1 Tesalonicenses 5
5:1 Pero acerca de los tiempos (chronos, un período extendido, ATR) y de las ocasiones (épocas, LBLA; kairos, un lapso de tiempo definido, ATR), no tenéis necesidad, hermanos, de que yo os escriba. -- Pablo sigue hablando de la segunda venida de Cristo. En los versículos anteriores consolaba a los hermanos con respecto a sus seres queridos que ya murieron; ahora les exhorta a ellos y a nosotros para que estemos listos para ese gran evento. No tenían necesidad de que Pablo les escribiera sobre el tiempo de la segunda venida de Cristo, porque ya les había instruido, pero se puede agregar que los fieles no tienen necesidad de saber cuándo Cristo vendrá porque siempre están listos.
En cuanto a los tiempos y las épocas, compárese Hech. 1:7, “Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones (épocas, LBLA), que el Padre puso en su sola potestad”. Nota importante: Jesús dice (Mar. 13:32), “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”. Algunos hermanos citan este texto para probar que durante su vida en la tierra Jesús no era omnisciente, pero este texto no enseña tal cosa. Más bien, de acuerdo a lo que dice en Hech. 1:7, no es el papel del Hijo, ni el de los ángeles, ni el del Espíritu Santo, revelar “aquel día”. Si Mar. 13:32 enseña que Jesucristo no era omnisciente, entonces enseña que el Espíritu Santo no es omnisciente. Oseas 8:4 dice, “Ellos constituyeron príncipes, mas yo no lo supe”. ¿Este texto enseña que Dios no es omnisciente? Claro que no. Tampoco enseña Mar. 13:32 que durante su vida terrenal Cristo no era omnisciente. Es necesario dejar que la Escritura explique la Escritura.
No tenemos necesidad de saber cuándo Cristo vendrá. Lo importante es que estemos listos todo el tiempo. Compárese Luc. 13:23 “Y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: 24 Esforzaos (luchar; castellano, agonizar, WEV) a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán. 25 Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. 26 Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. 27 Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. 28 Allí será el llanto y el crujir de dientes”. Lo importante no es especular en cuanto al número de los salvos; más bien nos conviene preocuparnos por la cuestión vital: ¿estaré yo listo?
“Hay actividades que no se pueden dejar hasta el último momento. Es demasiado tarde para prepararse para un examen cuando llega el momento de escribir. Es demasiado tarde para asegurar una casa cuando ha estallado la tormenta. Hay cosas que deben hacerse a tiempo ... Un viejo escocés a quien alguien le ofrecía palabras de consuelo porque le había llegado la hora, replicó: ‘¡Ya teché mi casa cuando el tiempo era bueno!’” (WB).
Si el Señor nos hubiera dicho exactamente cuando vendría, ¿cuántos estarían verdaderamente preparados para su venida? El Señor quiere que dediquemos la vida a la práctica de sus enseñanzas para nuestro propio bien y para transformarnos a su imagen (Rom. 8:28; 12:2; 2 Cor. 3:18; Efes. 4:24; Col. 3:10). Por lo tanto, el Señor no nos dice el tiempo de su venida, pero sí nos dice, (Rom. 13:11), “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz. 13 Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidia, 14 sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”. Pedro dice, “Baste ya el tiempo pasado para haber hecho lo que agrada a los gentiles” (1 Ped. 4:3).
No sabemos cuándo el Señor vendrá, pero Pablo dice, “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen; 30 y los que lloran, como si no llorasen; y los que se alegran, como si no se alegrasen; y los que compran, como si no poseyesen; 31 y los que disfrutan de este mundo, como si no lo disfrutasen; porque la apariencia de este mundo se pasa. 32 Quisiera, pues, que estuvieseis sin congoja” (1 Cor. 7:29-32). Si Cristo viene primero o si morimos primero, el tiempo es corto. Debemos hacer todos los planes de la vida teniendo presente siempre que el tiempo es corto. No conviene que ninguna relación o actividad de la vida nos estorbe espiritualmente. “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en oración” (1 Ped. 4:7).
También Pablo dice, “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Cor. 6:2).
5:2 Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor -- el día en que el Señor juzga, Amós 5:18-20; Sofon. 1:14-18; 2 Ped. 3:10. Compárense 1 Cor. 5:5, “a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús”; Jn. 6:40, “le resucitaré en el día postrero”; 2 Ped. 3:12, “esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios”; Judas 6, “el juicio del gran día”; así pues “el día del Señor” se refiere a “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 2:2; 1:7).
-- vendrá así como ladrón en la noche; -- ¿Por qué se compara la venida del Señor con la venida de un ladrón? (1) Porque no avisará cuándo vendrá; (2) su venida será inesperada; y (3) la mayoría de la gente no estará preparada. A pesar de textos tan claros como éste, los hombres siguen especulando acerca del tiempo de la venida de Cristo y del fin del mundo. Los testigos del Atalaya son los ofensores más grandes, pero también ha habido otros. Tal actitud muestra su rechazo de las afirmaciones claras de las Escrituras.
Mat. 24:43, “Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese a qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. 44 Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis”. Dice Pedro, “Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. 11 Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, 12 esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! (2 Ped. 3:10-12). Jesús dice a la iglesia de Sardis, “Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti” (Apoc. 3:3). “He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza” (Apoc. 16:15).
5:3 que cuando digan: Paz y seguridad, -- En cuanto a las actividades humanas, inmediatamente antes de llegar “el día del Señor” todo será normal. Es posible que sea un tiempo sumamente bueno y favorable, quizá un tiempo de paz mundial y de prosperidad inigualada. Este texto bien describe la actitud de los hombres inconversos. Aun minutos antes de la venida del Señor para tomar venganza sobre los que no obedecen al evangelio (2 Tes. 1:7-9) estarán diciendo “Paz y seguridad” (“todo va bien; no hay problema”). De esta misma manera los falsos profetas engañaron al pueblo de Israel poco antes de venir sus enemigos para llevarlos al cautiverio (Jer. 6:14 “Paz, paz”; Ezeq. 33:10, “engañaron a mi pueblo, diciendo: Paz, no habiendo paz”; Amós 6:1, “¡Ay de los reposados en Sion!”).
Jesús dijo (Mat. 24:37), “Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. 38 Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, 39 y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre”. También dijo, (Luc. 17:28), “Asimismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; 29 mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyó a todos. 30 Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste”.
Recuérdese el ejemplo del rey Belsasar (Dan. 5:1-9, 26-28) y el del rey Herodes (Hech. 12:21-23).
2 Ped. 3:3-10 se refiere a los burladores que confían en la “uniformidad” de todos los eventos terrenales. Dicen, “¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”, pero dice Pedro que éstos ignoran voluntariamente que Dios envió el gran diluvio en el tiempo de Noé. Ese acontecimiento destruye la teoría de la perpetua uniformidad y los que creen en el diluvio fácilmente pueden creer que la misma palabra de Dios que envió el diluvio enviará el fuego en el Día Final.
-- entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, -- Así también los que estén diciendo que hay paz y seguridad serán interrumpidos por la destrucción repentina de la cual nadie podrá escapar. La palabra destrucción no quiere decir aniquilación, como suponen los testigos del Atalaya. Compárese Mat. 10:28, “Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno”; aquí se usa otra palabra traducida destruir, pero con el mismo significado de arruinar. Las almas perdidas no dejan de existir, sino que pierden su bienestar, “excluidos de la presencia del Señor”. Es obvio en este texto que al morir el hombre, su alma no deja de existir, porque los infieles serán destruidos en el infierno. La palabra destruir (olethros) significa “ruina” (WEV).
-- como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán. -- Los profetas emplearon esta figura repetidas veces (Jer. 4:31; 6:24; 13:21; 22:23; 49:24; 50:43; Oseas 13:13; Miq. 4:9, 10). Cuando el tiempo llega para que la mujer encinta dé a luz, no puede escapar de los dolores de parto; de la misma manera nadie escapará del juicio de Dios. Dice Apoc. (cap. 6), “15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?” Jesús amonesta (Luc. 21), “34 Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día. 35 Porque como un lazo vendrá sobre todos los que habitan sobre la faz de toda la tierra. 36 Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. Obsérvese que la glotonería y la embriaguez no son las únicas cosas que cargan el corazón: Jesús agrega, “los afanes de esta vida”; es decir, muchas personas que no se entregan a los “vicios comunes” no son espirituales y no están preparados para el día del Señor por causa de los afanes de esta vida (Mat. 6:24-34; Fil. 4:6).
“Este día iba a ser terrible. Sería como los dolores de parto de un mundo nuevo; un día en que un mundo se destrozaría y otro nacería a la vida. Muchos de los cuadros más terribles del Antiguo Testamento pertenecen al Día del Señor (Isaías 22:5; 13:9; Sofonías 1:14-16; Amós 5:18; Jeremías 30:7; Malaquías 4:1; Joel 2:31). Las principales características del Día del Señor en el Antiguo Testamento eran las siguientes. (1) Vendría impresionante e inesperadamente. (2) Incluiría una conmoción cósmica en la que todo el universo sería sacudido en sus mismos fundamentos. (3) Sería un momento de juicio. Con toda naturalidad los escritores del Nuevo Testamento identifican intencionadamente y a conciencia el Día del Señor con el día de la Segunda Venida de Jesucristo” (WB).
5:4 Mas vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas (no estamos en el estado de rebelión, sino en el estado de obediencia, JBC), -- La vida del cristiano está caracterizada por el conocimiento, la fe, el amor y el servicio a Dios; por eso, no está en tinieblas. Col. 1:13, “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”; 1 Ped. 2:9, “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”. Zacarías, el padre de Juan, dijo que “nos visitó desde lo alto la aurora, para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte” (Luc. 1:79). “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz” (Mat. 4:16). Los que viven en tinieblas son esclavos de la ignorancia, la superstición, los vicios y los afanes de la vida. ¡Qué bendición tan grande gozamos los cristianos! “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor” (Efes. 5:8). “Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo” (2 Cor. 4:6). Por lo tanto, los que estamos en la luz no debemos tener comunión con las enseñanzas y las obras de las tinieblas: “No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2 Cor. 6:14). Juan dice, (1 Jn. 1:5), “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”.
-- para que aquel día os sorprenda como ladrón. -- La palabra traducida sorprender se encuentra en Jn. 12:35, “para que no os sorprendan las tinieblas”, y en Mar. 9:18, “el cual, dondequiera que le toma (se apodera de), le sacude; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando”. Así es que la palabra significa sorprender en el sentido de tomar de manera hostil (RCK). El ladrón no sorprende a los que están velando. El cristiano está velando día y noche si lleva una vida fiel en el servicio de Cristo. Al venir Cristo sus discípulos estarán trabajando en su oficio o estarán dormidos o estarán a la mesa comiendo u ocupados en docenas de otras actividades, pero estarán velando y esperando su venida porque son fieles y cumplidos.
5:5 Porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día; -- Mat. 5:14-16; Jn. 3:20, 21; 8:12; Hech. 26:18; 1 Jn. 1:5-7; Efes. 5:8, 9; Rom. 13:12. Los judíos empleaban la expresión “hijos de” para indicar semejanza; es decir, los cristianos son como la luz. Poseen las características de la luz.
-- no somos de la noche ni de las tinieblas. -- Ya no están en el reino de las tinieblas (Col. 1:13).
5:6 Por tanto, no durmamos como los demás -- 4:13, “los otros que no tienen esperanza”, los que están dormidos espiritualmente están en el estado de rebelión e indiferencia hacia la voluntad de Dios. Los “dormidos” son los que descuidan su salvación. No están conscientes de su oportunidad y de su deber y, por lo tanto, no están preparados para la venida del Señor. Cuando Jonás “había bajado al interior de la nave, y se había echado a dormir” (Jonás 1:5), también estaba dormido espiritualmente porque se había rebelado contra Dios. Como Jonás estaba dormido durante la tormenta, así los mundanos están dormidos y ni siquiera se dan cuenta de que Jesús fue crucificado por ellos, y lamentablemente muchísimas personas estarán dormidas cuando El vuelva.
-- sino velemos y seamos sobrios (llevando una vida de vigilancia y de dominio propio). -- Pablo dice (Rom. 13:11), “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz”. Pedro dice (1 Ped. 5:8) “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”. Jesús dijo (Mat. 25:13) “Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir”; también dijo (Mat. 26:41) “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”. En Luc. 21:36 Jesús dice, “Velad, pues, en todo tiempo orando que seáis tenidos por dignos de escapar de todas estas cosas que vendrán, y de estar en pie delante del Hijo del Hombre”. Después de exhortar a los ancianos de Efeso acerca de falsos hermanos, les dijo (Hech. 20:31) “Por tanto, velad, acordándoos que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con lágrimas a cada uno”. Al concluir sus instrucciones a los corintios (1 Cor. 16:13), Pablo dice, “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. 14 Todas vuestras cosas sean hechas con amor”. Jesús dijo a la iglesia de Sardis (Apoc. 3:2), “Sé vigilante, y afirma las otras cosas que están para morir; porque no he hallado tus obras perfectas delante de Dios. 3 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Pues si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti”.
5:7 Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan. -- Hech. 2:13-15. Los que duermen y se embriagan son los que no tienen aprecio por los valores espirituales. Muchísimas personas que no consumen el licor se embriagan con el pecado.
5:8 Pero nosotros, que somos del día, seamos sobrios, -- Los ebrios no son buenos soldados ni buenos atletas; todos saben que es necesario que éstos sean sobrios. Así también tenemos que ser sobrios para la lucha espiritual. Los tesalonicenses eran sobrios, pues Pablo dice (1:3), “acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo”.
-- habiéndonos vestido con la coraza de fe y de amor, -- Gál. 3:27, “porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”; Rom. 13:14, “sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne”; Col. 3:12, “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia”. ¡Así se describe el vestido o el uniforme del cristiano! Así se ve ante los ojos del mundo todos los días. También Pablo agrega la palabra coraza, una parte de la armadura del soldado cristiano, que se puede comparar con el chaleco a prueba de balas llevado por algunos hoy en día. La coraza del cristiano es la fe y el amor. En la carta a los efesios (6:14) Pablo habla de “la coraza de justicia”. El cristiano no sólo tiene que estar despierto, sino que también tiene que estar armado, porque está reclutado como soldado (2 Tim. 2:4). La vida del cristiano es una lucha. Como Pablo dice a los corintios (1 Cor. 9:26) “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, 27 sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”.
La coraza protege el corazón y otras partes muy vitales del cuerpo. En Efes. 6:13-17 Pablo describe la armadura del cristiano y agrega el arma ofensiva, la palabra de Dios.
-- y con la esperanza de salvación como yelmo. -- “Y tomad el yelmo de la salvación” (Efes. 6:17).Como la coraza protege el corazón, el yelmo protege la cabeza. Desde luego, todo miembro del cuerpo es importante (1 Cor. 12:18-24), pero los demás miembros no son tan vitales como el corazón y la cabeza.
Aquí otra vez Pablo combina la fe, la esperanza y el amor, y recuérdese que en 1:3 habla de “la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza”.
5:9 Porque no nos ha puesto Dios para ira, -- Jesús dijo (Jn. 3:17), “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él”. Al llamarnos por el evangelio (2 Tes. 2:14), no nos llamó para ponernos bajo su ira, sino para librarnos “de la ira venidera” (1:10).
sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, -- Más bien, nos ha “escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13). “Por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efes. 2:8) en el sentido de ser perdonados de los pecados pasados (Hech. 2:38). Otros textos, sin embargo, hablan de la salvación futura: Rom. 5:9, “por él seremos salvos de la ira”.
Alcanzamos la salvación por medio de Cristo. Pablo dice a los romanos (3:23), “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, 24 siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, 25 a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados pasados, 26 con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús”. Dice a Tito (3:5), “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo”. Las obras de justicia que “nosotros hubiéramos hecho” (p. ej., como las de Cornelio, Hech. 10:2, 22) nunca nos hubieran salvado, porque todos hemos pecado (Rom. 3:23) y el hombre pecador no puede salvarse solo, sino que necesita un Salvador. Sin embargo, aunque Dios provee la salvación por medio de Cristo, la actividad humana es necesaria; es decir, Dios provee la salvación y el hombre tiene que aceptarla. La acepta al obedecer al evangelio (Hech. 2:38). Los que no lo obedecen no estarán listos para la venida del Señor, sino que “sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día” (2 Tes. 1:7-9).
5:10 quien murió por nosotros -- Jn. 19:34. Esto es lo que Cristo hizo por nosotros para hacer posible nuestra salvación. La paga del pecado es la muerte (Rom. 6:23), pero el hombre, siendo pecador, no podía salvarse muriendo por sus propios pecados. Como Pablo explica en Rom. 5:8, “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”. Durante el ministerio personal de Cristo, Pedro no quería creer que Cristo iba a morir (Mat. 16:21-23), pero comenzando el día de Pentecostés lo predicó y después escribió lo siguiente: (1 Ped. 2:24), “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”. Los judíos no querían aceptar que el Mesías había de sufrir y morir; por lo tanto, allí mismo en una sinagoga de Tesalónica vemos (Hech. 17:2) que “Pablo, como acostumbraba, fue a ellos, y por tres días de reposo discutió con ellos, 3 declarando y exponiendo por medio de las Escrituras, que era necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos; y que Jesús, a quien yo os anuncio, decía él, es el Cristo”. De este gran Hecho Pablo escribe en Rom. 5:10; 1 Cor. 15:3; Col. 1:21, 22; Tito 2:14.
-- para que ya sea que velemos (4:17, vivimos), o que durmamos (4:14, morimos), vivamos juntamente con él. -- Esto es paralelo a 4:13-17; compárese Rom. 14:8. Ahora explica el propósito de la muerte de Cristo: murió por nosotros para que siempre vivamos con El. Tenemos comunión con El ahora durante esta vida y El quiere que estemos con El cuando vuelva (4:17). Como Pablo dice en otro texto (2 Cor. 5:8), “pero confiamos, y más quisiéramos estar ausentes del cuerpo, y presentes al Señor. 9 Por tanto procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables”. Pablo dijo a los filipenses (1:23), “Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”.
5:11 Por lo cual, animaos unos a otros, -- 4:18. Los santos tienen una responsabilidad mutua los unos para con los otros. La Biblia describe ampliamente lo que Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) ha hecho por nosotros; urge, pues, que pongamos nuestra parte, no sólo para lograr nuestra propia salvación, sino también para ayudar, animar y edificar a nuestros hermanos. Sin faltar debemos tener presente que “nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros” (Rom. 12:5; 1 Cor. 12:14-27).
-- y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. -- Uno de los propósitos principales de la iglesia es su propia edificación y crecimiento (Efes. 4:11-16). Nos edificamos los unos a los otros cuando nos ayudamos a llegar a un nivel más alto de madurez (RCK), y Pablo se dio cuenta de que los tesalonicenses ya lo practicaban. La exhortación del siguiente versículo tiene mucho que ver con la edificación de una iglesia (Efes. 4:11).
5:12 Os rogamos, hermanos, que reconozcáis a los que trabajan entre vosotros, y os presiden (dirigen, LBLA; la palabra presidir o dirigir traduce el verbo proistemi, “lit., ‘estar de pie ante’ y, de ahí, conducir, dirigir, ocuparse en, se traduce ‘presidir’ con referencia a la iglesia, Ro 12:8, 1 Ts 5:12” (WEV). Este verbo se encuentra en 1 Tim. 3:4, “gobierne bien su casa”; 1 Tim. 5:17, “los ancianos que gobiernan bien”; Rom. 12:8, “el que preside”) en el Señor, y os amonestan; -- Lucas dice (Hech. 14:23) que en el segundo viaje Pablo y sus compañeros “constituyeron ancianos en cada iglesia”. En Hech. 20:17-35 leemos lo que Pablo dijo a los ancianos (obispos) de Efeso. Otros textos hablan de los ancianos (1 Tim. 3:1-7; Tito 1:5-11).
En las cartas a los tesalonicenses Pablo no emplea los términos ancianos, obispos o pastores, pero sí habla de los que “os presiden en el Señor” y los ancianos son los que deben presidir en las congregaciones. Sin embargo, por algún tiempo las iglesias no tenían ancianos (Hech. 14:22, 23), pero sí, un liderazgo responsable. Los apóstoles y sus compañeros predicaban el evangelio, convertían a la gente, establecían iglesias y los apóstoles impartían los dones espirituales sobre ciertos hermanos. De esta manera había aun en las iglesias más nuevas profetas y, por eso, Pablo dice a los tesalonicenses, “No menospreciéis las profecías” (5:20). Lucas dice que “Judas y Silas ... eran profetas” (Hech. 15:32). Dice que “Había entonces en la iglesia que estaba en Antioquía, profetas y maestros: Bernabé, Simón el que se llamaba Niger, Lucio de Cirene, Manaén el que se había criado junto con Herodes el tetrarca, y Saulo” (Hech. 13:1). También leemos de los compañeros íntimos de Pablo (p. ej., Hech. 20:4).
Pablo habla de muchos hermanos fieles, activos y responsables en la iglesia. Dice a los corintios (1 Cor. 16:15), “Hermanos, ya sabéis que la familia de Estéfanas es las primicias de Acaya, y que ellos se han dedicado al servicio de los santos. 16 Os ruego que os sujetéis a personas como ellos, y a todos los que ayudan y trabajan”. Así pues aun las iglesias sin ancianos tenían maestros calificados para enseñar, guiar y servirles en el Señor.
Este pensamiento es importante. No debemos tratar de disculparnos por no tener ancianos, pero en realidad muchas congregaciones que no tienen ancianos no están desprovistas de maestros calificados, y tales maestros deben ser reconocidos y estimados “por causa de su obra”. Es esencial el liderazgo responsable para que la iglesia lleve a cabo un culto ordenado (1 Cor. 14:40), como también para edificarse y madurar espiritualmente. Sin dirección responsable la congregación se corrompe con error doctrinal, no practica la disciplina y se llena de contiendas y disensiones y pronto se destruye.
5:13 y que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra. -- Ha habido mucho estudio sobre los requisitos y la obra de los ancianos, pero todo ese estudio será inútil si los santos no se convencen de que deberían reconocerles, seguirles y tenerles en alta estima. Dice Heb. 13:17, “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. El servicio de los ancianos, como también el de otros siervos (evangelistas, maestros) es digno de nuestro aprecio y también nuestra cooperación. Pablo no se refiere simplemente a un sentimiento, sino a algo más práctico, a saber, nuestra colaboración con ellos en su obra de edificar a la iglesia. La estima -- al igual que la fe y el amor -- si no tiene acciones, no vale nada. Si éstos trabajan y presiden “en el Señor,” entonces “que los tengáis en mucha estima y amor por causa de su obra”, y que esa estima se muestre en acciones correspondientes.
-- Tened paz entre vosotros. -- (Mar. 9:50). No habrá paz entre hermanos que no reconocen y no estiman a los ancianos y otros que les sirven en el Señor. Pablo dice a los corintios (2 Cor. 13:11), “Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros”. Muchos miembros de la iglesia no toman en serio este mandamiento, pues, no buscan relaciones hermanables (pacíficas) con otros miembros; por eso hay “enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias” (Gál. 5:20, 21) aun en la iglesia de Cristo. Pablo dice (Efes. 5:31), “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. 32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”.
¿Cuál es la diferencia entre cierto grupo de cristianos y una iglesia? El grupo de cristianos que quiere formar una iglesia tiene que estar de acuerdo. Cualquier grupo de cristianos debe estar de acuerdo pero, lamentablemente, no es siempre así. Sin embargo, si un grupo de cristianos acuerda adorar y trabajar como iglesia, es indispensable que se lleven bien y que tengan paz. Si no se entienden, ¿por qué piensan que pueden formar una congregación? ¿Se establecen congregaciones para pelear? ¿para que los miembros puedan divertirse criticando el uno al otro y quejándose el uno del otro? ¿con qué propósito se establece una congregación? A veces parece que se establece una congregación en cierto lugar simplemente porque los miembros saben que deben reunirse cada domingo para participar de la cena del Señor (como si fuera un sacramento), y si cumplen con este “deber”, lo demás no importa. Por lo tanto, la relación que sostienen unos con otros es pésima. Algunos ni siquiera quieren saludarse el uno al otro.
Los que “os presiden” en el Señor deben ser hombres sabios (1 Cor. 6:5) para poder promover la paz de la congregación, pero a veces los líderes son la causa de la división (Hech. 20:29-31). Una fuente principal de pleitos y disgustos entre hermanos es que en lugar de querer ser servidores algunos más bien quieren ser caciques (3 Jn. 9, 10).
5:14 También os rogamos, hermanos, que amonestéis a los ociosos (Hech. 17:5) (indisciplinados, LBLA), -- Literalmente, los que andan desordenadamente, como soldados que se salen de las filas, pero esta palabra se usaba para señalar a los ociosos. Véase 4:11, notas. Había ociosos entre los tesalonicenses (2 Tes. 3:6-15). Pablo les dice, “Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma” (2 Tes. 3:10). Este asunto es muy serio, pues dice, “que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente” (2 Tes. 3:6); es decir, Pablo escribe acerca de este mal de la misma manera que escribe acerca de la fornicación (1 Cor. 5), diciendo que los fieles deben apartarse de los culpables. Acerca de las viudas jóvenes Pablo dice, “aprenden a ser ociosas, andando de casa en casa; y no solamente ociosas, sino también chismosas y entremetidas, hablando lo que no debieran” (1 Tim. 5:13).
Es importante observar que la palabra traducida ocioso (ataktos) “significa no mantenedor de un orden; era especialmente un término militar, que denotaba no mantenedor de su puesto, insubordinados” (WEV). Por lo tanto, LBLA dice “los indisciplinados”. El hermano o hermana que no mantiene su puesto debido en la iglesia se puede describir como “insubordinado(a)” y debe ser amonestado(a). Por no ofender a estos hermanos se descuida este mandamiento y de esa manera se deja que el pecado crezca y lleve su fruto amargo. Una práctica común entre miembros de la iglesia es la de hablar a espaldas de tales miembros las palabras que no se atreven a decirles cara a cara. Es más difícil amonestarles directamente, pero es lo que Cristo requiere de nosotros (JWM).
Tal vez otro problema sea que algunos no se animan a amonestar a los desordenados por temor de que les acusen de algo, pero los humildes están dispuestos a escuchar cualquier crítica y buscan la oportunidad de aclarar el malentendido.
Prov. 18:9, “También el que es negligente en su trabajo es hermano del hombre disipador”. Jer. 48:10, “Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová”. “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Rom. 12:11); ¿no perezosos, sino fervientes en espíritu en qué? en la asistencia a los servicios (y esto incluye la puntualidad); en la participación en todos los actos del culto; en la preparación de las clases bíblicas que enseñamos y los sermones que predicamos; en el cuidado del sitio de reunión; en los deberes del hogar (y esto incluye el estudiar y enseñar la Biblia); en el trabajo o el negocio; y en todo aspecto de la vida.
Heb. 5:11, “Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír”; la palabra tardos viene de la voz griega, nothros, lento, torpe, indolente, perezoso. Heb. 6:11, “Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12 a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”. Heb. 2:3, “¿cómo escaparemos si descuidamos una salvación tan grande?”
El propósito de la parábola de los talentos es condenar la negligencia (Mat. 25:14-30). El señor dice, “Siervo malo y negligente” (okneo, ser lento, holgazán, perezoso, ATR), y agrega, “quitadle, pues, el talento” y “al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera”.
Uno de los peligros más grandes de la vida moderna es que los padres permitan que sus hijos sean perezosos. En los años pasados no había tanto problema porque la mayoría de la gente vivía en el campo y era necesario que toda la familia trabajara, no sólo en la agricultura, sino también en el cuidado de los animales. Ahora muchísimos niños y jóvenes pasan muchas horas jugando y viendo la televisión. Ya como adultos no quieren trabajar porque sus padres nunca les enseñaron a trabajar.
El libro de Proverbios trata ampliamente este tema: Prov. 24:30, “Pasé junto al campo del hombre perezoso, Y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; 31 Y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, Ortigas habían ya cubierto su faz, Y su cerca de piedra estaba ya destruida. 32 Miré, y lo puse en mi corazón; Lo vi, y tomé consejo. 33 Un poco de sueño, cabeceando otro poco, Poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; 34 Así vendrá como caminante tu necesidad, Y tu pobreza como hombre armado”. Al observar la vida del perezoso todos deben “tomar consejo”.
El perezoso no puede empezar. Prov. 6:6, “Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? 10 Un poco de sueño, un poco de dormitar, Y cruzar por un poco las manos para reposo; 11 Así vendrá tu necesidad como caminante, Y tu pobreza como hombre armado”. ¿Hasta cuándo? El no sabe. Prov. 26:14, “Como la puerta gira sobre sus quicios, Así el perezoso se vuelve en su cama”; es decir, no sólo está anclado, sino abisagrado en su cama. No está programado para comenzar. Este es el problema de su vida. No quiere comprometerse. No hace promesas. No quiere aceptar ninguna responsabilidad. Está habituado a hacer sólo las decisiones suaves y fáciles, evitando los desafíos difíciles de la vida. Más bien “tiene el hábito de seguir la línea de menor esfuerzo” (DK).
Esta persona se ve todos los días: (1) Es la persona que no quiere trabajar, 4:11; 2 Tes. 3:10; 1 Tim. 5:13; (2) es la persona que no obedece el mandamiento de Efes. 4:28, ni mucho menos el de 1 Tim. 5:8; (3) es la mujer que no sabe nada de Prov. 31:13,15,17,21,22,31; (4) espiritualmente es la persona que no quiere compromiso con Dios y, por eso, no obedece al evangelio. Simplemente no quiere comenzar la vida cristiana; más bien sigue en sus pecados; (5) es el hermano que no quiere empezar a predicar, a dirigir cantos, a enseñar clases, a dar estudios en los hogares, a trabajar en el mantenimiento de la propiedad de la iglesia.
Si comienza algo, no lo quiere terminar. Prov. 12:27, “El indolente ni aun asará lo que ha cazado”. Prov. 26:15, “Mete el perezoso su mano en el plato; se cansa de llevarla a su boca”. Esto da risa, pero ¿cuántos jóvenes comienzan la escuela superior pero no la terminan? ¿cuántos de los que obedecen al evangelio vuelven “a su cama” (el mundo)? Rom. 13:11-14 se dirige a los santos (a los que habían obedecido al evangelio). Recuérdese que Heb. 5:11; 6:12 fue escrito para los santos. ¿Qué piensa el Señor de los que El ha enviado a trabajar en su viña cuando se da cuenta de su pereza? Prov. 10:26, “Como el vinagre a los dientes, y como el humo a los ojos, Así es el perezoso a los que lo envían”.
El perezoso es experto en fabricar excusas. Prov. 20:4, “El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará”. Para poder sembrar trigo y otra semilla, es necesario arar durante el invierno; de otro modo no habrá cosecha. Ecles. 11:4, “El que al viento observa, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará”. Prov. 22:13, “Dice el perezoso: El león está fuera; Seré muerto en la calle”. ¿Cuál es la lección de este proverbio? Lo absurdo de las excusas. Compárense las excusas de Luc. 14:15-21. ¿Qué decimos nosotros? Hace frío. Hace calor. Estoy cansado. Hubo visita. Tengo mucho trabajo. ¿Son mejores las excusas nuestras que las del perezoso de Proverbios o las de la parábola de Jesús? Creemos que sí, pero ¿qué piensa Dios?
Nosotros mismos nos asustamos hablando de dificultades, problemas y obstáculos. ¿Puede el perezoso convencerse a sí mismo que en realidad hay un león en la calle? Claro que sí, y de la misma manera podemos convencernos que hay problemas que ni siquiera existen.
El perezoso es más sabio que los sabios. Prov. 26:16, “En su propia opinión el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar”. Es un especialista. Tiene plena capacidad para justificarse a sí mismo.
El perezoso tiene que sufrir las consecuencias de su pereza. Prov. 13:4, “El alma del perezoso desea, y nada alcanza, mas el alma de los diligentes será prosperada”. Tiene deseos pero no quiere esforzarse por obtenerlos. No quiere pagar el precio necesario. Tiene deseos pero espera que otros (la familia, la iglesia, el gobierno) hagan por él. Por lo tanto, aunque parezca calmado, vive inquieto, pues tiene deseos que nunca se satisfacen. Tiene ambiciones que nunca se realizan. Por eso, “El camino del perezoso es como seto de espinos” (Prov. 15:19); su camino está cercado por muros de espinos. Cada excusa que hace es otro espino en la cerca que le rodea.
¿Cómo se puede enseñar al perezoso? Prov. 6:6, “Vé a la hormiga, oh perezoso, Mira sus caminos, y sé sabio; 7 La cual no teniendo capitán, Ni gobernador, ni señor, 8 Prepara en el verano su comida, Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento”. La hormiga no necesita de supervisión. No tiene que ser empujada o aguijoneada. No es necesario que otro le diga cuándo comenzar y cuándo terminar. Aunque es una criatura muy pequeña, enfrenta su tarea diaria sin hacer excusas.
La ociosidad es un campo fértil para la cizaña de Satanás. Los Estados Unidos ha cometido un gran error con respecto a este mal (y hasta este año 1996 lo ha reconocido), sosteniendo a miles de personas que deben trabajar. Muchísimas personas no se animan a trabajar, porque nunca podrían ganar la cantidad de dinero y los beneficios adicionales suplidos por el gobierno. La palabra inglesa welfare (asistencia pública) significa bienestar, pero esta es la palabra que se usa para designar los millones de dólares que el gobierno regala al pueblo necesitado, pero en cuanto a un gran porcentaje de los recipientes este dinero no es para su bienestar sino para esclavizar y arruinar sus vidas. Estando ociosos se entregan al alcohol y otras drogas, la fornicación y muchos otros vicios y crímenes. Sin lugar a dudas la ociosidad es uno de los males más destructivos de la sociedad humana.
-- que alentéis a los de poco ánimo, -- Habrá en casi cualquier congregación hermanos que se desaniman por varias causas. Por ejemplo:
(1) por ser de doble ánimo, Núm. 21:4; 11:4-6; mujer de Lot (Luc. 17:32). Remedio: Sant. 1:8; 4:8; 2 Cor. 11:2, 3.
(2) por no tener los ojos puestos en Jesús (Heb. 12:2), sino en los hombres; distraídos; quieren agradar a los hombres (Jn. 5:44).
(3) por ser intimidados, Deut. 1:21, 28; 1 Sam. 17:32. Temen a los hombres; temen lo que se les pueda pasar.
(4) por ser rechazados por la familia (Mat. 10:34-37); esto duele y desanima, pero se gana otra familia, la familia en el Señor, una familia permanente.
(5) por la crítica, la burla, la persecución; pero recuérdense Hech. 5:40, 41; 21:13; Heb. 12:5.
(6) por la enfermedad física y mental, y aun por causa de los medicamentos (que a veces deprimen).
(7) por los problemas no resueltos (p. ej., en el hogar o en la iglesia).
(8) por no querer someterse a la doctrina de Cristo, Jn. 6:60; Mat. 19:10; 7:13, 14 (Mat. 7:13, 14 se refiere a la enseñanza de ese contexto, es decir, el sermón del monte).
(7) por no crecer.
(8) por la falta de unidad entre hermanos. La división, y aun las contiendas y disensiones en la congregación, dejan a los miembros sin ganas de asistir. El remedio para este problema se encuentra en las Escrituras. 2 Tim. 3:16, 17; 2 Ped. 1:3; Josué 7:9, pero es necesario aplicar la enseñanza; 2 Tes. 3:13.
(9) por las tentaciones fuertes causadas por los vicios de la vida pasada. Algunos se desaniman porque reconocen que no han luchado para vencer las tentaciones. Conviene leer los textos sobre el vencer; p. ej., 1 Jn. 2:20; Apoc. 2, 3.
(10) por el afán (Luc. 8:13, 14; 21:34). La causa más común del afán son los problemas económicos, pues de ellos puede resultar el sentimiento de inseguridad. Para vencer el afán es necesario trabajar (4:11; Efes. 4:28), evitar la deuda excesiva, administrar el dinero con cuidado, vivir de acuerdo al salario que se reciba y estar contentos y agradecidos, 1 Tim. 6:6-10; Heb. 13:5.
¿Qué podemos hacer para vencer el desaliento?
(1) NO dejar de asistir a las reuniones, Heb. 10:25; Hech. 20:7; 1 Cor. 16:2; Efes. 5:19. Algunos dicen, “Pero yo puedo orar en casa”. Sí, pero ¿lo harán el domingo? ¿Sin participar de la cena y de la ofrenda?
(2) NO culpar a otros. Casi siempre esta es la primera cosa que se hace. Muchos que están mal en su conducta, no quieren reconocerlo; más bien, quieren culpar a otro(s), para justificarse a sí mismo.
(3) NO volver al mundo (como los israelitas que querían volver a Egipto, Núm. 11:4-6).
(4) Formar lazos fuertes con hermanos fieles. ¿Se han fijado que la mayoría de los hermanos que vuelven atrás para ya no andar con el Señor no tienen lazos fuertes con nadie en la iglesia?
(5) Purificar el corazón, Sant. 1:8; 4:8.
(6) Apartar más tiempo para oír y leer la palabra de Dios. Los que tienen poco ánimo tienen anemia. ¿Qué es lo que se requiere para los anémicos? (Rom. 10:17; Sal. 27:13; Sal. 119:72, 103, 148; Heb. 4:2; 1 Ped. 2:2; Hech. 20:32). Aparte de leer la Biblia muchos la escuchan grabada en casetes. También himnos y sermones se pueden escuchar de esa manera. Alentaos con la palabra (4:18; 5:11; Hech. 20:32).
(7) Apartar más tiempo para orar a Dios, Sal. 139:1-12; Sal.61.2; Luc. 22:44.
(8) Estar conscientes de nuestras bendiciones. La ingratitud produce el desaliento. Sal. 103:2; 116:12:
(9) Ser más activos en la obra del Señor. ¿La obra no prospera, no hay fruto, no hay conversiones? 1 Cor. 15:58; Isa. 55:11; 1 Cor. 3:6; Gál. 6:9. ¿Qué dijo Dios a Elías cuando estuvo en la cueva de desaliento? 1 Rey 19:9; compárense Neh. 4:6; Ex. 14:15.
¡No desmayemos! 2 Cor. 4:1, 9, 16; Gál. 6:9; Rom. 2:6, 7.
-- que sostengáis a los débiles, -- Pablo se refiere a otro grupo aparte de los ociosos y los de poco ánimo. Hay hermanos que no tienen la fuerza espiritual para resistir a los compañeros de trabajo, a los familiares, u otros, o tienen una lucha continua con los vicios que han querido abandonar. Los que habían consumido bebidas alcohólicas por muchos años, los que fumaban, etc. tienen que luchar sin cesar para no volver al vicio. También hay muchísimas personas que se han bautizado pero les cuesta mucho trabajo vencer su mal genio. Desde la niñez acostumbraban resolver sus problemas con corajes, gritos, amenazas y pleitos, y ahora se requiere un esfuerzo enorme para dejar todas aquellas armas carnales y para enseñarse a usar solamente las armas espirituales para resolver problemas, cumplir con sus deberes y llevar una vida ordenada.
La actitud de Pablo hacia los débiles se ve en 1 Cor. 9:22, “Me he hecho débil a los débiles, para ganar a los débiles; a todos me he hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”. En lugar de despreciar o menospreciar a los débiles, Pablo dice, sostener, antecho; en Mat. 6:24 se traduce estimar, en contraste con menospreciar o, según LBLA, apegarse en contraste con despreciar. En Tito 1:9 se traduce reteniendo (la palabra fiel, LBLA). El uso de la palabra en otros textos nos ayuda a entender mejor su significado. Es obvio que en lugar de alejarnos del hermano débil nos conviene acercarnos a él con estima hermanable para apoyarle. ¿Quiénes pueden sostener a los débiles? Véase Gál. 6:1.
Desde luego, el propósito de sostener a los débiles es llevarlos hacia la madurez espiritual. Para esto es indispensable que los débiles sepan que hay hermanos que verdaderamente se preocupan por ellos.
Con respecto a la fuerza y la debilidad, existe un fenómeno interesante pero triste entre algunos hermanos. Hay quienes se creen muy fuertes en la iglesia, cuando en realidad lo que es fuerte es su carácter. Son muy estrictos, muy exigentes, hablan mucho de la disciplina, son duros en su juicio de otros miembros, y no reconocen que en algunas cosas ellos mismos son los débiles y que tienen problemas serios. Los tales deben tomar nota de Fil. 2:3, “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo”, y de Rom. 12:3, “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno”.
-- que seáis pacientes (longánimos) para con todos (los ociosos, los de poco ánimo, los débiles) . -- La palabra longanimidad quiere decir “largo temperamento” (WEV). Véanse Rom. 2:4; 9:22; 2 Cor. 6:6; Gál. 5:22; Efes. 4:2; Col. 1:11; 3:12; 2 Tim. 3:10; 4:2; Heb. 6:12; Sant. 5:10; 1 Ped. 3:20; 2 Ped. 3:15. La longanimidad es, pues, una de las características de Dios que debemos imitar. Está asociada con la paciencia, la benignidad, la bondad, el amor sincero, y todos los frutos del Espíritu. Es lo opuesto de la impaciencia, la exasperación y la iracundia. Dice Ex. 34:6, “¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad”. Pablo dice (Efes. 4:2), “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor”.
¿Se ha fijado que algunos hermanos son más pacientes y sufridos con otros que con su propia familia o con los hermanos? ¿Por qué serán así?
5:15 Mirad que ninguno pague (devuelva, LBLA) a otro mal por mal; -- Mat. 5:38-42; 1 Cor. 4:12, 13; 6:7; 1 Ped. 2:18-25; 3:9. Esto es lo opuesto de la longanimidad (paciencia); el que paga a otro mal por mal tiene un espíritu vengativo. La palabra mirad indica que había peligro de que los hermanos perseguidos siguieran las tendencias del “viejo hombre”, queriendo devolver a otros mal por mal. La palabra venganza quiere decir, “Mal que se hace a alguien para castigarlo o reparar así una injuria o daño recibido; Sinón. Desquite, represalia” (Larousse). La palabra griega es ekdikesis, “lo que viene procedente de justicia, no, como sucede tan frecuentemente con la venganza humana, de un sentimiento de agravio o meramente de un sentimiento de indignación ... Los juicios de Dios son santos y rectos (Apoc. 16:7), y libres de cualquier elemento de autogratificación o de resentimiento” (WEV).
Nosotros pensamos mucho en nuestros derechos. Los mundanos buscan pretextos para demandar. Quieren nivelar cuentas. Los abogados se hacen muy ricos defendiendo los derechos, verdaderos o supuestos, de los tales, pero el cristiano tiene otro objetivo, pues busca el bienestar de todos. Por eso, no paga a otro mal por mal, sino bien por mal. Busca la debilidad o necesidad de su enemigo y considera cómo le puede ayudar. Si le vuelve mal por mal no habrá esperanza de ganarlo por Cristo, pero haciéndole bien por mal es muy posible que esto abra camino a su corazón. El cristiano quiere “destruir” al enemigo en el sentido de convertirle en amigo. Si le gana por Cristo, ya no será su enemigo, sino su mejor amigo. Rom. 12:20, “pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza”. Es posible que esta figura se refiera a los hornos de fundición. Ascuas de fuego se amontonan sobre el metal duro hasta que se ablandara. El pagar bien por mal, con toda la bondad que lo acompaña, amontona ascuas de fuego sobre la cabeza (la mente) del enemigo, causando dolor (remordimiento) para la conciencia, para que se sienta avergonzado. Compárese 1 Ped.3:16, “para que en lo que murmuran de vosotros ... sean avergonzados”. En la cuestión de la venganza humana, el que gana pierde. El cristiano siempre sale del conflicto victorioso si pelea solamente con armas espirituales (2 Cor. 10:3-5). Los mansos heredarán la tierra (Mat. 5:5).
En esto el cristiano muestra claramente ante los ojos del mundo que se ha transformado, que el “viejo hombre” quedó crucificado, pero si el hermano o la hermana todavía se irrita, se deja provocar y se enoja al igual que los demás y habla o actúa carnalmente, el nombre de Cristo es profanado por ellos. Sin embargo, si los mundanos se dan cuenta de que con sus tonterías no pueden provocar al cristiano, entonces sabrán que Cristo está en medio de ellos. Tal cristiano es la luz del mundo, la sal de la tierra. El sí puede invitar a sus parientes y amigos a los servicios, pero el hermano que sigue con su mal genio, sus corajes y su espíritu de pagar mal por mal no debe andar invitando a otros a la iglesia, porque los hombres juzgan el evangelio que predicamos según la vida de los que lo profesamos.
Durante su vida aquí en la tierra Jesús practicaba lo que enseñaba sobre este tema, y después de todo lo que hicieron los judíos y los romanos contra El, dijo desde la cruz, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Luc. 23:34). Pablo exhorta a los tesalonicenses, y a nosotros, a seguir el ejemplo del Maestro. Esteban lo siguió, como vemos en Hecho 7:58, “Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. 59 Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. 60 Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió”. Los hermanos de José lo maltrataron y después pidieron perdón; Gén. 50:17, “Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. 19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios?” Aunque el rey Saúl trató de matar a David, éste le dijo (1 Sam. 24:10), “He aquí han visto hoy tus ojos cómo Jehová te ha puesto hoy en mis manos en la cueva; y me dijeron que te matase, pero te perdoné”.
La venganza pertenece a Dios, Rom. 12:17-21; 1 Ped. 2:14. Bajo la ley de Moisés los textos que hablaban de “ojo por ojo, etc.” tenían que ver con el castigo administrado por los jueces y magistrados (Ex. 21:24, 25; Lev. 24:20; Deut. 19:21). Esa venganza no era, pues, personal, sino de Dios. El es perfectamente justo; por eso, hay que dejar la venganza en sus manos. Si dejamos el asunto en sus manos y reflejamos sobre la severidad del castigo eterno, tal vez podremos compartir algo de la compasión de Dios y su deseo de perdonar. Dios no es como nosotros. Su mente no puede ser nublada por la pasión o el prejuicio, y no puede ser engañado por las apariencias falsas, ni por el testimonio mentiroso. No es caprichoso; el juicio del hombre es a veces determinado por su estado de ánimo (su buen humor o su mal humor), pero Dios no es como el hombre (Sal. 50:21; Isa. 55:8, 9).
En Rom. 13:1-4 Pablo explica que el gobierno es el agente de Dios para tomar venganza. Bajo la ley de Moisés había jueces que administraban la venganza de Dios, y según Rom. 13 y 1 Ped. 2 el gobierno civil lo hace. Desde luego, cuando Cristo venga la segunda vez, será “para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:8).
-- antes seguid siempre lo bueno (con espíritu de amor, longanimidad, bondad) unos para con otros, y para con todos (Gál. 6:10). -- Pablo no da solamente una prohibición (un mandamiento negativo); el no pagar mal por mal es solamente la mitad del mandamiento. Agrega un mandamiento positivo. Hay una acción prohibida y otra acción requerida (véase Luc. 6:27-30). Esta exhortación nos da una definición del amor: “seguid siempre lo bueno unos para con otros”. El amor siempre busca el bienestar de otros, aun el de los enemigos (Mat. 5:44-48). En esta carta Pablo enfatiza la actitud correcta que los santos deben tener para con los de afuera (3:12; 4:12). Compárese 2 Rey. 6:20-23.
5:16 Estad siempre gozosos (1:6). -- ¿Puede el cristiano estar siempre gozoso a pesar de las enfermedades (las de él como también las de sus familiares y hermanos en Cristo), la pobreza y otras aflicciones?
1. Para contestar esta pregunta, el punto clave se encuentra en Fil. 3:1, “gozaos en el Señor” y 4:4, “Regocijaos en el Señor siempre”. Pablo no habla del gozo de este mundo, el gozo que depende de condiciones o circunstancias favorables, sino del gozo en el Señor. El cristiano está siempre gozoso porque siempre medita en el hecho de que es un cristiano, que es uno con Cristo, y que el fruto de esta unidad es el gozo (Gál. 5:22). Podemos estar siempre gozosos porque siempre recordamos que el Señor nos ha perdonado, que tenemos comunión con El, que a través de Cristo tenemos acceso al trono de Dios y, en fin, que aparte de múltiples bendiciones materiales, nos está bendiciendo con toda bendición espiritual en Cristo (Efes. 1:3).
2. Cuando Jesús nació, el ángel dijo, (Luc. 2:10), “No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: 11 que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor”.
3. La crucifixión de Jesús causó mucha tristeza para los discípulos, pero El les consolaba con estas palabras: (Juan 16:21 ), “La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. 22 También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”. De esta manera habló de su resurrección. “Les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor” (Jn. 20:20).
4. “El cristiano verdadero siempre tiene causa para regocijarse. Se regocija en la nueva vida que ha encontrado en Cristo y en la esperanza que comparte con otros cristianos. Aunque haya tristezas y lágrimas y esté cargado con los cuidados de la vida, puede regocijarse, soportando el peso de ellos. Su gozo no se atribuye a las condiciones y circunstancias externas, sino que es un gozo que existe en lo profundo de su corazón por causa de sus riquezas espirituales. Es el dueño de tesoros que producen gozo en medio de sufrimientos. Puede sonreír aunque derrame lágrimas. Sabe que por ser cristiano posee lo que nadie, ni siquiera la muerte misma, le puede quitar (compárense Fil. 3:1, 1 Ped. 4:13; Col. 1:24)” (RCK).
5. Los gentiles nos regocijamos mucho en nuestra libertad en Cristo. Hech. 15:30, “Así, pues, los que fueron enviados descendieron a Antioquía, y reuniendo a la congregación, entregaron la carta; 31 habiendo leído la cual, se regocijaron por la consolación”. Si los judaizantes hubieran logrado su propósito (Hech. 15:1, 5), la iglesia de Cristo habría sido simplemente otra secta de los judíos, pero gracias a Dios, Pablo defendió nuestra libertad en Cristo: “a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros” (Gál. 2:5).
6. Aun en medio de las tribulaciones y angustias más severas los santos no deben imitar a los paganos que viven desesperados y aun cometen el suicidio, sino que debemos regocijarnos. “Y ellos salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hech. 5:41); “gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo” (1 Ped. 4:13). Recordemos lo que Pablo dice a los romanos (cap. 5:3)“ la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”. Por esa razón, en cuanto a sí mismo dijo (Col. 1:24), “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros”, y también dice a nosotros (Fil. 4:4), “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! 5 Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. 6 Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. 7 Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Santiago, cap. 1:2 dice, “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3 sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. (Véanse también Mat. 5:10-12; 2 Cor. 12:10; 2 Cor. 6:10, “como entristecidos, mas siempre gozosos”). En cuanto a la persecución Jesús nos enseña (Luc. 6:22), “Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y cuando os aparten de sí, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. 23 Gozaos en aquel día, y alegraos (saltad de gozo, LBLA), porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos; porque así hacían sus padres con los profetas”.
(7) Debemos regocijarnos por el poder del evangelio, y porque muchos lo están predicando en varias partes del mundo. En Antioquía de Pisidia los gentiles que oyeron el evangelio, “se regocijaron y glorificaban la palabra del Señor” (Hech. 13:48). Cuando el etíope fue bautizado, “siguió gozoso su camino” (Hech. 8:39; compárese Luc. 19:4-6, Zaqueo descendió aprisa del sicómoro “y le recibió gozoso”).
(8) El cristiano se regocija cuando el pecador se arrepiente. Cuando el pastor encontró la oveja perdida (Luc. 15:6), “y al llegar a casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido. 7 Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. De esto habla Pablo (2 Cor. 7:9), “Ahora me gozo, no porque hayáis sido contristados, sino porque fuisteis contristados para arrepentimiento; porque habéis sido contristados según Dios, para que ninguna pérdida padecieseis por nuestra parte. 10 Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación”.
(9) Nuestros hermanos en Cristo son una fuente del gozo perpetuo. “Me regocijo con la venida de Estéfanas, de Fortunato y de Acaico” (1 Cor. 16:17); hablando de Epafrodito Pablo dice, “Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza” (Fil. 2:28). Siempre nos debe llenar de gozo encontrarnos con hermanos amados. Nos regocijamos por la fidelidad de nuestros hermanos en la fe, dondequiera que estén. “¿Qué acción de gracias podremos dar a Dios por vosotros, por todo el gozo con que nos gozamos a causa de vosotros delante de nuestro Dios” (3:9); “Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros” (Rom. 16:19); “Porque aunque estoy ausente en cuerpo, no obstante en espíritu estoy con vosotros, gozándome y mirando vuestro buen orden y la firmeza de vuestra fe en Cristo” (Col. 2:5). Si amamos a nuestros hermanos, su fidelidad será ocasión de mucho gozo para nosotros. “Me gozo de que en todo tengo confianza en vosotros” (2 Cor. 7:16).
(10) Entre cristianos no hay envidia, sino que cada uno comparte el gozo de su hermano. Rom. 12:15, “Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran”; 1 Cor. 12:26, “De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, (los demás no le tienen envidia, sino que) todos los miembros con él se gozan”.
(11) El cristiano puede regocijarse porque su nombre está escrito en el cielo, como dice Jesús (Luc. 17:10), “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”. En su primera carta (1:4) Pedro habla de “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas”. “Gozosos en la esperanza” (Rom. 12:12). (WEV publica una lista de “las razones y ocasiones para gozarse, o regocijarse, por parte de los creyentes”; también véase GH sobre Fil. 4:4).
5:17 Orad sin cesar. -- Efes. 6:18; Col. 1:3; 1 Tim. 2:1, “Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres”. Al orar a Dios hablamos con El. El orar no es simplemente meditar; más bien, es la expresión de alabanza, de peticiones, de acción de gracias, etc. Es la voz de nuestro corazón. Es la comunicación con el Padre.
Dice Pablo, orad sin cesar; es decir, no dejando de orar y no orando solamente “de vez en cuando”, sino regularmente, perseverando en la oración. Jesús habló dos parábolas para enfatizar la importancia de orar sin desmayar, Luc. 11:5-13; 18:1-8. Debemos orar sin cesar y no sólo en el tiempo de alguna emergencia. Para mucha gente el orar está en la misma categoría que el llamar la policía o los bomberos. Pero “El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable” (Prov. 28:9). “Gritarán a mis oídos con gran voz, y no los oiré” (Ezeq. 8:18). ¿Qué pedirá el pecador? ¿el perdón? (Isa. 55:7; Hech. 2:38). ¿La fe? (Rom. 10:17). ¿La salvación? (Hech. 11:14; Mar. 16:16).
El ejemplo de Jesús bien ilustra el orar sin cesar: Luc. 3:21; 5:15, 16; 6:12; 9:18, 29; 11:1; 22:31; 22:44; 23:34. No sólo oró El mismo, sino que también nos enseña que nosotros debemos orar, (Mat. 7:7-11), y nos enseña cómo orar (Mat. 6:9-13).
¿De qué consiste la oración? (1) Alabar a Dios: “Santificado sea tu nombre”; “Dad a Jehová la honra debida a su nombre” (1 Crón. 16:29); “Temed a Dios, y dadle gloria” (Apoc. 14:7); “Y salió del trono una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que le teméis, así pequeños como grandes” (Apoc. 19:5). “Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos” (Rom. 15:11). (2) Orar por el reino de Dios: antes del día de Pentecostés los discípulos habían de orar, “Venga tu reino”. El reino fue establecido, pero la petición que sigue (“Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”) está muy relacionada con la primera, pues los que hacen la voluntad de Dios son trasladados al reino (Col. 1:13). Sin cesar debemos orar que la voluntad de Dios se haga para que su reino se extienda sobre la tierra. Entonces urge que enseñemos la palabra de Dios para que la gente haga su voluntad. (3) Acción de gracias: Fil. 4:6; Col. 2:7; 3:15; 4:2. (4) Pedir el pan de cada día, pues “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Deut. 8:3); es decir, el hombre no vive simplemente porque tiene pan que comer, sino porque Dios “es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hech. 17:25). (5) Pedir la salud (3 Jn. 1, 2) y la seguridad (Mat. 24:20). (6) Pedir el perdón. Con toda sinceridad debemos reconocer nuestras faltas y humildemente pedir que Dios nos perdone. 1 Jn. 1:8, 9; Sant. 5:16. (7) Pedir la sabiduría, Sant. 1:5-7; 1 Rey. 3:9. (8) Hacer súplicas y rogativas por todos los hombres, mayormente por los gobernantes (1 Tim. 2:1, 2). (9) Orar por los enemigos (Mat. 5:44; Luc. 23:34; Hech. 7:60). (10) Pedir que Dios envíe más obreros a su mies (Mat. 9:38).
¿Cuándo debemos orar? (1) Orar antes de tomar decisiones importantes. Luc. 6:12, “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios. 13 Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles”. (2) Orar antes de eventos importantes. Por ej., antes de los eventos del día de Pentecostés, “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos”, Hech. 1:14. (3) Orar cuando sufrimos aflicciones físicas. 2 Reyes 20:1-5; Sant. 5:13-15. (4) Orar cuando estamos preocupados y ansiosos. Fil. 4:6, 7; 1 Ped. 5:7. “En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos” (Sal. 18:6); “A Jehová clamé estando en angustia, Y él me respondió” (Sal. 120:1). (5) Orar antes de entrar en pruebas severas, Mat. 26:36-46. (6) Orar en medio de aflicciones, Hech. 16:25. (7) Orar después de los grandes eventos de la vida. Mat. 14:23. (8) Orar en medio de las actividades de la vida, Luc. 5:15, 16. (9) Orar cuando pecamos (confesando pecados). Sal. 51. (10) Orar al despedirnos de hermanos amados. Hech. 20:36-38. (11) Orar en los últimos momentos de la vida. Hech. 7:59, 60.
¿Dónde debemos orar? (1) A solas, Mat. 6:6; 14:23; Mar. 1:35; (2) en el hogar (todo padre debe orar por su familia, cada madre debe orar por su familia y cada hijo debe orar por su familia; “Entonces oró Manoa a Jehová, y dijo: Ah, Señor mío, yo te ruego que aquel varón de Dios que enviaste, vuelva ahora a venir a nosotros, y nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de nacer” (Juec. 13:8). (3) con hermanos, Hech. 4:31; 12:5.
¿Quiénes están calificados para orar? (1) los que guardan los mandamientos de Dios y hacen las cosas que son agradables delante de El, 1 Jn. 3:22; (2) los que piden conforme a la voluntad de Dios (1 Jn. 5:14); (3) los que permanecen en Cristo (Jn. 15:7); (4) los que perdonan a otros (Mat. 6:12-15); (5) los justos (1 Ped. 3:12; Sant. 5:16); (6) los que piden con fe (Sant. 1:5-7).
¿Cuáles son los estorbos de la oración? (1) El pedir con egoísmo, Sant. 4:3, “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. (2) El tener pecado en la vida. “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, El Señor no me habría escuchado” (Sal. 66:18). (3) El no ayudar al necesitado. “El que cierra su oído al clamor del pobre, También él clamará, y no será oído” (Prov. 21:13). (4) El no perdonar. “Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas” (Mar. 11:25). (5) Problemas entre esposos, 1 Ped. 3:7.
Jesús enseña la importancia de perseverar en la oración (Mat. 7:7-11; Luc. 11:5-13; 18:1-8). Debemos orar como Ana (1 Sam. 1:10), como Ezequías (2 Rey. 20:5); como Elías (Sant. 5:17); como Pablo (2 Cor. 12:7, 8) y, sobre todo, como Jesús.
Es necesario siempre decir “sea hecha no la voluntad mía, sino la tuya” (Mat. 26:44; 2 Cor. 12:7, 8). Dios nos da lo que pedimos o algo mejor. A veces lo que pedimos no es bueno para nosotros (como los padres no siempre dan a sus hijos lo que piden).
¿Estamos conscientes de nuestras flaquezas y debilidades y nuestra dependencia de Dios? ¿No debemos, pues, orar fervientemente por la ayuda de Dios en medio de tantas dificultades, tentaciones y pruebas? (DL). Si de todo corazón creemos en Dios y en su poder para ayudarnos, si no pedimos su ayuda, sin duda será porque en realidad nos sentimos adecuados e independientes. El santo que está consciente del poder de Dios y de su propia dependencia, ora sin cesar. Los discípulos que no oran tienen que sufrir las consecuencias de este descuido: los fracasos, la ausencia de gozo y tranquilidad en su corazón, los corajes, el desaliento, etc. Sin faltar la oración nos trae gozo y la fuerza de Dios (JWM).
¿Cómo puede el cristiano hacer tantas cosas sin cesar o siempre? Si está haciendo una cosa siempre, ¿cómo puede estar haciendo otra cosa siempre? Dice Pablo, “Sin cesar damos gracias a Dios” de que los tesalonicenses recibieron el mensaje como “es en verdad la palabra de Dios” (2:13); los filipenses siempre habían obedecido (Fil. 2:12), y deberían regocijarse siempre (Fil. 4:4), y los corintios deberían estar “creciendo en la obra del Señor siempre” (1 Cor. 15:58), “en todo momento” debemos tener memoria de las cosas escritas por Pedro (2 Ped. 1:15). ¿Cómo podemos hacer tantas cosas siempre? Dice Rom. 12:12, “constantes en la oración”; es decir, no dejando de orar (Luc. 18:1, “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar”). “Perseverad en la oración” (Col. 4:2). La religión de Cristo es la religión de siempre. No es la religión de “de vez en cuando”. No es la religión de “cuando sea conveniente”. Hacemos su voluntad siempre como Cristo hacía la voluntad del Padre siempre (Jn. 8:29).
5:18 Dad gracias en todo, -- Si estamos “siempre gozosos” (5:16) y si oramos sin cesar (5:17), constantemente daremos gracias a Dios en todo. Desde luego, no hemos de dar gracias por todo evento y toda circunstancia de la vida, pero sí debemos dar gracias a pesar de las circunstancias más desfavorables. No sólo debemos tener gratitud en el corazón, sino que debemos expresarla a Dios.
“Y sed agradecidos” (Col. 3:15; véanse Col. 1:3, 12; 2:7; 3:17; "Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Col. 4:2); "dando siempre gracias por todo al Dios y Padre" (Fil. 1:3, 12-21; Filemón 4) a través de oraciones y cantos (Col. 3:16). El pueblo de Dios es un pueblo agradecido y constantemente da gracias a Dios.
Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por sus atributos y perfecciones: es eterno, inmutable, omnipotente, omnisciente, omnipresente, perfecto en amor, en justicia, en misericordia y en fidelidad. ¡Siempre alabemos a Dios! Sal. 100:4; 147:87; 1 Crón. 29:13. Bajo la ley de Moisés el pueblo ofrecía el "sacrificio de paz en acción de gracias" (Lev. 7:15), y ahora su pueblo ofrece "sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre" (Heb. 13:15). Véanse también Apoc. 4:9; 7:11, 12.
Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por su gracia hacia nosotros en proveernos un Salvador, Jesucristo. 1 Cor. 1:4; 15:57; Tito 2:11. Debemos ser agradecidos por haber obedecido al evangelio (Rom. 6:17, 18), y ahora debemos dejar todas las "palabras deshonestas ... que no convienen"; más bien, ahora debe haber muchas acciones de gracias" (Efes. 5:4). Seamos "arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe ... abundando en acciones de gracias" (Col. 2:7). "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias" (Fil. 4:6).
Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por toda bendición espiritual en Cristo (Efes. 1:3): la redención, el perdón, la reconciliación, el privilegio de orar, de cantar, de ofrendar, de ofrecer el cuerpo en sacrifico vivo, etc. Cada primer día de la semana debemos dar gracias por el pan sin levadura y la copa para conmemorar el cuerpo y la sangre de Cristo (Mat. 26:26, 27). Obsérvese que Jesús bendijo el pan y dio gracias por la copa. A veces en lugar de dar gracias por el pan o la copa algún hermano dirá, "bendice este pan" o "bendice esta copa", pero al dar gracias a Dios nosotros mismos bendecimos el pan y la copa. "La copa de bendición que bendecimos" (1 Cor. 10:16). Al dar gracias por el pan, bendecimos el pan; al dar gracias por la copa, bendecimos la copa. ¡No dejemos de dar gracias por el pan y la copa!
Debemos ser agradecidos y dar gracias a Dios por las Escrituras (2 Tim. 3:16, 17; 2 Ped. 1:3; Judas 3).
Debemos ser agradecidos y dar gracias a Dios por las iglesias fieles. Rom. 1:8; Fil. 1:3; 1 Tes. 3:9; 2 Tes. 1:3. Debemos ser muy agradecidos por la congregación de la cual somos miembros si es iglesia fiel, como también por las otras iglesias fieles del área donde vivimos.
"¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?" (Sal. 116:12). "El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas" (Hech. 17:25): el alimento, la ropa, el techo y toda provisión necesaria. "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación" (Sant. 1:17). No hablemos nunca de "buena suerte", sino de la providencia de Dios. Los que dan gracias a sus "estrellas de buena suerte" no ponen su confianza en el Creador sino en la creación (Rom. 1:25). Antes de comer debemos dar gracias por los alimentos (Mat. 14:19; Jn. 6:11). "Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos (los marineros, soldados y otros en la nave), y partiéndolo, comenzó a comer" (Hech. 27:35). No tengamos vergüenza, pues, de dar gracias a Dios por los alimentos que comemos en un restaurante u otro lugar público.
Debemos ser agradecidos y dar gracias a Dios por el empleo o el negocio, pues por este medio Dios pone pan sobre la mesa para nosotros. Deut. 8:17, 18.
Debemos ser agradecidos y siempre dar gracias a Dios por nuestra familia. 1 Tim. 5:4; Efes. 6:1-3; Tito 2:3-5. Los esposos deben dar gracias a Dios los unos por los otros.
Debemos dar gracias por las pruebas. Hech. 5:41; 16:25; Rom. 5:3-5; 2 Cor. 12:8-10; Sant. 1:2-4.
Dios aborrece la ingratitud. "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias" (Rom. 1:21). "Habrá hombres ... ingratos" (2 Tim. 3:2). Recuérdese Gén. 40:14, 23; cuando en la cárcel José interpretó el sueño del jefe de los coperos, explicándole que sería restaurado a su puesto, le dijo, "Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa ... Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó". También cuando Jesús limpió a los diez leprosos, "Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?" (Luc. 17:12-18). En el vasto mundo no hay pecado más horrendo que la ingratitud.
-- porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. – Es posible que esta frase se refiera a las últimas tres exhortaciones, pues son tres cosas bien relacionadas: estar siempre gozoso, orar sin cesar y no dejar de dar gracias a Dios.
5:19 No apaguéis al Espíritu. – Desde luego es imposible literalmente apagar al Espíritu Santo. Más bien Pablo se refiere a los efectos (la obra) del Espíritu Santo. En este contexto es probable que se refiera al uso correcto de los dones del Espíritu Santo (1 Cor. 12, 14); es decir, que todo se hiciera decentemente y con orden (1 Cor. 14:40), y siempre para la edificación (1 Cor. 14:26), pero que su uso no se menospreciara. “No arrojéis agua fría sobre aquellos que, bajo la inspiración del Espíritu, se levantan para hablar en lenguas, para revelar misterios, o para orar en la congregación” (JFB).
El vocablo apagar se usa de extinguir el fuego (Mat. 12:20; 25:8; Mar. 9:48); por eso, concluimos que el Espíritu Santo se compara aquí al fuego que se puede apagar, porque alumbra y purifica el alma. Dice Hech. 2:1-3 que cuando vino el Espíritu Santo el día de Pentecostés, “se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos” (es decir, sobre los apóstoles, 1:26). “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (2 Tim. 1:6). En estos textos vemos la asociación entre el Espíritu Santo y el fuego.
También se puede agregar que la influencia del Espíritu en nuestra vida, puede ser apagada por muchas cosas: el pecado, la dureza del corazón, la indiferencia, la ingratitud, la negligencia, y el corazón cargado con los cuidados de esta vida (Mat. 13:22; Luc. 21:34). Si estamos “fervientes en espíritu” (Rom. 12:11), no apagaremos al Espíritu Santo.
Ejemplos de apagar al Espíritu Santo se ven en 1 Cor. 11:30; 1 Tim. 5:6; Heb. 6:4-6; 2 Ped. 2:20, 21; 1 Jn. 5:16.
En Efes. 4:30 Pablo dice, “no contristéis al Espíritu Santo de Dios”. Ejemplos de contristar al Espíritu son: mentir al Espíritu Santo, Hech. 5:3; tentar al Espíritu Santo, Hech. 5:9; resistir al Espíritu Santo, Hech. 7:51; hacer afrenta al Espíritu Santo, Heb. 10:29; y blasfemar contra el Espíritu Santo, Mar. 3:29, 39.
5:20 No menospreciéis las profecías. – Rom. 12:6; 1 Cor. 12:10. Estas no son solamente predicciones del futuro (Hech. 11:27, 28), sino también instrucciones que edifican a la iglesia (1 Cor. 14:4, 31); es decir, los profetas no sólo recibían revelaciones de Dios, sino que también enseñaban las verdades que ya se habían revelado para edificar a los hermanos. Un ejemplo de esto se ve en Hech. 15:27-32; Judas y Silas eran profetas, pero en esta ocasión su obra consistió en entregar la carta preparada en Jerusalén a las iglesias y “consolaron y confirmaron a los hermanos con abundancia de palabras”. Al menospreciar las profecías menospreciaban al Espíritu Santo, y menospreciaban la edificación, la exhortación y la consolación (1 Cor. 14:3).
Tal vez por pensar los corintios que el don de lenguas, por ser más llamativo y vistoso, era “más milagroso”, Pablo les explicó (1 Cor. 14) que el don de profecía era superior al don de lenguas, porque los que profetizaban entregaban las enseñanzas del Espíritu Santo en el idioma de la gente para que todos pudieran entenderlas (1 Cor. 14:1, 2, 4, 5, 6), mientras que los que hablaban en lenguas ni siquiera deberían participar en la asamblea a menos que hubiera intérprete (1 Cor. 14:27, 28). El profetizar edificaba. Hoy en día el enseñar y el predicar edifican. No existe el don de profecía, pero la palabra que predicamos y enseñamos es la palabra inspirada de Dios. Compárense los versículos 12, 13; como habían de reconocer y estimar a los que trabajaban entre ellos, les precedían en el Señor y les amonestaban, así también deberían respetar todo mensaje de los profetas, pues era muy necesario para su edificación.
No hay profetas en la iglesia ahora. A través de los apóstoles y profetas el Señor reveló “toda la verdad” en el primer siglo (Jn. 16:13; 1 Cor. 13:8-10). Ahora tenemos el mensaje inspirado en el Nuevo Testamento. Los que predican la verdad revelada por el Espíritu Santo por medio de los hombres inspirados predican las mismas profecías que los tesalonicenses escuchaban. Por eso, esta amonestación es para nosotros también.
Pablo quería que todo hombre que recibiera mensaje de Dios hablara. Dice a los corintios (14:30), “Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. 31 Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados”. De igual manera, quería que todo hombre que recibiera mensaje de Dios fuera escuchado. “No menospreciéis las profecías”.
Siempre existe el peligro de que los santos descuiden (menosprecien) la instrucción del Espíritu Santo. ¿Nos gusta más cantar himnos o escuchar un sermón? Desde luego, el cantar himnos es un privilegio y una gran bendición de Dios, pero la predicación es igualmente importante. Nos conviene escuchar la instrucción de la palabra con el mismo ánimo que tenemos cuando cantamos himnos. Los que no ponen atención al sermón menosprecian las profecías del Espíritu Santo. Tal vez algunos no escuchan al mensaje porque no les gusta la manera de hablar del predicador pero ¿están menospreciando al hombre o a Dios?
5:21 Examinadlo (poned a prueba) todo; -- La necesidad de esta exhortación se ve claramente en 2 Tes. 2:2, “que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra”; también en 3:14, “Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence”. Para examinar algo, hay que haber una regla (2 Tim. 3:16, 17; Hech. 2:42; 1 Cor. 14:37; 1 Jn. 4:6). Con las Escrituras podemos y debemos “poner a prueba” toda enseñanza, como el banco examina los billetes para distinguir entre el dinero genuino y el falso. 1 Cor. 12:10, “a otro (es dado) el discernimiento de espíritus”; 1 Cor. 14:29, “los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen”; 1 Jn. 4:1, “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. 2 En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; 3 y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”.
Los hermanos del primer siglo no tenían su propio ejemplar de la Biblia completa, porque en aquellos tiempos se estaba revelando, libro por libro; sin embargo, tenían los dones del Espíritu Santo para recibir revelaciones y para distinguir entre la verdad y el error. Dice 1 Jn. 2:20, “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas ... 27 Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe”. De esa manera podían examinarlo todo y retener lo bueno.
Los hermanos inspirados, conociendo “todas las cosas”, podían distinguir entre los escritos inspirados y los no inspirados, y aun cuáles de los escritos inspirados deberían formar parte de “Las Escrituras”. Por ejemplo, Pablo cita Mateo 10:10 y Luc. 10:7 diciendo, “La Escritura dice: … Digno es el obrero de su salario” (1 Tim. 5:18); es decir, el inspirado apóstol identifica los libros de Mateo y Lucas como “La Escritura”. También Pedro se refiere a las epístolas de Pablo como “Escrituras” (2 Ped. 3:16).
Nosotros tenemos la Biblia completa, la perfecta revelación de la voluntad de Dios, y con ella podemos probar a los maestros, examinar su doctrina, rechazar el error y retener la verdad. Los de Berea (Hech. 17:11) y todo el pueblo de Israel podían escudriñar las Escrituras del Antiguo Testamento para probar a los maestros. Deut. 13:1-5 dice que aunque algún profeta hiciera señal o prodigio, si dijera, “Vamos en pos de dioses ajenos”, el tal “ha de ser muerto”. Como dijo Isaías (8:20), “¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido”; nosotros, sin embargo, tenemos tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento. La norma o regla que seguir ahora es el patrón apostólico .
Constantemente tenemos que examinar todo lo relacionado con la religión. El Señor siembra trigo, pero Satanás siembra cizaña; el Señor estableció su iglesia, pero Satanás la substituye con denominaciones; el Señor y los apóstoles hicieron milagros, pero muchos se dejan llevar por la “obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos” (2 Tes. 2:9). De la misma manera Dios ha enviado a sus apóstoles y profetas, y Satanás ha enviado a los suyos (2 Cor. 11:13-15).
“Examinadlo todo” requiere la investigación, que uno someta a prueba su fe y práctica. Cualquier líder religioso (o pariente o amigo) que rehúse una investigación amplia de su enseñanza no enseña la verdad, porque el Señor requiere que todo se someta a prueba, que no aceptemos cierta enseñanza simplemente porque confiamos en nuestros padres o en otros que nos han enseñado, ni tampoco porque el que nos enseñó fue muy sincero o muy celoso o muy educado, etc. Más bien, es necesario “poner a prueba” todo detalle de nuestra fe y práctica para estar seguros de que estamos bien fundados en la verdad revelada por el Espíritu Santo.
Una de las salidas más populares para evitar la investigación de alguna doctrina es la expresión, “lo que usted dice es solamente la interpretación de usted”, y otra es, “cada quien tiene el derecho de creer lo que quiera”. Con tales dichos cierran la conversación y evitan la investigación de su creencia. Para los tales el error es tan bueno como la verdad; “por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos. Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira” (2 Tes. 2:10,11).
-- retened lo bueno. – “Lo bueno” es el evangelio puro. Habiendo probado los espíritus (maestros) por medio de las Escrituras (Hech. 17:11) y por medio del don del “discernimiento de espíritus” (1 Cor. 12:10), deberían rechazar todo error y retener o guardar la verdad pura. Retenemos lo bueno (la verdad), al estudiarla, practicarla y predicarla. “Retened lo bueno” equivale a perseverar en la doctrina de los apóstoles (Hech. 2:42). “Nosotros (los apóstoles) somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error” (1 Jn. 4:6). Pablo insistió en que Timoteo guardara lo que se le encargaba: 1 Tim. 6:20, “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado”; 2 Tim. 1:13, “Retén la forma de las sanas palabras que de mí oíste, en la fe y amor que es en Cristo Jesús. 14 Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros”. ¿Por qué era necesario esta exhortación? “Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo y Hermógenes” (2 Tim. 1:15); La palabra de falsos hermanos “carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto, que se desviaron de la verdad” (2 Tim. 2:17, 18). Al concluir esta segunda carta a Timoteo Pablo dice (4:1), “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, 2 que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. 3 Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, 4 y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. 5 Pero tú sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”.
La palabra forma quiere decir ejemplo, o patrón. Es necesario retener (guardar, seguir) el ejemplo o patrón dejado por Pablo y los otros hombres inspirados; p. ej., Pablo explica en Rom. 6:17 que al ser bautizados obedecemos “aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados”; nos dejaron el ejemplo de escoger ancianos en cada congregación, dando a entender que cada iglesia es autónoma (Hech. 14:23), y de participar de la cena del Señor y de ofrendar el primer día de la semana (Hech. 20:7; 1 Cor. 16:1, 2).
Los judaizantes no querían retener lo bueno, sino que querían imponer la ley (mayormente la circuncisión) sobre los hermanos gentiles (Hech. 15:1, 5). Los judaizantes no retuvieron lo bueno, sino que pervirtieron el evangelio (Gál. 1:6-9; 3:1; 5:4). Por lo tanto, Pablo les dijo, “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres” (Gál. 5:1).
Algunos de los hebreos dejaron de retener lo bueno y recayeron (Heb. 6:4). “Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos” (Heb. 2:1); “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo” (Heb. 3:12).
Jesús dijo a la iglesia de Tiatira, “lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga” (Apoc. 2:25), y dijo lo mismo a la iglesia de Filadelfia, “retén lo que tenéis” (Apoc. 3:11).
5:22 Absteneos de toda especie (forma, LBLA) de mal. – 4:3, “Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación”; “Que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre” (Hech. 15:20). También es necesario abstenernos o apartarnos de todo error doctrinal: p. ej. “algunos apostatarán de la fe … prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos” (1 Tim. 4:3; compárese Col. 2:22, 23). Muchos de los que condenan la fornicación, etc., son indiferentes hacia el error doctrinal, pensando que es inofensivo, que no hace ningún daño, pero el evangelio pervertido (Gál. 1:7-9) no es el poder de Dios para salvarnos (Rom. 1:16).
“Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Cor. 9:25); “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Ped. 2:11). A veces los hermanos que quieren acercarse al mundo dicen (acerca de alguna práctica mundana), “eso no me afecta”, pero con esa actitud es probable que ya le haya afectado (debilitado). Es necesario alejarnos de toda forma de pecado: “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Tim. 2:22; compárense 1 Cor. 6:18, huir de la fornicación; 10:14, huir de la idolatría; 1 Tim. 6:11, huir de la avaricia; habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo, 2 Ped. 1:4).
5:23 Y el mismo Dios de paz (Rom. 15:33; 16:20; 2 Cor. 13:11; Filip. 4:9; 2 Tes. 3:16, la fuente de la paz verdadera) os santifique por completo; -- Esta sección termina con una oración, al igual que la primera (3:11-13). Dios nos santifica cuando obedecemos al evangelio (1 Cor. 6:11) y, por eso, comienza su carta a los corintios diciendo, “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús”, pero a la misma iglesia dice, “limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu,.. perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Cor. 7:1) y a los tesalonicenses Pablo dice, “la voluntad de Dios es vuestra santificación” (4:3).
-- y todo vuestro ser, espíritu, -- “pneuma denota en primer lugar el viento; también aliento; luego, de forma especial, el espíritu, que, a semejanza del viento, es invisible, inmaterial y poderoso” (WEV). En este texto la palabra espíritu quiere decir “la parte inmaterial e invisible del hombre, Lc 8:55; Hch 7:59; 1 Co 5:5; Stg 2:26; cp. Ec 12:7” (WEV). Para los testigos del Atalaya esta palabra nunca significa el espíritu eterno que está hecho a la imagen de Dios, sino que sólo significa viento o aliento. Según el concepto torcido de los testigos, pues, Esteban dijo, “Señor Jesús, recibe mi aliento” (Hech. 7:59), y Pablo dijo, “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el aliento sea salvo en el día del Señor Jesús” (1 Cor. 5:5).
--alma -- “Psuche denota el aliento, el aliento de la vida, y luego el alma, en sus varios significados ... (a) la vida natural del cuerpo, ... Lc 12:22 ... (b) la parte inmaterial, invisible, del hombre, Mt 10:28 ...” (WEV). En este texto (1 Tes. 5:23) significa el aliento de vida, porque Pablo también usa la palabra pneuma para indicar el hombre interior (2 Cor. 4:16). Comúnmente no se encuentran los términos espíritu y alma en el mismo texto, pero aquí de la manera más extensiva Pablo se refiere a todo vuestro ser.
-- y cuerpo, -- el cuerpo del cristiano es santificado para el uso de Dios porque es el templo del Espíritu Santo (1 Cor. 6:19, 20). Rom. 12:1.
-- sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. -- Desde luego, el hombre tiene que cooperar con Dios en el proceso de la santificación (véase 4:3). Dios no nos puede guardar si no queremos ser guardados. Judas (24) dice, “Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría”, pero también dice (v. 21), “conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna”; es decir, Dios nos guarda, pero también nosotros tenemos que conservarnos en su amor. Pedro dice (1 Ped. 1:5), “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. Somos guardados “por el poder de Dios”, pero también somos guardados “mediante nuestra fe”. ¿Qué pasa, pues, con los que pierden la fe? (1 Tim. 1:19; 2 Tim. 2:18). Dios es fiel.
Pablo había dejado un buen ejemplo para ellos: “Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes” (1 Tes. 2:10).
5:24 Fiel es el que os llama (2 Tes. 2:14), el cual también lo hará. -- En la segunda carta (3:3) dice, “Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal”; dice a los corintios (1 Cor. 1:8), “el cual también os confirmará hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo. 9 Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor”; también en la misma carta, 10:13, “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”; Juan dice (1 Jn. 1:9), “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. En base a la fidelidad de Dios, Pablo expresa gran confianza (Rom. 8:31-39) (JWM).
Por eso, Dios hará lo que El promete hacer. Nos llama y hará todo lo posible por santificarnos “por completo” para que todo nuestro ser “sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Sin embargo, el cristiano tiene que poner su parte (4:3). “Conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (Judas 21). Pedro dice que somos guardados mediante la fe”: “que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Ped. 1:5). ¿Qué pasará con los que “naufragaron en cuanto a la fe” (2 Tim. 1:18)?
5:25 Hermanos, orad por nosotros. -- En muchos textos vemos que Pablo oraba por las iglesias y por ciertos hermanos en particular. También pide sus oraciones por él (p. ej., Rom. 15:30; 2 Cor. 1:11; Efes. 6:19; Col. 4:3; 2 Tes. 3:1). Dice Heb. 13:18, “Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo”.
5:26 Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. -- Compárense Rom. 16:16; 1 Cor. 16:20. “Saludaos unos a otros con ósculo de amor” (1 Ped. 5:14). Sea lo que sea el modo de saludar (besar, abrazar, estrechar manos), debe ser santo; es decir, debe ser con sinceridad y buena voluntad. Que nunca sea un beso de Judas. Lamentablemente muchos se saludan con beso o con palabras hermanables aunque en su corazón haya dagas de odio y desprecio. ¿Cómo podían los corintios que tienen celos, contiendas y disensiones (1 Cor. 3:3) saludarse los unos a los otros con un beso santo? Para saludarse correctamente los santos deben estar “llenos de bondad” (Rom. 15:14).
Hay mucho abuso del saludar con beso. Conocí a un hermano que sin faltar besaba a las hermanas, con tal que fueran jóvenes y bonitas. Otro hermano fue acusado por las hermanas de besar sensualmente.
5:27 Os conjuro (“hacer jurar, poner bajo obligación de juramento”, WEV) por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos. – “Como esta es la primera de las Epístolas del Nuevo Testamento, él hace de ésta la ocasión de un solemne mandato, de que siempre así leída públicamente, fuese ejemplo de lo que debería hacerse en el caso de otras” (JFB). Véanse Col. 4:16; Apoc. 1:3. Compárense Deut. 31:9-13; Josué 8:33-35. Los escritos de los apóstoles fueron copiados y circulaban entre todas las iglesias.
Los hombres religiosos que no temen hacer caso omiso del conjuro de Pablo tienen corazones endurecidos. Están resueltos a imitar a los judíos: “¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis” (Luc. 11:52). “Lo que Pablo manda con conjuro, Roma prohibe bajo maldición” (Bengel, JFB).
Pablo entregaba a todo miembro de esa iglesia un mensaje del Señor (“os decimos esto en palabra del Señor”, 1 Tes. 4:15); cada miembro debería oírlo porque cada miembro es responsable delante del Señor. Nadie responderá por otro (Rom. 14:12). Pablo no quería que ningún miembro fuera engañado (2 Tim. 2:3). Es posible que algunos apagaran los dones del Espíritu o menospreciaran algunas de las profecías (enseñanzas) (5:19, 20); por eso, cada miembro estaba obligado a examinarlo todo y retener lo bueno, y para hacerlo tenía que oír toda palabra de esta carta.
Este texto refuta el concepto necio inventado por el clero romano de que los miembros de la iglesia no pueden leer y estudiar las Escrituras por sí mismos. Si no pueden, entonces están sin esperanza en este mundo, porque los que profesan ser guías infalibles son apóstatas y falsos maestros. Si la gente común no puede entender las Escrituras, ¿cómo lograban entenderlas Loida y Eunice (2 Tim. 1:5), los de Berea (Hech. 17:11) y los efesios (Efes. 3:3, 4; 5:17)?
Hay otro problema igualmente serio: Pablo manda que esta carta “se lea a todos los santos hermanos”, pero ¿qué beneficio habría en eso si los miembros no estuvieran presentes en la reunión?
“Todos los santos hermanos” pueden y deben entender las Escrituras. Los que dependen de lo que otros dicen fácilmente son engañados, pero Dios los tendrá responsable por su falta de entender su voluntad, porque les dio un mensaje personal a todos. Recuérdese que muchas enseñanzas se dirigen a ciertas clases de personas: a los padres, a los esposos, a los hijos, a los amos, a los esclavos, a los ancianos, a los evangelistas, etc. ¿Cómo pueden estos distintos grupos de personas esperar hasta que otros les digan lo que Dios les dice a ellos?
Pablo emplea el vocablo conjuro para enfatizar lo serio de que esta carta fuera leída “a todos los santos hermanos” de Tesalónica. De otro modo no sería de ningún beneficio para ellos. Esta carta no pertenecía a los ancianos, sino a la iglesia (JBC). Los ancianos son los obispos (supervisores) de la congregación, pero no tienen el derecho de prohibir que la iglesia oiga la palabra de Dios. Uno de los primeros pasos de la apostasía es el paso tomado por los ancianos que prohíben que el predicador predique sobre ciertos temas bíblicos. Véase 2 Tim. 4:3-4. Pablo no dice, “Yo quiero que los ancianos lean esta carta y que la expliquen a la gente”, sino que la gente misma la oiga. A pesar de lo serio de lo que Pablo dice aquí, muchos líderes religiosos han convencido a sus feligreses de que sólo ellos (los líderes) pueden entender las Escrituras y que la gente debe aceptar las interpretaciones de ellos.
Una táctica usada por tales líderes ha sido la de aprovecharse de la palabra santos que aparece en nuestra versión (se omite en LBLA, VM, VHA y otras). Con astucia algunos aplican esta palabra al llamado clero para “justificarse” en su práctica condenable de no dar la palabra a la gente común (los llamados laicos).
Pablo quería que todos los hermanos oyeran toda palabra que él había escrito a esta iglesia, porque en ella (1) expresó su gran amor y aprecio por ellos, (2) les explicó unos detalles importantes acerca de su ministerio entre ellos, (3) les exhortó con respecto a cómo deberían andar para agradar a Dios: a saber, (a) evitar la fornicación, (b) practicar el amor fraternal, (c) trabajar con sus manos para tener tranquilidad, (d) estimar a los que trabajaban entre ellos y, por último, les entregó la serie de exhortaciones de 5:14-22. En medio de estas instrucciones prácticas explicó algunos aspectos de la segunda venida de Cristo (4:13-5-11) y dio exhortaciones al respecto. Estas palabras son muy necesarias para los familiares y hermanos de los que mueren en el Señor.
Dice a los colosenses (4:16), “Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros”. Véase también Apoc. 1:3, “Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca”. El Señor quiere que su palabra sea leída a la gente. Hay muchos analfabetos o personas que no leen bien y aunque mucha gente tenga Biblia, pocos la estudian. Por lo tanto, todavía y siempre es buena práctica leer las Escrituras a la gente. Es probable que 1 Tim. 4:13 (“ocúpate en la lectura”) se refiera, no sólo al estudio privado, sino a la lectura pública de las Escrituras, porque se conecta con “la exhortación y la enseñanza”. El Antiguo Testamento era leído públicamente, especialmente en las sinagogas (Luc. 4:16, 17; Hech.17:1-3). Los levitas “leían en el libro de la ley de Dios claramente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura” (Neh. 8:1-3, 7, 8, 12). Cuánto más las escrituras del Nuevo Testamento deben ser leídas en las iglesias de Cristo.
Pablo no dice, “Os conjuro por el Señor que esta carta NO se lea a los hermanos”. El concepto del clero romano, de los jefes del Atalaya y de muchos otros sectarios es que la gente no puede entender las Escrituras sin las explicaciones de ellos. Dicen esto porque saben que la gente sí puede entender las Escrituras y que descubrirá la falsedad de las doctrinas sectarias. ¿Dijo Pablo que la gente no puede entender las Escrituras? (Efes. 3:3), “que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, 4 leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo”. “Leyendo lo cual podéis entender”. Después agrega esta exhortación “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor” (Efes. 5:17).
5:28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén. – (1:1).
Al Estudio Anterior: Notas sobre 1 y 2 Tesalonicenses - Capítulo 4 | Al Siguiente Estudio: Notas sobre 1 y 2 Tesalonicenses - Capítulo 6 |