Hechos 2 - Perseverando en la doctrina apostólica

      La pregunta en Hechos 2:37 es ésta: "Varones, hermanos, ¿qué haremos"? La con­testación de Dios es: "Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesu­cristo para perdón de los pecados", 2:38. Fueron compungidos de corazón; y dice Pablo en 2 Cor. 7:10 "Porque el dolor que es según Dios, obra arrepentimiento". Ellos se contris­taron según Dios; fue el resultado de la predi­cación poderosa de los apóstoles. "¡Cuán her­mosos son los pies de los que anuncian el evan­gelio de la paz, de los que anuncian el evange­lio de los bienes!" Porque "la fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios". Rom. 10:15, 17. ¡Y cuán importante la obra del predicador! ¡Cuán serio y responsable debe ser el que predica el evangelio! Muchos siguen a los predicadores. Si predican la verdad, la gente sigue la verdad; si predican el error, la gente sigue el error. Cristo era predicador; Juan el bautista era predicador; Pablo, Pedro, los demás apóstoles, todos eran predicadores. El papel del predicador es sumamente importante en el desarrollo de la vida espiritual de la gente. El hombre que no reconoce esto, no debe predicar.

La verdad de Dios

      El día de Pentecostés Pedro y los once predicaron la verdad de Dios, revelada por el Espíritu Santo, Juan 16:13; Hechos 2:4. A todo predicador se le requiere predicar la misma verdad que predicaron los apóstoles. El evan­gelio es el poder de Dios para salvar, Romanos 1:16. Dios no salvaba en tiempos apostólicos con otra cosa; aunque había milagros y ángeles y visiones, era el evangelio predicado a la gente lo que producía la fe y esa fe le conducía a obedecer el evangelio para la salvación de su alma.

Perseverando

      Siguiendo el estudio de este capítulo, leemos en Hechos 2:42,"Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, y en la comunión, y en el partimiento del pan, y en las oraciones". ¿Cuál es la iglesia de Cristo? ¿Cuál es la iglesia del Nuevo Testamento? Es la iglesia que per­severa en la enseñanza de los apóstoles, porque éstos son los embajadores de Cristo. La iglesia verdadera está compuesta de las per­sonas, sean muchas o pocas, que oyen el evan­gelio, lo creen, se arrepienten, y son bautizadas en agua para remisión de sus pecados, y ya hechas nuevas criaturas, perseveran en la doc­trina de los apóstoles.

Información, por favor

      Durante la discusión que el hermano Bill Reeves tuvo con el Sr. Norman Smith (mormón), otro de los mormones me dijo después de una sesión, "Hemos hablado mucho en esta discusión tocante a los mormones, su origen, sus creencias, sus libros, etc. ¿Dónde podemos conseguir un libro acerca de la iglesia de Cristo"? Le contesté sencillamente, "En el Nuevo Testamento usted puede leer acerca de la iglesia de Cristo". No tenemos nosotros li­bros humanos que reclamen inspiración para sí. No tenemos credos, manuales, artículos de fe, ni catecismos, porque no tenemos concilios o conferencias para autorizar o escribir tales li­bros legislativos.

      Cristo Jesús es Cabeza de la iglesia de Cristo, y no hay otro director como el "Papa" de Roma, ni organización episcopal para dar le­gislación a las congregaciones locales. La igle­sia de Cristo de McAllen, Texas, de la cual soy miembro es completa e independiente. No nos visita algún obispo cada mes o cada seis meses para "inspeccionar" la obra. No hay tal obispo. Los únicos obispos de los cuales la Biblia habla son los ancianos de las congregaciones como la de Filipos (Fil. 1:1) y Efeso (Hechos 20:17, 28). Había una pluralidad de obispos en cada con­gregación.

      Las sectas tienen sus superintendentes del distrito a quien todo predicador de esa comu­nión tiene que dar razón, y algunos de estos llegan a ser dictadores sobre las iglesias. Pero si los tales fueran los más rectos y piadosos de to­dos los hombres, de todas maneras, es un arreglo humano, no hay nada de Biblia para apoyar tal cosa. No están siguiendo las en­señanzas de los apóstoles. Cuando los predi­cadores de las iglesias humanas se cansan de arreglos no bíblicos, deben recordar que hay lugar en el reino de Dios para ellos cuando se conviertan, dejando todo camino falso.

La influencia del predicador

      Los predicadores deben reconocer la in­fluencia que tienen sobre la gente. Los que es­cuchan sus sermones naturalmente esperan que ellos sean hombres de mucho conocimiento de la Palabra. Cuando algún miembro de la iglesia tiene duda o pregunta, acude al predicador y espera oír la verdad de Dios sobre la cuestión. El predicador llevará a muchas personas consigo o al cielo o al in­fierno. Es importante pues que se predique solamente la doctrina apostólica. Dice Pablo a los Gálatas, capítulo 1:8, 9, "Mas aun si nosotros o un ángel del cielo os anunciare otro evangelio del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora decimos otra vez: Si alguno os anunciare otro evangelio del que habéis recibido, sea anatema". Este texto pone una gran obligación sobre los hombros del predicador; le hace bien responsable. El tendrá que dar cuenta de su predicación.

      Los predicadores sectarios dicen muchas cosas que carecen de apoyo bíblico. Por ejem­plo, amigo nuestro, pregunte a su pastor dónde encuentra él el texto que diga que la iglesia no es esencial para la salvación. Casi todos los ministros en las sectas afirman esto. Dicen que uno es salvo por la fe solamente y que puede unirse a la iglesia de su preferencia. Esto tam­bién es afirmado por muchos predicadores. Pero pregunte usted, estimado lector, dónde el pastor suyo encuentra esto en la Biblia.

      Ellos dicen que el hombre puede salvarse fuera de la iglesia, que puede salvarse e ir al cielo sin ser miembro de la iglesia. Si un predi­cador dice esto, tiene la obligación moral de presentar el texto bíblico que lo declare. Con este pensamiento estoy ilustrando lo que digo: que los predicadores de las iglesias humanas propagan muchos errores.

Hechos 2:41, 42, 47

      Al leer este texto usted puede ver clara­mente que los obedientes son añadidos por el Señor a la iglesia de Cristo y que luego deben perseverar en la enseñanza de los apóstoles. Ellos no se unieron a ninguna denominación, porque no existían las denominaciones en aquel entonces. Solamente existía la iglesia de Cristo. La gente obedeció los mandamientos entregados por los apóstoles (arrepentirse y bautizarse) y Dios les añadió a su iglesia. Tam­bién de esta misma manera fueron trasladados del reino de tinieblas al reino de su amado Hijo (Col. 1:13).

      Recuérdese, pues, que los cristianos del primer siglo perseveraban no en la doctrina de la Iglesia Católica Romana, ni en la de Lutero, Wesley, Russell o José Smith sino en la doc­trina de los apóstoles. Los apóstoles todavía nos enseñan por medio de su palabra. Es nece­sario leerla y obedecerla.

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