Capítulo 5

5:1 -- Estad, pues, firmes en (para, ATR) la libertad con que Cristo nos hizo libres, -- Este versículo es la continuación del versículo anterior (4:31), "no somos hijos de la esclava, sino de la libre", la libertad, pues, que nos pertenece por ser hijos de la libre; véase margen de LBLA: "Algunos eruditos pre­fieren unir 4:31 a 5:1, así: pero con la libertad de la libre, Cristo nos hizo libres" de "los rudi­mentos del mundo" (4:3, 9).

          Estad (permaneced, LBLA) firmes -- sin fluctuar -- en esta libertad. "Estad firmes" es una exhortación común en el Nuevo Testa­mento: 1 Cor. 16:13; Efes. 6:14; Fil. 1:27; 4:1; 1 Tes. 3:8; 2 Tes. 2:15.

          Jesús dijo, "Conoceréis la verdad, y la ver­dad os hará libres ... si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres" (Jn. 8:32, 36). ¿Libres de qué? del yugo de la ley de Moisés; "libertados del pecado",  Rom. 6:18; del do­minio del pecado, Rom. 6:12; libres del con­trol de las pasiones carnales (5:19-21); libres de la opresión de tradiciones humanas (Mat. 23:4, 5); "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Rom. 8:2); "yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios" (Gál. 2:19).

          -- y no estéis otra vez sujetos al yugo de es­clavitud. -- Ya habían dejado el yugo de la ley de Moisés que esclavizaba (4:9; Hech. 15:10) y habían aceptado el yugo de Cristo que es "fácil" (benigno, bien acomodado) (Mat. 11:29, 30). Habiendo obtenido la libertad, "estad, pues, firmes" en ella. "Por precio fuis­teis comprados; no os hagáis esclavos de los hombres" (1 Cor. 7:23).

5:2 -- He aquí (Mirad, LBLA), --

          -- yo Pablo -- Algunos tomaron en poco la autoridad de Pablo. Por eso, dice lo siguiente "Yo Pablo", apóstol verdadero de Cristo, con la autoridad de embajador (2 Cor. 5:20). Véanse también 2 Cor. 10:1; Col. 1:23; Efes. 3:1; 1 Tes. 2:18. Si el tono de la carta había sido un poco duro (4:20), ahora se pone aun más duro, porque Pablo expresa una fuerte indignación contra la obra del partido ju­daizante.

          -- os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. -- Desde luego, no se refiere a la circuncisión del niño judío que se circuncidaba al octavo día, ni tampoco a la circuncisión del judío adulto como en el caso de Timoteo (Hech. 16:3), sino a la circun­cisión de los hermanos gentiles con el propósito de obtener salvación (Hech. 15:1, 5).

          Antes de venir Cristo los gentiles que querían ser hijos de Dios se circuncidaban. Así pues, después de venir Cristo, si todavía tenían que circuncidarse, entonces Cristo no contaba para nada. Todo seguía igual porque, según los judaizantes, antes y después de venir Cristo era necesario circuncidarse para justificarse.

5:3 -- Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. -- "Todos los que habéis sido bautiza­dos en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (3:27). Al bautizarse en Cristo se compro­metieron a someterse a la "perfecta ley de la libertad" de Cristo (Sant. 1:25), pero al cir­cuncidarse el gentil se hizo judío, miembro del pacto de la ley de Moisés, y puesto que la circuncisión era prenda del pacto, se compro­metió a guardar toda la ley.

          Pero al hacerlo cayeron bajo maldición (3:10), porque nadie (con la excepción de Jesús) guardó la ley sin pecar (Rom. 3:10, 23). Esto quiere decir, pues, que al someterse a la ley de Moisés los gálatas no solamente iban a perder los beneficios del evangelio, sino que iban a caer bajo maldición. ¿Explicaron esto los judaizantes a los her­manos gálatas?

5:4 -- De Cristo os desligasteis, -- "Su unión con Cristo queda disuelta" (Vincent). Los ju­daizantes enseñaban una unión entre la ley y el evangelio, pero Pablo corrige este error.

          -- los que por la ley os justificáis; -- Los judaizantes enseñaban que era necesario no solamente ser bautizados para perdón de pecados sino también ser circuncidados para lo mismo (Hech. 15:1, 5).

          -- de la gracia habéis caído. -- Probable­mente esto sorprendió a los hermanos gálatas, porque ellos querían mantener su relación con Cristo. Ellos no renunciaron a Cristo y su cruz ni la importancia de obedecer al evangelio, sino que después de hacerlo al­gunos se sometían también a la ley de Moisés. Querían someterse a las dos leyes, pero Pablo enfatiza que el resultado de tal proceder es caer de la gracia y completa­mente perder a Cristo.

          Según el calvinismo es imposible caer de la gracia. La Iglesia Bautista enfáticamente afirma esta doctrina que comúnmente se llama "la perseverancia de los santos". Según esta doctrina todos los que verdaderamente se convierten a Cristo perseverarán y los que "caen" no eran discípulos verdaderos. Según el calvinismo: (1) El hombre nace pecador; (2) Dios incondicionalmente elige a los que serán salvos; (3) por éstos Cristo murió; (4) el Espíritu Santo los llama; y (5) no pueden caer. Según esta teología todo depende de Dios y el hombre no es responsable; la única cosa que el hombre hace es creer y aun esto es don de Dios (tergiversan Efes. 2:8).

          Para probar su enseñanza citan textos como los siguientes:

          Juan 5:24, "El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no ven­drá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida". El Sr. Sam Norris que era el "Pastor" de la Primera Iglesia Bautista de Stamford, Texas, escribió, "Tomamos la posición de que los pecados del cristiano no condenan su alma. La manera en que el cristiano vive, lo que diga, su carácter, su conducta, o su acti­tud hacia otros no tienen nada que ver con la salvación de su alma ... Todas la oraciones que el hombre ore, todas las Biblias que lea, todas las iglesias a que pertenezca, todos los servicios que asista, todos los sermones que practique, todas las deudas que pague, todas las ordenanzas que observe, todas las leyes que guarde, todos los actos de benevolencia que haga no harán más segura su alma; y to­dos los pecados que cometa, desde la idola­tría hasta el homicidio, no someterán a más peligro su alma ... La manera en que el hom­bre viva no tiene nada que ver con la sal­vación de su alma" (de su folleto Do a Chris­tian's Sins Damn His Soul? (¿Condenan su alma los pecados del cristiano?).

          Pero Jesús promete que "no vendrá a con­denación" si sigue creyendo. Esta promesa no es incondicional. Si fuera incondicional, entonces Juan 3:36 tam­bién sería incondicional: "el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida" (aunque después se arrepintiera).

          Juan 10:28, "Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano". Dijo otro pastor bautista: "Si yo matara a mi esposa y madre y asaltara a mil mujeres no podría ir al infierno; en realidad yo no podría ir al infierno aunque yo quisiera. Si en el día de juicio me diera cuenta que mis seres queridos estuvieran perdidos, y si yo perdiera todo deseo de ser salvo y si yo ro­gara a Dios que me enviara al infierno con ellos, El no lo podría hacer, y si lo hiciera sería mentiroso porque El dijo que 'nadie las arrebatará de mi mano'" (Bill Foster, The Weekly Worker, 12 de marzo de 1959).

          Pero Juan 10:27 dice, "Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen". El ver. 28 no dice que las ovejas de Jesús no pueden dejar de oír su voz. No dice que no pueden dejar de seguirle. Esta promesa es condicional. Se basa en dos cosas: (1) que oigan su voz y (2) que le sigan. Al seguir cumpliendo estos dos requisitos "no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano".

          Rom. 8:38, 39, Estas cosas no podrán se­pararnos del amor de Dios, pero voluntariamente nosotros mismos podemos separarnos de Dios. No nos pueden separar del amor de Dios, pero tenemos que "conservarnos" en el amor de Dios, Judas 21. La iglesia de Efeso dejó "su primer amor" (Apoc. 2:4)

          1 Jn. 2:19, "Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros". Este texto se usa para probar que si alguien se aparta de la fe, en realidad nunca era cris­tiano, pero Juan dice, "Salieron de nosotros". Estos habían estado con los após­toles y otros hermanos fieles, porque no es posible que alguien salga de algún lugar si nunca es­tuvo en ese lugar. Es imposible llegar a ser cristiano y estar con los apóstoles y otros hermanos fieles sin creer que el Cristo había venido en carne (4:2, 3). Pero no eran de "nosotros" (hermanos fieles) cuando salieron porque habían rechazado la verdad acerca de Cristo aunque al principio la habían aceptado. No se puede probar que estos nunca fueron con­vertidos. Dios juzga los corazones pero nosotros no podemos hacerlo. (Para no re­conocer que Judas cayó los calvinistas dicen que él no era discípulo verdadero, pero Mat. 10:1 dice, "Entonces llamando a sus doce dis­cípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos". Por eso, si Judas no era un ver­dadero discípulo de Jesús, era siervo de Sa­tanás y cuando él echó fuera los espíritus in­mundos Satanás echó fuera a Satanás, Mat. 12:26).

          Para refutar esta enseñanza calvinista algunos her­manos citan varios textos que enseñan la posibilidad de caer, pero no conviene dejar la impresión de que haya "textos bautistas" y "textos nuestros"; es decir, conviene analizar bien los textos citados por los sectarios para demostrar que ellos tuercen las Escrituras y que en realidad estos textos no enseñan la imposibilidad de caer como se supone.

          Aquí mismo en Gál. 5:1 Pablo dice claramente que los gálatas habían gozado de libertad: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres". ¿Cómo podían estar firmes en la libertad si nunca fueron libres? ¿Cómo podrían estar otra vez sujetos al yugo de esclavitud si no habían salido de la esclavitud? ¿Cómo podían desligarse de Cristo si nunca habían estado ligados a Cristo? ¿Cómo podían caer de la gracia si nunca habían estado en la gracia? El calvinismo abiertamente con­tradice y niega lo que Pablo dice.

  El caso de los gálatas se puede comparar con los de Hech. 20:30, "de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas per­versas para arrastrar tras sí a los discípulos". No se puede probar que estos nunca fueron convertidos. Eran discípulos pero "nau­fragaron en cuanto a la fe" (1 Tim. 1:19).

          Tal vez el texto más citado sobre el tema es 1 Cor. 10:12, "el que piensa estar firme, mire que no caiga". Muchos textos nos dicen lo que debemos hacer para no caer. 1 Cor. 9:27; 2 Ped. 1:5-10; 3:18.

          Otros textos que hablan de la posibilidad de caer son Jn. 15:6; Rom. 14:15, 20; 1 Tim. 4:1-4; 2 Tim. 3:1-9; 2 Tes. 2:3; 2 Ped. 2:20-22; 3:17, 18; Heb. 6:4; 10:29.

5:5 -- Pues nosotros -- "Nosotros", los que no nos justificamos por la ley, los que no hemos caído de la gracia.

          -- por el Espíritu -- "Por el Espíritu" sig­nifica por el evangelio. "¿Habiendo comen­zado por el Espíritu (el evangelio), ahora vais a acabar por la carne (la ley)?" (3:3). "Pero ahora estamos libres de la ley, por haber muerto para aquella en que estábamos suje­tos, de modo que sirvamos bajo el régimen nuevo del Espíritu y no bajo el régimen viejo de la letra" (Rom. 7:6). Véase también 2 Cor. 3:6, 17, el Espíritu vivifica, da vida, en contraste con la ley (la letra) que mata (solamente condena pero no da vida).

          -- aguardamos por fe la esperanza de la justicia; --  La esperanza de la justicia se re­fiere a la vida eterna, la cual no tenemos como posesión literal, sino en promesa ("Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna", 1 Jn. 2:25). Rom. 8:24; Col. 1:5; Heb. 6:18; Tito 2:13. Según los vers. 2, 4, se puede perder.

5:6 -- porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, -- Pero en Galacia la circuncisión ¡era el disturbio prin­cipal!

          -- sino la fe que obra -- "Ocupaos en vues­tra salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12); estos texto demuestran claramente que no hay conflicto entre Pablo y Santiago ("la fe sin obras está muerta", Sant. 2:26). "Mientras es­tábamos en la carne, las pasiones pecaminosas... obraban en nuestros miem­bros" (Rom. 7:5), pero ahora la fe obra las obras de Dios.

          -- por el amor. -- Con sinceridad, con propósito sano. 1 Tim. 1:5; 1 Tes. 1:3; 1 Cor. 13. En varios textos Pablo combina estas tres cosas: la fe, la esperanza y el amor (1 Cor. 13:13; 1 Tes. 1:3; Col. 1:4, 5).

          Este texto crea problemas para la teología de los evangélicos (los que enseñan la sal­vación por la fe sola). Por ejemplo, dice JFB, "El amor no se une con la fe en el acto de jus­tificar, sino que es el principio de las obras que siguen tras la justificación por la fe"; es decir, la fe sola -- sin amor -- justifica (¡el hombre es justificado o salvo sin amar al Señor!)

          Esto bien ilustra el extremismo de los pro­ponentes de la salvación por la fe sola. Aun excluye el amor como requisito para ser salvo. Según esto la persona que no ama al Señor sino solamente cree en él se salva y entonces el amor "es el principio de las obras que siguen tras la justificación por la fe". Pero Jesús dice, "Si me amáis, guardad mis man­damientos" (Jn. 14:15); "El que me ama, mi palabra guardará" (Jn. 14:23). El amor, pues, es lo que nos mueve a obedecer.

          Al luchar fuertemente contra las obras del catolicismo, los protestantes han ido al ex­tremo de menospreciar los mandamientos y obras del Nuevo Testamento. Dice Barnes, "¿Quién no sabe del peligro de depender de oraciones, limosnas, sacramentos y Ex­tremaunción, y penitencia, y formas vacías para la salvación?"

          Pablo no dice que cualquier fe salva, sino la fe que obra por amor. Jesús dice, "El que me ama, mi palabra guardará" (Jn. 14:23). ¿Qué pues? La fe que salva es la fe que obe­dece de corazón al evangelio (Rom. 6:18). Desde luego, la expresión "de corazón" in­cluye el amor y siempre que se predique el evangelio esto debe explicarse porque el primer mandamiento es, "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente" (Mat. 22:37).

          En otros textos Pablo emplea otras pa­labras para enseñar la misma cosa. Com­párense los siguientes textos:

          Gál. 5:6, "Porque en Cristo Jesús ni la cir­cuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor".

          Gál. 6:15, "Porque en Cristo Jesús ni la cir­cuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva criatura". ¿Cómo se llega a ser nueva criatura? Jn. 3:5.

          1 Cor. 7:19, "La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios". Estos tres textos di­cen la misma cosa.

5:7 -- Vosotros corríais bien; -- 4:13, 14. Corrían la carrera del evangelio sin buscar justifi­cación por la ley. Frecuentemente Pablo usa­ba la figura de correr una carrera para ilus­trar la actividad de la vida espiritual. 2:2; 1 Cor. 9:24-27; Fil. 3:11-14; 2 Tim. 4:7.

          -- ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? -- ¿Quién os desvió de la carrera de la verdad en la cual corríais bien? No pide in­formación sino que les hace meditar en lo que hacen. "Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados" (Heb. 12:15). Los judaizantes eran una "raíz de amargura" que estorbaba la fe de los hermanos gálatas. "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar" (Mat. 18:7). Esto es precisamente lo que hacían los judaizantes.

5:8 -- Esta persuasión no procede de aquel que os llama. -- Por el contrario, estaban diciendo "No" al que los llamó (y "Sí" al diablo). 1:6; 1 Tes. 2:12. La persuasión que procedió de Dios -- el evangelio puro predicado por Pablo -- no tenía nada que ver con la circuncisión.

5:9 -- Un poco de levadura leuda toda la masa. -- En Corinto la levadura que amenazó a la iglesia fue la fornicación (1 Cor. 5:6, 7), pero entre los gálatas la levadura que podía corromper toda la iglesia era la doctrina falsa, "esta persuasión" (ver. 8) y aquél que "os estorbó para no obedecer a la verdad" ("el que os perturba", ver. 10). Posiblemente el mal no había crecido tanto entre ellos. Tal vez Pablo se dio cuenta del problema cuando apenas estaba comenzando, pero si fue así, de cualquier modo, "un poco de levadura" (falsa doctrina) hace mucho daño.

          "Un pecador destruye mucho bien" (Ecles. 9:18). Una sola manzana podrida corrompe todas las manzanas de la canasta. Un 2% de veneno en el cereal lo convierte en muerte para los ratones. Alguien ha dicho que no hay tal cosa como "poco ajo". Así es con la falsa doctrina porque "un poco" puede destruir una congregación (o varias). Un pequeño tumor maligno pronto destruye el cuerpo (véase 2 Tim. 2:17). Un poco de "descuido" puede quemar todo el bosque. "Por falta de un clavo se perdió la herradura; por falta de la herradura, se perdió el caballo; por falta del caballo se perdió el soldado; y por falta del soldado se perdió la batalla; y por perder la batalla  se perdió el reino. Todo esto por falta de un clavo" (Benjamín Franklin, citado por Hendriksen).

          Este texto nos advierte del peligro de to­lerar la obra de algún hermano contencioso o la de una "pequeña minoría" que estorba, porque si se toleran un solo hermano o una "pequeña minoría", éstos crecen rápidamente y pueden causar división en la iglesia. (La "pequeña minoría" puede en poco tiempo llegar a ser la "mayoría").

5:10 -- Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; -- Aquí Pablo expresa optimismo con respecto a los hermanos gálatas (compárense 3:4; 4:6, 7; y varias veces les llama "hermanos"). "Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado" (2 Tes. 3:4). "Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la sal­vación, aunque hablamos así ... Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdi­ción, sino de los que tienen fe para preser­vación del alma" (Heb. 6:9; 10;39). "Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Fil. 1:6).

          -- mas el que os perturba -- Casi siempre la "pequeña minoría" tiene su cabecilla o cacique. Aquí Pablo dice "el que os perturba", sin nombrarlo como hizo en otros casos (1 Tim. 1:20; 2 Tim. 2:17) y como Juan hizo (3 Jn. 9, 10), pero los hermanos sabían de quien hablaba. En otros versículos usa el plural (1:7; 4:17; 5:12; 6:13). Con respecto a pertur­bar (o turbar) al pueblo de Dios, véanse tam­bién Josué 7:25; 1 Reyes 18: 17, 18.

          -- llevará la sentencia, quienquiera que sea. -- 1:8, 9. Compárese 3 Juan 9, 10. Pero lo triste es que también los que siguen a los fal­sos maestros tendrán que llevar la sentencia (Mat. 15:14).

5:11 -- Y yo, hermanos, si aún predico la cir­cuncisión, ¿por qué padezco persecución to­davía? --  Este texto parece indicar que se le acusó a Pablo de predicar la circuncisión, tal vez por haber circuncidado a Timoteo (Hech. 16:3) y porque "Me he hecho a los judíos como judío" (1 Cor. 9:20; Hech. 21:24-26), pero Pablo contesta que la persecución que él sufría era prueba de que él no predicaba la circuncisión como la predicaban los ju­daizantes. El no predicaba la justificación por la ley sino exclusivamente por el evangelio y, por eso, los judíos seguían persiguiéndole.

          -- En tal caso se ha quitado el tropiezo de la cruz. --   Si hubiera predicado la circun­cisión como esencial para la justificación, en­tonces se hubiera quitado "el tropiezo de la cruz" (1 Cor. 1:23), no hubiera habido ofensa y, por eso, tampoco disturbio. Los judíos hu­bieran aceptado la cruz si ésta no hubiera ex­cluido la circuncisión. Aunque los judaizantes "predicaron a Cristo" (a su modo), no fueron perseguidos porque ellos quitaron esta ofensa de la cruz (6:12).

5:12 -- ¡Ojalá se mutilasen (apokopos) los que os perturban! -- Este es el versículo más fuerte de la carta. Lo que practicaban los judaizantes no merecía el nombre circuncisión; más bien él les llama (Fil. 3:2) "los mutiladores del cuerpo" (literalmente, la mutilación, LBLA). Pablo habla de la verdadera circuncisión en Rom. 2:28, 29.

          Dice Vine: "Apokopto, ver CORTAR ... se utiliza metafóricamente en Gá 5:12 ... de se­pararse a sí mismos, excomulgarse". Otros (McGarvey, Barnes, JFB, Clarke) están de acuerdo con él, pero toda palabra ha de en­tenderse en su sentido literal a menos que el contexto y otros textos requieran que se en­tienda en sentido figurado. En este caso el sentido literal no está en conflicto con el con­texto ni con otros textos porque Pablo discute la circuncisión física; por eso, el acto de ir más allá de la circuncisión (mutilarse) debe entenderse literalmente.

          La palabra apokopos significa cortar y la mayoría de los comentaristas competentes la consideran física (literal): Lightfoot, Meyer, Vincent, Lenski, Expositor's, Robertson, Fer­guson, y casi todos los intérpretes antiguos como Jerónimo, Ambrosio, Agustín y Crisós­tomo.      Según el léxico de Grimm-Thayer, la palabra apokopto significa cortar, amputar (Mar. 9:43; Jn. 18:10, 26; Hech. 27:32. Este léxico entiende la palabra en su sentido literal (físico) y cita Deut. 23:1. Dice que los que in­terpretan la palabra en sentido figurado son incorrectos. El léxico de Arndt-Gingrich está de acuerdo con Grimm-Thayer. De Gál. 5:12 dice "que se hagan eunucos de sí mismos".

          Hay algunos que al leer esto se ofenden y piensan que no le convenía a Pablo hablar así, pero el problema no es con Pablo sino con ellos. Tal vez los mismos no hubieran di­cho lo que Jesús dijo en Mat. 18:6, "Y cualquiera que haga tropezar a alguno de es­tos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le hundiese en lo profundo del mar". En realidad algunos tienen poco amor por la verdad y el lenguaje fuerte que la defiende y condena el error les escandaliza. Estaba en juego no solamente la salvación de los gálatas sino también la nues­tra. Entonces, el caso fue sumamente serio.

          Como dice Hendriksen, Pablo razona de esta manera: "Ya que la circuncisión ha per­dido su valor religioso, no es más que una mutilación (cf. Fil. 3:2) que difiere solamente en cantidad pero no esencialmente de las prácticas de los sacerdotes paganos, prácticas bien conocidas por los gálatas. Pero puesto que los judaizantes que están perturbando a los gálatas creen que un poco de mutilación física es de valor espiritual, que sean conse­cuentes y corten más radicalmente. Que lleguen al extremo de castrarse, de esa ma­nera haciéndose eunucos como los sacerdotes de Cibele en sus 'devociones' descontro­ladas". Al hacerlo serían excluidos de la casa de Dios (Deut. 23:1) y llegarían a ser como los paganos a quienes imitaban.

5:13 -- Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; -- Aun los hermanos gen­tiles eran hijos de la libre (4:31) y deberían estar firmes en esa libertad. Algunos de ellos guardaban "los días, los meses, los tiempos y los años" que eran "débiles y pobres rudimen­tos" (4:9, 10).

          Pablo emplea la palabra libertad once ve­ces en esta carta, siete veces en la carta a los romanos y ocho veces en las cartas a los co­rintios. La libertad es un precioso don de Dios que a toda costa se debe guardar.

          -- solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, -- La verdad no nos hace libres para pecar, sino libres del pecado. A través del evangelio los judíos quedaron li­bres de la ley de Moisés; "no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia", Rom. 6:14), pero la gra­cia enseña (Tito 2:12) y esa enseñanza es la ley de Cristo (es "la ley de la fe", Rom. 3:27); es "la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús" (Rom. 8:2). Pablo estaba bajo la ley de Cristo (1 Cor. 9:21). Cuando Pablo enseñó acerca de la gracia algunos querían creer que esto significaba libertad de toda ley y, por eso, que podían perseverar en el pecado, pero léase la refutación de este concepto en Rom. 6:1-4. Los evangélicos enfatizan mucho que no es­tamos bajo ley sino bajo gracia, y para ellos esto significa que no estamos bajo ninguna ley. No distinguen entre la ley de Moisés y la ley de Cristo. Para ellos ley es ley y para el cristiano ¡no hay ley! Cuando alguno les re­cuerda de los mandamientos que se deben obedecer, gritan ¡legalistas!

          ¿De qué somos libres? Libres de la culpa del pecado, Hech. 2:38; libres del dominio del pecado, es decir, libres de la esclavitud a los vicios, la esclavitud de las pasiones carnales, la esclavitud del materialismo o del placer, etc., Rom. 6:12; libres del temor (terror) del juicio, 1 Jn. 4:18.

          Pero no quedamos libres para hacer lo que quisiéramos hacer, porque eso sería convertir la libertad en libertinaje. "Como libres, pero no como los que tienen la libertad como pre­texto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios" (1 Ped. 2:16); "Les prometen liber­tad, y son ellos mismos esclavos de corrup­ción: Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció" (2 Ped. 2:16). No somos libres para pecar, sino que debemos llegar a ser siervos los unos de los otros, constreñidos por el amor (ver. 14). No somos libres de toda esclavitud. Rom. 1:1, "Pablo, siervo de Jesucristo". Rom. 6:18, "y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia". Asimismo somos siervos unos de otros. Los que no aprenden esto no en­tienden la libertad en Cristo.

          Pablo no quiere que nadie lleve el yugo de la ley (Hech. 15:10), sino que todos lleven el yugo de Cristo que es fácil (bien acomodado), Mat. 11:28-30. El yugo de Cristo es la per­fecta ley de libertad (Sant. 1:25; 2:12).

          Somos libres del dominio de la carne. Hay una lucha continua entre  la carne y el Espíritu. "Porque el deseo de la carne es contra el Es­píritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí" (v. 17). Hay una lista de las obras de la carne en los v. 19-21, y hay una lista del fruto del Espíritu en los v. 22,23.

          Existe una relación pésima entre algunos hermanos que profesan ser fieles (conservadores), que profesan predicar "la sana doctrina". Les gusta hablar de seguir el "patrón bíblico", y de "hablar donde la Biblia habla y callar donde ésta calla", pero obvia­mente su placer principal es, a veces, el de  morder y comerse unos a otros, movidos no por el espíritu de amor sino por el espíritu de las fieras. Los que son así no son libres, sino esclavos de la carne. Los hermanos carnales simple­mente no han aprendido a ser niños dóciles (Mat. 18:3,4). Tienen más alto concepto de sí que el que deben tener (Rom. 12:3) y menosprecian a sus hermanos. Con corazones amargados viven quejándose contra sus hermanos (Sant. 5:9). No quieren ser pacificadores (Mat. 5:9) porque no son "pobres en es­píritu" (Mat. 5:3). Los tales todavía son es­clavos de sus propias pasiones carnales. Prometen libertad a otros pero todavía son esclavos de la carne ellos mismos (2 Ped. 2:19). Es indispensable, pues, librarnos de la carne, sus pasiones y obras.

          Somos manifiestos al mundo. Los del mundo nos observan. Jesús pidió al Padre, "para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me en­viaste" (Jn. 17:21). Los mundanos ob­servan los prob­lemas entre hermanos ("enemistades, pleitos, celos, iras, con­tiendas, disensiones, herejías, en­vidias") y se burlan de nosotros. "Un man­damiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis dis­cípulos, si tuviereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:34,35). Por el otro lado, si los hermanos se muerden y se comen unos a otros los del mundo sabrán que no so­mos los dis­cípulos de Cristo y, por consiguiente, que no somos la iglesia de Cristo.

          -- sino servíos por amor los unos a los otros. -- ¿Cómo se demuestra la libertad en Cristo? Al aceptar otra clase de servicio. Dejamos de ser siervos del pecado para lle­gar a ser siervos de Cristo, Rom. 6:12-18, y servimos a Cristo al servirnos unos a otros (Mat. 25:34-46). Si no llegamos a ser siervos de Cristo y, por eso, siervos unos de otros, en­tonces abusamos de la libertad.

           Somos libres, pero al mismo tiempo te­nemos responsabilidades unos para con otros. Tenemos obligaciones. La ley de Cristo -- la perfecta ley de libertad, Sant. 1:25; 2:12 -- nos obliga a servir a Dios con amor y es im­posible amar a Dios si no nos amamos unos a otros (1 Juan 4:20). El más grande en el reino es el que sirve más (Mat. 20:26-28). Entonces entre los más grandes en el reino son Dorcas (Hech. 9:36, 39); Febe (Rom. 16:1, 2); la casa de Estéfanas (1 Cor. 16:15, 16); Gayo, 3 Jn. 5-8, etcétera. Dar la vida al Señor significa, pues, dar la vida en servicio a otros. Ob­sérvese que en Gál. 5 Pablo usa la expresión "unos a otros" cinco veces (v. 13,15,26). Si no aprendemos lo que significa vivir en paz con los hermanos en Cristo, y si no aprendemos a servirnos los unos a los otros, esto indica que no hemos apren­dido el segundo man­damiento (v. 14, Mateo 22:39), y también in­dica que no somos libres.

          ¿Los del mundo no se ayudan unos a otros? Sí, pero ¿con qué propósito? ¿Son movidos por el amor? Los propietarios, co­merciantes, etc. del mundo son serviciales unos con otros, pero muchos lo hacen por in­terés del dinero, del poder y de la influencia. Es una verdad ineludible que en este mundo todos somos dependientes unos de otros. Por eso, "usted me ayuda a mí y yo le ayudo a usted". La filosofía del mundo, pues, es bási­camente el egoísmo. Pero Jesús dice, "Si al­guno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame"; es decir, los discípulos no son movidos y motivados por el egoísmo, sino por un verdadero espíritu de servicio. Saben que ésta es la única grandeza (Mateo 20:25-28).

          El cristiano sirve, pues, con el propósito de salvar almas y para confirmarlas en la fe (edificarlas). Sirve siempre con el propósito firme de salvarse a sí mismo y a los que le oyen (1 Tim. 4:16).

          ¿Qué puedo hacer? Varios textos explican cómo debemos servirnos unos a otros: Rom. 15:14, amonestar; Gál. 6:1, restaurar; 1 Tes. 5:11, 14, animar, amonestar, alentar, sostener; Heb. 11:24, estimular. Varios textos hablan de la importancia de la hospitalidad, Rom. 12:13; 1 Ped. 4:9, como también suplir las necesidades físicas (Sant. 2:14-26; 1 Jn. 3:17, 18), haciendo lo cual servimos a Jesús mismo (Mat. 25:34-46). ¿Qué hizo la casa de Estéfanas? "Hermanos, ya sabéis que la fa­milia de Estéfanas .. ellos se han dedicado al servicio de los santos. Os ruego que os su­jetéis (imitéis) a personas como ellos, y a to­dos los que ayudan y trabajan" (1 Cor. 16:15,16). No preguntaron "¿qué haremos?" y no esperaron hasta que alguien les dieran al­gún trabajo qué hacer. Ellos solos se dedi­caron sin ser empujados a trabajar. No se quejaban diciendo, "no nos dan trabajo que hacer en la iglesia".

          "Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es dia­conisa (sierva o servidora) de la iglesia en Cencrea; que la recibáis en el Señor, como es digno de los santos, y que la ayudéis en cualquier cosa en que necesite de vosotros; porque ella ha ayudado a muchos, a mí mismo" (Romanos 16:1,2). La palabra "diaconisa" es palabra griega no traducida y significa "servidora". Hay requisitos de diá­conos (1 Tim. 3:8-10,12,13), pero no de dia­conisas. Era hermana que servía como Dor­cas (Hech. 9:36,39). También otros son men­cionados en Rom. 16 que servían en varias maneras.

          Si ministramos a los discípulos de Jesús, ministramos a El (Mateo 25:35-40). Siempre hay hermanos enfermos y pobres y necesita­dos. Hay hermanos nuevos, hermanos dé­biles, hermanos con problemas. Hay muchos textos que hablan de la necesidad de prac­ticar la hospitalidad (Rom. 12:13; 1 Ped. 4:9, etc.). El mundo está lleno de inconversos y la mayoría de ellos nunca han es­cuchado el evangelio. Los miem­bros que pueden asistir a las reuniones de la iglesia tam­bién pueden visitar, invitar, repartir folletos, usar el telé­fono, escribir, etc. Hay un sinfín de medios de servir "si primero hay la voluntad dispuesta".

          El amor es activo. El amor es conocido so­lamente por sus acciones. Dios amó, Dios dio. Cristo amó, Cristo dio. El amor siempre es visible, es evidente. La persona que busca la verdadera libertad en Cristo y la verdadera libertad sobre la carne no es egoísta, no sirve por interés, sino que con abnegación de sí y con buena voluntad busca el bienestar físico y espiritual de otros.

          No solamente sirve, sino lo hace de­mostrando el fruto del Espíritu (5:22, 23). Está "lleno del Espíritu" (Efes. 5:18) y todos pueden observarlo. Es movido por el amor. Hace todo con gozo y lo exhibe en su actitud, en su habla y en su servicio. Busca la paz con todos (Rom. 12:18); es un "pacificador". No trata de apaciguar o aplacar al pecador. No se compromete con el pecado y el error, sino que enseña y practica el evangelio de paz. Usa de paciencia porque tiene plena con­fianza en la palabra como simiente que pro­ducirá fruto en su tiempo. No simplemente aguanta y tolera, sino que soporta a sus her­manos y persevera a pesar de la ingratitud de otros. Es benigno y bondadoso como el buen samaritano, como Dorcas, como Bernabé, y siempre fiel, leal, confiable y responsable. Su mansedumbre (gentileza) es obvia a todos (Fil. 4:5) y practica el dominio propio en todo y para con todos. Si este fruto no es evidente, si no se puede observar en nosotros, entonces no existe. No se trata de cualidades escondidas.

5:14 -- Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. -- Mat. 22:40; Rom. 13:8. La palabra amar no significa simplemente un sen­timiento o emoción, sino actividad (se ve en el servir). Significa tener buena voluntad; de­sea el bienestar de la persona amada. Debe­mos amar aun a los enemigos (Mat. 5:44-45).

5:15 -- Pero si os mordéis (palabra usada comúnmente de víboras) y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros. -- 2 Cor. 11:20. La vida de la congregación es destruida por los mismos miembros. En inglés los que difaman se lla­man backbiters (los que muerden la espalda), Prov. 25:23; 2 Cor. 12:20.

5:16 -- Digo, pues: Andad -- conducta habitual, Rom. 6:4; 8:4; 1 Cor. 3:3; Fil. 3:18.

          -- en (por, LBLA) el Espíritu, -- por la regla (6:16) o la enseñanza del Espíritu.

          -- y no satisfagáis los deseos (no cumpliréis el deseo, LBLA) de la carne. -- La traducción de La Biblia de las Américas es correcta aquí; Pablo dice que  si andamos por el Espíritu no cumpliremos los deseos malos.   La palabra deseos (epithumian) se usa en sentido bueno en Luc. 22:15; Fil. 1:23; y 1 Tes. 2:17, etc., pero la expresión "deseos de la carne" se refiere a deseos malos en Ef. 2:3; 1 Ped. 2:11; 2 Ped. 2:18; 1 Jn. 2:16. Estos textos no se refieren a los deseos inocentes (normales) del hombre.

          Algunos filósofos griegos explicaron este conflicto diciendo que el cuerpo es malo, que es la cárcel del alma, que el alma está co­rrompida por el cuerpo, etc., pero véanse Rom. 12:1; 1 Cor. 6:19.  De tal filosofía falsa vino la doctrina del pecado original y de la depravación hereditaria total del hombre. El calvinismo enseña que la carne es "la natu­raleza corrupta" o "la naturaleza pecaminosa". Muchos religiosos enseñan la "depravación hereditaria total" del hombre, es decir, que nace totalmente depravado, y que no puede creer en Dios ni amar a Dios hasta que el Espíritu Santo lo mueva. Se en­seña que el hombre peca porque tiene que pecar (peca porque es hombre). Se enseña esta teología torcida porque los hombres quieren evitar la responsabilidad por sus pecados. Si el hombre nace pecador, ¿de quién será la culpa? Desde luego, el hombre no tiene la culpa porque no escogió nacer, mucho menos nacer pecador. No lo quieren admitir pero los proponentes de la teoría del pecado original y la depravación hereditaria total del hombre (que el hombre nace con naturaleza corrupta) en realidad están cul­pando a Dios, porque El es el Padre de nues­tros espíritus (Heb. 12:9).

          Los deseos de la carne son simplemente los deseos del corazón malo. La palabra corazón se usa en la Biblia muchísimas veces para hablar del intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Pablo habla de "las concupiscen­cias (deseos malos) de sus corazones" (Rom. 1:24) y luego hace una lista aun más larga de pecados como los de  Gál. 5:19-21. Los de­seos de la carne son, pues, los deseos del corazón malo. También dice que "su necio corazón fue entenebrecido" (Rom. 1:21). En­tonces (2:5) habla del "corazón no arrepen­tido". Al hablar de tales pecados en Efes. 4:18 se refiere a "la dureza de su corazón". Jesús dice, "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el en­gaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez" (Mar. 7:21, 22). ¡Los "deseos de la carne" son, pues, los deseos del corazón malo!

          En lugar de traducir la palabra griega sarx como carne, algunas versiones la traducen  "la naturaleza pecaminosa", pero no son conse­cuentes. Por ejemplo, la palabra sarx aparece diez veces en Efesios, pero la New Interna­tional Version la traduce "naturaleza pecaminosa" solamente en Efes. 2:3; la pa­labra aparece nueve veces en Colosenses, pero la traduce "naturaleza pecaminosa" so­lamente en Col. 2:11, 13. Es decir, la tra­ducen así cuando les conviene para apoyar su doctrina falsa de la depravación heredi­taria total del hombre.

          Pero ¿qué dice la Biblia? Ezeq. 18:20 en­fáticamente enseña que "El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre". Jesús dice (Mat. 18:2-4) que tenemos que ser como niños para heredar el reino de los cielos; por eso, los niños no son pecadores. En la parábola del sembrador hay cuatro clases de tierra (cuatro clases de corazón) y ninguna de las cuatro es de­pravada. Una de las cuatro es tierra buena (Luc. 8:15).

          La verdad es que el hombre no nace con naturaleza corrupta (Ezeq. 18:20; Mat. 18:3; Luc. 18:16). El hombre es responsable por sus pensamientos y sus hechos y puede con­trolarlos. Tiene malos pensamientos porque quiere tenerlos y hace maldades porque quiere hacer maldades.      La Biblia condena los malos pensamientos y los malos deseos. El que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón (Mat. 5:28); el que aborrece a su hermano ya es homicida (1 Jn. 3:15); el avaro es idólatra (Col. 3:5). Por lo tanto, Pablo dice, "Andad por el Espíritu y no cumpliréis el deseo de la carne", porque los deseos de la carne no caracterizan la "nueva criatura en Cristo" sino el viejo hom­bre (Rom. 6:6; Efes. 4:22-32; Col. 3:5-14, etc.).

5:17 -- Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. -- Hay conflicto fuerte entre estas dos fuerzas. Esto sucede cuando hay doble ánimo (Sant. 1:8; 4:8). Son como los is­raelitas que dejaron su corazón en Egipto (Núm. 11:5, 6; 14:4).

          Este conflicto se analiza en Romanos 8. "Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no an­dan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu ... Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz", Rom. 8:1, 5-6 (léase  hasta el ver. 14).

          Es importante enfatizar que el vocablo carne no se limita al cuerpo porque Pablo dice que las obras de la carne incluyen ene­mistades, celos, iras, etc. (vers. 19-21).

          ¿Qué hacer, pues, con la carne? "No proveáis para los deseos de la carne" (Rom. 13:14); "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: ... pasiones desordenadas, malos deseos ..." (Col. 3:5); "renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos" (Tito 2:12); "que os abstengáis de los deseos car­nales que batallan contra el alma" (1 Ped. 2:11). Estos textos equivalen a Sant. 4:8, "purificad vuestros corazones". Dicen lo mismo que Efes. 4:31, "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledi­cencia, y toda malicia".

          Es importante que se enfatice que estos textos se dirigen a los discípulos de Cristo (los santos). Pablo dice, "Quítense de vosotros ... "; Santiago dice, "Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón ... "; Dice Pe­dro, "que os abstengáis ... ".

          Pero, sobre todo, recordemos lo que Pablo dice aquí en Gál. 5:16, "Andad en el Espíritu y no cumpliréis (no satisfaréis) el deseo de la carne". "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Fil. 4:8). Si la mente está ocupada en estas cosas buenas no caben pensamientos car­nales. ¡Este es el remedio eficaz!

5:18 -- Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. -- En esta carta hay con­traste entre el Espíritu y la ley (3:2-6; 5:4, 5, 18); entre la fe (el evangelio) y la ley (3:23-24); entre la esclavitud y la libertad (4:21-31); y entre la carne y el Espíritu (5:16, 17). "Bajo la ley" significa esclavitud y derrota porque la ley no podía salvar (3:11-13; 21-23, 25; 4:3, 24, 25; 5:1), y "guiados por el Espíritu" sig­nifica vivir de acuerdo al evangelio (ver. 5), porque "donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad" (2 Cor. 3:17), es decir, donde está el evangelio revelado por el Espíritu allí hay libertad; en este texto Pablo contrasta al evangelio a la letra, la ley de Moisés. Los que son guiados por el Espíritu (Rom. 8:14) son los que andan por el Espíritu (ver. 16). A és­tos Cristo "hizo libres" (ver. 1). Estos pertenecen a Cristo (3:29), son de la fe (3:9). Es decir, todos los hijos de Dios son guiados por el Espíritu.

          Pero ¿no implica Pablo en los ver. 13-17 que en las iglesias de Galacia había mucha carnalidad? Sí, pero en esta misma carta el Espíritu Santo está corrigiéndoles y llamán­doles al arrepentimiento. No hemos de suponer que la condición descrita en esta carta haya sido la condición permanente de esas iglesias (recuérdese el optimismo de Pablo, 5:10).

          El Espíritu Santo no nos guía por medio de los impulsos e imaginaciones del corazón nuestro sino por su palabra que fue escrita por los apóstoles y otros hombres inspirados. Cuando la Biblia dice que el Espíritu mora en nosotros (Rom. 8:9, etc.) esto no significa que El nos guía en alguna manera intuitiva o mis­teriosa que no se puede explicar. Como el pecado mora en el pecador (Rom. 7:17), es decir, el pecado tiene control de su vida, así también el Espíritu controla la vida nuestra y lo hace por medio de su enseñanza revelada en el Nuevo Testamento.

          La palabra andar (ver. 16) indica la res­ponsabilidad del hombre. El Espíritu guía y nosotros andamos. El ciego fue traído (guiado) a Jesús pero no fue llevado sino que él mismo tuvo que caminar (Luc. 18:40). El Espíritu nos guarda en el camino pero nosotros mismos tenemos que caminar -- paso por paso -- hasta llegar al destino.

5:19 -- Y manifiestas son las obras de la carne, -- Nadie tiene que dudar acerca del significado de la palabra carne, porque sus obras son obvias.

          Gál. 5:19-21 es paralelo con Mar. 7:21. Las obras de la carne son las obras de un corazón impuro, no arrepentido (Rom. 2:5), endure­cido (Heb. 3:8), de mala conciencia (Heb. 10:22). Estas obras vienen del mal tesoro del corazón (Mat. 12:35). Repito: no se trata de una supuesta naturaleza pecaminosa heredada de Adán sobre la cual el hombre no tiene control, sino del corazón malo que el hombre puede controlar y que debe purificar (Mat. 5:8; Sant. 4:8).

          -- que son adulterio, -- moicheia, relación ilegítima con la esposa de otro. Pero en Rom. 13:9 y otros textos se refiere al pecado sexual en general. Este pecado no solamente des­truye al que es culpable del acto sino también el hogar, la familia, la vida de los cónyuges y sus hijos. Al destruir la familia también des­truye la sociedad, porque la familia es el fun­damento de la sociedad. Por eso, Jesús atacó este pecado aun en el corazón antes de que físicamente se cometiera ("cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón" Mat. 5:28).

          Algunos hermanos liberales (mayormente hermanos de California, Estados Unidos), enseñan que el adulterio de Mat. 5:32; 19:9 no es sexual sino que consiste en repudiar al cónyuge y volverse a casar. Dicen esto para justificar a los que están mal en segundas nupcias; es decir, según ellos, los que se hayan divorciado de sus cónyuges y se hayan vuelto a casar solamente deberían arrepen­tirse de estos dos actos y entonces pueden -- con la aprobación de Dios -- continuar viviendo como esposos. Desde luego, esta "definición" de la palabra "adulterio" no se encuentra en ningún léxico griego ni en ningún diccionario de palabras bíblicas, sino que es una invención de conveniencia de fal­sos maestros con el propósito de justificar y legalizar el adulterio.

          Muchos santos cometen el adulterio mencionado por Jesús en Mat. 5:32; 19:9, pues se divorcian no por fornicación y vuelven a casarse. Suponen que por haber conseguido licencia y por estar bien ante el gobierno y ante el pueblo (aun ante miembros de la iglesia), están bien ante los ojos de Dios, pero Jesús dice que "el que repudia a su mujer salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera". Muchísimas personas que nunca cometerían adulterio a escondidas lo hacen abiertamente porque lo han legalizado. El gobierno los aprueba, la sociedad los aprueba y muchas iglesias de Cristo los aprueban, pero Jesús dice que cometen adulterio.

          -- fornicación, -- porneia. Algunos enseñan  que esta palabra se refiere al pecado sexual cometido por solteros, pero en la Biblia se re­fiere a toda relación sexual ilícita. Incluye el adulterio (Mat. 5:32; 19:9); el incesto (1 Cor. 5:1); y la homosexualidad (Judas 7).

          En las escuelas públicas de Estados Unidos desde los primeros años los niños son enseñados que los homosexua­les son gente normal y acep­table, que así nacieron (es cuestión de los genes) y no se permite que se critiquen.

          El promotor más dinámico, más fuerte y más exitoso de la fornicación en general es la televisión. Este medio de comunicación efec­tivamente promueve toda clase de forni­cación (incluyendo el incesto y homosexuali­dad) y la gente queda convencida de que debería aceptarla como conducta normal y aceptable. Muchas iglesias ya reciben a los homosexuales y estos tienen sus propias iglesias; sin duda en poco tiempo habrá "Iglesias de Cristo" que los reciban (tal vez ya los reciban). La televisión está lavando los cerebros de muchos miem­bros de la iglesia, y poco a poco van a seguir a los demás y callar su oposición hacia la ho­mosexualidad. Así es que, cada día que pasa, Satanás está logrando su propósito. ¿Cómo presenta la televisión a los que se oponen a la fornicación? Como ignorantes y extremistas. Hay cada vez menos crítica de homosexuales. Cuando alguno se opone a la homosexuali­dad se grita "homofobia" para callar la oposi­ción. Sólo Dios sabe hasta cuándo lo tolerará. De una cosa estamos seguros: sigue siendo abominable ante sus ojos.

          A pesar de lo abominable de la forni­cación ante los ojos de Dios, ¿cuántas horas pasan los hermanos en Cristo viendo la forni­cación (adulterio, homosexualidad, incesto) en la televisión? Les gusta alimentar su alma con la putrefacción de las novelas y otros programas. No hay nada que promueva la fornicación como lo hace la televisión, pero en muchísimos hogares de los santos la tele­visión se prende cuando la primera persona se levanta y se apaga cuando la última per­sona se acuesta. Al igual que los inconversos están adictos al vicio de televisión como el borracho está adicto al alcohol.

          ¿Cómo se evita la fornicación? "Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca" (1 Cor. 6:18). Evítese la mala compañía (1 Cor. 15:33). Evítense los libros, revistas, películas, etcétera, que propagan la fornicación. "A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido" (1 Cor. 7:2). Dios "dará también jun­tamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Cor. 10:12). ¿Cuál es? El matrimonio es la salida de la tentación de fornicar. "La voluntad de Dios es vuestra san­tificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa (skeuos, vaso, LBLA, margen, cuerpo) en santidad y honor; no en pasión de concu­piscencia" (1 Tes. 4:3-5, la palabra skeuos se refiere al cuerpo, Hech. 9:15; 2 Cor. 4:7; 2 Tim. 2:21; aun en 1 Ped. 3:7 donde se aplica a la mujer se refiere al cuerpo, que el cuerpo del hombre es más fuerte que el de la mujer).

          -- inmundicia (impureza, LBLA) -- akatharsia, suciedad, (Rom. 1:24; 2 Cor. 12:21; Ef. 4:19; 1 Tes. 2:3, impureza; Ef. 5:3; Col. 3:5). La inmundicia está asociada con adulterio y fornicación e incluye la impureza de corazón que lleva a estos pecados. "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5:8). Re­cuérdese que Levítico habla mucho de los inmundos que estaban separados de Dios, que no podían acercarse a El en su impureza.

          -- lascivia, -- aselgeia, exceso, licencia, ausencia de freno, sin dominio propio, inde­cencia, disolución; Rom. 13:13; 2 Cor. 12:21. A los que practican la lascivia no les importa lo que otros piensen. Son totalmente indife­rentes hacia la opinión pública. La decencia no les interesa. Son insolentes y abusivos y no respetan a nadie. No consideran los derechos ni los deseos de otros. Son totalmente indis­ciplinados y desenfrenados. Son víctimas de sus pasiones, emociones y sentimientos. "Los cuales, después que perdieron toda sensibili­dad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza" (Efes. 4:19). Dan rienda suelta a las pasiones y prac­tican las cosas más vergonzosas. "¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza (ni aún han sabido ru­borizarse, LBLA); por tanto, caerán entre los que caigan; cuando los castigue caerán, dice Jehová" (Jer. 6:15). Este texto bien describe muchísimas personas hoy en día; por ejem­plo, mujeres que llevan ropa deshonesta (traje de baño, minifalda, blusa transparente, shorts, ropa muy ajustada al cuerpo) y no saben ruborizarse.

          Según el léxico griego de Grimm-Thayer, la palabra describe movimientos indecentes del cuerpo (como se observan en el baile) como también el manosear de cuerpos de hombres y mujeres. Sale por televisión en un canal cable de Estados Unidos un programa que se identifica con las letras MTV que pre­senta música y actuación de la más vil y co­rrupta. Este programa -- como la mayoría de los programas de televisión -- se origina en el pozo negro.

5:20 -- idolatría, -- 1 Jn. 5:21, "Hijitos, guardaos de los ídolos". Los cristianos del primer siglo tenían que aprender a abste­nerse de las contaminaciones de ídolos (Hech. 15:20, 28; 1 Cor. 8:12; 10:20-21; 2 Cor. 6:14-7:1).         Un problema grande para el cris­tiano del primer siglo era el requisito de que todos adoraran la imagen del emperador. Esta práctica comenzó como expresión de gratitud al emperador por la seguridad, la justicia y el buen orden del imperio. La con­secuencia de no adorar la estatua del empe­rador era grave porque esto afectó su empleo y negocios. Para vender y comprar tenían que dar muestra de su servicio al emperador. Este tema se trata extensamente en el Apocalipsis. Pero, cueste lo que cueste, como Jesús nos dice, "Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás" (Mat. 4:10).

          Recuérdese también que la avaricia es idolatría (Col. 3:5; Mat. 6:24; 1 Tim. 6:9-10).

          -- hechicerías, -- pharmakía. Brujería. "En la hechicería, la utilización de drogas, tanto si eran sencillas como si eran potentes, iba gene­ralmente acompañada de encantamien­tos e invocaciones a poderes ocultos, de la aplicación de diversos amuletos, etc., todo ello con la pretensión de proteger al paciente de la atención y del poder de los demonios, pero en realidad para impresionar al pa­ciente con los misteriosos recursos y poderes del hechicero" (Vine). Pero la hechicería no se usa solamente para la protección del ene­migo, sino para perjudicarlo. Simón el Mago (Hech. 8:9, 11) y Bar-jesús (13:6, 8) practica­ban la hechicería. En Efeso los que practica­ban "artes mágicas" quemaron sus libros (19:13, 19).

          Muchos no consultan a Dios y no confían en Dios porque tienen su confianza en las es­trellas. No les preocupa la providencia de Dios porque creen que su suerte está en el horóscopo.

          -- enemistades, -- echthra. -- Esta obra de la carne es lo opuesto del amor (5:22). Dice Pablo en Rom. 8:7, "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios". Ob­viamente había enemistades entre los ju­daizantes y otros hermanos. Pablo dijo, "Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros" (ver. 15).

          Había enemistades entre judíos y samari­tanos (Juan 4:9; Luc. 9:54), pero al obedecer los samaritanos (Hech. 8:12) habían de recibirse como hermanos amados.

          En Ef. 2:14, 15 Pablo habla de la abolición de la ley de Moisés para quitar las enemis­tades causadas por ella. Esa pared fue nece­saria durante el período de tiempo en que es­tuvo en vigor la ley de Moisés. La nación de Israel fue escogida por Dios para ser su pueblo especial, para que a través de esta nación pudiera venir el Mesías, el Salvador del mundo. Fue necesario que Israel se quedara muy apartada de las otras naciones. Por lo tanto, se les dio una tierra especial, una ley especial, y costumbres especiales y peculiares. En Ester 3:8 leemos, "Y dijo Amán al rey Asuero: Hay un pueblo espar­cido y distribuido entre los pueblos en todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo, y no guardan las leyes del rey". Muchas leyes fueron diseñadas para hacerles una nación distinta y separada de las demás naciones; por ejemplo, los israelitas no podían comer la misma comida que las demás naciones comían. También se les prohibió casarse con los cananeos. Tenían que guardar el día sép­timo como día consagrado a Dios. Esta y muchas otras leyes les hicieron muy dife­rentes y distintos a los demás. Estas leyes formaron una pared de separación entre los judíos y los gentiles y también causaron ene­mistades entre ellos.

          Pero Pedro se dio cuenta de que a los gen­tiles ya no era correcto llamarles inmundos. Cuando fue a la casa de Cornelio, el Señor le dijo en el éxtasis, "Lo que Dios limpió, no lo llames tú común" (Hech. 10:15). El dijo a Cornelio y a los demás, "Vosotros sabéis cuán abominable es para un varón judío juntarse o acercarse a un extranjero; pero a mí me ha mostrado Dios que a ningún hombre llame común o inmundo" (Hech. 10:28). Cristo quitó, pues, esa ley que hizo separación entre judíos y gentiles, y al hacerlo abolió las enemistades. No lo hizo meramente por medio de sus enseñanzas, sino "en su carne", es decir, en la cruz.

          Pero lamentablemente en la actualidad todavía existe -- aun en la iglesia del Señor -- la cortina de hierro entre los de distintos colores, razas, niveles económicos, etc. La solución de Pablo para este problema se encuentra en 3:28, "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (3:28). Se puede agregar que en Cristo tampoco hay diversos colores, razas, etcétera.

          -- pleitos, -- eris. Pleitos, aquí y en 1 Tim. 6:4; contenciones, Tito 3:9. Contiendas (rivalidad, riña, discordia) como en la iglesia en Corinto, 1 Cor. 1:11; 3:3; 2 Cor. 12:20; "contiendas", Rom. 1:29; 13:13. Esta palabra bien describe el mundo de relaciones malas, lo opuesto de la unidad y comunión. Por eso, el que se convierte en cristiano deja esta obra de la carne para poder establecer una relación buena con hermanos y tener comu­nión no interrumpida con ellos. Es impor­tante recordar que el uso de esta palabra en varios textos ¡tiene que ver con la conducta de los santos! Eris  dividió la iglesia de Corinto. Eris es el enemigo de la comunión entre hermanos.

          -- celos, -- zelos. Se usa en sentido bueno en varios textos: Rom. 10:2; Fil. 3:6; 2 Cor. 7:7, 11; 9:2; 11:2. En estos textos no se puede decir que zelos es obra de la carne; en 2 Cor. 7:7, 11; 9:2; 11:2 es el fruto del Espíritu. Pero se usa en sentido malo en Rom. 13:13; 1 Cor. 3:3; y 2 Cor. 12:20. Seguramente en estos tex­tos es obra de la carne.

          -- iras (enojos, LBLA), -- thumos, arre­batos (VHA); explosiones de ira (Ver. Valera, 1990). "Emociones agitadas y luego estallidos" (ATR). Furor, estar muy encole­rizado. Rom. 2:9; 2 Cor. 12:20; Ef. 4:31; Col. 3:8. Thumos comúnmente es de poca du­ración. Hay explosión de ira expresada en palabras y acciones violentas y pronto muere pero en ese lapso de tiempo hace mucho daño. Deja heridas físicas o emocionales que duran por mucho tiempo. Aparentemente mucha gente no toma en serio el tempera­mento o genio explosivo. Dicen "así soy" o "así es", como si fuera una condición normal y algo más allá de su control, pero aquí está en­tre las obras de la carne que evitan que los culpables hereden el reino de Dios (ver. 21). En realidad tales explosiones de ira demues­tran la falta de amor y la falta de paciencia. Por eso, es necesario crucificar esta pasión (ver. 24).

          -- contiendas (rivalidades, LBLA; fac­ciones, VM). -- eritheia. Rom. 2:8; 2 Cor. 12:20. Básicamente esta palabra se refiere a la ambición personal de la cual resulta la ri­validad o espíritu faccioso. Fil. 1:17 es un buen ejemplo de ella. Estos, que se aprovecharon de su privilegio de predicar para despreciar a Pablo y para exaltarse a sí mismos, no querían que los hermanos hablaran tanto de Pablo y querían más renombre para sí mismos. Los tales querían más poder e influencia, quieren seguidores (Hech. 20:29; 1 Cor. 1:10-13). Por eso, Pablo exhorta a los filipenses (2:3), "Nada hagáis por contienda o por vanagloria" y luego les dice, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús ... " porque los que quieren exal­tar a Cristo no buscan gloria para sí mismos.

          Es alarmante encontrar contiendas, disen­siones y partidos en esta lista tan terrible de pecados como fornicación, lascivia, borra­chera, etc., pero para Dios el pecado es pecado y no hay pecados respetables. ¿Quién hace más daño, el borracho que se destruye a sí mismo o el hermano faccioso que divide la iglesia?

          -- disensiones, -- dichostasia. Divisiones. La división destruye la unidad por la cual Jesús oró (Jn. 17:21-23). Destruye la comu­nión entre hermanos. "Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no per­manecerá" (Mat. 12:25). Este texto es profético y explica la debilidad de la iglesia: tiene poca fuerza porque está muy dividida. En el siglo XIX se dividió por causa de la in­troducción de instrumentos de música en el culto y de la sociedad misionera. Se dividió a mediados del siglo XX cuando se introdujo la "iglesia patrocinadora" que es otra forma de la sociedad misionera. Otros han dividido la iglesia enseñando -- directa o indirectamente -- que todos los divorciados pueden volverse a casar. Para evitar más división algunos hermanos citan Romanos 14 para probar que puede haber unidad a pesar de toda clase de diversidad y éstos incluyen en esta categoría asuntos de la fe (Judas 3), es decir, doctrinas claramente enseñadas a través de man­damientos, ejemplos e inferencias necesarias.  Nos debe preocupar muchísimo la unidad porque Jesús la desea, pero la "unidad" en la diversidad de toda clase de enseñanza y prác­ticas erróneas no es unidad sino unión.

          La palabra dichostasia aparece solamente en un texto más, Rom. 16:17, "Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos". Jesús también basa la unidad en la doctrina (véase Jn. 17:8, 14, 21).   Pero no debe haber divisiones  por causa de disgustos y ofensas personales. Los problemas perso­nales deben resolverse de acuerdo con las en­señanza de Jesús. (Mat. 5:23, 24; 18:15-18).

          -- herejías (sectarismos, LBLA; sectas, VM; partidos, VHA), -- hairesis. La imposi­ción de una opinión de la cual resulta la di­visión y la formación de un partido o secta. "La secta de los fariseos" (Hech. 15:5); la iglesia fue erróneamente llamada "la secta de los nazarenos" (Hech. 24:5) y Pablo aclaró el asunto diciendo que "según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres" (ver. 14). Otra vez la iglesia fue lla­mada una secta (Hech. 28:22) y otra vez Pablo corrigió esa idea al hablar no de una secta sino del reino de Dios (ver. 23).    

          No es bueno que haya sectas pero Pablo dice (1 Cor. 11:19), "Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones (sectas, hairesis), para que se hagan manifiestos en­tre vosotros los que son aprobados"; es decir, es preciso distinguir entre fieles e infieles. Aunque había partidos o sectas en la iglesia de Corinto todavía había una sola iglesia (no se había formado otra congregación). Es muy posible que esta carta sirviera para evitar una división permanente.

5:21 -- envidias, -- phthonoi, "sentimientos de mal ánimo contra alguien" (ATR). "Es el sen­timiento de disgusto producido al ser testigo u oír de la prosperidad de otros ... Zelos debe distinguirse de phthonos en que la envidia desea privar al otro de lo que tiene, en tanto que el celo desea poseer lo mismo y cierta­mente admite un significado plenamente bueno" (Vine). Mat. 27:18; Rom. 1:29; Fil. 1:15; 1 Tim. 6:4; Tito 3:3; 1 Ped. 2:1. A veces La palabra celo se usa en sentido bueno, pero envidia siempre es palabra mala, porque se refiere al espíritu maligno y amargado que desea mal para otro. Es mala disposición ha­cia otro. Una de las pruebas más significati­vas de la madurez es la reacción cuando otro es honrado, exaltado o prosperado. El cris­tiano se goza con el que se goza (Rom. 12:15) pero el envidioso se pone de mal humor, lo critica y quiere hacerle mal. Verdadera­mente, "envidia es carcoma de los huesos" (Prov. 14:30): por envidia Abel fue asesinado, José fue vendido, David fue perseguido y Jesús fue crucificado.

          -- homicidios, -- phonos, Mar. 7:21; Hech. 9:1. De los pleitos, enemistades, envidias, etc. resultan los homicidios. Muchísimas personas que han matado a otros no se imaginaban que eran capaces de matar a otra persona, pero el que codicia a una mujer es capaz de cometer adulterio y el que aborrece a otro es capaz de matarlo. Pocos santos físicamente matan a otros santos, pero 1 Jn. 3:15 dice, "Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él". Por eso, con­viene definir aborrecer. Viene de miseo, "se usa especialmente (a) de sentimientos mali­ciosos e injustificables hacia otros ... " (Vine).

          Otra amonestación acerca de homicidios es que conviene enseñar enfáticamente que tiene que ver con el aborto, porque millones de mujeres están matando a sus hijitos en la matriz. Sin duda alguna esta práctica es otra forma de homicidio. Tales mujeres se justifi­can diciendo que tienen el derecho sobre su cuerpo, pero no se está matando el cuerpo de la madre sino el cuerpo de su hijo(a). La causa principal del aborto es para "corregir" el pecado de fornicación; es decir, se comete fornicación, la mujer resulta embarazada pero no quiere el niño (no está casada, quiere seguir sus estudios, quiere seguir libre para buscar sus placeres, etcétera). Seguramente la sangre de los inocentes clama a Dios desde la tierra (Gén. 4:10).

          -- borracheras, -- methe. Luc. 21:34; Rom. 13:13. Hoy en día se habla del "alcoholismo" como si fuera alguna enfermedad (como la gripe), pero la Biblia no clasifica la borra­chera como enfermedad sino como un pecado. Desde luego, la borrachera causa en­fermedades serias porque destruye el hígado y aun el cerebro, pero es una enfermedad que se contrae voluntariamente. El borracho es totalmente responsable por su enfer­medad.

          Algunos argumentan que está bien beber con moderación sólo que no se emborrache, pero 1 Ped. 4:3 no solamente condena la borra­chera sino también las fiestas para be­ber: potos, (disipación) quiere decir "una sesión de bebida" (Vine) y la versión New American Standard la traduce "drinking par­ties" (fiestas para beber). Dice Trench que "no es necesariamente excesivo" (Synonyms of the New Testament).

           "El vino es escarnecedor, la sidra (la be­bida fuerte, LBLA) alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es sabio", Prov. 20:1 (véase Prov. 23:31-35). "No es de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; no sea que bebiendo olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos" (Prov. 31:4, 5). Se ha establecido con toda certeza que el consumo mínimo de alcohol afecta la función del cerebro.

          -- orgías, -- komoi. Rom. 13:13, "glotonerías". "Un desenfreno, lo que acom­paña y es consecuencia de la embriaguez", (Vine); es semejante a la lascivia.

          -- y cosas semejantes a estas; -- Esta lista no está completa, pero son los males princi­pales.

          -- acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. -- 1 Cor. 6:9, 10; Efes. 5:5. ¿Habría reposo y gozo en el hogar celestial si hubiera contiendas, disensiones y facciones, o pleitos, celos, iras, etc.? Este texto nos dice una vez para siem­pre que si no podemos dominar los apetitos y sentimientos carnales, estamos rechazando el hogar celestial y escogiendo la compañía de los peores de la tierra.

5:22 -- Mas el fruto del Espíritu es -- "Andad en (por) el Espíritu" (5:16) y no haréis las obras de la carne, sino que llevaréis este fruto (Jn. 15:4, 8). Recuérdese que el andar o vivir por el Espíritu simplemente significa vivir de acuerdo con el evangelio o la ley de Cristo.

          Pablo no da aquí una lista de los dones del Espíritu (hablar en lenguas, profetizar, sanar, etc.). Este fruto no es llevado por poseer los dones del Espíritu Santo para obrar milagros, sino porque mora el Espíritu en nosotros (Rom. 8:9); es decir, El nos guía a través de su palabra (Rom. 8:14; Gál. 5:16) y partici­pamos de las cosas del Espíritu (2 Cor. 13:14).

          -- amor -- agape.  El amor no es expresión de los sentimientos o emociones, sino de la voluntad. "El amor cristiano, sea que se ejercite hacia los hermanos, o hacia hombres en general, no es un impulso que provenga de los sentimientos, no siempre concuerda con la general inclinación de los sentimientos, ni se derrama sólo sobre aquellos con los que se descubre una cierta afinidad. El amor busca el bien de todos, Ro 15:2; y no busca el mal de nadie, 13:8-10; el amor busca la oportu­nidad de hacer el bien a 'todos, y mayor­mente a los de la familia de la fe'. Gá 6:10" (Vine). "El significado de agape es benevo­lencia inconquistable, buena voluntad que no se vence. Agape es el espíritu en el corazón que nunca buscará otra cosa sino el bien máximo de sus semejantes. No importa cómo sus semejantes lo traten; ... no importa la acti­tud de ellos hacia él, éste nunca buscará otra cosa sino el bien máximo de ellos". (Barclay).

          Los filósofos griegos enseñaban que el amor era solamente para aquellos que lo merecían, -- y parece que mucha gente está de acuerdo con ellos -- pero Jesús nos enseña que debemos amar a los no amables (los que no lo merecen), Mat. 5:44-48; Rom. 5:8.

           Recuérdese lo que Pablo ya había dicho acerca del amor en este capítulo: 5:6, 13, 14; como también lo que dice en Rom. 13:10; 1 Cor. 13; Ef. 5:2. Dice Cristo, "En esto cono­cerán todos que sois mis discípulos, si tu­viereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:35). "Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto" (Col. 3:14). No solamente Pablo sino también Juan (1 Jn. 3:14; 4:8, 19) y Pedro (1 Ped. 4:8) dan priori­dad a esta gracia. "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Jn. 4:8). Por eso, es indispensable que los santos posean el amor verdadero para ser "participantes de la naturaleza divina" (2 Ped. 1:4).

          El amor de Dios nos disciplina (Heb. 12:4-11); el amor de padres disciplina (Efes. 6:4); y el amor de los santos disciplina (1 Cor. 5:5). Después de todas las exhortaciones y amo­nestaciones de la primera carta a los corin­tios, el apóstol Pablo la termina con estas palabras: "Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén" (1 Cor. 16:24). Pablo amaba a las iglesias "con el entrañable amor de Jesucristo" (Fil. 1:8).

          Por amar a Dios y la verdad y por amar las almas de los gálatas Pablo escribió Gál. 1:6-9. Los carnales dirán que ese texto no refleja amor, benignidad y paciencia, pero el proclamar el evangelio puro y condenar el error son actos de amor. Hay diferencia signi­ficativa entre el contender por la fe y los pleitos, etc., que son obras de la carne.

          -- gozo, -- chara. Este gozo no tiene que ver con circunstancias externas, sino que re­sulta de la buena relación con Dios. Este gozo está en el corazón de aquel que aprende la voluntad de Dios y la obedece. Fil. 4:4, "Regocijaos en el Señor siempre", porque Dios nos perdonó, porque tenemos comu­nión con Dios y con hermanos fieles, porque tenemos la dicha de poder participar en su obra y porque tenemos una esperanza viva. Col. 1:12, "con gozo dando gracias al Padre" y se aplica al versículo anterior, "paciencia y longanimidad; con gozo ... ". Con gozo se debe llenar la vida con amor, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, y do­minio propio. Con gozo hemos de añadir a nuestra fe virtud, conocimiento, dominio propio; paciencia, piedad, afecto fraternal y amor (2 Ped. 1:5-7). 1 Tes. 5:16 "Estad siem­pre gozosos".

          Romanos 14 trata de opiniones (el comer o no ciertos alimentos y el estimar o no cier­tos días como especiales) y explica que "el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (ver. 17).

           Los tesalonicenses recibieron "la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo" (1 Tes. 1:6). Cuando el etíope obedeció al evangelio "siguió gozoso su camino" (Hech. 8:39). 59

Cuando el carcelero se bautizó "se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios" (Hech. 16:34). Las iglesias es­tablecidas por algún hermano son su "gozo y corona" (Fil. 4:1; 1 Tes. 2:19, 20).

          -- paz, -- eirene. Los creyentes verdaderos tienen gozo y paz: "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da ... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 14:27; 16:33); "Y el Dios de esperanza os llene de gozo y paz en el creer" (Rom. 15:13). "Gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno" (Rom. 2:10). "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Rom. 5:1). Esto significa que ahora Dios nos acepta (habiéndonos perdonado) y sostenemos una relación buena con El. Por eso, el evangelio se llama "el evangelio de la paz" (Hech. 10:36). El que predica y enseña este evange­lio de la paz es "pacificador" (Mat. 5:9).

          Los que tienen paz con Dios también ten­drán paz unos con otros. "Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edifi­cación" (Rom. 14:19; dando preferencia a otros, Gén. 13:9; y aun sufriendo el agravio, 1 Cor. 6:7); "Tened paz entre vosotros" (1 Tes. 5:13). También en cuanto sea posible tendrán paz con todos (Rom. 12:18; Heb. 12:14; 1 Ped. 3:10, 11). Sin embargo, el "Príncipe de paz" (Isa. 9:6) dijo, "No penséis que he venido para traer paz a la tierra, no he venido para traer paz, sino espada" y luego habla de con­flictos entre parientes por causa del evangelio (Mat. 10:34-38).

          Cristo quitó la pared intermedia (la ley de Moisés) que había separado a los judíos de los gentiles (Efes. 2:14-17), "haciendo la paz".

          Al decir, "Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (4:3) Pablo explicó la base de la verdadera paz y unidad: un cuerpo, un Espíritu, una espe­ranza, un Señor, una fe, un bautismo, un Padre (vers. 4-6).

          "Busque la paz, y sígala", (1 Ped. 3:11).

          -- paciencia (longanimidad, VM), -- makrothumia (palabra compuesta de largo + temperamento; por eso, largura de ánimo). En las versiones más comunes makrothumia no siempre se traduce longanimidad, tal vez porque esta palabra no es tan común y cono­cida como paciencia, pero aparecen las dos palabras en Col. 1:11, "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia (hupomonen) y longa­nimidad" (también se ven juntas en Sant. 5:10 (makrothumia), 11 (hupomonen); 2 Cor. 6:4, 6; 2 Tim. 3:10. Según Trench (Synonyms) hupomone significa "permanecer debajo de dificultades sin sucumbir, mientras que makrothumia es la dilatada resistencia que no busca tomar represalias" (citado por ATR). Según Larousse, longanimidad sig­nifica "grandeza de ánimo". Longánimo es magnánimo, generoso. La palabra bíblica des­cribe la disposición de no perder la pa­ciencia con otros aunque sean "difíciles de soportar" (1 Ped. 2:18). El hermano longá­nimo no tolera el pecado y el error (Rom. 16:17; 1 Cor. 5), pero alienta a los de poco ánimo, sostiene a los débiles y es paciente para con todos (1 Tes. 5:14). "El amor es sufrido, es benigno ... Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Cor. 13:4-7).

          La longanimidad es la base de la humildad y es necesaria para perdonar, y es necesaria para que no se interrumpa la comunión entre hermanos. "Con larga paciencia se aplaca el príncipe" (Prov. 25:15); "Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se en­señorea de su espíritu, que el que toma una ciudad" (Prov. 16:32).

          "Y tened entendido que la paciencia (makrothumia) de nuestro Señor es para sal­vación" (2 Ped. 3:15). "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tar­danza, sino que es paciente (makrothumia) para con nosotros, no queriendo que ninguna perezca, sino que todos procedan al arrepen­timiento" (2 Ped. 3:9). "¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al mal­vado;" (Ex. 34:6, 7). "Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia" (Neh. 9:17; véanse también Sal. 103:8; 86:15; 145:8). Jonás sabía esto y, por eso, huyó y no quería predicar a los de Nínive (Jonás 4:2).

          En este contexto (Gálatas) la longanimi­dad es indispensable para que haya buena relación entre hermanos en Cristo porque, con la excepción de Heb. 6:15, parece que makrothumia siempre expresa paciencia ante personas hostiles. "Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia (longanimidad) los unos a los otros en amor" (Efes. 4:2). Este es el uniforme del cristiano; debe vestirse de estas cualidades de carácter. "Vestíos, pues, como escogidos de Dios, san­tos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia (longanimidad); soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la ma­nera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros" (Col. 3:12, 13).

          Los evangelistas que agradan a Dios predican con en pase makrothumia, con toda longanimidad (2 Tim. 4:2). Algunos tienen mecha corta y con poca provocación hay ex­plosión. El iracundo no debe ser escogido por la congregación para ser uno de los obispos (Tito 1:7), pero tampoco debe ser invitado a predicar.

          Todo cristiano debe ser paciente (makrothumeo) como el labrador que espera el fruto de la tierra, aguardando con pacien­cia (makrothumeo) hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía (Sant. 5:7; y otra vez en los vers. 8 y 10).

          -- benignidad, -- chrestotes.  2 Cor. 6:6; Esta es otra característica de Dios ("él es be­nigno para con los ingratos y malos", Luc. 6:35). La benignidad de Dios ha sido manifes­tada en el evangelio de Cristo (Tito 3:4-7). Su benignidad se demostró al dar a su Hijo para salvarnos; Efes. 2:7, "para mostrar en los sig­los venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad (chrestotes) para con nosotros en Cristo Jesús".

          Por eso, la benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento. "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longa­nimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" (Rom. 2:4). Un pen­samiento semejante se encuentra en 1 Pedro 2:1-3 ("si es que habéis gustado la benignidad del Señor" debéis desechar toda malicia, todo engaño, etcétera). "Vestíos ... de benignidad" (Col. 3:12) para ser como Dios. "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efes. 4:32), porque de otro modo se pierde la salvación. Es muy importante y muy bueno que hayamos sido bautizados y que asistamos a los servicios para participar de la mesa del Señor, etc., pero si no somos benig­nos como Dios y si no perdonamos a otros, entonces Dios no nos perdonará (Mat. 6:14, 15). "Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es benigno para con los ingratos y malos" (Luc. 6:35).

          Al describir como las ramas naturales fueron desgajadas Pablo dice, "Mira, pues, la bondad (benignidad, chrestotes) y la severi­dad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo, si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado" (Rom. 11:22). No conviene, pues, abusar de la benignidad de Dios.

          Este fruto del Espíritu debe manifestarse en nuestra predicación del evangelio (2 Tim. 2:24-26), pero muchos tienen un concepto erró­neo de la benignidad porque creen que no son benignos los que condenan el error, y mayormente cuando sostienen discusiones públicas (debates) para defender la verdad y exponer el error. Pablo es un ejemplo bueno de la benignidad pero léanse Rom. 16:17; Fil. 1:16, 27; 2 Tim. 4:2-4; compárense Judas 3; 2 Jn. 9-11. ¿Dejó de ser benigno nuestro Señor cuando denunció la hipocresía de los fariseos y escribas? (Mat. 23). La benignidad no sig­nifica la tolerancia del pecado y error.

          La palabra chrestos (el adjetivo) aparece en Mat. 11:30, "porque mi yugo es fácil (chrestos), y ligera mi carga". El yugo de Cristo es benigno porque está bien aco­modado a nosotros. Es una crueldad poner sobre el cuello del animal un yugo que no le quede bien, que esté mal ajustado y, por eso, le irrite y moleste. Así es el yugo del pecado, pero nadie debe quejarse del yugo de Cristo porque es fácil y benigno.

          -- bondad, -- agathosune. Esta palabra se encuentra en solamente otros tres pasajes: Rom. 15:14 "lleno de bondad"; Ef. 5:9, "el fruto del espíritu es en toda bondad, justicia y verdad"; 2 Tes. 2:17. Algunos piensan que agathosune es la manifestación práctica de chrestotes. Tal vez generosidad sea buen sinónimo. Lenski cree que la traducción más correcta es beneficencia.

          -- fe (fidelidad, LBLA) -- pistis. Fiel, leal, honrado, honesto, confiable; persona que llena sus compromisos; persona en la cual se puede tener plena confianza sin quedar de­cepcionado. Jesús habla del       "siervo fiel y prudente", Mat. 24:45; "Bien, buen siervo y fiel" (Mat. 25:21). Los administradores deben ser fieles (1 Cor. 4:2). Algunos de los gálatas ya no mostraban la misma lealtad o fidelidad hacia Pablo y el evangelio puro que habían demostrado al principio (1:6-9; 4:13-17; 3:1; 5:7).

          Debemos ser fieles como Dios es fiel (1 Cor. 1:9; 10:13; 1 Tes. 5:24; 2 Tes. 3:3; 2 Tim. 2:13) y como Cristo es fiel (Apoc. 1:5; 19:11; Heb. 2:17; 3:2, 5).

          Pablo habla de la fidelidad de sus colabo­radores: Timoteo (1 Cor. 4:17); Tíquico (Efes. 6:21); Epafras (Col. 1:7); Onésimo (Col. 4:9). Pedro dijo que Silvano era "hermano fiel" (1 Ped. 5:12) y Juan dijo a Gayo, "Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos" (3 Jn. 5). "Las mujeres asimismo sean ... fieles en todo" (1 Tim. 3:11).

5:23 -- mansedumbre, -- prautes. Jesús dice, "soy manso y humilde" (Mat. 11:29; véase Mat. 21:5; 2 Cor. 10:1). "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Núm. 12:3). En cuanto a nuestra relación con Dios la mansedumbre significa sumisión (Sant. 1:21, "recibid con mansedumbre la palabra"); en cuanto a nuestra relación con el hombre la mansedumbre significa fuerza y gentileza. Es lo opuesto de "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones" (ver. 20), como tam­bién de la arrogancia.

          "Restauradle con espíritu de mansedum­bre" (Gál. 6:1); los que no tienen el espíritu de mansedumbre hacen más mal que bien cuando intentan restaurar. "Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino ama­ble para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen" (2 Tim. 2:24, 25). "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre" (1 Ped. 3:15).        "¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre" (Sant. 3:13).

          La mansedumbre esta  asociada con el amor (1 Cor. 4:21) y con la humildad (Mat. 11:29; Efes. 4:2; Col. 3:12). "Que a nadie di­famen, que no sean pendencieros, sino ama­bles, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres" (Tito 3:2). Aquí la manse­dumbre se pone en contraste con pendenciero.

          -- templanza (dominio propio, LBLA); --  egkrateia, Hech. 24:25, 2 Ped. 1:6. Según 1 Cor. 9:25, todo aquel que lucha ejercita el dominio propio en todo, tiene control de sí mismo, no solamente absteniéndose de todo vicio, sino también manteniendo una dieta es­tricta y sometiéndose al entrenamiento indi­cado. El obispo debe ser "dueño de sí mismo" (Tito 1:8, teniendo dominio propio). "Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio" (2 Tim. 1:7). Es indispensable que los an­cianos, diáconos, evangelistas, y maestros tengan el dominio propio.

          -- contra tales cosas no hay ley. -- No hay ley divina que condene tales cosas, pero el gobierno de Estados Unidos prohíbe que es­tas cosas se enseñen en las escuelas públicas como principios bíblicos.

          Estas buenas cualidades cumplen la ley de Dios, ver. 14; Rom. 13:8-10.

5:24 -- Pero los que son de Cristo -- Pablo habla de "el fruto del Espíritu" y luego habla de "los que son de Cristo". Compárese Efes. 3:16, 17, "fortalecidos con poder en el hom­bre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones". Los carismáticos quieren separar la obra del Es­píritu Santo de la obra de Cristo. Hablan mu­cho de lo que el Espíritu Santo hace como si fuera cosa distinta a lo que Cristo hace. Pero si el Espíritu ocupa el corazón, Cristo lo ocupa, y si Cristo ocupa el corazón, el Es­píritu lo ocupa. El Espíritu vino para hacer la obra de Cristo (Jn. 15:26; 2 Cor. 3:17).

          -- han crucificado la carne (vers. 16, 17, 19) con sus pasiones y deseos. -- 2:20. Los que querían someterse a la ley de Moisés no podían vencer la carne, pero "los que son de Cristo han crucificado la carne", habiéndose arrepentido de estas obras de la carne y habiéndose bautizado para perdón de peca­dos (3:27; Hech. 2:38). Haciendo esto "nuestro viejo hombre fue crucificado junta­mente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado" (Rom. 6:6).

5:25 -- Si (Puesto que) vivimos por el Es­píritu, -- El es la fuente de nuestra vida (3:3). La palabra "Si" es como la "si" de Fil. 2:1 y quiere decir "puesto que" (dice "vivimos", in­cluyendo a sí mismo en el verbo).

          -- andemos (avancemos) también por el Espíritu. --  Con esto les recuerda que "habiendo comenzado por el Espíritu" (3:3), "son de Cristo" (5:24), que "han crucificado la carne" y, por eso, deben ser guiados por el Espíritu. ¡Seamos en realidad lo que profe­samos ser!

5:26 -- No nos hagamos vanagloriosos, -- kenodoxoi. Jactanciosos. Los judaizantes menospreciaban a Pablo para exaltarse a sí mismos (2 Cor. 11:22, 23). Fil. 2:3, "Nada hagáis por contienda o por vanagloria". No deben gloriarse en sí mismos ni en la carne (6:13), sino en Cristo (6:14; 1 Cor. 1:31; 2 Cor. 2:17). Véanse Prov. 16:18; 29:23; Rom. 12:3, 16

          -- irritándonos (provocándonos) unos a otros, -- prokaleo, llamar fuera, retando al combate.

          -- envidiándonos unos a otros. Véase el ver. 21, notas.

* * * * * * * * * *

 

Al Estudio Anterior: Gálatas - Capítulo 4
Comentarios Index
Al Siguiente Estudio: Gálatas - Capítulo 6