La buena confesión

1 Tim 6:12

Introducción.

            A. “Habiendo hecho la buena profesión delante de muchos testigos”.

            B. homologeo, confesar  o profesar, significa “hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo … confesar, declarar, admitir … estar identificado en pensamiento o lenguaje” (WEV). P. ej., Mat. 10:32, 33, si confesamos a Cristo como el Hijo de Dios, El nos confesará como su fiel seguidor.

            C. Mat. 16:13, “Viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?”

                        1.Esta es la pregunta de las edades, la pregunta que es más importante que todas las demás. La respuesta de esta pregunta tendrá que ver con nuestra salvación o perdición.

                        2. Mat. 16:14,  “Ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas”.

                        3. Mat. 16:15,  “El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” Esta es la segunda pregunta, la que “llega al grano”.

                        4. Mat. 16:16  Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. ¡Esta es la buena confesión! Es la verdad fundamental de la Biblia. Es la confesión que todos debemos hacer, no una sola vez, sino continuamente durante toda la vida.

                        5. Mat. 16:18, “Sobre esta roca edificaré mi iglesia”; 1 Cor. 3:11. La Deidad de Cristo es el fundamento de la iglesia. Si Cristo no es Dios el Hijo, entonces la iglesia no tiene fundamento.

            D. La buena confesión es para salvación, Mat. 10:32; Rom. 10:9, 10; 1 Tim. 6:12.

I. Al confesar a Cristo, ¿qué confesamos?

            A. Lo que no confesamos. No confesamos experiencias de gracia, pues no confesamos a nosotros mismos, algo acerca de nosotros o nuestro estado espiritual, cómo nos sentimos, los sentimientos o emociones. La confesión no es que “Dios por Cristo me ha perdonado los pecados”.

            B. Mat. 16:16, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”.

            C. Al confesar que El es el Hijo de Dios, confesamos que El es Dios (Jn. 1:1; Rom. 9:5; Tito 2:13; 2 Ped. 1:1; 1 Jn.. 5:20). “Hijo” significa que Cristo es de la misma naturaleza que el Padre (Heb. 1:1-3). Significa que era  “igual” a Dios, Jn. 5:18, 23. En Jn. 10:30 Jesús dijo, “Yo y el Padre uno somos” y tomaron piedras para apedrearle porque “tú, siendo hombre, te haces Dios” (v. 33), y en el v. 36 Jesús se refiere a sí mismo como el “Hijo de Dios”. Es obvio que para los judíos “Hijo de Dios” significa igual a Dios. Siendo Dios fue adorado por varias personas, aun en la infancia, y también en varias ocasiones siendo Dios perdonó pecados. Confesamos que El es Jehová. Mal. 3:1; Jn. 3:28; que El es el Primero y el Postrero Isa. 44:6; Apoc. 1:11, 17; que es el Gran “Yo Soy”, Jn. 8:24; 8:58.

            D. Jn. 1:1, 14; 1 Jn. 4:2; 2 Jn. 7; 1 Tim. 3:16, Dios manifestado en carne.

Confesamos que El es el que nació de una virgen (Isa. 1:14; Mat. 1:21-23), que es el “Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz” (Isa. 9:6).

            E. Confesamos que es verdad lo que la Biblia dice acerca de El es cierto.

Jn. 20:31

            F. Confesamos que Cristo murió, fue sepultado, resucitó, (1 Cor. 15:1-4) ascendió al cielo, que es ahora Rey de reyes y Señor de señores (Apoc. 19:11, 13, 16), y que viene otra vez (Hech. 1:9-11).

            G. La buena confesión es semejante al juramento de lealtad a la patria. Es una declaración de creencia y también de fidelidad. Habiendo hecho la buena confesión, “retengamos nuestra profesión” (Heb. 4:14).

II. ¿Cómo confesamos a Cristo?

            A. Se hace con la boca, Rom. 10:10.

            B.        Delante de testigos, 1 Tim. 6:12; delante de los hombres, Mat. 10:32. Esta es la obra de la iglesia: confesar a Cristo delante de los hombres. Para muchos cristianos esto significa confesarlo delante de algún tribunal humano (Mat. 10:17, 18; Hech. 7; 2 Tim. 4:16). Aunque en tales prueba fuera conveniente por el momento negar a Cristo, el cristiano debe buscar la aprobación de Cristo y no la de los hombres. El beneficio eterno es mucho más importante que el beneficio momentáneo.

            C. Con la vida fiel, Mat. 10:32,33. El contexto (vers. 16-28) indica que Cristo no está hablando simplemente de la confesión que se hace antes de bautizarse, sino que a la fidelidad hasta la muerte (Apoc. 2:10) en medio de toda clase de pruebas, tribulaciones y persecuciones. Al ser maltratado como cristianos, debemos recordar que “Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor”. El temor puede causar que neguemos a Cristo; por eso, Jesús dice, “No los temáis (v. 26) … No temáis a los que matan el cuerpo  (v. 28) … No temáis (v. 31)”. En lugar de tener temor y negar a Cristo, debemos confesarlo. Es absurdo temer a los hombres que sólo pueden destruir el cuerpo y no temer a Dios que puede “destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (v. 28). Con esto Jesús motiva a sus discípulos a ser fieles bajo las circunstancias más adversas.

            D. La buena confesión significa la constancia, la firmeza en el servicio a Cristo. Efes. 6:14, “Estad, pues, firmes”; 1 Cor. 15:58, “Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes”, y muchos otros textos semejantes. Confesamos a Cristo siendo leales a Cristo, siempre en toda circunstancia admitiendo que somos discípulos de Cristo y mostrándolo por los hechos y por las palabras.

III. ¿Qué significa la buena confesión?

            A. Esta confesión significa que aceptamos un compromiso solemne, de seguir y servir a Cristo. Significa que reconocemos a Cristo en su iglesia  (Mat. 16:18), que es su cuerpo (Efes. 1:22, 23). Significa que reconocemos a Cristo en sus discípulos (Mat. 25:34-45). Por esta razón, “debemos poner nuestras vidas por los hermanos” (1 Jn. 3:16), porque al hacer esto lo hacemos por Cristo mismo.

            B. También significa que estamos renunciando a toda forma de impiedad. 2 Tim. 2:19, “Pero el fundamento de Dios está firme, teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo”.

            C. Significa que aceptamos la doctrina de Cristo, Mat. 7:24-28; 2 Jn. 9-11, la que El habló personalmente y la que fue entregada por los apóstoles inspirados (Mat. 10:40; Hech. 2:42; 1 Jn. 4:6).

IV. Los que confesaron a Cristo.

            A. El ángel. Luc. 2:10, Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:  11  que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”.

            B. El Padre. Mat. 3:16, “Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; y he aquí los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él.  17  Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia”. Véase también Mat. 17:5.

            C. Jesús mismo, delante de Pilato (v. 13;  Mat. 26:63, 64; Mar. 14:62, lo hizo bajo juramento; El sufrió mucha humillación y aun la muerte, por haber hecho esta confesión (Mar. 15:17-20). “Cristo la hizo y murió por haberla hecho, para que los hombres pudieran hacerla y vivir” (JBC). Jn. 18:36, 37; Luc. 23:2, 3.

            D. Juan el bautista, Jn. 1:29, “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.

            E. Natanael, Jn. 1:49, “Respondió Natanael y le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”.

            F. Pedro, Mat. 16:16, “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente”. Es cierto que Pedro negó al Señor, pero se arrepintió y volvió a confesarlo hasta la muerte. Comenzó su vida de confesión el día de Pentecostés, diciendo, (Hech. 2:36), “Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.

            G. Marta, Jn. 11:27, “Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.

            H. Tomás, Jn. 20:28, “Entonces Tomás respondió y le dijo: ¡Señor mío, y Dios mío!”

            I. El eunuco, Hech. 8:37, “Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”.

            J. Los demonios, Mar. 5:7, “Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?” Véase Sant. 2:19).

            K. Todos los hombres lo harán, Fil. 2:11, “para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;  11  y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

V. Muchos niegan a Cristo.

            A. El caso del apóstol Pedro es muy conocido (Mat. 26:69-75), pero la mayoría de los hombres niegan a Cristo, pues todos los que no obedecen al evangelio lo niegan.

            B. Los que niegan su Deidad, Jn. 8:24.

                        1. Los testigos del Atalaya que dicen que Cristo era “un dios”.

                        2. Los “Sólo Jesús” que dicen que Jesús es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

                        3. Los que dicen que al venir a la tierra Cristo se despojó de sus atributos divinos, o que nunca los usó o manifestó.

            C. Todos los que enseñan error doctrinal niegan a Cristo, 2 Ped. 2:1, 2, “Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina”.

            D. Los que se avergüenzan de El. Mar. 8:38, “Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.

            E.        Los que por temor de los hombres no le confesaron, Jn. 12:42.

            F. Los que lo confiesan con palabras pero le niegan por sus hechos, Tito 1:16. Podemos negarle aun con el silencio; es decir, si callamos y no aprovechamos la oportunidad para hablar por Cristo, protestar contra el pecado y el error, para identificarnos con El y la verdad,  ¿no lo negamos? ¿Qué dice 1 Ped. 3:15? Si no obedecemos este texto, ¿estamos confesando o negando al Señor?

            G. La consecuencia de negar a Cristo: Mat. 10:33, “Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos”; 2 Tim 2:12, “Si le negáremos, él también nos negará”; Luc. 12:9, “mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios”.

VI. ¿Qué ganamos al confesar a Cristo?

            A. El hombre siempre pregunta, ¿qué gano, qué me aprovecha? El Señor hace la misma pregunta, Mat. 16:26.

            B. Lo que uno gana es la paz con Dios para no tener temor del juicio final. 1 Jn. 2:28; 4:17, “para que tengamos confianza en el día del juicio”.

            C. El que confiesa a Cristo será confesado al Padre, presentado a El como un siervo fiel.

            D. No hay palabras para describir el horror de ser negado, rechazado, por Cristo en aquel día.

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