El Profeta Amós

(El libro de Amós)

Amós fue un hombre algo severo del desierto, y sus antecedentes son evidentes a través de sus escritos. Era nativo de Tecoa, que estaba a unas cinco millas de Belén y a diez millas de Jerusalén. La ciudad estaba construida en una colina que miraba al desierto de Judá, una de las más desoladas áreas de Canaán. Era de una extracción baja - boyero de ovejas y recolector de higos silvestres (1:1; 7:14).  A pesar de ello, Amós muestra un conocimiento sorprendente de la historia y las actitudes de las naciones a su alrededor, como también de Israel y Judá. Quizá había visitado algunas ciudades y áreas mencionadas, mientras viajaba al mercado con sus rebaños. Dios llamó a Amós desde donde seguía a sus rebaños y le envió a predicar al reino de Israel.

Al tomar tiempo para observar los antecedentes de Amós y para maravillarse de su comprensión de los asuntos del mundo, no estamos minimizando en manera alguna la inspiración de Dios. Aunque el Espíritu de Dios no sólo podía sino que en realidad aumentaba la comprensión del profeta de las condiciones a su alrededor, también  utilizó las propias circunstancias del hombre y su personalidad para dar el mensaje. Por ejemplo, el tono de los escritos de Amós es muy diferente al de los escritos de Oseas, aunque ambos profetas estaban dando el mensaje de la destrucción al pequeño reino de Israel.

Amós vivió durante los días en que el reino de Jeroboam II en el norte era contemporáneo con el reino de Uzías en el sur. Añade la nota adicional de que su obra en Israel fue «dos años antes del terremoto,» pero esto no ayuda a fijar con precisión la fecha porque no se sabe nada más sobre este terremoto. La mayoría de los eruditos fechan su obra alrededor del 760 al 755 a. de C.  Estudiemos brevemente su mensaje:

El Juicio de Dios sobre todas las Naciones (capítulos 1-2):

El tema del libro es enfáticamente uno de juicio y destrucción. Primero el Señor anuncia el juicio contra las varias naciones alrededor de Israel: contra Damasco (Siria), Gaza (Filistia), Tiro (Fenicia), Edom, Amón, y Moab. Luego se acerca más y proclama la condenación de Judá,  «porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres. Prenderé, por tanto, fuego en Judá, el cual consumirá los palacios de Jerusalén.»

Se acerca aun más a la misma Israel y hace un resumen correspondiente de sus pecados, aunque a través del resto del libro continúa la descripción del juicio que viene sobre Israel. Los pecados de Israel que se mencionan son: injusticia social; olvidar a Jehová y su pacto con Él; idolatría con su fornicación sagrada; y la adoración ritual y formalista. Escuche el clamor de Dios al denunciar sus pecados: «no revocaré su castigo; porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos.  Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos, y tuercen el camino de los humildes; y el hijo y su padre se llegan a la misma joven.»

Dios había hecho tanto por Israel: Destruyó a los amorreos ante ellos; les sacó de la  esclavitud en Egipto; les guió a través del desierto; les dio profetas y nazareos de entre sus propios hijos. Sin embargo, habían despreciado al Señor; habían prohibido a los profetas profetizar, y le habían dado a los nazareos vino para emborracharse. Por tanto, Dios les advierte que el juicio era ineludible. Israel había pecado hasta el colmo, y Dios no esperaría más. Sin importar qué tan rápido o qué tan fuerte fuese su ejército, huiría desnudo el día del juicio. «Pues he aquí, yo os apretaré en vuestro lugar, como se aprieta el carro lleno de gavillas; y el ligero no podrá huir, y al fuerte no le ayudará su fuerza.»

Fundamentos para el Juicio de Dios (capítulos 3-6):

Capítulo 3:

Dios había bendecido tanto a Israel como a Judá más allá de lo que había bendecido a las otras naciones, pero tales bendiciones solamente les dio mayor responsabilidad para obedecerle. Ya que no habían cumplido su responsabilidad, Dios les castigaría por sus iniquidades. «A vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades.»

Amós hizo una serie de preguntas retóricas: ¿Andarán dos juntos, si no estuvieren de acuerdo? ¿Rugirá el león en la selva sin haber presa? ¿Dará el leoncillo su rugido desde su guarida, si no apresare?  ¿Caerá el ave en lazo sobre la tierra, sin haber cazador?» Termina con una pregunta tan evidente como las otras: «¿Habrá algún mal en la ciudad, el cual Jehová no haya hecho?» o para expresarlo en un lenguaje más moderno: «Cuando la destrucción llega a una ciudad, no lo ha causado el Señor?» Amós dice: «Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas,  ¿quién no profetizará?»

Dios había instado  a su pueblo a que volviera a Él, y ellos habían ignorado sus súplicas. Ahora Dios está advirtiendo sobre la destrucción, y ellos continúan ignorando el mensaje. Por tanto:

Proclamad a los pueblos de Asdod y Egipto que sean testigos de que Israel no es mejor que los paganos. No saben más hacer lo recto. Por tanto, Oh Israel, estoy enviando un adversario que derribará tu fortaleza, y saqueará tus palacios. El único rescate que puede esperar Israel es como el de un pastor que libra dos piernas de sus ovejas, o una oreja de la boca del león.

Cuando traiga sobre Jacob las consecuencias de su maldad, cortaré los cuernos del altar de Bet-el, y destruiré la casa de invierno juntamente con la casa de verano, y las casas ricamente decoradas con marfil serán arruinadas.

Capítulo 4:

Dios había enviado castigos sobre ellos tratando de despertarles al arrepentimiento pero nada ayudó. «Mas no os volvisteis a mí, dice Jehová.» Sigue la descripción de cada calamidad. Ya que no habían arrepentido, la advertencia es dada a «prepárate para venir al encuentro de tu Dios, oh Israel.» El juicio estaba en camino y era inevitable. El Creador, el Que Todo lo Sabe, el Señor, El Dios de los ejércitos vendrán contra ellos.

Oíd este mensaje vacas de Basán [las esposas malvadas] que viven en los montes de Samaria, que oprimís a los pobres y decís a vuestros maridos: Traed, y beberemos.» El Señor ha testificado que vienen los días en que seréis llevados con ganchos.

Continuad vuestra adoración egoísta, ya que os agrada. Os he hecho sufrir hambre, pero aun así no habéis vuelto a mí. Os dí sequía y no volvisteis a mí. Os golpeé con oruga y langosta; os envié enfermedades como las que había en Egipto; hice matar a tus jóvenes a espada; he derribado algunas de vuestras ciudades como derribé a Sodoma y Gomorra - y aun así no os arrepentiste.

Por tanto, planeo tratar con vosotros, Oh Israel. ¡Preparaos para encontraros con vuestro Dios!

Capítulos 5-6:

La proclama de Jehová continúa mediante el profeta:

Escuchad el mensaje de lamentación, Oh casa de Israel. La virgen de Israel ha caído; por tanto, no hay quien la levante.

Buscad a Jehová y viviréis. No busquéis los ídolos de Bet-el, Gilgal ni Beerseba. Buscad a Jehová y viviréis - de otro modo, El acometerá como fuego en la casa de José.

Este pueblo odia a quien les reprueba en las puertas; no soportan a quien les habla verazmente.  Habéis hollado al pobre y les extorsionáis robando su trigo. No viviréis en las lujosas casas que edificasteis, ni beberéis vino de los hermosos viñedos que habéis plantado. Conozco todas y cada una de vuestras transgresiones  - vosotros que afligís al justo, y recibís cohecho. Aquel que es prudente sabe como  callar en tiempos de tanta maldad.

Buscad lo bueno y no lo malo. Odiad lo malo y amad lo recto. Estableced la justicia en vuestras cortes.

Si lo hacéis, hay una oportunidad de que el Señor os muestre compasión.

Los ayes son pronunciados contra todas las clases sociales - la rica clase gobernante, las mujeres de Samaria. Ayes para  aquellos que quieren el arribo del día del Señor, pensando que sólo será un día de juicio para sus enemigos y un día de gloria para ellos. En lugar de ello: «Será de tinieblas, y no de luz; como el que huye de delante del león, y se encuentra con el oso; o como si entrare en casa y apoyare su mano en la pared, y le muerde una culebra.»

Ayes para la extravagante y vana adoración de esos días. Los rituales vacíos de la adoración de Israel eran aborrecidos por Dios:

Odio, y aborrezco vuestras fiestas. Vuestros servicios de adoración no significan nada para mí. Aun si me ofrecéis sacrificios no los recibiré. Alejad el ruido de vuestros cánticos. En lugar de ello, dejad que la justicia corra como una gran cascada, y la justicia como poderoso río.

Desde los días en que vagabais por el desierto, no me habéis adorado. Habéis servido a las imágenes que os habéis hecho. Por tanto, iréis en cautividad más allá de Damasco.

Ayes para aquellos reposados, y a los complacientes en Sión; aquellos que piensan que lo han logrado todo en el monte de Samaria:

Id a mirar en Calne, y después a Hamat. Mirar a Gat de los Filisteos. Están vuestras fronteras mucho más seguras que las de ellos - vosotros que dilatáis el día malo, y reposáis en lechos de marfil; coméis los corderos del rebaño y los novillos del engordadero, que tenéis vuestras fiestas, bebéis vuestro vino y os ungís a vosotros mismos - pero que no os afligís por los problemas de José. Por tanto: ¡Iréis en cautividad¡ Levantaré una nación, Oh casa de Israel, que os afligirá desde la entrada de Hamat hasta el arroyo del Arabá.

El Señor sabía de su maldad. Oprimieron al pobre y fueron injustos en todos sus negocios. Aunque habían construido casas de piedra labrada y habían plantado viñedos, el juicio llegaría, y no disfrutarían de sus lujos. Amós presenta una introducción más clara sobre la extravagancia de esos días que cualquier otro escritor. Describe sus casas de invierno y verano. El pueblo reposaba en sus lechos de marfil y se involucraba en comilonas y entretenimiento, sin pensar en el día malo que se acercaba. ¡Pero no se afligieron por la idolatría en la tierra.

Por Tanto el Juicio es Inevitable (capítulos 7-9):

Capítulo 7:

Dios permitió a Amós ver las visiones de la destrucción pendiente. La primera fue la del enjambre de langostas que destruiría las cosechas. Amós oró: « Señor Jehová, perdona ahora; ¿quién levantará a Jacob?

Luego Amós vio un fuego que destruiría toda la tierra. De nuevo oró Amós: «Señor Jehová, cesa ahora; ¿quién levantará a Jacob?»

Pero después Dios mostró a Amós un muro inclinado y le dijo que lo midiese con una plomada de albañil. Dios estaba dejando que Amós viese como se había desviado Israel del plan original de Dios. «He aquí,» Dijo Dios: «no lo toleraré más. Los lugares altos de Isaac serán destruidos, y los santuarios de Israel serán asolados, y me levantaré con espada sobre la casa de Jeroboam.» Amós no suplicó de nuevo por Israel. Pudo ver por qué Dios decía que el juicio era inevitable. Habían ido demasiado lejos.

Hay un interludio en el mensaje cuando Amasías, un sacerdote de los becerros de oro en Bet-el, quien trata de detener a Amós. Dijo a Jeroboam que Amós estaba causando dificultades en la tierra y luego dijo a Amós: «vete, huye a tierra de Judá, y come allá tu pan, y profetiza allá; y no profetices más en Bet-el, porque es santuario del rey.»

En lugar de irse como le había sido ordenado, Amós defendió su derecho a hablar: «No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres. Y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel. Ahora, pues, oye palabra de Jehová. Tú dices: No profetices contra Israel, ni hables contra la casa de Isaac. Por tanto, así ha dicho Jehová: Tu mujer será ramera en medio de la ciudad, y tus hijos y tus hijas caerán a espada, y tu tierra será repartida por suertes; y tú morirás en tierra inmunda, e Israel será llevado cautivo lejos de su tierra.»

Capítulo 8:

El Señor mostró a Amós un canastillo de fruta madura de verano y dijo: «Ha venido el fin sobre mi pueblo Israel; no lo toleraré más. Y los cantores del templo gemirán en aquel día, dice Jehová el Señor; muchos serán los cuerpos muertos; en todo lugar los echarán fuera en silencio.» ¡Qué pensamiento escalofriante! ¡La nación está madura para ser arrancada!

Escuchad esto: vosotros que afligís al necesitado y arruináis al pobre. Vosotros decís: «¿Cuándo pasará el mes, y venderemos el trigo; y la semana, y abriremos los graneros del pan, y achicaremos la medida, y subiremos el precio, y falsearemos con engaño la balanza, para comprar los pobres por dinero, y los necesitados por un par de zapatos.»

Jehová ha jurado por la gloria de Jacob [o sea, por sí mismo], diciendo: «No me olvidaré jamás de todas sus obras. Haré que se ponga el sol a mediodía, y cubriré de tinieblas la tierra en el día claro. Y cambiaré vuestras fiestas en lloro, y todos vuestros cantares en lamentaciones; y haré poner cilicio sobre todo lomo, y que se rape toda cabeza.

Luego, el Señor hizo una profecía muy inusual. Su pueblo había rechazado Su palabra desde el día en que comenzó a hablarles, de modo que predice un día en el cual dejaría de hablarles: «He aquí vienen días, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán.» [A medida que avanzamos con la historia, esta es otra profecía que veremos cumplirse]

Capítulo 9:

Amós dijo: «Vi al Señor que estaba sobre el altar, y dijo: Derriba el capitel, y estremézcanse las puertas, y hazlos pedazos sobre la cabeza de todos; y al postrero de ellos mataré a espada. Aunque cavasen hasta el Seol [el lugar de los muertos] , de allá los tomará mi  mano; y aunque subieren hasta el cielo, de allá los haré descender. Sin importar donde vayan, enviaré la espada y les mataré.

«¿No me sois vosotros como hijos de etíopes? He aquí los ojos de Jehová el Señor están contra el reino pecador, y yo lo asolaré de la faz de la tierra; mas no destruiré del todo la casa de Jacob. Haré que la casa de Israel sea zarandeada entre todas las naciones, como se zarandea el grano en una criba, y no cae un granito en la tierra. A espada morirán todos los pecadores de mi pueblo, que dicen: No se acercará, ni nos alcanzará el mal.»

Como en las otras profecías de ese entonces, Dios incluyó una esperanza de gloria futura para su pueblo. Después de la destrucción que se acercaba, habría un día de restablecimiento. Es muy importante observar que sería el reino malvado y los individuos malvados quienes serían destruidos. Dios dijo que zarandearía la casa de Israel entre las naciones, y los pecadores morirían por la espada. Sin embargo, ningún justo, caería. Dios ha podido ver siempre a cada individuo recto y le guarda aun en el medio del castigo severo para los malvados.

El libro concluye con un brillante rayo de esperanza. Un remanente retornará, y en ese día el tabernáculo de David será reedificado. En los días de Amós, la simiente de David no reinó más en el reino norteño de Israel. Aun Judá pronto se desmoronará en juicio, dejando la tienda de David desgastada y hecha jirones al viento. Pero mediante el Espíritu, Amós pudo ver el día en que esa tienda desgastada y hecha jirones reviviría y se engrandecería para que el remanente de todos los hombres y todas las naciones que llevan el nombre de Jehová se harían parte de la casa. En hechos 15:16-17, Jacobo cita este pasaje para mostrar que los gentiles estaban incluidos en las bendiciones dadas en el Nuevo Testamento. No era una prosperidad material lo que se había predicho, sino un remanente espiritual con bendiciones espirituales en Cristo.


 

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