sola, la deja con problemas económicos, y todo esto produce en muchas mujeres repudiadas un espíritu amargado. Guardan rencor. Están muy resentidas y resulta que ellas también odian y repudian a sus maridos. Los rechazan y los denuncian. En tal caso el repudio es mutuo.
Tales mujeres deben recordar lo que Pablo dice en 1 Cor. 7:10, 11. Deben buscar por todo medio la reconciliación con sus maridos. Si él vuelve arrepentido, debe aceptarlo.
¿Hacemos votos de fidelidad o promesas mentirosas? Deut. 23:21-23, Prov. 2:17; Ecles. 5:4, Mal. 2:14. La luna de miel debe ser perpetua. El cariño debe durar todos los días desde y noviazgo y las bodas hasta la muerte. Es importante que los esposos expresen su amor el uno al otro todos los días en palabras y en hechos. Que todos los días digan “te amo” el uno al otro, y entonces ¡mostrarlo en las acciones!
El compromiso hecho en el matrimonio es serio. No es que “Yo lo haré si tú lo harás”; no es que “Si tú estás sujeta y me obedece, te amaré”; “si tú me amas estaré sujeta a ti”.
En este texto (Luc. 16:18) el caso de la mujer es paralelo con el caso del marido. Si el marido repudia a su mujer y se casa con otra mujer, adultera. Si la mujer que repudia a su marido (Mar. 10:12) o si ella es repudiada por su marido y vuelve a casarse, adultera. Según la enseñanza de algunos, la segunda parte del versículo 18 tiene que ser después de la primera parte, pero no se debe añadir palabras al texto. Jesús no dice “y después de eso”, sino simplemente “y”. No hay secuencia en el texto. Marcos 10:11, 12 lo hace bien claro: Jesús simplemente presenta el caso del marido que repudia a su mujer, y el caso de la mujer que repudia a su marido. Ni uno ni otro puede volverse a casar porque todavía están ligados el uno al otro (Rom. 7:2, 3). Este texto en Lucas no trata del repudio por causa de la fornicación (Mat. 15:32; 19:9).
El rico y Lázaro
16:19 Había un hombre rico, -- Los fariseos se burlaban de Jesús (v. 14) porque no les gustó la enseñanza sobre la riqueza. Ahora escucharán algo muy alarmante sobre el fin de los ricos irresponsables. Obsérvese que este rico no es acusado de ningún vicio y no se acusa de haber cometido crimen para acumular su riqueza.
-- que se vestía de púrpura y de lino fino, – “Obtener la tintura púrpura de un molusco era un proceso muy costoso. Por tanto, no es sorprendente que una túnica de púrpura … con frecuencia fuera reservada para la realeza … Además de sus túnicas de púrpura, este hombre usaba ropas interiores de lino fino” GH.
-- y hacía cada día (no de vez en cuando) banquete con esplendidez (celebrando cada día fiestas con esplendidez, LBLA). Este rico llevaba al máximo una vida lujosa. Los reyes y otros hombres eminentes y muy ricos se vestían “de púrpura y de lino fino”.
16:20 Había también un mendigo (LBLA dice “pobre”, pero el significado original es “mendigo”, ATR; era muy pobre, pero era un israelita piadoso. Compárese Sant. 1:9-11) llamado (nombrado) Lázaro, – Este relato no es llamado “parábola”, ni por Jesús ni por Lucas. Jesús habla de cierto hombre llamado “Lázaro”; los personajes de las parábolas no tienen nombres. Más bien Jesús abre la cortina momentáneamente para que los ricos puedan ver la consecuencia de su avaricia. Sin embargo, las parábolas no son cuentos ni fábulas; no hay nada de ficción en ellas).
-- que estaba echado (tirado) a la puerta de aquél, -- El rico no se preocupaba nada por el. No había “asistencia pública” como la que existe en varios países ahora; compárese Hech. 3:2. Las enseñanzas de Cristo han producido el espíritu de compasión en muchos, que en turno ha producido la asistencia pública, como también clínicas, hospitales y asilos de toda clase para ayudar a los necesitados.
-- lleno de llagas, -- no solamente estaba muy pobre, sino que también el texto indica que estaba cojo – “estaba echado a la puerta” – y tenía úlceras no vendadas.
16:21 y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas. – La descripción de Lázaro presenta un contraste agudo entre los dos hombres. El comer migajas era como comer restos o basura, algo sin valor ante los ojos del rico; por eso, en realidad el rico no le dio nada de valor. Los que rodeaban al rico eran sus compañeros, amigos o siervos, pero los que rodeaban a Lázaro y le ayudaban eran perros, compañeros de su miseria. Esto enfatiza lo profundo de su pobreza.
16:22 Aconteció que murió el mendigo (¿fue sepultado? No sabemos, pero en realidad eso no era importante, porque el cuerpo muerto vuelve a la tierra de donde vino; lo importante es ¿qué pasa con el espíritu? Ecles. 12:7, vuelve a Dios quien lo dio) , y fue llevado (el mendigo, “El -- porque el alma del hombre o su espíritu es la verdadera persona – fue llevado”, GH) por los ángeles (Heb. 1:14; esto es tan literal como su muerte) al seno de Abraham (13:28; compárese Jn. 1:18; 13:25, como Juan estaba “recostado cerca del pecho de Jesús”, así también Lázaro estaba recostado en el “seno de Abraham”. Así los judíos describían el estado feliz de los fieles; para ellos no había honor más grande que su relación con Abraham (Mat. 3:9). La condición de Lázaro ilustra lo que dice Job 3:17-19.
Es muy importante aclarar y enfatizar que Lázaro no fue salvo por ser pobre y el rico no fue perdido por ser rico. Este capítulo enseña el mal de abusar de riquezas, de ser mayordomos infieles de los bienes materiales. El dinero no es malo en sí; lo que se condena es “amor al dinero” (1 Tim. 6:10). Tampoco es buena en sí la pobreza. Los que promueven la “redistribución” de riquezas (comunismo) no hallarán ningún apoyo en la Biblia. Muchos hermanos y hermanas usan su dinero sabiamente para proveer salarios para predicadores, para ayudar a los necesitados y para hacer toda clase de buenas obras de acuerdo a la voluntad de Dios. Estos ganan amigos por medio de las riquezas injustas y por ellos serán recibidos en moradas eternas (v. 9).
-- y murió también el rico -- Todos mueren, Ecles. 8:8. Dice Ecles. 10:19 que el dinero sirve para todo, pero con todo su dinero el rico no podía “retener el espíritu”. La muerte es universal e imparcial.
-- y fue sepultado (imagínese con qué pompa y elegancia).
16:23 Y en el Hades – El Hades es la morada de los espíritus después de la muerte. El término mismo (Hades) no indica si los espíritus están en reposo o en tormento, pero las explicaciones del texto nos hacen ver que en este lugar los perdidos sufren y los fieles se consuelan (compárense Luc. 23:43; Hech. 2:27). Algunos enseñan que cuando Jesús vació murió El vació el Hades y que los perdidos van directamente al infierno y que los salvos van directamente al cielo, pero esta teoría contradice Mat. 25:46 y Hech. 2:34.
La Biblia no enseña que al morir el hombre duerme inconscientemente por miles de años; más bien, este texto indica que inmediatamente empieza el sufrimiento de los perdidos, como también el gozo de los fieles.
Este rico no se hizo amigos de las riquezas injustas. Aquí está la consecuencia y la tragedia de malgastar los bienes de esta vida. El hijo pródigo malgastaba su herencia pero se arrepintió; este rico malgastaba sus bienes y no se arrepintió. Este rico presenta un ejemplo de la actitud de los fariseos (16:14, 15) y ahora se ve la consecuencia de esa clase de vida. Había sido engañado y cegado por sus riquezas y, por eso, no estaba preparado para el juicio de Dios.
Al oír esto sin duda los judíos (aun los discípulos) quedaron asombrados, porque el concepto común entre los judíos era que la riqueza implicaba el gran favor de Dios. Es cierto que Dios nos prospera (1 Cor. 16:2). Deut. 8:18, “acuérdate de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas”. Sin embargo, la mera posesión de riquezas no es prueba del favor de Dios.
Jesús habla del “engaño de las riquezas” (Mat. 13:22). Mucha gente bien acomodada se engaña sola diciendo “pero no somos ricos”. 1 Tim. 6:17, 18 se aplica a todos los que tengan más que lo básicamente necesario (1 Tim. 6:7, 8). ¿Cuántos reconocen que ante los ojos de Dios el hermano avaro es como el hermano fornicario? 1 Cor. 5:9, 10.
-- alzó sus ojos, estando en tormentos (su cuerpo murió pero su espíritu no murió; está consciente y está sufriendo), y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. 16:24 Entonces él, dando voces (ahora el rico se convierte en mendigo desdichado, haciendo súplicas), dijo: Padre Abraham (¿era verdadero hijo de Abraham? Mat. 3:8; Jn. 8:37-44), ten misericordia de mí, -- ¿Pide perdón? ¿Se arrepintió? Pide misericordia, pero ¿qué tanta misericordia había mostrado? Sant. 2:13. Recuérdese que este rico hacía precisamente como hacían los fariseos que eran avaros (v. 14). Obviamente Jesús está diciendo a los fariseos que esta es precisamente la consecuencia que ellos también iban a sufrir si no se arrepintieran.
-- y envía a Lázaro (todavía le quiere mandar. ¿Le debía por las migajas?) para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua (la petición muy pequeña refleja lo enorme de su sufrimiento); porque estoy atormentado (en agonía, LBLA) en esta llama. – No hay sufrimiento más terrible que esto. El castigo de los perdidos se describe como el sufrimiento más extremo que el hombre conoce, el ser quemado en fuego. El rico ya no estaba en el cuerpo. Era espíritu sin cuerpo esperando el juicio final. Por eso, algunos dicen que la llama no era literal porque la llama no quema el espíritu. Nadie en la tierra conoce esta llama. Dios es todopoderoso y puede crear llama de toda clase. ¿Qué sabemos de la llama de Ex. 3:2 que no consumía la zarza? ¿Qué sabemos de llama que no se apaga? No sé nada de tal llama y no quiero saber. Los que dicen que la llama no es “literal” quieren disminuir lo terrible del castigo; dicen que es lenguaje figurado, que la llama es puro simbolismo. Esta clase de “interpretación” es muy peligrosa. Nos conviene aceptar lo que Jesús dice sin “explicaciones” que en realidad niegan lo que dice.
Durante su vida gozaba de toda clase de comida y bebida, pero ahora sólo pide un favor muy pequeño. Lo insignificante de su pedido indica lo enorme de su sufrimiento. Lázaro solamente deseaba migajas y ahora el rico solamente pide que su lengua sea refrescada.
16:25 Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate – Esta palabra (acuérdate) es palabra central en este relato. La memoria era su única conexión con la tierra. Al morir perdemos el cuerpo pero no perdemos la memoria, y el remordimiento aumenta terriblemente el sufrimiento, recordando la vida pasada y lo que pudiera haber hecho. Aun en esta vida todos hemos experimentado esto. Cuántas veces hemos dicho, “¡OH!, si hubiera tenido más cuidado”, “¡OH!, si no lo hubiera hecho o si no lo hubiera dicho”. Podemos obedecer al Señor y obtener su perdón pero tenemos que hacerlo durante la vida. De otro modo, tendremos que sufrir el remordimiento eterno. ¡Imagínese! Durante toda la eternidad el hombre perdido no tiene nada que hacer excepto sufrir con remordimiento las torturas del infierno.
-- que recibiste tus bienes en tu vida, -- No solamente recibió muchos bienes, pero los había malgastado para satisfacer sus propios apetitos. No era fiel en lo poco. No se hizo amigos de las riquezas injustas. Sus bienes eran su ídolo; se apropió de ellos con puro egoísmo.
-- y Lázaro también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. – No estaba perdido el rico simplemente por ser rico, y Lázaro no fue salvo simplemente por ser pobre.
16:26 Además de todo esto, una gran sima está puesta (“Sima … una abertura extendida … Está puesta .. . Una grieta permanente”, ATR) entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros (para administrar alivio), no pueden, ni de allá pasar acá. – La muerte sella el destino del hombre. Al morir va a su lugar (Hech. 1:25) y no cruza fronteras – no vuelve al mundo, y si va al Hades no cruza la gran sima para ir al paraíso. La Biblia no enseña que el hombre tendrá una segunda oportunidad. El concepto del “Purgatorio” es completamente antibíblico.
Durante su vida el rico podía haber cruzado la sima entre él y Lázaro. Solamente tenía que humillarse y vencer el orgullo. Ahora, sin embargo, es imposible cruzar la “gran sima” que estaba puesta entre ellos. El juicio de Dios es irrevocable. No hay nada de purgatorio u otra clase de segunda oportunidad. Por lo tanto, nos conviene cruzar cualquier sima durante la vida para llegar a los que necesitan nuestra ayuda, sea en lo material o en lo espiritual.
16: 27 Entonces le dijo: Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre (no se atreve a pedir permiso para ir él mismo, porque ya estaba convencido que nadie podría cruzar esa sima grande que para siempre separa a los salvos de los perdidos), 28 porque tengo cinco hermanos (que obviamente vivían como él; ahora, muy tarde, se preocupa por ellos), para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. –“El inventa un nuevo medio de gracia para sus hermanos, uno que Dios debería haber usado para él (el rico) … él sabe mejor que Dios cómo salvarlos y culpa a Dios por su terrible destino” (RCHL). Lo que el rico dice aquí implica que si Dios le hubiera enviado algún mensajero de entre los muertos, él se habría arrepentido para no llegar a este lugar. El creía que el plan de Dios no servía, que sería mejor enviar mensajeros de entre los muertos para asustar a los perdidos contándoles los horrores del tormento de los perdidos.
El rico se preocupa por sus cinco hermanos. ¿Y qué pensaba de los demás que vivían de la misma manera descuidada? Primero muestra su egoísmo pensando en su propia miseria y luego manifiesta su egoísmo pensando solamente en sus hermanos, JBC.
Pero el punto principal del texto es que los fariseos y todos los demás que aman el dinero deberían escuchar a este rico en su miseria. En efecto él les está rogando a que se arrepientan para no llegar a ese lugar de tormento.
Esta petición del rico muestra una falta de confianza en la palabra de Dios y sus escogidos mensajeros. No confiaba en la Escrituras durante su vida y todavía no confía en ellas ya que está en el Hades. Lo que dice aquí implica que Dios no había sido justo con él, que él estaba en ese lugar de tormento porque Dios no le envió mensajeros de entre los muertos para exhortarle. El rico creía equivocadamente que algún mensajero de entre los muertos sería escuchado por sus hermanos, pero Jesús resucitó de entre los muertos y la mayoría de la gente no le escucha. Aunque El apareció a sus discípulos, otros sabían de su resurrección (Mat. 28:11-15; Hech. 17:31). Además, cuando levantó a Lázaro (de Betania) de entre los muertos, algunos de los judíos aun querían matarlo para que la gente no escuchara su testimonio (Jn. 12:10).
Este texto contiene una lección muy valiosa para las personas que dicen que no quieren obedecer al evangelio “porque mis padres y otros familiares murieron sin obedecer”. Si los seres queridos de uno están sufriendo en el Hades, ninguno de ellos quiere que su pariente vivo les siga a ese lugar.
16:29 Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen (Jn. 1:45; 5:39-46; Lucas 24:27); óiganlos. – Ellos tenían las Escrituras; por eso, no les faltaba nada. Habían tenido amplia oportunidad de estar advertidos del peligro que les esperaba.
16:30 El entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. – Se atreve a contradecir a Abraham con respecto a la autoridad de las Escrituras. Así piensan millones: que la Biblia no es suficiente para persuadir a los perdidos, sino que debe haber fenómeno sobrenatural, apariciones, visiones, sueños e infinidad de prodigios. Recuérdese lo que Pablo dice en Rom. 1, “20 Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa”. Cuánto más los judíos podían conocerle y saber su voluntad, pues “les ha sido confiada la palabra de Dios” (Rom. 3:2).
El rico dice, “se arrepentirán”. “Había creído que el arrepentimiento era algo que otros necesitaban, pero no todos” (ATR).
16:31 Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés (Jn. 5:45) y a los profetas, tampoco se persuadirán (ni siquiera se persuadirán, mucho menos arrepentirse) aunque alguno se levantare de los muertos. – Dirían que no estaba muerto, que era un mentiroso o que estaba loco, etc. Esta petición del rico implica que si algún mensajero de entre los muertos le hubiera advertido a él, no habría llegado a este lugar de tormento, pero él estaba en tormentos porque no hizo caso a la palabra de Dios para ser persuadido en cuanto al uso correcto de sus bienes. Estaba en el Hades porque no se arrepintió. Además, si sus hermanos seguían su ejemplo en este mundo, le seguirían también al Hades.
La respuesta de Dios a lo que el rico dice se encuentra en 2 Tim. 3, “16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra”. El problema del rico (como también el problema de millones de personas hoy en día) no tiene que ver con la falta de enseñanza, sino con la falta de voluntad. La palabra de Dios tiene vida, vitalidad, como simiente (Lucas 8:11). Se compara con el fuego y el martillo (Jer. 23:29). Es viva y eficaz (Heb. 4:12). Es la espada del Espíritu (Efes. 6:17). El Espíritu Santo reveló la palabra que fue predicada por los apóstoles y escrita en el Nuevo Testamento (Jn. 14:26; 16:7-13; Hech. 2:1-4).
Hay mucha evidencia de que los milagros más estupendos no pueden convencer a muchos incrédulos (Luc. 6:10, 11). El rey Saúl no se arrepintió cuando vio a Samuel “resucitado”.; Jn. 9:13-27, ¿cuántos fariseos creyeron cuando abrió los ojos de un hombre ciego desde el nacimiento? Cuando Jesús levantó a Lázaro de Betania (Jn. 11:46-53), los líderes de los judíos querían matarlo (Jn. 12:9, 10).
Sin embargo, muchos grupos religiosos quieren milagros ahora, mayormente los de sanidad y de lenguas. Estos comparten la incredulidad del rico de este texto.
“La simple realidad es que si los hombres poseen la verdad de la palabra de Dios, y si, dondequiera que miren, hay tristeza que consolar, necesidad que suplir, dolor que remediar, y ello no los mueve a la compasión y la acción, nada los cambiará” (WB).
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