Lavamiento de los pies - Jn. 13:1-20
Cronológicamente este texto cabe después de Luc. 22:24-30, texto que presenta la disputa de los apóstoles acerca de quién sería el mayor en el reino. Creían que muy pronto Jesús iba a establecer un reino terrenal y ellos querían ser oficiales elevados. Por lo tanto, Jesús lavó los pies de los apóstoles para corregir sus conceptos falsos. Mat. 20:25-28 es una aclaración muy buena del asunto.
El lavamiento de los pies del huésped era un acto común de servicio y de hospitalidad (Gén. 18:4; 19:2; 43:24; Jueces 19:21; Luc. 7:44-46), porque la gente acostumbraba viajar a pie llevando solamente sandalias. Comúnmente era el trabajo de los siervos (véase 1 Sam. 25:41).
Jesús no inventó el acto de lavar los pies de otros; la práctica ya existía. Se practicaba diariamente como acto de cortesía y de hospitalidad en países orientales. Era, pues, un acto completamente normal y natural entre ellos (como el besar para saludar y el uso del velo en la mujer para indicar la sumisión). Pero los países occidentales no practican el lavamiento de pies como acto de hospitalidad, y si se ofreciera este servicio al huésped, éste se sentiría incómodo y avergonzado.
Ver. 7, "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después". Los apóstoles todavía disputaban entre sí acerca de quién sería el mayor, pero después entenderían la necesidad de humillarse y de no buscar señorío. El Espíritu Santo reveló este tema con toda amplitud a los apóstoles como se puede ver en las epístolas. También se puede ver en Hechos y en las epístolas que ellos sí lo entendían después, porque enseñaban y practicaban la verdad sobre la humildad y nunca volvieron a discutir cuál de ellos sería el mayor.
Ver. 8, "Pedro le dijo: No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo"; es decir, si no aceptaba a Jesús como un siervo humilde, no podría ser un verdadero discípulo de El (no tendría comunión con El). La actitud de humildad llevó a Jesús a una muerte vergonzosa (Fil. 2:8).
Ver. 14, "Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis"; es decir, en lugar de buscar señorío, deberían buscar la manera de servir el uno al otro como si fueran esclavos (recuérdese que el servicio de lavar los pies era trabajo de los esclavos).
El pronombre vosotros no se refiere a nosotros sino a los apóstoles. (Compárese Mat. 10:19, 20; Hech. 1:5, 8, palabras dirigidas no a nosotros sino a los apóstoles). Jesús estuvo curando una enfermedad espiritual en sus apóstoles, porque fueron llevados por su orgullo y egoísmo para buscar señorío el uno sobre el otro. Por eso, ese ejemplo era muy necesario para ellos.
Jesús no introdujo este acto en la iglesia como rito o ceremonia, como acto de culto (p. ej., como la cena del Señor) como algunos suponen. Esa misma noche el Señor instituyó la cena del Señor, pero dijo claramente (Luc. 22:29, 30), "Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino"; por eso, la cena del Señor era una parte integral del culto de la iglesia como lo muestran claramente Hech. 2:42; 20:7; 1 Cor. 10:16; 11:23-27.
Pero la práctica de lavar los pies como ceremonia de la iglesia comenzó en el siglo cuatro cuando la iglesia ya se había apartado del patrón bíblico en muchas cosas. No hay texto alguno que hable del lavamiento de los pies en alguna iglesia. Podría practicarse hoy en día bajo las mismas circunstancias, pero no como una ceremonia de la iglesia. Tiene que ser un verdadero acto de servicio para imitar lo que Jesús hizo.
Conclusión.
Los que practican el lavamiento de los pies -- creyendo que es un mandamiento para nosotros, pero sin tomar en cuenta que era un acto de servicio -- destruyen el significado y la eficacia de este ejemplo de Jesús. Al convertir este acto en rito o ceremonia no hacen lo que Jesús hizo. Lo que El hizo fue un verdadero servicio porque los que caminaban con sandalias (como lo hacían los apóstoles) necesitaban este servicio; era una práctica común y agradable para el huésped. No era un rito hueco y sin significado.
No imitamos el ejemplo de Jesús si lavamos los pies a alguien que lleve zapatos y camine en calle pavimentada, sino cuando servimos al hermano de acuerdo con Mat. 25:35, 36. Este texto habla del verdadero servicio, al igual a lo que El hizo cuando lavó los pies de los apóstoles.
El les dejó, pues, un ejemplo de humildad y de practicar la verdadera hospitalidad, pero no nos ha dejado una ceremonia o un acto que practicar que no tiene significado en la cultura nuestra.
La práctica de besar para saludar fue mandada también; para ser consecuente los que requieren el lavamiento de pies deben exigir que la gente se salude con beso. Lo importante es que nos saludemos con toda sinceridad y amor, pero en muchos países el beso no es la práctica o la costumbre que expresa estas virtudes. La Biblia no impone las costumbres de ciertos pueblos sobre toda la iglesia universal.
En 1 Tim. 5:20 es muy obvio que el lavamiento de los pies de los santos está en el contexto de otros actos de servicio: "buenas obras... hospitalidad... lavado los pies de los santos... socorrido a los afligidos... practicado toda buena obra". ¡Esto es servicio! No es rito o ceremonia.
Los que insisten en que se practique el lavamiento de los pies como una ceremonia de la iglesia dicen que "Cristo no enseña costumbres ni tradiciones sino doctrina". Al decir esto quieren decir que Jn. 13:5 no es una costumbre sino doctrina, pero la doctrina no es el lavamiento de los pies, sino la humildad y la hospitalidad, y esta doctrina es para toda la iglesia de todo país y hasta el fin del mundo. El lavar los pies, el saludar con beso, el usar el velo, el imponer manos, etc. eran costumbres que no se impusieron como ley sobre la iglesia.
Al Estudio Anterior: Lecciones que Israel no aprendió | Al Siguiente Estudio: El Corazón |