LA
GRACIA DE DIOS
(Torcida por Agustín, Lutero y Calvino)
Introducción.
La gracia de
Dios es su buena disposición o voluntad hacia nosotros o, como decimos
frecuentemente, su favor no merecido, para efectuar nuestra salvación (perdonarnos).
Dios desea salvarnos, 1 Tim. 2:4; 2 Fed. 3:9, y dio su Hijo Unigénito para
manifestar su amor, Jn. 3:16.
I. El hombre fue
creado con libre albedrio.
A. El hombre fue creado a la imagen de Dios, Gén. 1:26. Por eso, no es
como las criaturas de instinto, sino que tiene inteligencia y voluntad. El
hombre puede entender y apreciar la moralidad. Puede distinguir entre el bien y
el mal y puede escoger el bien. Tiene libre albedrío.
B. La Biblia enseña que el
hombre es responsable. Todo mandamiento de Dios implica que e1 hombre puede y
debe obedecer. Toda condición implica que el hombre puede cumplir con esa
condición. Toda la Biblia trata al hombre como moralmente responsable. 2 Ped.
1:4, Dios espera que seamos participantes de la naturaleza divina, habiendo
huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia. ¡Debemos
ser como, Dios!
II. Pero todos hemos pecado. ¿Cómo podemos ser como
Dios?
Ahora
estamos llegando al tema de la gracia. ¿Cómo? Juan 3:16. Cristo murió para
expiar nuestros pecados. Cuando obedecemos al evangelio, Dios nos perdona, Hech.
2:38. ¿Por qué nos perdona? Porque nos ama, nos quiere. Nadie merece este amor
porque todos hemos pecado, pero a pesar de eso, Dios nos quiere. Es el Creador,
nos hizo en su imagen y quiere que tengamos comunión con Él. Quiere nuestro amor
y servicio. No quiere que seamos obligados o forzados a obedecerle, sino que lo
hagamos voluntariamente, con fe y amor y gratitud. El quiere lo que Jesús dice
en Mat. 16:24. Cuando Dios nos perdona, los pecados quedan borrados, olvidados,
como si nunca existieran. Sal. 103:12; Miqueas 7:19; Heb. 8:12.
Entonces debernos imitar a Dios, Ef. 5:1; 1 Ped 1:16; 1 Jn. 3:1; Deut. 10:12;
Mat. 22:37-39. Imitamos a Cristo quien vino al mundo para revelar al Padre, Juan
14:9; 1 Ped. 2:21 ("que sigáis sus pisadas"). Andamos en la luz, como El está en
luz, 1 Jn. 1:7.
Pero ¿qué
pasa cuando pecamos otra vez? En primer lugar, dejamos la práctica del pecado, 1
Jn. 3:8. Y cuando tropezamos, confesamos los pecados, 1 Jn. 1:9 - 2:2, y El nos
perdona.
III. "San" Agustín era el principal oponente del
libre albedrío.
A. La teología de la mayoría
de las denominaciones ha sido afectada fuertemente por el concepto de que el
hombre no tiene libre albedrio. La mayoría de los miembros de iglesias
evangélicas dirán que el hombre sí tiene libre albedrío. Aun la mayoría de los
pastores. Los miembros y pastores que dicen que el hombre sí tiene libre
albedrío no siguen los credos oficiales de sus iglesias ni toman en cuenta el
origen de varias doctrinas que creen (por ejemplo, la salvación por la fe sola,
la perseverancia de los santos, etc.).
B. Durante los primeros tres
siglos los escritores eclesiásticos insistían en el libre albedrío del hombre,
pero un hombre famoso llamado Manes o Manoqueo, nacido en Persia en el tercer
siglo, enseñó que la materia es mala y que, por eso, el cuerpo es corrupto (pecaminoso).
Tales ideas existieron en el tiempo del apóstol Juan y, por esa razón, los que
cayeron bajo la influencia gnóstica enseñaban que Cristo no vino en carne (1 Jn.
4:2, 3).
C. El famoso Agustín de
África (354-430), llamado "San Agustín", "obispo" de Hippo) tuvo mucho que ver
con la creencia del mundo religioso de que el hombre no tiene libre albedrío. En
primer lugar, cuando era joven, llevó una vida muy pecaminosa y cuando fue
convertido comenzó a estudiar y razonar para entender por qué él había sido un
joven tan pecador. Llegó a la conclusión de que desde su niñez había sido
moralmente depravado. Luego, otra cosa muy significativa fue que por unos
cuantos años él cayó bajo la influencia del maniqueísmo (una forma del
gnosticismo) y se convenció de que el cuerpo es malo y que, en realidad, el
hombre nace depravado de todo bien y que no tiene libre albedrío.
Enseñó
que en el huerto de Edén antes de pecar Adán y Eva sí tenían libre albedrío pero
que fueron protegidos por lo que Agustín llamó la "gracia" de Dios. El explicó
la "gracia" como una "fuerza capacitadora". Al tener esta fuerza también tenían
libre albedrío y podían escoger el camino correcto, pero escogieron el mal y
fueron expulsados del huerto. Entonces dijo que cuando Adán perdió su libre
albedrío, toda la humanidad lo perdió.
Creyó,
pues, que la gracia puede ser restaurada solamente por medio de un acto especial
(milagroso) de Dios; es decir, que la gracia significa que el hombre puede ser
salvo solamente por tener una "experiencia de gracia", un acto milagroso de
Dios. Propagó la enseñanza de que el hombre nace depravado de todo bien y que,
por causa de eso, no tiene participación alguna en su salvación, que ni siquiera
puede querer creer, hasta que Dios mueva su corazón. La "experiencia de gracia"
significa que Dios hace algo al corazón humano. ¡Zas! Le toca al corazón y lo
cambia! Según ese concepto torcido de la gracia el resultado es el nuevo
nacimiento, la regeneración, etc. El concepto de Agustín de la gracia se ve en
lo que él dijo al Señor: "Da lo que pides y pide lo que quieras".
D. Agustín creyó también que
los infantes deben ser "bautizados" porque si nacen pecadores y si el bautismo
es para remisión de pecados, es necesario bautizarlos para quitar el pecado
original.
Los
evangélicos citan Efes. 2:8 ("Porque por gracia sois salvos por medio de la fe;
y esto no de vosotros, pues es don de Dios") para enseñar que aun la fe es una
dádiva de Dios. (Desde luego, Pablo no quiere decir que la fe es don de Dios,
sino que la salvación es don de Dios; "la fe es por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios", Romanos 10:17). Pero este error se basa en la idea de Agustín
de la necesidad de la "experiencia de gracia" o de "la fuerza capacitadora".
El
oponente principal de Agustín era Pelagio, un monje de Bretaña. El creía
fuertemente en el libre albedrio. Hizo un peregrinaje a Roma y se dio cuenta de
que algunos sacerdotes tenían concubinas. Pelagio les exhortó pero ellos, bajo
la influencia de la doctrina de Agustín, dijeron que pecaban por causa de su
carne, su naturaleza corrupta, y que no podían evitarlo. Les dijo que sí podían
evitarlo. Dijo, "Si e1 hombre debe hacer algo, lo puede hacer" (es decir, si
Dios manda que el hombre haga cierta cosa, entonces el hombre tiene la capacidad
para hacerlo). Pero en los debates entre Agustín y Pelagio, Agustin ganó --en
parte, debido al extremismo de Pelagio quien enseño que el hombre puede salvarse
solo -- y el partido de Agustín era el partido predominante en la iglesia y
prácticamente se destruyó la influencia de Pelagio.
IV. La gracia y los sacerdotes y sacramentos.
A. Para el siglo ocho, la
doctrina de Agustín se estaba olvidando y había más énfasis sobre sacerdotes y
sacramentos. Bajo este sistema se enseñaba que la gracia de Dios estaba en los
sacramentos que fueron administrados por los sacerdotes.
B. Según este falso sistema
la gracia de Dios es como si la sangre de Cristo estuviera en una vasija. La
Iglesia Católica se considera a si misma como el depósito de la cual la gracia
de Dios es repartida. Hay siete agujeros en la vasija (los siete sacramentos).
Estos son los medios de gracia según el catolicismo. Por ejemplo, los que
quieran gracia para su matrimonio tienen que estar casados por la iglesia. La
gracia está amarrada al sacerdocio. Entonces la iglesia enfatizaba obras y más
obras, mayormente en los muchos requisitos para la penitencia (yendo arrodillado
hacia algún santuario), etcétera. Desde luego, las "obras" requeridas por la
Iglesia Católica son obras inventadas por ellos mismos.
V. La gracia y Los reformadores protestantes.
A. Martín Lutero, alemán
reformador protestante, resucitó las enseñanzas de Agustín. Su oponente
principal era un holandés llamado Erasmo, pero Lutero derrotó a Erasmo como
Agustín derrotó a Pelagio.
B. Juan Calvino desarrolló y
sistematizó la doctrina que se llama "el calvinismo". Se aprende fácilmente en
inglés porque está en forma acróstica TULIP (tulepán).
T-otal depravity
(depravación total). No hay texto que enseñe esta doctrina; por el contrario
contradice muchos textos. El hombre no nace con pecado, sino que comete pecado
(1 Jn. 3:4). La llamada "depravación total" o expresiones afines son la vil
mentira de Satanás que el hombre pecador usa como "excusa" para disminuir o
eliminar su culpa.
U-nconditional election (elección
incondicional, doctrina falsa que dice que antes de fundar el mundo Dios escogió
a los que serán salvos). Esta doctrina contradice Hechos 10:34, 35; Rom. 2:11,
que Dios no hace acepción de personas.
L-imited atonement (expiación limitada,
que Cristo murió solamente por los elegidos). Esta falsa doctrina contradice
Heb. 2:9; Tito 2:11; Rom. 5:6.
I-rresistible grace (gracia
irresistible, que Dios hace algo --¡Zas! -- para salvar a los escogidos). Este
punto es la base del pentecostalismo y la llamada "experiencia de gracia"
ensenada por los evangélicos en general. Véase 2 Cor. 6:1. De allí vienen los "testimonios"
de "lo que el Señor hizo por mí".
P-erseverance of the saints (perseverancia
de los santos, o sea, que no pueden caer de la gracia, una vez salvos, siempre
salvos), doctrina que contradice muchos textos, por ej., Gál. 5:4; 2 Ped.
2:20-22. ¿Como pueden creer que el hombre persevera aunque siga pecador?
Inventaron otra doctrina: la supuesta imputación de la justicia personal de
Jesús al creyente. Según esta doctrina falsa Dios no ve los pecados del creyente
porque solamente puede ver la justicia de Jesus que le fue contada al creyente,
que viene siendo como túnica que le cubre. Tuercen Rom. 4:2-4; 5:18, 19 y otros
textos para apoyar esta falsa doctrina. Lamentablemente algunos hermanos han
caído en este error. También la idea que algunos hermanos tienen de que el
Espíritu Santo mora personalmente en los cristianos para ayudarles a perseverar
demuestra la influencia del calvinismo aun en la iglesia de Cristo. La palabra "morar"
simplemente indica que el Espíritu Santo nos guía y nos controla a través de su
palabra y que tenemos comunión con El (Rom. 8:14; 2 Cor. 13:14), es decir, que
participamos en las cosas de Dios.
VI. Hay muchas variaciones del llamado "Calvinismo".
Por ejemplo, en la comunidad donde este servidor vivió como joven había una
iglesia bautista de libre albedrío ("Free Will Baptist Church"). Según los
credos oficiales la Iglesia Bautista es Calvinista, pero hay grupos que se
oponen a ciertos puntos de esta teología. Entre ellos el tema del libre albedrío
ha provocado mucha controversia y división. Sin embargo, nadie puede negar que
la doctrina original y oficial del Calvinismo es TULIP y que niega el libre
albedrio y, por lo tanto, niega la gracia de la Biblia.
La
soberanía de Dios. Los oponentes del libre albedrio dicen que el hombre no puede
decir "No" a Dios. Por ejemplo, cuando el niño dice "No" a sus padres, es porque
ya perdieron el control sobre él y afirman que Dios nunca pierde el control, que
su autoridad es absoluta. Pero ignoran -- o hacen caso omiso -- de que Dios
escogió, El quería, que el hombre tuviera libre albedrío. Dios quiere la clase
de servicio que requiere el libre albedrío. Toda la creación glorifica a Dios,
pero Dios quiere que el hombre escoja servirle, que voluntariamente le sirva, y
esto sería imposible sin libertad de voluntad. Además de eso, el hombre no puede
decir "No" a Dios y escapar la consecuencia que es el castigo. Dios es Soberano,
tiene todo control. El hombre dará cuenta a Dios en el Dia Final.
VII. La gracia y la ley de Moisés (Romanos, Gálatas).
A. Gál. 2:16, 21; 5:4; Rom.
6:14; 10:3, querer justificarse por la ley equivalía a establecer su propia
justicia (Fil. 3:9, "mi propia justicia, que es por la ley").
B. ¿Por qué no podían
justificarse los judíos por la ley de Moisés?
Gál.
3:10, malditos por no obedecer toda la ley. Aunque obedecieran casi todos los
mandamientos, preceptos, estatutos, etc., por la transgresión de un solo
mandamiento (de los mas pequeños), eran transgresores y condenados, y bajo la
ley de Moisés no había Salvador.
Rom.
4:4, "al que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda", es
decir, si alguno hubiera obedecido perfectamente toda ley de Dios, entonces
sería justificado, simplemente porque nunca hubiera pecado. Entonces, en tal
caso Dios le debería la recompensa. Pero Rom. 3:23 dice que todos pecaron; por
eso, nadie podría justificarse de esa manera. Al decir (Rom. 4:2, 4, 5) que
Abraham no fue justificado por obras quiere decir que él no esperaba ser
justificado por la obediencia perfecta, haciendo caso omiso de la misericordia y
perdón de Dios. Rom. 4:3 dice que "Creyó Abraham a Dios y le fue contado por
justicia" y Rom. 4:6 habla de la "justicia sin obras". Estos versículos se
explican claramente en los vers. 7, 8. Se refieren al perdón de Dios. Esta es la
única justicia verdadera. Los justificados son los perdonados. El perdón de Dios
es la gracia de Dios. Esta es justificación o justicia por fe, Rom. 4:3, 5; 5:1;
Efes. 2:8; es decir, justificados por obtener el perdón de Dios por medio del
evangelio de Cristo.
C. El sistema sacrificial
bajo la ley no quitaba los pecados, Heb. 10:1-4, sino que cada año se hacía
memoria de ellos. Los fieles bajo la ley fueron salvos por Cristo, Heb. 9:15,
16.
VIII. Nosotros también estamos bajo ley, Gál. 6:2;
Rom. 8:2; 1 Cor. 9:21; Sant. 2:10, etc.
A. Es una ley aun más
estricta -- más exigente -- que la ley de Moisés: Mat. 5:21-24, 28, 32, 33-37,
38-47; 15:18-20; 1 Ped. 1:15, 16; 1 Jn. 3:15; Col. 3:5; etc. Hay aun más culpa
bajo la ley de Cristo.
B. Pero no es una ley que
ofrezca justificación por la obediencia perfecta. ¿No somos salvos por obedecer
la ley de Cristo? Si, pero no por obedecerla perfectamente, sin pecar nunca. ¿No
debemos obedecer perfectamente la ley de Cristo? Si, pero si queremos obedecerla
perfectamente obedecemos el mandamiento de confesar pecados y esto indica o
implica que hemos pecado (que no hemos obedecido perfectamente) y que buscamos
la gracia de Dios. Desde luego, debemos esforzarnos y luchar por ser cumplidos
en todo aspecto, pero todos pecamos (1 Jn. 1:8) y si confesamos los pecados Dios
nos perdona (1 Jn. 1:9- 2:2). ¡Esta es la gracia de Dios! Repito: Si alguno
obedece los mandamientos de la ley de Cristo, se arrepiente de sus pecados y es
bautizado para perdón de los pecados. Desde luego, el que hace esto reconoce y
admite que no se está salvando por obedecer perfectamente la ley de Cristo. Más
bien, reconoce que ha pecado y que quiere el perdón de Dios.
C. Recuérdese Luc. 17:10, "cuando
hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos,
pues lo que debíamos hacer, hicimos". ¡Nadie merece la salvación!
D. Recuérdese también que
había judíos que querían justificarse a sí mismos y que estos fueron
representados por el fariseo de Luc. 18:9-12.
IX. Entonces, ¿Somos o no somos salvos por las
obras?
A. Los judíos no podían
justificarse por las obras de la ley de Moisés, Rom. 3:27, 28. Esto se explica
claramente en Gál. 3:10.
B. Nadie será justificado por
las buenas obras que haya hecho aparte de Cristo, Efes. 2:9; 2 Tim. 1:9; Tito
3:5. Es importantísimo que todos entiendan que cuando Pablo dice que no somos
salvos por obras siempre se refiere a las obras hechas aparte de Cristo y el
perdón que El ofrece.
C. ¿Puede una persona
salvarse si simplemente piensa en cumplir las leyes del Nuevo Testamento? ¿Si
solamente considera la ley de Cristo Como un código de leyes? Los sectarios -- y
algunos hermanos -- nos acusan de ser legalistas, perfeccionistas, de que
queremos salvarnos solos, etc. Dicen esto cuando insistimos en que se respete la
autoridad de Cristo, que se siga el patrón bíblico, que no se tolere el divorcio
no por fornicación ni las segundas nupcias no legítimas, etc. Pero ¿cómo sería
posible tratar de justificarnos por la ley de Cristo como los judíos querían
justificarse por las obras de la ley de Moisés? Sería totalmente imposible,
porque la ley de Cristo dice que todos pecamos y que debemos confesar pecados,
es decir, si se guardara perfectamente la ley de Cristo se confesaría el pecado.
Si guardamos la ley de Cristo, reconocemos que todas hemos pecado y, por lo
tanto, nadie guarda la ley de Cristo sin pecar. Es por eso que apareció la
gracia de Dios para perdonarnos a través de la muerte de Cristo. ¿Cómo sería
posible que alguno tratara de salvarse solo guardando la ley de Cristo sin tomar
en cuenta su propio pecado y el perdón de Dios a través de Cristo y su muerte
por nosotros?
D. Pero si alguno lo hace, si
obedece los mandamientos del Nuevo Testamento sin entender que la obediencia y
las buenas obras simplemente son nuestra aceptación de la gracia de Dios que se
ha manifestado en Cristo y su muerte por nosotros, entonces no obedece de
corazón (Rom. 6:17, 18) y caería en el mismo error de los judíos. Eso sería
tratar de merecer la salvación lo cual es imposible.
E. Sin embargo, aunque
reconozcamos que pecamos y que necesitamos del perdón de Dios, recordemos Sant.
2:24, "el hombre es justificado por las obras", es decir, las obras enseñadas
por el evangelio (Efes. 2:10). Esto simplemente significa que el hombre tiene
que aceptar la salvación por medio de la obediencia al evangelio y la práctica
de buenas obras.
X. Obediencia y buenas obras equivalen a aceptar la
salvación gratuita.
A. La teología calvinista
enseña que todo depende de Dios, pero según la Biblia el hombre es muy
responsable, y tiene mucho que ver con su salvación. Hech. 13:43, " ... a que
perseverasen en la gracia de Dios"; 2 Cor. 6:1, "... a que no recibáis en vano
la gracia de Dios"; Gál. 2:21, "no desecho la gracia de Dios"; Gál. 5:4, "de la
gracia habéis caído"; 2 Tim. 2:1, "esfuérzate en la gracia"; Heb. 12:15, "alguno
deje de alcanzar la gracia de Dios"; Judas 4, "convierten en libertinaje la
gracia". ¿Quién puede leer estos textos y seguir creyendo que el hombre no tiene
nada que ver con la gracia de Dios o que la gracia de Dios es incondicional?
B. A través de la Biblia se
puede ver que Dios hace su parte y el hombre tiene que hacer su parte. Desde
luego, el hombre no puede hacer la parte de Dios (el hombre no puede proveer un
Salvador), pero al mismo tiempo es cierto que Dios no hará la parte que
corresponde al hombre. Dios provee el pan, pero el hombre tiene que trabajar
para poner el pan sobre la mesa. Recordemos y prediquemos los casos muy
conocidos: los muros de Jericó (Dios los hizo caer, pero el pueblo tuvo que
obedecer); la lepra de Naamán (Dios la sanó pero si no se hubiera zambullido
siete veces en el río Jordán?); Jesús sanó al ciego (Juan 9), pero este tuvo que
ir al estanque de Siloé para lavarse; Dios nos perdona pero tenemos que ser
bautizados (Hechos 2:38). En fin, toda la obediencia y todas las buenas obras
son actos necesarios para aceptar la gracia de Dios.
C. Por eso, muchos textos
dicen "hacer", "obedecer", "obrar". Mat. 7:21; 12:50; Hech. 2:40; Gál. 5:6; Fil.
2:12, y Sant. 2:24.
XI. Recompensa, salario, galardón.
A. No merecemos la salvación.
Bien entendemos esto, pero Jesús dice de algunos, "andarán conmigo en vestiduras
blancas, porque son dignos", Apoc. 3:4; también Apoc. 19:8, "el lino fino es las
acciones justas de los santos". Reconocemos que en un sentido somos "siervos
inútiles", pero al mismo tiempo nos gozamos al leer Apoc. 3:4; 19:8, etc.
B. La salvación es la "dádiva
de Dios", pero el Nuevo Testamento habla mucho de "recompensa", Mat. 6:1, 4;
Mar. 9:41; y "galardón", Mat. 5:12; Luc. 6:35; Col. 2:18; 3:24; Heb. 10:35;
11:6; 2 Jn. 8. Sin embargo, si tenemos los ojos solamente en la recompensa en
lugar de tener los ojos puestos en Jesús, no habrá recompensa.
Conclusión:
¡Sublime gracia! ¡Qué tema más básico! Hermanos, prediquemos mucho sobre la
gracia de Dios. Los sectarios y algunos de nuestros hermanos dicen que no
creemos en la gracia. Son acusaciones muy falsas. El problema es que muchos
aceptan definiciones católicas o de los "evangélicos" de la gracia. Dios nos
creó a su imagen -- con inteligencia y voluntad -- y podemos entender y apreciar
la voluntad de Dios. El hombre tiene libre albedrio y es responsable ante Dios.
Nadie puede justificarse por obras aparte de Cristo -- aparte del evangelio --
pero estamos bajo la perfecta ley de libertad y nos conviene ser cumplidos y
hacer buenas obras para glorificar a Dios. Aunque entendemos que en un sentido
aun después de hacer todo lo que el Señor requiere somos "siervos inútiles", en
otro sentido somos justificados por obras (Sant. 2:24) y el Señor nos considera
"dignos" de llevar "vestiduras blancas" en su presencia. No desechemos la gracia;
no recibamos en vano la gracia; no convirtamos la gracia en libertinaje; no
dejemos de alcanzar la gracia, sino más bien, nos esforcemos en la gracia, y
¡Dios nos recompensara!
(Algunos de los datos históricos
y otros pensamientos presentados en este estudio se hallan en el libro sobre la
gracia por nuestro amado hermano Robert Turner de Burnet, Texas)