Preocuparse los Unos por los Otros

1 Corintios 12:14-31

Introducción.

A.      Repasar la lección anterior. La lección anterior es un estudio de los dones espirituales, pero la lección principal es que somos miembros unos de otros. Pablo da énfasis a la fuente de todos los dones: todos proceden del mismo Espíritu. Tam­bién nos recuerda que "por un solo Es­píritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean es-clavos o libres; y a todos se nos dio a be­ber de un mismo Espíritu".

B.      Varias lecciones. El resto del capítulo contiene varias lecciones valiosas para la iglesia de cualquier época: (1) cada miembro es importante, (2) Dios -- y no el miembro mismo -- es el que coloca a cada miembro en el cuerpo, (3) los miembros no deben menospreciar los unos a los otros, (4) los miembros deben preocu­parse los unos por los otros, y (5) hay va­riedad de miembros y de funciones, pero todos obran para el beneficio del cuerpo entero. Por lo tanto, no debe haber envidia entre los miembros, sino perfecta armonía.

I. Todo Miembro Es Importante, v. 14-21.

A. La envidia. "No .. envidiándonos unos a otros" (Gál. 5:26). "El cuerpo no es un solo miembro .. si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo?" Si el pie tiene envidia de la mano y dice, "no soy del cuerpo porque no soy mano", ,no deja de ser pie y no llega a ser mano. Si algún miembro dice, "Si no puedo predicar o dirigir los cantos, no soy miem­bro del cuerpo", se engaña solo. No todo miembro predica o dirige cantos. Hay hermanos que no pueden dirigir los cantos, pero hay otras cosas muy importantes que sí pueden hacer. Todos pueden hacer algo. Todos tienen su función importante en el cuerpo.

B. Dios coloca. En el primer siglo el Espíritu Santo repartió los dones (v. 11). En la misma forma Dios nos da los "dones" (facultades, habilidades, talentos) para servir. Recuérdese que Rom. 12:6-8 da una lista de "diferentes dones", pero todos son ordinarios -- no milagrosos --con la excepción del don de profecía (v. 6). Los demás son "de servicio .. el que en-seña .. el que exhorta .. el que reparte .. el que preside .. el que hace misericordia". Efes. 4:11 dice, "constituyó a unos após­toles; a otros, profetas; a otros evangelis­tas; a otros, pastores y maestros". Los primeros dos eran inspirados, pero no se requiere la inspiración para que seamos evangelistas, pastores y maestros. Dios es el que reparte cada don, sea milagroso u ordinario, y debemos aceptar con toda gratitud lo que nos da, estar contentos, y nunca envidiosos de otros, sino esforzarnos al máximo para usarlo eficazmente. "Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso". Los ha arreglado para que haya un cuerpo completo y armonioso. Los miem­bros son mutuamente dependientes; así lo ha arreglado Dios. Nuestro Dios siempre ha obrado con perfecto orden en todo lo que ha hecho y hace -- al crear y sostener el mundo, al establecer el hogar, el gobierno, y la iglesia -- y debemos entender claramente este orden en el cuerpo, aceptarlo y trabajar en completa armonía con el plan de Dios.

C.    No menospreciar ningún don. Re­cuérdese que entre los levitas había no solamente sacerdotes y magistrados, sino también los que cargaban el tabernáculo y sus utensilios. El servicio de éstos fue pre­scrito por Dios y era sumamente impor­tante. Muchas congregaciones tienen sitio público de reunión que requiere atención. El trabajo de Dorcas (Hech. 9:36,39) y Febe (Rom. 16:1,2) recibe noticia, al igual que el trabajo de los apóstoles y los evan­gelistas. La casa de Estéfanas (1 Cor. 16:15,16) dejó un buen ejemplo para to­dos. "Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría sola-mente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa" (Mat. 10:42). Hay muchos textos que ex­plican la importancia del servicio más hu­milde. ¿Cómo, pues, puede algún miem­bro menospreciar el don que Dios le ha dado para servir?

D.    No menospreciar a otros. Ningún miembro sobra. Ningún miembro puede decir a otro, "No te necesito". Si lo hace, tiene más alto concepto de sí que el que debe tener. "Porque ¿quién te distingue? ¿o que tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?" (1 Cor. 4:7). Re­cuérdese que todos los miembros del cuerpo son mutuamente dependientes.

E.     El débil honrado. Los miembros "que parecen más débiles, son los más necesarios".

F.     Cada uno en su lugar. Lo importante es que cada miembro sea fiel y cumplido, haciendo su parte según su capacidad. Un buen ejemplo de esto se ve en Jueces 7:21 (el caso de los hombres de Gedeón), "Cada uno se mantuvo en su lugar" (BAS). El cuerpo crece cuando cada miembro hace su parte. "Todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor" (Efes. 4:16) ("conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor", BAS). Cada miembro produce el crecimiento del cuerpo cuando funciona fiel y cumplidamente.

II. Los Que Parecen Más Débiles.

A. ¿Son débiles? Pablo no dice que al­gunos miembros del cuerpo son débiles, sino que "los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más nece­sarios". Los brazos y las piernas parecen fuertes y, por eso, parecen ser muy impor­tantes. Tal vez algunos órganos del cuerpo parecen, en un sentido, más débiles, pero ¿qué tan fuerte es el cuerpo cuando está debilitado o deja de funcionar algún órgano? Pablo habla de los miembros que "son los más necesarios" (¿los riñones o el hígado?). El brazo es muy fuerte, pero el hombre puede vivir sin brazos. Sin embargo, el hígado es "más necesario", porque si deja de funcionar este órgano, el hombre muere.

Todos los miembros de la iglesia son importantes, los que parecen ser más fuertes y también los que parecen ser más débiles. La iglesia -- como el cuerpo humano -- es la "totalidad" de sus miembros. En cualquier país los trabajadores, los cocineros, los carpinteros y mecánicos, etc. son la espina dorsal de la sociedad. Son tan necesarios como los jueces y senadores. ¿Diremos, pues, a los trabajadores que no los necesitamos porque no son tan educados como los oficiales públicos? Así también en toda congregación es indispensable el servicio de cada miembro de la iglesia. Recuérdese que cada miembro sirve a Dios en todo lo que hace (Efes. 6:6,7): el hom­bre en el taller, la mujer en sus actividades domésticas, los jóvenes en la escuela, etc.

     B. Los que nos parecen menos dignos. Otra vez dice Pablo "parece". "Y las partes del cuerpo que estimamos menos hon­rosas, a éstas las vestimos con más honra; de manera que las partes que conside­ramos más íntimas (vergonzosas), reciben un trato más honroso" (BAS). La sencilla lección es que en lugar de menospreciar a los miembros que "parecen" ser "menos dignos", éstos deben recibir más atención. Los que hacen las tareas más humildes e insignificantes -- por ejemplo, barrer, sacudir, asear -- deben ser honrados y no menospreciados, porque su servicio es sumamente importante y no escapa la noticia de Dios (Heb. 6:10). Los miembros más ordinarios deben ser honrados como "vestimos más dignamente" a los miem­bros del cuerpo más íntimos. "Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad"; por ejemplo, no vesti­mos la cara y las manos. Los ancianos, diáconos, evangelistas, maestros, direc­tores de los cantos, etc. y otros miembros que hacen servicio público reciben aten­ción y se aprecian, pero ¿cómo se tratan los demás miembros cuyo servicio no se considera tan significante? ¿Debe el predicador tratar con desprecio al her­mano que nunca participa en predicar, enseñar clases o dirigir cantos, pero sí es activo en visitar enfermos y en traer visitantes al culto?

III. Para Que No Haya Desavenencia En El Cuerpo.

A. "Schisma, una rotura, división, se traduce 'desavenencia' en 1 Co 12:25, metafóricamente de la condición contraria a aquella que Dios ha dispuesto para la iglesia local, cuando 'ordenó el cuerpo' (v. 24), teniendo los miembros 'el mismo cuidado el uno hacia el otro' ('el mismo' es enfático)". ¿Qué causa la rotura? hay muchas causas. En este texto el peligro es el menosprecio. Parece que los corintios elevaron el don de lenguas como el más importante de todos. 1 Cor. 14 corrige este concepto. En cualquier iglesia si al­gunos miembros son menospreciados, considerados insignificantes e inútiles, hay peligro de división. Es causada, pues, por la soberbia. Ciertos miembros tienen más alto concepto de sí que el que deben tener y menosprecian a otros miembros. Los hacen a un lado. Tienen la actitud expre­sada en las palabras, "No te necesito". La mano dice al estómago, "No te necesito". El pie dice al riñón, "No te necesito". El ojo dice al hígado, "No me cae bien, no lo quiero".

     B. Preocuparse unos por otros. "Que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miem­bro padece, todos los miembros se duelen con él". El dolor de cabeza puede ser cau­sado por algún desorden en casi cualquier miembro del cuerpo (frecuentemente por el estómago). El pecado de Acán se con­sideró como el pecado de la nación. Dijo Dios, "Israel ha pecado" (Josué 7:11). El pecado del fornicario en Corinto (1 Cor 5) era levadura que hubiera corrompido la iglesia entera. Esta serie de estudios sobre los textos que hablan de "Unos y Otros", de principio a fin, da énfasis a la necesidad de preocuparnos unos por otros. El amor lo requiere. Cada miembro depende de los otros. La iglesia es un grupo de per­sonas unificadas y conectadas. Por lo tanto, las tentaciones, pruebas, tribu­laciones, persecuciones y problemas de cualquier miembro afectan a los demás miembros y todos deben compartirlas. Asimismo "si un miembro recibe honra", toda la iglesia debe sentirse honrada. Lo serio de esta relación hermanable se ve claramente en Mateo 25:31-46. Jesús se identifica con sus discípulos necesitados; por lo tanto, si descuidamos los unos a los otros, descuidamos a Cristo. Debemos preocuparnos por todos nuestros her­manos, por los de poco ánimo (1 Tes. 5:14), por nuestros hermanos evangelistas en otros países, por hermanos enfermos, por hermanos nuevos, por los jóvenes y por los ancianitos, por los que nos agradan y por los que no nos agradan, en fin, por todos.

 

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