Levítico 27

 

Introducción.

      A. Los votos no fueron requeridos por la ley. No había obligación de hacerlos, pero una vez hecho el voto, había obli­gación de cumplirlo, Prov. 20:25; Ecles. 5:3-5; Deut. 23:21-23. Lev. 5:4-6 dice que era pecado jurar a la ligera hacer mal o bien.

      B. Le agradó a Dios el voto porque era expresión voluntaria de la piedad. La acti­tud del que hacía voto se expresa en Sal. 116:12, "¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?"

      C. Había mucho abuso del voto en el tiempo de Jesús. Mar. 7:9-13, los hipócritas emplearon "el Corbán" para in­validar el mandamiento de Dios.

      D. Hech. 5:1-11, Ananías y Safira abusaron del privilegio de ofrendar, te­niendo un propósito vano.

 

      27:2-8 – El caso de Jefté.  Al hablar de vo­tos relacionados con personas, de una vez se agrega, "que se hayan de redimir", y luego explica cómo estimarlas. Parece, pues, que esta ofrenda de personas significa en realidad la ofrenda de cierta can­tidad de dinero para el santuario; es decir, son votos redimibles. Sin embargo, había excepciones. Samuel fue prometido por su madre y él sirvió en el tabernáculo desde la niñez. La hija de Jefté no fue redimida. Es probable que ella también se dedicara al servicio del tabernáculo (Ex. 38:8; 1 Sam. 2:22). Algunos han concluido que Jefté sacrificó a su hija en el sentido de los holocaustos ordinarios (muertos y quema­dos), pero el sacrificio humano era pro­hibido por la ley como una abominación; los que hacían tales cosas habían de ser castigados con muerte (Lev. 18:21; 20:2-5; Deut. 12:31; 18:10). Solamente un hombre depravado y pagano ofrecería a otro ser humano en sacrificio sangriento, y Jefté era hombre de Dios antes y después del evento (Heb. 11:32). El buscar el favor de Dios automáticamente excluye la idea de un sacrificio sangriento porque éste sería abominación ante los ojos de Dios. El trato con los ancianos se hizo delante de Dios (Jehová sea testigo, ver. 10). Si Jefté hubiera ofrecido a su hija como sacrificio sangriento, él habría sido adorador de Moloc y no de Jehová. No había en Israel tales adoradores de Moloc hasta los días de Acaz y Manasés. Si Jefté hubiera hecho tal cosa, Dios lo habría denunciado como denunció a los demás pecados de los jue­ces.

      ¿Qué sacerdote hubiera puesto el cuerpo de esta persona sobre el altar en el tabernáculo de Dios? Seguramente no había otro altar legítimo sobre el cual Jefté lo pudiera hacer. Todo sacrificio re­quería la mediación del los sacerdotes levíticos y tenía que ofrecerse delante del arca del pacto.

      Nótese el énfasis sobre la virginidad de ella en los vers. 37-39. ¿Por qué lamentó su virginidad? ¿Por qué no lamentó su muerte? Si una joven sabe que en pocos días va a morir, no lamentará su virginidad sino su muerte. Cuando su padre "hizo de ella conforme al voto que había hecho", ¿qué pasó? "Y ella nunca conoció varón". Entre las mujeres israelitas era un honor grande ser madre. La hija de Jefté nunca llegó a ser madre, porque aceptó y cumplió el voto de su padre de dedicarse al Señor.

      La Biblia de las Américas traduce Jue­ces 11:31, "sucederá que cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo vuelva en paz de los hijos de Amón, será del Señor, o lo ofre­ceré como holocausto" (en el margen, dice O, y). Según esta traducción, si fuera per­sona, "será de Jehová", y si fuera animal, "lo ofreceré en holocausto".

      El texto es difícil, pero no se debe afir­mar que Jefté mató y quemó a su hija. El texto no requiere tal conclusión y tal prác­tica hubiera sido un vil pecado y sería con­tradicción de muchos otros textos.

 

      27:3-7 -- "varón de veinte años hasta sesenta ..." El valor se calcula sobre la base del trabajo que pudiera hacer en el servi­cio del tabernáculo.

 

      27:8 -- "Pero si fuere muy pobre para pa­gar ..." Este texto da más evidencia de que la idea de la dedicación de personas tenía que ver con dinero (o sea el precio de la redención de una persona). De otro modo, no importaría si era pobre. 2 Reyes 12:4 explica el uso del dinero.

 

      27:9-13 -- Los votos relacionados con animales.

      A. "será santo", es decir, posesión de Dios. Ya no podía cambiarlo por otro. No podía substituirlo por otro. No podía redimirlo.

      B. Si el animal inmundo se redimiera, además del precio fijado por el sacerdote el dueño tenía que pagar la quinta parte.

 

      27:14, 15 -- Los votos relacionados con la casa. La misma regla se aplicaba: si al­guno quería redimir su casa después de haberla prometido a Dios, tenía que pagar no solamente el valor de ella (según la evaluación del sacerdote), sino también tenía que pagar adicionalmente la quinta parte.

 

      27:16-21 -- Los votos relacionados con "la tierra de su posesión". El valor de la tierra fue muy razonable para que la redimiera fá­cilmente. El dueño podía perder su tierra, pero en tal caso (muy raro) sería evidente que él no la estimaba (compárese Gén. 25:34). Digo "muy raro", porque no leemos de sacerdotes que adquirieran tierra de esta manera. También nótese que el texto dice, "dedicaré de la tierra", o una parte de ella. No tenía el derecho de descuidar o empobrecer a su familia.

      Aquí vemos la pena de no cumplir el voto, vers. 20, 21. El hombre que no tomaba en serio su voto no reconocía los derechos de Dios. Robaba a Dios (Mal. 3:8) y tenía que sufrir la consecuencia.

 

      27:22-25 -- Los votos relacionados con tierra comprada. "En el año del jubileo, volverá la tierra" al dueño original; es de­cir, él que hizo voto pagará el valor dado por el sacerdote pero la tierra ya no es de él, porque vuelve a su dueño original.

 

      27:26-34 -- Las cosas que ya eran de Dios no se podían dedicar.

 

      27:26 -- El primogénito, Ex. 13:2. Pero animales inmundos podían redimirse, o si no, se vendían y los sacerdotes usaban el dinero en el servicio del tabernáculo.

 

      27:28, 29 -- Personas y cosas dedicadas irrevocablemente al Señor. Hebreo, cherem; Griego, anatema. Como, por ejemplo, los cananeos, Núm. 21:2; como los animales de los amalecitas, 1 Sam. 15:21; las ciudades de Horma, Núm. 21:1-3; los despojos de Jericó (y la ciudad misma), Josué 6:17, 24; 7:1. Irrevocablemente tales per­sonas y cosas estaban en manos de Dios o para su uso divino o para ser destruidos. El pueblo mismo tenía que ejecutar a veces la sentencia de Dios, Deut. 13:12-18; Josué 7:25; Deut. 25:19.

 

      27:30 -- El diezmo, Núm. 18:27; Deut. 14:22, 23; Mal. 3:8. "De todo lo que pasa bajo la vara", es decir, que se cuenta; con la vara cada décimo animal se marcó como posesión del Señor.

 

      27:34 -- "para los hijos de Israel". Rom. 3:19; Gál. 3:24; Heb. 12:18, 24; Rom. 10:4.

 

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