LUCAS 18

 

Parábola de la viuda y el juez injusto

      18:1  También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, (por causa de no obtener respuesta inmediata de Dios) – El capítulo anterior y los que siguen apuntan hacia aflicciones y persecuciones para los discípulos de Jesús. Por eso, deben estar listos a persistir en la oración sin desmayar.  1 Tes. 5:17; 1 Pet. 5:7. Muchos hijos de Dios desmayan por no orar con toda sinceridad y persistencia.

      18:2  diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre.  3  Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía (tiempo imperfecto, venía repetidas veces) a él, diciendo: Hazme justicia (“de proteger a alguien de otro”, ATR) de mi adversario.  – La Biblia habla mucho de viudas (1 Reyes 17; Luc. 7:11-15; Mar. 12:41-44; 1 Tim. 5; Sant. 1:27). Dios es el Defensor de ellas.

      18:4  Y él no quiso (“Tiempo imperfecto de denegación continuada”, ATR) por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, -- Era totalmente irreverente hacia Dios e indiferente hacia la opinión popular. Los hombres mundanos se jactan de su infidelidad. Para muchos mundanos todo lo que pertenece a Dios es broma. En esta condición van rápidamente y con mucha risa hacia el juicio.

      18:5  sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. – Luc. 11:5-13; Gén. 18:23-33; Mat. 15:27, 28. Aunque ella hubiera querido, no podía “comprarle”; siendo indefensa no podía amenazarlo; no podía o no aceptaba que otra persona la representara; no era intimidada por el juez, sino que le hizo saber repetidas veces lo que necesitaba; no dejó de pedir cuando el juez no le hizo caso. ¡Qué buen ejemplo de la importunidad! La importunidad era su única arma y la usaba sin desmayar. ¿Hasta cuándo habría persistido? ¡Hasta lograr su propósito!

      18:6  Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto.  7  ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, (los cristianos, los que obedecen al evangelio) que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? – Mejor como dice la Versión Valera 1990, “¿aunque parezca demorar en defenderlos?” También LBLA en el margen: “noche, y no obstante es muy paciente en cuanto a ellos?”; “y será paciente con ellos?” (FL); “Probablemente kai significa aquí ‘Y con todo’, como frecuentemente sucede (Jn. 9:30; 16:32, etc.) Dios se toma tiempo en emprender venganza a favor de su pueblo, pero no por indiferencia, sino por paciente longanimidad” (ATR). MV concuerda con esto también.

      18:8  Os digo que pronto les hará justicia. – Los escogidos que claman a Dios son los cristianos que son perseguidos por causa de Cristo (Mat. 5:10-12; 1 Ped. 3:12; Apoc. 6:9, 10). La palabra “pronto” ha de entenderse de acuerdo a los pensamientos de Dios (Isa. 55:8, 9: 2 Ped. 3:9). Tenemos la plena seguridad que Dios “hará justicia a sus escogidos”, pero será en el tiempo que El escoja. Los judíos que eran perseguidores de la iglesia fueron castigados severamente cuando en el año 70 del primer siglo los romanos destruyeron su ciudad. En cuanto a los perseguidores romanos,  “Lactancio tiene veinte páginas de las más interesantes discusiones de los terribles castigos, juicios y miserias que sufrieron los famosos perseguidores de la iglesia, dando los detalles de lo que sucedió con Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano, Aureliano, Diocleciano, etc” (JBC).

      Dios contestará la oración de fe, pero ¿existirá entonces la fe para ofrecer la oración? El Juez estará listo a contestar, pero ¿estará todavía orando la viuda? (JSL).

      Al estudiar las parábolas de Jesús no conviene decir que cada persona y cada cosa representa a alguien o a algo, pero en esta parábola sí debemos observar el contraste entre el juez injusto y Dios, como también la semejanza entre la viuda indefensa y los “elegidos” (cristianos) que son afligidos por el mundo y que tanto dependen de Dios. Como esta viuda fue personalmente delante del juez con sus súplicas, así también los cristianos deben acudir a Dios por medio de nuestro Mediador para obtener ayuda (Fil. 4:15, 16).

      Este juez, como oficial público era injusto y como hombre ni temía a Dios ni tenía compasión de sus semejantes, pero aun así él concedió la petición de la viuda por causa de su importunidad (persistencia). Entonces ¿cuánto más nuestro Dios justo y misericordioso escuchará las peticiones de los elegidos? (Mat. 7:9-11).

      -- Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?  -- Es decir, fe persistente como la de esta viuda que no desmayaba. Jesús enseña que debemos persistir en oración sin desmayar y promete que Dios “hará justicia” a sus escogidos y que lo haría “pronto”. Sin embargo, los santos que claman al Señor deben recordar “que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día” (2 Ped. 3:8), porque de otro modo pueden desmayar pensando que Dios no les oye o que no se preocupa por ellos. Sobre esto leamos y recordemos 2 Ped. 3:9.

 

Parábola del fariseo y el publicano

18:9  A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban (despreciaban, LBLA, los trataban como si no tuvieran valor alguno) a los otros, -- Los fariseos eran lo que se considera en otros pueblos la “aristocracia”, la clase noble de una nación. Eran la clase regidora de los judíos y lo que se dice del fariseo en esta parábola se podría decir de esa clase de gente.

      (Hay personas religiosas que menosprecian a otros, pero también hay muchos mundanos que menosprecian a los cristianos, diciendo que somos fanáticos, intolerantes, hipócritas y santurrones. Esto sucede porque la luz es aborrecida por las tinieblas.)

      dijo también esta parábola:  -- Las parábolas de Jesús son muy interesantes, pero El siempre las habló con un propósito. Algo las ocasionaba. Compárese Luc. 12:15 y la parábola del sembrador rico; Luc. 15:1,2, y las parábolas de la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo pródigo. Así también aquí: el v. 9 describe la actitud mala de algunos y la parábola que sigue expone el error de esa actitud.

      18:10  Dos hombres subieron al templo a orar (“Se consideraba que la oración era especialmente eficaz si se ofrecía en el templo”, WB): uno era fariseo, y el otro publicano.  11  El fariseo, puesto en pie, (la postura común de los judíos para orar; Mar. 11:25 dice, literalmente, “cuando esté de pie orando”).

      -- oraba consigo mismo  -- Él no pensando en Dios sino en sí mismo; “Un soliloquio con su propia alma, una complacida recitación de sus propias virtudes para su propia satisfacción, no comunión con Dios, aunque se dirige a Dios”, ATR. Este es otro caso de “orar simplemente porque se debe orar”. El no tenía nada que pedir a Dios, ni nada que agradecer. Era la hora para orar y oraba. Compárese el predicador que predica porque se debe predicar. No tiene sermón bien estudiado, no tiene mensaje urgente para la gente, pero es la hora para predicar y hay que predicar.

      -- de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, -- Estas cualidades son muy importantes, dignas de alabanza.

      -- ni aun como este publicano; -- Los publicanos (recaudadores de impuestos romanos) eran odiados y menospreciados porque tenían la reputación de ser extorsioncitas, pero Mateo y Zaqueo eran publicanos. ¿Eran culpables de tal crimen?

      Lo que este fariseo dijo suena como el rabino que dio gracias a Dios que era judío y no gentil, que era fariseo y no de los judíos comunes, que era hombre y no mujer. (Después de estudiar esta parábola, tengamos cuidado de no decir a Dios, “Te doy gracias que no soy como este fariseo”.)

      18:12  ayuno dos veces a la semana, (la ley requería solamente un ayuno -- Lev. 16:29, 30; 23:27 --, el día de la expiación, pero los fariseos querían ser “más piadosos” y, por eso, ayunaban a veces los lunes y los jueves) doy diezmos de todo lo que gano. (Deut. 14:22, 23, los israelitas habían de dar la décima parte del maíz, vino, aceite y ganado, pero los fariseos incluían las hierbas más pequeñas (Mat. 23:23) para ser aun más “santos”. Las palabras del fariseo fueron más “jactancia” que oración. No oraba para alabar a Dios, ni para darle gracias por sus muchas bendiciones, ni para pedir algo, ni para confesar pecados y pedir perdón. Compárese la oración de este fariseo con la oración enseñada por Jesús en el capítulo 11:2-4. No está pensando en Dios, sino en sí mismo: el “yo” se ve en las palabras “te doy”, “no soy”, “ayuno”, “doy diezmos”, “gano”. Lo que Jesús condena es el desprecio de otros y la exaltación de sí mismo como muy justo delante de Dios.

      Entonces, ¿qué implica este fariseo? ¿Qué Dios le debe algo por ayunar dos veces a la semana y diezmar aun las semillas más pequeñas? Una cosa es cierta: el fariseo no pidió nada y no recibió nada. No recibió beneficio algo por haber subido al templo para orar. ¿Qué tal nosotros? Vamos a los servicios de la iglesia y cumplimos con los mandamientos. ¿Recibimos beneficio espiritual? ¿Crecemos? ¿Salimos más fuertes, más resueltos a ser fieles? O ¿simplemente salimos como entramos sin recibir nada?

      18:13  Mas el publicano, estando lejos, (del fariseo) no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador (literalmente, el pecador). – El publicano ni siquiera pide bendiciones materiales, sino solamente la misericordia. Lo que Jesús aprueba en este publicano era su pobreza de espíritu (Mat. 5:3). No habla de los pecados de otros sino de los pecados propios. Estaba consciente de su necesidad de Dios y pide misericordia.

      La palabra propicio es la misma que se usa en Heb. 2:17, “para expiar (hacer propiciación, LBLA)  por los pecados del pueblo”. El pecador recibe misericordia y perdón cuando los pecados son “expiados” (cuando se haga propiciación por ellos). El significado básico de hacer propiciación  es cubrir. Por ejemplo, Heb. 9:5, “el propiciatorio” era la cubierta del arca del pacto, donde se rociaba la sangre para expiar o cubrir los pecados del pueblo. Rom. 4:7, “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas,  Y cuyos pecados son cubiertos”.

      18:14  Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido -- 14:11.  El publicano sí recibió algo, el don más precioso de todos: la justificación.

      Una advertencia: este texto no debe ser usado para enseñar que el pecador solamente tiene que orar humildemente a Dios pidiendo misericordia y perdón; es decir, este publicano no es ejemplo para los pecadores que nunca han obedecido al evangelio de Cristo. El era judío, y desde nacimiento, era hijo de Dios. Compárese Luc. 19:9; otro publicano llamado Zaqueo era hijo de Abraham (y por eso hijo de Dios). Por eso, él sólo tuvo que confesar su pecado y pedir perdón. Así es con la persona que obedezca al evangelio y luego volver a pecar. Recuérdese el caso de Simón el mago (Hech. 8:22). El apóstol Pedro le dijo, “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”, porque ya había sido bautizado (Hech. 8:13). El mismo Pedro dijo a los judíos que no habían obedecido al evangelio que deberían arrepentirse y ser bautizados para perdón de los pecados (Hechos 2:38).

 

Jesús bendice a los niños (Mat. 19:13-15; Mar. 10:13-16)

      18:15  Traían a él los niños (brephos, “recién nacidos”, WEV; muy pequeños, LBLA) para que los tocase; -- Traían a Él los niños no para que los “bautizara”, sino para que los tocase.

Mat. 19:13, “para que pusiese las manos sobre ellos, y orase”. Esto indica que respetaban a Cristo, lo tenían en alta estima como maestro.

      --  lo cual viendo los discípulos, les reprendieron. – Estos discípulos creían que no había tiempo para los tales. Les reprendieron por interrumpir la obra de Jesús, pensando que no era importante tomar nota de los niños. Recuérdese Mateo 15:23, también querían despedir a la mujer cananea. Jesús había dicho (18:3).

      18:16  Mas Jesús, (Mar. 10:14,  Viéndolo Jesús, se indignó”, pues amaba mucho a los niños; v. 16, “Y tomándolos en los brazos, poniendo las manos sobre ellos, los bendecía”) llamándolos, dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; -- ¡Cuántos padres necesitan oír esta exhortación! Muchos padres hacen tropezar a sus propios hijos (Mat. 18:6, 7) por su mal ejemplo, por su descuido de la exhortación de Pablo en Efes. 6:4 y aun por oponerse a sus hijos que buscan a Dios.

      -- porque de los tales es el reino de Dios. – En lugar de reprender a los padres que trajeron a sus niños a Jesús, deberían entender que para Jesús los niños son como parábola, un ejemplo, un modelo para exhibir y explicar el carácter del verdadero discípulo de Cristo.  Mat. 18:3, “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. 4  Así que, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos”, estableciendo que el niño pequeño era tipo o dechado para sus discípulos. Por eso, los niños eran muy importantes para Jesús. Aunque los niños tengan características negativas (Mat. 11:16; 1 Cor. 14:20; Efes. 4:14), tienen cualidades dignas de imitarse: aparte de su inocencia y pureza, son dependientes, dóciles y dispuestos a ser enseñados.

      18:17  De cierto os digo, que el que no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. – El reino está compuesto de personas que poseen las cualidades de niños. Son inocentes. Tienen plena confianza en sus padres. Son prontos para perdonar. Quieren aprender.

      Los niños literales no están perdidos y, por esa razón, no necesitan del perdón de Dios.

Los que practican el llamado “bautizo infantil” citan este pasaje como texto de prueba, pero no hay la más mínima referencia a tal práctica. Los que llevaron los niños a Cristo no querían que los “bautizara”, sino que pusiera las manos sobre ellos y que orase por ellos para bendecirles. La practica del “bautizo infantil” se originó debido a la creencia en el “pecado original” (el “pecado” supuestamente heredado de Adán y de los padres), pero 1 Jn. 3:4 dice que “el pecado es infracción de la ley”. Por eso, es imposible que un niño nazca “con pecado”. No “se nace” con pecado, sino que “se comete” pecado. Ecles. 7, “29  He aquí, solamente esto he hallado: que Dios hizo al hombre recto, pero ellos buscaron muchas perversiones”. La Biblia no enseña el “pecado original”. Véase Gén. 8:21, “porque el intento del corazón del hombre es malo desde su juventud”. ¿Dónde empieza la maldad en la vida del hombre? No al nacer, sino en la juventud cuando haya llegado a la edad responsable. Ezequiel 18:20, “El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo”.

 

El joven rico (Mat. 19:16-30; Mar. 10:17-31)

      18:18  Un hombre principal (Mat. 19:20, un joven; Mar. 10:17, “vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él” con reverencia) le preguntó, diciendo: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? – Compárese Luc. 10:25, pero aquí en 18:18 la pregunta no fue hecha para tentar a Jesús. ¡Qué pregunta más importante! Alguien ha dicho que esta es “la pregunta de las edades”. Hizo la pregunta a la Persona correcta (Jn. 6:68; 14:6).

      18:19  Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo Dios. -- No quería decir que no se debe llamar “bueno” a ningún hombre, porque en la Biblia algunos son llamados buenos (p. ej., Bernabé, Hech. 11:24). En sentido absoluto “ninguno hay bueno sino uno: Dios”, pero Jesucristo, siendo Dios, sí era bueno. Era digno de que el joven le llamara bueno, pero la pregunta fue “¿por qué me llamas bueno?” ¿Simplemente como cualquier otro maestro bueno? Probablemente, pues, Cristo quería “elevar las ideas del joven en cuanto a su persona” (JFB).

      18:20  Los mandamientos sabes: No adulterarás (Ex. 20:14; Deut. 5:18); no matarás (Ex. 20:13; Deut. 5.17); no hurtarás (Ex. 20:15; Deut. 5:19); no dirás falso testimonio (Ex.20:16; Deut. 5:20); honra a tu padre y a tu madre (Ex. 20:12; Deut. 5:16). Mat. 19:19 agrega, “y, Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev. 19:18), que es la base y cumplimiento de los otros.

      ¿Por qué le citó los mandamientos de la ley de Moisés? ¿Por qué no le contestó como lo hizo Pedro el día de Pentecostés? (Hech. 2:37, 38). Porque todavía vivían bajo la ley de Moisés. Esta ley fue clavada en la cruz (Col. 2:14), pero durante el ministerio de Jesús aquí en la tierra estaba todavía de vigencia y Jesús la guardó y requirió que los judíos la guardaran (17:14).

      En el texto paralelo de Mat. 19:17, Jesús dice, “si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”. Esto es cierto en cualquier época, bajo la dispensación patriarcal, bajo la dispensación mosaica y bajo la dispensación de Cristo y el evangelio. El maestro religioso que niegue esto enseña error y los que le crean son ciegos que siguen a otros ciegos. La doctrina falsa de que bajo Cristo el hombre se salva por la fe sola contradice Mat. 7:21; 12:50, etc., y todo texto que revela los requisitos del evangelio. El Nuevo Testamento habla de obedecer y no simplemente de creer o confiar. En realidad, la fe que no obedece es una fe muerta y no vale nada (Sant. 2:24-26). El Nuevo Testamento no ofrece esperanza a los que no obedecen al evangelio (1 Ped. 4:17; 2 Tes. 1:8). Obedecer al evangelio es lo que hicieron los judíos el día de Pentecostés (Hech. 2:37, 28, 41). Es lo que hicieron los samaritanos (Hech. 8:12), el eunuco (Hechos 8:35-38), Saulo (Hech. 9:18; 22:16), Cornelio (Hech. 10:48), Lidia (Hech. 16:15), el carcelero (Hech. 16:33, 34), los corintios (Hech. 18:8) y los efesios (Hech. 19:5).

      Pablo dice, Rom. 3:23, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,  24  siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús”. Dios provee la salvación porque nos provee un Salvador. Por más que el hombre obedezca mandamientos no se puede salvar solo. Sin embargo, después de proveer la salvación por su gracia, Dios requiere que el hombre la acepte y la acepta cuando obedece al evangelio. Si no lo hace – si no obedece al evangelio – Dios no le promete salvación. Jesús todavía dice, “si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos”, no los mandamientos de la ley de Moisés, sino los del Nuevo Testamento.

      18:21  El dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. – Mat. 19:20 agrega, “¿Qué más me falta?” Muchos le dirían, “no te falta nada, pues tienes riquezas, honores, una vida aceptable”, pero ante la realidad presentada por Jesús le faltó todo. Marcos (10:21) agrega que “Jesús, mirándole, le amó”. De esto se puede concluir que había cualidades nobles como sinceridad y franqueza en el joven.

      18:22  Jesús, oyendo esto, le dijo: (“Si quieres ser perfecto”, Mat. 19:21) Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, (no dice “dalo a los mendigos”, sino a los pobres, pues la gran mayoría de los pobres no son mendigos. Hay que dar sabiamente (2 Tes. 3:10).

¿Por qué un mandamiento tan exigente? Porque Jesús, conociendo el corazón de todos (Juan 2:24, 25) vio que el caso de este joven requería medidas severas y como el Buen Médico le dijo la verdad. Le convenía a este joven hacer como el hombre de Mat. 13:46, que “habiendo hallado una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía, y la compró”. Si el joven rico hubiera vendido todas sus posesiones, esto habría sido para él el equivalente de lo que Jesús enseña en Mat. 5:29, 30. Hay varias maneras de vender todo: (1) Abraham dejó su tierra y su parentela (Gén. 12:1sig.); (2) Moisés dejó el honor, la autoridad, los placeres, etc. de Egipto (Heb. 11:24-26); (3) Pablo dejó todas las ventajas que tenía en el judaísmo (Gál. 1:14; Fil. 3:3-8; (4) compárese Mar. 10:29, 30. En realidad lo que Jesús dice al joven rico se puede comparar con lo que dice en Luc. 14:26-33. Lo que muchos no quieren reconocer es que Cristo requiere “todo” de todos. 2 Cor. 8, “5  a sí mismos se dieron primeramente al Señor”.

      -- y tendrás tesoro en el cielo (Mat. 6:20; Fil. 4:17; 1 Tim. 6:17, 18); y ven y sígueme – La expresión, “ven y sígueme” suena como lo que Jesús dijo a Pedro, Andrés, Juan y Jacobo (Mat. 4:18-22) y en otra ocasión a ciertas personas que decían que le querían seguir (Luc. 9:57-62). Por ejemplo, Luc. 9:60,  “Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú vé, y anuncia el reino de Dios”. Si Cristo estaba llamando a este joven a quien amaba (Marcos 10:21) para que le acompañara en la obra, obviamente tendría que hacer como los otros hicieron: “Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido” (v. 28). Jesús no dijo esto a todos los que querían seguirle. En seguida (Luc. 19:1-10) Jesús habló con un publicano rico (Zaqueo) y no le dijo que tendría que vender sus posesiones para ser su discípulo. Esto lo dijo a una persona en particular. Fue un caso especial.

      18:23  Entonces él, oyendo esto, se puso muy triste (Mar. 10: 22, afligido por esta palabra), porque era muy rico. – Pero le convenía entristecerse más por haber dado espaldas a Jesucristo, el Salvador del mundo. El rechazó la perla que valía más que todas sus muchas posesiones. En ese momento este “príncipe” rehusó la corona que Jesús le ofrecía, pero de una cosa podemos estar bien seguros: si él perdió la vida eterna con Dios, ha dicho repetidas veces, con toda miseria, que le convenía hacer lo que Jesús le decía. El simplemente no valoraba la vida eterna.

      18:24  Al ver Jesús que se había entristecido mucho, dijo: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! – Mar. 10:23-27. Otra vez la enseñanza de Jesús contradecía el concepto popular, pues los judíos creían que la riqueza era indicación o prueba del favor de Dios. El caso del rico y Lázaro era, sin lugar a dudas, muy sorprendente también porque no fue el rico sino el pobre Lázaro quien fue llevado al seno de Abraham.

      Mar. 10, “24  Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!” La expresión, “los que confían en las riquezas” no se encuentra en los manuscritos más primitivos y mejores; por eso, es omitida por Francisco Lacueva en el Nuevo Testamento Interlineal, como también por La Biblia de Las Américas y otras versiones. Varios comentaristas concuerdan que esta frase fue agregada por algún escribano. Aparte de la falta de evidencia textual, la expresión no tiene sentido, porque para “los que confían en las riquezas” no es simplemente difícil entrar en el reino, sino totalmente imposible, porque la confianza en las riquezas equivale al amor al dinero. 1 Tim. 6:9, 10.

      Es difícil que un rico entre en el reino porque tiene que humillarse como niño. También es difícil que entren en el reino los que tengan mucha educación académica (como también para los que se gloríen en su falta de educación), los que estén establecidos en su profesión (profesores, médicos, abogados), los políticos, los que estén comprometidos al calvinismo o al catolicismo u otro error religioso, y en fin todos. Es muy difícil que los que estén mal en su matrimonio (viviendo en adulterio) entren en el reino. “Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios!” ¿Por qué? La respuesta se encuentra en tales textos como Mat. 7:13, 14; 16:24; 19:9; Luc. 13:24; 14:26-33, etc.

      18: 25  Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, (la apertura más pequeña) que entrar un rico en el reino de Dios. – Algunos han querido suavizar esta enseñanza diciendo que había una puerta en Jerusalén llamada “el ojo de una aguja” y que para que un camello pasara por allá tendría que descargarse, pero esta idea está sin fundamento. Otros han sugerido que en lugar de kamelos (camello) la palabra debe ser kamilos (soga), pero este es otro esfuerzo sin mérito alguno. Pasar un camello por el ojo de una agua es, desde luego, literalmente imposible, pero este dicho es un proverbio que significa “muy difícil” y no completamente imposible. V. 24, ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!” Y luego el v. 27, “es posible para Dios”.

      18:26  Y los que oyeron esto dijeron: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?  27  El les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios. -- Porque ellos creían que la posesión de riquezas era prueba de estar aprobado por Dios. Nunca se imaginaban que podrían estorbar la salvación. La Biblia no condena la riqueza. Abraham y Job eran hombres muy ricos. Mateo mismo era rico, como también Zaqueo. Dios puede hacer lo que al hombre parece imposible (Gén. 18:14; Job 42:2; Luc. 1:37; Mar. 9:23). El problema no es la riqueza misma sino el uso correcto de ella (Luc. 16:1-13, 19-31). El peligro está en el amor al dinero, 1 Tim. 6:9, 10. Es difícil que el hombre se humille, pero el evangelio es el poder de Dios para salvación (Rom. 1:16; Jer. 23:29). Muchos hombres se han humillado bajo la mano poderosa de Dios.

      18:28  Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. – Los apóstoles hicieron lo que Jesús requería del joven rico. Tal vez el “todo” de los apóstoles (con la excepción de Mateo) no se pudiera comparar con las riquezas del joven príncipe, pero el todo de cualquiera es todo, y el dejar todo requiere la sumisión total a la voluntad del Señor. Innegablemente el sacrificio de los apóstoles era muy grande, y ¿qué les esperaba en el futuro ya que habían dejado su empleo? (Pedro dejó su oficio como pescador y dejó posesiones, pero no dejó a su esposa para seguir a Jesús como el clero romano afirma, 1 Cor. 9:5). Al decir esto Pedro no mostraba espíritu orgulloso (como el fariseo de los versículos 11, 12). No se jactaba de lo que había sacrificado. Simplemente hizo una afirmación de lo que habían hecho y Jesús no le reprendió, sino que les prometió grandes bendiciones.

      18:29  Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios,  30  que no haya de recibir mucho más en este tiempo, -- Entonces, según esto, el joven rico tomó una decisión muy equivocada, porque con todo el sacrificio que Jesús exigió él habría ganado “mucho más en este tiempo”  y en el siglo venidero la vida eterna. – Mar. 10:29, 30. La esperanza de la recompensa en el cielo es una motivación enseñada por Jesús mismo y no ha de ser menospreciada. Además, Jesús conocía a sus apóstoles y entendía que ellos no habían dejado todo con una actitud “comercial” de “comprar” la recompensa eterna. Por eso, les habla de verdaderas y ricas bendiciones que se reciben aun ahora en esta vida y luego después la vida eterna.

      Algunos maestros religiosos no se sienten cómodos con el concepto de recompensa. Están tan entregados a las doctrinas falsas del calvinismo acerca de la depravación total del hombre que no pueden aceptar que en realidad Dios le podría recompensar al hombre por su vida consagrada. Estos maestros enseñan que el hombre hereda una naturaleza corrupta de Adán, y que, por eso, es incapaz de hacer cualquier cosa buena y que cuando haga algo bueno, aun así todas “justicias (son) como trapo de inmundicia” (Isa. 64:6).

      Cuando los hombres se sienten obligados a torcer las Escrituras como lo hacen con este texto, no son dignos de predicar la Palabra de Dios. Isaías 64:6 no es ni el primo más remoto de lo que éstos enseñan. Léanse el texto y contexto. Isaías está diciendo que el pueblo no tenía justicia alguna, que habían caído en la apostasía, que eran inmundos. Ya no hacían la justicia que antes hacía. Isa. 1:21, “¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de justicia, en ella habitó la equidad; pero ahora, los homicidas”. Estuvo llena de justicia, pero ahora te has convertido en ramera, pero aun así, continuaban con sus actos religiosos. Isaías 64:6 enseña que toda la religión que practicaban y profesaban (oraciones, sacrificios, ofrendas, alabanzas) estaba mezclada con polución y, por eso, era falsa y hasta sucia como trapos de inmundicia (literalmente, los que la mujer usa durante su menstruación).

      Los maestros religiosos que aplican este texto a los actos de obediencia a Cristo y las buenas obras del cristiano en su obediencia a las enseñanzas de Cristo y los apóstoles o son profundamente ignorantes o voluntariamente maliciosos, insultando y difamando a los que obedecen la voluntad de Dios. ¡Y los tales profesan ser predicadores del bendito evangelio de Cristo!

      Desde luego, no habría recompensa celestial para personas cuya justicia fuera como trapos de inmundicia, pero acerca de la iglesia de Sardis Jesús dijo, “Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas” (Apoc. 3:4). ¿Puede haber personas dignas delante de Dios? Jesús dice que sí. Apocalipsis 19:7 dice, “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria; porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado.  8  Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. Las acciones justas de los santos no son trapos de inmundicia. Más bien, son lino fino, limpio y resplandeciente.

      ¿Quién tendrá razón? ¿Cristo o los calvinistas que dicen que todas nuestras buenas obras son como los trapos que la mujer usa durante su período menstrual?

 

Jesús anuncia su muerte por tercera vez

(Mat. 20:17-19; Mar. 10:32-34)

      18:31  Tomando Jesús a los doce, les dijo: He aquí subimos a Jerusalén, y se cumplirán todas las cosas escritas por los profetas acerca del Hijo del Hombre. (Salmo 22; Isa. 53; Zac. 11; 12:10). Los apóstoles deberían entender que el sufrimiento y muerte de Jesús era parte del plan divino anunciado por los profetas. Por eso, no deberían tropezar. Véanse también Luc. 24:25-27; 44.47; Hech. 3:18, 24; 8:32-35; 13:27; 26:22.

      18:32  Pues será entregado a los gentiles, y será escarnecido, y afrentado, y escupido.  33  Y después que le hayan azotado, le matarán; mas al tercer día resucitará. – Al anunciar su sufrimiento y muerte, también anunció su resurrección (Mat. 16:21; Luc. 9:22). Después de la cruz viene la corona. Lucas dice “al tercer día”; Mar. 10:34 dice, “después de tres días”. Para los judíos fue lo mismo. Véase Mat. 27:63, 64, las dos expresiones se usan en el mismo texto como equivalentes.

      18:34  Pero ellos nada comprendieron de estas cosas, y esta palabra les era encubierta, y no entendían lo que se les decía. – Repetidas veces Jesús les explicaba lo que le iba a suceder en Jerusalén, pero los doce no le entendían porque tenían sus propios pensamientos acerca de eventos venideros. Tenían sus creencias y esperanzas bien arraigadas.  Para ellos sería imposible que el Mesías sufriera (Mat. 16:21-23). Es muy difícil entender lo que no queremos entender. Luc. 9:44, “Haced que estas palabras penetren en vuestros oídos, porque el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los hombres. 45 Pero ellos no entendían estas palabras, y les estaban veladas para que no las comprendieran; y temían preguntarle acerca de ellas” (véase notas sobre este texto, 9:44, 45). Las palabras eran sencillas. Jesús no usó lenguaje técnico. Al decir esto no usó lenguaje figurado. Les habló de la manera más explícita, pero al escucharle pensaban que de alguna manera sus palabras tenían que armonizar con las creencias y esperanzas de ellos con respecto a un reino terrenal y un futuro glorioso para ellos aquí en la tierra.

      Existe el mismísimo problema ahora con los que creen que cuando Cristo venga establecerá un reino terrenal para reinar mil años sobre su trono en Jerusalén. Hay muchos textos claros que refutan este sueño dorado de ellos, pero les están “veladas” para que no les puedan comprender. Son cegados por sus propias creencias y esperanzas. Los “testigos” contra Jehová van de casa en casa proclamando todos los deleites que se van a gozar en esta tierra “renovada”, ya convertida en otro huerto de Edén.

      Nosotros leemos estos textos y pensamos que si nosotros hubiéramos estado con Jesús como los apóstoles, habríamos entendido perfectamente lo que El decía, pero estamos viendo los eventos ya que son historia. Tenemos visión retrospectiva, pero ellos no. ¿Estamos del todo seguros que habríamos entendidos estas palabras de Jesús?

 

Un ciego de Jericó recibe la vista

(Mat. 20:29-34; Mar. 10:46-52)

      18:35  Aconteció que acercándose Jesús a Jericó, un ciego estaba sentado junto al camino mendigando;  36  y al oír a la multitud que pasaba, preguntó qué era aquello. – Era ciego pero no sordo. Aprovechó la facultad que tenía. Recuérdese que la fe viene por el oír (Rom. 10:17).

      18:37  Y le dijeron que pasaba Jesús nazareno. – En ese momento “pasaba Jesús”. Era el momento de todos momentos para este ciego, la oportunidad de oportunidades. No dijo, “Hay mucha gente ahora; tal vez en otra ocasión no habrá tanta multitud; tal vez El pasará por aquí otro día”.

      18:38  Entonces dio voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!  39  Y los que iban delante le reprendían para que callase; pero él clamaba mucho más: -- Como el amigo que pidió pan a medianoche, y la viuda que insistió en que el juez le diera justicia, y la mujer cananea, este ciego no sería intimidado por nadie. Entre más le querían acallar, más fuerte clamaba. Estaba resuelto y no iba a callar. ¡Qué buen ejemplo para toda persona que se anime a acercarse a Jesús! No deben dejar que parientes o “amigos” les desvíen o impidan. Debe estar resueltos a obtener la salvación que Cristo ofrece a todos.

      -- ¡Hijo de David, (nombre favorito que los judíos dieron al Mesías)  ten misericordia de mí! – ¡Qué tremendo ejemplo para personas que no aprovechan la presencia de Jesús! Para este pobre ciego era “ahora o nunca”. No tenía garantía de otra oportunidad igual, y todos los que descuidan la salvación que Jesús ofrece están en la misma situación. No saben que habrá otra oportunidad. Bien puede ser “ahora o nunca”. Nada ni nadie podría detener o acallar a este hombre tan necesitado, pero su necesidad no era tan grande como la necesidad de los millones que viven en la ceguera espiritual.

      18:40  Jesús entonces, deteniéndose, mandó traerle a su presencia; y cuando llegó, le preguntó,  41  diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Y él dijo: Señor, que reciba la vista. – Sabía que era ciego. Muchos ciegos no quieren admitir que son ciegos (Jn. 9:40, 41; Apoc. 3:19).

      18:42  Jesús le dijo: Recíbela, tu fe te ha salvado. – Este ciego tenía fe en Cristo, pero millones de personas con buenos ojos no creen. Este ciego creía en Cristo y creía que El podía contestar su oración. La palabra griega, sozo, se traduce tanto “salvar” como “sanar”, los traductores la traducen de las dos maneras según el pensamiento de ellos. Bien podría ser las dos cosas, que su fe le sanó y le salvó porque al decir “Hijo de David” estaba confesando a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.

      18:43  Y luego vio, (ya podía ver a Jesús, el “Hijo de David”, con sus propios ojos) y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios. – El ánimo de este hombre era contagioso. Otros seguían su ejemplo en glorificar a Dios por su misericordia.

      Pero piense por un momento sobre lo serio de la decisión que tomó este hombre que era ciego. Si no hubiera aprovechado esa oportunidad, ¿cómo habría quedado? ¡Ciego y mendigando al lado del camino! Y esta es precisamente la condición de millones que no aprovechan la oportunidad de recibir la vista de Jesús. Allí están, sentados al lado del camino, pensando, “Sin duda Jesús pasará por aquí otra vez un día de estos”.

 

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