El don del Espíritu Santo

      ¿Es el don del Espíritu Santo de Hech. 2:38 el Espíritu Mismo? "Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo".

El Espíritu mora en nosotros

      Esta verdad se presenta en varios textos. Pablo habla de la iglesia como el templo en que el Espíritu de Dios mora. 1 Cor. 3:16, 17, "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Es­píritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es". Somos "miembros de la fa­milia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Efesios 1:19-22).

      El Espíritu mora en cada uno de nosotros si somos cristianos. "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Es­píritu Santo que nos fue dado" (Rom. 5:5).

      "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glo­rificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Cor. 6:19, 20).

      "Así que, el que desecha esto, no desecha a hombre, sino a Dios, que también nos dio su Espíritu Santo" (1 Tes. 4:8).

      "Guarda el buen depósito por el Espíritu Santo que mora en nosotros' (2 Tim. 1:14).

      "¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?" (Sant. 4:5).

      Los carismáticos afirman muchas cosas acerca del Espíritu Santo que son incorrectas. Cuando recibimos al Espíritu Santo, recibimos todos los beneficios y bendiciones de la sal­vación y de la comunión con El (2 Cor. 13:14, de esa manera tenemos "comunión con el Es­píritu Santo"; o somos "hechos partícipes del Espíritu Santo", que es la misma cosa, Heb. 6:4). El nos dirige (Rom. 8:14) y nos da for­taleza.

      Es importante observar que en muchos textos el efecto se pone en lugar de la causa; por ejemplo, "Yo soy la resurrección y la vida". Jesús no dice "Yo soy la causa de la resurrec­ción y la vida", sino simplemente "Yo soy la resurrección y la vida", pero todos entienden que El es la causa, el que hace posible, estas bendiciones. El efecto se pone en lugar de la causa.

      Así también en muchos textos la Biblia dice "Espíritu Santo" (la causa) cuando se re­fiere al efecto (las bendiciones, la influencia, la dirección y ayuda) que El produce en nuestras vidas.

      Esto se ilustra en 1 Cor. 14:12, "pues que anheláis dones espirituales". El griego dice "anheláis espíritus"; es decir, anhelaban los efectos, las manifestaciones, los dones del Es­píritu (v. 1).

      ¿Qué significa 1 Tes. 5:19? "No apaguéis al Espíritu". ¿Quién puede literalmente apagar al Espíritu Santo? Obviamente Pablo se refiere a los dones del Espíritu (los efectos), pero pone la causa (el Espíritu) en lu­gar de los efectos. Este verso se explica en el siguiente verso: "No menospreciéis las pro­fecías", que son una manifestación del Espíritu.

      ¿Qué pasa cuando estamos llenos del Es­píritu Santo (Efes. 5:18)? ¿Llenos de su per­sona o llenos de su poder y del fruto que El lleva en nuestra vida (Gál. 5:22, 23)?

      ¿Cómo resistimos al Espíritu Santo? (Hech. 7:51). ¿Resistimos a su persona o resis­timos su palabra y su voluntad?

      ¿Qué pasó cuando los apóstoles fueron bautizados con el Espíritu Santo? Recibieron poder (Luc. 24:49; Hech. 1:8). Hech. 10:45, 46, "se quedaron atónitos de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas". Se derramó el don del Espíritu Santo. ¿Qué se derramó? ¿Puede el Espíritu ser literalmente derramado? Se derramó el poder de hablar en lenguas, como dice el siguiente verso.

      Efes. 4:7, 8, "Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo ... dio dones a los hombres". ¿De qué don habla Pablo en el v. 7, de Cristo Mismo, o de los oficios (dones, v. 8) que El dio (v. 11)? El don de Cristo se refiere a los dones (facultades, oficios, poderes) dado por Cristo. Así también los dones del Espíritu Santo dados a los apóstoles y otros en el primer siglo eran las manifestaciones (los poderes y ayudas) del Espíritu Santo.

      Cuando Cristo es "formado en" nosotros (Gál. 4:19), ¿es literal y personalmente formado en nosotros, o es formado en nosotros el carácter espiritual (la madurez) que sus enseñanzas producen? La Biblia pone la "causa" por el "efecto". Esta figura es muy común en la Biblia. Hay muchísimos ejemplos de su uso.

      De la misma manera, la expresión "don del Espíritu Santo" que es dado a todo obediente (Hech. 2:38) se refiere a todos los beneficios de la salvación que el Espíritu nos da. Esta expre­sión significa la misma cosa que "la comunión (participación) del Espíritu Santo" (2 Cor. 13:14; Heb. 6:4). Significa que El influye fuerte­mente en nosotros, nos dirige, nos ayuda, nos da fortaleza espiritual, y gran capacidad espiritual para servir a Dios, para resistir la tentación, y para soportar pruebas, y lo hace todo a través de su palabra inspirada. El Espíritu Santo no obra directamente sobre el corazón del inconverso, sino a través de su instrumento, su pa­labra inspirada (Efes. 6:17). Tampoco obra di­rectamente sobre el corazón del cristiano.

      Recibir el don del Espíritu Santo significa, pues, recibir las bendiciones, influencias y operaciones (los efectos) del Espíritu Santo en nuestra vida. La Biblia habla de la causa (el Espíritu Santo) cuando en realidad quiere de­cir los efectos, los resultados de nuestra relación con el Espíritu Santo.

      Dios es uno. Hay tres personas en la dei­dad: Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Es­píritu Santo, pero son uno en sus operaciones. Dios mora en su pueblo: El Padre mora en nosotros, el Hijo mora en nosotros, y el Es­píritu Santo mora en nosotros. No es relación mística e incomprensible, sino que se trata de la comunión con Dios, o sea, que Dios permite que sus hijos participen de las cosas divinas y celestiales, y de esta comunión resultan grandes beneficios y poderes espirituales.

El Espíritu Santo recibido después de nuestra obediencia

      ¿Cuándo comienza a morar el Espíritu Santo en nosotros? Dice Hech. 2:38 "Arrepentíos, y bautícese ... para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo". Hechos 5:32, "Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen".

      También Gál. 3:2, "Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?" "El oír con fe" se refiere a la obediencia al evangelio en contraste con las "obras de la ley" de Moisés.

      Dios nos da el Espíritu Santo cuando ya somos hijos de El. "Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!" (Gál. 4:6).

No los dones espirituales

      Hay una lista de los dones espirituales en 1 Cor. 12:4-10. Estos son poderes especiales que fueron dados a los apóstoles, pastores, evange­listas y otros hermanos durante los primeros años de la iglesia. "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la mani­festación del Espíritu para provecho. Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Es­píritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíri­tus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas".

      Heb. 2:3, 4 nos explica el propósito de es­tos dones: "¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su vo­luntad".

      Los dones confirmaron la palabra. Marcos 16:20, "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén".

      Los dones iban a acabarse después de cumplir su propósito, 1 Cor. 13:8-12.

      Pero el "don del Espíritu Santo" es prometido, juntamente con el perdón de los pecados, a todos los obedientes de todo lugar hasta el fin del mundo.

Las arras

      2 Cor. 1:21, 22 dice, "Y el que nos confirma con vosotros en Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros cora­zones". (Se repite en 5:5, "Mas el que nos hizo para esto mismo es Dios, quien nos ha dado las arras del Espíritu").

      En Efesios 1:13, 14, leemos lo mismo: "En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su glo­ria". Estos versículos significan que el don del Espíritu Santo es como una "prenda" de Dios, un "primer pago" que demuestra la fidelidad de Dios. Es una garantía de cosas mejores en el futuro que El nos promete (1 Juan 2:25).

El fruto del Espíritu Santo

      Gál. 5:22, 23 dice, "Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza ..." ¿Cómo lleva fruto en nosotros el Espíritu Santo?  El no trabaja en nosotros en forma di­recta ni milagrosa, sino por medio de su pa­labra en nuestros corazones (Col. 3:16). Com­párense Fil. 2:13, ("Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad") con 1 Tes. 2:13 ("recibisteis la palabra de Dios ... la cual actúa en vosotros los creyentes"). Dios obra en nosotros, pero ¿cómo? A través de su palabra. Lo que la pa­labra hace es lo que Dos hace.

      La palabra del Espíritu Santo (Hechos 2:4) convirtió a los tres mil (Hech. 2:41). La "espada del Espíritu ... es la palabra de Dios" (Efes. 6:17). Somos guiados por el Espíritu Santo (Rom. 8:14) a la medida que seguimos su palabra.

      Dos textos que nos instruyen a cantar him­nos son Efes. 5:19 y Col. 3:16. Dice el primero, "sed llenos del Espíritu" (Efes. 5:18), y dice el otro "la palabra de Cristo more en abundancia en vosotros". Estos son textos paralelos. Es im­posible ser llenos del Espíritu si la palabra no mora en abundancia en nosotros, porque el Espíritu trabaja por medio de ella.

      Rom. 8:16 dice, "El Espíritu mismo da tes­timonio a (con) nuestro espíritu de que somos hijos de Dios". El Espíritu habla pero ¿cómo? Nos habla a través de las Escrituras (2 Ped. 1:20, 21; 2 Tim. 3:16, 17). El nos dice en su pa­labra cuáles son los requisitos de la salvación; nuestro propio espíritu dice que hemos obede­cido de corazón estos mandamientos y bien sabemos entonces que somos hijos de Dios (1 Juan 5:13). La traducción correcta de este texto es la de la Versión Moderna: "El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (así dice el griego).

Conclusión

      Debemos sentirnos muy agradecidos con Dios por este don. El nos bendice y nos ayuda en gran manera. "Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles" (Rom. 8:26).

      Los que resisten la predicación de la pa­labra resisten al Espíritu Santo (Hech. 7:51). Dijo Pablo a los que tenían los dones del Es­píritu: "No apaguéis al Espíritu" (1 Tes. 5:19); dijo esto para que los hermanos de aquel en­tonces no resistieran las profecías (v. 20) y otras manifestaciones del Espíritu Santo. En ese entonces la inspiración estaba en los hom­bres, los cuales escribieron el Nuevo Testa­mento, pero ahora la inspiración no reside en los hombres sino en las Escrituras.

      "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios con el cual fuisteis sellados para el día de la re­dención" (Efes. 4:30).

      Algunos van más allá de lo que está escrito al afirmar que el Espíritu mora en nosotros para proveer iluminación especial (aparte de la palabra), para llevar a cabo la providencia de Dios, para contestar oraciones, etcétera. Dicen estas cosas porque les falta fe en la palabra del Es­píritu Santo. Son inseparables el Espíritu Santo y su palabra.

      "Si alguno habla, hable conforme a las pa­labras de Dios".

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