LA ESPOSA DE CRISTO

 

Juan 3:28-29

Por Israel Zavala

 

En una ocasión Juan el bautista dijo de Cristo: “Vosotros mismos me sois testigos de que dije: “Yo no soy el Cristo, sino que soy enviado delante de él. El que tiene la esposa, es el esposo; más el amigo del esposo, que está a su lado y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este mi gozo está cumplido.”  (Juan 3:28-29)

Juan habla de Jesús como “el novio” y de él como “el amigo del novio”. La novia no pertenece al amigo del novio sino al novio mismo. “La novia” representa aquí, de manera general a todos los que llegarían a ser discípulos del Señor Jesús.

 

Las Escrituras utilizan describen a la iglesia como novia o esposa para enfatizar la unión y relación de Cristo con ella. De hecho, para que podamos tener un matrimonio exitoso necesitamos considerar esa relación entre Cristo y su iglesia. El apóstol Pablo en su carta a la iglesia de Efeso escribe lo siguiente: “porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. 24 Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. 25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. 28 Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. 29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia, 30 porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Efesios 5:23-32)

 

En esta analogía es muy importante entender que:

I.- NECESITAMOS ESTAR CASADOS CON CRISTO

a)    Esto Implica un compromiso.

Hoy en día el matrimonio tiene detractores. A muchos no les agrada la idea de estar unidos en matrimonio. Algunos dicen que no creen en él, o que no es necesario. Hay quienes lo atacan y lo menosprecian. Sin embargo, la realidad es que a todos les gusta disfrutar de los privilegios que hay en el matrimonio, el problema está en que no quieren el compromiso que implica el estar casados.  Tales personas quieren estar unidas con alguien, pero sin ninguna responsabilidad.

 

Espiritualmente pasa lo mismo. Todo mundo quiere las bendiciones espirituales de Dios. Quieren ser reconocidos hijo de Dios, desean tener sus cuidados, protección y provisión, quiere ir al cielo al morir, pero muy pocos quieren contraer un compromiso o responsabilidad. No quieren estar unidos con Cristo en matrimonio. Quieren solo una relación libre con él, pero esto no es posible. Cada uno necesita estar casado con Cristo y “Casado con todas las de la ley”.

 

La Iglesia está compuesta de todos aquellos que se han unido a Cristo. Esto fue lo que dijo el apóstol Pablo en su segunda epístola a los corintios:  

“Porque os celo con celo de Dios; pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo.”  (2 Corintios 11:2)

 

b)    Implica un proceso.

Para que un hombre y una mujer se unan en matrimonio debe haber una serie de pasos que se deben de cumplir.

1.     Conocerse. - Hay un periodo de tiempo en el cual uno se conoce y con el trato se enamora cada vez más el uno del otro. Algunos duran años, otros meses, pero todos procuramos conocer muy bien al novia o novio.  

Espiritualmente es por el oír la palabra de Dios que todos podemos conocer a Cristo y desarrollar nuestra fe y amor por él. Dijo Pablo a los romanos: “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.” (Romanos 10:17)

 

2.     Hay que estar convencidos. - Debe haber una seguridad, un convencimiento profundo de que en verdad se quiere casar con él.

Espiritualmente hay que creer en Cristo y creer de todo corazón en Él. Dijo Felipe: “Si crees de todo corazón bien puedes. Y respondiendo dijo: creo que Jesucristo es el Hijo de Dios”. (Hechos 8:36-37)

 

3.     Hay que estar dispuestos a dejar. – El joven tiene que dejar la vida antigua, la vida de soltería, dejar padre y madre, porque ahora se unirá a su mujer y serán una sola carne (Mateo 19:5)

Espiritualmente también es necesario dejar. Dijo el apóstol Pedro: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hechos 3:19); El arrepentimiento implica un cambio de vida, implica dejar el pecado y despojarse de la vana manera de vivir, para andar ahora en vida nueva.

 

4.     Hay que hacer un pacto. – El profeta Malaquías habla de “la mujer de tu pacto”. Por lo general, cuando queremos unirnos en matrimonio con alguien, uno pide la mano y lo confirma por medio de un anillo de compromiso. Posteriormente hacemos una promesa, un juramento de fidelidad por el resto de nuestros días.

En lo espiritual cuando pedimos ser bautizados y confesamos públicamente a Jesucristo como nuestro Salvador estamos haciendo una confesión y pacto con él. El Señor Jesús dijo: “A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.”  (Mateo 10:32)

 

5.     La ceremonia, la boda. - Finalmente aquí es donde se efectúa el matrimonio entre dos personas. Bueno, el bautismo bíblico bien puede compararse con la ceremonia de matrimonio entre una persona con Cristo. Es en el momento del bautismo donde sucede esa unión y no antes.  Cristo dijo: “El que creyere y fuere bautizado será salvo…” (Marcos 16:16); La fe sola no une a la persona con Cristo, la confesión no hace que llegue a su culminación el matrimonio, es en el acto del bautismo donde la unión con Cristo es consumada. Así que si usted quiere estar casado con Cristo y formar parte de la Iglesia que es su esposa debe casarse y casarse bien con él. Si estas condiciones no se cumplen, entonces no puede darse el perdón y la unión con Cristo.

 

II.- JESUS DEBE SER EL UNICO CONYUGE.

Cuando uno se casa, hay promete ser fiel en lo próspero y en lo adverso, en la salud y en la enfermedad y amar y respetar todos los días de la vida. Estar casados con Cristo quiere decir que Él será el único y que seremos fieles a él. 

 

El pueblo de Israel traicionó al Señor, yendo en pos de otros dioses y el Señor le compara con una esposa infiel. “Pero como la esposa infiel abandona a su compañero, así prevaricasteis contra mí, oh casa de Israel, dice Jehová.” (Jeremías 3:20); Dios quiere que usted y yo seamos fieles y que Cristo sea nuestro único esposo. Para que esto pueda ser posible necesitamos estar sujetos única y exclusivamente a él.

 

a)    No a la ley de Moises

“Así que, si en vida del marido se uniere a otro varón, será llamada adúltera; pero si su marido muriere, es libre de esa ley, de tal manera que si se uniere a otro marido, no será adúltera. 4 Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro, del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos fruto para Dios.”  (Romanos 7:3-4)

No podemos estar unidos a Cristo y a la ley al mismo tiempo. Eso sería un adulterio espiritual. Así como la mujer casada se sujeta a su marido solamente, así mismo, el que se casa con Cristo se sujeta a Él y a nadie más.  La ley ha muerto, ha quedado clavada en la cruz, estamos desligados de ella. Pretender estar sujetos a la ley es una absurdides.

 

Hoy en día, bajo esta dispensación cristiana, practicar mandamientos de la ley, como el diezmo, como guardar el sábado, como circuncidarse, como el abstenerse de alimentos, como usar instrumentos musicales mecánicos en la adoración, el tener un sacerdocio como el levita, etc. y querer a la vez estar casados con Cristo, es infidelidad, es adulterio delante de Dios.

 

Necesitamos dejar atrás la ley de Moisés, así como Pablo lo hizo. Para él no era cosa fácil renunciar a ella. Él excedía su devoción a la ley más que a cualquier cosa. Era celoso de ella, el judaísmo era la tradición que sus padres le habían heredado, desde su infancia fue instruido en ella, sin embargo, la dejó para siempre y nos exhorta a hacer lo mismo: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. 2 He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo. 3 Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. 4 De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído.”  (Galatas 5:1-4)

 

Un divorcio ocurre entre el Cristo y el cristiano, cuando este último se justifica en los preceptos de la ley de Moisés. Nuestra fidelidad no debe ser a los hombres, o a la religión de nuestros padres, o a las tradiciones del mundo, ni ninguna enseñanza o doctrina que no sea de Cristo.

 

b)    No a el mundo

“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios.”  (Santiago 4:4)

La infidelidad a Dios es considerada como adulterio y por eso nuestros ojos deben estar puestos en Cristo. Debemos tener ojos solo para Él y no para el mundo. La amistad con el mundo es el amor que el hombre le tiene a los placeres del mundo o el pecado. No podemos amar a Cristo y al mundo al mismo tiempo. Si alguien ama al mundo se constituye enemigo de Dios.

 

Amar al mundo es una decisión totalmente voluntaria y personal, que proviene de las concupiscencias del corazón. Pero nosotros debemos amar solamente al esposo que es Cristo y respetarlo, y serle fiel hasta la muerte. La esposa de Cristo, que es su Iglesia, está compuesta solo de aquellos que vivan vidas puras y santas.  Su Iglesia no se compone de aquellos que lleven vidas poco santas. Su esposa debe ser gloriosa, sin mancha, ni arruga no cosa semejante, y si alguno en lo particular no cumple con esta forma de vida, simple y sencillamente es excluido de la iglesia del Señor.

 

III.- CRISTO TIENE SOLO UNA ESPOSA

“Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera.”  (Mateo 19:9); Si Cristo condenó el adulterio y la poligamia. ¿Tendrá Él una pluralidad de esposas? ¿Predicó una cosa y practicó otra? Claro que no.

 

Jesús solamente tiene una esposa. No tiene dos, ni tres, ni muchas. Aunque haya algunas que reclamen ser sus esposas, Él solo tiene una. ¿Cómo identificarla? Aquella que se sujeta a él, que respeta su autoridad, que le ama, que le es fiel, que no tolera el pecado, que no profesa una doctrina diferente a la de Cristo, que es santa y pura, etc. es la esposa de Cristo. Repito solo tiene una. “un cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;” (Efesios 4:4)

 

Cada esposo tiene su propia esposa con características únicas y específicas que la diferencian de todas las mujeres. Un esposo no confunde a su esposa con ninguna otra mujer, así se encuentre en medio de un millón de mujeres. Es inconfundible para uno, porque la conocemos, porque vivimos con ella, porque la amamos y la cuidamos. Solamente una le pertenece y Él pertenece a una. De igual manera la esposa de Cristo es única y diferente a todas las demás religiones. Él la conoce y sabe perfectamente cómo identificarla. En el día del juicio será muy fácil reconocer a su esposa entre muchas religiones falsas. En aquel día solo aquellos, cuyos nombres estén escritos en el libro de la vida, solo aquellos que conformen su Iglesia, se unirán a Cristo para vivir eternamente con él en las mansiones de los cielos. “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya, porque el Señor nuestro Dios Todopoderoso reina! 7 Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado. 8 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” (Apocalipsis 19:6-8)

 

CONCLUSIÓN.

Formar parte de la Iglesia de Cristo, la cual es su esposa, es un privilegio muy grande. Le invitamos a que se una a Cristo, a que se una a Él con amor, y así pueda vivir con Él eternamente.