¿Dónde Está La Mira?

"Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col. 3:2). "Poner la mira" significa pensar mucho en cosas ce­lestiales y buscar primeramente las cosas de Dios, que la esperanza de un hogar celestial esté mucho en los pensamientos. El que nunca medita en el hogar celestial no quiere en realidad ir a cielo.

"No En Las De La Tierra". ¿Qué quiere decir esto? ¿Debemos practicar esto en lo absoluto o en sentido relativo? Si no ponemos en ningún sentido la mira en las cosas de la tierra ¿cómo se puede ganar la vida? La mente tiene que estar ocupada muchas horas del día (y aun de la noche) en el empleo. Casi todo trabajo o negocio es exigente, requiere atención. ¿Prohibe esto Pablo? El mismo Pablo dice, "El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad" (Efes. 4:28). También, "Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma" (2 Tes. 3:10). El Señor manda que trabajemos para ganarnos la vida, cuidar de los necesitados, y ofrendar (1 Cor. 16:1,2; 2 Cor. 9:6, 7, etc.) pero al mismo tiempo es necesario poner la mira en cosas de arriba, no en las de la tierra.

Es cuestión del propósito de uno. ¿Por qué trabajamos? ¿Con qué fin? ¿Amamos el dinero y queremos enriquecernos? (1 Tim. 6:7-10). 0 ¿queremos prosperar para poder ayudar a otros? (1 Tim. 6:17,18). Es posible que dos hermanos trabajen juntos, con mucha diligencia, uno con propósito bueno y el otro con propósito malo. Es posible que uno de ellos tenga su mira en cosas celestiales y el otro en cosas materiales.

Fil. 2:12, "ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor". El cristiano está ocupado en los asuntos de su salvación cuando trabaja en lo material, ganando la vida; la hermana ocupada en la casa, cumpliendo con sus deberes domésticos está ocupada en su salvación. El Señor requiere que trabajemos. Requiere que la mujer trabaje en la casa cuidando de su familia (Tito 2:3-5). Otra vez decimos: es cuestión del propósito de trabajar. Si uno trabaja en el campo o en el taller o en la cocina o en la escuela como cristiano(a), su trabajo "secular" es "como al Señor", como siervo de Cristo. No es posible separar la vida "secular" de la vida "religiosa". El cristiano vive en el servicio del Señor durante las 24 horas del día y los siete días de la semana.

Rom. 12:11, "en lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor". Col. 3:23, "Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres". Estos textos se aplican al trabajo secular o material, y no solamente a las actividades "religiosas"; es decir, toda actividad que coincide con la voluntad de Dios es religiosa y espiritual. Si traba­jamos en algo legítimo para ganarnos la vida, estamos sirviendo al Señor. El cris­tiano debe evitar la indiferencia, la negli­gencia, y el descuido en el trabajo secular. El Señor condena tal actitud. Nuestro tra­bajo debe ser de la mejor calidad, sea al dar servicio o al vender mercancía. So­mos peregrinos, sí, pero no por esto dire­mos, "no importa nada aquí en este mundo, no importa el trabajo, no impor­tan las cosas terrenales porque vamos al cielo". El Señor no enseña tal actitud, sino que demos mejorar las condiciones de este mundo en que vivimos. Mateo 25:29 dice, "Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más"; esto quiere decir que debe­mos aprovechar lo que tenemos y lo que podemos hacer y mejorarlo. Debemos cuidar, mantener, y utilizar los bienes y capacidades que Dios nos ha dado, para que éstos aumenten. Este principio básico se aplica tanto en lo secular como en lo espiritual.

Bellezas y comodidades. ¿Debemos poner la mira enteramente en las bellezas del cielo y no fijarnos de ninguna manera en las de la tierra? Recordemos que Jesús dijo, "Considerad los lirios del campo" (Mateo 6:28). Debemos observarlos y apreciarlos y reconocer que Dios los cuida. El cristiano más que nadie sabe apreciar toda la creación de Dios -- los ríos, las montañas, las flores -- porque sabe que Dios hizo estas cosas para servir al hombre y darle felicidad en la tierra (Gén. 2:28; Salmo 8; etc.)

El hogar terrenal. Al buscar la dicha su­blime de un hogar celestial, teniendo la mira en él, ¿no podremos tener un hogar algo cómodo aquí en la tierra? Los hermanos primitivos sí poseían hogares y practicaban la hospitalidad. El texto no prohibe tales bendiciones; al contrario Dios nos prospera y nos provee tales ben­diciones. Pero al mismo tiempo nos ad-vierte contra los engaños de las riquezas, el amar el dinero, etc. Las cosas mate­riales no deben ocupar el primer lugar en nuestras vidas. Son secundarias.

Buscad primeramente el reino. Esta lección es sencillamente otra sobre el tema de buscar primeramente el reino de Dios y Su justicia con la confianza de que las cosas materiales nos serán añadidas conforme a nuestras necesidades. Pablo no está prohibiendo el trabajo secular al decir no poner la mira en las cosas de la tierra. Hay infinidad de actividades terre­nales que son necesarias y que no se pro­híben en Col. 3:2. No proscribe el placer inocente y legítimo que la tierra ofrece al cristiano. El cristiano es prosperado y bendecido por Dios en muchas formas. Es el individuo más feliz en el mundo y no sólo recibe toda bendición espiritual en Cristo sino también sabe usar este mundo y no abusarlo (1 Cor. 7:31). Tiene familia y amigos fieles. El dice con David, "mi copa está rebosando" (Sal. 23:5). Dice Pablo en 1 Cor 3:21, 22, "todo es vues­tro..."

El lazo que sofoca. Dios tiene que ser primero en todo. Hay lazos que pueden sofocar el alma. "Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado" (2 Tim. 2:4). La palabra clave en este texto es enredarse. No se enrede. El con-tacto con el mundo es ineludible (1 Cor. 5:10). Para evitarlo "os sería necesario salir del mundo". Pero el enredarse sí se puede evitar. Cuando Jesús dijo "Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas" (Luc. 10:41), El no la criticó por ser buena cocinera ni por ser fiel en cumplir con sus deberes domésticos, pero "María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada" (ver. 42). María, "sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra" (ver. 39).

Evitar el cuidado. "Pero esto digo, her­manos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa. Quisiera, pues, que estuvieseis sin con­goja" (1 Cor. 7:29-32). ¿Es pecado tener esposa? Claro que no. ¿Es pecado llorar? Tampoco. ¿O alegrarse? ¿Comprar? ¿Disfrutar de este mundo? Este texto no prohibe nada de esto. Pero es imperativo que todas las cosas, todas las relaciones de la vida, toda actividad de la vida, todo plan hecho, se coloquen en su debido orden. Lo primero viene primero. Lo más impor­tante debe ocupar el lugar de más impor­tancia en la vida. Los asuntos y relaciones espirituales van primero. El reino es primero. La justicia de Dios es más impor­tante que las cosas materiales. La vida es de corta duración, es cosa pasajera. Todos lloramos y nos alegramos, pero ¿qué efecto tienen estas cosas sobre el alma? Todos compramos y usamos el mundo pero ¿qué efecto tiene esto sobre nuestra vida espiritual?

Dice Jesús, "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día" (Luc. 21:34). ¿Qué es peor, que uno se destruya espiritualmente por el alcohol o que se destruya por los afanes de esta vida? ¿Será el infierno más cómodo para uno que para el otro?

(Algunos pensamientos de este artículo fueron tomados del libro "Christian Destiny" por el hno. James M. Tolle).

 

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