La iglesia verdadera

 

       ¡Qué contraste encontramos entre las varias iglesias estudiadas en este tratado y la iglesia verdadera revelada en la Biblia!

       La diferencia básica entre la iglesia de Cristo y las iglesias hu­manas es que éstas simplemente no aceptan las Escrituras como la única autoridad y aquella sí.

       Jesús dijo, "Edificaré mi iglesia" (Mat. 16:18), y esa promesa fue cumplida el día de Pentecostés (Hech. 2). Desde aquella fecha ha existido la iglesia de Cristo. Pablo habla de "la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre" (Hech. 20:28).

       Hay una sola iglesia. Como hemos presentado en este estudio, los hombres han establecido muchas iglesias, pero Cristo dijo, "edificaré mi iglesia", una sola iglesia. Pablo habla de "la iglesia, la cual es su cuerpo" (Efes. 1:22,23), "un cuerpo" (Efes. 4:4).

       Cristo es su Fundador y Fundamento. Este tratado presenta datos acerca de varias iglesias fundadas por hombres y mujeres. Es necesario entender y recordar que tales iglesias pertenecen a sus fundadores -- son de ellos -- como la iglesia de Cristo pertenece a El.

       Cristo es su única Cabeza, Col. 1:17,18. Cristo tiene toda potes­tad, Mat. 28:18. No hay otra cabeza. El Papa de Roma es cabeza de la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Mormona tiene su presi­dente, y los "Testigos" del Atalaya tienen el suyo. Toda iglesia hu­mana tiene su gobierno humano y leyes humanas que desprecian a Cristo como Cabeza exclusiva de la iglesia. Los líderes religiosos tienen concilios, convenciones, sínodos, etc. en los cuales formulan leyes para sus iglesias, pero los que aceptan a Cristo por Cabeza de la iglesia no hacen caso de los reglamentos de los hombres (Mat. 15:8,9; Col. 2:22,23).

       Las Escrituras son su guía perfecta y adecuada, 2 Tim. 3:16,17. La iglesia de Cristo no acepta ningún credo humano. No acepta la autoridad del Papa, ni tampoco los artículos de fe de los varios credos protestantes. "Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios" (1 Pedro 4:11).

       La iglesia verdadera distingue entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. La iglesia fiel de Cristo cree, acepta como inspirado, estudia y predica el Antiguo Testamento, pero reconoce también que Cristo lo cumplió y nos dio el Nuevo Testamento. La ley de Moisés era la ley de Dios para los israelitas y duró unos mil quinientos años. Esa ley sirvió de ayo para llevarlos a Cristo (Gál. 3:24). Contenía tipos, sombras y figuras o símbolos (Col. 2:17; Heb. 8:5; 9:9; 10:1, etc.) para educar y preparar el pueblo de Israel para la venida de su Mesías (Cristo). Pero la ley, los profetas y los salmos fueron cumplidos por Cristo (Luc. 24:44; Hech. 2:16; 13:27, etc.).

       Por lo tanto, la iglesia de Cristo no introduce en su culto y práctica las siguientes cosas: el sacerdocio especial (como el de Aarón y sus hijos bajo la ley de Moisés), el diezmo (que era para sostener a la tribu de Leví), el guardar el sábado (día en que los israelitas recordaron su liberación de Egipto, Deut. 5:15), el uso de instru­mentos de música (que Dios autorizó para los israelitas, 2 Crón. 29:25), el quemar incienso, etc.

       El culto de la iglesia de Cristo. Jesús nos dice que debemos ado­rar "en espíritu y en verdad" (Juan 4:24). El culto de la iglesia de Cristo debe agradar a Dios y no a nosotros mismos. Para saber lo que Dios quiere tenemos que escuchar lo que El nos dice en las Escrituras: (1) El quiere que cantemos himnos (Efes. 5:19; Col. 3:16). El tocar instrumentos de música era parte del culto de los is­raelitas que también incluía el ofrecer sacrificios de animales, el quemar incienso, etc. (2) Orar a Dios, conforme a sus ins­trucciones (1 Jn. 3:22; 5:14). (3) predicar y enseñar la Palabra de Dios. (4) Participar de la cena del Señor el primer día de la se-mana (Mat. 26:28; Hech. 20:7). (5) Recoger una ofrenda el primer día de la semana para los hermanos necesitados (1 Cor. 16:1,2; 2 Cor. 9:6-9), y para evangelizar (Fil. 4:15,16; 2 Cor. 11:8).

            El plan de salvación. (1) Para ser salvo y ser añadido a la iglesia (Hech. 2:47) es necesario oír el evangelio (Rom. 10:17). En todos los casos de conversión mencionados en Hechos de Los Apóstoles – sin excepción alguna – la gente tuvo que oír el evangelio.

            (2) Es necesario creer el evangelio (Jn. 3:16, 36).

            (3). Al oír el evangelio y creerlo, debe haber un amor profundo por Dios, un corazón lleno de gratitud y un ferviente deseo de hacer Su voluntad (Mat. 22:37, 38, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento”; Juan 14:15, “Si me amáis, guardad mis mandamientos

            (4) Con esta actitud pecadores preguntan, “¿Qué haremos?” y la respuesta es: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”, (Hech. 2:37, 38).

       La iglesia de Cristo verdadera enseña y practica la verdad sobre el bautismo. Las denominaciones humanas practican algo llamado "bautismo", pero no respetan la enseñanza bíblica sobre el asunto. El bautismo bíblico es (1) la inmersión en agua (una sepultura, Rom. 6:4; Col. 2:12); "descendieron ambos al agua, Felipe y el eu­nuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua..." (Hech. 8:38). (2) No es para infantes, sino para creyentes penitentes (Mar. 16:16; Hech. 2:38). (3) Es para el perdón de pecados (Hech. 2:38; 22:16). Nos salva (1 Ped. 3:21). El único texto en el Nuevo Testamento que habla de la fe sola dice "Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe" (Sant. 2:24). (4) Es para entrar en el cuerpo de Cristo, que es la iglesia. Hech. 2:47, "Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos"; 1 Cor. 12:13, "bautizados en un cuerpo". Es para entrar en Cristo: "todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos" (Gál. 3:27). El bautismo no es, pues, como afir­man muchas iglesias, simplemente "una seña externa de una gracia interna". Más bien, es un mandamiento del Señor que debemos obedecer para obtener Su perdón.

       La santidad. El nuevo cristiano se esfuerza por llevar una vida santa. "Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo" (1 Ped. 1:15,16). La palabra "santo" significa simplemente "apartado del mal". Al convertirnos en cris­tianos "crucificamos" la vida pasada (Rom. 6:4-7; Gál. 2:20; 5:14). Llegamos a ser nuevas criaturas (2 Cor. 5:17).

       Cristo es el Salvador de su cuerpo, la iglesia. Efes. 5:23. Por lo tanto, es necesario obedecer al evangelio y ser añadido a la iglesia del Señor.

       Su gobierno. En este tratado se han observado las varias formas de gobierno centralizado de las iglesias humanas. La iglesia ver­dadera es el reino de Cristo, una monarquía. El es el Rey y los cris­tianos somos los ciudadanos de su reino. El es el Buen Pastor y somos sus ovejas.

       Cada congregación es autónoma; es decir, se gobierna sola bajo Cristo. Cristo gobierna su iglesia a través de las Escrituras del Nuevo Testamento, y cada congregación es independiente.

       Cada iglesia tiene sus propios ancianos (Hech. 14:23; 1 Ped. 5:2, 3) y diáconos (Fil. 1:1). Los ancianos se llaman obispos y pastores (Hech. 20:17,28), porque tienen la supervisión de la iglesia de la cual son miembros y la cuidan como los pastores cuidan sus rebaños. Siem­pre debe haber dos o más ancianos en cada iglesia, porque la Bi­blia no habla del "pastor" de la iglesia.

       Cada iglesia hace su propia obra. Las iglesias (congregaciones) de Cristo (Rom. 16:16) no deben obrar a través de instituciones (escuelas para predicadores, otros institutos, clínicas, asilos para niños o ancianos, casas editoriales, etc.). No deben seleccionar ni aceptar alguna iglesia para que ésta sirva como su "iglesia patroci­nadora", como si fuera la matriz o agencia central de todas las demás iglesias. Los ancianos u obispos de los cuales la Biblia habla no sirven como mesa directiva de los proyectos de tales institu­ciones o iglesias especiales. Los que practican este error imitan los gobiernos de las denominaciones ya mencionados en este tratado.

       Predica el evangelio espiritual y no el evangelio social. Una dife­rencia muy grande entre la iglesia verdadera y las iglesias humanas tiene que ver con su definición del evangelio. La iglesia verdadera de Cristo predica el evangelio que salva el alma, y el evangelio so­cial predicado por las denominaciones promueve asuntos terre­nales y temporales, tales como los derechos de varios grupos, las necesidades físicas, la justicia política, etc. Por lo tanto, establecen escuelas de todo nivel, hospitales y clínicas, asilos para niños, an­cianos y otros, y tienen muchísimos proyectos que según sus promotores son "buenas obras". Para ellos la "salvación" más impor­tante es la del cuerpo y la vida terrenal. Casi no se oye nada de la redención del alma y muchas iglesias no quieren oír la palabra "sangre". Pero la iglesia verdadera predica a Cristo y a éste crucifi­cado (1 Cor. 2:2) y todos los textos que hablan de la sangre de Cristo y de la necesidad de la redención del alma (Hech. 20:28; 1 Ped. 1:18, etc.).

       La obra principal de la iglesia de Cristo es la evangelización. 1 Tim. 3:15, ".. la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad". 1 Tes. 1:8, "Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor". Cristo estableció su iglesia para que practicara Su enseñanza y para que la predicara al mundo entero. Jesús dijo a sus apóstoles, "Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será conde-nado" (Mar. 16:15,16). El libro de Hechos de Los Apóstoles registra cómo los apóstoles y las iglesias establecidas por ellos evange­lizaron al mundo. Pablo habla del "evangelio que habéis

oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo" (Col. 1:23). Ese evangelio que él predicó y que ellos oyeron no fue un evangelio social, sino el evangelio que "es poder de Dios para sal­vación a todo aquel que cree" (Rom. 1:16). A los efesios Pablo dice, "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa" (Efes. 1:13).

 

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