Juan 14

 

14:1 No se turbe vuestro corazón -- En muy poco tiempo Jesús estaría en manos de los enemigos y el día siguiente estaría en la cruz, pero aunque El sabía que Judas lo entregaría, que Pedro lo negaría, que los discípulos lo desampararían y que los judíos lo entregarían en manos de los romanos para que lo crucificaran, a pesar de todo esto El no pensaba en sí mismo, sino en sus apóstoles. Sabía que les esperaban pruebas duras y, por eso, les consolaba.

          "Porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón" (16:6). Físicamente Jesús ya no estaría con ellos, pues les había dicho varias veces que pronto volvería al Padre, pero en realidad siempre estaría con ellos: "He aquí, estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén", Mat. 28:20). "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (14:18). "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo" (14:27). "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (15:11); "Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo" 16:1). "Vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo" (14:20); "Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz" (16:33).

          -- creéis en Dios, creed también en mí. -- Porque Cristo también es Dios. ¿Por qué les dice esto? Porque había explicado que esa misma noche uno de ellos lo entregaría, que todos se escandalizarían de El (Mat. 26:31, 34), y les había dicho varias veces que ahora volvería al Padre. También les había dicho que serían perseguidos (Mat. 10:17-28). Tanto creéis como creed pueden ser indicativos o imperativos.

 

14:2 En la casa de mi Padre -- Esta palabra (oikis) significa una casa física (11:31), pero también significa una familia (4:53, "creyó él con toda su casa"; 8:35, "el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre").

          -- muchas moradas hay; -- Moradas, moné, "Primeramente un estarse, quedarse" (WEV); es decir, la palabra morada no solamente se refiere a un lugar donde se pueda morar, sino a la comunión con Dios ("haremos morada con él", 14:23); "moradas celestiales, J 14:2" (A-G); "Vieja palabra proveniente de meno, morar, moradas ... La imagen que Cristo nos da del cielo aquí es la más preciosa que poseemos. Es nuestro hogar celestial con el Padre y con Jesús" (ATR). La palabra moné tiene los dos sentidos, pero en este contexto es primeramente un estarse o quedarse, como se ve en el ver. 23: "El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada (moné) con él".

          -- si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; -- Jesús no tiene nada en común con los falsos maestros que hacen promesas que no se cumplirán (p. ej., el bautismo en el Espíritu Santo para todo creyente; la sanidad del cuerpo para todo creyente; una tierra renovada para los fieles; un reino terrenal de mil años).

          -- voy, pues, a preparar lugar para vosotros. -- Jesús no solamente está preparando el hogar celestial, sino que en ese mismo tiempo estaba preparando lugar en el cual los apóstoles participarían en la obra del reino. Les esperaba una responsabilidad muy grande (Mat. 18:18; 28:19). "En la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel" (Mat. 19:28). A través de este capítulo Jesús enfatiza el gozo de la comunión que ellos tendrían con El y con el Padre en su obra. Tendrían el privilegio de hacer mayores obras que las que Jesús había hecho (14:12); desde luego, estas mayores obras que ellos harían serían obras espirituales, pues nadie podría hacer señales más grandes que las que Cristo hizo. Obviamente esta promesa se refiere a la obra espiritual de ganar almas y, por medio del Espíritu Santo, de revelar "toda la verdad" del Nuevo Testamento.

          Jesús prometió edificar su iglesia o establecer su reino; los apóstoles ocuparían tronos en el reino de Cristo. Los "miembros de la familia de Dos" están "edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo" (Efes. 2:19, 20). "Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles ... " (1 Cor. 12:28). "Y él mismo constituyó a unos, apóstoles ... " (Efes. 4:11).

 

14:3 Y si me fuere y os preparare lugar, -- Sin duda alguna Jesús volvió al cielo para preparar un hogar celestial para sus discípulos (Apoc. 12:8). En el Día Final El dirá a estos: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25:34). Dice Pedro que después de que "los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas", habrá "cielos nuevos y tierra nueva" (2 Ped. 3:10, 13).

          Pero en esos momentos Jesús no habló solamente del gozo y consuelo eternos, sino del gozo y consuelo que en esos mismos días recibirían sus apóstoles, porque si los hubiera dejado solos, no podrían haber hecho nada. Por eso, promete volver pronto para ayudarles, pero ¿cómo volvería para ayudarles?

          Antes de contestar esta pregunta, hagamos otra: ¿qué hizo Jesús cuando salió de la tierra? (1) "por su propia sangre entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención" (Heb. 9:12); (2) "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne" (Heb. 10:19, 20); (3) "Teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios" (Heb. 4:15). Estos textos y otros nos explican que cuando Jesús volvió al Padre, primeramente hizo expiación con su propia sangre por los pecados del mundo, y llegó a ser nuestro perfecto Mediador (nuestro Sumo Sacerdote).

          Estando Jesús aquí en la tierra ¿qué promesas había hecho que todavía no había cumplido cuando regresó al cielo? Jesús y Juan habían predicado que "el reino de los cielos se ha acercado" (Mat. 3:2; 4:17) y, hablando del mismo tema, Jesús prometió edificar su iglesia (Mat. 16:18, que es su reino, Mat. 16:19). Otra promesa muy importante que El había hecho es el tema de estos capítulos (Juan 14, 15, 16); es decir, vendría el Consolador, el Espíritu Santo, para ayudarles y para guiarles a toda la verdad (16:13). De esto habla Jesús en seguida:

          -- vendré otra vez, -- Vendría en la persona del Espíritu Santo (Hech. 1:5, 8; 2:1-4). Muchos textos hablan acerca de la segunda venida de Cristo: (1) como ascendió visiblemente, así vendrá visiblemente (Hech. 1:9-11); (2) no se ofrecerá a sí mismo por los pecados del mundo (Heb. 9:26-28); (3) no vendrá para restaurar a los judíos a su tierra, porque Pablo dice que ahora la raza de la gente no tiene importancia delante de Dios (Gál. 3:28); (4) no establecerá su reino, pues al volver entregará el reino al Padre (1 Cor. 15:23, 24); (5) no dará otra oportunidad a los desobedientes (Heb. 9:27); (6) todos los muertos resucitarán (5:28, 29); (7) los fieles vivos serán arrebatados (1 Tes. 4:17) y transformados (1 Cor. 15:51-53; Fil. 3:21); (8) los cielos y la tierra con todas su obras serán quemados (2 Ped. 3:10); (9) todos serán juzgados (Mat. 25:31-46; 2 Tes. 1:6-10; Apoc. 20:11-15).

          Pero en este contexto Jesús habla también de otra venida: 14:18, "vendré a vosotros"; 14:23, "vendremos a él"; 14:28, "voy, y vengo a vosotros"; 16:22, "os volveré a ver". El día de Pentecostés al predicar a Cristo Pedro dijo, "Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís" (Hech. 2:33; 2:1-4; Jn. 14:26; 16:13). En los capítulos 14, 15, 16 de este libro de Juan El prometió venir otra vez a sus apóstoles:

          (1) 14:16, 17, el Consolador, el Espíritu Santo estaría "con vosotros para siempre" (compárese Mat. 28:20, "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo").

          (2) "No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros" (14:18); es decir, en ese mismo tiempo no los dejaría huérfanos, sino que vendría a ellos. Al decir "vendré otra vez" quería decir que El vendría otra vez para estar con los apóstoles en la persona del Espíritu Santo (el Consolador). "El que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él" (14:21). "Voy, y vengo a vosotros" (14:28).

          (3) "En aquel día (es decir, el día en que "vendré a vosotros", el día en que el Espíritu Santo llegaría para morar en ellos) vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros" (14:20); en aquel día, pues, ¡todavía estarían juntos! porque ellos (los apóstoles) tendrían comunión con el Hijo y con el Padre. Obviamente Cristo habla no solamente de una morada (un lugar) celestial, sino también de una relación celestial.

          Compárese Efes. 2:4-6, "nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús". ¿Cuándo? Cuando nos resucitó (nos dio vida, ver. 5; Rom. 6:4). Los que son miembros del cuerpo de Cristo (la iglesia Efes. 1:22, 23) están en lugares celestiales.

          -- y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis. -- "Deseo partir y estar con Cristo" (Fil. 1:23); "si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos" (2 Cor. 5:1); "así estaremos siempre con el Señor" (1 Tes. 4:17).

          Pero ¿estaremos con el Señor solamente al morir, o cuando Cristo venga la segunda vez? Ahora mismo todos los que guardan sus mandamientos (14:15, 21), su palabra (14:23), es decir, la enseñanza revelada por el Espíritu Santo (14:26; 16:13), serán amados por Jesús y por el Padre, y "vendremos a él, y haremos morada en él" (14:23). Recuérdese que primeramente la palabra morada se refiere al acto de estarse o quedarse, esto es, la comunión con Dios. Entonces, en el Día Final el Señor nos dará la vida eterna (Mat. 25:46).

          Es cierto que el hogar celestial es un lugar (2 Cor. 5:1; 2 Ped. 3:13; Apoc. 12:8; Apoc. 21), pero la dicha principal de ese lugar será la comunión eterna con Dios. Por lo tanto, las personas que no quieren tener comunión con Dios ahora aquí en la tierra (en la iglesia), no tendrán comunión con El en Aquel Día; es decir, no serán salvos y no irán al cielo. Las personas que "no tienen ganas" de asistir a los servicios y clases bíblicas de la iglesia simplemente no quieren tener comunión con Dios; por eso, no quieren ir al cielo.

          Parece que algunos solamente quieren ir al cielo para escapar del fuego del infierno, porque para ellos el orar a Dios y el asistir a las reuniones de la iglesia es como llamar a la policía o a los bomberos. Parece que si no tuviesen miedo del castigo en el infierno nunca asistirían a ningún culto, porque verdaderamente no buscan la comunión con Dios.

          La morada celestial para los que aman a Dios y guardan sus mandamientos es la dicha de tener comunión con Dios (Padre, Hijo, y Espíritu Santo).

 

14:4 - 6 Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino. (Al conocer a Cristo y su enseñanza sabían el camino). Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, -- La palabra camino era palabra llena de significado para el judío (Deut. 5:32, 33; 31:29; Isa. 30:21; 35:8; Sal. 27:11).

          Entramos en comunión con el Padre por medio de Cristo: "Yo soy la puerta" (10:7, 9; Mat. 11:27; Luc. 10:22; Heb. 10:20); "por medio de él ... tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre" (Efes. 2:18; 3:12). En el libro de Hechos Lucas no habla del "cristianismo", sino del Camino: después de entrar por Cristo, la Puerta, debemos andar en El, el Camino (Hech. 9:2; 18:26; 19:9, 23; 22:4; 24:14, 22).

          El mundo está lleno de problemas, pero Cristo puede resolver todo problema de la humanidad. El hombre solo no puede resolver los muchos problemas causados por el pecado. ¿Qué hace el hombre? Cambia la etiqueta, para que el pecado ya no sea pecado; p. ej., se habla de la delincuencia juvenil, y eso ¿qué es? La Biblia no dice delincuencia juvenil, sino pecado (rebeldía, fornicación, hurto). El humanismo afirma que el hombre está bien así como está, que cada quien debe hacer lo que le convenga y otros no tienen el derecho de criticar. Dice que lo bueno es lo que le da satisfacción carnal (compárese Isa. 5:20).

          Solamente Cristo puede resolver el problema principal del hombre (el pecado), porque El murió en la cruz para redimirnos de la culpa y del dominio del pecado.

          -- y la verdad, -- (Sal. 26:3; 86:11; 119:30). Cristo es el Verbo de Dios, es decir, la personificación de la revelación de Dios. El Verbo habitó entre nosotros, "lleno de gracia y de verdad ... Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (1:14, 17). Dijo a sus discípulos, "y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (8:32). Al igual que los apóstoles nosotros aprendemos la verdad no solamente por las palabras de Jesús, sino también por su perfecto ejemplo, pues El practicaba su enseñanza. Pablo hace la pregunta, "Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo? ¿Tú que predicas que no se ha de hurtar, ¿hurtas? ¿Tú que dices que no se ha de adulterar, ¿adulteras?" (Rom. 2:21, 22).

          ¿Qué sabe el hombre de la verdad? Para el hombre la verdad no es absoluta, sino relativa; es decir, lo que el hombre considere la verdad para él eso es la verdad. Lo que es la verdad para una persona no es la verdad para otra persona.

          Sin lugar a dudas, el hombre se considera a sí mismo como muy inteligente, pero "profesando ser sabios, se hicieron necios" (Rom. 1:22). "¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el disputador de este siglo? ¿No ha enloquecido Dios la sabiduría del mundo?" (1 Cor. 1:20). El hombre no sabe su origen, pues piensa que ha evolucionado paso a paso con el mono. Tampoco sabe su destino, pues cree que al morir dejará de existir. Cree que en esta vida es muy superior a los animales, pero que al morir muere con los animales. El hombre ha inventado la bomba atómica y vive con el temor de que algún gobierno fanático destruya el mundo.

          -- y la vida; -- (5:21; 10:28; 17:3). La vida es comunión con Dios y la muerte es separación de Dios. Cristo es la vida y, por eso, ha resuelto el problema de la vida. El hombre ha avanzado increíblemente en la ciencia médica pero ¿habrá resuelto el problema de la muerte? Jesús levantó a los muertos para demostrar que El podía resolver el problema de la muerte. El explica todo aspecto de la muerte, y el cristiano dice, "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Cor. 15:55).

          -- nadie viene al Padre, sino por mí. -- Cristo es el único Camino al cielo.  Este es otro de los textos "Yo soy". Los otros son "Yo soy el pan de vida" (6:35); "Yo soy la luz del mundo" (8:12); "Yo soy el buen pastor" (10:14); "Yo soy la resurrección y la vida" (11:25); y "Yo soy la vid verdadera" (15:1).

 

14:7 Si me conocieseis, -- Después de tanto tiempo realmente los apóstoles todavía no conocían a Jesús.

          -- también a mi Padre conoceríais -- al conocer a Jesús conocemos al Padre. ¿Cómo es el Padre? Jesús es la revelación perfecta del Padre. Dios es revelado por sus maravillosas obras (Rom. 1:20), como también en las Escrituras del Antiguo Testamento (p. ej., su gobierno moral), pero solamente en Cristo el Padre se conoce perfectamente, porque en Cristo se puede conocer su perfecto amor, gracia y justicia, y su gran solicitud por el hombre perdido (Luc. 15).

          -- y desde ahora le conocéis, y le habéis visto. -- 1:18; Mat. 11:27; Luc. 10:22. Repetidas veces Jesús afirma su perfecta identidad y unidad con el Padre y, por eso, su deidad.

14:8, 9 Felipe le dijo: Señor, muéstranos el Padre, y nos basta. (Compárense Ex. 33:18-23; Isa. 6:1-5). Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre; -- Felipe quería ver al Padre con sus propios ojos, pero no entendía todavía que Jesucristo era la perfecta revelación (representación) del Padre. Al conocer al Cristo revelado por Mateo, Marcos, Lucas, Juan y el resto del Nuevo Testamento, ¡conocemos al Padre!" Y llamarás su nombre Emanuel ... Dios con nosotros" (Mat. 1:23); "si a mí me conocieseis, también a mi Padre conocerías" (8:19); "el que me ve, ve al que me envió" (12:45); "todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente" (5:19); "el Padre está en mí, y yo en el Padre" (10:28); "él es la imagen del Dios invisible" (Col. 1:15); "en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad" (Col. 2:9); "el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia" (Heb. 1:3).

          -- ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? -- Jesús también puede hacer preguntas. La gente había preguntado, "¿Cómo, pues, dice éste: Del cielo he descendido?" (6:42); "¿Cómo dices tú: Seréis libres?" (8:33); y "¿Cómo, pues, dices tú que es necesario que el Hijo del hombre sea levantado?" (12:34). Ahora le tocó a Jesús preguntar: "¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre?"

          Parece que algunos creen que si Dios estuviera físicamente entre los hombres -- para que se pudiera ver, oír, y palpar -- todos lo aceptarían, pero en realidad Dios estaba físicamente entre ellos en la persona de Jesús de Nazaret, pero en lugar de aceptarlo, "crucificaron al Señor de gloria" (1 Cor. 2:8).

 

14:10, 11 ¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? (Para probar esta afirmación les recuerda de dos pruebas innegables: sus palabras y sus obras) Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, - Las palabras (enseñanzas) de Jesús no eran las de un mero hombre, sino las palabras de Dios. Jesús no enseñó aparte o independientemente del Padre, (5:30; 7:17, 28; 8:28, 42; 10:18; 12:49), sino que sus palabras eran precisamente las palabras del Padre.

          -- sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Creedme (14:1) que yo soy en el Padre, y el Padre en mí; -- Repetidas veces Jesús les recuerda de su perfecta unidad con el Padre, en sus enseñanzas y en sus obras. El Padre y el Hijo son uno (10:30) -- en esencia, en propósito y en obra -- y, por eso, las palabras y las obras de Jesús no eran simplemente semejantes a las palabras y las obras del Padre, sino que eran en realidad las mismas palabras y obras del Padre.

          -- de otra manera, creedme por las mismas obras. -- 5:36; 10:25, 37, 38; 15:24. Si su fe en Jesús era débil todavía, entonces, por lo menos, deberían creer lo que sus propios ojos les decían. De esta manera respondió a las dudas de Juan el bautista (Mat. 11:1-6).

 

14:12 De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. -- ¡Qué dicho tan asombroso! ¿Quién podría hacer obras más estupendas que las que Jesús había hecho? Obviamente no se refiere a las señales, pues los apóstoles no harían más grandes señales que los que El había hecho; por lo tanto, es necesario concluir que El se refiere a las obras espirituales que los apóstoles harían al evangelizar al mundo. Después de la resurrección de Jesús y poco antes de su ascensión, les daría la Gran Comisión (Mat. 28:18-20; Mar. 16:15, 16; Luc. 24:46, 47), y al ascender al cielo les enviaría al Espíritu Santo para ayudarles para que cumplieran la obra que les había encomendado. Jesús había alimentado a los cinco mil con el pan físico, pero muy pronto habría cinco mil tan sólo en Jerusalén que aceptarían el pan espiritual (Hech. 4:4). Jesús limitó su ministerio a las ovejas perdidas de Israel (Mat. 15:24), pero los apóstoles serían sus testigos no solamente en Jerusalén y en Judea, sino también en Samaria y hasta lo último de la tierra (Hech. 1:8).

          Por lo tanto, Jesús no se refiere a mayores milagros, sino a la obra espiritual de evangelizar al mundo, convertir muchas almas, establecer muchas iglesias y confirmarlas en la verdad.

 

14:13, 14 Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, (14:13, 14; 15:7, 16; 16:23, 24, 26) lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. -- Lo que el Padre hace, el Hijo también lo hace.

          -- Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré. -- Literalmente, "si algo me pedís en el nombre de mí, yo lo haré", Interlineal Lacueva; ATR menciona los manuscritos que dicen esto: "El uso de me (me) aquí está apoyado por Alef, B, 33, Vulgata, Siriaca, Peschito". Véanse Hech. 7:59; Apoc. 22:20. Pero aparte de la cuestión de manuscritos, Jesús promete que "si algo pidiereis en mi nombre" o "si algo me pedís en mi nombre", yo lo haré. Pedir algo en el nombre de Cristo no es simplemente una fórmula que se dice al terminar la oración, sino que en su nombre quiere decir todo lo que el nombre significa. El nombre de Jesús se refiere a su autoridad; es decir, para orar en su nombre, tenemos que orar de acuerdo con su voluntad.

 

14:15 Si me amáis, guardad mis mandamientos (8:51, mi palabra, toda mi enseñanza). -- Aunque Cristo estaba a punto de volver al Padre y ya no estaría físicamente entre vosotros, dice que si en verdad le amaban, deberían continuar guardando su enseñanza, como si El todavía estuviera físicamente entre ellos. La obediencia es el fruto del amor. El amor verdadero es el amor activo; si no se puede observar en lo que hace, es porque no existe.

          Uno de los errores fundamentales del calvinismo (que es la base de casi toda religión llamada cristiana) es que el hombre obtiene la salvación por medio de la fe sola, pero repetidas veces Jesús enfatiza la importancia del amor y de la obediencia a sus mandamientos como demostración del amor. El dice que el primer mandamiento es amar a Dios (Mat. 22:37), y la fe sin obediencia es fe sin amor.

          Al decir, "Si me amáis, guardad mis mandamientos" (es decir, continuar en comunión conmigo por medio del amor obediente), establece el requisito para recibir la promesa del siguiente versículo.

14:16 Y yo rogaré al Padre, y os dará otro (allon, otro de la misma clase, de la misma naturaleza) Consolador, -- No hay palabra castellana que sea adecuada para traducir esta palabra: "parakletos, lit., llamado al lado de uno, en ayuda de uno ... sugiere la capacidad o adaptabilidad para prestar ayuda. Se usaba en las cortes de justicia para denotar a un asistente legal, un defensor, un abogado; de ahí, generalmente, el que aboga por la causa de otro, un intercesor, abogado, como en 1 Jn 2:1, del Señor Jesús. En su sentido más amplio, significa uno que socorre, que consuela" (WEV).

          "Los griegos empleaban esta palabra de maneras muy variadas. Un parakletos podía ser una persona a quien se llamaba para dar testimonio a favor de alguien en un tribunal; podía tratarse de un abogado a quien se llamaba para defender una causa cuando el acusado tenía posibilidades de recibir una pena muy grave; podía ser un experto a quien se llamaba para consejar sobre alguna situación difícil. Podía ser una persona a quien se llamaba cuando un batallón de soldados se sentía deprimido y descorazonado y se le pedía que los alentara y les infundiera coraje. En todos los casos, un parakletos es alguien a quien se llama para brindar ayuda" (WB).

          Jesús había enfatizado mucho su relación con el Padre, y ahora comienza a enfatizar su relación con el Espíritu Santo.

          -- para que esté con vosotros para siempre: -- Recuérdese Mat. 28:20, "He aquí, estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". ¿Cómo lo haría? En la persona del Espíritu Santo (14:17, 26; 15:26; 16:7-15; Mat. 10:19; Mar. 13:11; Luc. 12:11). Nunca habría necesidad de otro.

          Aquí dice que el Padre enviará al Espíritu Santo, pero en 15:26 Jesús dice, "el Consolador a quien os enviaré del Padre"; también en 16:7, "os lo enviaré". Este es otro detalle muy significativo, porque indica la deidad de Cristo y enfatiza que lo que el Padre hace también lo hace el Hijo.

 

14:17 el Espíritu de verdad, (14:6, 26; 16:13; 1 Jn. 5:7) al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve (no sabe discernirle en ninguna de sus manifestaciones", B-S), ni le conoce; -- No conocen al Espíritu Santo, pues algunos de los fariseos aun se atrevieron a decir que "Este (Jesús) no echa fuera los demonios sino por Beelzebú, príncipe de los demonios" (Mat. 12:24). Al oír esto Jesús dijo, "cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo" (Mar. 3:20-30).

          -- pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros. -- Después de resucitar de entre los muertos Jesús dijo a los apóstoles, "yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Luc. 24:49). El "poder desde lo alto" sería el Espíritu Santo. Lucas da más información sobre esto en Hech. 1:4, 5, 8; Jesús les dijo que "vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días ... recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo". Esta promesa se cumplió el día de Pentecostés (Hech. 2:1-4).

          Habiendo sido bautizados con el Espíritu Santo los apóstoles podían impartir dones milagrosos del Espíritu Santo a otros hermanos (Hech. 8:14-17; Rom. 1:11).

          Los que se arrepienten y se bautizan reciben el perdón de sus pecados y el don del Espíritu Santo. En el día de Pentecostés el apóstol Pedro dijo, "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en le nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hech. 2:38), refiriéndose a todas las bendiciones de la salvación proporcionadas por el Espíritu Santo. En lugar de describir todas estas bendiciones espirituales que constituyen el efecto de la obra del Espíritu Santo, Pedro dice simplemente "el don del Espíritu Santo", es decir, nombrando la causa en lugar del efecto; después habla del "Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen" (Hech. 5:32; Rom. 5:5; Gál. 4:6; 1 Tes. 4:8). Compárese Efes. 4:7, 8, "Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo ... dio dones a los hombres"; es decir, el don de Cristo no es El mismo, sino los dones (facultades, oficios, poderes) dados por El.

          Pablo dice que el pecado mora en el inconverso (Rom. 7:17; véase Apoc. 2:13, "mora Satanás"), pero que el Espíritu Santo mora en los cristianos (Rom. 8:9). En lugar de ser controlado por el pecado, el cristiano es dirigido, fortalecido y controlado por el Espíritu Santo. Es guiado por el Espíritu Santo (Rom. 8:14) por medio de la palabra inspirada. Asimismo el hombre resiste al Espíritu Santo (Hech. 7:51) cuando resiste su enseñanza. Los hermanos del primer siglo apagaban al Espíritu Santo cuando apagaban algún don del Espíritu Santo (1 Tes. 5:19). Estamos llenos del Espíritu Santo (Efes. 5:18) cuando llevamos el fruto del Espíritu (Gál. 5:22, 23).

          Pablo dice que la iglesia es la habitación santa del Espíritu Santo (1 Cor. 3:16, 17; 6:19, 20; Efes. 2:19, 20; 2 Tim. 1:14; Sant. 4:5).

          El cristiano tiene comunión con el Espíritu Santo; es decir, participa con el Espíritu Santo (2 Cor. 13:14; Heb. 6:4) en las "cosas mejores, y que pertenecen a la salvación" (Heb. 6:9).

 

14:18 No os dejaré huérfanos; -- Al morir algún rabino sus discípulos se describían como huérfanos (FP). Los discípulos de Cristo no se quedarían en el mundo como huérfanos (o como ovejas sin pastor).

          -- vendré a vosotros. -- Cuando algún ser querido se despide de nosotros, queremos saber cuándo regresará, cuándo volveremos a vernos. Jesús dice, "vendré a vosotros". Algunos piensan que aquí Jesús se refiere a su resurrección, pero al tomar en cuenta los versículos que siguen (14:21, 23, 26-28) parece mas probable que se refiere a su venida en la persona del Espíritu Santo. En el ver. 28, al decir "voy" El explica que quería decir, "voy al Padre". Si se hubiera referido solamente a su breve estancia con ellos después de resucitar, entonces después de eso los habría dejado huérfanos, pero había dicho, "He aquí estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mat. 28:20).

 

14:19 Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; -- Lo verían con sus propios ojos físicos durante cuarenta días después de su resurrección (1 Cor. 15:1-8), pero en este contexto Jesús enfatiza la comunión permanente con ellos por medio del Espíritu Santo. "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor ... " (2 Cor. 3:18). La presencia de Cristo con ellos ya no sería física, sino espiritual.

          -- porque yo vivo, vosotros también viviréis. -- (Col. 3:1-4). Tenemos vida espiritual porque Cristo fue "resucitado para nuestra justificación" (Rom. 4:25); porque El vive siempre para interceder por nosotros (Heb. 7:25); y, desde luego, nuestra resurrección depende de la resurrección de Cristo. Como El está glorificado ahora, así también nosotros seremos glorificados (Fil. 3:21; 1 Jn. 3:2).

 

14:20 En aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, y vosotros en mí, y yo en vosotros. -- Sin duda alguna, las apariciones de Jesús sirvieron para fortalecer la fe y el ánimo de los apóstoles, pero "aquel día" tiene que incluir más que los cuarenta días que El estuvo con ellos después de resucitar (16:23, 26). "Aquel día" comenzaría el día de Pentecostés (Hech. 2).

 

14:21 El que tiene mis mandamientos, y los guarda (no solamente sabe hablar de ellos, sino que los guarda en su corazón y los practica en su vida), ése es el que me ama; -- Esta es la evidencia verdadera del amor a Cristo: guardan su enseñanza. Esto no significa obediencia perfecta (Fil. 3:12; 1 Jn. 1:8-10), porque acerca de sus apóstoles Jesús dijo al Padre, "me los diste, y han guardado tu palabra" (17:6), aunque tuvieran sus debilidades. Todos debemos orar, "perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores" (Mat. 6:12).

          -- y el que me ama, será amado por mi Padre, -- Dios ama a todo el mundo (3:16), pero no de la manera que ama al verdadero discípulo de Cristo. El cristiano ama aun al enemigo (Mat. 5:44), pero este amor no es lo mismo que el amor que tiene por su hermano en Cristo.

          -- y yo le amaré, y me manifestaré a él. -- Emphanizo, "1. Manifestar, exhibir a la vista ... metafóricamente, de que Cristo daría evidencia por la acción del Espíritu Santo en las almas de los discípulos que El (Cristo) vivía en el cielo" (Léxico Grimm-Thayer).

          Algunos creen que Jesús "se manifiesta" a ellos, y dicen que sienten su presencia en su corazón, que sienten que El está muy cercano, que tienen sentimiento de gran fuerza por la presencia del Espíritu Santo, etc., pero tales conceptos son subjetivos y peligrosos porque no son bíblicos sino humanos.

 

14:22 Le dijo Judas (no el Iscariote): -- (hijo de Jacobo, Luc. 6:16; Hech. 1:13; Tadeo, Mat. 10:3; Mar. 3:8); en aquel tiempo Judas era un nombre común, pero ¿cuántos se llaman Judas ahora?

          -- Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo? -- En el sentido indicado por los hermanos de Jesús (7:4), como el Mesías político de los judíos.

14:23 Respondió Jesús y le dijo: El que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. -- Hacían su morada con los apóstoles: "Nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo" (1 Jn. 1:3), y hacen su morada con todos los hijos de Dios.

          ¿Contesta Jesús la pregunta de Judas? Sí, porque sigue hablando de cómo y a quiénes se manifestaría. Se manifestaría solamente a los que le aman y guardan su enseñanza. Su venida sería una venida al corazón y vida de sus discípulos (Luc. 17:20; Apoc. 3:20). Para poder tener moradas celestiales (14:2), primero es necesario que nuestra vida sea la morada de Dios aquí en la tierra (14:23, 28).

          Aquí obviamente Jesús no se refiere al poco tiempo que estaría con ellos después de resucitar, sino a la comunión duradera que todos sus discípulos gozarían con El y con el Padre. La morada de Dios es con su pueblo. Este concepto no es nuevo, pues Isa. 57:15 dice, "Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu" (véanse también Ezeq. 37:26-28; 2 Cor. 6:16-18; Apoc. 3:20, "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo").

         

14:24 El que no me ama, no guarda mis palabras; -- Muchas veces verdades bíblicas se afirman tanto negativa como positivamente. Esto es para dar énfasis a la enseñanza. Si no hay amor, no habrá gratitud. Si no hay amor, no habrá respeto por el deber. Hay que seguir repitiendo que el amar no es asunto de sentimientos, sino de algo práctico, pues se puede ver y conocer solamente por sus acciones (Jn. 3:16; 13:34, 35; 1 Jn. 3:17, 18; Efes. 5:24; Mat. 5:44).

          -- y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. -- 7:16; 8:28; 12:49.

 

14:25, 26 Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas ("toda la verdad", 16:13; las señales de Jesús, los hechos de la vida de Cristo, como también sus enseñanzas, y todo el consejo de Dios, Hech. 20:27), y os recordará todo lo que yo os he dicho. -- Esto es lo que se llama inspiración (2 Tim. 3:16, 17; 2 Ped. 1:20, 21), que fueron llevados o impelidos por el poder del Espíritu Santo, no expresando sus propios pensamientos, sino siguiendo la mente de Dios en palabras dadas y ministradas por El (WEV). La palabra inspiración, "theopneustos, inspirado por Dios (Theos, Dios, pneo, respirar), se usa en 2 Ti 3:16, de las Escrituras en contraste a escritos no inspirados" (WEV). Las Escrituras ¡son respiradas por Dios! Dios habla al hombre a través de las Escrituras como si le hubiera hablado toda palabra con su propia boca. La inspiración era la extraordinaria influencia divina que el Espíritu Santo ejercía sobre la mente de los santos hombres de Dios (2 Ped. 1:21), para enseñarles qué y cómo deberían enseñar oralmente o por escrito.

          ¿Cómo era la inspiración de los apóstoles? ¿Inspiraba el Espíritu Santo los pensamientos de los apóstoles, dejando que ellos escogieran las palabras para expresar el pensamiento o era verbal (la inspiración de cada palabra)? Pablo explica en 1 Cor. 2:9-13 que los apóstoles hablaban "no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a los espiritual" (es decir, acomodando las palabras espirituales a las cosas espirituales dadas por Dios). La inspiración tuvo que ser verbal (la inspiración de cada palabra), porque a veces los hombres enseñaron o escribieron verdades que ni siquiera entendieron (p. ej., Hech. 2:39; 1 Ped. 1:10, 11). Pedro explica "que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana" (2 Ped. 1:20, 21); por eso, la inspiración no fue de pensamiento sino de palabra.

          El Espíritu Santo estaba presente con los apóstoles para recordarles todo lo que Jesús había enseñado, para guiarles a toda la verdad (16:13), para que no se equivocaran al registrar la verdad de Dios. Sin embargo, aunque la inspiración era verbal, no era mecánica; es decir, al ser inspirados los hombres no se convirtieron en máquinas dirigidas por el Espíritu Santo. Podían escribir información que ellos sabían, pero el Espíritu Santo les guiaba para evitar equívocos. También se puede observar la diferencia de estilo entre los escritores, porque el Espíritu Santo utilizaba el conocimiento y escogía palabras del vocabulario del hombre inspirado.

          La inspiración de las Escrituras se ve en el hecho de que los hombres inspirados siempre declaraban que su mensaje había venido de Dios (Ex. 20:1, 19, 22; 33:11; 34; 27; 2 Sam. 23:2; Isa. 1:2, Jer. 1:7-9; Ezeq. 2:7) y que hablaban y escribían bajo la influencia directa del Espíritu de Dios. Como cuatro mil veces los escritores del Antiguo Testamento afirmaron que "Jehová dijo", y que "La palabra de Jehová vino a ... ". También los escritores del Nuevo Testamento dijeron que lo que predicaban y escribían era la palabra de Dios (1 Cor. 2:13; 1 Tes. 2:13; 1 Ped. 1:25; 2 Ped. 3:2). Pablo dice que lo que escribió son los mandamientos del Señor (1 Cor. 14:37). Pedro dice que los escritos de Pablo son "Escritura" (2 Ped. 3:16), y Pablo dice que no solamente Deut. 25:4, sino también Luc. 10:7 son Escrituras (1 Tim. 5:17, 18).

          Lo que Dios inspiró, pues, era cada palabra enseñada y escrita por los santos hombres, pero su conducta no era inspirada, pues algunos hombres inspirados cometieron errores. Algunos miembros de la iglesia de Corinto recibieron dones del Espíritu Santo, pero había mucha carnalidad entre ellos (1 Cor. 3:1-3).

          Recuérdese que Cristo perfectamente reveló al Padre; por lo tanto, era necesario que el Espíritu Santo no sólo se encargara de registrar la enseñanza de Cristo, sino también los detalles de su vida (mayormente sus señales), para que todos conozcamos a Cristo como lo conocieron los discípulos que anduvieron con El durante su ministerio personal. Por eso, estamos estudiando el evangelio de Juan.

          La supuesta revelación continua (p. ej., el Libro de Mormón y todas las llamadas revelaciones modernas) viene de parte de falsos profetas, porque la revelación verdadera terminó con la muerte de los apóstoles, pues "él os enseñará todas las cosas" (16:13).

         

14:27 La paz os dejo, mi paz os doy; -- 16:33. Bajo el Antiguo Testamento el dar paz era la prerrogativa exclusiva de "el Dios de paz" (Rom. 15:33): "El da en tu territorio la paz" (Sal. 147:14); "Jehová, tú nos darás paz" (Isa. 26:12); "Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado" (Isa. 26:3); "produciré fruto de labios: Paz, paz al que está lejos y al cercano, dijo Jehová" (Isa. 57:19); los sacerdotes habían de bendecir al pueblo diciendo, "Jehová te bendiga, y te guarde; Jehová hagan resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia; Jehová alce sobre ti su rostro, y ponga en ti paz" (Núm. 6:22-27).

          En esto vemos otra vez que Cristo es Dios, pues El da paz: "Se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz" (Isa. 9:6); "Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca" (Efes. 2:17); "Y se repente apareció con el ángel una multitud de los ejércitos celestiales alabando a Dios, y diciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace" (Luc. 2:13,14, LBLA).

          La palabra paz (eiréne) que Cristo promete son "las relaciones armónicas entre Dios y el hombre, conseguidas mediante el Evangelio, Hch 10:36; Ef 2:17" (WEV); "el evangelio de la paz" (Efes. 6:15); "anuncian la paz" (Rom. 10:15). El dar paz significa, pues, dar las bendiciones de Dios a aquellos que sostienen una relación aceptable (comunión) con El. "Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado" (Col. 1:21; Efes. 2:1-12); "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo", (Rom. 5:1; Efes. 2:14-17).

          Es imposible tener la paz de Cristo sin recibir la enseñanza de Cristo: "Las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron", 17:8; tenían paz con Dios al aceptar la enseñanza de Jesús. Al rechazar a Cristo y su enseñanza los judíos rechazaron lo que era para su paz ("Y cuando llegó  cerca de la ciudad, al verla, lloró sobre ella, diciendo: ¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en esto tu día, lo que es para tu paz!", Luc. 19:42. Como dice el Sal. 119:165, "Mucha paz tienen los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo"; "Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones ... La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros" (Col. 3:15, 16); "Mas el fruto del Espíritu es ... paz" (Gál. 5:22, el Espíritu la produce por medio de la palabra). Por eso, Jesús dice, "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (15:11).

          Muchos de los que profesan tener paz con Dios y paz en su alma no son "solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efes. 4:3-6, "un cuerpo, y un Espíritu ... una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre").

          Muchos dicen "paz, paz" cuando no hay paz, porque escuchan a los falsos maestros y persisten en su desobediencia a la palabra de Dios. "Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz, y no hay paz" (Jer. 6:14); "que cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán" (1 Tes. 5:3).

          El resto de la definición de la palabra paz tiene que ver con "la paz interna, la tranquilidad en el alma, que es el fruto de la paz objetiva. Cristo nos da paz por medio de su sacrificio en la cruz ... y la conciencia de reposo y contentamiento que surge de ello" (WEV). "Estas cosas os he hablado para que en mi tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (16:33). El cristiano tiene paz en su corazón en un mundo de aflicción y tribulación. "El ocuparse del Espíritu es vida y paz" (Rom. 8:6); "Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer" (Rom. 15:13).

          Con toda confianza (denuedo) Pedro y Juan comparecieron ante el Sanedrín (Hech. 4, 5). "Entonces todos los que estaban sentados en el concilio, al fijar los ojos en él (Esteban), vieron su rostro como el rostro de un ángel" (Hech. 6:15). Pedro estaba "durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas" (Hech. 12:6). Después de ser azotados y echados al "calabozo de más adentro", con los pies asegurados en el cepo, "a media noche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios" (Hech. 16:23-25).

          Los que gozan de la paz de Cristo lo demuestran en su vida y en su relación unos con otros (Rom. 12:18; 14:19; 2 Cor. 13:11; Gál. 5:22; Efes. 4:31, 32; 1 Tes. 5:13; 2 Tim. 2:22; Heb. 12:14; Sant. 3:17; 1 Ped. 3:10, 11; 2 Ped. 3:14). Estos textos enseñan que los cristianos han tenido cambio de carácter (cambio de actitud, cambio de disposición, cambio de genio). Ya no son iracundos, contenciosos, o amargados. Ya no murmuran unos de otros, quejándose unos contra otros, porque ya son nuevas criaturas (2 Cor. 5:17).

          En toda la carta a los filipenses (4:4-7) Pablo nos explica cómo tener esta paz: p. ej., ser participantes de la gracia de Dios (1:7); participar en la evangelización (1:5); combatir unánimes por la fe del evangelio (1:27); ser humildes y estar unidos (2:1-4); ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor (2:12); ser luminares en el mundo (2:14-16); dejar y olvidar lo pasado y proseguir a la meta (3:12-14); regocijarse en el Señor (4:1, 4); mostrar gentileza hacia otros (4:5); por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones al Señor con acción de gracias (4:6); "y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús" (4:7).

          Desde luego, al prometer esta paz Jesús no promete que ya no habrá problemas. Por el contrario, les dice claramente que habría muchos problemas (Mat. 10:34-38). ¿Quiénes son los pacificadores? (Mat. 5:9). ¿Cómo efectúan la paz? Por medio de la enseñanza de Cristo. Muchos no quieren esta clase de paz (3:19-21; 15:18-25), porque aborrecen la verdad y la luz que son representadas por los cristianos. "No penséis que he venido para traer paz a la tierra; no he venido para traer paz, sino espada ... " (Mat. 10:34-39).

          -- La paz os dejo -- Jesús dejó a su madre en el cuidado de Juan; dejó su ropa a los soldados; encomendó su espíritu al Padre; dejó su cuerpo a José de Arimatea; y el legado muy importante que dejó a todos sus discípulos era y es su paz (MH).

          -- yo no os la doy como el mundo la da -- 1 Tes. 5:3. El mundo no puede dar la paz verdadera. La paz que el mundo ofrece es la tranquilidad que ofrece la confianza en el hombre, en el dinero y en la sabiduría humana. También el mundo busca "paz" y "tranquilidad" en el alcohol y otras drogas. Quieren escapar de sus problemas por medio de meterse en problemas aun más serios (p. ej., el hombre disgustado con su esposa busca a otra mujer). La "paz" del mundo es "una paz escapista, una paz que surge de evitar problemas, de negarse a enfrentar las cosas. La paz que ofrece Jesús es la paz de la conquista. Aquella paz que ninguna experiencia de nuestra vida nos puede quitar. Una paz que ningún dolor, peligro o sufrimiento puede disminuir. Es una paz independiente de las circunstancias exteriores" (WB).

          La paz religiosa que el mundo ofrece es por medio del movimiento ecuménico en el cual la verdad del evangelio se sacrifica para que haya una "unidad" falsa. ¿Tenía paz Jesús con el sumo sacerdote, con los fariseos, con los escribas, o con los saduceos? Tampoco podemos tener paz con los falsos maestros de nuestro tiempo.

          La paz mundana existe en las iglesias de Cristo que no practican la disciplina. ¿Tenía Pablo paz con la iglesia de Corinto? ¿Tenía paz Jesús con la iglesia de Laodicea? Apoc. 2:17. Después de mandar que los tesalonicenses se apartaran de hermanos desordenados Pablo concluye diciéndoles, "Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera" (2 Tes. 3:16); el Señor les daría paz después de apartarse de los que andaban desordenadamente.

          Habrá "paz" con los hombres mundanos si no exponemos su pecado, y habrá paz con religiones humanas si no exponemos su error, pero será la paz del cementerio.

          -- No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo (14:1). -- En lo que Jesús les dijo deberían encontrar mucho gozo y consuelo. Les dijo que ellos tendrían un lugar seguro con El en la casa de su Padre; que a través de El podrían llegar a ese destino bendito; que al ver y conocer al Hijo ya habían visto y conocido al Padre; que ahora podrían continuar la obra de Cristo porque les enviaría al Espíritu Santo; que de esa manera Cristo mismo estaría con ellos para siempre; y que también el Padre estaría con ellos. ¿No sería suficiente todo esto para dar paz a su alma?

          En este discurso seguirá explicando (16:7) que era necesario que El volviera al Padre, para que viniera el Espíritu Santo para llevar a cabo la obra de Cristo.

 

14:28 Habéis oído que yo os he dicho: Voy, y vengo a vosotros. Si me amarais, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; -- Deberían regocijarse porque al volver al Padre Cristo sería exaltado (Hech. 2:33-36).

          --  porque el Padre mayor es que yo. -- "da sencillamente la razón por la cual sus discípulos deben regocijarse de su vuelta al lado de su Padre" (B-S), porque volvería a la gloria que tenía antes de venir a la tierra (17:5). Pablo describe la profunda humillación de Jesús y su gloriosa exaltación (Fil. 2:5-11; Efes. 1:19-23).

          Los falsos testigos del Atalaya dicen que este texto prueba que Cristo no es deidad sino un ser creado. Dicen que Cristo era "un dios", aunque Dios dice en Isa. 43:10, "antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí". Dicen que Cristo era un ángel, pero los ángeles adoran a Cristo (Heb. 1:6). Después de haber afirmado y demostrado repetidas veces que Cristo es igual a Dios (5:18), ¿cómo habría sido la negación de la deidad de Cristo alentadora para sus apóstoles? Lo que Jesús dice aquí no tiene nada que ver con su deidad (su esencia o naturaleza divina), sino que se refiere al estado de humillación que era necesario para que El pudiera morir por nuestros pecados (2 Cor. 8:9; Fil. 2:7, 8; Heb. 10:5). Los "testigos" enseñan que Cristo era un ser creado, pero hubiera sido blasfemia contra Dios comparar cualquier ser creado con El. En un día no muy lejano los atalayistas tendrán que enfrentar sus blasfemias contra Cristo (Fil. 2:10, 11) y entonces habrá remordimiento sin fin.

 

14:29 Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando suceda, creáis. -- 13:19; 16:4, 33; 18:4; 19:28. Al observar el cumplimiento de las palabras de Jesús los apóstoles serían grandemente fortalecidos.

 

14:30 No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo (12:31; 2 Cor. 4:4; Efes. 2:2), y él nada tiene en mí -- lo que Jesús iba a sufrir no significaba que Satanás tuviera poder alguno sobre El, 10:27, 28). El "príncipe de este mundo" vendría en la persona de Judas (13:27), los judíos (18:1-3) y los inicuos (romanos) que lo crucificarían (Hech. 2:23), pero no había justificación alguna para lo que harían con Jesús. Como Satanás no tenía acusación legítima contra Jesús, tampoco tenía poder sobre El. El no tuvo poder sobre Jesús para quitarle la vida, sino que Cristo quería dar su vida por nosotros (10:17, 18). Cuando Cristo murió en la cruz no Satanás sino Cristo ganó la victoria (Col. 2:15; Heb. 2:14, 15).

 

14:31 Mas para que el mundo conozca que amo al Padre, y como el Padre me mandó, así hago. Levantaos, vamos de aquí. -- Lo que Jesús iba a sufrir no tuvo nada que ver con el poder del diablo, sino que como siempre hacía la voluntad del Padre en todas las cosas, de esa manera seguiría sometiéndose a su voluntad (Luc. 22:42).

 

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