LAS
BIENAVENTURANZAS
POR ISRAEL ZAVALA
EL SECRETO DE LA
VERDADERA FELICIDAD
Mateo 5:3-12
INTRODUCCIÓN
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Una de la cosas
más anheladas y deseadas por las personas en este mundo es la felicidad. Todos
queremos ser felices. Muchos se han dado a la tarea de encontrar el secreto de
la felicidad. La biblia registra la historia de Salomón quien probó todas las
maneras habidas y por haber para ser feliz. Salomón fue tan rico que comía en
vajilla de oro (1º
Reyes 10:21, 27), disfrutó de la mejor comida en abundancia (1º
Reyes 4:22-23), buscó la felicidad a través de poseer casas,
jardines, viñas, estanques, de tener siervos y siervas, cantores, músicos, que
le deleitaran, la buscó también en el vino, las mujeres,
en amontonar tesoros de reyes y al final esto fue lo que dijo:
“Miré yo luego todas las obras que habían
hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era
vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol”
(Eclesiastés 2:11)
·
Realmente la
verdadera felicidad no se puede encontrar en los bienes materiales, en las
riquezas del mundo, en los lujos, en los placeres de la vida. El Señor Jesús
dijo que la verdadera felicidad es posible cuando ponemos en práctica el mensaje
de las bienaventuranzas: “Bienaventurados
los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación.
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán
saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán
misericordia. Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de
ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados sois cuando por mi causa os
vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo.
Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros.
(Mateo
5:3-12)
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La Palabra
Bienaventurado viene del gr. “Makarios” que significa “bendecido” o “feliz”.
Es la clase de felicidad verdadera, profunda, duradera, suprema. Es la
clase de felicidad que no se ve afectada o empañada por las circunstancias en
las que nos encontramos. Es la felicidad que no depende del entorno exterior si
no del interior de la persona misma.
El secreto de la
verdadera felicidad consiste en:
I.- SER POBRES EN
ESPIRITU
“Bienaventurados los pobres en espíritu,
porque de ellos es el reino de los cielos.”
(Mateo 5:3)
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No se refiere a ser
pobre económicamente. El dinero no es lo que hace o no al pobre en espíritu.
Dios no condena al hombre por su prosperidad ni bendice al hombre por su
pobreza.
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“Pobre” viene del
gr, “Ptochos” y tiene que ver con
alguien que es indigente, o que está sumido en una profunda pobreza, tal como
aquel mendigo llamado Lázaro. (Lucas
16:20)
·
En ese sentido dice
el Señor que felices son los espiritualmente indigentes, es decir,
los que reconocen su gran necesidad
espiritual, los que son mendigos en su propia estimación moral y religiosa. El
pueblo judío era lo contrario, en general era un pueblo orgulloso, sus líderes
religiosos confiaban en sí mismos como justos y desafortunadamente ese mismo
patrón se repite en muchos hoy en día.
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Los pobres en
espíritu son los que reconocen que están en bancarrota espiritual, son los que
reconocen que son pecadores, lo que reconocen que están destituidos de la gloria
de Dios, los que saben que necesitan de la misericordia de Dios para ser salvos,
los que se humillan y ponen su confianza en Dios para que les perdone y les
salve. Por ejemplo, en
Lucas 18:9-14 vemos a un fariseo que
se consideraba justo, que en su propia opinión no había defectos espirituales en
él, un hombre que oraba pero no sentía necesidad de ayuda divina. Y por otro
lado, vemos a un publicano ejemplificando lo que es ser pobre en espíritu. Un
publicano que reconocía que era pecador y que imploraba desesperadamente la
misericordia de Dios. Con esto aprendemos que uno puede ser una persona
moralmente buena, honesta, generosa, y aun así ser rechazado por Dios si no
somos pobres en espíritu.
·
Felices son los que
reconocen su pobreza espiritual delante de Dios ¿porque? Porque de ellos es el
reino de los cielos. Verdaderamente solo los pobres en
espíritu están calificados para ser
miembros de la Iglesia del Señor. Una persona que no es pobre en espíritu, no
sentirá ninguna necesidad de perdón, ningún deseo ardiente de salvacion, por lo
tanto la obediencia al evangelio no será una necesidad para él.
Si rechazamos el evangelio, rechazamos
su reino, y rechazamos también toda bendición espiritual. Bienaventurados los
pobres en espíritu porque solamente ellos pueden ser participantes de las ricas
bendiciones que hay en el reino de Cristo Jesús, en esta vida y también en la
venidera.
II.- SER DE LOS QUE LLORAN
“Bienaventurados los que lloran, porque ellos
recibirán consolación”
(Mateo
5:4)
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La segunda
bienaventuranza nos dice que para ser felices necesitamos ser de los que lloran,
y aunque esto parece algo contradictorio, en realidad no lo es.
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La frase “los que
lloran” procede del gr. “pentheo” y quiere decir “llorar por lamentar”.
Es la imagen de alguien llorando por un gran dolor, como cuando alguien
lloraba y hacia lamento por un ser querido que ha muerto. La cuestión es ¿Qué
tiene que ver un lamento, un dolor o un llanto como estos con la verdadera
felicidad?
·
No se trata de
llorar por llorar, no hay ninguna bienaventuranza por el simple hecho de llorar.
Hay mil razones por las cuales podría uno llorar, pero no todas provocaran
felicidad. Hay quienes lloran por la tristeza del mundo (2ª Corintios 7:10) es
decir, por la consecuencia de sus
pecados, ¿Serán ellos bienaventurados? Llorar por nuestros pecados no tiene
ningún mérito ni valor si nosotros no hacemos nada al respecto. No habrá jamás
consuelo para los dolientes que lloran pero no es sinceros.
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El lloro del cual
habla el Señor Jesús es aquel que viene
a consecuencia de un lamento y miseria espiritual, es el lloro de los pobres en
espíritu. El llorar es la bendición más grande cuando produce arrepentimiento
genuino y obediencia en el pecador. Llorar es la bendición más grande cuando
hace que la persona reconozca sus culpas y se humille ante el Señor. Llorar es
la bendición más grande cuando produce dolor en el corazón por haber ofendido a
Dios. Bienaventurados y felices lo que se lamentan, y duelen y lloran por haber
pecado contra Dios.
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Es la clase de
tristeza que sintió David:
“Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu
misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. Porque yo reconozco mis
rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he
pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo
en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.”
Salmo 51:1-4
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Es la clase de
tristeza que sintió la mujer pecadora: “Entonces
una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba a la mesa en
casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume; y estando detrás de
él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba
con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.”
(Lucas 7:37-38)
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Es la clase de
tristeza que sintió Pedro: “Entonces
Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el
gallo, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.”
(Mateo 26:75)
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Si no hay tristeza
por los pecados tampoco habrá nunca jamás arrepentimiento para salvacion. El
hombre necesita sentir verdadera tristeza por sus pecados, arrepentirse
y buscar lo antes posible el perdón de
Dios. Ya sea obedeciendo el evangelio en el bautismo, o bien, confesando sus
faltas y pidiendo perdón en oración.
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Cuando somos de
los que lloran por los pecados podremos ser felices de verdad porque recibiremos
consolación. Dios es un Dios de toda consolación y él ha prometido consolarnos.
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro
Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos
consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros
consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios.
(2 Corintios 1:3-4)
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¿Cómo nos
consuela el Señor? Por medio de las promesas de su Palabra:
“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo.”
(Hechos 2:38);
“Si confesamos nuestros pecados, él es
fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
(1 Juan 1:9); “Hijitos
míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo.”
(1 Juan 2:1)
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Sin embargo, la
mejor consolación de los que lloran será en la vida futura: “Pero
Abraham le dijo: Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro
también males; pero ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado.
(Lucas 16:25);
“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá
más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”
(Apocalipsis 21:4)
III.- SER MANSO
“Bienaventurados los mansos, porque ellos
recibirán la tierra por heredad.”
(Mateo 5:5)
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A diferencia de lo
que piensa el mundo, si usted quiere ser feliz, verdaderamente feliz, un
requisito indispensable es ser manso. Esta palabra viene del gr. “praus” que
significa suave, leve o manso. Manso en la biblia también se utiliza
intercambiablemente con la palabra humilde.
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Para poder ser
salvos es indispensable la mansedumbre:
“Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con
mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.”
(Santiago 1:21) La mansedumbre
implica un espíritu de obediencia y sumisión, de tal manera que los mansos no
discuten, no resisten, ni altercan contra la palabra de Dios. ¡¡Bienaventurados,
dichosos, felices quienes tienen este espíritu de mansedumbre!!
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Quienes
verdaderamente estén dolidos y tristes por su condición espiritual tendrán un
espíritu afable, manso, sumiso y obediente que acepta la voluntad de Dios sin
cuestionamiento. Cuando los mansos se encuentran con los preceptos de la Palabra
de Dios, de inmediato buscan obedecerlos. No le ponen objeciones, ni buscan la
manera de evitarlos. Ellos desean agradar a Dios al grado de obedecer incluso el
mandamiento más mínimo que les dé.
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La cuestión es por
¿que los mansos serán felices? El Señor dio la respuesta: “porque ellos
recibirán la tierra por heredad” Sin embargo es importante entender que
significa esta frase. Las palabras de Cristo no se refieren a heredar esta
tierra en un sentido literal. Este es uno de los textos favoritos de los
testigos de Jehová para enseñar la falsa doctrina de que viviremos en un paraíso
terrenal. Sin embargo, nunca fue el propósito de Cristo enseñar tal cosa en esta
bienaventuranza. Moisés fue el hombre más manso sobre la tierra y no logró
entrar a la tierra de Canaán. Es una enseñanza totalmente absurda y sin sentido.
Imagine usted: ¿Si los mansos heredaran la tierra, entonces los que heredara el
cielo que son? ¿NO son mansos también? ¿No son humildes, sumisos a la voluntad
de Dios? El destino de esta tierra será la destrucción con fuego y azufre.
2ª Pedro 3:7-13
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¿Entonces qué
quiere decir la promesa? ¿Cómo es que los mansos y humildes heredaran la tierra?
Esta al igual que las anteriores promesas no es una promesa física en naturaleza
sino más bien una promesa espiritual.
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La frase “recibir
la tierra por heredad” tiene su origen en la promesa hecha al pueblo de Israel
en relación a la tierra de Canaán.
Dios les prometió una tierra fértil, prospera, que fluyera leche y miel. Tierra
que solamente los mansos, es decir, aquellos que confiaran y se sometieran a la
voluntad de Dios podrían poseer. De
tal manera que la frase heredar la tierra llegó a convertirse en una expresión
de bendición suprema o de felicidad verdadera.
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Hoy en día el
cristiano apacible y manso es el que hereda la tierra en el sentido de disfrutar
de una vida más rica, más plena, y más gratificante que la que el mundo ofrece.
No importa que tengamos poco materialmente hablando, disfrutaremos de una vida
muchísima mejor que los que no son mansos en el sentido bíblico.
“como desconocidos, pero bien conocidos;
como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos;”
(2 Corintios 6:9); “Sé
vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado,
así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como
para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.”
(Filipenses 4:12-13)
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No es la posesión
física lo que produce felicidad. No es
poseer una extensión de tierra física la verdadera felicidad. Hay gente muy rica
que es miserable y desdichada. Y hay gente que tiene poco y es feliz. No es la
abundancia de bienes lo que nos hace felices sino la actitud que tengamos para
con la vida.
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Al final
aquellos mansos, aquellos sumisos y obedientes a la voluntad de Dios tendrán
herencia en los cielos. “Conforme a la fe
murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y
creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre
la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una
patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron,
ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es,
celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque
les ha preparado una ciudad.
(Hebreos 11:13-16)
IV.- TENER HAMBRE Y
SED DE JUSTICIA
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed
de justicia, porque ellos serán saciados.
(Mateo 5:6)
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Vivimos en un país
de abundancia económica, en un país donde difícilmente alguno de nosotros ha
experimentado lo que es tener hambre o sed de verdad. Sin embargo hay gente en
otros lugares del mundo donde verdaderamente se experimenta el hambre y la sed.
Gente que literalmente mueren por desnutrición y de sed porque no hay
comida ni agua. El hambre y la sed de ellos es muy diferente a la nuestra.
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Esta intensidad de
hambre y de sed, ese deseo agudo y profundo, como el de estas personas por un
bocado de pan o un vaso de agua, es la que el Señor tiene en mente cuando dice
“bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia” No un hambre física
sino espiritual, un hambre del corazón.
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Hambre y sed de
justicia implica un anhelo profundo de ser rectos delante de Dios. Aunque todos
hemos pecado, por gracia y misericordia de Dios podemos ser contados como justos
y rectos cuando obedecemos el evangelio de Jesucristo y hacemos su voluntad. Si
usted no ha aceptado a Jesucristo como su Señor y Salvador, si usted no se ha
arrepentido de sus pecados y lavado en el bautismo, usted no es contado como
justo delante de Dios. ¿La pregunta es cuantos tienen hambre y sed de ser
contado por justo? ¿Cuántos anhelan y buscan esta justicia? Son pocos
lamentablemente.
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Hambre y sed de
justicia, implica también tener hambre y sed de Dios mismo. Implica tener una
relación vital con Dios, una relación lo más cercana posible como la tuvo David.
“Como el ciervo brama por las corrientes
de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo; ¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
(Salmos
42:1-2)
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Tener hambre y
sed de justicia es tener también hambre de la Palabra de Dios. No podemos decir
que nuestro corazón tiene hambre y sed de Dios pero no de su Palabra. Dios se
manifiesta plenamente a través de su palabra. Aprendemos a conocer a Dios a
través de su palabra. Descubrimos la menara correcta de vivir por medio de
estudiar su palabra. Por lo tanto debemos de desear intensamente su palabra
porque esta es justicia. ““Hablará mi
lengua tus dichos, Porque todos tus mandamientos son justicia.”
Salmo 119:172
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La cuestión es:
¿tenemos esa intensidad de hambre y sed de Dios, de sus caminos, de su voluntad,
de su palabra? ¡Bienaventurados, felices, dichosos, los que tienen hambre y sed
de justicia! ¿Es usted uno de ellos? Ojalá que sí. Si usted siente que no tiene
el suficiente apetito espiritual, esfuércese por mejorarlo. Nada hace que la
comida nos sepa tan rica y la disfrutemos tanto que un arduo día de trabajo
físico. De la misma manera el ejercicio espiritual nos hace anhelar y disfrutar
el alimento espiritual. Por ejemplo si usted se propone predicarle a la gente,
establecer estudios con amigos o conocidos, créame que tendrá hambre de saber,
de estudiar, de conocer para poder explicarle a las personas. Por otro lado
cuídese de la comida chatarra, cuídese de todo lo que mata el apetito
espiritual. Cuando llenamos nuestra mente con los afanes, con los asuntos
terrenales, con los entretenimientos mundanos, no le extrañe que su interés por
la palabra de Dios desaparezca. “A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los
que no tienen dinero, venid, comprad y comed. Venid, comprad sin dinero y sin
precio, vino y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro
trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará
vuestra alma con grosura.”
(Isaías 55:1-2)
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¿Tiene hambre
verdadera de conocer a Dios y de estar bien con Él? Dios le sacia ese deseo
cuando usted obedece al evangelio de Jesucristo. El eunuco etíope
es un claro ejemplo de como Dios sació su hambre y sed. ¿Tiene hambre de
vivir piadosamente? Dios le ayuda a hacer morir las obras de la carne. ¿Tiene
hambre y sed de una comprensión más clara, más exacta, de Cristo, de su camino,
de la verdad, de su doctrina? Dios le llena del conocimiento de su voluntad,
sabiduría e inteligencia espiritual.
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Si en esta vida
no tenemos hambre y sed de justicia no estamos preparados para estar en la
eternidad con Dios donde sin duda seremos saciados plenamente.
“Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me
dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus
ropas, y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante
del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado
sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni
sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que
está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida;
y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.”
(Apocalipsis 7:14-17)
V.- SER
MISERICORDIOSOS
“Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia”
(Mateo 5:7)
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Vivimos en un mundo
que a menudo es despiadado, cruel, desalmado, un mundo donde hay urgente
necesidad de hombres y mujeres misericordiosas. Misericordia viene del gr.
“eleos” que quiere decir: bondad o buena voluntad para con los miserables y
afligidos junto con el deseo por aliviarlos. La misericordia genera un deseo de
ayudar a los necesitados y se expresa cuando en efecto hacemos lo que podemos
para ayudar. La misericordia implica tanto el corazón como las manos. Se
requiere que el corazón sea movido y las manos extendidas para ayudar al que
está en desgracia.
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Un ejemplo claro
que nos ilustra perfectamente el concepto de misericordia lo encontramos en
Lucas 10:30-37
Un hombre que fue
víctima de unos ladrones delincuentes, que lo asaltaron, lo golpearon, lo
hirieron y lo dejaron medio muerto. El sacerdote y el levita pasaron, miraron la
escena del crimen, vieron al hombre en el suelo junto al camino, herido, medio
muerto y a menos de que fueran de piedra debieron de haber sentido algún pesar
al ver al hombre en esa condición. Sin embargo no hicieron nada por él. ¿Fue
misericordia? NO. Por muy feo que hayan sentido no lo fue. Luego pasó el
samaritano, contemplo exactamente la misma escena, fue movido a misericordia, e
hizo lo que pudo para ayudarlo. Limpió las heridas del hombre y lo vendó, lo
llevó al mesón y pagó al mesonero para que cuidaran de él.
¡Eso es misericordia!
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Otro ejemplo de
misericordia lo podemos ver en la parábola del hijo prodigo, cuando aquel hijo
vuelve a su casa fracasado y arruinado, después haber vivido perdidamente y de
haber derrochado su herencia, el padre no se negó a recibirle, el padre no le
dio un castigo ejemplar, el padre lo abraza, lo besa y hace fiesta. Eso es
misericordia. Lucas 15:20
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Ser
misericordiosos implica que nuestros corazones sean sensibles a las necesidades
de los demás. Cuando clamaban misericordia al Señor Jesucristo él siempre la
tuvo, Jesús sintió compasión por las almas, se compadeció de la gente, fue
piadoso y misericordioso y así mismo debemos hacer usted y yo, necesitamos
corazones que sean conmovidos por las necesidades de los demás.
“Vestíos, pues, como escogidos de Dios,
santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de
mansedumbre, de paciencia”
(Colosenses 3:12)
·
Necesitamos
también extender nuestras manos para ayudar. La verdadera misericordia incluye
tanto el corazón como las manos. Eso hacia el Señor. No solo se conmovía en su
interior sino que siempre fue movido a hacer algo
y lo mismo debemos hacer nosotros también.
“Y si un hermano o una hermana están
desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros
les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son
necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”
(Santiago 2:15-16)
·
Ser misericordiosos
implica también reconocer y hacer algo por las necesidades espirituales que
dicha persona tiene. Es misericordia proclamar el evangelio a los perdidos, es
misericordia predicar a tiempo y fuera de tiempo, es misericordia hacer volver
al pecador del error camino, es misericordia arrebatarlos del fuego. Sería bueno
preguntarnos ¿somos misericordiosos? ¿Nos preocupamos por las necesidades y
problemas de otros, nos preocupamos por sus almas, por su salvacion o solamente
por nosotros mismos?
·
Dichosos, felices
son los misericordiosos porque ellos alcanzaran misericordia. Con razón el Señor
dijo “más bienaventurado es dar que recibir”. Lo que usted siembre eso también
segará. Lo que usted haga con otros por lo general es lo que harán con usted. Si
usted usa de misericordia con su prójimo podemos decir que harán misericordia
con usted.
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Sin embargo, lo
más importante es entender que los misericordiosos son bienaventurados o felices
porque Dios tendrá misericordia de ellos. Esto no quiere decir que todo lo que
Dios requiere es que seamos misericordiosos, necesitamos cumplir también las
demás enseñanzas del Señor. Si alcanzar misericordia es muy importante en esta
vida, sepa que muchísimo más urgente será cuando estemos ante el trono de Dios
en el juicio. Si fuimos cristianos y cristianas fieles y si en esta vida hicimos
misericordia, podemos entonces en aquel día esperar misericordia.
2ª Timoteo 1:16-18 Pero si en esta
vida no somos misericordiosos, ¿Qué esperanza tenderemos? ¿con que derecho
podemos esperar misericordia? Sin duda no habrá tal cosa para nosotros. “Porque
juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la
misericordia triunfa sobre el juicio.”
(Santiago 2:13)
VI.- SER DE LIMPIO
CORAZÓN
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque
ellos verán a Dios.”
(Mateo
5:8)
·
La verdadera
felicidad será posible si y solo si tenemos un corazón limpio, pero, ¿Qué es
exactamente el corazón? ¿Cuál es esa parte de nuestro ser que debemos conservar
limpia y pura para poder ver a Dios? ¿De qué manera se limpia este corazón?
·
La palabra corazón
proviene del gr.”kardia” de donde proviene el término “cardiaco” que significa
relativo al corazón. El corazón
físico es el órgano principal de la actividad física de nuestro cuerpo. Sin
embargo la palabra corazón también hace referencia a toda la actividad mental y
moral del hombre. Tanto los elementos racionales como los emocionales.
·
En la Biblia
encontramos la palabra corazón para describir el centro de la emociones. Pero
también para referirse al intelecto de la persona.
O a la parte de la mente que toma las decisiones.
(Hebreos 4:12) El corazón tiene
sentimientos, emociones, voluntad, intelecto, conciencia, pensamientos e
intenciones. De tal manera que el Señor Jesús se refiere básicamente
a todo lo que está dentro de la persona, al ser interior de cada uno. Al
centro de su ser y su personalidad.
·
En toda nuestra
vida espiritual, en nuestra vida como cristiano, en nuestra relación con Dios es
fundamental el papel de nuestro corazón. Por ejemplo: Dios quiere que le amemos
pero con todo el corazón (Mateo 22:37);
Debemos amarnos los unos a otros pero de corazón puro
(1ª Pedro 1:22); Dios quiere que perdonemos pero de todo el corazón
(Mateo 18:35); Dios quiere que
recibamos la palabra pero con corazón
bueno y recto (Lucas 8:15); Toda
persona debe obedecer al evangelio pero de corazón
(Romanos 6:17); Aun el corazón nos reprende
(1ª Juan 3:20); Es lo más importante que toda persona debe guardar (Proverbios
4:23) Una y otra vez encontramos a lo largo y ancho de la escritura la
importancia de nuestro corazón en todas las cosas que hacemos. Por lo tanto no
es nada raro que el Señor diga solo los que tengan un corazón limpio podrán ver
a Dios.
·
Las palabras del
Señor son una afirmación rotunda de la necesidad que todos tenemos de ser
limpios internamente, limpios del corazón, limpios del alma, limpios de
pensamiento, limpios de conciencia, limpios de sentimientos, etc., etc. Hablar
de un corazón limpio es hablar de un corazón santo y puro. Es hablar de un
corazón que ha sido lavado, limpiado y purgado de toda impureza, de toda
contaminación.
·
El pecado es lo que
contamina al hombre. Los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones,
el engaño, la lascivia, la envidia, la mentira, la maledicencia, etc., etc.
ensucian y manchan nuestro hombre interior.
·
Cuando obedecemos
al evangelio en el bautismo somos lavados y limpios de la contaminación del
pecado. Ananías le dijo a Saulo “porque te detienes, levántate y bautízate y
lava tus pecados” El apóstol Pablo escribiendo a los hermanos en Corinto les
dice que habían sido lavados, santificados y justificados
(1ª Corintios 6:9-11)
·
Una vez limpios
debemos continuar en santidad.
“Seguid
la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.”
(Hebreos 12:14)
·
Un corazón limpio
es un corazón sin mezcla. Para que sea puro no debe haber pensamientos mixtos,
no debe haber mezcla de bueno y malo, no debe haber dobles intenciones y
propósitos, no debe ser un corazón dividido.
“Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y
vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones.”
(Santiago 4:8)
Un corazón que no es limpio ama al Señor pero
también ama al mundo, un corazón que no es limpio constantemente está siendo
tentado por sus propias concupiscencias, por sus propios deseos malos, un
corazón que no es limpio se pone tropiezo así mismo y da lugar al diablo para
que le tiente, un corazón que no es limpio es inconstante en todos sus caminos.
·
Para mantener
limpio nuestro corazón necesitamos guardarlo. Sobre toda cosa guardada, la
prioridad debe ser el corazón. Tener mucho cuidado de lo que vemos y oímos en la
televisión, en el internet, en los medios masivos de comunicación. No eche
basura a su corazón. Cuídese de las
malas conversaciones, de las malas amistades. Mejor llénelo de la palabra de
Dios (Juan 15:3), además, debemos
ocupar nuestra mente de cosas buenas, puras y honestas
(Filipenses 4:8) Esfuércese por
mantener limpio su corazón y pídale a Dios que le ayude en ese buen propósito.
“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
Y renueva un espíritu recto dentro de mí.”
(Salmos 51:10)
·
Verdaderamente
no hay promesa tan emocionante y tan impresionante que poder
ver a Dios. En las culturas antiguas uno de los más grandes honores era
poder entrar a la presencia del rey y ver su rostro. Según el Señor Jesucristo
los únicos autorizados para estar en la presencia de Dios son aquellos que
tienen un corazón puro, lo mismo dijo el rey David.
“¿Quién
subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos
y puro de corazón; El que no ha elevado su alma a cosas vanas, Ni jurado con
engaño”
(Salmos 24:3-4)
·
Si mantenemos
nuestro corazón limpio en la vida venidera veremos a Dios en total plenitud, le
veremos cara a cara, contemplaremos su rostro, y le veremos tal como él es. “Amados,
ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero
sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos
tal como él es”
(1 Juan 3:2); “Y
no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus
siervos le servirán, y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.”
(Apocalipsis 22:3-4)
·
Que felicidad tan
grande, que dicha, que bendición!! Todos los que hemos purificado nuestros
corazones por la sangre de Cristo estaremos algún día
con Dios, y tendremos comunión con él eternamente.
VII.- SER
PACIFICADORES.
“Bienaventurados los pacificadores, porque
ellos serán llamados hijos de Dios.”
(Mateo 5:9)
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La palabra
pacificador es un adjetivo que literalmente significa “hacedor de paz”. Dios ha
prometido dicha y felicidad para aquellos que activamente procuran la paz. No es
la promesa para los amantes de la paz, no es la promesa para los que hablan de
paz, tampoco para aquellos que les agrada la paz, sino que es para los que
promotores y hacedores de paz.
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Los
pacificadores de los cuales el Señor Jesús habla no son aquellos que creen en la
paz a cualquier precio. Para el verdadero pacificador, la paz nunca será una
prioridad mayor que serle fiel a Dios y su Palabra, nunca comprometerá la
verdad, nunca comprometerá la doctrina o su vida de servicio a Dios por evitar
problemas con los demos, quienes así hagan no son pacificadores. Muchas veces
aun siendo pacificadores nos veremos involucrados en conflictos, en problemas,
en dificultades, pero aun así el pacificador nunca se deleitará en ello. El
pacificador muchas veces tendrá que señalar el error o el pecado, tendrá que
exhortar, reprender o contender, pero cuando lo haga se percibirá y se notará
fácilmente el amor y la correcta actitud al hacerlo.
“Porque el siervo del Señor no
debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido;
que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda
que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que
están cautivos a voluntad de él”
(2 Timoteo 2:24-26)
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Yo no puedo ser
un pacificador si primeramente no estoy en paz con Dios “No
hay paz, dijo mi Dios, para los impíos.”
(Isaías 57:21) Y para
estar en paz con Dios necesitamos someternos a su voluntad en obediencia.
“Justificados, pues, por la fe, tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo;”
(Romanos 5:1)
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Ser
pacificadores implica también que debemos procurar que otros también se
reconcilien con Dios. “Así que, somos
embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os
rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.”
2ª Corintios 5:20.
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Como pacificadores
debemos hacer todos los esfuerzos necesarios por promover la paz, sin embargo lo
más importante para promover la paz entre las personas es ayudarles a que
cambien sus corazones por medio del evangelio. Para el pacificador siempre será
importante ayudar a la personas a venir a Cristo y someterse a su voluntad.
Cuando las personas se acerquen a Dios y entregan sus vidas y corazones a Él
también se derribara la pared de
separación que pueda haber entre ellos.
(Efesios 2:13-17)
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Ser pacificadores
implica que seguiremos todo lo que contribuye a la paz y la mutua edificación.
Estar en paz con Dios debe animarnos a estar en paz con las personas. (Marcos
9:50; 2ª Corintios 13:11: Romanos 14:19)
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Tal vez sea
imposible estar en paz con todas las personas, pero el pacificador es el que
hace todo lo que está a su alcance. “Si es posible, en cuanto dependa de
vosotros, estad en paz con todos los hombres”
(Romanos 12:18)
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El pacificador
promueve la paz entre personas enemistadas, en los matrimonios, en las familias,
en la Iglesia, en la sociedad en general. (Filipenses
4:2)
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Los pacificadores
serán llamados hijos de Dios. Sin duda es maravilloso que se nos identifique de
tal manera, sin embargo, es necesario dejar en claro que implica la frase hijos
de Dios. Esta era una expresión hebrea muy común, que significa “participar de
la naturaleza de” por ejemplo, a Bernabé se le llamaba “Hijo de consolación”
porque su naturaleza era consolar. Ser llamados hijos de Dios implica que
estamos participando de la naturaleza de Dios, es decir, al ser pacificadores
estamos siendo imitadores de Dios. Tal el Padre, tal los hijos.
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Dios
es un Dios de paz (Romanos 15:33);
Cristo es Príncipe de Paz (Isaías 9:6)
Para ser verdaderos pacificadores y ser llamados hijos de Dios tenemos que ser
como Cristo y como el Padre. “Seguid la
paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”
(Hebreos 12:14); “Huye
también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz,
con los que de corazón limpio invocan al Señor.”
(2 Timoteo 2:22)
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Además de ser
pacificadores, para llegar a ser hijos de Dios debimos haber nacido en la
familia de Dios. “pues todos sois hijos
de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados
en Cristo, de Cristo estáis revestidos.”
(Gálatas 3:26-27)
VIII.- SER DE LOS
QUE SUFREN POR CAUSA DE LA JUSTICIA
“Bienaventurados los que padecen persecución
por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro
galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros.”
(Mateo 5:10-12)
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Todos queremos ser
felices, dichosos, bienaventurados, y nadie quiere sufrir, padecer, o ser
perseguido, sin embargo el Señor Jesucristo nos dice que es necesario y que
ambas cosas son posible.
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Los verdaderos
discípulos de Cristo son dichosos cuando por causa de la justicia son
perseguidos, insultados o vituperados, sin duda alguna, vale la pena todo
sacrificio y sufrimiento por causa de él y del evangelio.
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El Señor Jesús
quería dejar en claro que el discípulo fiel no podría evitar la persecución y
que tendrían que estar preparados para cuando ella viniere. El Señor Jesús
quería ser franco y claro con ellos,
quería que supieran que esperar, quería que no hubiera sorpresas, quería
que entendieran que hay una cruz que cargar, que la oposición sería ineludible.
“Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo
suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el
mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es
mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os
perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.”
(Juan 15:19-20)
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Bienaventurados son
los que sufren persecución por causa de la justicia, por causa de vivir de
acuerdo a como Dios lo ha mandado. La persecución viene como resultado de
seguirle y tratar de ser como él. No es por alguna otra razón de persecución que
seremos felices. Pablo se lo dijo a Timoteo (2ª
Timoteo 3:12); Pablo y Bernabé lo enseñaban a los hermanos
(Hechos 14:22); Pedro lo dijo
también (1ª Pedro 4:16) Existe una
lucha entre el bien y el mal, de tal manera que los que defiendan lo correcto,
lo que anden conforme a la voluntad de Dios, lo que prediquen la verdad
recibirán de una u otra forma los ataques del enemigo.
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La persecución
implica aborrecimiento. La cuestión es
¿Cuál es la razón por la que alguien puede llegar a aborrecer a un hijo de
Dios? Tal vez haya quien llegue a aborrecerle, a despreciarle a detestarle
simplemente porque no puede comprender ni aceptar el cambio que ha tenido en su
vida. Una vez dijo cierta mujer: “Yo
prefiero que mi esposo sea borracho aunque me pegue a que sea cristiano”
Habrá sin dudas quienes no se alegrarán de verle en la Iglesia, verle leer la
biblia, verle llevando un estilo de vida diferente a su vida pasada, y no
solamente no se alegraran sino que se molestarán y trataran de hacerle la vida
pesada. “Baste ya el tiempo pasado para
haber hecho lo que agrada a los gentiles, andando en lascivias, concupiscencias,
embriagueces, orgías, disipación y abominables idolatrías.
A éstos les parece cosa extraña que vosotros no corráis con ellos en el
mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan;”
(1 Pedro 4:3-4)
Tristemente muchos le aborrecerán también porque su vida en Cristo les reprende,
porque su ejemplo les ofende, porque de alguna manera usted está fungiendo como
conciencia para ellos. No les
agrada que su ejemplo les estorbe.
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La persecución
implica apartamiento. Posiblemente usted sufra rechazo por ser cristiano,
posiblemente haya quienes no quieran convivir más con usted, posiblemente aun en
su propia familia haya quienes le excluyan, quienes no le consideren digno de
estar entre ellos. Posiblemente sus amigos no le ignoren y le vean como poca
cosa por ser hijo de Dios (Mateo
10:34-36)
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La persecución
implica vituperios. Al Señor le llamaron comilón y bebedor de vino, le dijeron
que tenía demonio y que estaba fuera de sí. Si al Señor Jesús lo vituperaron no
se extrañe que también usted y yo lo seamos. Muchas veces por hacer la voluntad
de Dios, por defender la verdad, por llevar una vida justa y recta, por condenar
el pecado, seremos tachados como fanáticos, como homofóbicos, como legalistas,
como gente de mente cerrada, intolerantes, extremistas, antis, etc. etc.
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Los primeros
cristianos sufrieron una terrible persecución, muchos de ellos vivían en
catacumbas debajo de la tierra, muchos perdieron su vida, descuartizados por las
fieras, decapitados, crucificados, quemados vivos, etc. por no renegar de su fe.
“Pues para esto fuisteis llamados; porque
también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus
pisadas;” (1ª Pedro 2:21)
Debemos entender que la persecución no es una señal de desaprobación de Dios,
muchos de los grandes hombres de Dios, muchos de los héroes de fe, muchos de los
grandes profetas habían padecido y sufrido mucho. Podemos mencionar a Elías,
Miqueas, Daniel, Jeremías, Zacarías, Isaías, etc. etc.
Pablo, Pedro, Juan, Jacobo, y todos los apóstoles y hermanos del primer
siglo que estuvieron dar su vida misma por el Señor. La persecución por causa de
la justicia nos hace hermanos de los fieles hijos de Dios. “Otros
experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles. Fueron
apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de
acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados,
maltratados; de los cuales el mundo
no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por
las cavernas de la tierra.”
(Hebreos 11:36-38)
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No es fácil
gozarse cuando somos maltratados, sin embargo, como cristianos debemos aprender
a ser felices aun cuando llegan las tribulaciones. No que debamos desear la
persecución, ni sentirnos contentos de que haya persecución, al contrario
debemos estar felices de la libertad que tenemos para servir a Dios y predicar
su palabra. El punto es que si
nosotros llegásemos a estar en una situación de este tipo por causa de Cristo y
del evangelio, no reneguemos de nuestra fe ni nos desanimemos sino por el
contrario glorifiquemos a Dios. “Y
convinieron con él; y llamando a los apóstoles, después de azotarlos, les
intimaron que no hablasen en el nombre de Jesús, y los pusieron en libertad.
Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido
tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre. Y todos los días, en
el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.”
(Hechos 5:40-42);
“Después de haberles azotado mucho, los
echaron en la cárcel, mandando al carcelero que los guardase con seguridad.
El cual, recibido este mandato, los metió en el calabozo de más adentro,
y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas,
cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.”
(Hechos 16:23-25); “Pero
traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido
iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; por una parte,
ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por
otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante.
Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes
sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable
herencia en los cielos. No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande
galardón;”
(Hebreos 10:32-35)
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¿Por qué
debemos regocijarnos? ¿Por qué sentirnos felices y dichosos? El Señor lo dijo:
“porque vuestro galardón es grande en los cielos” La recompensa en el cielo será
muy grande para usted y para mí, si estamos dispuestos a sufrir por causa de
Cristo. Aun si perdiéramos todo lo que poseemos sepamos que Dios nos tiene
preparado un lugar muchísimo mejor en las moradas celestiales. Sin importar lo
que en esta vida tengamos que padecer recordemos siempre esa bella esperanza y
fortalezcámonos en Cristos Jesús. “Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual
estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo
esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la
tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza;
y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en
nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.”
(Romanos 5:1-5)