IV. Según la Biblia, Dios ha fracasado a vuelta de cada esquina.
A. Puso a la primera pareja en un lugar ideal para que le sirviera. Sin embargo, tan pronto escucharon otra voz, la de Satanás, Adán y Eva la siguieron, abandonando a Dios. Se perdió toda esperanza de un estado perfecto aquí en la tierra; el huerto del Edén fue borrado de la faz de la tierra. El mundo se corrompió.
El autor ahora presenta tres ilustraciones de su afirmación blasfema. Sigue con su táctica favorita, la de echar toda la culpa y la responsabilidad a Dios. En su primera (A) ilustración, tiene a Dios fracasando. No, no fue Dios, sino el hombre quien fracasó. ¿En qué fracasó Dios? ¿Nos dirá el autor? El implica que Dios intentó crear algo (¿al hombre?) incapaz de errar, pero fracasó, porque el hombre erró. ¿De dónde supo él eso? ¡No de la Biblia!
B. Al ver tanta maldad, Dios se propuso a terminar con el hombre existente, y empezar, como quien dice, de nuevo.
Esta declaración es falsa. ¿Dónde en la Biblia dice Dios tal cosa? ¿Quién es el autor para que aceptemos sus acepciones sin prueba? No fue cuestión de acabar con la existencia del hombre y luego hacer otra creación de él, sino de destruir a los pecadores.
Acabó con todo por medio de un diluvio, salvando únicamente un pequeño núcleo para volver a empezar en un mundo limpio, libre de corrupción. Volvió a fracasar porque, comenzando con Noé, los nuevos habitantes pronto se entregaron a la maldad.
Cada vez que el hombre fracasa, el modernista echa a Dios la culpa. Este es el patrón que todo modernista sigue. Espera así deshacerse de toda responsabilidad delante de Dios. Otra vez el autor representa mal a Dios, dejando la impresión de que Dios intentaba hacer hombres incapaces de pecar, y ya que éstos también pecaron, concluye que Dios fracasó.
Lo que él ignora por completo es el esquema de la redención del hombre. La redención eterna del hombre es el tema de la Biblia. El no comprende de qué se trata la Biblia, y por eso no puede creer que es libro inspirado.
El evangelio es el plan de Dios concebido en Su mente desde antes de la fundación del mundo. Dios sabía que se sacrificaría al despojarse de Su propio Hijo (1 Ped. 1:20; Apoc. 13:8). Sí, Dios anticipó la caída del hombre, pero lo que es de más importancia es que también anticipó su regeneración, como producto acabado.
El autor habla mucho de la debilidad del hombre. Este no es el punto. A pesar de la debilidad del hombre, referente a la tentación, alcanza la fuerza necesaria en Cristo, y puede estar en pie (Efes. 6:10-20; Fil. 4:13; Rom. 14:4). El evangelio regenera a hombres débiles y los hace progresivamente más y más fuertes. Esto el incrédulo rehusa ver. Si uno o si diez millones rehusan esta fuerza que Dios les ofrece en Cristo, no se quita nada del amor y de la sabiduría de Dios; nada más siguen en sus rebeliones. Dios nunca se propuso crear algo incapaz de pecar, y por eso nunca ha fracasado. Sí creó al hombre, y el hombre dejado a sí mismo es débil y peca de continuo. Pero Dios, quien nos ama sin discriminación, ha hecho posible el rescate del pecado de todo hombre en el mundo, sin excepción alguna. Los que acepten Su salvación serán salvos eternamente. Ahora, ¿en qué ha fracasado Dios?
El autor pone palabras en la boca de Dios. Si uno quiere saber cuál plan tenía y tiene Dios para el hombre, puede irse a la Palabra de Dios y Dios mismo se lo revelará. "Quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad". Dios no quiere "que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento". "Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente". (1 Tim. 2:4; 2 Ped. 3:9; Apoc. 22:17). Estos y otros muchos pasajes bíblicos hablan explícitamente de la voluntad de Dios para con Sus criaturas.
Dios no salvó "únicamente un pequeño núcleo" en el tiempo del diluvio; ¡salvó a todos los que quisieron ser salvos! Noé les había predicado por largo tiempo (2 Ped. 2:5; Gén. 6:3), pero eran impíos que no quisieron nada del amor salvador de Dios. Si el hombre se pierde, ¡no es culpa de Dios! ¡Cómo quiere el modernista inculpar a Dios para no admitir él nada de culpa en su impiedad!
Los que pelean contra el plan de Dios en el evangelio, el cual es la potencia de Dios para salvación a todo creyente (Rom. 1:16), tienen que sufrir las consecuencias de su propia necedad. El castigo eterno es tan razonable y consecuente como la dicha eterna, ya que el hombre ha sido creado con libre voluntad y que Dios en Su gran amor ha hecho posible para todos Su salvación eterna.
El autor ha hecho hincapié en el punto de haber Dios creado al hombre para Su propio placer. Pero en esto ignora por completo el hecho de Dios ha hecho mucho para el placer y la dicha del hombre. En este mismo momento el incrédulo está recibiendo la vida, el resuello, las sazones, y otras numerosas bendiciones de Dios para el bien del hombre mismo (Hech. 14:17; 17:25-28; Mat. 6:25-34; Dan. 5:23). Además de esto, en la eternidad una gran multitud de gente, de todas las naciones, gozará de dicha inefable en el cielo. ¿Es todo esto para la satisfacción de Dios solamente?
El autor se hunde en sus imaginadas inconsecuencias y contradicciones bíblicas, y rehusa ver el verdadero diseño de la Biblia, la cual nos dice que Dios ha hecho provisión para toda necesidad y todo anhelo del hombre.
C. Dios entonces se propuso aislar a un grupo que le fuera fiel. Escogió a Abraham como base. Formó la nación hebrea. Le dio leyes para disciplinarla y mantenerla apartada de las demás naciones y de la corrupción. Tampoco este plan tuvo éxito. Israel violó incansablemente las leyes de Dios. Se dividió, se hizo la guerra entre sí, y finalmente fue derrotado.
Dios entonces, decidió quitarle el reino a Israel y dárselo a otro pueblo que fuera digno de él (Mateo 21:43). Estableció su iglesia. Le dio leyes para mantenerla limpia, pura; libre de las doctrinas y prácticas perversas. Pero apenas existió unos 20 años cuando empezó el desorden. Congregación tras congregación fue contaminada hasta que la iglesia se apostató, abandonando nombre, doctrina, organización, práctica y misión.
La historia revela conclusivamente que todo intento de Dios a tener un grupo fiel, a pesar de las medidas que se tomó, fracasó rotundamente. Y uno se pregunta, si Dios sabía de antemano (recordemos que Dios todo lo sabe) que fracasaría vez tras vez, ¿para qué dar estos pasos? ¿Para qué experimentar tanto?
Esta tercera ilustración de su premisa tampoco la ilustra. Nótese que el autor deja la impresión de que la formación de la nación judaica era para que existiera un grupo de fieles que no se le apartaría. (¿Citó algún pasaje bíblico para respaldar su aserción? ¡No!) Deja la impresión de que la formación de la nación hebrea era un fin en sí. Ahora que dicha nación pecó y se apartó de Dios, se concluye que ¡Dios fracasó! Tal cuadro no es nada bíblico. Ya que el autor por muchos años enseñaba la Biblia con fe, es difícil comprender por qué representaría tan mal a la Biblia.
La formación de la nación hebrea fue parte del plan de Dios concebido en Su mente desde antes de la fundación del mundo (Efes. 3:10, 11; Rom. 16:25, 26). Aun en el Huerto de Edén Dios dio la promesa de salvación para el hombre pecador (Gén. 3:15). Según este plan y promesa, era necesario que el Mesías naciera de alguna nación preparada y diseñada por Dios (Gén. 12:2, 3; 22:18; Gál. 3:8, 16; Hech. 3:25). Los profetas profetizaban acerca de ello (Gén. 49:10, Isa. 2:1-3; Miq. 4:1-5). Aun Dios por Su profeta Moisés advertía de cómo los muchos de dicha nación se apartarían de El (Deut. 28-32).
El plan de Dios no fracasó. Es absurdo implicar que Dios planeó para que todo descendiente de Abraham le fuera fiel, sin excepción alguna. Dios nunca esperaba tal cosa, pero sí sabía que siempre habría un remanente fiel. Léase Rom. 9:6-9 y se verá que el autor implica la misma conclusión falsa que sugerían los judíos incrédulos del tiempo de Pablo. (Este es el problema del autor, como también lo era de aquellos; o sea, la incredulidad). Nuestra respuesta al autor es la misma que presentó el apóstol Pablo. ¡El plan de Dios fue un éxito rotundo, y la existencia de la iglesia hoy en día es la prueba de ello!
La iglesia es la culminación de todo el plan eterno de Dios (Efes. 1:10, 22, 23; 2:10; 3:8-12). Este plan fue perfecto, exhibiendo la multiforme sabiduría de Dios y las riquezas inescrutables de El. Uno tiene que ignorar docenas de pasajes bíblicos para afirmar que Su plan fracasó. El tema de victoria, y no de fracaso, brota de repetidos pasajes de la Biblia, y ése es el tema principal del último libro de ella. Nunca dijo Dios que cada uno de Su pueblo sería fiel hasta el fin. Al contrario dijo: "muchos son llamados, mas pocos escogidos" (Mat. 20:16). El autor sencillamente representa mal a los hechos del caso, sean lo que sean sus motivos para hacerlo. Según el autor, Dios sí fracasó muchas veces; pero según la Biblia Su plan eterno se llevó a cabo según fue planeado desde la eternidad, y Dios se ríe de Sus contrincantes. ¡Le conviene mucho al autor contemplar con cuidado el segundo Salmo!
¿Apostató la iglesia? Dice el autor que sí, pero la Biblia no lo dice. ¿Se ha convertido él en mormón (pues así afirman ellos respecto a la iglesia)? Sí, vino una apostasía, ¡la que Dios mismo predijo! (Hech. 20:29, 30; 2 Tes. 2:3; 1 Tim. 4:1; 2 Tim. 4:3, 4). Pero no apostató la iglesia; "algunos" apostataron. Cristo es la Cabeza de Su iglesia; tiene un cuerpo, un reino, un rebaño. Es compuesta Su iglesia de hombres de todas las naciones y épocas (Apoc. 5:9, 10; 7:9; 21:24; Mat. 8:11). Los va a salvar eternamente (Efes. 5:25). El autor ignora por completo la verdad declarada en Rom. 11:5.
Dice que "la historia revela..." Preguntamos, ¿cuál historia? Una historia fiel a los hechos del caso no revela cosa semejante. El autor revela su ignorancia abismal del plan de Dios y de Su iglesia, "la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo" (Efes. 1:23).
Repetidamente vemos al autor acusando a Dios de los fracasos de los hombres. Así ha hecho el hombre desde el principio, pues quiere deshacerse de toda responsabilidad por medio de pasar la culpa a otros (Gén. 3:12, 13). El hombre se contenta al engañarse a sí mismo, pero Dios no puede ser burlado (Gál. 6:7).
No, nuestro hermano caído, Dios no ha experimentado. Dios, que hizo al hombre a Su propia imagen, y que sabía que usaría su facultad de libre voluntad para pecar y caer bajo condenación, concibió el Gran Plan de Redención en Cristo Jesús para rescatarle (1 Ped. 1:18-25). ¡Llevó Su plan a cabo con toda perfección! Su iglesia es ese pueblo redimido.
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