Confesaos Vuestras Ofensas Unos a Otros

Sant. 5:16; 1 Juan 1:9

Introducción.

A. Confesar los pecados. 1 Jn. 1:9, "Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad". Véase el Salmo 51. Desde luego, Dios no puede perdonarnos si no le confesamos nuestros pecados. Hay muchos textos en la Biblia que hablan de la confesión de pecados (Lev. 16:21; 26:40; Núm. 5:7; Job 33:27,28; Prov. 28:13, "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericor­dia").

B. Unos a otros. Sant. 5:16, "Confesaos vuestras ofensas, unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho". También requiere Dios que confesemos los pecados unos a otros. Tal vez sea más difícil confesar a los hombres que confesar a Dios. Pero es necesario hacerlo.

I. ¿Qué Significa "Confesar" Pecados?

A. "1. Homologeo, lit., hablar la misma cosa, asentir, estar de acuerdo, denota bien ... (b) confesar en el sentido de admi­tir la propia culpa de la que se ha sido acusado, el resultado de la convicción interna, 1 Jn. 1:9 ... 2. Exomologeo ... intensivo, y el no. 1, confesar públicamente, esto es, libre y abiertamente, se usa (a) de un reconocimiento o confesión pública de pecados, Mt 3:6; Mr 1:5; Hch 19:18; Stg 5:16".

B.        ¿Qué confesamos? 1 Jn. 1:9, "nuestros pecados"; Sant. 5:16, "vuestras ofensas (pecados)". "Paraptoma, prima­riamente, un paso en falso, un yerro ... 'una caída al lado', empleado éticamente, denota una infracción, una desviación, de la rectitud y verdad, Mt 6:14,15; 18:35, etc." Se traduce "pecado", "transgresión", "delito" y "ofensa". Esta palabra no se limita a los pecados físicos y visibles (tales como el adulterio, la borrachera, el robo, etc.), sino que incluye también los pecados del corazón (la envidia, la malicia, la avaricia, etc.). Muchos hermanos deben confesar el pecado de tener mala actitud, carácter difícil,  y disposición negativa, cualidades que promueven contiendas y divisiones.

C.        El pecado mismo. Cuando pecamos, debemos confesar el pecado mismo, es decir, admitir que cometimos cierto pecado específico. Es necesario tener "convicción interna" de haber pecado, y luego confesar ese pecado "libre y abier­tamente". No es cuestión de confesar en forma general y vaga, diciendo que "he pecado". Todos hemos pecado. No es con­fesión de pecado decir "Si le he ofendido", o "Si he pecado", o "Si usted tiene algo contra mí", etc.

D.        ¿Nombrar el pecado? Si no especi­ficamos el pecado cuando "confesamos pecados", ¿por qué "confesar"? Si confe­samos a otros que "he pecado" sin explicar de qué se trata, y si ellos no saben lo que hicimos, hay pura confusión.

1. Ejemplos. Josué le dijo a Acán, "declárame ahora lo que has hecho" (Josué 7:19). Cuando Acán dijo "yo he pecado", explicó los detalles de su pecado (v. 21). Cuando David dijo, "Pequé contra Jehová" (2 Sam. 12:13), fue muy obvio lo que había hecho, porque el profeta Natán se lo había especificado en ese momento (lo mismo en 2 Sam. 24:10). Mar. 1:5, "Y salían a él (Juan) toda la provincia de Judea, y a todos los de Jerusalén; y eran bautizados confesando sus pecados" (confesando sus pecados y no simplemente confesando que habían pecado o que eran pecadores). Hech. 19:18, "Y mu­chos de los que habían creído venían, con­fesando y dando cuenta de sus hechos". Es lo que debemos hacer cuando pecamos: dar cuenta de los hechos.

2.    Confusión. Si algún hermano pasa al frente y dice "he pecado", se puede suponer o imaginar muchas cosas y no hay certeza de nada. Si decimos a algún her­mano, "he pecado", él preguntará, "¿qué hizo?" y es lo que toda la iglesia quiere preguntar si nada más oye la confesión que dice, "he pecado". ¿Por qué decir "he pecado" si no se quiere admitir en qué consistió el pecado?

3.    El fraude. Desde luego, si algún miembro ha practicado el fraude en su negocio, no tiene que especificar todos los detalles de cada infracción, pero en lugar de decir "he pecado" debe decir "he prac­ticado el fraude en mi negocio". No se trata de satisfacer la curiosidad de los miembros. Existe el peligro de que al­gunos hermanos, profesando tener celo por hacer todo bíblicamente, insistan en que se confiesen todos los detalles de al­gún pecado (tales como nombres, fechas, lugares, etc.), cuando en realidad sólo quieren satisfacer su curiosidad. Si algún miembro confiesa que se emborrachó, no tiene que decir dónde, cuándo y con quién.

4.    Si algún miembro se aparta de la congregación y después de un tiempo re­gresa y quiere confesar su pecado, puede decir "he pecado porque he dejado de reunirme con la iglesia", pero probable-mente debe especificar otros pecados también. (Por ejemplo, si dejó de reunirse porque había cometido adulterio, o por haber dejado a su esposa, o por otro mo­tivo aparte de la negligencia, la confesión de ofensas no sería simplemente que "dejé de reunirme".)

5.    Confesar el pecado. Por lo tanto, el punto es que al confesar nuestras ofensas unos a otros, hagamos precisamente eso: confesemos las ofensas mismas, y no meramente que "he pecado". ¿De qué nos arrepentimos? De un pecado en particular (o de dos o tres en particular). Esos mismos pecados -- de los cuales nos hemos arrepentido -- deben ser admitidos libre y abiertamente a otros. El arrepentimiento significa que ahora hubo cambio de corazón y se aborrece el pecado que se cometió. No queremos que otros lo cometan y, por lo tanto, conviene especificarlo. No será difícil hacer esto si hay arrepentimiento sincero.

II. ¿Pasar al Frente?

A.   Tradición, conveniencia. Las iglesias de habla inglesa originaron hace años la práctica de que el miembro que quiere confesar pecados "pase al frente", y esta práctica existe también en otros países. Es práctica buena si se practica lo que Dios quiere y si no se abusa. Debemos confesar los pecados "unos a otros", y hay pecados que afectan la congregación (1 Cor. 10:32), como el pecado de dejar de reunirse, o de emborracharse u otro pecado conocido por el público. Es correcto que tales pecados se confiesen públicamente, sólo que el pecado mismo se confiese en lugar de solamente decir, "he pecado".

B.   Confesar a la persona afectada. Jesús enseña (Mat. 5:23,24; 18:15-17) que debemos reconciliamos lo más pronto posible con el hermano con el cual ten-gamos problema. Desde luego, no debe­mos pasar al frente diciendo, "he pecado", en lugar de ir con el hermano contra el cual pecamos para corregir el asunto con él. El hombre que peca contra su esposa debe confesar su pecado a ella. El que peca contra su patrón debe confesar su pecado a él. Si pecamos solamente contra Dios, confesemos a El.

C.     Ya perdonado. Si alguien pasa al frente para confesar algún pecado, es im­portante reconocer el papel de la iglesia. Cuando la persona se arrepiente de su pecado, lo confiesa a Dios y pide perdón, Dios se lo perdona. En el momento en que una persona se arrepiente, en ese mismo momento puede pedir perdón a Dios y recibir su perdón. Entonces cuando pueda -- y, desde luego, lo más pronto posible -- debe confesar su pecado a las personas afectadas por ese pecado. Pero si algún miembro se arrepiente de su pecado y pide perdón de Dios el día jueves y no tiene contacto con la iglesia hasta el domingo, no está perdido desde el jueves hasta el domingo. La iglesia debe perdonarle, pero la iglesia no hace el pa­pel de Dios (mucho menos el papel de cura). Si algún hermano recibe el perdón de Dios el jueves y no quiere confesar su pecado a los hombres (por ejemplo, a la iglesia cuando se reúne el domingo), es­tará mal otra vez con Dios.

D.    La práctica abusada. Lamentablemente la práctica de pasar al frente se ha abusado mucho; por ejemplo, mayor-mente durante una "campaña evangelís­tica" ("serie de servicios", "conferencias" especiales) se exhorta no solamente a que los inconversos pasen al frente para confesar a Cristo y ser bautizados, sino también que los miembros que quieran confesar pecados y ser restaurados hagan lo mismo. Muchos de los que pasan al frente dicen "Yo no he sido fiel", "Yo quiero ser mejor cristiano", "Yo quiero rededicar mi vida al Señor", "Pido la oración de la iglesia por mí", etc. y el predicador o la iglesia puede anunciar que varias personas pasaron al frente durante la campaña.  Esta costumbre prácticamente substituye la llamada al altar de los evangélicos. Lo que pasa es que hermanos fieles -- mayormente jóvenes con conciencia tierna -- piensan que "deben hacer algo" para "responder" al sermón conmovedor, y, por eso, pasan al frente. Muchas veces los que pasan al frente son los más fieles de la iglesia. Esto no es correcto; es una imitación de los sec­tarios.

E.     Sí y no. Por lo tanto, sí es bueno pasar al frente o en alguna manera confe­sar pecados a la congregación; por ejemplo, si algún hermano fue al baile, debe pasar al frente o en alguna manera confesar a la iglesia que ha pecado porque fue al baile. ¿Por qué confesarlo públicamente? Porque pecó públicamente y causó tropiezo para la iglesia. Pero en el caso de pecar contra algún individuo, no conviene pasar al frente en lugar de confesar la ofensa al hermano contra el cual pecamos. ¡La confesión pública no puede sustituir la confesión privada! Recuérdese que es más fácil confesar los pecados a Dios y aun decir, "he pecado", a la iglesia, que humillarnos delante del hermano ofendido y pedirle disculpas. Este paso es sumamente difícil para mu­chos hermanos. En realidad hay peligro de que algunos hermanos vayan al sepulcro antes de hacerlo. Tampoco debemos pasar al frente en lugar de pedir perdón a Dios. El pasar al frente no substituye la humildad, el espíritu contrito (Sal. 51:17), el verdadero arrepentimiento y la confesión específica del pecado hecho. Pecamos porque escogemos pecar. Después de pecar tenemos que escoger la humildad, el arrepentimiento y la confesión de ese pecado. De otro modo el pecado nos hundirá en perdición.

III. Orad Unos por Otros.

A.   Para que seáis sanados. Obsérvese el contexto. Santiago habla del enfermo (v. 14,15). Hay muchos textos que conectan la enfermedad con el pecado. Por lo tanto, dice Santiago, "orad unos por otros, para que seáis sanados". Parece a veces que damos otra interpretación a este versículo: "Pasen al frente para confesar sus faltas y que la iglesia ore por ustedes para que sean perdonadas". Santiago no dice esto.

B.   El pecado impide la sanidad. Los enfermos quieren sanar, y para sanar necesitan y quieren orar a Dios. Pero el pecado impide la oración. Por lo tanto, si han pecado, deben confesar sus ofensas unos a otros y entonces pueden orar unos por otros (de otro modo la oración no tendrá eficacia) para que sean sanados. Santiago enseña que se requiere tanto la confesión de pecados como la oración a Dios para ser sanados.

C.     ¿Solamente pasar al frente? No, estos verbos indican una acción continua; es decir, lo que        debemos hacer habitualmente. Santiago habla de lo que debemos hacer constantemente (confesar pecados y orar de continuo). Es conducta de todos los días. Cuando pecamos, debemos humillamos, arrepentirnos y admitirlo a las personas afectadas.

IV. ¿Que Impide que lo Hagamos?

A.    No conscientes del pecado. Parece a veces que el pecado no es pecado según algunos hermanos. Por más que se predique sobre ciertas prácticas mun­danas (como el baile, la "bebida social", llevar ropa indecente como traje de baño, shorts, ropa muy ajustada al cuerpo, etc.). Para muchos hermanos el dejar de asistir a las reuniones no es pecado con tal que lleguen el domingo para tomar la cena.

B.     Ningún deseo de dejar el pecado. Desde luego, los hermanos que no quieren abandonar el pecado no lo confe­sarán. Por ejemplo, hay hermanos que es­tán mal en su matrimonio (habiendo vio-lado Mat. 19:9), pero ¿cuántos aban­donarán su adulterio?

C.    Resentimiento. Algunos hermanos admiten que están mal, pero no quieren confesar sus faltas a otros hermanos de­bido a la mala voluntad hacia ellos. Cuando hay amargura y resentimiento, hay poco deseo de admitir faltas unos a otros. Si algún hermano cree que la iglesia está llena de hipócritas, se justifica a sí mismo diciendo que, "ellos son peores que yo".

D.    Muestra de debilidad. Algunos no confiesan sus faltas porque creen que sería indicación de debilidad, porque así lo juzga el mundo. La vanidad, o la vanaglo­ria, en la persona le conduce a juzgar el caso como cualquier mundano. Creen que los hermanos los menospreciarán si ad­miten faltas. Al contrario, aunque es acto de humildad, requiere gran fuerza. Los hombres más grandes (David, Pedro, Pablo) tuvieron que admitir faltas. El con­fesar pecados es acto de valor, y no de flaqueza.

Conclusión.

A.   Dios bendice a los que confiesan sus pecados. Véase Sal. 32:1-5; 51.

B.     Deseosos de perdonar. Todos deben estar muy deseosos de perdonar y recibir al hermano que confiesa pecados. La actitud de Dios se ve en el padre del hijo pródigo: "Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le beso" (Luc. 15:20). Es más fácil confesar pecados si la actitud de los otros miembros es humilde y paciente y si están dispuestos a perdonar.

 

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