La Escritura inspirada y útil

2 Tim. 3:14-17

Introducción.

            A. Timoteo había seguido a Pablo. 3:10, “Pero tú has seguido mi doctrina, conducta, propósito, fe, longanimidad, amor, paciencia,  11  persecuciones, padecimientos”.

            B. Timoteo imitaba a Pablo y no a los “malos hombres y engañadores que irán de mal en peor, engañando y siendo engañados” (v. 13).

            C. Por lo tanto, Timoteo podía explicar a los hermanos el proceder de Pablo. 1 Cor. 4:17, “Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias”.

            D. Ahora le exhorta que siga adelante

II. 3:14, Pero persiste tú en lo que has aprendido.

            A. “Contraste enfático (su de): <Pero tú >” (ATR).

            B. 3:15, “que desde la niñez (infancia) has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”; 1:5, “trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”; Hech. 16:1, “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego;  2  y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio”.  Primero Timoteo había sido instruido por Moisés y los profetas y después por Pablo.

            C. Debería persistir en ese conocimiento sin apartarse como los hombres descritos en los versículos anteriores (3:1-9).

III. Toda la Escritura es inspirada por Dios.

            A. 2 Ped. 1:20, “ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada,  21  porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. El v. 21 explica el v. 20. La Biblia es, pues, la palabra eterna de Dios. Mat. 24:35, “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán”.

            B. Estos santos hombres de Dios bien sabían que Dios hablaba a través de ellos: Ex. 35:1; Isa. 1:2; Jer. 1:4; Ezeq. 1:3, etc.).

            C. Aunque la Escritura es inspirada por Dios, muchos prefieren las fábulas: las fábulas judaicas (Tito 1:14), las fábulas católicas, las fábulas mormonas, las fábulas de los testigos (del supuesto “nuevo mundo”), las fábulas de los carismáticos (sus supuestas sanidades), etc.

            C.

IV. La Escritura es útil, provechosa.

            A. Para enseñar. En base a las Escrituras del Antiguo Testamento Jesús, los apóstoles y otros evangelistas predicaron el evangelio. Los escritos del Nuevo Testamento nos revela la vida, muerte, resurrección y ascensión de Cristo, la obra de los apóstoles, la iglesia, y todo lo que Dios ha revelado que pertenece a la vida y la piedad (2 Ped. 1:3). Jn. 20:31, “Pero éstas (señales, v. 30) se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”; Efes. 3:3, 4; 1 Jn. 2:1. Las Escrituras no sólo nos dicen el origen del hombre, sino también que el hombre está perdido (Rom. 3:23), que Dios desea su salvación y que para efectuarla Cristo murió por nosotros. También le dicen al hombre lo que tiene que hacer para ser salvo (lo que tiene que hacer para aceptar la gracia de Dios que trae salvación).

            B. Para redargüir (Mat. 18:15), convencer, refutar; esto es necesario para convertir al hombre a Cristo y para guiarle en su servicio a Dios. Los errores doctrinales (y los que los enseñan) y las prácticas pecaminosas deben ser denunciados.

            C. Para corregir. Heb. 12:12, “haced sendas derechas para vuestros pies”. Las Escrituras nos corrigen cuando pecamos, errando del camino angosto. Por eso, toda doctrina (creencia, práctica) debe ser examinada a la luz de las Escrituras. 1 Ped. 4:11, “Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios”.

            D. Para instruir (entrenar) en justicia. Es la palabra usada de disciplina en Efes. 6:4. Incluye la instrucción pero envuelve todo el proceso del entrenamiento del cristiano. Debemos estudiar las Escrituras para nuestra propia salvación y para instruir a otros.

            E. Lo que afirmamos aquí de las Escrituras no se puede decir de las tradiciones de los hombres (las de alguna iglesia). Tampoco se puede decir de los muchos libros en el campo de literatura, filosofía, ciencia, que se han escrito por hombres no inspirados sobre temas de suma importancia para la dirección de nuestras vidas. No son nada adecuados y no se pueden comparar con las Escrituras. En todas las relaciones de la vida (p. ej., las de la familia) la aplicación de las enseñanzas de las Escrituras nos harán lo que debemos ser. La Biblia nos explica el origen del hombre, le enseña al hombre cómo salvar su alma, y cómo vivir para evitar el castigo eterno.

Conclusión.

            A. Para que el hombre de Dios sea perfecto; es decir, completo, preparado, equipado, adaptado para toda buena obra (Tito 2:7, 14; 3:1, 8).

            B. Las Escrituras son nuestra guía perfecta, nuestra “corte suprema”.

                        1. Jesús dijo varias veces, “Escrito está” (p. ej., Mat. 4, 7, 10); Mat. 19:4, “¿No habéis leído …?”; Mar. 12:10, “¿Ni aun esta escritura habéis leído …?

                        2. Luc. 10:26, “El le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?”

                        3. Rom. 4:3; Gál. 4:30, “Porque ¿qué dice la Escritura?”

                        4. Jn. 12:47, 48, seremos juzgados por las palabras de Cristo registradas en las Escrituras. Véase Apoc. 20:11-15.       

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