Yo soy visitante

      Yo soy visitante. Nunca me quejo. Nunca critico. Si tengo que ocupar los asientos de en­frente porque los miembros ocupan los de atrás me siento quietamente sin murmurar. Si los bebés lloran tanto que no oigo ni la mitad del sermón, de todas maneras no quito mis ojos del predicador. Después del servicio si los miembros se juntan en grupitos y no me hacen caso, yo no digo nada, no me quejo. Yo soy visi­tante muy agradable. Pero hay un detalle: ¡no vuelvo!

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