Distinguir entre "la fe" y la opinión al explicar textos controversiales.

 

I. Introducción.

 

    A. En este tratado examinamos brevemente algunos textos sobre los cuales ha habido controversia entre hermanos. Esto se hace no solamente con el propósito de estudiar los textos, sino también para promover más humildad y más tolerancia entre hermanos. Se enfatiza repetidas veces en este estudio que ahora no hay hermanos inspirados y que, por lo tanto, no hay hermano alguno que pueda servir a la hermandad como intér­prete infalible. Al estudiar los textos difíciles (2 Ped. 3:16) y controversiales, se requiere humildad. "No seáis sabios en vuestra propia opinión" (Rom. 12:16). Otros hermanos fieles y consagrados han estudiado estos mismos textos y sus conclu­siones merecen el estudio cuidadoso.

 

    B. Recuérdese que "la fe" (Gál. 1:23; 3:25; Judas 3) se revela de las siguientes maneras: (1) por medio de una declaración ex­plícita (algo revelado en tantas y cuantas palabras); (2) por medio de una declaración implícita; es decir, la Biblia revela al­guna verdad por implicación de la cual se saca la inferencia necesaria; (3) por medio de algún mandamiento que clara y ob­viamente es para los santos de todo lugar, hasta el fin del mundo; (4) por medio de un ejemplo que clara y obviamente es para los santos de todo lugar, hasta el fin del mundo.

        1. La enseñanza entregada por Dios al hombre de alguna de estas maneras debe ser creída y aceptada por todos porque es la verdad de Dios y, desde luego, afecta la comunión. No podemos tener comunión con las personas que no aceptan la voluntad de Dios.

        2. Sin embargo, si no estamos plenamente persuadidos de que cierta creencia con respecto a cierto tema o texto contro­versial es enseñada por la Biblia de esta manera (por declaración explícita o implícita, o por mandamiento, o por ejemplo aprobado), y si no estamos dispuestos a afirmar que tal creencia o práctica es cuestión que afecta la comunión (por ejemplo, como el bautismo, partir el pan cada domingo, no usar instrumentos de música, etc.), entonces debe clasificarse como opinión y no debe afectar la comunión, y no se debe menospreciar o juzgar el uno al otro, etc.

        3. Si se afirma que alguna cuestión (creencia o práctica) sí afecta la comunión, entonces tómese en cuenta que esto sig­nifica división (desde luego, si no hay comunión, hay división). Todo hermano debe clasificar sus creencias de esta manera: ¿se incluye tal o cual creencia en "la fe" o se debe clasificar como opinión? Si se clasifica alguna creencia como parte de la fe (al igual que el bautismo, la cena, la ofrenda, la autonomía de cada iglesia, etc.), entonces esa creencia necesariamente resultará en división si algunos no la aceptan.

 

    C. Para ilustrar este punto, considérese lo serio de la cuestión del divorcio y segundas nupcias. Algunos suponen que las dife­rentes creencias con respecto a este tema son opiniones y que no deben afectar la comunión, pero la enseñanza de que el for­nicario repudiado queda libre para volverse a casar no es una opinión, sino que es el rechazamiento de la enseñanza de Mat. 5:32; 19:9. Otra creencia semejante es que los del mundo no son responsables ante la ley de Cristo, que los que se divorcian y vuelven a casarse antes del bautismo se pueden bautizar y quedarse con su segundo cónyuge. La consecuencia de estas doctrinas falsas es que todos los divorciados pueden volverse a casar. Tales enseñanzas no se pueden clasificar como opiniones, porque son perver­siones de la ley de Cristo, y los que enseñan tales errores son falsos maestros. (No puede haber comunión con falsos maestros, Rom. 16:17).

 

    D. Pero algunos enseñan que el matrimonio mixto se prohíbe. ¿Es opinión o es como el bautismo y la cena que son enseñan­zas integrales de "la fe"? Si no es una opinión, entonces sí afecta la comunión y resulta en división. Es necesario que se examine toda creencia (y práctica) para clasificarla como una doctrina que se incluye en "la fe" o como opinión. El error divide; por lo tanto, si alguna enseñanza o práctica es de "la fe", los que no la aceptan están errados y no puede haber comunión con ellos e ineludiblemente habrá división.    No conviene dejar cuestión alguna en "limbo" (en duda en cuanto a su clasificación como opinión o parte integral de la fe). Conviene que toda creencia y práctica se clasifique: ¿es de "la fe" o es opinión? Si es de "la fe", tiene que enseñarse y defenderse a toda costa aunque el resul­tado sea división. Si no es de "la fe" y es solamente una opinión, entonces no debe causar división. Obviamente muchos her­manos no quieren clasificar sus creencias y prácticas. No quieren la división, pero persisten en enseñar sus opiniones como si fueran de "la fe" y el resultado es la desavenencia en la iglesia. Por causa de algunas cuestiones no bien definidas, existe una especie de "mediacomunión" entre hermanos. (No se reciben bien, hay murmuración contra ellos, se consideran "liberales", etcétera). Se puede decir que tales personas no se reciben como hermanos en el sentido bíblico, sino más o menos como "hermanastros", porque no hay plena comunión entre ellos. Existen desacuerdos pero no quieren apartarse formalmente los unos de los otros. El caso es como el de las naciones que pelean todo el tiempo sin "declarar estado de guerra". El Nuevo Testamento no habla de "mediacomunión".

 

II. Algunos textos controversiales.

   

    Mat. 5:33-37. Jesús no prohíbe que el cristiano testifique bajo juramento ante el juez civil; lo que prohíbe es jurar a la ligera. Si la conciencia de algún hermano no le permite dar tes­timonio bajo juramento ante el juez civil, no debe violar su con­ciencia, y nadie debe menospreciarle por esta causa, pero tal hermano no debe prohibir que otros lo hagan. La opinión o escrúpulo de tal hermano no es de "la fe". Debe haber respeto mutuo entre hermanos con respecto a tales cuestiones de opinión.

 

    Mat. 5:39, 40. Desde luego, el cristiano debe imitar a Jesús, sufriendo persecuciones de toda clase por causa de la justicia, pero este texto no enseña que el cristiano no puede defender su vida y la de su familia, sino que Cristo condena el espíritu vengativo, el rencor y el odio. Este texto -- y todo texto -- debe estudiarse a la luz del contexto. Sin embargo, si algún hermano cree que no debe defender su vida ni la de su familia, no debe violar su conciencia, y otros no deben menospreciarle, pero éste no debe juzgar a sus hermanos que no están de acuerdo con el.

 

    Mat. 6:16-18. Este texto no enseña que los discípulos de Cristo debieran ayunar, sino que regula una práctica común entre los judíos. Sin embargo, si algún miembro de la iglesia cree que debe ayunar como acto de devoción al Señor, no debe violar su conciencia y si los hermanos se dan cuenta de ello, no deben menos­preciarle, pero no conviene que se imponga esta práctica como ley en la iglesia. No es parte de "la fe", sino una opinión.

 

    Mat. 19:9. El que repudia a su mujer no por causa de forni­cación y se casa con otra adultera, pero el que repudia a su cónyuge por causa de fornicación y se casa otra vez no peca. Sin embargo, si algún hermano repudia a su mujer por causa de la fornicación y su conciencia prohíbe que se case otra vez, es cosa de él. Los hermanos no deben menospreciarle por su creencia, pero tampoco debe juzgar a los que no están de acuerdo con él. (Advertencia: algunos hermanos creen que el fornicario repu­diado puede volverse a casar y cuando denunciamos este error, nos dicen que es cuestión de opinión. En esto están muy equi­vocados, porque tal doctrina permite que todos los divorciados se vuelvan a casar.)

 

    Mat. 26:26-28. Al dar gracias por el pan y la copa Jesús dice "esto es" mi cuerpo y mi sangre, usando una metáfora (el sen­tido de una cosa es transferida a otra) que quiere decir, "esto representa". Sin embargo, si algún hermano no entiende esto y al dar gracias por el pan y la copa, su conciencia le prohíbe que diga "representa" o "simboliza", entonces que use las palabras del texto; en esto no hay problema, pero no debe insistir en que otros hermanos hagan lo mismo. La conciencia de tal hermano debe tomarse en cuenta, pero ésta no debe ser la regla para otros.

 

    Hech. 20:7. Muchas iglesias se reúnen el domingo por la mañana y participan de la cena del Señor pero se reúnen otra vez en la tarde y hermanos que no pudieron asistir por la mañana participan de la cena en el segundo servicio. Algunos hermanos se oponen a esta práctica, pero su objeción es una opinión, porque los que participan en la tarde lo hacen el primer día de la semana en la asamblea como este texto en­seña, y lo hacen de acuerdo al propósito explicado en 1 Cor. 11:23-27. Por lo tanto, si algún hermano no cree que debe tomar la cena en una segunda reunión de la iglesia, entonces sin faltar debe estar presente en la primera para no violar su con­ciencia, pero no debe juzgar al hermano que con buena con­ciencia sí puede participar en la tarde.

 

    Hech. 20:36. Este texto y otros hablan de orar de rodillas. Desde luego, esta postura es aceptable ante los ojos de Dios, pero otros textos hablan de otras posturas. Mar. 11:25 dice, "Y cuando estéis de pie orando" (La Biblia de las Américas, mar­gen). Así es la traducción literal del griego. Sin embargo, si al­gún hermano cree que siempre debe orar de rodillas, debe ha­cerlo para no violar su conciencia, y los otros hermanos no deben menospreciarle cuando lo hace, pero tampoco debe éste juzgar a los demás que no creen que el orar de rodillas es la única postura aceptable en la oración.

 

    Rom. 13:1-7. Este texto explica el papel del gobierno en cuanto a castigar a los que hacen lo malo, pero no dice nada acerca de la participación de cristianos en tal obra. Algunos hermanos creen que el cristiano no debe ser soldado ni policía y los que creen así no deben violar su conciencia. Tales hermanos no deben ser menospreciados, pero en turno éstos no deben juzgar a los que no están de acuerdo con ellos. No conviene que se imponga esta prohibición sobre otros.

 

    Rom. 15:20. Algunos hermanos citan este texto para enseñar que el evangelista no debe trabajar con una congregación como "predicador de planta". Pablo estuvo en Corinto por un año y seis meses (Hech. 18:11) y estuvo en Efeso por tres años (Hech. 20:31); 1 Cor. 3:6 indica que Apolos, un evangelista de mucho talento (Hech. 18:24, 25) trabajó con la iglesia de Corinto (es decir, Pablo la estableció y luego Apolos trabajó con esa iglesia ya establecida). 1 Tim. 4:6, "Si esto enseñas a los hermanos, serás buen ministro de Jesucristo". Así es que muchos textos au­torizan la obra del predicador "de planta". Sin embargo, si algún hermano no quiere ser "predicador de planta", es cosa de él. Muchísimos hermanos que predican trabajan en lo secular para sostenerse (Hech. 18:3) y tal vez algunos lo hacen porque así dicta su conciencia. Además, si alguna congregación no quiere tener "predicador de planta", es cosa de ella (muchísimas igle­sias no tienen "predicador local" o "predicador de planta"). Pero no se debe imponer alguna ley al respecto sobre otros.

 

    Romanos 16:17, "Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos".

 

        A. Lo que Pablo dice aquí es de aplicación general. Los cristianos de todo lugar deben practicar la disciplina enseñada aquí, porque si alguien causa división y tropiezo en alguna con­gregación, lo puede hacer en otras. Por eso todos debemos "fijarnos" en el tal, es decir, éste debe ser "señalado" (2 Tes. 3:14) (identificado) porque puede hacer daños en muchas partes.

 

        B. ¿Apartarnos de quiénes? La cuestión importante es de quiénes debemos apartarnos. Habla Pablo de los "que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido". ¿Qué doctrina aprendieron? La de Cristo. Pablo condena pues la falsa doctrina. No habla de hermanos sinceros que no están de acuerdo en cuanto a la aplicación indi­vidual de Mat. 5:33-37; Rom. 13:1-7; 1 Tim. 2:9; 1 Cor. 11:5,14; 2 Cor. 6:14, etc., sino de los que en realidad "no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres" (ver. 18). No habla de cuestiones de opinión que no deben afectar la comunión.

 

        C. Si algún hermano enseñara falsa doctrina con respecto a los mencionados textos, entonces Rom. 16:17 sería aplicable. Por ejemplo: Mat. 5:33-37, si algún hermano enseñara que está bien jurar a la ligera; Rom. 13:1-7, si se enseñara que no te­nemos que estar sujetos al gobierno y que no tenemos que pa­gar los impuestos; 1 Tim. 2:9, si alguien dijera que la mujer no tiene que ser modesta o ataviarse de ropa decorosa; 1 Cor. 11:5, que la mujer no tiene que estar sujeta al hombre; 1 Cor. 11:14, que la mujer puede cortarse el cabello al estilo mas­culino; 2 Cor. 6:14, que está bien tener comunión con la idola­tría; desde luego, en tales casos sería necesario apartarnos de los falsos maestros.

 

        D. Es necesario estudiar con mucho cuidado los textos que enseñan la disciplina: Rom. 16:16,17; 1 Cor. 5; 2 Tes. 3; Tito 3:10; Mat. 18:15-18. Este último trata acerca de ofensas personales. 1 Cor. 5 presenta el caso de un fornicario; 2 Tes. 3 habla del caso de los ociosos; Tito 3:10 es semejante a Rom. 16:17.

           1. Al apartarnos de algún hermano o de varios her­manos, debemos apegarnos estrictamente a esta enseñanza bíblica. No decimos que la fornicación o la ociosidad son los únicos o los más grandes pecados que nos obligan a apartarnos de los ofensores, sino que estos textos ilustran la gravedad del acto de apartarnos de algún hermano en Cristo. Debe ser por causa de pecado, por una violación de la doctrina de Cristo.

           2. Debe ser por la violación evidente de la voluntad de Dios revelada por (1) una declaración explícita; o (2) por una declaración implícita; o (3) por un mandamiento que sin lugar a dudas es para nosotros; o (4) por un ejemplo que sin lugar a du­das es un ejemplo que debemos imitar. Cristo nos da la en­señanza, la doctrina, que tiene que servir como la norma que seguir y como la frontera de la comunión entre hermanos. La doctrina de Cristo es aquella cerca o frontera, y "Cualquiera que se extravía, y no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios" (2 Jn. 9). Si nos apartamos de algún hermano, debe ser por esta causa.

           3. Pero no debe servir como norma o frontera de co­munión toda explicación de textos difíciles por todo hermano conservador y "estricto". No debe servir como norma o frontera de comunión toda aplicación de los textos que son de aplicación individual, hecha por todo hermano conservador y exigente. No dice Pablo, "que os fijéis en los que no están de acuerdo con ustedes en las cuestiones de opinión, y que os apartéis de ellos". Algún hermano no es infiel a Dios simplemente porque no se conforma a todas las opiniones enseñadas en la congregación. El apartarnos de otros cristianos es un acto sumamente solemne; es un paso que no debe tomarse con ligereza. En este acto se entrega algún hermano a Satanás (1 Cor. 5:5).

 

        E. La división de la iglesia. La división general resulta a veces de un desacuerdo que existe en cierta congregación; es decir, la división en un lugar determinado promueve la división en otros. Sucede esto porque hermanos y familiares se visitan entre sí. Además hermanos sinceros e insinceros se involucran, los primeros para ayudar y buscar la reconciliación, y los demás para dar más fuerza al partido que favorecen. También sucede a veces que alguna familia se muda al lugar donde existe una división, y tiene que hacer una decisión con respecto a su mem­bresía. El asunto es muy complicado para los miembros nuevos, los visitantes y los hermanos de otros lugares que por varias ra­zones tienen contacto con los hermanos divididos. Los predi­cadores que son invitados por uno de los grupos para que tra­bajen con ellos (por ejemplo, en una serie de conferencias) tendrán que involucrarse o simplemente rechazar la invitación y no tener comunión con nadie. ¿Cuál de los dos grupos tendrá la razón? ¿Cuál será la iglesia verdadera y cuál será la facción? o ¿estarán mal los dos grupos? El problema en un dado lugar causa problemas en otros lugares. Las consecuencias de la di­visión son amargas y extensas. Por lo tanto, debemos reconocer la gran necesidad de usar correctamente la Palabra, de inter­pretar y aplicar todo texto con mucho cuidado, y de promover la paz y armonía entre hermanos. Sobre todo, debemos com­batir la carnalidad.

 

    1 Cor. 11:5. Pablo enseña en el ver. 3 que la mujer debe estar sujeta al hombre y, por eso, requería que la mujer que orara o profetizara se cubriera con velo como señal de autoridad porque ésta hizo la misma cosa que el varón (ver. 4). La suje­ción de la mujer no es cuestión de opinión (1 Tim. 2:11, 12), sino enseñanza de "la fe", pero algunos creen que en la actuali­dad, aunque la mujer no hace lo que el hombre hace en la iglesia, debe cubrir la cabeza cuando ora en silencio. Tal convicción debe ser respetada y no menospreciada, pero los que creen en el velo no deben juzgar a la hermana que no se cubre. No es cuestión de reglamento para la iglesia, sino cuestión de la conciencia de cada hermana.

 

    1 Cor. 11:14. Lo que Pablo afirma en este texto es otro ar­gumento para probar que la mujer que orara o profetizara de­bería cubrirse. El cabello largo es una ilustración del velo (ver. 15) y hace distinción entre la mujer y el hombre. La distinción entre la mujer y el hombre no es opinión sino enseñanza de "la fe" (por eso, el cabello de la mujer debe ser femenino y el cabello del hombre debe ser masculino). Pero algunas her­manas creen que este texto enseña que la mujer no debe tocar su cabello con tijera. Desde luego, las hermanas que creen así no deben violar su conciencia, y otros deben respetarla y no criticarla, pero al mismo tiempo, tales hermanas no deben con­denar a sus hermanas que no están de acuerdo con esa opinión. La mujer que corta el cabello según el estilo masculino viola el texto porque obviamente Pablo presenta contraste entre la mujer y el hombre.

 

    1 Cor. 14:33-35. Si alguna hermana cree que este texto pro­híbe la participación de las mujeres en una clase bíblica com­puesta de hombres y mujeres, entonces no debe participar. Los demás deben respetar la conciencia de tal hermana, pero ella no debe juzgar a las hermanas que sí participan. (La palabra "hablar" en este capítulo -- vers. 19, 23, 29, 34 -- significa hablar en público, pronunciar un discurso, ver. 23, "si toda la iglesia se reúne". 1 Cor. 14 no trata acerca de una clase informal).

 

    2 Cor. 6:14. En este texto Pablo prohíbe la comunión con las prácticas de la idolatría (es paralelo con Efes. 5:11). No trata acerca del matrimonio mixto. Dice en el ver. 17, "salid ... apartaos", pero dice en 1 Cor. 7:12, 13, "Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con él, no la abandone". Desde luego, Pablo no contradice en la segunda carta lo que enseña en la primera. Pero algunos hermanos creen que este texto prohíbe el matrimonio mixto. Si la conciencia de algún hermano no le permite casarse con incrédulo, no debe violarla y los otros no deben menospreciarlo, pero esta creencia es opinión y no parte de "la fe", y no conviene que se imponga sobre la iglesia como ley. El matrimonio es para evitar la fornicación (1 Cor. 7:2-9) y no debe prohibirse a menos que sea una relación adúltera (Mat. 5:32; 19:9; Rom. 7:2, 3; 1 Tim. 4:3; Heb. 13:4).

 

    1 Tim. 2:9,10; 1 Ped. 3;3, 4. Estos textos enseñan la necesi­dad de la belleza interna, la modestia y el pudor, y condenan la extravagancia. La modestia es un mandamiento del Señor y no es opinión; toda mujer debe ser modesta. Lamentablemente hay hermanas que son culpables de la extravagancia en el atavío. Gastan mucho dinero comprando ropa, zapatos, joyería, perfumes y el atavío en general. (Desde luego, muchos hermanos son tan culpables como las hermanas, porque les gustan botas carísimas, anillos, etc.). Hay hermanas que llevan ropa indecente. Mucha ropa mo­derna (sea vestido, falda y blusa, o pantalón) cae bajo la condenación de estos textos. Toda ropa muy ajustada al cuerpo (sea vestido, falda y blusa o pan­talón) es ropa deshonesta y condenable. Faldas cortas o abiertas, shorts, vestidos que no cubren los pechos, ropa transpa­rente, etc. son vestimentas pecaminosas. Pero hay hermanas que creen que estos textos prohíben que la mujer use el maquillaje, el pantalón de cualquier clase aun para trabajar, la joyería, etc. Tales hermanas no deben violar su conciencia y no deben ser menospreciadas, pero éstas no deben juzgar a sus hermanas que no están de acuerdo con ellas en su aplicación de estos tex­tos.

 

    Heb. 10:25. Algunos hermanos creen que si los ancianos (o la junta de varones) acuerdan tener cierto número de reuniones y clases bíblicas (pocas o muchas), el miembro que no asiste a toda reunión y clase -- aun por causa del empleo o negocio -- peca. Tales hermanos no deben violar su conciencia, pero no deben juzgar a sus hermanos que no están de acuerdo con ellos.

 

III. La explicación y la aplicación del texto controversial.

 

    A. La explicación y aplicación de algún texto que se considera ser la única explicación, debe ser inferencia necesaria y no sim­plemente una opinión. Hay muchas inferencias humanas que no son inferencias necesarias. El razonamiento de algunos es a ve­ces defectuoso, y refleja el prejuicio y el descuido. La verdad de Dios es razonable (Rom. 12:1, la palabra "racional" significa ra­zonable. Se traduce "espiritual" en 1 Ped. 2:2, por lo cual se debe entender como espiritualmente razonable). Algunos her­manos imponen sus opiniones como ley porque creen que son inferencias necesarias y aplicaciones necesarias, pero otros no pueden aceptar sus opi­niones y el resultado es la división. Por lo tanto, recuérdese que toda explicación y aplicación de algún texto que se considera la única y la exclusiva, debe ser -- sin duda alguna -- una inferencia necesaria, lógica, e ineludible, que excluya otra explicación o aplicación, porque tales inferencias afectan la comunión. Por lo tanto, debe ser conclusión o inferencia basada firmemente en la palabra de Dios: en una declaración explícita, o en una declaración implícita, o en un mandamiento que sin lugar a du­das es para nosotros, o en un ejemplo que sin lugar a dudas es para nosotros.

 

    B. Una inferencia necesaria -- verdaderamente necesaria -- es una revelación de la voluntad de Dios. No tiene su origen en la mente humana y, por lo tanto, no es sabiduría humana, como afirman algunos hermanos liberales. Cuando Dios enseña algo implícitamente, entonces aprendemos su voluntad por medio de una inferencia necesaria de lo que El nos dice por impli­cación. Tal inferencia es la revelación de Dios; es la verdad. Pero no toda inferencia enseñada por los hombres es inferencia necesaria. Las creencias y convicciones de algunos cristianos pueden ser clasificadas como opiniones de hombres, como Rom. 14 explica claramente. No les gusta a algunos hermanos que sus convicciones se clasifiquen como "opiniones" y denuncian "la doctrina de las opiniones" porque, para ellos, sus opiniones no son opiniones, sino la ley de Cristo. ¿Cuál es la consecuencia de tal actitud? Una infinidad de divi­siones. ¿Quién se atreve a decir que todas las creencias y con­vicciones de todos los hermanos sinceros deben ser conside­radas como leyes de Dios y obligatorias para todos? ¿Cuál es el resultado de tal actitud? No puede haber iglesia. No puede haber una hermandad. Si todas las creencias que son predi­cadas por nuestros hermanos acerca de una diversidad de cosas (tales como el atavío de la mujer, el silencio de la mu­jer, la asistencia, la relación del cristiano con su gobierno, el matrimonio mixto, etc.) deben ser elevadas al nivel de ley div­ina, entonces reinarán la confusión, la desavenencia y la di­visión. Sería fútil tratar de establecer congregaciones sobre esa base, porque tan pronto que se establezcan, se destruirían por causa de una multiplicidad de reglamentos humanos y contra­dictorios. En 1 Cor. 14:36 dice Pablo, "¿Acaso ha salido de vosotros la palabra de Dios, o sólo a vosotros ha llegado?" Recordemos este texto al estudiar la cuestión de opiniones.

 

    C. Un lema o "slogan" bueno. A través de los años los her­manos que se han dedicado a la restauración del patrón bíblico han dicho: "In matters of faith, unity; in matters of opinion, liberty; in all things, charity". ("Que haya unidad en cuestiones de fe, libertad en cuestiones de opinión, y amor en todo"). Es muy bueno el lema. Este lema no es un texto bíblico, pero bien ex­presa la enseñanza bíblica, porque requiere la unidad en las doctrinas de "la fe", y respeta la conciencia de todos en cues­tiones de opinión.

 

    D. ¿Por qué rechazan algunos hermanos esta distinción nece­saria entre las cuestiones de "la fe" y las cuestiones de opinión? Porque éstos creen que sus opiniones (convicciones) son leyes de Cristo. Parece que creen que son capacitados para hacer leyes divinas de sus convicciones personales. ¿Son inspirados e infalibles? Si no, les conviene tomar en serio lo que Pablo dice en Rom. 12:3, 16. ¿Pueden estos hermanos decidir por toda la iglesia cuáles son las aplicaciones necesarias y exclusivas de las enseñanzas genéricas, las que enseñan deberes relativos, y las que enseñan las cualidades de carácter que el cristiano debe poseer? ¿Quieren negar el empleo del juicio individual de cada cristiano? ¿Quieren negar la libertad de conciencia? ¿Quieren elevar su propia comprensión de la Palabra sobre la compren­sión de todos los demás aunque sea obvio que a veces su ar­gumentación es defectuosa? ¿Quieren afirmar que el juicio humano de ellos es superior al juicio humano de los demás miembros?

 

    E. Hermanos que hacen leyes de sus opiniones no están de acuerdo unos con otros. Todos los que aceptan la verdad del Nuevo Testamento ("la fe") están unidos, pero los que siguen las opiniones de los hombres están muy divididos porque éstas son muy diversas. Los que imponen opiniones no están de acuerdo. Si algún hermano impone sus propias opiniones que para él no son opiniones sino la ley de Cristo, ¿qué hará con las docenas de opiniones que no acepta? Los que enseñan opiniones se opo­nen los unos a los otros, pero en esto no son consecuentes, porque si algún hermano tiene el derecho de enseñar sus opi­niones, entonces otros hermanos tienen el mismo derecho. Por ejemplo, considérense los siguientes ejemplos de la diversidad de opiniones:

    1. Es pecado testificar bajo juramento ante un juez civil.

    2. El cristiano no puede ser un policía.

    3. Los cristianos deben ayunar.

    4. Los cristianos deben orar de rodillas.

    5. La mujer debe llevar un velo cuando ora en la asamblea. (Algunos dicen que el cabello largo sirve como velo; otros dicen que el velo no es necesario, sino cualquier cubierta).

    6. La mujer no debe tocar el cabello con tijera.

    7. La mujer no debe hablar en clases bíblicas si hay varones presentes.

    8. La mujer nunca debe llevar pantalón de ninguna clase ni siquiera para trabajar.

    9. La mujer no debe usar joyería ni maquillaje.

    10. Se prohíbe el matrimonio mixto.

    Hay muchas otras opiniones que se pueden incluir en la lista pero éstas bastan para ilustrar la confusión y división causadas por los que imponen sus opiniones.

    El hno. A enseña las opiniones números 1-5, insistiendo en que son asuntos de "la fe" ("cosas necesarias", Hech. 15:28, iguales al bautismo, la cena, etc), pero dice que los números 6-10 son puras opiniones que no importan.

    El hno. B enseña las opiniones números 6-10, insistiendo en que son asuntos de "la fe" ("cosas necesarias", Hech. 15:28, iguales al bautismo, la cena, etc.), pero dice que los números 1-5 son puras opiniones que no importan.

    El hno. C enseña las opiniones números 2, 4, 6, 8, 10, in­sistiendo en que son asuntos de "la fe" ("cosas necesarias", Hech. 15:28, iguales al bautismo, la cena, etc.), pero que los números 1, 3, 5, 7, 9 son puras opiniones que no importan.

    El hno. D enseña las opiniones números 1, 3, 5, 7, 9, in­sistiendo en que son asuntos de "la fe" ("cosas necesarias", Hech. 15:28, iguales al bautismo, la cena, etc.), pero que los números 2, 4, 6, 8, 10 son puras opiniones que no importan.

    Y así va el asunto sucesivamente a través de la lista y a través de la hermandad. Lo que se dice aquí no es suposición ni teoría, porque este servidor es testigo de esta diversidad. He discutido con hermanos bien unidos sobre cierta opinión pero cuando se les pregunta acerca de otras opiniones están divididos y comienzan a discutir entre sí mismos.

    Esto ilustra claramente que no puede haber una congre­gación (una iglesia de Cristo) si las opiniones son leyes para la iglesia. Es imposible porque una iglesia local es básicamente "un acuerdo", es decir, ciertos cristianos acuerdan unirse para adorar a Dios y trabajar como un cuerpo o familia. Podemos es­tar unidos en las "cosas necesarias" (Hech. 15:28), los asuntos que verdaderamente son "la fe" del evangelio, pero obviamente es imposible que un grupo de cristianos sea una iglesia si todas las opiniones del grupo son leyes.

    Hemos dicho a los sectarios que dejen los muchos nombres y doctrinas sectarios porque éstos solamente dividen. Lo mismo se puede decir de las opiniones de hermanos en Cristo: éstas también solamente dividen.

    F. Debemos estudiar y enseñar con propósito sano.

        1. La sinceridad. En la segunda carta a los corintios, Pablo dice, "Porque nuestra gloria es esta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios ... nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros" (1:12). También dice, "... que con sinceridad, como de parte de Cristo, y delante de Dios, hablamos en Cristo" (2:17). No usaremos bien la Palabra si nos falta la sinceridad.

        2. El amor. Pablo expresó su amor repetidas veces en sus cartas. Les dijo a los hermanos que los amaba, que los tenía en su corazón, que quería verles y que sin cesar hacía oraciones por ellos.

        3. La ternura. Tampoco dejaba de hablar de su ternura. Por ejemplo, "Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos ... así como también sabéis de que modo, como el padre a sus hijos, ex­hortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros" (1 Tes. 2:7, 11). La ternura no indica flaqueza. Es como la mansedum­bre, que primero es fuerte y luego tierno. ¿Qué hermano que predica en la actualidad es más fuerte que Pablo o Jesús? Si los más fuertes eran también tiernos, ¿no debemos imitarlos? Que la fuerza esté en la Palabra, y no en la fingida valentía del predicador.

        4. En fin, llenemos la mente con las exhortaciones de la Palabra que se dirigen a nosotros para usarla correctamente. Debemos ser movidos siempre por la sincera devoción a las Es­crituras, el deseo de salvar almas, de edificar a la iglesia y en todo honrar a Dios. Dice Pablo, "Conociendo, pues, el temor del Señor, persuadimos a los hombres ... el amor de Cristo nos constriñe" (2 Cor. 5:11, 14). Lamentablemente tal propósito sano no es el único que mueve a los maestros religiosos, porque también hay propósitos indignos. Es bueno estudiar Mateo 6 y tratar de analizar la actitud de los fariseos para evitar su mal ejemplo.

    G. Debemos tratar de ser consecuentes. Jesús dijo en Mat. 23:23, "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas: porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más im­portante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello". En todo este capí­tulo Jesús acusa a los fariseos y escribas de ser inconsecuentes. El análisis correcto de cualquier texto o tema requiere que se busque la consecuencia, pues la verdad nunca es inconsecuente. No debemos tomar una posición si no estamos dispuestos a aplicarla con consecuencia. Pablo dice, "... que guardes estas cosas sin prejuicios, no haciendo nada con parcialidad" (1 Tim. 5:21). Es difícil ser consecuente y evitar todo prejuicio y toda parcialidad en la predicación y aplicación de la Palabra, pero es sumamente importante hacerlo. Debemos evitar posiciones ex­tremas, porque nunca seremos consecuentes al aplicarlas. Hermanos conservadores condenan la mundanalidad en la igle­sia, son estrictos y disciplinarios; pero, por noble que sea su propósito, nadie tiene el derecho de usar mal ningún texto para lograr fines nobles.

        1. El ejemplo de los fariseos es una demostración clásica del problema, porque éstos eran sumamente estrictos. Eran los separatistas, los muy consagrados, los sumamente piadosos. In­ventaron una infinidad de reglamentos para hacerse más san­tos. ¿No es noble querer ser más santo? Claro que sí. Entonces, ¿cómo llevó tanto fruto de hipocresía ese movimiento reli­gioso? Precisamente por causa de sus reglamentos. Fueron más allá de lo que está escrito, imponiendo leyes humanas sobre sus hermanos, y llegaron a ser ellos mismos de los más ciegos; eran sumamente celosos, pero ciegos. Debemos aprender lecciones prácticas de la experiencia de los fariseos. Se habla mucho de la hipocresía de ellos, pero se pierde a veces la lección de la causa de esa hipocresía. Se habla mucho de los "mandamientos de hombres", pero se nos olvida qué clase de mandamientos inven­taron. Debemos recordar siempre que el propósito del es­tablecimiento de la secta de los fariseos era para consagrarse (ser más santos).

        2. Los fariseos eran muy estrictos y disciplinarios. ¿Eran estrictos en el sentido de enseñar la palabra de Dios? No, sino en el de imponer las aplicaciones que ellos mismos hacían de la Palabra. ¿Cree alguno que la cuestión de las filacterias (Mat. 23:5) no tuvo ninguna base en la ley de Moisés? (Deut. 6:8). También los lavamientos tuvieron base en las Escrituras. Pero los fariseos se ponían cada vez más estrictos, más exigentes y más sabios que Dios. Llegaron a ser legisladores en lugar de humildes seguidores de la Palabra misma.

 

    H. Debemos evitar toda carnalidad. Dice Pablo en 1 Cor. 3:3, "porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?" Dice Pablo que había carnalidad en la iglesia del Señor en Corinto. Hablando de obispos dice, "Si alguno anhela obispado ... es necesario que el obispo sea irreprensible ... so­brio, prudente, decoroso ... no pendenciero ... sino amable, apacible ..." (1 Tim. 3:1-3); "no soberbio, no iracundo ... dueño de sí mismo ..." (Tito 1:7, 8). ¿Cómo haremos uso correcto de la Palabra si no hemos vencido la carnalidad en nuestra vida? El maestro de la Palabra no puede dar lo que no posee. Debe ser ejemplo de lo que enseña. Es por esto que Pablo habla fre­cuentemente del buen ejemplo. El se atrevió a decir que su vida era un libro abierto, que "vosotros sabéis" como se había comportado entre santos y paganos. Muchos textos hablan de su conducta: por ejemplo, su discurso en Hech. 20 y su carta a los Tesalonicenses (véase el cap. 2). No tenía nada que escon­der. Nos dejó un ejemplo de su victoria personal sobre la car­nalidad. Pablo no era egoísta. No buscó gloria para sí mismo, y nos dice, "Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo" (1 Cor. 11:1).

 

    I. El predicador no debe buscar el señorío. Una de las tenta­ciones más grandes que el predicador de la Palabra tiene que confrontar es la de querer enaltecerse (Rom. 12:3, 16).

        1. 1 Ped. 5:2, 3 dice, "Apacentad la grey de Dios ... no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey". Los ancianos de una congre­gación son los obispos o supervisores, pero no deben ejercer señorío sobre ella. Cristo es el único Señor. Los ancianos deben servir como ejemplos para los demás y enseñar todo el consejo de Dios. Deben disciplinar a los que no quieren someterse a Cristo. Pero si los obispos van más allá de lo que está escrito, haciendo leyes humanas e imponiéndolas sobre la congre­gación, ejercen señorío sobre la iglesia, y usurpan el puesto de la Cabeza, Cristo. Los obispos no son legisladores. Tampoco deben ser arbitrarios en su interpretación de la Palabra. Siem­pre deben distinguir entre lo que la Biblia dice y lo que ellos piensan. Sus consejos, basados en el estudio detenido de la Pa­labra, sirven mucho para la edificación de los santos, pero les urge recordar que son administradores de la palabra de Dios y no inventores de doctrinas nuevas.

        2. La jerarquía romana y todos los demás sistemas reli­giosos son el producto del deseo de los hombres de elevarse unos sobre otros. Muchos hombres buscan la servidumbre. Les gusta mucho. Es como el amor al dinero, o cualquier otro deseo impropio. Es una forma de concupiscencia. Quieren esclavizar a otros. Los judaizantes querían esclavizar a los conversos gen­tiles, y luego gloriarse en la sujeción de sus seguidores (Gál. 6:13). Dice Pablo a los corintios, "Por precio fuisteis compra­dos; no os hagáis esclavos de los hombres" (1 Cor. 7:23). Los "testigos" son esclavos de los hombres; un ex "testigo" escribió un libro titulado, "Treinta años como esclavo de la Torre". Los mormones son esclavos de su jerarquía. En el catolicismo el cura manda; domina las vidas de sus seguidores. Tiene a su dis­posición un sinnúmero de reglamentos que le permite dominar toda faceta de la vida de sus feligreses. Puede ser detective y policía. Tiene dominio. Tiene señorío sobre la vida de la gente, desde el nacimiento hasta la muerte. El quiere saber todo y saca información acerca de la vida familiar y personal de los miembros por medio de la "confesión auricular", para tener control sobre sus vidas. Los que se han convertido del catoli­cismo ya salieron de esa esclavitud, y no deben volver a es­clavizarse. Toca a los maestros y predicadores hacerles ver lo bello de su libertad en Cristo.

        3. Jim Jones, de California, empezó un movimiento "religioso" con el fin de enseñorearse sobre mucha gente. Exigió la sumisión total. Sus seguidores tuvieron que sujetarse a él en todo, aun en cosas inmorales, y estar dispuestos a morir por él y con él, cosa que hicieron en Guyana. Algunas 900 almas tomaron un refresco envenenado porque Jim Jones se lo re­quirió.

        4. Los "moonies" (miembros de la "Iglesia Unificación") y otras sectas semejantes están bajo el control absoluto de sus líderes quienes primeramente "lavan los cerebros" de los inicia­dos y luego los reducen a una servidumbre vil y abyecta. En la organización de los "moonies" tienen su llamado "hermano mayor" que acompaña siempre al candidato o neófito y nunca le suelta hasta que lo haya confirmado bien en el sistema. Lo separa de sus padres y demás familiares, y no le deja tiempo para ninguna actividad personal, sino que le exige la "dedicación total".

        5. El movimiento Crossroad-Boston. Ultimamente se oye mucho de "la filosofía Crossroad-Boston". Se trata de una prác­tica originada en una profesada iglesia de Cristo (designada "Crossroad") de Gainesville, Florida, y que ahora tiene su sede en Boston, Massachusetts. El predicador de la congregación Crossroads, Chuck Lucas, originó un sistema de control sobre las mentes y vidas de los jóvenes, obrando especialmente en una universidad ubicada en esa ciudad. Imitando a los "moonies" los líderes de este movimiento escogían un "hermano mayor" o "hermana mayor", dándosele la designación de "compañero(a) de oración", pero la función era casi igual a la práctica de los "moonies". Además Lucas entrenó una cantidad de jóvenes que se han repartido a través del conti­nente y se han establecido como "ministros de la juventud" en varias iglesias. Reportan muchos bautismos y gran crecimiento, pero el corazón del plan es el control. Al igual que los "moonies", en este movimiento se habla mucho de la "dedicación total", cosa que significa sencillamente la sumisión total a los líderes. Muchos jóvenes comienzan a asistir a los ser­vicios y otras actividades del grupo y pronto son separados de sus familias, aun esposas de maridos. Se enredan en lazos fuertes, porque se someten a los reglamentos del movimiento y pierden la libertad de conciencia. Este movimiento está causando mucha división entre las iglesias liberales. (Una iglesia fiel no ocupa ministro para sus jóvenes, porque la Biblia no habla de tal cosa). Algunos hermanos que son reconocidos por su celo por la obra han sido favorablemente impresionados por el movimiento debido a los muchos bautismos; muchos lo defienden diciendo que los que lo critican son envidiosos. Pero la fuerza del movimiento es la fuerza de control, el señorío de hombres sobre hombres.

        6. Col. 2:8, 16, 17, 20-23. Este texto debe mencionarse otra vez en este estudio bajo este encabezado (el "señorío"). Dice Pablo, "Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres ... nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta ... Nadie os prive de vuestro premio ... ¿por qué ... os sometéis a preceptos tales como: No manejes, ni gustes ni aun toques (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres) ..." Siempre ha habido miembros de la iglesia del Señor que han querido y quieren imponer las tradiciones, doctrinas y man­damientos de ellos mismos sobre otros en la iglesia bajo el pre­texto de hacerles más santos. Pero el motivo verdadero es el deseo de alimentar su propio orgullo; apetecen el señorío, se exaltan a sí mismos. Se sienten grandes e importantes si tienen dominio sobre la fe de otros. El apóstol Pablo -- un hombre verdaderamente grande e importante -- dijo, "No que nos en­señoreemos de vuestra fe, sino que colaboramos para vuestro gozo; porque por la fe estáis firmes" (2 Cor. 1:24).

        7. Algunos quieren imponer su voluntad por medio de la fuerza de los pulmones. La mentalidad de dictador se observa en el hermano que "prueba" su doctrina e impone su voluntad sobre otros con la pura fuerza de los pulmones. En este caso el ruido substituye al argumento válido. Esta táctica se emplea para intimidar al oponente y a los demás oyentes. Por lo visto, si el argumento de alguno es débil, el remedio es gritar. La fuerza de pulmón substituye la fuerza del argumento. Pero la intimi­dación no ayuda al argumento inválido; tampoco lo hace la des­cortesía o la rudeza. Otra característica notable del que busca el señorío en lugar de la verdad y la unidad es la de dominar el "diálogo", queriendo convertir el diálogo en monólogo. Cuando su oponente comienza a refutarle, inmediatamente lo inte­rrumpe, diciendo "Permítame ... permítame ..." No le conviene que otro hable.

    J. Hay dos extremos que evitar.

        1. El liberalismo. El hermano liberal es el que va mas allá de lo que está escrito para enseñar y practicar cosas no auto­rizadas por la Palabra. Las iglesias liberales son las que ya no respetan la Biblia como se debe respetar. Dicen muy poco acer­ca de la autoridad de las Escrituras. Menosprecian la importan­cia de los ejemplos apostólicos. Han introducido mucho sec­tarismo en la iglesia. Ponen mucho énfasis en las actividades so­ciales. Construyen salones de recreo. Sus rótulos dicen "Centro Familiar". Tienen cada vez más relaciones con las iglesias sec­tarias. Han introducido toda clase de institución, sociedad y or­ganización en la iglesia del Señor Jesús. Dicen que la Biblia no dice cómo hacer la obra y que tienen libertad de originar toda clase de innovación. Dan gran importancia a las escuelas para los predicadores, porque la iglesia local ya no funciona como debe funcionar. Hay varias congregaciones que se han conver­tido en iglesias de centralización; es decir, piden y reciben hasta millones de dólares para tener programas de radio o televisión, o de publicaciones, nacionales e internacionales. Dos de los más populares son Heraldo de la Verdad, de Abilene, Texas, y Radio Mundial, de West Monroe, Louisiana. Los que hacen tales cosas son hermanos liberales. Usan de una libertad que no les corresponde. No tienen libertad ni autoridad bíblica para hacer tales cosas. Hay muchísimas cosas que demuestran su li­beralismo. Con sus muchas actividades no bíblicas dan eviden­cia que son liberales en su actitud hacia las Escrituras. Admiten libremente algunos de ellos que no tienen autoridad bíblica para tales practicas.

        Ha habido mucha crítica del uso del término "liberal", pero es necesario hacer distinción entre hermanos en casos se­mejantes (1 Cor. 11:19). El mal no es el empleo del término, sino el liberalismo mismo.

        2. El extremismo. La palabra "extremismo" se usa aquí para describir la práctica incorrecta de imponer como leyes las varias opiniones (requisitos y prohibiciones) que son más exi­gentes que la ley de Cristo. Si algún hermano clasifica su opinión (un asunto que no debe afectar la comunión) como asunto incluido en "la fe" (un asunto que sí afecta la comunión), es culpable del extremismo. Es ex­tremista. Hace ley, aunque Santiago dice que "Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder" (4:12). Dijo un hermano que si la mujer usa aretes, esto no es una opinión sino asunto de fe. Esto es un ejemplo del extremismo. Todo caso semejante refleja el descuido del uso de la Palabra. El extre­mismo va mas allá de lo que está escrito, al igual que el libera­lismo. El uno quiere ser muy tolerante, y el otro quiere ser muy intolerante, pero los dos usan mal las Escrituras.

 

    K. "Permanezca el amor fraternal" (Heb. 13:1). Uno de los propósitos de este tratado es evitar tanto corte de comunión entre hermanos. La carta a los Hebreos fue escrita para prevenir la apostasía, y esta exhortación ("permanezca el amor fraternal") es una de las últimas de la carta. La falta de amor fraternal es la causa principal de la muerte espiritual. El hermano que no ama a otros hermanos -- y solamente quiere imponer su voluntad sobre ellos -- se amarga y deja la iglesia. Dice Pablo en Rom. 14:19, "sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edifi­cación". Hay cosas que contribuyen a la paz y unidad, y también hay cosas que contribuyen a la desavenencia y división. El libe­ralismo ha dividido la iglesia. El extremismo también amenaza la unidad de la iglesia, y en algunas partes ya ha causado la di­visión. Es por  eso que nos urge dar atención al problema. Debemos todos estar resueltos a resolver el problema. Mucho depende del amor fraternal.

 

    L. Debemos desear la comunión con otros hermanos en Cristo. Si hay amor fraternal, habrá también el deseo ferviente de preservar la comunión entre hermanos. Si no hay amor, no hay nada (1 Cor. 13). Los que no se aman unos a otros no pueden resolver problema alguno. Los tales no deben predicar; no deben ni siquiera tratar de resolver problemas hasta que se enseñen a amarse unos a otros. Es mejor callar hasta que haya cambio de corazón. Los cristianos verdaderos siempre buscan la paz y la unidad entre hermanos y tienen el deseo ferviente de tener comunión unos con otros. A veces los hermanos que están involucrados en dificultades entre sí demuestran una actitud de amargura y odio. Es obvio que no tienen el deseo de reconciliarse unos con otros. Si es así, todos están mal. El desacuerdo o el problema que dañó su relación hermanable les ha llevado a un nivel muy bajo, y los ha devuelto a la carnalidad. En esta condición no pueden resolver el pro­blema inicial porque ahora han caído en otro problema mayor.

 

    M. ¿Debemos tratar de convertir a otros cristianos a nuestras opiniones? Cristo envió a los apóstoles a predicar el evangelio para hacer discípulos de Cristo. Pablo no quería discípulos para sí mismo (1 Cor. 1:12-15). Si alguien se convierte a Cristo y sigue fiel a Cristo, debemos regocijarnos, aunque en algunas


cosas no esté de acuerdo con nosotros. No es siervo de nosotros, sino de Cristo (no debemos juzgar al "criado ajeno").

        1. No tenemos el deber, ni el derecho, de molestar ni in­quietar a otro discípulo de Cristo hasta que por fin se someta a todas las opiniones de nosotros. Debemos estudiar juntos como hermanos amados, ayudándoos a crecer, ser piadosos, santifi­cados, etc., pero lo que recibe el énfasis en Rom. 14 y 1 Cor. 8 no es que todos lleguen a un acuerdo completo en cuanto a sus diferencias de opinión, sino que todos sigan unidos en amor, no menospreciando o juzgando el uno al otro, ni causando que el hermano tropiece.

        2. Conviene que todos leamos estos versículos con mucha atención y observemos que Pablo no les requirió que estudiaran día y noche para resolver sus diferencias. Pablo no les puso plazo para llegar a un acuerdo antes de cortar de comunión el uno al otro si no llegaran a un acuerdo en sus convicciones. Pablo deja a cada hermano con su conciencia. Los únicos "errores" mencionados por Pablo en Rom. 14 y 1 Cor. 8 son (a) el de menospreciar al hermano, (b) el de juzgar al hermano, o (c) el de poner tropiezo delante del hermano. Pablo no dijo que el hermano fuerte estuviera obligado a convertir al hermano débil. No hay nada en este texto que diga que el hermano débil no podía continuar con sus convicciones hasta la muerte y ser salvo.

        3. Pero objetan algunos, "Estos están divididos; no están de acuerdo; no hablan las mismas cosas". El concepto que al­gunos tienen de la unidad no es la unidad de la cual la Biblia habla (Efes. 4:4-6), sino el conformismo a las opiniones de al­gún hermano o grupo de hermanos. Es el concepto militar: todo soldado tiene que vestir el mismo uniforme, tiene que comer la misma co­mida a la misma hora, y tiene que llevar el paso en el desfile de tropas. En 1 Cor. 1:10, Pablo dice, "que habléis todos una misma cosa, y que no hay entre vosotros divisiones, sino que es­téis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer". Con esto condenó la división, vers. 11-13; 3:1-4. Pero 1 Cor. 1:10 no contradice 1 Cor. 8 y 10:23-33. No hay conflicto alguno entre los dos textos. La conclusión sencilla es que los asuntos tratados en 1 Cor. 8 y 10:23-33 (como también los de Rom. 14) son asuntos que no deben afectar la comunión entre hermanos.

 

    N. "Permanezca el amor fraternal", Heb. 13:1.

 

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