VIDA ETERNA – Romanos 2:5-8, 10
Dios “… pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los
que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad … y paz”.
¿Qué significa la vida eterna?
Juan 17:3, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios
verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado”.
Vida eterna significa estar eternamente con Dios. Significa estar eternamente
con Cristo, viéndolo y siendo semejantes a Él. 1 Juan 3:2, “Amados, ahora somos
hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que
cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él
es”.
Vida eterna significa estar eternamente con los fieles ángeles y todos los que
han sido redimidos por Cristo y han perseverado hasta el fin. Apocalipsis 14:3,
“Y cantaban un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres
vivientes, y de los ancianos; y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento
cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra”.
Dios “pagará a cada uno conforme a sus obras”.
Pero ¿no enseña Pablo en Romanos 1:16 que el evangelio “es poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree” y en Romanos 5:1 que somos “justificados
por la fe”? ¿Para Pablo es la fe la única cosa que importa? ¿Cómo
puede dar tanta importancia a las obras?
Pablo no dice que los que heredarán la vida eterna se salvan por la “fe sola”.
La fe sin obras es una mera palabra hueca. Está muerta (Santiago 2:17, 26).
Igualmente las obras están muertas si no son producto de una fe basada en la
Palabra de Dios. El Calvinismo hace distinción falsa entre la fe sola que
supuestamente salva y luego la fe del salvo que produce buenas obras, pero tal
teología es pura insensatez. La Biblia no habla así.
Vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra (y paz)
e inmortalidad”
La Biblia enfatiza el perseverar en hacer el bien (hacer buenas obras como
producto de la fe, Santiago 2:18). Pablo ya había dicho que los que no
obedecen a la verdad van a “heredar” la ira y el enojo de Dios. El mismo Pablo
dice (2 Tesalonicenses 1:7-9, “cuando se manifieste el Señor Jesús desde el
cielo con los ángeles de su poder, 8 en llama de fuego, para
dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de
nuestro Señor Jesucristo; 9 los cuales sufrirán pena de eterna
perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”.
El perseverar significa conducta habitual, fidelidad continua, en contraste
con el servir a Dios “de vez en cuando”, “cuando sea conveniente”, “si no hay
visita”, “si no tengo que trabajar”, “si no hay reunión familiar” o una variedad
de otras cosas que algunos miembros de la iglesia ponen en primer lugar en su
vida. Mateo 10:22, “Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el
que persevere hasta el fin, éste será salvo”. Apocalipsis 2:10, “No temas en
nada lo que vas a padecer. He aquí, el diablo echará a algunos de vosotros en la
cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación por diez días. Sé
fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida”. Hebreos 10:39,
“Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que
tienen fe para preservación del alma”. Muchos empiezan la “carrera” como
campeones pero se cansan, se distraen, se desaniman y dejan de correr. Hebreos
12:1, 2, “Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande
nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y
corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, 2 puestos
los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra
del trono de Dios”.
Los que buscan gloria y honra (y paz) e inmortalidad”
Estas son características de la vida eterna. “Dios, el cual pagará a cada uno
conforme a sus obras (la palabra “obras” incluye todo aspecto de la vida, no
solamente hechos, sino palabras, pensamientos, etc.): vida eterna a los que,
perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad… y paz a
todo el que hace lo bueno…” Colosenses 3:4, “Cuando Cristo, vuestra vida, se
manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”.
Estaremos en presencia del Glorioso Dios y seremos “iguales a los ángeles”
(Lucas 20:36). “Honra” porque tendremos la aprobación de Dios y seremos
semejantes a Cristo. “Inmortalidad” porque el cuerpo resucitado no estará sujeto
a la descomposición.
Buscan la felicidad suprema, superlativa, en el cielo. Los que
buscan gloria son los que perseveran en actos que glorifican a Dios.
Buscan cosas “nuevas”. Espiritualmente disfrutamos de muchas cosas
nuevas: vivimos bajo el Nuevo Pacto o Nuevo Testamento. Cristo nos abrió “el
camino nuevo y vivo”. Llevamos nombre nuevo y una vida nueva, porque somos
nuevas criaturas. Apocalipsis 21:5, “Y el que estaba sentado en el trono dijo:
He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. 2 Pedro 3:13, “esperamos, según sus
promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. La
Tierra no será renovada como enseñan algunos, sino que será quemada cuando
Cristo venga (2 Pedro 3:10).
Buscan la santa ciudad. Apocalipsis 21:2, “Y yo Juan vi la santa
ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una
esposa ataviada por su marido”. Hebreos 11:10, Abraham “esperaba la ciudad que
tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Apocalipsis 21, 22,
Juan describe el muro hecho con piedras preciosas, con doce cimientos y doce
puertas de perla, la calle de oro, etc,, pero no será una ciudad literal con
rascacielos, tiendas de comida y ropa, hospitales, oficina de correo, etc. No
habrá grandes empresas, fábricas y plantas industriales. Más bien, será una
ciudad en el sentido de una gran concurrencia de ángeles y gente. Será la
reunión de los redimidos de todos los siglos. Hebreos 12:22-24, “os habéis
acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a
la compañía de muchos millares de ángeles, 23 a la
congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el
Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, a Jesús el
Mediador del nuevo pacto …”
Buscan la reunión con los ángeles y con los fieles de la Biblia y
los fieles que hemos conocido y de los cuales que hemos oído. Imagínese una
reunión con Moisés y Elías (Mateo 17:19) y los apóstoles y demás santos del
Nuevo Testamento. Jesús explica (Lucas 20:35, 36) que no seremos esposos, sino
que seremos iguales a los ángeles (pero, desde luego, mi amada esposa será mi
ángel favorito para siempre).
Buscan su verdadero hogar, su hogar celestial. La palabra “hogar” es
una de las palabras más preciosas en cualquier idioma. Queremos estar “en casa”
con nuestro Padre Celestial y todos sus hijos. Damos evidencia de ese deseo al
asistir a todos los servicios de adoración, participando con todo el corazón,
llegando a tiempo (y aun antes, para poder saludar a nuestros hermanos, Romanos
16:16; 1 Corintios 16:20; 2 Corintios 13:12; 1 Tesalonicenses 5:26; Pedro 5:14).
Los miembros que no asisten fielmente, llegan tarde, y cada rato durante el
servicio se levantan para ir al baño (o simplemente para estirarse) obviamente
están aburridos y ¿para qué hablar de ir al cielo donde pasaremos la eternidad
cantando alabanzas y adorando a Dios? (Si estuvieran allá se levantarían cada
rato para ir al baño?).
Quieren ir a un lugar donde no habrá lágrimas. Apocalipsis
21:4, “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni
habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”. Este
mundo es un valle de lágrimas. Muchos lloran por causa de los pecados cometidos
o por los pecados de otros. Samuel lloró toda la noche por el pecado de Saúl.
Jeremías se llama el profeta llorón por sus muchas lamentaciones sobre Israel.
Hechos 20:31, “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de
día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. Hechos 20:37, 38,
“Entonces hubo gran llanto de todos; y echándose al cuello de Pablo, le
besaban, 38 doliéndose en gran manera por la palabra que dijo,
de que no verían más su rostro. Y le acompañaron al barco”. No habrá tales
separaciones en el cielo.
Buscan la recompensa prometida por Cristo. Mateo 5:12, “Gozaos y
alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; porque así
persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros”. Mateo 6:20, “haceos
tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones
no minan ni hurtan”.
Buscan el reposo. Apocalipsis 14:13, “los muertos que mueren en el
Señor … descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen”.
Buscan inmortalidad, con cuerpo resucitado incorruptible e
indestructible. 1 Corintios 15:53-55, “es necesario que esto corruptible se
vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad. 54 Y
cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se haya
vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita:
Sorbida es la muerte en victoria. 55 ¿Dónde está, oh muerte,
tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” Filipenses 3:21, “el cual
transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al
cuerpo de la gloria suya”.
Buscan la paz. Romanos 5:1, “Justificados, pues, por la fe, tenemos
paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”. Filipenses 4:7, “Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. 2 Tesalonicenses 3:16, “Y el mismo Señor
de paz os dé siempre paz en toda manera”. Es difícil imaginar un lugar sin las
presiones y preocupaciones de esta vida, pero el hogar celestial es precisamente
ese lugar.
Los que buscan gloria, honra, paz e inmortalidad son sostenidos por una
esperanza viva.
1 Pedro 1:3-5, “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según
su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la
resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia
incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para
vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante
la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el
tiempo postrero”.
Romanos 5:1, 2, “justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo; 2 por quien también tenemos
entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la
esperanza de la gloria de Dios”.
Romanos 8:23, 24 “Romanos 8:23, nosotros mismos, que tenemos las primicias del
Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la
adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque en esperanza fuimos salvos;
pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué
esperarlo?”
Muchos otros textos hablan de esta esperanza: Tito 1:2, “la esperanza de la vida
eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde antes del principio delos
siglos”. 3:7, “…herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”. 1 Juan
2:25, “Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna”. Judas 21,
“esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”.
Romanos 6:22, “tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida
eterna”. Gálatas 6:8, “el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida
eterna”. 1 Timoteo 6:12, “Pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida
eterna…”
Los que buscan gloria, honra, paz e inmortalidad tienen sus nombres escritos en
el libro de la vida
Lucas
10:20, “regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”.
Filipenses 4:3, los colaboradores de Pablo tenían sus nombres escritos en el
libro de la vida”. Hebreos 12:23 habla de “la congregación de los primogénitos
que están inscritos en los cielos”. La palabra “primogénitos” enfatiza el honor,
los derechos y privilegios de los cristianos. Apocalipsis 20:15, “Y el que no se
halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego”. Apocalipsis
21:23-27 describe la santa ciudad, la nueva Jerusalén. La ciudad no tiene
necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria de Dios la
ilumina, y el Cordero es su lumbrera. No habrá noche. No entrará en ella ninguna
cosa inmunda, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del
Cordero”.
Los que buscan gloria, honra, paz e inmortalidad han obedecido al evangelio de
Cristo.
Nacieron otra vez. Juan
3:5, “Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de
agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios”. 1 Pedro 1:3, 23,
“siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Oyeron el verdadero evangelio. No oyeron evangelios pervertidos
(Gálatas 1:6-9). En cada caso de conversión en Hechos de Los Apóstoles oyeron el
evangelio puro.
Creyeron en Dios (Hebreos 11:6) y en Cristo (Juan 8:24). Marcos 16:16,
“El que crea y sea bautizado será salvo; pero el que no crea será condenado”.
Se arrepintieron de sus pecados. Lucas 13:3, “si no os arrepentís,
todos perecéis igualmente”. Hechos 17:30, “Dios declara ahora a todos los
hombres, en todas partes, que se arrepientan”.
Confesar a Cristo como el Hijo de Dios. Mateo 10:32, 33, “A
cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le
confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. 33 Y a
cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de
mi Padre que está en los cielos”. Hechos 8:36, 37, El etíope dijo a Felipe,
“Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo
corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de
Dios”. Hijo de Dios significa igual a Dios, Juan 5:18. Al ver a Jesús la gente
vio al Padre, Juan 14:6. Cristo era adorado, perdonó pecados, leía pensamientos
porque era Dios (Juan 1:1; Romanos 9:5).
Fueron bautizados (sepultados, Romanos 6:4) en el nombre del Padre, del
Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19), para el perdón de pecados (Hechos
2:38).
Fueron añadidos a la iglesia que Cristo compró con su propia sangre (Hechos
2:47; 20:28) y de la cual Cristo es Salvador (Efesios 5:23).
Adoraron al Señor cada primer día de la semana, predicando, participando de la
cena del Señor (Hechos 20:7; 1 Corintios 11:23-26), y de la ofrenda (1 Corintios
16:1-2).
En fin, Perseveraban en la doctrina de los apóstoles (Hechos 2:42), en “bien
hacer” (Romanos 2:7, 10).