VII. El Argumento De La Educación.

                        A. Ya se ha comentado (porque he discutido mi cambio con algunos en particular) que la educación me ha hecho mal, que he perdido la fe a causa de la educación secular.

                        B. Mi respuesta.

                                    1. Me han preocupado algunos de los hechos registrados en la Biblia desde que la empecé a leer, como les ha sucedido a muchos miembros de la iglesia, de poca o de mucha educación. Cuando preguntaba sobre algunos problemas, siempre recibía la contestación ortodoxa ya mencionada (Vea VI). Siendo principiante en el estudio de la Biblia y viendo que ¡todo mundo! creía en la Biblia, llegué a moldarme en la filosofía que dice que la Biblia es la palabra de Dios sin más allá ni más acá".

 

            Dice el autor que recibía "la contestación ortodoxa ya mencionada (Vea VI)". Si esa respuesta fue la única que recibió, no hizo mucha indagación. (Véanse nuestros comentarios sobre su sección VI).

            ¿Dónde está la revista del autor de las explicaciones razonables que se han dado en muchos libros escritos en la Biblia? ¿Estudió con cuidado y con actitud positiva hacia las Escrituras, procurando ver las explicaciones respecto a supuestas contradicciones y discrepancias, o nada más preguntó a varias personas no estudiadas en esta materia?

            ¿Quién sigue "la filosofía que dice que la Biblia es la palabra de Dios sin más allá ni más acá"? ¿Nos dará el autor algunos nombres de personas con quienes platicaba sobre sus dudas y que siguen tal filosofía? O, ¿es esta llamada "filosofía" alguna creación de su mente de prejuicio para menospreciar al verdadero creyente en las Escrituras? (¡Cómo le gusta al modernista menospreciar a otros!) Negamos rotundamente que tal "filosofía" represente la posición del creyente en la Biblia. Creemos porque las evidencias nos obligan a creer. Acusarnos de tener una fe ciega es mentir.

            En tiempos pasados el autor era un alumno serio y cuidadoso de la Biblia, al prepararse para encuentros con falsos maestros religiosos. (Existen todavía materiales escritos por él que lo prueban). Ahora, ¿dónde están sus notas y apuntes que muestren estudio cuidadoso de supuestas contradicciones e inconsecuencias en la Biblia? (Esta carta que estamos repasando es nada más una lista de acusaciones). El punto es éste: ¿qué tan seriamente estudió él estos asuntos? Hasta la fecha no hemos visto vestigio alguno de tal estudio de parte de él. Si dice que sí ha hecho tal estudio exhaustivo, que produzca las notas que lo demuestren.

 

            "2. Mi cerebro se empapó de dicha filosofía y me dediqué a defender la Biblia contra todo ataque. Pero también me propuse procurar pasar por alto lo más posible aquellas porciones que apuntan hacia contradicciones e inconsistencias".

 

            ¿Por qué se propuso "procurar pasar por alto"? ¿Por qué no procuró más bien confrontar esas referidas porciones con la misma dedicación y energía mental con que confrontaba argumentos sectarios de falsos maestros? Si dice que así lo hizo, otra vez respondemos: ¿dónde está la prueba de ello? La verdad simple y sencilla es que nunca lo hizo. Lo que ha hecho lo tenemos en esta carta abierta a la cual él dio poca distribución, y el lector honesto y que lee con objetividad e imparcialidad puede ver que la dicha carta no es prueba de la conclusión a la cual ha llegado el autor. Es una serie de acusaciones contra Dios y contra su Palabra, basadas en falsas representaciones.

 

            "3. A pesar de este propósito, me ha sido imposible reconciliar toda enseñanza bíblica con la idea de infalibilidad. Y ahora, ya no puedo insistir en que la Biblia es el libro infalible de Dios. Y si yo no lo puedo creer, entonces no lo puedo enseñar".

 

            Nótese que el autor dice en este párrafo que no puede reconciliar "toda enseñanza bíblica con la idea de infalibilidad". Eso implica que hay una parte, o partes, que sí son infalibles. Le preguntamos: ¿cuáles son? ¡Especifíquelas! No sea tan vago y general. El va a terminar su carta, diciendo, "Y si no puedo aceptar personalmente la infalibilidad de muchas de sus declaraciones..." Entonces, sí puede aceptar personalmente la infalibilidad de algunas de sus declaraciones. ¿Cuáles son? ¿Cómo sabe que son infalibles, y literalmente declaraciones de Jehová Dios?

            El modernista es el inconsecuente, no Dios. El quiere aparecer como que cree y al mismo tiempo como que no. Creen en Dios y no creen en El. Para él la Biblia es buena, y no es buena. Pero ¡nunca especifica! No puede hacerlo y al mismo tiempo ser consecuente, y ¡nadie lo sabe mejor que él! El está tan enamorado de su inteligencia que se le olvida que otros también tienen un poco de educación y por eso pueden penetrar el velo transparente de sus tácticas de humana sabiduría.

 

            "4. La educación secular me ha ayudado, como ayuda a toda persona, a conocer más ampliamente el mundo (otras gentes, otras culturas, otras filosofías, etc.). La educación secular es muy útil, mayormente en nuestros tiempos. El que la condena no debe mandar sus niños a la escuela. Digo el que la condena en todo sentido".

 

                        Este párrafo no toca la cuestión, ni de lejos. Nadie está condenando la educación en todo sentido, ni en ningún sentido. Seguro es que la educación ayuda a conocer al mundo, pero ¿qué tiene que ver eso con la mala influencia de la comunidad educativa, que en gran parte consiste en modernistas como también en ateos? En este país la educación pública es controlada por incrédulos, respecto a la Biblia, y los libros de texto se oponen a la creación según la narración bíblica y a la moralidad enseñada en la Biblia. Prevalece un prejuicio fuerte contra la creencia en Dios. A esto se hace referencia cuando se afirma que algunos pueden perder la fe "a causa de la educación secular".

            La educación secular es una herramienta. No se le debe permitir que llegue a ser ama y señora. Cuando uno deja que ella le mande en asuntos que pertenecen al alma y al destino eterno, entonces llega a ser esclavo de ella. Muchos han destruido su fe de esta manera. La educación secular, como el dinero, no es mala en sí, pero las dos cosas pueden causar daños grandes y eternos, cuando dejan de ser herramientas y comienzan a ser amos. El dinero no es malo en sí; el amor al dinero sí lo es (1 Tim. 6:10). La educación secular no es mala en sí; el mal uso de ella conduce a la persona a hacerse insensato, gloriándose delante de su Creador (1 Cor. 3:19, 20; 1:27-29).

 

            "5. El que dice que mi cambio es un ejemplo más de la mala influencia de la educación debe reparar en lo que dice. Tal persona debe recordar que si tiene un ejemplar de la Biblia en sus manos en su idioma es porque hubo personas con suficientes conocimientos seculares para poder compilar los manuscritos y traducirlos. Ningún analfabeto o persona de escasos conocimientos pudo haber hecho tal cosa. No digo esto ni para jactarme ni porque piense compararme a uno de los que tuvieron parte en la compilación y traducción de la Biblia; lo digo para que recuerde usted que sin personas preparadas en conocimientos seculares, no existiera un solo ejemplar de la Biblia en nuestro idioma".

 

            Se le llama la atención del lector a la palabra "influencia" en el párrafo citado arriba; es palabra clave. El autor por fin toca la cuestión al usar dicha palabra. La mala influencia de la educación secular es toda la cuestión. Pero en seguida el autor ¡deja la cuestión de la influencia y se desvía, hablando de otros asuntos! Habla de cómo "personas preparadas en conocimientos seculares" han compilado y traducido manuscritos. Tal es la astucia (pues el autor no es persona ignorante y sin letras; todo lo contrario) del autor al evitar confrontarse con la cuestión misma; que es, la mala influencia de la comunidad educativa, que es compuesta mayormente de incrédulos.

            Otra vez admitimos libremente que la educación secular ha servido a la humanidad en muchas formas. Pero el problema no consiste en la educación, sino en la inhabilidad de muchos para manejarla bien como herramienta útil. Muchos llegan a ser intelectuales fatuos, orgullosos y envanecidos. "El conocimiento envanece, pero el amor edifica" (1 Cor. 8:1). "Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras ..." (1 Tim. 6:3, 4). El problema del autor y de otros muchos es que no han podido hacer buen uso de la educación, sino que han dejado ser influidos por los incrédulos jactanciosos que se glorían en sus conocimientos, elevándose así más allá de Dios. Como muchos no pueden hacer buen uso del dinero, sino que se vuelven muy mundanos al hacerse ricos, de igual manera muchos han destruido su fe porque no han podido mantener a la educación en su lugar, que es el de servir como instrumento útil en los asuntos del mundo físico. Hay hermanos en la fe que han alcanzado altos niveles en la educación secular, y que no se han rendido a las malas influencias adherentes a ella, como hay también hermanos muy ricos que no se han rendido a la tentación de poner la esperanza en las riquezas inciertas. Véase 1 Tim. 6:17-19. El autor no ha vencido al mundo; el mundo le ha vencido a él! La victoria que vence al mundo es la fe (1 Juan 5:4); el autor ha abandonado la suya y por eso ha fracasado "a toda vuelta de esquina".

 

            "Lo que he dicho anteriormente, entonces, es lo que me ha hecho perder la fe en la Biblia como libro infalible de autoridad divina. Tenemos la Biblia en nuestras manos porque hombres no-inspirados la han compilado y traducido (no porque Dios haya manifestado algún cuidado especial dando a sus hijos --los cristianos-- la sabiduría para hacer tal cosa). Los libros que contiene la Biblia son los libros inspirados porque hombres no-inspirados han dicho que lo son (estamos basados en su fallo). El Dios descrito en la Biblia es un Dios egoísta, cruel, injusto, inconsistente, discriminador entre sus hijos, que sanciona lo malo y echa mano de lo malo para conseguir ciertas cosas, crea para castigar y destruir, y hasta parece ser dos dioses distintos, uno en el Viejo Testamento y otro en el Nuevo Testamento. Es injusto también porque el proceso de salvación que ha escogido discrimina abiertamente contra todo analfabeto. Toda alma que no sabe leer está rotundamente perdida porque no puede confirmar con la Biblia ninguna enseñanza religiosa. Y si en nuestros días, cuando vivimos en lo que se dice 'una época avanzada' hay tanto analfabeto, imagínese usted el número de analfabetos en épocas anteriores cuando la educación era un privilegio de los acomodados únicamente. ¡Qué suerte de tanto infeliz ante un Dios que pone como requisito indispensable el que uno sepa leer y trazar bien su Biblia para poderse salvar!

 

            En este párrafo el autor hace un resumen de la parte anterior de su carta, repitiendo la acusación falsa acerca de compilar la Biblia hombres no inspirados, y repite su blasfemia contra Dios. Todo esto ya ha sido contestado ampliamente en nuestra respuesta.

            Dice el autor que ha perdido su fe en la Biblia como libro infalible de autoridad divina. Una de sus quejas al respecto es que Dios no dio a sus hijos, a los cristianos, la sabiduría para compilar y traducir manuscritos. ¿Y quién es él que obligue a Dios a ver por la Biblia de esa manera? La Biblia existe hoy en día porque Dios ha visto por ello, habiendo escogido la manera suya de hacerlo. A través de los siglos Dios ha empleado a los suyos, como también a los enemigos suyos, para lograr sus fines; de esto la Biblia habla en muchos pasajes. Pero ahora en el siglo veinte el autor se queja porque Dios ha operado en una manera que él no hubiera empleado. ¡Qué vanidad! ¿Acaso Dios está obligado a hacer sus cosas según algún hombre insignificante las haría?

            Dice que Dios "parece ser dos dioses distintos, uno en el Viejo Testamento y otro en el Nuevo Testamento". Parece, dice el autor. Habla vagamente, como lo hace todo modernista. Le preguntamos: ¿Hay dos? Si los hay, ¿en cuál de los dos cree? ¿Cree en los dos? ¿No cree en ninguno de los dos? ¡Sea específico! ¡Declárese! Pero, esperando respuesta, nos viene puro silencio. El modernista tiene por propósito nada más sembrar duda.

            ¿De dónde supo que cosas pueden ser confirmadas solamente por personas que saben leer? El supone esto, y luego sigue a su conclusión falsa de que el analfabeto es un infeliz que no puede estar seguro de nada. ¡Esto es ridículo! El podría identificarse a alguien, dándole su nombre, dirección y otros datos, pero la persona oyente no podría confirmarlo ¡si no sabe leer! Tal es la "lógica" de este autor tan educado. A diario trabaja él en su campo de la educación, que procura educar al no educado, pero según él, el no educado no puede confirmar lo que le educan, porque ¡no tiene educación!

            Es mentira de mentiras que uno diga que Dios ha puesto como requisito indispensable que uno sepa leer para poder salvarse. El autor sabía cuando escribió tales palabras que representaba mal a la Biblia. Por muchos años enseñaba el evangelio a gente pobre, y en parte sin educación (sin poder leer), y muchos consideraban las evidencias y razones que él presentaba, y las aceptaban, obedeciendo al evangelio y siendo salvos de sus pecados pasados. El haber podido esas personas leer no habría cambiado en lo más mínimo la veracidad de lo que se les enseñaba. Esas verdades que él predicaba fueron creídas tanto por gente educada como por analfabetos. El poder o no poder leer no tenía, ni tiene, nada que ver con el asunto. El nunca pregunta a alguien que si sabe leer antes de afirmar algo a la dicha persona. Según la idea de él, tendría primero que preguntar a la persona que si sabe leer, porque de otra manera, sería inútil decirle algo porque ella no podría confirmarlo. ¡Créalo quien pueda!

            El autor está en contra de la Biblia y por eso la representa mal. Tiene que acusarla falsamente para poder establecer su caso en las mentes de algunos. Cuando predicaba la verdad, con una buena medida de humildad, al tocarse la cuestión de leer, habría citado tales pasajes como Apoc. 1:3, que dice, "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ellas escritas; porque el tiempo está cerca". La Biblia debe ser guardada. Para esto tenemos que saber lo que dice. Para esto tenemos que oír. Para esto las Escrituras tienen que ser leídas (o por uno mismo o por otros). Ahora, ¿en dónde consiste algún problema al respecto? ¡en ninguna manera! El incrédulo crea problemas, en su propia mente envanecida, para destruir, si es posible, la fuerza de la palabra de Dios en los corazones de los hombres.

 

            "¿Dice usted que éstos se salvarán oyendo y practicando lo que los predicadores cristianos les enseñan? Pero, ¿cómo sabrán los analfabetos que lo que se les enseña está en la Biblia, si no saben leer? ¿Cómo lo van a confirmar? ¿En qué se basarán para aceptar al predicador cristiano y rechazar al sectario? Además, ¿cree usted que hay suficientes predicadores cristianos para enseñar a todos los analfabetos en el mundo?

 

            El autor sabe cuál es la respuesta que su argumento absurdo va a recibir, y por eso, esperándola, sale con la primera pregunta del párrafo arriba. Dice la palabra de Dios: "muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados" (Hech. 18:8). No dice, "muchos leyendo", sino "oyendo". Pero, contestaremos las preguntas del párrafo dado arriba. A la primera decimos que no. La razón es que él limita su pregunta con la frase que dice, "lo que los predicadores cristianos les enseñan". Si él hubiera preguntado, ¿Dice usted que éstos se salvarán oyendo y practicando la verdad?, habríamos dicho que sí. Los que oyen y practican  la verdad se salvarán (Jn. 8:32), pero esa verdad ha de ser predicada por los hombres (1 Cor. 1:21). Dios quiere que se predique a "toda criatura", inclusive al analfabeto (Mar. 16:15).

            Para contestar su segunda pregunta, preguntamos: ¿cómo saben los analfabetos la veracidad de otras cosas que se les dicen? ¿Está afirmando el autor que el analfabeto no puede estar seguro de nada, dado que no sabe leer? ¿No puede estar seguro de su propio nombre, ya que no puede leer el certificado de nacimiento? la pregunta del autor es ridícula. ¿Podría él estar seguro obedeciendo las leyes del país si no supiera leer? Tal es la clase de pregunta que ha hecho.

            Pregunta: "¿Cómo lo van a confirmar?" Contestamos: el analfabeto confirma la verdad del evangelio de igual manera como confirma cualquier otra verdad; es a saber, por medio de oír. Si en algún dado caso tuviera duda de que le leía correctamente cierta persona, pediría que otros le leyeran, hasta estar seguro de que tenía la verdad del caso.

            Pregunta: "¿En qué se basarán para aceptar al predicador cristiano y rechazar al sectario?" Se basarán en la verdad, sea quien sea el que la predique. La palabra de Dios es verdad (Jn. 17:17). El que no sabe leer, sabe oír (Apoc. 2:7; Mat. 13:9). La fe viene por el oír (Hech. 15:7; Rom. 10:17; Apoc. 1:3; Col. 4:16).

            También pregunta que si hay suficientes predicadores para enseñar a todos los analfabetos en el mundo. (Si él no hubiera destruido su fe, habría habido ahora otro más para la tarea). Esta pregunta no tiene nada que ver con el punto de poder o no poder el analfabeto confirmar verdades. Pero el autor cree que ella ayuda a establecer su crítica negativa de las Escrituras. Pero hemos prometido contestar todas sus preguntas, y por eso la contestamos. El caso no es de haber suficientes predicadores, sino de suficientes cristianos (Hech. 8:4). Sí, los hay. Como los había en el siglo primero (Col. 1:23), también ahora los hay. El problema consiste, no en la falta de obreros, sino en no ocuparse todos los cristianos en su deber en el particular, y en quienes (como el autor) siembran dudas en lugar de "pelear la buena batalla de la fe" (1 Tim. 6:12). (Y si en cierto lugar no hay cristianos, de todos modos la gente --tanto los analfabetos como los demás-- tiene el deber y el privilegio de oír la palabra de Dios. Que los analfabetos pidan que alguien se la lea; no faltará quien les atienda en esto. También conviene que los analfabetos se animen a educarse.)

 

            "Si usted ve que mis argumentos son falsos, que están mal fundados, que tienen una contestación clara, le pido me lo haga saber".

 

            Aunque el hermano no envió su carta a nosotros, hemos procurado hacer lo que él aquí pide. Sus argumentos son falsos en la mayoría de los casos sencillamente porque son basados en falsas representaciones, tanto de Dios mismo, como de su bendita palabra. No hay excusa para que lo haga uno tan sabio en las Escrituras como lo es el autor. ¡Cómo debe arrepentirse e implorar perdón a su Creador!

 

            "En todo esto no digo que no existe un Ser Supremo, ni tampoco que la Biblia es totalmente una contradicción o mala. Lo que digo es que ante tales inconsistencias y contradicciones, no puedo aceptarla como libro infalible de autoridad divina".

 

            Concluye su argumentación, diciéndonos que no dice que no existe un Ser Supremo. ¿Qué dice, pues? ¡Como el modernista evita declararse positivamente! El ateo dice que no existe Dios. El agnóstico dice que no sabe si existe o si no existe. ¿Qué dice el autor? ¡Dice que no dice que no existe!

            Añade que no dice que la Biblia es totalmente una contradicción o mala. Eso implica que cree que la Biblia en parte es pura armonía y que es buena. La cuestión es ésta: ¿cree usted que parte o partes de la Biblia son divinamente inspiradas? Si así cree, ¿cuáles son esas partes, y cómo lo sabe? Las partes que cree ser no malas, son entonces buenas. Pero, ¿en qué sentido diría que son "buenas" (es decir, no malas)? ¿Son buenas solamente en el sentido de ser algo útiles para la humanidad como filosofía o ideales? O, ¿son buenas en el sentido de inspiradas divinamente? ¡Declárese!

 

            "Atentamente, _____(firma)___________________

 

            Luego, agrega algunos párrafos adicionales.

 

            "P. D. ¿Ha leído usted esta declaración objetivamente? Espero que sí. Porque espero que comprenda las razones de mi cambio. Permítame repetir clara e inequivocadamente mi posición".

 

            Pide a sus lectores ser objetivos al leer, pero parece que no sabe el significado de la palabra "objetivo". ¿Por qué no lo ha sido con la Biblia? Si alguno leyera su carta, como ahora él lee la Biblia, representándola mal en casi toda línea, ¡saldría el autor "egoísta, cruel, injusto, inconsistente, discriminador entre sus hijos, que sanciona lo malo y echa mano de lo malo para conseguir ciertas cosas, etc."!

 

            "La Biblia requiere completa adhesión, sí, sujeción incondicional a sus declaraciones. Yo no puedo creer en muchas de esas declaraciones y relatos como infalibles. Entonces no puedo ser fiel a la Biblia. Y si no puedo aceptar personalmente la infalibilidad de muchas de sus declaraciones, no puedo seguir predicando la Biblia como la autoridad infalible de Dios".

            Al tomar esta posición no digo que no existe un Ser Supremo, ni tampoco digo que la Biblia es totalmente una contradicción o mala".

            Estos dos párrafos no presentan materia nueva. Ya hemos comentado ampliamente sobre los varios puntos que aquí se repiten. No hay que repetir nuestra respuesta.

 

            "Sé que hay muchos miembros de la iglesia, inclusive predicadores, que también tienen dudas, que también se hallan perplejos, que también se hacen muchas preguntas acerca de la Biblia. Yo no pretendo hablar por ellos; hablo por mí mismo. Yo no puedo creer en y predicar de todo corazón un libro en el cual no tengo fe plena".

            Afirma el autor que él y otros hermanos en la fe tienen dudas respecto a porciones de las Escrituras, pero comenzó su carta, en el mismo primer párrafo, diciendo que no tiene dudas, sino convicciones basadas en evidencia muy palpable. Si tiene meras dudas, ¿por qué no ha seguido predicando todas esas partes sobre las cuales no tiene dudas, sino que considera ser en realidad la misma palabra de Dios? ¿Por qué dedicarse a blasfemar? Decídase, amigo; ¿tiene dudas o tiene convicciones?

            Que alguno esté algo perplejo respecto a alguna frase o porción entera de las Escrituras no es nada raro ni digno de reprensión. En ese dado caso la cosa que hacer es investigar, aprovechando toda ayuda abundante que existe, preparada e impresa por verdaderos creyentes en la Biblia y en Jehová Dios. Irse con incrédulos y beber de su espíritu jactancioso no soluciona ningún problema sobre dudas. Hay hermanos preparados que pueden ofrecer ayuda, como también abundancia de ayuda en el campo de las evidencias preparada por no hermanos en la fe. El que de veras busca la verdad, y no alguna salida, no encontrará ninguna dificultad en hallarla. Todo tiene que ver con la actitud de corazón.

 

            "Ahora que si esto le parece alarmante y llega a ser para usted un caso más de apostasía, o un ejemplo de lo que puede hacer la influencia del liberalismo, modernismo, o cualquier otro 'ismo', que no le baste a usted el decir, 'He ahí lo que le sucede al hermano que se deja llevar por ...' Encárece con los argumentos que aquí presento. Presénteme aquellas razones que desmienten estos argumentos".

            Así termina su carta. Nos hemos encarado con sus argumentos, sin omitir pregunta alguna suya. Le hemos presentado las razones que aquí pide, y también le hemos hecho algunas preguntas nuestras. Esperamos que las conteste, no para alguna satisfacción nuestra, sino para que así se abra su vista espiritual que ha sido entenebrecida por la humana sabiduría vana y vacía.

            El sabio de muchos siglos atrás, dijo que había pesado las cosas una por una para hallar la razón (Ecles. 7:27), pero el autor esto no lo ha hecho.

            Hay una acusación seria que con toda razón puede ser lanzada contra él; es a saber, que no ha estudiado las evidencias. Como otros muchos educadores modernos, no sabe otra cosa sino la crítica negativa, siendo ignorante de los argumentos sólidos en defensa de la inspiración de las Sagradas Escrituras. Jesús mismo puso su sello de aprobación en el Antiguo Testamento (Luc. 24:26, 27, 44). El cumplimiento de las muchísimas profecías del Antiguo Testamento atestigua a la inspiración de las Escrituras. La historia y la arqueología corroboran y apoyan las declaraciones de ellas. Pero, para el autor, todo esto no es de ningún valor y por eso concluimos que es guiado por el prejuicio y que a él le falta la verdadera educación.

            Lo que él dice en efecto es lo siguiente: Si yo no puedo explicar toda supuesta contradicción o inconsecuencia de manera satisfactoria, entonces no se puede explicar; no hay explicación. Pero, ¿qué pensaríamos de algún doctor o algún mecánico que hablara así? Tampoco son infalibles los maestros de escuela. He aquí un educador infalible formando una conclusión definitiva de que ¡la Biblia no es infalible!

            El autor no muestra las cualidades del erudito paciente y humilde. Dice que tiene dudas; muchos miles de personas han tenido dudas y ¡las han solucionado! Para el autor serían todas estas personas crédulas y nada eruditas, pero él ha tenido problemas con sus "dudas" porque no las ha procurado resolver hincado de rodillas, sino más bien alzando el puño a la cara de Dios.

            Tiene mucho que decir acerca de los pobres analfabetos condenados, pero Jesucristo no hablaba así. "Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó (Luc. 10:21). Los sabios y entendidos como el autor no pueden entender; ¡los analfabetos sí pueden! El autor no debería estar preocupándose por los analfabetos, sino por sí mismo. El es como los judíos incrédulos que dijeron, "Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es" (Jn. 7:49).

            El quita la fe, pero ¿qué pone o da en su lugar? Destruye la esperanza, pero ¿con qué la substituye? Reduce al hombre al nivel del animal. Implica que cree en un Ser Supremo, pero esto no dice nada, porque él no sabe nada de este supuesto Ser Supremo en cuanto a mandamientos, promesas y leyes. El no sabe nada de su origen, de su destino, ni de su razón de vivir, sino que es como barco flotando a la ventura; no sabe a dónde va ni por qué está aquí. ¿Y cuando muera, qué pasará? No estamos nada convencidos de que él estaría contento y satisfecho con morir en su incredulidad; más bien, es probable que esté completamente espantado y lleno de horror en ese momento.

            No suponga nadie que el autor, debido a sus años de haber predicado el evangelio, haya hecho un estudio cuidadoso y objetivo de las evidencias de la inspiración. La verdad es que antes de hacer tal estudio y sin haberlo hecho, él hizo contacto con todas estas objeciones, y las aceptó. El no originó estas acusaciones y críticas negativas, pues son viejas. Las conocíamos antes de conocerle a él. El afirma que el analfabeto recibe cualquier enseñanza que se le presente; ¿no ha hecho el autor la misma cosa? Es tan fácil aceptar sin preguntar algún sistema de incredulidad como aceptar así uno de creencia. ¡El es prueba viviente de esto!

            Mucho de lo que ha escrito en su carta de crítica concierne al Antiguo Testamento no es verdadero (si está lleno de contradicciones e inconsecuencias, según las acusaciones del autor), entonces tampoco le es el Nuevo, porque ni una vez menciona el Nuevo (es decir, Jesucristo, los apóstoles y demás escritores del Nuevo) las acusaciones fatuas contra el Antiguo que hace el autor. Al contrario, el Nuevo Testamento cita libremente al Antiguo, se refiere a sus registros como verdaderos, y apela al Antiguo para probar afirmaciones respecto al Nuevo.

            Bien se le aplican al autor estos dos pasajes: 2 Cor. 4:3, 4 y 2 Tim. 2:25, 26: "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios"; "que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él".

 

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