¿Cuál?

      Yo sé que usted trabaja. Pero las palabras de Salomón se aplican a la mayoría de los hombres: "Todo el trabajo del hombre es para su boca" (Eclesiastés 6:7). Sí, usted trabaja, pero Jesús dice, "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará" (Juan 6:27). El hombre no debe usar su energía solamente en aquello que alimenta el cuerpo físico. Debe trabajar por la comida que a vida eterna permanece. Debe procurar "entrar en aquel reposo" celestial (Hebreos 4:11). El hombre tiene que trabajar para proveer para su familia (l Timoteo 5:8), pero es aun más urgente trabajar para proveer para su alma.

      Yo sé que usted sirve, pero ¿a quién o a qué sirve? El hombre puede servir al pecado (Romanos 6:17), o a los hombres (l Corintios 7:23). Si usamos la mente o los miembros del cuerpo en hacer lo que es transgresión de la ley de Dios, estamos sirviendo a Satanás. Debemos ser "siervos de la justicia" (Romanos 6:l8). Debemos servir a Cristo (Colosenses 3:17-24;  Hechos 20:18, 19). La mente y la energía deben ser empleadas en la obediencia a Cristo para demostrar lealtad a El. Léanse con cuidado Mateo 7:13, 14, 21-23; Lucas 6:46.

      Yo sé que usted aborrece, pero ¿qué o a quién aborrece? No debemos aborrecer a los enemigos (Mateo 5:43, 44); tampoco al her­mano (Levítico 19:17; 1 Jn.2:9-11; 4:20). "Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor" (Romanos 12:19). Debemos manifestar buena voluntad para con todos. Lo que usted debe aborrecer es el pecado. Salmo 97:10 dice "Los que amáis a Jehová, aborreced el mal". Prover­bios 8:13, "El temor de Jehová es aborrecer el mal". Dios ama al pecador pero aborrece su pecado y debemos ser "imitadores de Dios".

      Yo sé que usted teme, pero ¿a quién o a qué teme? Todos tememos. No debemos temer a la pobreza (Mateo 6:33, 34) ni a los proble­mas de la vida (Filipenses 4:6, 7; 1 Ped. 5:6, 7). "Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno" (Mateo 10:28). "El temor del hom­bre pondrá lazo; mas el que confía en Jehová será exaltado" (Proverbios 29:25). Dice Dios en Isaías 51:12, 13, "Yo, yo soy vuestro consolador. ¿Quién eres tú para que tengas temor del hombre, que es mortal, y del hijo del hombre, que es como heno? Y ya te has olvidado de Jehová tu Hacedor, que extendió los cielos y fundó la tierra; y todo el día temiste continua­mente del furor del que aflige, cuando se disponía para destruir. ¿Pero en dónde está el furor del que aflige?" Siempre el problema mayor de la humanidad es que tememos a los hombres en lugar de temer a Dios.

      En Juan 12:42, 43 leemos de hombres emi­nentes que creyeron en Cristo pero no querían confesar su nombre por temor de los hombres. Dios promete estar con sus hijos en todo problema de la vida (Salmo 23); debemos, pues, confiar en El y alejarnos del temor de los hombres. Debemos temer (desconfiar en) nues­tra propia fuerza sin la ayuda de Dios (2 Corin­tios 2:9, 10; Hebreos 3:12). Debemos temer a Dios con mucha reverencia. "El día que estu­viste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hi­jos" (Deuteronomio 4:10; véanse 5:29; 10:12, 20 también). Con esta actitud haremos todo lo posible por no enojar a Dios.

      Yo sé que usted ama, pero ¿a quién o a qué ama? ¿Amamos el dinero? 1 Timoteo 6:3-11. ¿Amamos el mundo? 1 Juan 2:15-17. La Biblia nos enseña a dirigir el amor hacia Dios (Marcos 12:29, 30); hacia el hermano (1 Juan 4:20); hacia el prójimo (Marcos 12:29, 30); hacia el enemigo (Romanos 12:20, 21; Mateo 5:43-48); hacia el cónyuge (Tito 2:4; Efesios 5:23-28). Y debemos amar la venida de Cristo (2 Timoteo 4:8).

      Yo sé que usted llora, pero ¿por qué llora? La Biblia habla acerca de lágrimas. ¿Por qué debemos llorar? ¿Cuándo no conviene llorar? No conviene lamentar la pérdida de las cosas de la carne de la vida pasada (Números 11:4-7; Hebreos 4:7-19; Filipenses 3:4-8). No debemos llorar y entristecernos como los que no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13). Pero sí debemos tener gran tristeza por causa de nuestro amor por las almas (Lucas 19:41; Fil. 3:18; Hechos 20:31; Rom. 9:2).

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