¿Qué bien haré para tener la vida eterna?

Mateo 19:16-30

Introducción.

      Este texto es uno de los más ricos estudios en la Biblia. Concierne la cuestión de poseer la vida eterna. Hallamos en la Biblia muchas pre­guntas. A veces Dios hace preguntas al hom­bre; a veces la pregunta es hecha por el hom­bre y dirigida a Dios. Las preguntas se hacen a veces sinceramente y a veces no, porque mu­chos hombres hicieron preguntas con el motivo de "sorprender" a Jesús en alguna palabra (Mateo 22:15). Almas ambiciosas e insinceras hicieron preguntas a Cristo, pero siempre El descubrió su propósito y los dejó avergonzados.

      Cuando Dios pregunta al hombre, no es para aprender algo. El no pide información. "Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre" (Juan 2:24, 25). Génesis 3:9, "Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?" pero era Adán, y no Dios, quien necesitaba darse cuenta de su condición. Dios es omnisciente; sus pre­guntas son para el beneficio del hombre.

      Sin embargo, el hombre recibe gran be­neficio haciendo buen uso de las preguntas. El que predica y enseña puede imitar al Maestro, haciendo preguntas para despertar el interés de los oyentes, o para descubrir mejor el conocimiento (o falta de él) en las personas a las cuales quiera enseñar.

      Sin embargo, en este texto, como en otros muchos, un hombre hace una pregunta para aprender algo para el bien de su alma.

I. ¿Qué bien haré para tener la vida eterna? v. 16.

      A. El creía que tenía que hacer algo. ¿Estaba equivocado? La mayor parte de los predicadores de las iglesias humanas le hu­bieran contestado que no hay nada que hacer, que Dios ya lo hizo todo.

      B. Pero Cristo también creía que el hom­bre debía hacer algo. En el vocabulario de Jesús la palabra "hacer" fue muy usada. La doc­trina de la "fe sola" no fue concebida por El. Si el hombre no debe hacer nada para heredar la vida eterna, ¿qué mejor texto en toda la Biblia que éste para enseñarlo? ¿Qué oportunidad más apropiada?

      C. Por el contrario, le dice: "Mas si quieres en­trar en la vida, guarda los mandamientos". Este consejo divino se nos aplica hoy en día. No vivimos bajo la misma ley, la ley de los diez mandamientos y las demás ordenanzas de Moisés, pero todavía el mismo principio, la misma regla, se nos aplica: "Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos". Porque Cristo Jesús nos ha dado ciertos mandamientos qué guardar y nos dice repetidas veces que si le amamos, guardaremos sus mandamientos. El nos abre el camino al cielo; El es el camino, la verdad y la vida (Juan 14:6). Y es imposible an­dar en El sin andar en sus mandamientos. El requiere la fe (Juan 8:24), el arrepentimiento (Lucas 13:3), la confesión de fe en El como Hijo de Dios (Mat. 10:32, 33), y el bautismo (sepultura) en agua para el perdón de pecados (Marcos 16:16; Rom. 6:4; Hechos 2:38). Estos son mandamientos de Cristo para nosotros. Sí, hay algo que hacer. No permita que ningún predicador le engañe sobre este particular.

      D. Hechos 2:37, 38 dice, "Al oír esto, se compungieron de corazón y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo". La pre­gunta fue ¿qué haremos? y la respuesta divina (dada bajo la inspiración del Espíritu Santo, v. 4) incluyó dos mandamientos sencillos y en­tendibles: el arrepentimiento y el bautismo, para el perdón de los pecados. No hay vida eterna sin el perdón de Dios.

      E. Hechos 9:6 habla de la conversión de Saulo de Tarso: "El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer". ¡Hacer! Y el Señor Jesús lo dijo. El discípulo Ananías le dijo qué hacer: "Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invo­cando su nombre".

      F. Hechos 16:30 sigue ilustrando esta ver­dad: "y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?" A este carcelero de Fili­pos se le fue mandado creer en el Señor Jesús para ser salvo, y para que él pudiera creer le hablaron la palabra del Señor. En la misma hora, a medianoche, él fue bautizado.

II. La vida eterna.

      A. Expresiones sinónimas son: "Tesoros en el cielo" (Mat. 6:20); "entrar en la vida" (Mat. 19:17); "ser salvo" (Mat. 19:25). Significa la vida (más que existencia) con Dios eternamente.

      B. ¿Por qué mandó Jesucristo que el joven guardara los mandamientos de la ley de Moisés (Ex. 20)? Porque Cristo Jesús nació, vivió y murió bajo aquella ley. El guardó el sábado y las fiestas solemnes prescritas por la ley. El es el único judío que guardó la ley de Moisés per­fectamente. El nunca pecó (Heb. 4:15, 16; 1 Ped. 2:22). Pero cuando El murió en la cruz, El quitó esa ley (Col. 2:14) y estableció la suya (Heb. 9:15-17; 10:9).

      C. Además: Aunque Jesús practicaba y en­señaba toda la ley de Moisés durante su vida personal, al quitarla (cumpliéndola, Mat. 5:17-29), El nos ha dado otra ley superior y más exi­gente (Mat. 16:24; Luc. 14:33; Gál. 2:20, etc.).

      D. La vida eterna, pues, es la herencia de aquellos que hacen la voluntad del Padre (Mateo 7:21) y esta voluntad requiere la obe­diencia de los mandamientos de Jesús de corazón (Rom. 6:17; Col. 3:22; Hebreos 19:22, "acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura".

III. ¿Qué más me falta?

      A. Este joven ejemplar fue amado por Jesús (Marcos 10:21). Su vida, su conducta, y su actitud demostraron buenas cualidades. Al ver a Jesús, éste vino corriendo (Mar. 10:17). ¿Cuántos jóvenes de nuestra época demues­tran tanto interés en sus almas? Aun en la igle­sia la moralidad no es premio buscado por to­dos. A este joven le faltó algo muy importante, pero en cuanto a su vida moral demostró una moralidad ejemplar.

      B. ¿Qué más me falta? Conviene que todos hagamos esta pregunta diariamente. No seamos indiferentes y no estemos satisfechos con lo que ya hayamos hecho en el servicio a Dios. Cuando el apóstol Pablo estuvo ya avan­zado en años y estaba preso en Roma por el testimonio de Jesús, dijo, "Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús" (Filipenses 3:13, 14).

      C. Al que todavía no ha sido bautizado (sumergido) en agua, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mateo 28:19) para el perdón de sus pecados (Hech. 2:38), y para estar en el cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:13), le falta algo, y ese algo existe como pared intermedia entre este individuo y su Dios. Hech. 8:36-39 debe leerse con cuidado: "Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bauti­zado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó". Amigo nuestro, ¿Qué impide que usted sea bautizado? ¿Se interesa usted en la vida eterna? Cuando usted obedece al evangelio, obtiene el perdón de Dios y tiene la promesa de la vida eterna (1 Juan 2:25). Le conviene, pues, oír el evangelio puro, creer en Cristo, arrepentirse de los pecados, confesar a Cristo como el Hijo de Dios, y bautizarse. El joven rico no quiso obedecer, porque creía que el precio era demasiado caro. Muchos hoy en día tampoco quieren obedecer. ¿Es usted uno de ellos?

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