La fe de Loida, Eunice, Timoteo
2 Tim 1:5
“Doy gracias a Dios, al cual sirvo desde mis mayores con limpia conciencia, de que sin cesar me acuerdo de ti en mis oraciones noche y día; 4 deseando verte, al acordarme de tus lágrimas, para llenarme de gozo; trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Tim. 1:3-5).
A. Timoteo había dado evidencia de la sinceridad de su fe. No todos los compañeros de Pablo tenían “fe no fingida”. 4:10, “porque Demas me ha desamparado, amando este mundo”. En la primera carta (1:19) habla de los que desecharon la fe y buena conciencia: “manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos, 20 de los cuales son Himeneo y Alejandro”.
B. 1 Tim. 1:5, “Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida”.
C. Heb. 11:6, “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (que existe y que recompensa a quien lo busca).
II. La cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice (Hech. 16:1, “hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego”.
A. La fe de Timoteo no fue una fe “heredada”. No tuvo “religión heredada”. Dicen algunos, “Mis padres eran católicos, yo y mi esposa somos católicos, nuestros hijos son católicos y nuestros nietos serán católicos”, etc. Desde luego, “uno de los más grandes dones que puede tener un hombre es un buen parentesco. Debe agradecer a Dios por él, y nunca deshonrarlo” (WB). Es necesario honrar a los padres (Efes. 6:1-3), pero Cristo tiene que ser Primero en nuestra vida (Mat. 10:34-39).
B. La fe habitó en Loida y en Eunice. La palabra traducida habitó (enoikeo) es una palabra que Pablo usa frecuentemente. 1:14 (y Rom. 8:11), “el Espíritu Santo que mora en nosotros”; Rom. 7:17, “el pecado que mora en mí”; Col. 3:16, “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros”; 2 Cor. 6:16, “Habitaré y andaré entre ellos”. Esta clase de fe no es, pues, una cosa pasajera, sino que habita o mora en el corazón como residente permanente.
C. Es muy posible que Loida y Eunice ya tuvieron fe no fingida en Dios antes de oír el evangelio; por lo menos, muchos judíos piadosos sí la tenían. Básicamente la fe es la misma bajo los dos testamentos. La fe de los antiguos sirve como ejemplo para nosotros (Heb. 11).
Los judíos que tuvieron “fe no fingida” escudriñaban las Escrituras para examinar la predicación de los apóstoles (Hech. 17:11) y fueron convencidos. Sin duda Loida y Eunice tuvieron la misma actitud que Lidia mostró (Hech. 16:13-15).
D. ¡Qué bendición tan grande tuvo Timoteo! Tanto su abuela como su madre tenían fe no fingida en Dios. Y estoy seguro que en ti también. Compárese 1:12, “estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel día”.
III. Loida y Eunice habían sido buenas maestras
A. 3:14, “Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido”.
B. Pero para ser buenas maestras, primero tuvieron que ser buenos ejemplos (1 Tim. 4:12; 1 Ped. 3:1-4; 5:2,3). Es muy importante, pues, observar que estas dos mujeres tenían “fe no fingida”. No simplemente profesaban ser creyentes, sino que en realidad vivieron su religión.
1. Es imposible ser maestros efectivos si no somos sinceros. Es imposible compartir lo que no poseemos; uno no puede dar a otros lo que no tiene él mismo.
2. Los padres que quieren salvar a sus hijos deben examinar con mucho cuidado su propia fe, como también su amor y las demás virtudes enseñadas en la Biblia.
3. Parece que algunos padres que pierden a sus hijos espiritualmente no entienden esto. Quieren justificarse diciendo, “Pero yo les enseñé. Ellos saben la verdad. Saben el plan de salvación, y aun saben los textos”. Muy bien, pero ¿qué aprendieron de la vida y actitud de los padres? Lo que los padres son habla más fuerte que lo que enseñen.
C. Loida y Eunice enseñaron las Escrituras. 3:15, “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”. Muchas madres simplemente no hacen esto. Llevan a sus hijos a los servicios y a las clases bíblicas, pensando que esto basta. En esto están muy equivocadas.
D. La madre debe comenzar a contar historias bíblicas a su niño cuando nace. Se ha probado que es muy importante para el desarrollo del cerebro del bebé que la madre le hable mucho. Debe hablarle. Debe leerle. Debe cantarle.
IV. Los padres tienen la obligación de enseñar la palabra a Dios a sus hijos.
A. Deut. 4:9; “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos”; 6:6, “Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; 7 y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levante 20 Mañana cuando te preguntare tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? 21 entonces dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. 22 Jehová hizo señales y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda su casa, delante de nuestros ojos; 23 y nos sacó de allá, para traernos y darnos la tierra que juró a nuestros padres. 24 Y nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy”.
B. Josué 4:1, “Cuando toda la gente hubo acabado de pasar el Jordán, Jehová habló a Josué, diciendo: 2 Tomad del pueblo doce hombres, uno de cada tribu, 3 y mandadles, diciendo: Tomad de aquí de en medio del Jordán, del lugar donde están firmes los pies de los sacerdotes, doce piedras, las cuales pasaréis con vosotros, y levantadlas en el lugar donde habéis de pasar la noche. 4 Entonces Josué llamó a los doce hombres a los cuales él había designado de entre los hijos de Israel, uno de cada tribu. 5 Y les dijo Josué: Pasad delante del arca de Jehová vuestro Dios a la mitad del Jordán, y cada uno de vosotros tome una piedra sobre su hombro, conforme al número de las tribus de los hijos de Israel, 6 para que esto sea señal entre vosotros; y cuando vuestros hijos preguntaren a sus padres mañana, diciendo: ¿Qué significan estas piedras? 7 les responderéis: Que las aguas del Jordán fueron divididas delante del arca del pacto de Jehová; cuando ella pasó el Jordán, las aguas del Jordán se dividieron; y estas piedras servirán de monumento conmemorativo a los hijos de Israel para siempre”.
C. Efes. 6:4, “Y vosotros, padres, no provoquéis a ira a vuestros hijos, sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor”.
1. Para esto tienen que ser buenos ejemplos. Deben corregir sus faltas. No deben decir, “yo voy a cambiar cuando tú cambias”. Todo cristiano vive cumplidamente delante de Dios aunque otros no lo hagan. No espera a que otros cambien primero. Si comete una falta, pide disculpas aunque el otro también tenga faltas que deben confesar.
2. Deben practicar la enseñanza de Efes. 5:24-28; Tito 2:3-5.
3. Deben practicar el amor de buena voluntad, y también el amor afectuoso y cariñoso.
4. Porque los niños deben criarse en un ambiente de amor, unidad, paz y armonía.
5. La madre no debe ser como la mujer querellosa de Proverbios 19:13, “gotera continua las contiendas de la mujer”; 21:9, “Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa”; 21:19, “Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda”.
6. El marido no debe ser áspero con su esposa, Col. 3:19, sino que debe amarla como ama a sí mismo, a su propio cuerpo, “El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia” (Efes. 6:28, 29). El hombre debe amar a su esposa, siempre pensando, “Esta es la mujer que yo escogí y Dios me la dio como compañera. Es la madre de mis hijos. Al amarla a mí mismo me amo. Al buscar la felicidad de ella busco la felicidad mía. Cualquier cosa que yo haga que perjudique o haga triste a mi esposa produce tristeza y miseria en mi también”. Y ella debe pensar de la misma manera.
D. Los padres deben contar todas las historias bíblicas a sus hijos (no sólo las pocas favoritas), porque esto produce fe en Dios y deben contarlas repetidas veces. La repetición es muy importante para el aprendizaje. El niño conoce a Dios a través de los personajes bíblicos que le sirvieron fielmente. Estas historias bíblicas son la herencia de nuestros hijos. Es nuestro deber enseñárselas. Es su derecho oírlas. Los padres que no cuentan las historias bíblicas a sus hijos los están defraudando. Es el deber de la iglesia enseñar la palabra a todos, pero los que son principalmente responsables son los padres mismos. La salvación de nuestros hijos depende principalmente de sus padres.
E. Se debe enseñar las lecciones apropiadas que el relato bíblico contiene, siempre enfatizando las grandes obras de Dios, y cómo nosotros debemos amarle, obedecerle y servirle. Mes tras mes y año tras año los niños van comprendiendo y captando más y más de estas lecciones.
1. Pero para hacer esto los padres tienen que conocer su Biblia. Deben estudiar ellos mismos regularmente, para enseñar regularmente a sus hijos. Si esto no está programado, no será hecho. Somos muy dados a costumbres o hábitos. Hacemos las cosas por costumbre o hábito. Cada día, cada noche, cada fin de semana. Asistimos fielmente a los servicios porque esto está bien programado en nuestras vidas. De la misma manera tenemos que programar el estudio bíblico en el hogar. Hay que haber cierto tiempo fijo para llevarlo a cabo. De otro modo será puro hablar y nada de hacer.
2. Y deben enseñar la Biblia efectivamente, con entusiasmo, con convicción, haciendo que los personajes bíblicos cobren vida. Estas historias son muy interesantes; por lo tanto, los padres deben contarlas de manera interesante para sus hijos. De otro modo, ellos serán indiferentes hacia la Biblia.
3. Hay que enfatizar que Dios bendice a los obedientes y castiga a los desobedientes.
4. Al explicar el plan de salvación a los niños y jóvenes, no basta con repetir los cinco pasos (oír, creer, arrepentirse, confesar, bautizarse). Hay que comenzar con el primer mandamiento que es el amor. Mat. 22:37-39. El contar las historias bíblicas con convicción y con entusiasmo mes tras mes y año tras año produce este amor que motiva a los hijos a obedecer a Dios.
5. Recuerden siempre que los hijos están expuestos todos los días a influencias negativas: familiares y amigos, la escuela, música mundana, la televisión. Estas influencias son constantes, y son agresivas. Si descuidamos la enseñanza bíblica estamos descuidando su salvación.
6. Casi todos los miembros de la iglesia deben reconocer que sus hijos están muy deficientes en el conocimiento bíblico. Esto se debe a la falta de conocimiento de los padres, como también al descuido de los padres de la enseñanza necesaria.
V. El descuido de la educación espiritual de los hijos.
A. Jueces 2:7, “Y el pueblo había servido a Jehová todo el tiempo de Josué, y todo el tiempo de los ancianos que sobrevivieron a Josué, los cuales habían visto todas las grandes obras de Jehová, que él había hecho por Israel. 8 Pero murió Josué …10 Y toda aquella generación también fue reunida a sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová, ni la obra que él había hecho por Israel”.
B. 1 Sam. 2:12, “Los hijos de Elí eran hombres impíos, y no tenían conocimiento de Jehová … 23 Y les dijo: ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. 24 No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. has honrado a tus hijos más que a mí. 3:13, sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado”.
C. 1 Reyes 1:6, “Y su padre nunca le había entristecido en todos sus días con decirle: ¿Por qué haces así?”
Conclusión.
A. Timoteo no nació con “fe no fingida”. El oír la Palabra de Dios produce fe, Rom. 10:17.
B. Timoteo tenía “fe no fingida” porque su abuela Loida y su madre Eunice le enseñaban la palabra de Dios desde su niñez, 2 Tim. 3:14-17. La Escritura le hizo sabio para la salvación.
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