El buen ministro de Jesucristo

1 Tim. 4:6-11

I. El buen ministro es el siervo de Jesucristo.

            A. Muchos hermanos piensan que el predicador es “El Ministro” de la iglesia, casi en el sentido sectario de “El Pastor”.

            B. Pero el “buen ministro” es el siervo fiel de Jesucristo porque predica la verdad revelada por el Espíritu Santo

            C. Compárese este uso de la palabra ministro en Col. 1:23; 2 Cor. 3:6; 6:4; 1 Tes. 3:2; 1 Cor. 3:5. Pablo habla también de los ministros de Satanás (2 Cor. 11:13,14,23).

II. El buen ministro es nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina.

            A. ¿Qué come el ministro del evangelio? ¿Cuál es su dieta? El buen ministro es conocido no sólo por lo que hace, sino también por lo que cree. Timoteo había sido nutrido bien (2 Tim. 3:14-15; Hech. 16:1-2).

            B. Muchos “comen” y predican los sermones de los sectarios.

            C. Pero el buen ministro es nutrido con las palabras de la fe y de la buena doctrina (1 Ped. 2:1, 2; Heb. 5:12-14). Los pensamientos de Dios (la voluntad de Dios) se dan a conocer por medio de las palabras de Dios, las palabras reveladas por el Espíritu Santo (1 Cor. 2:13). Estas palabras son buenas (las doctrinas de los hombres, las de los demonios, son malas).

            D. Si el ministro no está bien nutrido con las palabras de la fe, entonces no puede preparar buenos temas bíblicos y buenas clases bíblicas; por lo tanto, la iglesia no será bien nutrida. Es muy injusto que la gente asista a una reunión para recibir el buen alimento para sus almas y que sólo reciba pláticas, historietas, y “comida” que no edifica. El predicador que suba al púlpito sin haber estudiado con cuidado un tema bíblico, o un texto bíblico, insulta y defrauda al pueblo.

            E. Todo sermón y toda clase que presentemos debe ser el fruto de estudio cuidadoso. Nos debe “costar algo”. 2 Sam. 24:24, “No ofreceré a Jehová holocaustos que no me cuesten nada”.

III. El buen ministro enseña lo que Pablo revela.

            A. “Esto” se refiere a los ver. 1-5. El buen ministro no sólo predica sobre el amor y sobre temas positivos, sino que también tiene que denunciar el error y el pecado.

            B. “Enseñar” aquí es “señalar” (LBLA).

                        1. Significa “poner algo en mente de las personas”; equivale a recordarles, llamarles la atención.

                        2. Los falsos que Pablo describe en 4:1-3 iban a causar una apostasía.

                        3. Fue muy necesario, pues, que Timoteo advirtiera a los hermanos de los tales y que insistiera mucho en que siguieran en la sana doctrina.

            C. No sólo debería enseñar o “señalar”, sino que también debería mandar, v. 11. A veces no es popular resistir a los que enseñan el error.

            D. También debería explicar que no es correcto mandar abstenerse de los alimentos que fueron creados por Dios para ser recibidos con acción de gracias.

IV. El buen ministro desecha el error.

            A. El buen ministro no escucha las doctrinas de los demonios (4:1-5). Desecha fábulas, sean las de los judíos o del catolicismo y otros sectarios. Las fábulas más populares son de llamadas sanidades milagrosas. Hay muchísimas fábulas con respecto a María y los llamados “santos” del catolicismo.

            B. Predica la verdad, porque es santa, y rechaza la fábula, que es profana.

            C. Las viejas cuentan fábulas. Disponen de más tiempo, pues ya no tienen tanta familia. Estas son viejas que no aman la verdad (2 Tim. 4:2-4). ¿Qué deben hacer las mujeres ancianas? Tito 2:2-5.

V. El buen ministro se ejercita para la piedad.

            A. El buen ministro debe nutrirse espiritualmente y ejercitarse espiritualmente.

            B. El ejercicio corporal es importante, pues el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y debe ser cuidado. Los reglamentos ascéticos (4:1-3; Col. 2:13) son inventados por los hombres y no tienen valor para la lucha contra la carne.

            C. El cuerpo requiere la nutrición correcta, el ejercicio adecuado y la atención médica cuando se enferma. Desde luego, el cristiano evita los vicios (el fumar, el beber alcohol y el uso de otras drogas dañinas) que debilitan y destruyen el cuerpo. Como dice 1 Cor. 9:25, “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene”.

            C. Pero, el ejercicio corporal es provechoso para poco, porque el cuerpo es sólo para esta vida. El ejercicio corporal tiene beneficios temporales.

                        1. Se gasta mucho tiempo y dinero en los gimnasios para tener mejor salud. También se compran vitaminas, hierbas y toda clase de suplementos dietéticos.

                        2. Pero si solamente entrenan el cuerpo, entrenan solamente una parte del hombre, pues pronto el cuerpo perece para siempre, y luego ¿qué pasa con todo el ejercicio y entrenamiento que le dieron?

                        3. El cristiano, sin embargo,  no se concentra tanto en entrenar el cuerpo, sino en entrenar el alma en las cosas de Dios. El cristiano desarrolla todo, lo que es terrenal y lo que es celestial.

            D. El ejercicio para la piedad para todo aprovecha, pues aprovecha el cuerpo y el espíritu; aprovecha para el tiempo presente y para siempre. El ejercitarse para la piedad tiene beneficios eternos.

VI. El buen ministro trabaja, sufre, espera.

            A. El trabajar sufrir (o esforzarse) son ejercicios espirituales. Es parte del entrenamiento o el ejercitarse para la piedad de lo que acaba de hablar.

            B. Todo esto se practica y se soporta para fortalecer el espíritu, con el propósito de recibir la recompensa eterna: “Esperamos en el Dios viviente”.

            C. Trabajamos y sufrimos porque esperamos en el Dios viviente, que es el Salvador de todos los hombres, mayormente de los que creen. Desde luego, este texto no enseña la salvación universal, pues si lo hiciera estaría en conflicto con muchos otros textos. Lo que Pablo afirma es que Dios es el Salvador de todos en el sentido de que El puede y quiere salvar a todos, que Cristo murió por todos (2:6),  y que Dios desea que todos se salven (2:4; 2 Ped. 3:9), pero esta salvación es condicional, y en realidad los que serán salvos son los que creen  (los creyentes obedientes, Mat. 7:21; 24-27; 2 Tes. 1:8; Heb. 5:9).

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