Levítico 14

 

      14:2 -- "Esta será la ley para el leproso cuando se limpiare".

      A. Vemos en el cap. 13 (vers. 12, 13) que en algunos casos la lepra cubría todo el cuerpo: "toda ella se ha vuelto blanca, y él es limpio".

      B. Pero humanamente no había espe­ranza de curarla. Cuando el rey de Siria pidió al rey de Israel que sanara a Naamán, "Luego el rey de Israel leyó las cartas, rasgó sus vestidos, y dijo: ¿Soy yo Dios, que mate y dé vida, para que éste envíe a mí a que sane un hombre de su lepra?" (2 Reyes 5:6, 7).

      C. En los casos en que la lepra fue cas­tigo de Dios, la duración de ella dependía de la voluntad de Dios: duró una semana en el caso de María (Núm. 12:14); duró el resto de su vida en el caso de Uzías (2 Crón. 26:21); y en el caso de Giezi, "le lepra de Naamán se te pegará a ti, y a tu descendencia para siempre" (2 Reyes 5:27).

      D. Es interesante observar que el nom­bre descriptivo de "leproso" persistía aun después de que la persona fuera declarada limpia; por ejemplo, Mat. 26:6 se refiere a Simón el leproso, pero este Simón no vivía aparte bajo la cuarentena, sino que tuvo huéspedes en su casa. Com­párense "Rahab la ramera" (Sant. 2:25) y "Mateo el publicano" (Mat. 10:3); estos nombres descriptivos se usaban aun des­pués del cambio del estado de ellos.

 

      14:3 -- "y éste saldrá fuera del campa­mento y lo examinará".

      A. El sacerdote había de hacer todo lo posible por restaurarlo.

      B. Nos conviene "salir" a buscar y a restaurar a los que son "inmundos" por el pecado (Gál. 6:1-4; Sant. 5:19, 20; 2 Cor. 2:7, 8).

 

      14:4 -- "dos avecillas vivas, limpias, y madera de cedro, grana e hisopo", cosas comunes que cualquier israelita pudiera proveer para su purificación.

 

      14:5 -- "aguas corrientes". El "agua viva" de Jn. 4:10 significa literalmente "agua corriente", pero la expresión tiene signifi­cado espiritual en la boca de Jesús.

 

      14:7 -- "rociará siete veces sobre el que se purifica de la lepra". Es interesante com­parar la purificación del leproso con otros sacrificios; por ejemplo, compárese 4:6, "siete veces"; 16:7-10, los machos cabríos del día de la expiación; vers. 14-17, con el cap. 8:23, 24.

      -- "soltará la avecilla viva en el campo". Una ave era sacrificada y la otra suelta. Sin duda la muerte de la primera, como la muerte de los animales, indicaba la idea de "substituto", una ave muerta en lugar del hombre. Sin la misericordia de Dios se hubiera muerto el hombre mismo.

      A. Entonces, una ave suelta significaba su libertad. El leproso que estaba confi­nado, aislado, abatido, ahora se libraba de esa maldición. Quedaba libre para volver a su casa, como la ave suelta había quedado libre para volver a su nido. Las dos aves representan al leproso. El Sal. 44:25 bien expresa la condición lamentable del leproso.

      B. Se soltaba la avecilla después de declarar que el leproso estaba limpio. Cristo, nuestro perfecto Sacerdote, declara al pecador limpio (Mar. 2:5, Hijo, tus pecados te son perdonados"), y la li­bertad que el pecador perdonado goza es aun mejor que la libertad del leproso, porque Cristo nos hace libres del pecado que nos puede separar de Dios eterna­mente.

 

      14:8 -- "entrará en el campamento, y morará fuera de su tienda siete días". Aunque ya hubiera sido declarado limpio, aún le faltaba ofrecer los sacrificios indi­cados por la ley. Compárese Mar. 1:44, cuando Jesús sanó a un leproso, "le dijo: Mira, no digas a nadie nada, sino vé, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu pu­rificación lo que Moisés mandó, para tes­timonio a ellos".

 

      14:10 -- En los servicios ordenados en este texto, hay elementos en común con los sacrificios del día de la expiación y la consagración de los sacerdotes. Si estos sacrificios y ofrendas parecen ser muchos, recuérdese que se trata de la restauración de un hombre inmundo, un hombre "muerto" y separado de su familia y del pueblo de Dios sin derechos al tabernáculo y los servicios de Dios. El necesitaba de todo: la expiación y la con­sagración.

 

      14:14-17 -- Compárese la consagración de Aarón y sus hijos, cap. 8. El leproso, como hombre "muerto", tenía que ser restaurado en todo sentido al Señor, y tenía que presentar nuevamente sus miembros a Dios (compárese Rom. 6:12-18).

 

      14:21, 22 -- "Mas si fuere pobre". La lepra "no hace acepción de personas". Naamán el leproso no era hombre pobre, pero había muchos leprosos pobres, y Dios era justo con ellos y los consideraba. Sin embargo, por ser pobre el leproso no quedó exento de la obligación de cumplir con los requisitos de la ley. Dios hizo pro­visiones para ellos, pero tenían que ofre­cer algo para efectuar su purificación, de acuerdo con la voluntad de Dios. Desde luego, cualquier leproso ofrecería con todo gusto los sacrificios y ofrendas nom­brados por Dios para ser restaurado a su familia y a la comunidad. ¿Quién se que­jaría de tales requisitos cuando la bendi­ción era tan grande? Y nosotros que hemos sido sanados de la lepra del pecado, ¿no daremos con gozo todo el servicio que Dios desea y espera de nosotros?

 

      14:33-53 -- "Si pusiere yo plaga de lepra en alguna casa de la tierra de vuestra po­sesión ...". Esta ley no tenía aplicación in­mediata, porque el pueblo moraba en tiendas en el desierto, pero en Canaán Dios la pondría en ciertas casas. Com­párese Isa. 45:6, 7. Ya hemos estudiado los textos que hablan de la lepra como castigo de algunos desobedientes.

 

      14:40, 41 -- "arrancarán las piedras" con­taminadas.

      A. De esta manera el pecado debe ser arrancado de nuestras vidas.

      B. Job 22:33 dice, "Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la aflicción". Si esperamos que Dios "edifique" la casa nuestra, es nece­sario que todo pecado sea arrancado de ella.

      C. Todo ídolo debe ser "arrancado" de nuestra casa, Gén. 35:2; 1 Jn. 5:21; Col. 3:5.

      D. Aun el ojo que nos hace tropezar debe ser arrancado (Mar. 9:43-47).

      E. La fornicación tenía que ser arran­cada de la casa de Dios en Corinto, 1 Cor. 5.

      F. En cuanto a la lepra en la casa de Is­rael, Dios dijo, "arrancar" y "derribar". En cuanto a la lepra (el pecado) en la casa espiritual de Dios (la iglesia), Pablo dijo, "quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros" (1 Cor. 5:13).

 

 

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