Juan 9

 

          Esta es la sexta de las siete señales hechas por Jesús que Juan registra. Todo el capítulo se dedica a ese evento y al efecto que tuvo sobre el hombre que nació ciego, sus padres, los vecinos y los líderes de los judíos.

 

9:1 Al pasar Jesús, -- Es difícil precisar cuándo sucedió este evento, porque Juan no se preocupaba por la cronología exacta de los eventos de la vida de Jesús, pero no es necesario concluir que los sucesos del cap. 9 siguieran inmediatamente después de los del cap. 8. No es muy razonable que los discípulos hayan hecho esta pregunta en los mismos momentos en los que los judíos tomaron piedras para arrojárselas (8:39).

          "Al pasar Jesús" El vio una oportunidad para "hacer las obras del que" le envió (9:4). Nosotros también, "al pasar" (al ocuparnos en las actividades normales) veremos muchas oportunidades si abrimos los ojos (4:35).

          -- vio a un hombre ciego de nacimiento. -- Muchos lo habían visto pero no como Jesús lo vio. De los seis milagros registrados en los que Jesús abrió los ojos de los ciegos, este es el único caso en que el individuo era ciego de nacimiento. "Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego" (9:32).

 

9:2 Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? -- A los discípulos este hombre presentó una oportunidad para la especulación teológica, mientras que a Jesús se le presentó una oportunidad para manifestar en sí mismo la gloria de Dios y la autoridad de Dios, pues el abrir los ojos era una señal convincente de que el Mesías había venido (Isa. 35:5; 29:18; 32:3; 42:7; Mat. 12:22; Luc. 4:18, 19) (PTB).

          Parece que los discípulos compartían la idea errónea de que las enfermedades y otros sufrimientos son el resultado de algún pecado específico. En el caso del hombre que nació ciego creían que había solamente dos alternativas: "¿quién pecó, éste o sus padres?" Hoy en día muchos preguntan por qué algunos sufren grandes aflicciones y otros no, algunos sufren mucho por causa de los desastres de la naturaleza (tormentas, inundaciones) y otros no. 

          En sentido general es cierto que el pecado es la causa de todas las aflicciones, así como es la causa de todo mal. Jesús dijo al hombre que sanó en Betesda, "no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" (5:14), pero no es cierto que todo caso específico de aflicción es causado por algún pecado específico.    Pablo dice, "llorad con los que lloran" (Rom. 12:15), pero ¿por qué llorar con ellos si están sufriendo lo que merecen? El sufrimiento de los más inocentes puede ser la consecuencia de los pecados de otros, pero los inocentes no sufren la pena de tales pecados.

          Algunos afirman que los judíos creían en la reincarnación (la transmigración de almas) y que citaban Gén. 25:22 para enseñar que los niños pueden pecar antes de nacer, pero no hay prueba de esto. Además, Pablo dice, "pues no habían aún nacido, ni habían hecho aún ni bien ni mal" (Rom. 9:11). Algunos piensan que la pregunta de los discípulos indica que ellos aceptaban la idea platónica de la preexistencia del alma; es decir, que podría sufrir en esta vida la pena de pecados cometidos en una existencia precedente (B-S), pero no se puede probar que los discípulos de Jesús hayan tenido en mente tales teorías. La verdad es que ellos, al igual que millones de otras personas, estaban perplejos con respecto a la causa del sufrimiento.

          Ex. 20:5 dice, "visito la maldad de los padres sobre los hijos", es decir, los hijos sufren las consecuencias de los pecados de los padres. También los hijos heredan debilidades físicas y mentales de sus padres, pero Ezeq. 18:20 dice claramente que "el hijo no llevará el pecado del padre" (el hijo no es culpable del pecado del padre). Los calvinistas citan Sal. 51:5, "He aquí, en maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre" para probar que los niños nacen pecadores, pero David no habla de nacer con "maldad en mí", sino de nacer en un mundo lleno de pecado. Compárese Job 31:18, "desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda". Recuérdese Ecles. 7:29, "He aquí, solamente esto he hallado; que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones".

 

9:3 Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, -- Cuando Jesús sanó al paralítico de Betesda, le dijo, "Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor" (5:14); por eso, a veces alguna aflicción se atribuye al pecado de la persona. Pero véase también Luc. 13:1-5, que se refiere a casos semejantes a este texto (Jn. 9:3). Jesús enseña, pues, que hay sufrimiento no merecido. El libro de Job ampliamente analiza este problema. Sus "amigos" decían que su sufrimiento era prueba innegable de que él era culpable de algún pecado, pero estaban equivocados, pues el libro expone la falsedad de ese concepto. Véase también Hech. 28:4. Si este concepto fuera correcto, sería necesario concluir que los que no sufren no han pecado y que son mejores que los que sufren..

          Jesús dijo que las lluvias, los diluvios y los vientos golpearon contra las dos casas, la que estaba fundada sobre la arena y la que estaba fundada sobre la roca (Mat. 7:25). Dice Ecles.. 9:11 que "tiempo y ocasión acontecen a todos" ("el tiempo y la suerte les llegan a todos", LBLA).

          -- sino para que las obras de Dios (5:36; 10:25) se manifiesten en él. -- En este caso las obras de Dios incluían bendición física y bendición espiritual, pues el hombre que nació ciego recibió su vista física y también su vista espiritual (9:38). Dios gobierna este mundo y puede transformar un mal temporal en un bien eterno, y Dios tenía su plan para este hombre, pues sería el objeto de las maravillosas obras de Dios. Se puede decir lo mismo de cualquier ciego (o de sordos, paralíticos, etc.), porque toda vida que se somete a su voluntad le es útil. Compárese 2 Cor. 12:7-10.

 

9:4 Me es necesario (nosotros debemos, LBLA) hacer las obras del que me envió, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. -- En lugar de analizar y juzgar el caso del ciego de nacimiento, Jesús solamente piensa en aliviar su aflicción, y glorificar a Dios.

          El día de Jesús (el día de su vida aquí en la tierra) iba a durar poco tiempo, pero "entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo" (9:5). Pensaba hacer otras obras muy importantes antes de morir en la cruz (por ej., la resurrección de Lázaro).

          Todos podemos y debemos decir lo mismo, porque la noche de la muerte nos espera. "El tiempo es corto" (1 Cor. 7:29-32).      

          Jesús no fue detenido por la popularidad (Luc. 4:42, 43); ni por la ingratitud de la gente (Luc. 17:11-19; Mat. 23:37; Luc. 19:41); ni por el temor a sus enemigos (Luc. 13:31, 32). Aunque sus apóstoles lo desampararon y uno de ellos le entregó a los enemigos, y otro le negó, Jesús siguió con su propósito de dar su vida en rescate por muchos.

          Me es necesario -- En toda la enseñanza (como también en toda la actividad) de Jesús El demostró que le era necesario obrar las obras del Padre. Habló del sembrador, del pescador con sus redes, del pastor y sus ovejas. En todo El vio su deber (Luc. 4:18, 19). Compárese la actitud de Pablo con respecto a la obra que el Señor le dio (Hech. 20:24; Rom. 1:14; 1 Cor. 9:16; 2 Cor. 5:11, 14).

          Al llegar a la conclusión de su ministerio Jesús podía decir "Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese" (17:4). En la cruz dijo, "Consumado es" (19:30). Compárese 2 Tim. 4:6-8. ¿Y nosotros? Al llegar a los momentos finales de la vida ¿podremos decir lo que Jesús y Pablo dijeron?

 

9:5 Entre tanto que estoy en el mundo, luz soy del mundo. -- Según 8:12 su palabra (enseñanza) era la luz del mundo; en el capítulo 9 provee luz física y espiritual para el que nació ciego.

          El hombre debe responder a la luz: 12:36, debe creer en la luz y llegar a ser hijo de luz; 1 Jn. 1:6, 7, debe andar en luz; Rom. 13:12, "vistámonos las armas de la luz".

         

9:6 Dicho esto, escupió en tierra, e hizo lodo con la saliva, y untó con el lodo los ojos del ciego, -- Podía sanar con una palabra (Luc. 7:7), pero frecuentemente usaba medios físicos (Mat. 8:3; 9:27-31; 20:29-34; Mar. 7:33; 8:23). Desde luego, Al usar estos medios tenía su propósito. El sabía lo que hacía y por qué lo hacía. Juan no explica el propósito de esta acción de Jesús, pero bien podía probar o fortalecer o manifestar la fe del ciego (AH). Si hubiera habido eficacia en ese lodo para sanar, se lo habría exportado a todas las naciones (JBC).

         

9:7 y le dijo: Ve a lavarte en el estanque de Siloé (que traducido es, Enviado), 3:17; 5:36; 6:29; 10:36; 17:3, 8, 21, etc.). -- Isa. 8:6 habla de "las aguas de Siloé, que corren mansamente", simbolizando las bendiciones que fluían del templo. Neh. 3:15 habla del muro del estanque de Siloé.

          Este mandamiento era una prueba de su fe; es decir, Jesús pensaba sanarle, pero nombró este requisito o condición. Si no hubiera ido para lavarse en el estanque de Siloé, no habría recibido la vista. Si el ciego hubiera sido doctrinado por los calvinistas, habría dicho, "Mira, Jesús, Tú sabes perfectamente que el agua no puede abrir los ojos de los ciegos. No conviene dejar la impresión de que haya eficacia en el agua o que el agua tenga poder sanador. Sáname primero y después, en algún momento oportuno, iré a lavarme en el estanque para demostrar mi fe en ti". Si hubiera hablado de esa manera, habría muerto tan ciego como nació (JBC).

          -- Fue entonces, y se lavó, y regresó viendo. -- ¡Solamente los ciegos saben apreciar la vista! Ahora, no solamente podía ver, sino que también podía trabajar para ganarse la vida y ser independiente. (En aquellos tiempos el mendigar era casi el único medio de sostén para los ciegos).

          Para ser bendecido por Cristo, es necesario obedecerle. El ciego sabía que el que le hablaba era Jesús (9:11); esto indica que ya había oído de El (Rom. 10:17). Ahora le obedece: va a Siloé y se lava, como Jesús le mandó.

          Dice Pablo (Rom. 4:4), "Pero al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda". Al decir "al que obra" Pablo no se refiere al obedecer al Señor para obtener sus bendiciones, sino al obrar para justificarse sin obtener el perdón de Dios: "Como también David habla de la bienaventuranza del hombre a quien Dios atribuye justicia sin obras, diciendo: Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas" (Rom. 4:6, 7). Es obvio que el "que obra" es aquel que no busca el perdón de Dios, sino que quiere justificarse a sí mismo (Rom. 10:3).

          Es necesario estudiar y discernir la diferencia entre la obediencia requerida por el Señor para aceptar el beneficio y el obrar para merecer el beneficio. La única manera de merecer la justificación es por medio de una vida perfecta, sin pecado alguno, pero "todos pecaron" (Rom. 3:23). Por lo tanto, todos deben obedecer al evangelio de Cristo para obtener el perdón de Dios (Hech. 2:38).

          Al lavarse en el estanque de Siloé ¿obró el ciego para merecer el beneficio que Jesús le ofreció? ¿Obró en el sentido de Rom. 4:4? ¿Al lavarse mereció esa bendición? Nadie dirá que sí. Todos saben que al lavarse el ciego solamente obedeció los mandamientos del Señor y recibió la bendición. Entonces, ¿por qué no pueden los calvinistas entender que al lavarnos en el bautismo, no obramos para merecer el perdón, sino que solamente cumplimos con los mandamientos del Señor? ¿Cuál es la diferencia entre nuestra obediencia y la del ciego? No hay ninguna diferencia, porque al lavarnos en las aguas del bautismo (Mar. 16:16; Hech. 2:38; 22:16, etc.) solamente obedecemos al Señor para aceptar el perdón de pecados.

          Considérese otro caso: Dios mandó que Naamán el leproso se zambullera siete veces en el Río Jordán para limpiarse de su lepra (2 Reyes 5:10-14). Al zambullirse siete veces en el Río Jordán, ¿obró Naamán para merecer la limpieza de su lepra. ¿Obró en el sentido de Rom. 4:4? Nadie dirá que sí. Entonces, ¿por qué no se puede entender que al bautizarnos en agua, no obramos para merecer el perdón, sino que simplemente aceptamos el perdón que el Señor ofrece a los que creen y se bautizan (Mar. 16:16)?

          Hay otro buen ejemplo de esta verdad bíblica: Dios dijo a Josué, "Rodearéis, pues, la ciudad (Jericó) todos los hombres de guerra, yendo alrededor de la ciudad una vez; y esto haréis durante seis días ... y al séptimo día daréis siete vueltas a la ciudad, y los sacerdotes tocarán las bocinas. Y cuando toquen prolongadamente el cuerno de carnero, así que oigáis el sonido de la bocina, todo el pueblo gritará a gran voz, y el muro de la ciudad caerá ... Cuando el pueblo hubo oído el sonido de la bocina, gritó con gran vocerío, y el muro se derrumbó" (Josué 6:3-5, 20). Al cumplir con estos requisitos del Señor, ¿obró el pueblo para merecer tal victoria sobre sus enemigos? ¿Obró en el sentido de Rom. 4:4? Nadie dirá que sí. Entonces, de la misma manera, al bautizarnos en agua para perdón de pecados (Hech. 2:38), no obramos para merecer el perdón. No obramos en el sentido de Rom. 4:4, texto que se refiere a las obras "que nosotros hubiéramos hecho" (Tito 3:5), como las buenas obras de Cornelio (Hech. 10:2, 22). Al obedecer al evangelio, obramos en el sentido de Sant. 2:24; Gál. 5:6; Tito 3:1, 8; etc.

          Los credos de varias denominaciones afirman que el hombre se salva por la fe sola, pero ¿qué dice Heb. 11:30? "Por la fe cayeron los muros de Jericó". Por la fe. Pero "por la fe" ¿cuándo? ¿Simplemente creyeron y los muros cayeron? ¿Cuándo cayeron? "Después de rodearlos siete días". ¿Por qué no cayeron por la fe sola? ¿Por que no cayeron "antes de rodearlos siete días"?

          Otra lección valiosa es que varios textos hablan de ciegos en sentido espiritual (Luc. 6:39; 2 Ped. 1:9; Apoc. 3:18). Por eso, es lógico comparar este texto (Jn. 9:7) con Mar. 16:16, "el que creyere y fuere bautizado será salvo". Los que pueden entender que el ciego tuvo que lavarse en el estanque de Siloé para obtener su vista física, deben entender que el que creyere tiene que ser bautizado para obtener su vista espiritual (Hech. 26:18).

         

9:8, 9 Entonces los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego (mendigo, LBLA), decían: ¿No es éste el que se sentaba y mendigaba? (así lo recordaron) Unos decían: El es y otros: A él se parece. -- Los vecinos estaban confusos por causa de lo "imposible" que resulta comprobar que alguien habiendo nacido ciego pudiera ver, como también por el gran cambio de su aspecto.

          -- El decía: Yo soy. -- De esa manera él mismo puso fin al debate. ¡El que había nacido ciego era un monumento viviente al poder sanador de Jesucristo!

 

9:10 Y le dijeron: ¿Cómo te fueron abiertos los ojos? -- Era pregunta importante, porque le dio al hombre sanado la oportunidad de testificar a favor de Cristo. (Compárese 1 Ped. 3:15).

 

9:11 Respondió él y dijo: Aquel hombre que se llama Jesús hizo lodo, me untó los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y lávate; y fui, y me lavé, y recibí la vista. -- ¡He aquí el sencillo testimonio del hombre que nació ciego! (1) Fui, (2) me lavé; (3) recibí la vista.  ¿Recibió su vista antes o después de lavarse? Compárese Mar. 16:16: (1) creer; (2) bautizarse; (3) será salvo. ¿Somos salvos antes o después de lavarnos? También Hech. 22:16: (1) levántate; (2) bautízate, (3) lava tus pecados. ¿Qué habrá dicho el eunuco cuando llegó a su casa? (1) Oí el evangelio; (2) confesé que Jesucristo es el Hijo de Dios; (3) fui bautizado para perdón de pecados; (4) y seguí gozoso mi camino (Hech. 8:35-39).

 

9:12 Entonces le dijeron: ¿Dónde está él? -- (7:11). ¿Se regocijaron con él? ¿Dieron gloria a Dios por tan maravillosa bendición? o ¿solamente querían saber "¿Dónde está él?" ¿Fueron movidos por su amor y gratitud al ir en busca de Jesús? Muchos querían saber donde estaba para destruirlo.

          -- El dijo: No sé. -- Apenas sabía su nombre: "Aquel hombre que se llama Jesús ... "

 

9:13 Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. -- ¿Quiénes lo llevaron? No sabemos (posiblemente ayudantes de los fariseos, compárese 1:19); probablemente el siguiente versículo da la razón (era el día de reposo). Esto le dio al ex ciego otra oportunidad para dar su testimonio del milagro. (Recuérdese que un tema central de este libro es el testimonio acerca de Jesús, dado por sus amigos y enemigos).

 

9:14 Y era día de reposo cuando Jesús había hecho el lodo, y le había abierto los ojos. -- Este detalle es importantísimo. El sanar en el día de reposo era una de las cosas principales que llevaron a Jesús al Calvario. Cristo vino al mundo para morir por nosotros. Le fue dado un cuerpo para que pudiera ofrecerlo como sacrificio por los pecados del mundo (Heb. 10:5-8). "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo" (10:17, 18). ¿Qué circunstancias lo llevarían al Calvario? Nada de lo que ocurrió fue por casualidad, sino que todo ocurrió según el "determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios" (Hech. 2:23).

          ¿Por qué escogió Jesús al paralítico de Betesda para sanarle? Porque pensaba decirle, "toma tu lecho, y anda" (5:8), sabiendo que esto provocaría el primer encuentro serio con los judíos (5:10, 16), cuyo odio iría incrementando hasta que lograran crucificar a Jesús.

          Otros textos que describen este conflicto entre los judíos y Cristo sobre el día de reposo son: Mat. 12:1-14; Luc. 13:10-17; 14:1-6. En estos textos Jesús les hizo ver que las obras necesarias y las de misericordia no eran prohibidas por el cuarto mandamiento, porque tales obras no violaban el día de reposo. También les hizo ver que El estaba muy en contra de las muchas tradiciones necias que ellos habían inventado con respecto al día de reposo: p. ej., aun prohibían que se aplicara la saliva al ojo infectado, pues se creía que la saliva tenía valor medicinal. Es difícil comprender por qué los líderes de los judíos se esforzaran tanto para excluir la misericordia en su trato con el pueblo.

 

9:15 Volvieron, pues, a preguntarle también los fariseos cómo había recibido la vista. -- Este milagro hecho por Jesús debiera haber convencido a todos que El era el Hijo de Dios, y les convenía a los judíos honrarle, pero ellos optaron por perseguirle. Se sentían obligados a probar dos cosas: (1) que Jesús había violado el día de reposo; y (2) que en realidad no hizo ningún milagro, pero         de esta manera proveyeron otra oportunidad para que el que había sido ciego diera su testimonio del milagro hecho por Jesús.

          Los judíos querían intimidarlo, pues no solamente perseguían a Jesús, sino también a los que eran ayudados por Jesús. No les importaba a los líderes que un hombre que nació ciego recibiera su vista, sino que sólo buscaban algún pretexto para acusar a Jesús de haber violado el día de reposo.

          -- El les dijo: Me puso lodo sobre los ojos, y me lavé, y veo. -- La repetición de estos detalles (9:6, 7, 11, 15) dan cada vez más énfasis al milagro.

 

9:16 Entonces algunos de los fariseos decían: Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el día de reposo. -- Jesús no violó el cuarto mandamiento, pero él sí violó las reglas necias de los fariseos: al hacer el lodo, y al curar al ciego. "Los fariseos han identificado con la ley de Dios sus propias normas sabáticas meticulosas y fútiles" (WH). Puesto que Jesús no guardaba las tradiciones inventadas por los fariseos, según la "lógica" de ellos, "no procede de Dios". Entonces ¿procedía de Satanás? (Mat. 12:24-26).

          En la actualidad los Adventistas del Séptimo Día dicen que los que no guardan el día de reposo no proceden de Dios, sino que llevan la marca de la bestia.

          -- Otros (de los mismos fariseos) decían: ¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales? -- Si Jesús hubiera sido un pecador (un verdadero violador del cuarto mandamiento), no podría haber hecho un milagro, pero en lugar de quebrantar el cuarto mandamiento, Jesús quebrantaba sus tradiciones humanas.

          -- Y había disensión entre ellos . -- Había disensión entre los fariseos mismos. Parece que había otros entre ellos como Nicodemo que querían ser razonables. Estaban divididos porque algunos solamente podían pensar en la violación de sus tradiciones con respecto al día de reposo, mientras que otros no podían cerrar sus ojos a las señales hechas por Jesús (3:2). Recuérdese que durante toda esta discusión el hombre que nació ciego estaba en medio de ellos con sus ojos abiertos, viendo todo lo que sucedía.

 

9:17 Entonces volvieron a decirle al ciego: ¿Qué dices tú del que te abrió los ojos? -- Ya le habían preguntado (9:15), pero no estaban de acuerdo y vuelven a preguntarle, algunos buscando más evidencia para probar que Jesús no venía de Dios, pues en esos momentos "no creían que el había sido ciego, y que había recibido la vista" (9:18), y los otros esperando aprender algo más que les ayudara a entender cómo Jesús podía sanar y al mismo tiempo violar el día de reposo. Por eso, vuelven a hacerle preguntas, pero el resultado fue que solamente hacían más notorio el milagro.

          -- Y él dijo: Que es profeta. -- Al decir esto demostró su valentía, porque algunos de los judíos no querían oír que Jesús era un profeta, pues para ellos era un pecador. Al principio el que era ciego dijo "aquel hombre que se llama Jesús"; ahora su conocimiento y fe han crecido, porque dice que Jesús era un profeta; poco después argumentó que Jesús vino de Dios (9:33); y al último (9:35-38) le confesó como el Hijo de Dios y le adoró. Compárese el crecimiento de la fe de la samaritana (4:9, "tú, siendo judío"; 4:19, "tú eres profeta"; 4:29, "¿no será éste el Cristo?"). Tuvo que ser muy valiente para hablar favorablemente de Jesús en presencia de los que querían darle muerte.

 

9:18 Pero los judíos no creían que él había sido ciego, y que había recibido la vista, hasta que llamaron a los padres del que había recibido la vista, -- Pero en 9:15 "volvieron ... a preguntarle ... cómo había recibido la vista". Esto muestra su hipocresía. Al examinar a este hombre querían menospreciar a Cristo, pero habiendo fracasado en esto, ahora se dirigieron hacia los padres con la esperanza de probar que su hijo ni siquiera nació ciego, y de esa manera probar que no había milagro. Sin duda les hubiera gustado probar que había una conspiración entre Jesús y el ciego y que el milagro era un engaño (Mat. 24:24; 2 Tes. 2:9).

          ¿Por qué no tenían los fariseos el mismo conocimiento de este hombre que la gente tenía? (9:8, "los vecinos, y los que antes le habían visto que era ciego"). Esto demuestra la indiferencia de los líderes hacia los pobres y desafortunados. Compárese Luc. 10:31, 32 "un sacerdote ... viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita ... viéndole, pasó de largo". ¡Cuántas veces habrán pasado de largo estos fariseos al ver al ciego!

          Si sospecharan que el que había sido ciego en realidad no nació ciego (sino que solamente fingía la ceguera), ¿por qué creían que los padres les dirían la verdad?

          Después de escucharles, volvieron a tratar de intimidar al hijo (9:24). Sin embargo, lo que dicen después (9:34, "Tú naciste del todo en pecado") parece indicar que ellos creían que había nacido ciego como castigo por el pecado. En esto se puede ver la inconsecuencia e hipocresía de los judíos.

 

9:19 y les preguntaron, diciendo: ¿Es éste vuestro hijo, el que vosotros decís que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve ahora? -- Sin duda el gozo de los padres era grande. También convenía que su gratitud fuera grande. Con mucha razón pudieran haber adorado a Cristo por esta maravillosa bendición. Pero ¿qué dijeron?

 

9:20 Sus padres respondieron y les dijeron: Sabemos que éste es nuestro hijo, y que nació ciego; -- ¡Testimonio claro, fuerte y significativo! A los fariseos les gustaba decir sabemos, pero éstos también dicen sabemos. Los fariseos no podían discutir con ellos sobre estas dos cosas que sabían. Esto fue un duro golpe contra los judíos: era evidente a todos que el hombre podía ver, y ahora los padres testifican que (1) él es nuestro hijo; y (2) que él nació ciego.

 

9:21, 22 pero cómo vea ahora, no lo sabemos; o quién le haya abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos; edad tiene, preguntadle a él; él hablará por sí mismo. Esto dijeron sus padres, porque tenían miedo de los judíos, por cuanto los judíos ya habían acordado que si alguno confesase que Jesús era el Mesías, fuera expulsado de la sinagoga. -- Su hijo hablaba con toda franqueza del milagro. Aunque los padres no eran testigos oculares del milagro, ¿cómo podían dudarlo o dudar la palabra de su hijo? Juan da a entender que ellos sí sabían, pero que rehusaron admitirlo por temor a ser expulsados de la sinagoga (12:42; 16:2; Luc. 6:22). El hijo tuvo más valor que los padres; él no fue intimidado, pero ellos sí. Si hubieran dicho lo que sabían, que Jesús le sanó, habrían confesado a Jesús y habrían dado un duro golpe contra los judíos injustos, pero el negar a Cristo trae consecuencias horribles (Mat. 10:32, 33; Mar. 8:38). Los hermanos que no confiesan a Cristo en medio de los mundanos, las esposas que no perseveran en la fe por temor a sus maridos, los jóvenes que no confiesan a Cristo por temor a los "amigos", etc., imitan a estos padres.

          Ser expulsado de la sinagoga no se puede comparar con el apartarse de miembros infieles de la iglesia, porque los que eran expulsados de la sinagoga eran cortados de todas las relaciones religiosas (con sus bendiciones y promesas), como también de las relaciones sociales y aun económicas de la nación. "Esta excomunión involucraba la prohibición no sólo de asistir a la sinagoga, sino de toda relación con israelitas" (WEV). La gente tenía que guardar cuatro codos de distancia del expulsado, como si fuera leproso o muerto. No se podía estudiar con él y ni siquiera se podía señalarle el camino (AE).

 

9:23 Por eso dijeron sus padres: Edad tiene, preguntadle a él. -- Qué lástima que ellos no tuvieran el valor de su hijo. Los que rechazan la oportunidad de confesar a Cristo cooperan con el error. No querían ser expulsados de la sinagoga, pero estaban dispuestos a dejar que su hijo fuera expulsado.

 

9:24 Entonces volvieron a llamar al hombre que había sido ciego, y le dijeron: Da gloria a Dios; -- El testimonio de los padres hizo el caso más difícil para los judíos; por eso, volvieron al ataque contra el hombre mismo. Querían que él confesara que hubo conspiración entre él y Jesús para engañar, o que de alguna manera negara a Jesús.

          La expresión "Da gloria a Dios" equivale a "Confiesa tu pecado". "Se trata ... de una adjuración a decir la verdad (Jos. 7:19; 1 Sam. 6:5) como si antes no lo hubiera hecho ... Ya no pueden negar más la realidad de la curación debido al testimonio de los padres (9:19) y ahora quieren que el hombre admita que estaba mintiendo al decir que Jesús lo había sanado" (ATR).

          Algunos creen que con estas palabras los judíos requerían que no se diera gloria a Cristo sino a Dios ("Nótese cómo se contrastan las palabras Dios y este hombre" WH), pero esto implicaría que los judíos admitieron que hubo milagro, cosa que no hicieron. Sin duda, este detalle le llenó al ciego de nacimiento con más valor, porque al no admitir una cosa tan obvia, los judíos demostraban su falta de sinceridad e integridad.

          -- nosotros -- "Nosotros", los sabios, los doctores e intérpretes de la ley, los únicos que saben; los demás son ignorantes (7:14, 45-52).

          -- sabemos que ese hombre es pecador. -- ¿Por qué no nombraron el pecado cuando Jesús les desafío (8:46)? Desde luego, aquí le acusan de violar el día de reposo (9:16).

          La "lógica" de los judíos sería así:

          "Premisa mayor: Sólo los que son de Dios pueden abrir los ojos a los ciegos de nacimiento.

          "Premisa menor: Este hombre (Jesús) no es de Dios.

          "Conclusión: El no puede haber abierto los ojos de un ciego de nacimiento" (WH).

          Con este "razonamiento" los judíos pensaban poner fin al caso para que ya no hubiera más argumento. Según ellos, este hombre debería admitir su error y dar la razón a ellos.

          ¿Estaba dispuesto el hombre a colgar los guantes? La verdad es que como él no estaba intimidado por los judíos, tampoco estaba impresionado por su "lógica".

 

9:25 Entonces él respondió y dijo: Si es pecador, no lo sé; -- Desde luego, al decir esto no aceptó que Jesús fuese pecador, sino solamente que mientras ellos "sabían" que Jesús era pecador, él no sabía tal cosa.

          -- una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo. -- Insistían que, bajo juramento, él dijera la verdad. Muy bien, aquí está la verdad: "una cosa sé, que habiendo yo sido ciego, ahora veo". ¡Explíquenlo si pueden! Los judíos querían hablar de una sola cosa: de que Jesús era un pecador; pero el que nació ciego rehusaba discutir ese tema, y se apegaba al hecho del caso: que él nació ciego y que ahora veía. Entre más querían evadir el hecho, este hombre valiente más lo enfatizaba.

          Ellos dijeron sabemos (profesaban tener conocimiento), pero no se basaban en los hechos, sino en su supuesto conocimiento; él les contestó diciendo que él no tenía ese "conocimiento" que ellos tenían, pero "una cosa" (no basada en el prejuicio ni en alguna ley humana, sino en un hecho innegable). Lo que él sabía llevó mucho más peso que el "sabemos" de los judíos.

          Aquí está un ejemplo claro del conflicto entre la verdad y la mentira, entre la realidad y el "conocimiento" falso.

          Aunque le preguntaran y vituperaran, todos los razonamientos del mundo no podrían conmoverle, porque los hechos hablan por sí solos y no pueden ser refutados. Compárese 1 Cor. 2:2.

 

9:26 Le volvieron a decir: ¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos? --     Habiendo fracasado en su interrogación acerca de Jesús, vuelven a preguntar acerca del milagro, esperando encontrar ocasión contra el hombre o contra Jesús. Esta vana y fútil repetición de sus preguntas demuestra claramente que ellos habían perdido la batalla. No lograron nada ni con los padres ni mucho menos con el hijo. Ya no sabían qué hacer. Por eso, como toda persona confusa, "volvieron" a su pregunta inicial (9:15): ¿Qué te hizo? ¿Cómo? Ellos eran fiscales profesionales y para tales cosas este hombre era un neófito; de esa manera se demostraba la fuerza de la verdad y la debilidad de la mentira.

          La mano de Dios estaba en todo esto. Del mal El saca el bien. La desesperación de los judíos hizo posible la repetición del testimonio del hombre que nació ciego. ¡La repetición vale mucho!

 

9:27 El les respondió: Ya os lo he dicho, y no habéis querido oir; -- Es obvio que al ver la debilidad de sus atormentadores él cobraba ánimo, y su modo de hablar con ellos era cada vez más directo.

          -- ¿por qué lo queréis oír otra vez? ¿Queréis también vosotros haceros sus discípulos? -- Esta palabra era insultante y cortante; era pura ironía, pues sabía que no preguntaron para saber la verdad. El juzgado llegó a ser el juez; ahora no ellos sino él preguntaba.

          Jesús escogió a este hombre, como escogió al paralítico de Jn. 5, porque sabía lo que ellos harían y dirían. Este hombre sanado era un hombre muy listo, con buena cabeza y también con mucha valentía. Sus palabras son muy sencillas, claras y directas. Dan con el blanco.

 

9:28 Y le injuriaron, -- Hech. 23:4; 1 Cor. 4:12; 1 Ped. 2:23. Puesto que no podían resistir su sabiduría y que no querían aceptar la verdad, les quedaba solamente una alternativa: injuriarle  (Mat. 5:11). Sus palabras sencillas y directas dieron en el blanco, dejando derrotados a los judíos, y ellos -- muy irritados, enojados y amargados -- querían avergonzarlo.

          -- y dijeron: Tú eres su discípulo (Literalmente, tú eres discípulo de ese); -- ni siquiera querían pronunciar el nombre de Jesús. Para ellos cualquiera que hablara favorablemente de Jesús era su discípulo.

          -- pero nosotros, discípulos de Moisés somos. -- Si este hombre hubiera dejado a Moisés para escuchar a otro profeta, habría sido un apóstata, pero Moisés escribió acerca de este Profeta (Deut. 18:15-19) (JWM). Como ellos se jactaban de ser descendientes de Abraham, también se jactaban de ser discípulos (seguidores) de Moisés. Según el concepto de ellos había rivalidad entre Moisés y Jesús, pero véase Hech. 3:22, 23.

 

9:29 Nosotros sabemos que Dios ha hablado a Moisés; -- Otra vez se observa su arrogancia. Sabían que Dios había hablado a Moisés, pero no les importaba lo que Dios le había hablado. No querían reconocer que el mismo Moisés habló de Cristo y, por eso, les condenaba a ellos (5:45, 46).

          -- pero respecto a ése, no sabemos de dónde sea. -- Otra vez dicen "ése", expresión muy despectiva. Decían, "Ese hombre no procede de Dios" (9:16); "nosotros sabemos que ese hombre es pecador" (9:24). Con estas palabras negaban la autoridad de Jesús (Mat. 21:23). Pero véase Mat. 7:28, 29; 19:9.

          Cuando les convenía, decían, "Pero éste, sabemos de dónde es" (7:27), y cuando les convenía, decían, "no sabemos de dónde".

          La fama de Jesús era muy extensa no solamente en Galilea sino también en Judea (y aun en Jerusalén, 2:23), pero estos judíos no querían saber de estas "cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles" (1 Ped. 1:12)(MH).

 

9:30 Respondió el hombre, y les dijo: -- (Con aun más denuedo, les respondió. Como David metió "su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente", 1 Sam. 17:49, así también el este hombre se aprovechó de esta oportunidad de lanzar una "piedra" contra los judíos): Pues esto es lo maravilloso (en esto hay algo asombroso, LBLA; thaumastón, extraordinario, sorprendente), que vosotros no sepáis de dónde sea, y a mí me abrió los ojos. -- Era "algo asombroso" que ellos no aceptaran la autoridad de Jesús aunque hubiera abierto los ojos de un hombre que nació ciego. Estas dos posturas se contradicen la una a la otra. Los judíos no querían admitir que el milagro hecho por Jesús era maravilloso, pero el ciego les dijo que su ignorancia era maravillosa (asombrosa). La confianza de este hombre de veras es admirable. Bien ilustra lo que dice el Sal. 91 acerca de "El que habita al abrigo del Altísimo", porque los que dicen la verdad y defienden la verdad no deben temer a ningún hombre.

         

9:31 Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; -- El argumento era que si Jesús hubiera sido un pecador (impostor, engañador, violador del día de reposo), no podría haber hecho este milagro, pero Dios sí le oyó a Cristo (compárese 11:41, 42); El hizo este milagro. Por lo tanto, Jesús no era un pecador. De esta manera, efectivamente refutaba lo que los judíos decían acerca de Jesús (9:16, 24). Nicodemo reconoció esta verdad; "nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él" (3:2).

          Muchos textos bíblicos afirman que Dios no oye a los pecadores: 1 Sam. 8:18 "Clamareís ... mas Jehová no os responderá"; Job 35:12, "Allí clamarán, y él no oirá"; Sal. 18:41, "Clamaron y no hubo quien salvase; aun a Jehová, pero no los oyó"; Sal. 66:18, "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado"; Prov. 1:28, "Entonces me llamarán, y no responderá; me buscarán de mañana, y no me hallarán"; Prov. 15:29, "Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos"; Prov. 28:9, "El que aparta su oído para no oir la ley, su oración también es abominable"; Isa. 1:15; 59:2; Jer. 11:11; 14:12; Ezeq. 8:18 etc. Si Jesús hubiera sido como estas personas, Dios no le habría oído.

          -- pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ése (éste, LBLA) oye. -- Recuérdese que en este contexto la expresión "a éste oye" tiene que ver con las obras de Dios, o sea, los milagros hechos por Cristo. Dios le oye, es decir, obra a través de El. (Sal. 34:15, 16; 66:18; Prov. 15:29).

          Dios oye a los que le obedecen. La Biblia no enseña que los pecadores oren, sino que obedezcan (Mar. 16:16; Hech. 2:38). Saulo de Tarso ya estaba orando, pero Ananías le dijo, "¿Por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre" (Hech. 22:16). Cornelio ya estaba orando (Hech. 10:2), pero él recibió la orden de enviar "hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro; él te hablará palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa" (Hech. 11:13, 14).

         

9:32 Desde el principio no se ha oído decir que alguno abriese los ojos a uno que nació ciego. -- Magnifica el milagro. Ni siquiera Moisés y los profetas lo hicieron. Las plagas de Egipto eran obras de Dios, pero el milagro de abrir los ojos de una persona que nació ciego era especial y único, aun entre milagros.

 

9:33 Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer. -- ¡Llegó a su conclusión! ¡Qué argumento tan sencillo, lógico, e innegable! La lógica de este hombre era irrefutable. Emplea un silogismo sencillo:

          "Premisa mayor: Sólo los que son de Dios -- es decir, los que temen a Dios (literalmente Error! Reference source not found.) y hacen su voluntad -- son escuchados por Dios, de forma que pueden abrir los ojos a los ciegos de nacimiento.

          "Premisa menor: Este hombre, Jesús, fue escuchado por Dios, de modo que abrió los ojos de un ciego de nacimiento, y con ello realizó un milagro tan grande como nunca se había oído desde el principio del mundo (literalmente, Error! Reference source not found.).

          "Conclusión: Este hombre es de Dios. Si no lo fuera, nada podría hacer. Definitivamente no es pecador". (WH).

 

9:34 Respondieron y le dijeron: Tú naciste del todo en pecado, -- Habían perdido la batalla; fueron derrotados y avergonzados por el hombre que nació ciego, y no les quedó ningún argumento más. Puesto que no eran sinceros, lo único que sabían hacer era volver a vituperarle. Así los hijos del diablo (8:44) desprecian a un hombre grandemente favorecido por Dios.

          Dice el ver. 18 que "los judíos no creían que él había sido ciego", pero al decir "Tú naciste del todo en pecado", admiten que el hombre sí nació ciego como él dijo; de otro modo, ¿por qué dicen ellos que el hombre nació en pecado, puesto que ellos creían que la ceguera era castigo por el pecado? Este es otro caso de su hipocresía.

          -- ¿y nos enseñas a nosotros? -- ¿ (hombre pecador, ignorante, 7:49, mendigo) nos enseñas a nosotros? Pero esto fue precisamente lo que hizo. Con palabras sencillas y claras, con lógica irrefutable, ¡les enseñó! Podía hacerlo porque hablaba la verdad.

          -- Y le expulsaron (lo echaron fuera, LBLA). -- Al hablar de ser expulsado de la sinagoga Juan emplea la palabra aposunagogos (9:22; 12:42; 16:2), pero la palabra expulsaron (echaron) en 9:34 es exebalon, arrojaron. Pero dijeron "Tú eres su discípulo" (9:28), tratándolo como discípulo de Jesús; ya había confesado que Cristo era un profeta (9:17) y obrador de milagros (9:32, 33); después lo confesó como el Hijo de Dios y le adoró (9:38). Por eso, sin duda muy pronto lo expulsarían oficialmente de la sinagoga. "Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre" (Luc. 6:22). El ser expulsado por los religiosos que no conocen a Dios es una bendición para el expulsado.

 

9:35 Oyó Jesús que le habían expulsado; y hallándole, -- Jesús no estaba presente cuando el hombre discutía con los judíos; por su propia cuenta defendía a Cristo. Sin duda conocía la voz de Jesús, aunque esta haya sido la primera vez que lo veía.

          Jesús siempre será el Mejor Amigo de los que con denuedo le confiesan. Los hallará en los momentos cuando son despreciados y rechazados por su Nombre.

          -- le dijo: ¿Crees tú en el Hijo de Dios? -- Jesús ya le había dado la vista física, pero ahora le quiere dar la vista espiritual.

 

9:36 Respondió él y dijo: ¿Quién es, Señor, para que crea en él? -- Buscaba la Luz del mundo con toda humildad y sinceridad. Ya tenía mucha confianza en Jesús y, por eso, le era fácil creer en El como el Hijo de Dios.

 

9:37 Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. -- De esta manera tan directa Jesús se reveló a sí mismo solamente a este hombre y a la mujer samaritana (4:26).

 

9:38 Y él dijo: Creo, Señor; y le adoró. -- 4:20, 21, 22, 23, 24; 12:20. Primero, dijo, "Aquel hombre que se llama Jesús" (9:11); entonces dijo "Que es profeta" (9:17); que vino de Dios (9:33); y ahora "Creo, Señor; y le adoró".

          Se debe recalcar con todo énfasis que Jesucristo era adorado por los hombres, y que aceptó la adoración. El verbo adorar aquí es el mismo que se usa en 4:20-24 y se usa de la adoración divina ("Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren", 4:24). Recuérdese que los apóstoles no permitieron que los hombres le adoraran (Hech. 10:25; 14:18) y que el ángel no permitió que el apóstol Juan le adorara (Apoc. 19:10), pero Cristo nunca rehusó la adoración de los hombres.

          Los hermanos que desprecian la deidad de Cristo enseñan dos errores graves al respecto: (1) dicen que Cristo recibió la adoración porque en esencia El era Dios, pero que no tenía los atributos de Dios (p. ej., la omnipotencia, la omnisciencia), pero los atributos de Dios  incluyen también su perfecta santidad, perfecto amor, etc. y son las cualidades básicas e inherentes de su naturaleza divina, las características que constituyen su deidad. En primer lugar esta enseñanza es pura locura e insensatez porque Dios no puede deshacerse de sus atributos divinos, y en segundo lugar, un ser sin estos atributos no sería Dios en ningún sentido podría ser adorado. (2) Dicen también que Cristo recibió la adoración, pero que no la requería, pero este argumento se hace con pura astucia para ocultar el hecho de que si Cristo no era Dios (en el sentido bíblico, con todos sus atributos divinos), no habría permitido la adoración (Hech. 10:25, 26; Apoc. 19:10).

 

9:39 Dijo Jesús: Para juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven, vean, -- Mat. 4:16; Luc. 4:18. Estos son representados por este hombre que nació ciego físicamente y ahora ha recibido su vista. De la misma manera vivió en un estado de ceguera espiritual, pero ahora el Señor le abrió los ojos de su entendimiento.

          -- y los que ven (creen que ven, profesan ver y aun quieren ser guías de los ciegos; los que no están conscientes de su ceguera), sean cegados.-- Estos judíos ("los sabios", Mat. 11:25) que profesaban ver ("vemos", 9:41; Luc. 18:9) y ser "luz de los que están en tinieblas" (Rom. 2:19), en realidad eran "guías ciegos" (Mat. 15:14). Estos rechazaron la verdadera luz y, por eso, se hundían en tinieblas aun más oscuras. Al ver a Jesús y hablar con El solamente querían despreciarlo y rechazarlo; de esa manera se juzgaban a sí mismos como indignos de la vida eterna, Hech. 13:46; 9:41,

 

9:40 Entonces algunos de los fariseos que estaban con él, al oír esto, le dijeron: ¿Acaso nosotros somos también ciegos? -- 7:49. Compárese Mat. 21:45, "entendieron que hablaba de ellos". Creían que eran los ojos de la nación, pero véase Mat. 15:14.

 

9:41 Jesús les respondió: Si fuerais ciegos (conscientes de su ceguera), no tendríais pecado (podrían obtener perdón); -- Hech. 17:30.

          -- mas ahora, porque decís: Vemos (Rom. 2:17-19), vuestro pecado permanece (Mat. 9:12, 13). -- Había más esperanza para los publicanos y pecadores que para ellos (Mat. 21:31).

 

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