Juan 4

 

          Ahora Juan explica la razón por la que Jesús salió de Judea para volver a Galilea.

 

4:1, 2 Cuando, pues, el Señor entendió que los fariseos habían oído decir: Jesús hace y bautiza más discípulos que Juan -- compárese 3:26, los discípulos de Juan dijeron, "todos vienen a él (Cristo)". Por esta causa, como los fariseos habían investigado a Juan (1:19, 24), ahora harían lo mismo con Jesús, pero la hora de Jesús no había llegado y El no estaba listo para la confrontación con ellos, pues todavía tenía mucho trabajo que hacer tanto en Galilea como en Judea.

 

4:2 (aunque Jesús no bautizaba, sino sus discípulos), -- No convenía que Jesús bautizara con sus propias manos porque, sin duda, si lo hubiera hecho, los bautizados por El se habrían elevado sobre los demás (compárese 1 Cor. 1:14, 15). La eficacia del bautismo no depende del bautizador, sino del corazón (el entendimiento y la voluntad) del bautizado. Se puede decir, pues, que todos los que se bautizan de acuerdo con la instrucción de Jesús son bautizados por El. El bautismo bíblico no es, pues, una obra de la justicia humana (como el calvinismo enseña) sino una obra de Cristo.

 

4:3 salió de Judea, y se fue otra vez a Galilea. -- Véase Mat. 4:12; Mar. 1:14. Jesús volvió a Galilea por causa del encarcelamiento de Juan y porque los fariseos se daban cuenta de que Jesús bautizaba más discípulos que Juan. Su popularidad provocaba la envidia de los judíos (Mat. 27:18).

 

4:4 Y le era necesario pasar por Samaria. -- Samaria era una provincia que recibió su nombre de la ciudad de Samaria, la capital del reino de Israel (el reino del norte compuesto de diez tribus). Esta provincia estaba entre Judea y Galilea. Debido a la enemistad entre los judíos y los samaritanos (ver. 9) comúnmente los judíos viajaban unos siete días para ir de Galilea a Jerusalén (evitando Samaria y pasando por Perea al este del Jordán), pero la ruta directa -- a través de Samaria -- era viaje de solamente unos tres días. A Cristo "le era necesario" pasar por Samaria, porque (1) era la ruta más corta; (2) El no tenía prejuicio contra los samaritanos y, por eso, no tenía por qué evitar el país; y (3) de una vez quería romper barreras y abrir campo para la conversión de los samaritanos (compárese Hechos 8:5-12), pero (4) sobre todo, le era necesario pasar por Samaria, como era "necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado" (Luc. 4:43); le era necesario "ir a Jerusalén y padecer ... y ser muerto, y resucitar al tercer día" (Mat. 16:21); y le era necesario "hacer las obras del que me envió" (Jn. 9:4); es decir, le era necesario hacer la voluntad del Padre.

 

4:5, 6 -- Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta. -- En este capítulo se observa tanto la humanidad de Cristo ("cansado", tenía sed, 19:28) como también la deidad de Jesús (ver. 18, omnisciente). Jesús llegó a ser hombre "para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo ... y para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo" (Heb. 2:14-18; 4:15, 16). La "hora sexta" era las seis de la tarde (tiempo romano) o las doce del día (tiempo judío).

 

4:7-8 -- Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. (Gén. 24:13, 14; Ex. 2:16). Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. -- Los discípulos hubieran ofrecido dinero para sacar agua, pero Jesús concedió a la mujer la oportunidad de hacerle un favor (JWM).

 

4:9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? -- Ella pregunta, "¿Cómo?" y la respuesta fue que Jesús pidió un favor para que le pudiera hacer un favor mucho más grande. De esa manera Jesús abrió la puerta para poder enseñarle, hablando de una cosa que a ella le interesaba. No solamente enseñó a esta mujer, sino que a través de ella enseñó a muchos samaritanos (vers. 39-42).

          -- tú, siendo judío -- esto indica que Jesús tenía la apariencia (ropa, habla, etc.) de judío. Tal vez esta mujer haya creído que Jesús, siendo judío, le odiaba pero que ahora por causa de la sed se humillaba para pedirle este favor. Aunque en otra ocasión prohibieron que sus apóstoles entraran "en ciudad de samaritanos" (Mat. 10:5), El no dejó de demostrar su amor por ellos (Luc. 10:30-37; 17:12-17; Juan 4). Para la samaritana Jesús era "judío", "Señor" (ver. 11), "un profeta" (ver. 19); y "el Cristo" (ver. 29).

          -- Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. -- (1) Porque los antepasados de los samaritanos eran las diez tribus que se rebelaron contra Roboam, hijo de Salomón, para formar el reino del norte llamado Israel con Samaria por capital (1 Reyes 12:25-33), y (2) porque cuando los judíos volvieron de la cautividad en Babilonia, rehusaron que los samaritanos colaboraran con ellos en la construcción del templo (Neh. 2:10, 19; 4:1-3). Para insultar a Jesús los judíos decían, "¿No decimos bien nosotros, que tú eres samaritano, y que tienes demonio?" (8:48). Para evitar tales insultos (y aun injuria física) de los samaritanos, los judíos de Galilea pasaban por Perea (al este del río Jordán) para ir a las fiestas solemnes de Jerusalén. Cuando los samaritanos no querían recibir a Jesús, Jacobo y Juan dijeron, "Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?" (Luc. 9:53, 54). En cuanto a la vida social los judíos y los samaritanos no se trataban entre sí, pero éstos no rechazaron el dinero de aquéllos (ver. 8).

 

4:10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios (3:16; 2 Cor. 9:15, el supremo don de Dios estaba en ese momento sentado junto al pozo) y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. -- 2:24, 25. En esto comenzamos a ver lo universal del evangelio. Jesús era enviado a las ovejas perdidas de la casa de Israel (judíos), pero tenía mucho interés en los samaritanos (Luc. 10:30-37; 17:11-19) y en los gentiles (Mat. 8:5-13; 15:21-28). No nos sorprende que después de morir Jesús enviara a sus apóstoles a los samaritanos (Hech. 1:8) como también "a lo último de la tierra".

          Jesús, conociendo el corazón de esta mujer, sabía que si ella le hubiera conocido, ya le habría pedido el agua viva. El "agua viva" corre (Gén. 26:19; Lev. 14:5, "aguas corrientes") en contraste con agua almacenada, como en una cisterna. Véase 7:37-39 que trata de la obra del Espíritu Santo, "de su interior correrán ríos de agua viva". Por causa de la sed los dos habían llegado al pozo, pero el alma también tiene sed y todos los que tengan sed espiritual (Mat. 5:6) deben acudir a Cristo (Apoc. 22:17).

          Continuamente Jesús se refería a las cosas naturales para enseñar lecciones espirituales: p. ej., las aves, los lirios, la tormenta, la simiente, la siembra y la cosecha, el pescador, la red, etc.

          Jesús nos deja un buen ejemplo del evangelismo espontáneo. Para iniciar su enseñanza habló de algo de interés común, y pronto introdujo su tema espiritual. Muchas iglesias tienen actividades programadas para la obra personal, pero el mejor evangelismo está ilustrado aquí en Juan 4.

 

4:11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? -- Compárese 3:4. Es normal que la mente humana entienda las palabras en su sentido literal, pero si el sentido literal no es razonable, es necesario que se entiendan en el sentido figurado.

 

4:12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob (compárese Mat. 12:41, 42), que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? -- ¿Cómo podía este extranjero ser mayor que Jacob quien tenía grandes riquezas? Ella dice "nuestro padre" Jacob, pero Jesús hablaba de los samaritanos como extranjeros (Mat. 10:5; Luc. 17:18). Sin embargo, en cuanto al pozo, es cierto que Jacob lo dio a José del cual los samaritanos eran descendientes.

          Cuando Jesús instituyó la cena del Señor, "tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos" (Mateo 26:27). Al leer este texto algunos hermanos insisten en que se use una sola copa y que todo participante toque sus labios al recipiente del fruto de la vid, pero en Juan 4:12 la mujer samaritana, hablando del pozo de Jacob, dijo que "nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados". ¿Quería decir que tocaron el pozo con sus labios? Tampoco significa la expresión "bebed de ella todos" que todos deberían tocar sus labios al mismo recipiente. La copa es el contenido (el fruto de la vid).

 

4:13-14 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; -- El agua es una de las bendiciones más grandes de Dios y, por eso, de muy alta estima, pero junto con toda provisión física, satisface sólo por poco tiempo y volvemos a tener sed. La mejor ropa -- la más costosa -- por deseable que sea, pronto se acaba. Así también las casas, los muebles, los automóviles y todas las cosas terrenales son de poca duración.

          -- mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; -- Compárese 6:27, la comida que perece y la que para vida eterna permanece. Jesús es el pan verdadero que satisface el apetito del alma (6:35). "Venid a mí ... yo os haré descansar" (Mat. 11:28)

          -- sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. -- (Apoc. 21:6).

 

4:15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. -- Todavía le faltaba entendimiento acerca de la naturaleza de esta agua y de lo que le costaría recibirla, pero aunque estuviera confusa ya había comenzado a tener fe en Jesús y ansiosamente pidió el agua que le ofrecía.

 

4:16 Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. -- ¿Con qué propósito le dijo esto? Para que ella entendiera su necesidad del agua que le ofrecía, como también lo que le iba a costar. A millones de personas que están mal en su matrimonio, Jesús dice, "llama a tu cónyuge, y ven acá" para que aprendan la voluntad de El con respecto al matrimonio (Mat. 5:32; 19:9). También dice a todos los demás, "trae lo que te ha separado de Dios, y ven acá".

 

4:17-18 Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. -- 2:24, 25. Jesús el Buen Médico entendía perfectamente la enfermedad espiritual de esta persona. Obviamente los samaritanos tenían la misma actitud que los judíos acerca del matrimonio (Mat. 19:3). La samaritana no mintió a Jesús, pero se duda que haya pensado hablarle acerca de su vida matrimonial.

          Otra vez Jesús demostró que era omnisciente. Para El la vida de todos era como un libro abierto (Heb. 4:12, 13).

 

4:19 Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. -- No negó lo que le dijo, sino que reconoció que lo que El dijo acerca de ella era cierto y, por eso, concluyó que Jesús era profeta. Compárese 1:48, 49; 3:2.

 

4:20 Nuestros padres adoraron en este monte (Monte Gerizim), -- ¡Cuántos millones adoran a Dios (o a sus propios dioses) simplemente porque así "nuestros padres" adoraron! Son pocos los que se apartan de la religión de sus padres. Además, hay peligro de que los hijos de los hermanos fieles tengan solamente una religión "heredada", es decir, que asistan a los servicios, y aun se bauticen, porque es lo que sus padres hicieron.

          -- y vosotros (judíos) decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. -- Parece que ella quería cambiar de tema para no seguir hablando acerca de su vida matrimonial (esta es la actitud de mucha gente que está mal en su matrimonio), pero también es muy posible que al convencerse que Jesús era profeta de Dios, quisiera aprovechar la oportunidad para resolver una cuestión seria entre los judíos y los samaritanos con respecto al lugar correcto para adorar a Dios.

          Los samaritanos basaban su confianza en el monte Gerizim como el lugar donde se debería adorar por las siguientes razones: (1) Dios había aparecido a Abraham en ese sitio (Gén. 12:6, 7); (2) Jacob había vivido allí (Gén. 33:18); (3) José había llegado a ese lugar buscando a sus hermanos (Gén. 37:12, 13); (4) Josué había leído las bendiciones y las maldiciones en ese lugar (Josué 8:33); (5) y había dado allí su discurso final (Josué 24:1); y (6) los huesos de José fueron sepultados allí (Josué 24:32). Sin embargo, todo aquello era razonamiento humano, pues Dios había escogido a Jerusalén (1 Reyes 9:3) "para poner allí su nombre para su habitación" y dijo, "ése buscaréis, y allá iréis" (Deut. 12:5, 11).

 

4:21 Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora (el tiempo) viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. -- ver. 24; 1 Tim. 2:8. Antes de contestar la pregunta de la samaritana, Jesús "llegó al grano", afirmando que un nuevo orden estaba por establecerse en el cual ni Jerusalén ni ese monte tendrían importancia. Esta profecía habrá sido muy agradable para la samaritana, pues este Profeta judío dijo que la hora vendría cuando los samaritanos podrían adorar a Dios sin subir a Jerusalén. Aparte de eso, aunque sus "padres adoraron en este monte", ellos no lo harían; más bien, ellos serían librados de los muchos requisitos externos de su religión nacional.

 

4:22 Vosotros adoráis lo que no sabéis; -- Jesús no quería insultar a esta mujer, sino que quería ganar su alma, pero solamente la verdad salva; por eso, tuvo que decirle que los samaritanos estaban equivocados. Aunque profesaran adorar al Dios verdadero, en realidad El era para ellos (como lo era para los atenienses) el Dios no conocido. Parte de su culto se basaba en las prácticas paganas (los que tenían más influencia entre ellos eran los magos, Hech. 8:9-11), y parte en el Pentateuco (los primeros cinco libros del Antiguo Testamento), la única sección de las Escrituras hebreas que aceptaban. No aceptaban el resto del Antiguo Testamento por causa de las muchas referencias a Jerusalén como el lugar designado por Dios para la adoración.

          -- nosotros adoramos lo que sabemos -- Muchos judíos también se habían apartado de la revelación de Dios, y seguían las tradiciones de los ancianos (los maestros ciegos, Mat. 15:8, 9, 14), pero la expresión "adoramos lo que sabemos" se refiere a la revelación de la voluntad de Dios en el Antiguo Testamento. Dios no acepta el culto inventado por los hombres (culto voluntario, Col. 2:20-23; Mat. 7:21-23; Lev. 10:1-2; 2 Crón. 26:16-21).

          -- porque la salvación viene de los judíos. -- Por esta razón Dios mantenía su contacto con los judíos por medio de los profetas, porque del linaje de Judá y de la familia de David vendría el Salvador del mundo (4:42). "¿Qué ventaja tiene, pues, el judío? ¿o de qué aprovecha la circuncisión? Mucho, en todas maneras. Primero, ciertamente, que les ha sido confiada la palabra de Dios" (Rom. 3:1, 2). Isa. 2:3, de Jerusalén saldría la Palabra del Señor.

 

4:23 Mas (Pero, LBLA) -- 1:17. El vocablo pero es muy significativo. Enfáticamente Jesús dijo que habría cambio de religión. No dijo que los samaritanos (mucho menos los gentiles) debieran guardar la ley de Moisés, sino que señaló un cambio total de ley (Heb. 7:12; 8:7-13; 10:9, 10). Millones de profesados "cristianos" ignoran este pero e imponen los mandamientos y prácticas de la ley de Moisés que les convienen (p. ej., el diezmo, el instrumento de música, el quemar incienso).

          -- la hora viene, y ahora es (Mat. 3:2; 4:17; Hech. 8:5, 12), cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; --    Como la conversión tiene que ser espiritual (3:5), así también la adoración tiene que ser espiritual. Ahora la morada de Dios no será "ni aquí en este monte ni en Jerusalén", sino en el espíritu (el corazón) del hombre. El lugar (templo o monte) ya no era lo importante, sino la adoración enseñada por Dios (la verdad), ofrecida con toda sinceridad (con el espíritu) de verdaderos hijos. El templo de Dios ahora es la iglesia (Efes. 2:20; 3:21; 1 Cor. 3:17; 6:19, 20).

          -- porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. -- Bajo la dispensación mosaica Dios requería que su pueblo ofreciera sacrificios solamente en Jerusalén, y ahora bajo la ley de Cristo el sitio indicado es el corazón ("alabando al Señor en vuestros corazones", Efes. 5:19). El "sacrificio de alabanza" es "el fruto de labios" (Heb. 13:15), el "hacer bien" (Heb. 13:16), el ofrendar para tener comunión con los que predican el evangelio (Fil. 4:18), etc., pero estos actos de servicio no serán aceptables ante los ojos de Dios a menos que procedan del corazón (2 Cor. 9:7, "como propuso en su corazón").

          Al buscar a los perdidos Cristo buscaba adoradores de Dios. Luc. 19:10. Cristo quería que Nicodemo, la mujer samaritana, y Zaqueo fueran verdaderos adoradores de Dios. Dios nos quiere salvar para que le sirvamos y adoremos.

 

4:24 Dios es Espíritu; -- Por eso, no se limita a un templo hecho por manos humanas (1 Reyes 8:27; Hech. 7:47-50; 17:24-28), sino que siendo Espíritu su presencia llena el universo y se puede adorar en todo lugar. La Biblia habla figuradamente de los ojos, oídos, manos y alas de Dios, pero Dios es Espíritu y, por eso, es eterno, omnipotente, omnipresente, omnisciente, etc., y debe ser adorado con toda reverencia (Isa. 6:2, 3, "Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos"). "Tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; porque nuestro Dios es fuego consumidor" (Heb. 12:28, 29).

          -- y los que le adoran, en espíritu -- Rom. 1:9 "a quien sirvo en mi espíritu"; Efes. 6:18, "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu". La adoración que Dios desea no es carnal (para diversión) ni superficial (formalidad fría) sino espiritual. El quiere sacrificios espirituales no solamente en las reuniones de la iglesia, sino también en nuestra vida diaria (Rom. 12:1, 2, "presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo"; 1 Ped. 2:5; Heb. 13:15; Fil. 4:18). "No habita en templos hechos por manos humanas", y "no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres" (Hech. 17:23-31).

          Por eso, es necesario que adoremos de corazón (Rom. 6:17, "habéis obedecido de corazón"); es decir, con entendimiento, de buena voluntad, y con amor y gozo (2 Cor. 8:24, "Mostrad ... la prueba de vuestro amor"; 9:7 "Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre"). Es necesario evitar dos cosas: (1) el culto basado en los mandamientos de los hombres, y (2) el culto que, aunque basado en la verdad, sea una formalidad fría. Todos sabemos acerca de los excesos y abusos de los carismáticos, pero no por eso debemos suprimir la emoción y alegría en el culto.

          Jesús nos enseña que es necesario preparar el corazón para adorar a Dios, para alabar "la misericordia de Dios, y sus maravillas para con los hijos de los hombres" (Sal. 107:8, 15, 21, 31). Antes de  adorar a Dios, debemos perdonar a otros para que Dios nos perdone (Mat. 6:12-14) y buscar la reconciliación con el hermano (Mat. 5:23, 24). "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4:16). "Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe" (Heb. 10:22). "Ninguno se presentará delante de Jehová con las manos vacías" (Deut. 16:16).

          ¿Por qué asistimos al culto de adoración? ¿Para ver a otros y para ser vistos por ellos? ¿Para mirar a los infantes y niños y jugar con ellos? ¿Para ver cuántas veces podemos ir al baño o salir para tomar agua? Si de esta manera "adoramos" a Dios en las reuniones ¿cómo le adoramos en casa?

          "Hágase todo decentemente y con orden" (1 Cor. 14:40; 11:20-29).

          Después de cada reunión de la iglesia debemos preguntarnos, ¿alabé a Dios de todo el corazón? ¿soy edificado y más animado para el servicio de Dios? ¿Cómo ha influido en mí el culto?

          -- y en verdad es necesario que adoren. -- no solamente con toda sinceridad, sino también conforme a las enseñanzas del Nuevo Testamento (1 Cor. 2:11-13). ¿Cómo alababan y adoraban a Dios los discípulos de Cristo? (1) Enseñaban la Palabra de Dios (Hech. 5:42), (2) oraban a Dios, en el nombre de Cristo (Hech. 4:24-31; Col. 3:17); (3) cantaban himnos (Efes. 5:19; Col. 3:16); (4) cada primer día de la semana participaban de la cena del Señor (Hech. 2:42; 20:7); y (5) ofrendaban (1 Cor. 16:1, 2). Esto es el patrón (2 Tim. 1:13) dejado por los apóstoles.

          Dios no permite que el hombre substituya esta adoración con "culto voluntario" (Col. 2:20-23), es decir, culto inventado por los hombres. Véanse Mat. 7:21-23; 15:1-14; Heb. 11:4 (Gén. 4:4, 5); Lev. 10:1, 2; 2 Crón. 26:16-21.

          La lista de los actos de culto inventados por los hombres es interminable: la confesión auricular, el "bautizo" de infantes, el "bautizo" por aspersión, el "bautizo" por los muertos, el quemar incienso, el canonizar a los "santos", el celibato del "clero", la extrema unción, la invocación a María y los santos, las oraciones por las almas en el purgatorio, la penitencia, el rosario, la misa, la señal de la cruz, el uso de instrumentos de música, el rociar agua "bendita", y muchas otras cosas.

          Ahora bien, ¿quién negaría que por lo menos algunas de estas cosas son tradiciones de hombres? Si alguna o algunas de estas cosas son tradiciones de hombres, todas estas cosas son tradiciones de hombres y son rechazadas por el Señor (Mat. 15:1-14).

         

4:25 Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. -- Al decir esto admitía que el conocimiento de los samaritanos era defectuoso. Ella anhelaba la iluminación perfecta. Recuérdese que los samaritanos aceptaban el Pentateuco y, por eso, esperaban al Profeta anunciado por Moisés en Deut. 18:15-18. Al parecer, los samaritanos no hablaban del Mesías como un rey o libertador, sino como el Profeta. El concepto que esta mujer tenía de Cristo como Maestro  de "todas las cosas" era mejor que el de los judíos que solamente esperaban un conquistador militar.

 

4:26 Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo. -- Comúnmente no habló con tanta franqueza de su identidad. Vuelve a hacerlo con el que nació ciego (9:37). Cuando Pedro lo confesó "mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era el Cristo" (Mat. 16:16, 20), porque en Galilea le sobraba fama. Tuvo que suprimir y controlar el entusiasmo del pueblo para evitar la confrontación prematura con los oficiales de Jerusalén, pues en ese tiempo no había llegado su hora.

 

4:27 En esto vinieron sus discípulos, y se maravillaron de que hablaba con una mujer; -- Los rabinos decían, "Que nadie hable con mujer en la calle, ni siquiera con su esposa".

          -- sin embargo, ninguno dijo: ¿Qué preguntas? o, ¿Qué hablas con ella? -- Esto indica el gran respeto que los discípulos tenían por Jesús. Aceptaron su acción aunque no la entendieron.

 

4:28 Entonces la mujer dejó su cántaro, y fue a la ciudad, y dijo a los hombres: -- ¿Por qué Nicodemo no salió con el mismo entusiasmo para invitar a otros a escuchar a Jesús? (1 Cor. 1:26). Esta mujer fue al pozo para sacar agua, agua literal, que es de suma importancia a todo ser humano y para llevarla a su casa. No pensaba llegar al pozo y volver sin el agua. Solamente algo muy importante podría afectarle de esa manera. Después de oír palabras de Jesús acerca del agua viva, por el momento se le olvidó el agua del pozo de Jacob y, dejando allí su cántaro, volvió a la ciudad para proclamar la más importante verdad que jamás se había escuchado. Había encontrado el agua viva y quería que otros también la descubrieran. De la misma manera los apóstoles dejaron sus redes y Mateo dejó el banco de tributos para seguir a Jesús.

 

4:29 Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. -- Si queremos convencer a otros que Jesús es el Cristo, debemos recordar las palabras "Ven y ve" (1:39, 46; Mat. 28:6). De esta manera, tienen que investigar, estudiar y pensar por sí mismos. Los que tienen verdadera fe en Cristo la proclaman a otros (1:46). Parece que esta mujer consideraba que su experiencia con seis hombres era "todo cuanto he hecho".

          Algunos han comentado sobre la obra de Jesús en Samaria diciendo que El no hizo milagros allí. Que sepamos no sanó a los enfermos ni echó fuera demonios, pero demostró un atributo divino (la omnisciencia) al decir a la mujer todo cuanto había hecho.

          -- ¿No será éste el Cristo? -- Para esta mujer la omnisciencia de Cristo era suficiente evidencia para probar que El era el Cristo, y quería que otros la tomaran en cuenta y que juzgaran por sí mismos.

 

4:30-32 Entonces salieron de la ciudad, y vinieron a él. Entre tanto, los discípulos le rogaban, diciendo: Rabí, come. El les dijo: Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis. -- Ellos tenían su comida y El tenía la suya. ¿Qué era la comida de Cristo? Ver. 34. En estos momentos recibía alimento mejor que la comida ordinaria al observar el entendimiento y la fe de esta mujer, y la llegada de otros de la ciudad para escucharle. En otra ocasión había aguantado cuarenta días sin comer (Mat. 4:2); por eso, no le sería difícil soportar el hambre para dar de comer a los samaritanos. Véase 6:27.

 

4:33 Entonces los discípulos decían unos a otros: ¿Le habrá traído alguien de comer? --  Los discípulos -- al igual que Nicodemo y la mujer samaritana -- entendían las palabras de Jesús en su sentido literal. ¿Cómo podían creer que alguien de Samaria le hubiera traído comida?

 

4:34 Jesús les dijo: Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra. -- 5:30; 6:38; 15:10. Este texto revela claramente que la obra de Cristo era espiritual; como ahora andaba enseñando y convirtiendo gente, pronto iba a morir por ellos para salvar su alma. Jesús no hizo milagros simplemente para llenar estómagos ni para sanar cuerpos enfermos, sino para que la gente creyera que El es el Hijo de Dios, porque la salvación del alma se basa en esa fe (20:31, 31).

 

4:35 ¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. -- Ahora Jesús cambia la figura. En lugar de hablar de alimento, emplea la figura de sembrar y segar (Mat. 9:36-38; 13:1-9, 18-23; 13:24-30, 36-43; 13:37). Ya estaba llegando la gente samaritana para ver y oír a Jesús (ver. 30) y de ellos El habló ("alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega"). Normalmente en ese país la cosecha requería seis meses, y en ese momento todavía faltaban cuatro meses, pero para Jesús ya había llegado el tiempo de la cosecha en Samaria, una cosecha mil veces más valiosa que la cosecha de grano. (Con razón el trabajo de Felipe llevó mucho fruto entre ellos, Hech. 8:5-12).

          Al visitar a una ciudad grande ¿qué vemos? ¿Solamente los rascacielos, muchos vehículos y toda clase de mercancía? ¿Vemos a la gente como pecadores perdidos, como almas preciosas? Hech. 18:10, "Yo tengo mucho pueblo en esta ciudad" (Corinto).

 

4:36 Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, --  La salvación de almas es la recompensa de la cual Jesús habla. "El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre" (Mat. 13:37) y la estaba sembrando ese mismo día en Samaria. Su salario era el fruto que cosechaba. Compárese Mat. 18:15, "ganar" al hermano (¿habrá ganancia que valga más que esta?) Pablo exhortó a los filipenses a que siguieran fieles, "asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado" (Fil. 2:16). "Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados" (Fil. 4:1). "Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida. Vosotros sois nuestra gloria y gozo" (1 Tes. 2:19, 20).

          La fiesta de Pentecostés era la fiesta de la cosecha. Dios escogió esta ocasión para la cosecha de tres mil almas (Hech. 2:41).

          Muchos textos hablan de la bendición que reciben los que ganan almas (Prov. 11:30; Dan. 12:3; Sant. 5:19, 20).

          Si el tiempo de la cosecha física es tiempo gozoso (Deut. 16:13-15; Sal. 126: 5, 6; Isa. 9:3), ¡cuánto más gozoso es el tiempo de la cosecha espiritual!

          -- para que el que siembra goce juntamente con el que siega. -- Este es el plan divino y es muy alentador. Según este plan todo obrero del Señor participa de la gloriosa siega. La cosecha no pertenece solamente al segador, sino también al sembrador; no hay competencia entre el sembrador y el segador, porque los dos están perfectamente unidos en la obra y ante los ojos de Dios, el sembrar es tan importante como el segar y los dos se gozarán (serán recompensados).

          Normalmente el sembrar es trabajo laborioso como dice el Sal. 126:5, 6, "Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas", pero en el campo espiritual el sembrador se goza con el segador. Compárese lo que dice Amós 9:13, "He aquí vienen días, dice Jehová, en que el que ara alcanzará al segador, y el pisador de las uvas al que lleve la simiente"; es decir, el sembrar y el segar serían acciones simultáneas. Esto indica el crecimiento rápido de los cultivos. Las personas sinceras -- las que tengan hambre y sed de justicia -- llegan muy pronto al conocimiento de la verdad y, de esa manera, casi son simultáneos el sembrar y el segar.

          En el Día Final no habrá discusión acerca de quién haya sembrado o de quién haya segado para efectuar la conversión de almas.

 

4:37 Porque en esto es verdadero el dicho: Uno es el que siembra, y otro es el que siega. -- 1 Cor. 3:6. En esta ocasión Jesús sembró y los apóstoles participaron en la siega. Jesús y sus discípulos segaron discípulos ganados por Juan el bautista, y comenzando el día de Pentecostés, los apóstoles cosecharon discípulos enseñados por Juan y Jesús. Muchas veces hay conversiones durante una semana de servicios especiales que son el resultado no solamente de la predicación de esa semana, sino también de la enseñanza paciente de los miembros de la iglesia.

          Lo verdadero del proverbio se ve en muchos textos. "Por ejemplo, un hombre puede segar donde no ha sembrado (Deut. 6:11; Josué 24:13), o puede ser que un sembrador nunca experimente la alegría de segar lo que ha plantado (Deut. 28:30; Job 31:8; Miq. 6:15): algún otro puede hacer la siega. Pero en el campo espiritual lo normal es que un hombre siegue donde otro ha sembrado" (GH).

          Todo siervo de Dios debe recordar que su obra de sembrar la buena semilla nunca es en vano (1 Cor. 15:58). Según el plan de Dios la obra es una, y el sembrador comparte con el segador.

          En muchos casos la siega de un alma es el resultado de mucha siembra; es decir, muchos están involucrados: padres y otros parientes cristianos, vecinos y otros compañeros cristianos (p. ej., los del trabajo o de la escuela). Las clases bíblicas a las que muchos jóvenes han asistido desde la niñez tienen mucho que ver con su conversión. La literatura que haya leído, la predicación por radio que haya escuchado, las clases en el hogar que haya asistido, etc. tienen que ver con la conversión. En fin, muchas personas y muchas cosas tienen su parte en la conversión de almas.

 

4:38 Yo os he enviado a segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores. -- Moisés, los profetas y otros hombres fieles habían sembrado mucha simiente entre el pueblo de Israel aun durante los días de su apostasía. Entonces Juan el bautista había persuadido a muchas personas a arrepentirse. En esta misma ocasión Jesús había sembrado la simiente en el corazón de la mujer samaritana y ella la estaba sembrando entre los otros del pueblo.

 

4:39 Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio diciendo: Me dijo todo lo que he hecho. -- El testimonio de esta mujer tenía mucha fuerza por causa del entusiasmo y convicción con que hablaba. Los judíos rechazaron todo el testimonio a favor de Jesús de Nazaret: el testimonio del Padre, el testimonio de Juan, el testimonio de las obras de Jesús, el testimonio de las Escrituras y el testimonio de Moisés (Juan 5:32-47), pero los samaritanos creyeron en El por el testimonio de esta mujer pecadora. ¿Por qué no tuvo Nicodemo el mismo entusiasmo que los samaritanos para creer en Cristo?

         

4:40 Entonces vinieron los samaritanos a él y le rogaron que se quedase con ellos; (una invitación muy rara para un judío) y se quedó allí dos días. -- Muchos judíos ("los suyos") no recibieron a Jesús, pero estos extranjeros (Luc. 17:18) "le rogaron que se quedase con ellos". Entre el atrio de los gentiles y el atrio de Israel había una división y si algún samaritano se hubiera atrevido a entrar en el atrio de Israel habría sufrido la pena de muerte. Sin embargo, en esta ocasión Jesús comenzó a derribar esa barrera y pronto los samaritanos podrían entrar libremente en el glorioso templo de Jesús.

 

4:41 Y creyeron muchos más por la palabra de él, -- Pedían y recibían el "agua viva". Los samaritanos eran nobles como lo eran los de Berea (Hech. 17:11), eran "buena tierra" (Luc. 8:15), eran pobres en espíritu que tenían hambre y sed de justicia (Mat. 5:3, 5). Si estos samaritanos recibieron a Jesús y creyeron en El, ¿por qué en otra ocasión rehusaron recibirle? Luc. 9:51-56. En este otro caso el terreno no estaba preparado por alguna "mujer samaritana".

          Esta historia nos recuerda otra vez de la maravillosa providencia de Dios. Por causa de la hostilidad de los principales judíos Jesús salió de Judea y por causa del testimonio de esta mujer los samaritanos abrieron sus puertas y corazones a Jesús como el Salvador del mundo (AC).

 

4:42 y decían a la mujer: Ya no creemos solamente por tu dicho, porque nosotros mismos hemos oído, y sabemos (Juan dice que "creyeron", y ellos dijeron, "sabemos") que verdaderamente éste es el Salvador (Mat. 1:21; Luc. 2:11; Hch. 5:31; Efes. 5:23, etc.) del mundo, el Cristo. -- 1 Jn. 4:14. "Jesús está de pie delante de nosotros hoy en día en persona en su Palabra, y podemos oírle directa y personalmente en esa Palabra como si nos hubiéramos sentado entre los oyentes de Sicar. Ellos lo tuvieron solamente por dos días, pero nosotros podemos tenerlo todos los días" (RCHL).

          Los judíos querían obligar a Jesús a ser rey para quitar el yugo de Roma (6:15), pero los samaritanos entendían que Cristo era el Salvador del mundo (compuesto de judíos, samaritanos, gentiles). Es muy obvio que los samaritanos eran "buena tierra" (Luc. 8:15), personas listas a recibir la simiente y llevar fruto para Dios. Por haber recibido tantas bendiciones y privilegios de Dios los judíos se llenaban de orgullo y vanidad, de modo que rechazaron a Cristo, pero los samaritanos, con muy limitadas bendiciones, lo recibieron con toda prontitud y con gratitud.

          Jesús dijo a los judíos, "¿Por qué no entendéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra" (Juan 8:43). Los samaritanos entendían el lenguaje de Jesús porque podían escuchar su palabra.

 

4:43 Dos días después, salió de allí y fue a Galilea. -- Los versículos 4-42 son un paréntesis. Ahora sigue la narración de la obra de Jesús en Galilea, una provincia menospreciada por los judíos (7:41, 52). Juan habla poco del ministerio de Jesús en Galilea, pero Mateo, Marcos y Lucas lo describen ampliamente. La obra de Jesús en Galilea cumplió la profecía de Isa. 9:1, 2 (véase Mat. 4:12-16).

          Es necesario recordar que conforme al plan de Dios Jesús no fue enviado a los gentiles ni a los samaritanos, sino "a las ovejas perdidas de la casa de Israel" (Mat. 10:5; 15:24). De otro modo, seguramente habría pasado mucho tiempo en Samaria, pero El sabía que muy pronto el evangelio sería predicado a ellos. Poco antes de ascender al cielo dijo a los apóstoles, "me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra" (Hech. 1:8). El cumplimiento de esta promesa se ve en Hech. 8:5-12 cuando "Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo".

          Sin duda los samaritanos lo hubieran detenido para que siguiera predicándoles pero, aparte de lo dicho en el párrafo anterior, había otra razón para su salida aun de un campo fructífero. En otra ocasión "le detenían para que no se fuera de ellos. Pero él les dijo: Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado" (Luc. 4:42, 43).

 

4:44 Porque Jesús mismo dio testimonio de que el profeta no tiene honra en su propia tierra. -- Juan dice porque, es decir, ahora explicará por qué Jesús no dejó de volver a Galilea. Nació en Judea, pero fue criado en Galilea en el pueblo de Nazaret. Por eso, Galilea era "su propia tierra" (Luc. 4:24; 23:5-7). Jesús estuvo en Nazaret cuando dijo que el profeta no tiene honra en su propia tierra (Mat. 13:57; Mar. 6:4; Luc. 4:24). "Ni aun sus hermanos creían en él" (7:3). El orgullo y la envidia evitaron que sus familiares y conocidos creyeran en El.

          Por lo tanto, puesto que Jesús no tenía honra en su propia tierra, tenía que buscarla en otro lugar. Esto es precisamente lo que hacía en Judea y el resultado fue que los galileos cambiaron su actitud hacia Cristo, como el siguiente versículo lo explica.

4:45 Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron, habiendo visto todas las cosas que había hecho en Jerusalén, en la fiesta (de la pascua, 2:23); porque también ellos habían ido a la fiesta. -- Juan no dice que le recibieron por haber oído su palabra (ver. 41) ni por convencerse de que El era el Salvador del mundo (ver. 42), sino por haber visto las señales que hizo (no la que hizo en Caná, sino las que había hecho en Jerusalén).

          Siempre había bendición para los judíos que asistían a las fiestas solemnes, pero en esta ocasión había otra bendición muy especial. Si no hubieran ido a la fiesta de la pascua, no habrían visto todas las cosas hechas por Jesús. Si esperamos recibir bendiciones de Dios, es necesario que seamos obedientes a su voluntad. Recordemos Heb. 10:25, "no dejando de congregarnos".

          Juan no describe "las cosas que había hecho en Jerusalén", aparte de la purificación del templo. Estas cosas se incluyen, pues, en las "muchas otras señales" que Jesús hizo "en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro" (Jn. 20:30). Lo importante es que al volver a Galilea Jesús trajo esa honra que había ganado en Judea y, por eso, "Cuando vino a Galilea, los galileos le recibieron".

          Jesús no buscaba la gloria de los hombres (5:44), pero es necesario estimar y apreciar a Cristo para poder creer en El.

          Aquí caben los detalles acerca del ministerio de Jesús registrados en Mat. 4:17; Mar. 1:14, 15; y Luc. 4:14, 15.

 

4:46 Vino, pues, Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. -- Juan ya había escrito acerca de este milagro (2:1-11) pero lo menciona otra vez para recordarnos.

          -- Y había en Capernaum un oficial del rey (Herodes, tetrarca de Galilea), cuyo hijo estaba enfermo. -- Los oficiales más altos (y sus familias) no escapan de las aflicciones físicas (y espirituales) y los hombres más poderosos y más ricos del mundo urgentemente necesitan de la ayuda de Jesús. "Aquí tenemos un cortesano que acude a un carpintero ... No podía haber una escena menos probable en el mundo que la de un importante oficial del rey recorriendo treinta kilómetros para pedir un favor al carpintero de una aldea ... Tendría que soportar la burla y las risas; y sin duda habría quienes pensarían que se había vuelto algo loco ... no le importaba lo que dijera la gente si obtenía la ayuda que tanto deseaba. Si queremos la ayuda que nos puede dar Cristo debemos ser lo suficientemente humildes como para tragarnos el orgullo y no preocuparnos por lo que puedan decir los demás" (WB).

          Jesús hizo muchos milagros en Capernaúm: sanó al siervo del centurión (Mat. 8:5), la suegra de Pedro (Mar. 1:31), echó fuera el espíritu inmundo (Mar. 1:23), etc.

 

4:47 Este, cuando oyó que Jesús había llegado de Judea a Galilea, vino a él (no envió los siervos, ver. 51, sino que vino personalmente) y le rogó que descendiese (Caná estaba situada en las montañas) y sanase a su hijo, -- Las aflicciones nos mueven a buscar a Jesús; por eso, su aflicción le trajo bendición.

          Sin duda este oficial había oído del milagro en Caná y las cosas que hizo en Jerusalén, y creía que Jesús podría sanar a su hijo. Probablemente ya hubiera gastado mucho en médicos (compárese Luc. 8:43, "había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada").

          Este oficial creía que sería necesario que Jesús fuera a su casa. Compárese 11:21, 32 "Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto". Jairo "se postró a sus pies, y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está agonizando; ven y pon las manos sobre ella para que sea salva, y vivirá" (Mar. 5:23). La mujer que padecía de flujo de sangre decía "Si tocare tan solamente su manto, será salva" (Mar. 5:28). ¿Qué tenían en común estas personas? Limitaban el poder de Jesús diciéndole que hiciera alguna cosa física para poder ayudarles. No entregaban sus vidas (o sus seres queridos) a Jesús sin reserva. Tal fe es limitada e imperfecta. El centurión, sin embargo, le dijo, "pues, no soy digno de que entres bajo mi techo; pero dí la palabra, y mi siervo será sano"; Jesús dijo, "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe" (Luc. 7:7-9). Sabía que Jesús tenía autoridad y que podía sanar de lejos.

          -- que estaba a punto de morir. -- Ya no hubo otro remedio porque sin duda todo remedio humano se hubiera agotado.

          No sabemos si en otra ocasión este oficial hubiera tenido el deseo o la oportunidad de buscar a Jesús, pero muchas personas hacen peticiones al Señor solamente en los momentos de mucha aflicción.      Si su hijo no hubiera enfermado, ¿habría buscado a Jesús? ¿Tendría interés en oír "la palabra de él" (ver. 41)?

 

4:48 Entonces Jesús le dijo: Si no viereis señales y prodigios (no dos clases de milagros, sino dos características de ellos), no creeréis. -- Jesús no habla solamente al oficial, pues emplea verbos plurales, pero "le dijo" esto porque él también era culpable de lo que Jesús afirma de los galileos en general.

          "Muchos creyeron en su nombre, viendo las señales que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos" (2:23, 24). ¿Habrá acudido a Jesús con plena confianza en El? ¿O habrá ido como último recurso, para ver si este obrador de milagros pudiera hacer algo? Los judíos pedían señales (2:18; Mat. 12:39, 40; 16:1-4). Por eso, lo que Jesús dice aquí es una denuncia de los que no creerán sin ver milagros; éstos no entendían el propósito de los milagros. Al parecer, muchos de éstos lo querían solamente para que les curara sus enfermedades físicas. Después Jesús denuncia a Capernaúm y a otras ciudades por no haber creído aun después de ver sus milagros (Mat. 11:20-24). No quería que los hombres creyeran solamente en sus credenciales (señales y prodigios), sino que creyeran en El y en su palabra (ver. 41). No quería la reputación de un mero obrador de milagros (ATR), sino que la gente examinara todas sus obras y enseñanzas para convencerse de su deidad (5:30-45; 10:38; 14:11; 15:22-24; 20:29), y que lo buscaran como al Salvador del mundo.

          Recuérdese 2:24, 25. Jesús entendía perfectamente la naturaleza de la fe de la gente.

 

4:49 El oficial del rey le dijo: Señor, desciende antes que mi hijo muera. -- Tal vez al oír las palabras de Jesús el oficial pensara que no escucharía su petición, pero sin discutir con El ni profesar tener una fe grande, simplemente le instaba que le ayudara. De esta manera mostraba más fe (compárese Mat. 15:25-27, el caso de la mujer cananea).

          Le rogaba que bajara a su casa antes que mi hijo muera. Solamente tenía fe en el poder de Jesús para sanar a su hijo. Así era la fe de Marta y María (11:21, 32), pero éstas aprendieron que Jesús no solamente tiene poder para sanar, sino también para resucitar a los muertos.

 

4:50 Jesús le dijo: Ve, tu hijo vive. -- "La curación, más rápida que un relámpago desde Caná hasta Capernaúm, fue sentida por el joven moribundo" (JFB). En ese instante concedió el deseo del padre. La expresión "tu hijo vive" significa "no morirá". Ahora la fe del oficial era probada aun más. Había creído el testimonio acerca de Jesús; ¿creerá ahora la misma palabra de Jesús? ¿Qué pensará y qué hará? ¿Esperará por algún tiempo preguntándose qué hacer? ¿Creerá lo que Jesús le acaba de decir? En su gran angustia sin duda este hombre habrá tenido sus propios pensamientos, su propia idea de lo que él quería. Rogó que Jesús descendiese y sanase a su hijo, y si Jesús hubiera ido en persona a su casa para sanarlo, el padre podría haber visto en ese instante con sus propios ojos que su hijo estaba bueno y sano, pero Jesús requería una fe muy grande. No descendió con él, y solamente le dice, "Ve, tu hijo vive". Este padre, tan afligido, tan angustiado, en ese momento no podía ver a su hijo para saber si todavía estaba a punto de morir o si había sanado. La única cosa que él podía hacer sería creer a Jesús y regresar confiadamente a su hijo, porque, de otro modo, habría tenido que volver a su casa completamente abrumado y desesperado. Si hubiera rehusado creer a Jesús cuando le dijo, "Ve, tu hijo vive", ¿en base a qué le habría seguido rogando que descendiese y sanase a su hijo? Tenía solamente dos opciones: creer a Cristo y volver a su casa con la confianza de que su hijo había sanado o, de otro modo, volver desesperado a su casa para esperar la muerte de su hijo.

          Pero la bendición que recibiría era mayor que la que pedía, porque en lugar de esperar hasta llegar a su casa, en ese instante, al creer en Jesús, tendría la plena seguridad de que su hijo estaba fuera de peligro. Así es la preciosa recompensa de la fe.

          Compárese el caso de Naamán el leproso. Cuando el profeta "Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Vé y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio ... Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra" (2 Reyes 5:10, 11).

          Los "sanadores" modernos insisten en que la fe sea una condición establecida para que sanen. En algunos casos de sanidad el Señor sí nombró la fe como requisito (Mat. 9:28), pero ¿tenían fe los muertos que fueron resucitados por Jesús? (Luc. 7:11-17; Jn. 11:43).

          -- Y el hombre creyó la palabra que Jesús le dijo, y se fue. -- La fe verdadera actúa: se fue. No se detuvo insistiendo en que Jesús le acompañara a su casa. No se detuvo para disputar con Jesús. Estaba sumamente preocupado por su hijo y quería tener plena seguridad de que sanara y ahora ¿cuál es su consuelo? Una sola cosa: la palabra de Jesús. Como Abraham creyó a Dios, este hombre creyó a Cristo. Dejó de pedir y se fue.

 

4:51 Cuando ya él descendía, sus siervos salieron a recibirle, y le dieron nuevas, diciendo: Tu hijo vive. -- Jesús había dicho, "tu hijo vive" y ahora sus siervos dicen lo mismo para confirmarlo.

          Lo significativo de este milagro era que la presencia física de Jesús no era necesaria para que sanara, sino que el sanar de lejos era tan fácil como el sanar de cerca. De esta manera Jesús mostró su autoridad sobre la distancia. ¿Cuántos "sanadores" modernos tratarían de sanar de lejos?

 

4:52 Entonces él les preguntó a qué hora había comenzado a estar mejor. -- ¿Por qué hizo esta pregunta? Sin duda quería estar seguro de que su hijo había sido sanado por Jesús. Una persona agradecida quiere saber la fuente de sus bendiciones (AH).

          -- Y le dijeron: Ayer a las siete le dejó la fiebre. -- Quería saber a qué hora había comenzado a estar mejor, porque aunque su fe hubiera crecido bastante, todavía era defectuosa, porque no se imaginaba que su hijo pudiera sanar inmediatamente. La respuesta no fue que la fiebre comenzara a dejarle, sino que "a las siete le dejó la fiebre".

          Compárese Mar. 1:31 "la suegra de Simón estaba acostada con fiebre ... (Jesús) se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía".

          La palabra ayer parece indicar que la séptima hora era las siete de la tarde (tiempo romano), porque el oficial hubiera llegado a su casa en unas cinco o seis horas.

 

4:53 El padre entonces entendió que aquella era la hora en que Jesús le había dicho: Tu hijo vive; y creyó él con toda su casa. -- Compárese Hech. 16:34; 18:8. Al principio el oficial creía en la presencia de Jesús y al último cree en la palabra de Jesús.

          Jesús sanó cuerpos físicos para que creamos que también puede sanar (salvar) el alma. Jesús sana el espíritu del hombre cuando le perdona. De esta manera el alma es purificada, y durante el resto de la vida se está transformando a la imagen de Cristo. Esta transformación es efectuada por medio de oír, creer y obedecer la palabra revelada por el Espíritu Santo.

          Por causa de la enfermedad grave del joven, este padre buscó a Jesús y el resultado no solamente sanó el joven, sino que también toda la familia llegó a ser creyentes en Cristo.

 

4:54 Esta segunda señal hizo Jesús, cuando fue de Judea a Galilea. -- Hizo la primera señal (convirtió el agua en vino) en Caná de Galilea (2:1-11). Había hecho otras señales en Jerusalén (2:23; 4:45), pero esta es la segunda señal hecha en Galilea.

 

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