El Centurión Con Tanta Fe

Introducción:

     A. Luc. 7:1-10 narra el milagro de sanidad del siervo de un centurión.

     B. Este centurión nos recuerda de otro centurión (Hech. 10), Cornelio.

     C. Aunque los judíos eran el pueblo escogido de Dios, algunos textos nos hablan de la fe de gentiles como este cen­turión.         

     D. Los gentiles tenían menos opor­tunidades, pero algunos se aprovecharon de las que tenían. Muchos se convirtieron a la religión verdadera.

I. ¿Qué Sabemos De Este Centurión?

     A. Era hombre importante. La pa­labra "centurión" significa que él mandaba a 100 soldados romanos.

     B. Era hombre de compasión. Es­taba muy interesado en el bienestar de su siervo enfermo. Lo "quería mucho" (v. 2) y lo demostró con sus acciones. La relación entre Cornelio y su siervo demuestra la enseñanza Col. 3:22-4:1.

     C. Amó a los judíos. Los ancianos "vinieron a Jesús y le rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama a nuestra nación" (v. 4,5). En esto el centurión era hombre excepcional.

          1. Es muy interesante este detalle ya que los judíos fueron menospreciados

tanto por los romanos.

         2. Desde luego, los judíos con­tribuyeron a este odio, porque siempre resistían a los romanos, no queriendo pa­gar los impuestos romanos, etc.

     D. Era hombre rico pero muy ge­neroso: tenía siervos, pero los cuidaba; y dicen los ancianos: "nos edificó una sina­goga" (v.5). El hombre bueno es también hombre generoso. Otro ejemplo de esto es Bernabé: era buen hombre (Hech. 11:24), y generoso (Hech. 4:36,37).

II. Este Centurión Se Sentía Indigno De Jesús.

     A. Ya cuando Jesús no estaba lejos de la casa, "el centurión envió a él unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo" (v. 6). Fue actitud muy excepcional entre los romanos.

     B. Este concepto es el correcto, el que todos debemos tener. No ha vivido nunca ningún hombre o mujer que haya sido digno(a) de estar en la presencia del Señor. Todos debemos tener la misma ac­titud que él manifiesta.

          1. Debemos aprender bien que cada vez que nos acercamos a Dios debemos tener la actitud de este centurión: Señor, sabemos que no somos dignos de llamarte Padre, no somos dignos de ser Tus hijos.

         2. Cada vez que recibimos algo de Dios debemos recordar que somos indig­nos.

     C. Este es el significado verdadero de la expresión "pobres en espíritu" (Mat. 5:3), espiritualmente destituidos. Nos acercamos a Dios diciendo "Tal como soy, en aflicción, expuesto a muerte y perdi­ción; buscando vida y perdón: Bendito Cristo, heme aquí".

     D. Pensamientos relacionados se ex­presan en la palabra, "manso", y en la expresión, "hambre y sed de justicia" (Mat. 5:5,6).

     E. También esta actitud se ve en 2 Cor. 7:9,10 en las expresiones "contristados según Dios" y "la tristeza que es según Dios".

          1. Luc. 18:13 el publicano la de­muestra: "estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios sé propicio a mí, pecador".

          2. También el pródigo (Luc. 15:19): "Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros".

          3. Recordemos siempre que esta ac­titud es la que agrada a Dios.

     F. El centurión pudo haber pensado que era digno de la ayuda que pidió:

          1. En base de sus buenas obras: él había gastado mucho en edificar la sinagoga. Pero él sabía que si hubiera cons­truido 100 sinagogas, aun así no sería digno.

          2. A base de su posición militar y su riqueza. El tenía rango, era hombre eminente. ¿Cómo podía creer alguno que él no era digno? Humanamente, no. Pero la eminencia terrenal no ayuda nada en cuanto a la dignidad delante de Dios; y él mismo entendió esto perfectamente.

III. Su Concepto De Jesús Era Correcto Y Admirable.

     A. Al ver a Jesús él vio grandeza y poder. El tenía fe en el poder de Jesús de sanar a su siervo. El reconoció que Jesús no era un falso. El no hubiera buscado ninguna forma de sanidad engañosa, como la llamada "sanidad divina" que se practica ahora. El no quería una mejora sicológica.

     B. Pero también vio que Jesús era accesible. Se sentía el centurión indigno de invitar a Jesús a su casa, pero creía que Jesús escucharía su plegaria.

          1. El hombre que no entiende y cree esto no recibe nada de Jesús. Aunque cree que Jesús tiene poder, si no cree que este poder sea disponible y accesible, no recibe beneficio.

         2. Por indignos que nos sintamos, es indispensable que reconozcamos que Cristo está a la puerta y llama. El está cerca, y quiere ayudarnos. El nos invita, aun sabiendo que somos indignos.

        3. Cristo demostró esto muchas ve­ces cuando andaba aquí en la tierra. Una de las críticas más severas que los fariseos lanzaron contra El fue que El recibió a los publicanos y pecadores y comió con ellos.

       4. El hijo pródigo tuvo que creer que el padre lo recibiría. Sabía que su padre era bueno y bondadoso, y aunque el hijo sólo pidió un lugar entre los jornaleros, tenía la confianza que su padre lo recibiría. Sabía que podía regresar a su casa. Es importantísimo que prediquemos este mensaje siempre porque hay algunos que se sienten tan indignos que no entien­den o no pueden convencerse que Cristo los recibirá como están.

        5. Es por esto que la Biblia nos habla de la mujer samaritana (Juan 4) y de la mujer pecadora de Luc. 7, para con­vencer a todos que Jesús acoge al pecador más vil, sólo que éste se humille en el arrepentimiento.

        6. Constantemente debemos citar Mat. 11:28-30; Apoc. 3:20 y otros textos que nos recuerdan que El es accesible.

IV. La Gran Fe Del Centurión Se Ve En Su Concepto De La Autoridad De Jesús.

     A. El centurión entendió la cuestión de autoridad. Sabía cómo es y cómo funciona. "Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace" (v. 8).

     B. Es decir, el centurión bien sabía que Jesús podía hacer lo que pidió; él creía de todo corazón que Jesús tenía la autoridad para hacerlo. El comprendió la cuestión de la autoridad. La reconoció cuando la vio. Reconoció que si él mismo, un oficial inferior, tenía autoridad eficaz, cuánto más tendría autoridad Jesús, la fuente de toda autoridad.

     C. Por lo tanto, si Jesús dijera a la enfermedad, "ve", él sabía que la en­fermedad se iría. Porque cuando la au­toridad habla, el sujeto obedece.

     D. Cuando Cristo mandó, la tempes­tad y el mar obedecieron (Mat. 8:23-27).

     E. Cuando Cristo mandó, los muer­tos se levantaron. Su poder no conoce límites, es todopoderoso, tiene toda au­toridad en el cielo y en la tierra.

     F. Es importante observar que el centurión tenía fe en la Palabra de Jesús. Dice, "pero di la palabra, y mi siervo será sano". No tenía que entrar, mucho menos tocar al siervo (2 Reyes 5:11); el centurión creía que con nada más decir la palabra El podía sanar. Pocos judíos ponían tanta importancia en la Palabra de Jesús.

Conclusión:

     A. Aquí tenemos, pues, un ejemplo tremendo de fe en un centurión romano.

     B. Su gran fe se demuestra en su humildad, en su concepto correcto de sí mismo. Aunque era hombre eminente, rico, y generoso, no se sentía digno.

     C. También tenía concepto muy co­rrecto de Jesús y Su autoridad. Era buen ejemplo para los judíos, y es buen ejemplo para todos ahora.

     D. Cristo elogió su fe: "Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe", y es­tuvo muy dispuesto a sanar al siervo de este hombre: "al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo" (Luc. 7:10).

     E. La gente ahora que no estima a Cristo como lo hizo este centurión no tiene fe en El. Los que no tienen el con­cepto correcto de sí mismos y el concepto correcto de Cristo todavía están en sus pecados.

     F. Cristo busca la fe en nosotros. El dice "ni aun en Israel he hallado tanta fe". Esto indica que la estaba buscando; y ahora sigue buscándola.

     G. Aquí "se maravilló" de la fe del centurión. En Mar. 6:6 "estaba asombrado de la incredulidad" de los judíos de Nazaret. Cuando Jesús nos observa a nosotros, ¿se maravilla o se asombra?

     H. En Mat. 8:11,12, texto que es paralelo con Luc. 7:1-10, Jesús termina diciendo que los incrédulos "serán echa­dos a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes".

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