El temor de Dios

Introducción.

      1. Sal. 25:14, "La comunión íntima de Je­hová es con los que le temen, y a ellos hará conocer su pacto".

      2. Sal. 33:8, "Tema a Jehová toda la tierra; teman delante de él todos los habitantes del mundo".

      3. Sal. 89:7, "Dios temible en la gran con­gregación de los santos, y formidable sobre to­dos cuantos están alrededor de él".

      4. Heb. 2:20, "Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la tierra". El profeta dijo esto aunque los Babilonios ya destruyeron el templo de Salomón.

I. Algunas definiciones (del Diccionario ex­positivo del Sr. W. E. Vine):

      A. "Phobos tenía primeramente el sentido de huida, aquello que es provocado por el he­cho de estar atemorizados; luego, aquello que puede provocar la huida, (a) temor, miedo, te­rror, siempre con este significado en los cuatro Evangelios; también, por ejemplo, en Hechos 2:43; 19:17; 1 Cor. 2:3; 1 Tim. 5:20 (literalmente, 'pueda tener temor'); Heb. 2:15; 1 Juan 4:18; Apoc. 11:11; 18:10, 15 ... (1) de Dios, como mo­tivo controlador de la vida, en asuntos espiri­tuales y morales, no un mero temor de Su poder y justa retribución, sino un saludable miedo a desagradarle, temor que ahuyenta el terror que lleva a alejarse de Su presencia, Rom. 8:15, y que influencia la disposición y acti­tud de uno cuyas circunstancias son guiadas por la confianza en Dios, por medio del Espíritu de Dios que mora en él, Hech. 9:31; Rom. 3:18; 2 Cor. 7:1; Efes. 5:21; Fil. 2:12; 1 Ped. 1:17 (una frase inclusiva: el temor reverente de Dios in­spirará una constante solicitud de tratar con los demás en Su temor); 3:2,15; la asociación de 'temor y temblor', como, por ejemplo, en Fil. 2:12, tiene en la Septuaginta un sentido mucho más severo, por ejemplo, Gén. 9:2; Ex. 15:16; Deut. 2:25; 11:25; Sal. 55:5; Isa. 19:16; (2) de superiores, por ejemplo, Rom. 13:7; 1 Ped. 2:18.

      B. "Deilia, cobardía (de la palabra deos, terror), se traduce 'cobardía' en 2 Tim. 1:7. Este espíritu no nos ha sido dado por Dios. Esta palabra denota cobardía y timidez y nunca se usa en buen sentido".

      C. "Eulabeia significa, en primer lugar, precaución; luego, reverencia, temor piadoso, Heb. 5:7, "temor reverente" ... ; 12:28, 'reverencia'; en general, aprensión, pero es­pecialmente un santo temor, 'aquel temor y amor entremezclados que, combinados, consti­tuyen la piedad del hombre hacia Dios' (Trench)".

      D. Observaciones: El temor de Dios sig­nifica una actitud básica de vida, un cierto mo­tivo predominante de vida. No estamos hablando meramente de un temor de Su gran poder para castigar. Es un sano miedo o temor de desagradarle, de no cumplir con Su volun­tad; pero también el amor tiene mucho que ver con esta actitud. Este temor de Dios no nos hace alejarnos de El; somos Sus hijos y "no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!" (Rom. 8:15). En lu­gar de alejarnos de El, nos acercamos a El: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Heb. 4:16). En el temor de Dios, no hay cobardía (2 Tim. 1:7); no hay temor de los hombres.

II. El temor de Dios y la adoración de Dios.

      A. La palabra "adoración" no se define en las Escrituras, pero las varias palabras usadas indican la reverencia, homenaje, devoción, y se puede ver claramente la afinidad entre la ado­ración de Dios y el temor de Dios. Sin el temor de Dios es imposible darle homenaje, es im­posible adorarle. Muchos no adoran a Dios porque no le temen.

      B. Lev. 19:30, "Mis días de reposo guardaréis, y mi santuario tendréis en reveren­cia. Yo Jehová". Los israelitas habían de reve­renciar el santuario de Dios y todas sus orde­nanzas. El culto piadoso refleja el temor de Dios. Al perder su temor de Dios el pueblo se apartó del culto prescrito por Moisés.

      C. Juan 2:16 "y dijo a los que vendían palomas: Quitad de aquí esto, y no hagáis de la casa de mi padre casa de mercado". La gente que no teme a Dios corrompe la adoración de Dios, corrompe el templo de Dios. De la falta de temor de Dios resulta también la falta de respeto por el templo de Dios. El templo de Cristo es su iglesia (1 Cor. 3:17; Efes. 2:19-20). Todo el mundo que teme a Dios respetará también su templo. Todos los cristianos hare­mos todo posible por guardar limpio este tem­plo, porque el temor de Dios y el respeto del templo son dos cosas inseparables. No basta con lamentar la corrupción del templo, sino nos conviene imitar el ejemplo de Jesús y es­forzarnos por limpiar el templo. La iglesia tiene que ser limpia en todo sentido: en la doc­trina, en el culto, en la organización, en la obra; en fin, todo tiene que ser conforme al dechado. La vida personal de todo miembro debe con­formarse a la santidad. Los ancianos y toda la membresía deben insistir en esto. Cuando Jesús limpió el templo en Jerusalén, "se acor­daron sus discípulos que está escrito: El celo de tu casa me consume" (Juan 2:17). ¿Dónde está nuestro celo? Se demuestra en purificar a la iglesia; y esto también demuestra que hay temor de Dios entre nosotros. No forzamos a nadie a ser miembro de la iglesia. Cristo invita, pero nadie es forzado a aceptar. Sin embargo, los que entran en el templo de Dios (su iglesia), tienen que mantenerse limpios y no hacer nada para corromper el santuario de Dios.

      D. El temor de Dios demanda la completa reverencia en el culto. Todos los miembros deben cooperar para que el culto sea entera­mente aceptable a Dios. No conviene que uno o dos sea la causa de un culto irreverente. No debe haber conversaciones durante el culto. No conviene tampoco tener "conversación" en si­lencio por medio de recaditos. El culto no es el lugar apropiado para masticar chicle. Debe haber reverencia en el culto. 1 Cor. 14:40 dice "Hágase todo decentemente y con orden".

      E. La completa atención y concentración en los actos de culto son necesarias si espe­ramos ofrecer culto aceptable en el temor de Dios. Debemos participar con reverencia en todos los cinco actos de culto (cantar, orar, es­tudiar, tomar la cena y ofrendar). Si no medi­tamos con toda atención al tomar la cena, es imposible "discernir el cuerpo del Señor" y la consecuencia de no discernir su cuerpo es que "juicio come y bebe para sí" (1 Cor. 11:29). "De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente (es decir, sin discernir su cuerpo), será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor." (1 Cor. 11:27). Se condena la práctica de tomar la cena con descuido. No debemos participar de la cena como si fuera comida ordinaria. Al comer en la casa está bien leer, conversar, y pensar en otras cosas; pero al tomar la cena es indispensable que la mente esté fijo en la crucifixión de Cristo. Si tememos a Dios, lo haremos. Pero, es igualmente importante concentrar en los otros actos de culto; por ejemplo, cuando cantamos himnos, ¿estamos meditando sobre la letra del himno, o estamos meramente repitiendo algu­nas palabras? Durante el sermón o la clase, ¿estamos concentrados en la palabra de Dios? La adoración termina en el momento en que el corazón "sale" del culto.

      Estas observaciones sugieren esta pre­gunta: Si estamos en la casa de oración una hora -- sesenta minutos -- ¿cuántos de estos sesenta minutos estamos adorando a Dios? Debemos descontar todo minuto que el corazón (la atención, los pensamientos, la meditación) no está en el culto. Es necesario adorar a Dos en es espíritu y en verdad (Juan 4:24). Que alguien esté corporalmente en el sitio de reunión no es prueba de que esté ado­rando a Dios.

      El temor de Dios nos mueve a ofrecerle culto en espíritu y en verdad.

      Si tememos a Dios, ofreceremos culto a El frecuentemente. Asistiremos -- dentro de nues­tra posibilidad -- a todo servicio, a toda clase, y a las series de servicios que se lleven a cabo lo­calmente y en otros lugares para oír fre­cuentemente la palabra de Dios. La indiferen­cia hacia los varios servicios y clases indica una falta de temor de Dios.

III. Otras pruebas y evidencias del temor de Dios.

      A. Buscaremos el conocimiento y la sabiduría de Dios.

      1. Prov. 1:7, "El principio de la sabiduría es el temor de Jehová".

      2. Prov. 2:1-5, "Hijo mío, si recibieres mis palabras ... entonces entenderás el temor de Jehová, y hallarás el conocimiento de Dios".

      B. El temor del mandamiento. Prov. 13:13, "El que menosprecia el precepto perecerá por ello; mas el que teme el mandamiento será recompensado".

      C. Obrar justicia. Hechos 10:35, "en toda nación se agrada del que le teme y hace justi­cia".

      D. Caminar rectamente.

      1. Prov. 14:2, "El que camina en su rectitud teme a Jehová mas el de caminos pervertidos lo menosprecia".

      2. Deut. 10:12, "Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Je­hová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma". (Véanse también Josué 24:14; Sal. 128:1; Ecles. 12:13).

      E. Andar humildemente delante de Dios. Rom. 11:20, "Bien; por su incredulidad (la de los judíos) fueron desgajadas, pero tú (los gen­tiles) por la fe estás en pie. No te ensoberbez­cas, sino teme".

      F. Aborrecer el mal. Prov. 8:13, "El temor de Jehová es aborrecer el mal; la soberbia y la arrogancia, el mal camino, y la boca perversa, aborrezco". Prov. 16:6 "Con misericordia y ver­dad se corrige el pecado, y con el temor de Je­hová los hombres se apartan del mal". (Véanse también Job 1:8; Prov. 3:7; 2 Cor. 7:1).

      G. Dispuestos a guardar limpia a la iglesia. 2 Cor. 7:11, "Porque he aquí, esto mismo de que hayáis sido contristados según Dios, ¡qué solici­tud produjo en vosotros, qué defensa, qué in­dignación, qué temor, qué ardiente afecto, qué celo, y qué vindicación! En todo os habéis mostrado limpios en el asunto". Al principio los corintios eran indiferentes hacia el pecado en la iglesia (véase 1 Cor. 5:2), pero después quitaron la mala levadura, y todos los cristianos que temen a Dios harán lo mismo. Véase Judas 22, 23.

IV. Las bendiciones para los que temen a Dios. (Sal. 112:1; Lucas 1:50).

      A. Vencer el horror y terror del juicio. 1 Juan 4:18, "el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor".

      B. Vencer el temor de los hombres. El que teme a Dios no teme a los hombres. 1 Ped. 3:14 "no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis". (Véanse Mat. 10:28; 2 Tim. 1:7; Fil. 1:12-14). El que teme a Dios no se pre­ocupa por las opiniones de los hombres y no quiere conformarse al mundo (Rom. 12:12). El mundo no le puede atormentar con su presión.

      C. Ningún temor. Prov. 3:23-25, "Entonces andarás por tu camino confiadamente, y tu pie no tropezará. Cuando te acuestes, no tendrás temor, sino que te acostarás, y tu sueño será grato. No tendrás temor de pavor repentino, ni de la ruina de los impíos cuando viniere".

Conclusión:

      A. Recordemos los buenos ejemplos de los que temían al Señor: Cristo, Heb. 5:7; Noé, Heb. 11:7; Cornelio, Hechos 10:2 (el que teme a Dios, obedece al evangelio, v. 48); los cris­tianos del primer siglo, Hechos 2:43; 5:11; 9:31. Nos conviene a nosotros tener el mismo temor de Dios.

      B. Léase Prov. 1:28-33 como buena con­clusión a esta lección. Los que "no escogieron el temor de Jehová ni quisieron mi consejo" serán completamente rechazados por Dios.

      (Este estudio es basado en un sermón predicado por el hermano José Soto.)

Al Estudio Anterior: Acercarse a Dios
Sermones Index
Al Siguiente Estudio: Los Brazos Eternos - Deut. 33:27