¿Existe en realidad el  infierno eterno?

      Ezequiel 18:20-27 dice, "El alma que pecare, esa morirá: el hijo no llevará el pecado del padre, ni el padre llevará el pecado del hijo: la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío sobre él ... Y si dijereis: No es recto el camino del Señor; oíd ahora, casa de Israel: ¿No es recto mi camino? ¿No son vuestros caminos torcidos? Apartándose el justo de su justicia, y haciendo iniquidad, él morirá por ello; por la iniquidad que hizo, morirá. Y apartándose el impío de su impiedad que hizo, y haciendo según el derecho y la justicia, hará vivir su alma".

      Si Dios ha sido bondadoso con el hombre, proveyendo la oportunidad por medio de Cristo de que el hombre sea salvo y viva con El en un estado de eterno gozo y felicidad, ¿sería consecuente con Su bondad y justicia que otro lugar se provea para aquellos que menospre­cian Su don de salvación? Hay grupos reli­giosos que contienden que por ser Dios miseri­cordioso  no echará a sus criaturas a un lugar de eterno castigo.

      Afirmamos que, en vista de lo que Dios dice en Ezeq. 18, a menos que El castigara a los inicuos no sería justo. Dios bendice a los obe­dientes y castiga a los desobedientes. No sería justo que Dios bendijera a los buenos e igno­rara a los malos.

      Dios dice (v. 25) que los caminos del inicuo son torcidos. ¿Por qué? Porque en lugar de aceptar la responsabilidad por su iniquidad, quiere culpar a otros, y quiere evitar el castigo que su iniquidad merece.

      Dios dice que si el hombre justo se aparta de su justicia y hace iniquidad, morirá (v. 26), y si el inicuo se aparta de su iniquidad "de cierto vivirá, no morirá" (v. 27). Habiendo dicho esto, pregunta otra vez: "¿no son rectos mis caminos, casa de Israel?" (v. 29). La respuesta obvia es que sí. Pero los caminos de ellos eran torcidos. Dios no hace acepción de personas. Todo de­pende del hombre. El justo será salvo y el inicuo será condenado.

      Ahora bien, si el justo vive y no muere por su justicia, sería absurdo dejar que el inicuo gozara de la misma bendición. Si se permite que el malo también viva, entonces ¿dónde está la justicia de Dios? Dios es justo porque bendice a los obedientes y porque castiga a los desobedientes.

      Por lo tanto, la existencia de un lugar de castigo no es nada ilógica o irrazonable, sino está en perfecta armonía con la justicia de Dios. Pablo dice (2 Tes. 1:6-10), "Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan, y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo; los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder, cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros)". Dice Pablo que es justo que Dios pague con tribulación, como también es justo que Dios bendiga a los fieles.

      Hay muchos textos que enseñan que habrá lugar de castigo: Mat. 5:22; 10:28; 13:41, 42; 25:41, 46; Mar. 9:42-48; Apoc. 20:15; 21:8. Los "testigos" quieren destruir la fuerza de esta en­señanza; dicen que "Geenna" (infierno) es so­lamente un lugar fuera de Jerusalén donde se quemaba la basura. Pero no hay ninguna prueba de que alguien jamás se haya echado a ese valle como medio de castigo o tormento. Jesús habla claramente en los textos citados arriba de castigo y de tormento. Los "testigos" son incrédulos y materialistas que simplemente no creen a Jesús y refutan lo que El dice.

      Dios no quiere que nadie perezca (2 Ped. 3:9), sino que todos se salven (1 Tim. 2:4), y ha hecho todo lo posible para salvar a todos, pero El deja el asunto (la decisión) en las manos del hombre. Nadie es forzado a obedecerle, pero todos serán responsables por su decisión. Es imposible quitar de las Escrituras la enseñanza acerca del infierno como es imposible quitar de las Escrituras la enseñanza acerca del hogar celestial. Nos conviene estar ocupados en evi­tar ir a ese lugar en lugar de ocuparnos en negar su existencia.

      Jesús dice (Mat. 25:46), "E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna". Este texto no necesita explicación. La en­señanza es bien clara: habrá tormento eterno para los desobedientes y habrá vida eterna para los obedientes. Si no hay tormento, tam­poco hay gozo. Si la palabra "eterno" se limita para los desobedientes, también se limita para los obedientes.

      Dicen los "testigos" y otros materialistas que los malos serán "aniquilados". Se basan en parte en Mateo 10:28 que dice que Dios "puede destruir el alma y el cuerpo en el in­fierno". Pero en primer lugar la palabra "destruir" no significa la destrucción o aniquilación del ser, sino la perdición del bien­estar (así dicen los léxicos griegos). En segundo lugar, Jesús dice en el mismo texto que esta "destrucción" es peor que la muerte ("Y no temáis a los que matan el cuerpo, mas el alma no pueden matar").

      Si los desobedientes fueran aniquilados, esto no sería en ningún sentido "castigo eterno".

      Recuérdese también que los que serán cas­tigados no son solamente los homicidas, los ladrones, etc., sino los que no conocen a Dios y no obedecen al evangelio (2 Tes. 1:7-9). No basta con ser gente moral. Hech. 10:1, 2, 22 nos informa de un hombre muy bueno que no es­taba salvo. Cuando oyó el evangelio fue bauti­zado (v. 33-43, 48). Dice Cristo que es necesario creer en El (Juan. 8:24), arrepentirse de peca­dos (Luc. 13:3, 5); confesarle (Mat. 10:32, 33); ser bautizado para el perdón de pecados (Mar. 16:16; Hech. 2:38), y entonces ser fiel hasta la muerte ("Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida", Apoc. 2:10).

      Los hombres incrédulos y carnales quieren eliminar la doctrina del infierno (el castigo eterno). Hablan del amor de Dios, pero no conocen a Dios y no entienden la palabra "amor". Hablan del Cordero de Dios, pero ig­noran su ira ("Y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado; ¿y quién podrá soste­nerse en pie?" Apoc. 6:16).

      Muchos creen que "el Dios del Antiguo Testamento" es severo, y que "el Dios del Nuevo Testamento" es muy tolerante, pero es absurda y antibíblica esta distinción. Además, aprendemos del castigo eterno en el Nuevo Testamento. Es Cristo y no Moisés quien habla del fuego eterno que no se apaga. Los que creen la Biblia creen la enseñanza acerca del castigo eterno.

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