El Gozo De Entender La Palabra

Neh. 8:1-12

Introducción:

A.    En este capítulo encontramos un buen ejemplo de un arreglo ideal para en­señar y aprender la Palabra.

B.     Los resultados buenos de enseñar y aprender no vienen simplemente por ca­sualidad.

C.    El evento mencionado en este capí­tulo sucedió durante la época de la restau­ración de Jerusalén como ciudad fortifi­cada. Nehemías se encargó de levantar los muros caídos.

D.    Este trabajo fue completado, pero Jerusalén no podría ser ciudad fuerte hasta que nuevamente se fortalecieran en la Palabra de Dios.

Ver. 1 -- 'y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la ley ..."

A.    Mucho depende del maestro. No todo depende de él, como aprendemos en Mat. 13:1-9, 18-23, porque los oyentes deben ser "buena tierra"; pero mucho de-pende de él.

B.     Esdras 7:10 describe este maestro: "Esdras había preparado su corazón para inquirir la ley de Jehová y para cumplirla, y para enseñar en Israel sus estatutos y decretos". (1) inquirir, (2) cumplirla, (3) enseñar. Así es el orden.

1.    Esto indica que el maestro poseía el carácter necesario para la obra.

2.    Tenía el deseo ferviente de saber la voluntad de Dios, de obedecerla y en­tonces enseñarla al pueblo. Sin los primeros dos pasos, el tercero no es posi­ble, o por lo menos no conviene.

3.    Sant. 3:1, "Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sa­biendo que recibiremos mayor conde-nación". Es una responsabilidad seria.

4.    Rom. 2:17-23, "Tú, pues, que en-señas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?" Los judíos del tiempo de Pablo no imita­ban a Esdras.

C. 1 Tim. 1:5, "Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida". Pablo dice esto a un evangelista. Sin el amor que nace de un corazón limpio, de buena conciencia, y de fe no fingida, el maestro no está preparado para enseñar a otros.

Ver. 2 -- "trajo la ley delante de la con­gregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender..."

A. Aquí está la audiencia. Debemos enseñar a todos los que pueden aprender. Hay miembros nuevos, como hay miem­bros de mucho tiempo; hay hermanos fuertes y hermanos débiles; hay miembros entusiastas y otros apáticos o desanima-dos; habrá visitantes sinceros y posible-mente otros insinceros. Debemos enseñar a todos.

B. Debemos enseñar a los jóvenes y niños. Efes. 6:1-4 se dirige a los "hijos" de toda edad (recuérdese que las cartas como esta a los efesios se leían a las con­gregaciones, 1 Tes. 5:27).

1.  Deut. 6:6, 7 "Y estas palabras ... las repetirás a tus hijos ... en tu casa y an­dando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes".

2.  Sal. 78:3-6, "hemos oído y enten­dido; que nuestros padres nos las con­taron. No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera ..."

3.  La apostasía siempre está cer­cana. Está a la puerta. Si dejamos de en­señar a los hijos, en una generación viene la apostasía. Tenemos que deshacer mucha obra de Satanás en las escuelas; tenemos que refutar mentiras, filosofías huecas; tenemos que combatir la mala in-fluencia de los "amigos" de nuestros jóvenes.

C.   Efes. 6:4 es un encargo solemne. La influencia y la enseñanza de los padres lle­va mucho peso, 2 Tim. 3:14, 15; 1:5.

D.   En la predicación pública no pase­mos por alto a los jóvenes y niños.

Ver. 3 -- Leyó públicamente la palabra de Dios. Le hicieron un púlpito de madera (v. 4) para que todos pudieran verle y oírle. Leyó delante de todos.

A.    Col. 4:16, "Cuando esta carta haya sido leída entre vosotros, haced que tam‑

bién se lea en la iglesia de los laodicenses ,,

B.     1 Tes. 5:27, "Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos".

C.    1 Tim. 4:13, "Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza". Aquí la "lectura" va con la ex­hortación y la enseñanza. Es lectura pública de la palabra de Dios, o por lo menos la incluye.

D.    Apoc. 1:3, "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella es­critas ..."

E.     Hay gente que no puede leer; otros no pueden ver para leer. Pero muchos otros simplemente no leen las Escrituras; por lo tanto, aunque hay muchas Biblias, los que predicamos y enseñamos debemos leer la Biblia a la gente. No nos conviene solamente hablar acerca de lo que la Bi­blia dice, sino que debemos leer el texto.

F.   "desde el alba hasta el mediodía". Ver. 18, "cada día, desde el primer día hasta el último", todo el séptimo mes (ver. 2).

G.   "y los oídos de todo el pueblo esta­ban atentos al libro de la ley". Fue una au­diencia ideal. Compárense Isa. 66:2; Mar. 12:37; Luc. 19:48; Hech. 10:33.

1.    Debe evitarse la distracción lo más que sea posible. Las distracciones principales son: llegar tarde al culto; ir al baño; jugar con infantes y niños chiqui­tos; conversar (aunque sea en voz baja); masticar chicle, comer galletas, etc.; dormir.

2.    Muchos profesados cristianos no tiemblan a la palabra de Dios (Isa. 66:2), ni tampoco la oyen cuando se les predica.

Vers. 7, 8 -- "hacían entender al pueblo la ley; y el pueblo estaba atento en su lugar. Y leían en el libro de la ley de Dios clara-mente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lectura". ¡Qué lección más valiosa para el maestro y para todos!

A.   El predicador o maestro debe leer claramente. Debe entender cada palabra, pronunciarla correctamente, explicarla si es palabra difícil. Si leemos mal un texto, lo interpretamos mal. El significado se oculta por la lectura incorrecta.

B.   La frase debe leerse conforme a su construcción (declaración, exclamación, interrogación). Debe leerse con la infle­xión correcta. La Biblia es un libro suma-mente interesante y así debe leerse.

C.   Efes. 3:4 es una promesa maravi­llosa: "leyendo lo cual podéis entender", pero no será posible si no se lee correcta-mente.

D.   Dios quiere que todos entiendan para poder edificarse. 1 Cor. 14 conde-naba el uso de un idioma desconocido si no había intérprete. Dios quería la edifi­cación para todos.

Ver. 12 -- "todo el pueblo se fue a ... gozar de grande alegría, porque habían entendido las palabras que les habían en­señado".

A.   Hech. 8:31, el eunuco no entendió la Escritura que leía. La falta de compren­sión produce tristeza y confusión. Pero "el que busca, halla" (Mat. 7:8). Y así fue con el eunuco. Felipe le explicó todo, el eu­nuco fue bautizado, y siguió gozoso su camino.

Hech. 16:30-34 otro que ignoraba el plan de Dios era el carcelero. Preguntó, 'Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" (Hech. 16:30). Pablo y Silas les ins­truyeron a él y su casa, y en la misma hora de la noche (medianoche) fueron bautiza-dos, "y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios" (ver. 34).

B.   Mat. 13:13-17, muchos no entienden porque tienen sus ojos cerrados, sus oídos tapados, sus corazones endurecidos; no quieren aprender y entender. "Pero biena­venturados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y jus­tos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron" (vers. 16, 17).

C.   Nos regocijamos en gran manera porque otros nos han enseñado y hemos entendido lo que Dios ha hecho por nosotros; hemos entendido lo que la Bi­blia dice acerca del plan de salvación, la iglesia, el culto correcto, la vida con-sagrada, y acerca de la esperanza de la vida eterna.

Vers. 13-18 -- Luego aprendieron que Dios había mandado que habitasen en tabernáculos en la fiesta solemne del mes séptimo.

A.    Habiendo entendido la ley, ¿qué hicieron? "Salió, pues, el pueblo, y tra­jeron ramas e hicieron tabernáculos ... y en tabernáculos habitó" (ver. 16).

B.     Al entender la palabra se regocija­ban, pero eso no fue el fin. Porque al en-tender su deber, lo ponían en práctica in­mediatamente.

C.      Y otra vez, "Hubo alegría muy grande" (ver. 17).

D.      Aquí está el gozo doble: Entender y luego hacer la voluntad de Dios.

 

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