¿No quiere perdón?

          ¿Puede alguno decir con toda franqueza que no quiere el perdón de Dios? ¿Que se atreve a comparecer ante el tribunal de Dios en Aquel Día sin haber sido perdonado de sus pecados?

          Nos encontramos con el hecho asombroso de que muchísimas personas hacen caso omiso del perdón que Dios ofrece a través de Jesucristo. Parece que piensan que no lo necesitan o, al menos, no lo quieren.

          Desde luego, los que viven en rebelión contra Dios no buscan su perdón. El país está lleno de los que están "atestados de toda injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades" (Romanos 1:29).

          Pero lamentablemente muchas personas buenas y nobles no buscan el perdón de Dios. Son responsables en el hogar, rectos y honrados en sus negocios, buenos vecinos y, en fin, son buena gente. Pablo dice, sin embargo, que "todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios (Romanos 3:23). La conclusión obvia es, pues, que los más nobles, los más rectos, los más dadivosos, etc., necesitan del perdón de Dios.

          "A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, (Jesús) dijo también esta parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano (cobrador de impuestos romanos). El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios sé propicio a mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido" (Lucas 18:9-14).

          ¿Qué pidió el fariseo? ¿Pidió perdón? ¿Dio gracias al Señor por haberle perdonado? El ni siquiera quería el perdón de Dios, porque justificaba a sí mismo y no era consciente de sus pecados.

          Muy pocos de nuestros vecinos y otros conocidos que son buenos y nobles hablan como el fariseo de esta parábola. No se jactan de sus buenas obras, tampoco menosprecian a otros, pero cometen el mismísimo error que el fariseo al no buscar el perdón de Dios. De esa manera, en realidad ellos también confían en sí mismos como justos; creen que sus pecados no son nada, que no les van a condenar. Pero léase Romanos 6:23, "la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".

          El mensaje del Espíritu Santo para tales personas es muy claro: "Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación del Espíritu Santo" (Tito 3:4, 5; Hechos 2:38). Todo ser humano debe reconocer que "las obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho", es decir, todas las buenas obras de benevolencia, todo el dinero regalado, toda la ayuda dada a los pobres y necesitados, todos los sacrificios de tiempo y energía para servir al prójimo, no nos salvarán de nuestros pecados contra el Señor. ¿Qué pues? Es necesario obedecer al evangelio para obtener el perdón de Dios.

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