EL MENSAJE A LA IGLESIA EN LAODICEA

Apocalipsis 3:14-22

Por Israel Zavala (Odessa, Texas).

 

·        Según comentaristas como W. Barclay Laodicea era una de las ciudades más opulentas del mundo, era un centro banquero y financiero.  Era una ciudad que se jactaba de su riqueza. En el año 61 d.C. fue destruida por un terremoto, pero sus ciudadanos eran tan ricos e independientes que rehusaron recibir ayuda alguna del gobierno romano y reconstruyeron la ciudad con sus propios recursos.

·        Laodicea también era un centro de confección de ropa. Laodicea era famosa por su lana suave, violeta-negra lustrosa. Era una ciudad donde se producían grandes cantidades de ropa, particularmente una túnica llamada “trimita”, que era una prenda de vestir de alta calidad hecha de excelente lana negra producida allí mismo.  Laodicea era una ciudad que se sentía muy orgullosa de la ropa que fabricaba.

·        Pero además, Laodicea era también un gran centro médico. Sus médicos eran tan famosos y reconocidos que algunos de ellos figuraban en las monedas de Laodicea. En esta ciudad había una escuela de medicina muy famosa en todo el mundo. En Laodicea de producía el ungüento para los oídos y el colirio para los ojos.  Ellos exportaban el colirio a todas partes como medicamento para curar enfermedades de los ojos.

·        En esta ciudad había una Iglesia de Cristo, la cual para cuando se escribió el libro de Apocalipsis ya tenía aproximadamente 30 años de existencia. Curiosamente las cosas de las cuales más enorgullecían a los residentes de Laodicea fueron precisamente las que el Señor utiliza en este mensaje para hacerle ver a la Iglesia la terrible condición espiritual en la cual ellos se encontraban.

·        Desafortunadamente la Iglesia en Laodicea fue una congregación que no recibió ningún elogio de parte del Señor, una Iglesia de la cual Cristo no pudo decir nada positivo, de hecho fue la única. En la  Iglesia de Sardis tampoco hubo elogios, pero al menos había unos cuantos fieles que no habían manchado sus vestiduras. En Laodicea no había ni siquiera eso. 

 

I.- EL REMITENTE DEL MENSAJE

(Apocalipsis 3:14) “Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:”

 

·        El autor y remitente del mensaje a la Iglesia en Laodicea es el Señor Jesucristo, sin embargo la descripción que hace de él mismo es la forma ideal y precisa que requería escuchar esta Iglesia local. Ellos necesitaban primeramente comprender quien era Jesús para poder hacer una enmienda de su condición espiritual.

 

a)     Jesús es el Amen

·        La palabra “amen” significa “así sea” y se utiliza por lo general para afirmar algo como cierto o para manifestar nuestra aprobación a algo como lo es una oración o a un mensaje bíblico. “Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho.” (1 Corintios 14:16)

·        Los hermanos de Laodicea (al igual que nosotros) debían de tener bien claro que Jesús es aquel cuyas promesas son fieles y verdaderas y fuera de cualquier duda.  Jesús es garantía de verdad,  es digno de toda credibilidad y es el único en quien podemos confiar plenamente. Poner la esperanza en las cosas materiales o en las riquezas inciertas es el peor equivoco que alguien puede cometer. El único verdadero y digno de confianza absoluta es Jesucristo.

 

b)    Jesús es el testigo fiel y verdadero.

·        Jesucristo es testigo de la verdad, vino al mundo para dar testimonio de la verdad. “Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz.” (Juan 18:37) Jesucristo atestigua la verdad con todo conocimiento de causa, sus ojos como llama de fuego son capaces de escudríñalo todo. Jesús puede decirnos con toda exactitud y precisión lo que él ha visto y oído. El no miente, el no exagera, el no altera las cosas, él es fiel y verdadero. El testimonio de Cristo es exacto y preciso y por lo tanto necesita ser creído por toda persona. La verdad no siempre gusta o agrada, pero es indispensable para poder enmendar nuestros errores. Los hermanos de Laodicea necesitaban aceptar el testimonio fiel y verdadero del Señor.

 

c)     Jesús es el principio de la creación de Dios.

·        Es importante aclarar que Jesús no está afirmando ser la primera criatura creada como algunos falsos maestros mal interpretan. La palabra principio viene del gr. “arque” que significa, “origen, causa o fuente”.  Al decir que Jesús es el principio de la creación de Dios la idea es que todas las cosas tienen su origen en Cristo. “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.” (Juan 1:3); “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;” (Colosenses 1:15-17)

·        Jesús quería por medio de estos calificativos que los hermanos en Laodicea supieran que estaban cometiendo el error que muchos en día desafortunadamente también cometen. Poner la confianza en lo creado y no en el Creador. Todo lo que ellos tenían procedía de Cristo, Él es el origen de la creación y por lo tanto toda la honra y la gloria siempre debe ser para Él. “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1 Timoteo 6:17)

 

II.- EL REPROCHE DE CRISTO

(Apocalipsis 3:15-17) “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.”

 

a)     No eres frio ni caliente sino tibio

·        La tibieza espiritual de estos hermanos era tal que provocaban nauseas, asco, y repugnancia a Cristo. Debemos entender que el Señor vomita, a todo cristiano, cristiana o iglesia cuya actitud sea de tibieza. Los fríos espiritualmente son aquellas personas que no han obedecido el evangelio, aquellos que no se han convertido a Cristo, aquellos incrédulos del mundo. Los calientes son aquellos cristianos y cristianas que no solamente algún día fueron bautizados sino que también son de espíritu fervoroso, que están llenos de entusiasmo por la causa de Cristo, que a través de su vida de obediencia dan muestra de su conversión y su  genuina fe en el Señor. Los laodicenses no eran ni una cosa ni otra, pero delante de Dios no hay punto intermedio, no hay estado neutral, entendamos que el Señor lo quiere todo o nada.

·        Ser tibio implica ser indiferente, ser desinteresado, apático, displicente hacia los mandamientos del Señor. Desafortunadamente hay iglesias del Señor donde la tibieza espiritual se apodera de algunos miembros. Cristianos que no acostumbran orar diligentemente a Dios,  que son descuidados con el estudio de la Biblia, que no se examinan a sí mismos en la palabra, que son muy inconstantes en la asistencia a las reuniones de la iglesia, que tienen costumbre de faltar frecuentemente por cualquier causa, que jamás hacen un sacrificio para dar o ayudar a otros, que muestran muy poco interés en las actividades de la Iglesia, que no acostumbran visitar a los enfermos, que no consuelan a los que están de luto, que no predican el evangelio a los perdidos, que no saben lo que es renunciar a alguna comodidad por Cristo, que simpatizan con las modas del mundo, cristianos de poca convicción. Debemos entender que no basta con figurar en la lista de membresía de una iglesia, necesitamos vivir nuestro cristianismo apasionadamente, con ansias y deseos de honrar a Dios con nuestras vidas. Recordemos las palabras del Señor Jesús cuando dijo: “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.” (Mateo 12:30)

·        Qué triste y lamentable es cuando la tibieza se convierte en un estilo de vida, cuando se convierte en algo permanente en ciertos hermanos, cuando pasa el tiempo, a veces los años y la inconsistencia, la debilidad, la indiferencia, la falta de compromiso y convicción es algo que les caracteriza. Es una actitud bien difícil de combatir. 

 

b)    Ojalá fueses frio o caliente pero no tibio.

·        Es fácil entender que Jesús quiera que seamos fervorosos, entusiastas, apasionados, activos, ardientes en todo aspecto de nuestra vida espiritual,  ¿Pero fríos? ¿Por qué dice ojalá fuesen fríos? ¿No sería mejor ser cristiano, aunque solo sea a medias, que no serlo? Definitivamente que no. El Señor preferiría que fuésemos fríos que cristianos tibios. La cuestión es ¿Por qué?

·        Los fríos al menos son sinceros y no aparentan ser algo que en realidad no son. Los fríos tienen también más esperanza de cambiar. Aquellos que ni siquiera han hojeado una Biblia, o aquellos que tal vez han vivido en pecado y deleites diversos, o incluso aquellos que en su ignorancia han hecho cosas terribles como fue el caso de Saulo al perseguir a la Iglesia, pueden convertirse genuinamente al Señor. Muchos casos hemos conocidos de excelentes y fieles hermanos que en su vida pasada vivían totalmente perdidos y hundidos en los vicios y en los pecados más bajos pero que cuando conocieron el evangelio de Jesucristo sus vidas fueron transformadas dando un giro de 180 grados y siendo ahora ejemplos dignos de imitar en la hermandad. Los fríos tienen más esperanza que aquellos que sabiendo hacer lo bueno no lo hacen. Ojalá y fuesen fríos porque los fríos no causan tanto daño en el cuerpo de Cristo como los tibios. ¿Alguna vez ha sentido muchos deseos de vomitar cuando algo no le ha caído bien en el estómago? Así se siente el Señor con la actitud de tibieza, la realidad es que estamos dañamos, lastimando y perjudicando su cuerpo que es la Iglesia.

 

c)     Eran ricos muy pobres.

·        Dice un dicho por allí “Dime de que presumes y te diré de que careces” y este era el caso de los laodicenses. Se sentían orgullosos de sus riquezas, de su posición social, de su buena ropa, de sus ungüentos para los ojos, pero la realidad que el Señor miraba en ellos era una condición triste y deplorable. Eran ricos económicamente, pero ante Dios eran pobres y miserables, estaban ocupados en hacer tesoros en la tierra pero no en el cielo. Usaban la mejor ropa, la de mejor calidad, pero ante Dios estaban desnudos. Y la desnudez es sinónimo de vergüenza, la vida de ellos eso era, una verdadera vergüenza. Pero además estaban ciegos, al grado de no darse cuenta de su terrible situación espiritual. Su ambición y su materialismo los habían llevado a la ruina espiritual y no lo podían mirar.

 

II.- EL REMEDIO PARA SU MAL

(Apocalipsis 3:18-19) “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.”

 

a)     Comprar oro refinado para ser rico

·        Ellos eran ricos materialmente y tenían puesta su confianza en sus riquezas al grado de decir que de ninguna cosa tenían necesidad. Sin embargo, ellos debían de poner toda su fe y su confianza en Jesús, quien es el Amen, el testigo fiel y verdadero y el origen de todo cuanto existe en este mundo, el único digno de confianza absoluta.

·        La verdadera riqueza solo se puede encontrar en Cristo, nuestra confianza y fe en Jesús es muchísimo más preciosa que el oro. “para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,” (1 Pedro 1:7)

·        Cuando en esta vida lo único que tenemos es dinero realmente somos los más pobres del mundo. Las cosas que realmente tienen valor delante de Dios no se pueden comprar con dinero. Nunca olvidemos las palabras de nuestro Señor “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.”(Mateo 6:19-20) Una actitud de tibieza nos empobrece, pero una fe viva nos enriquece.

 

b)    Vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez

·        En lugar de sentirse orgullosos de sus ropas de gala, de sus famosas túnicas negras, en lugar de preocuparse por vestir ropa de excelente calidad para cubrir su cuerpo, el Señor Jesús les exhorta a preocuparse por vestir ropa blanca pues espiritualmente estaban desnudos. Como hemos mencionado, la desnudez es señal de vergüenza, como el mismo verso lo declara, podemos entender que las vidas y las almas de los laodicenses eran literalmente una vergüenza. Es totalmente absurdo estar preocupados por adornar nuestro cuerpo y vestirlo bien cuando el alma esta desnuda, cuando no nos ocupamos en adornarla y cubrirla con ropas blancas. De nada sirve andar bien vestidos físicamente si nuestra vida no refleja que somos fieles cristianos, si nuestra alma está muy corta de belleza. ¿Qué es la ropa blanca? La ropa blanca son las acciones justas de los santos “Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino es las acciones justas de los santos.” (Apocalipsis 19:8)

·        La Iglesia en Laodicea necesitaba cambiar su manera de vivir, necesitaban comenzar vivir como verdaderos hijos de Dios. Deberían preocuparse por lo que realmente tiene valor para Dios, por sus acciones, por su carácter, por su vida espiritual.

 

c)     Unge tus ojos con colirio para que veas.

·        Ellos presumían su famoso colirio, pero estaban ciegos y no eran capaces de ver su condición, su pobreza, su desnudez, su falta de espiritualidad y compromiso con Dios. La ceguedad viene como consecuencia de llenar nuestra mente de vanidades “Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;” (Efesios 4:17-18)

·        Ellos tenían necesitaban una nueva óptica de las cosas, y solo era posible por medio de la Palabra de Dios y la obediencia a su voluntad. Necesitaban diligentemente preocuparse por llenar su vida de virtudes que les permitieran estar ocupados en toda buena obra y de esta manera dejar de vivir en obscuridad “vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados.” (2 Pedro 1:5-9)

 

d)    Se pues celoso y arrepiéntete.

·        Celoso viene de del gr. “zelos” que implica un estado caliente o también hervir, como el agua en estado de ebullición.  Los hermanos de Laodicea tenían que cambiar su mente, su actitud hacia Dios y reavivar su entusiasmo, su pasión,  su ardor, su fervor como cristianos. Es cierto que el Señor preferiría que fuésemos fríos antes que tibios, sin embargo, es claro que lo que verdaderamente desea es que su pueblo, su iglesia, sus hijos ardan de entusiasmo y lo demuestren a través de su servicio y convicción “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Tito 2:14

·        Tanto el cristiano tibio, como el incrédulo frío se perderán. Solo los hijos de Dios que sean fervientes en espíritu, aquellos verdaderamente vivan su cristianismo alcanzaran las promesas divinas.

 

IV.- LA INVITACION DEL SEÑOR

(Apocalipsis 3:20) “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.”

 

·        Es claro que los hermanos de Laodicea, habían sacado al Señor de su corazón, le habían echado fuera y le habían cerrado la puerta.  Cristo había sido desplazado, relegado y excluido completamente de sus vidas. Sus prioridades eran muchas menos Cristo. Él había pasado a un segundo término para estos hermanos. Debemos entender que esto es algo que nos puede pasar a cualquiera cuando somos indiferentes y nos dejamos llevar por la vanidad de la vida. Sin embargo, el amor del Señor es tan grande que es él quien toma la iniciativa de buscar al pecador. Note usted como el Señor está tocando, está llamando, está rogando para que le permitan entrar.  El Señor desea entrar en la vida de toda persona y de todo hermano descarriado.

·        Podemos entender que no todo estaba perdido, aun había esperanza para la Iglesia en Laodicea. Ellos podían volver a tener comunión con el Señor, podían volver a tener una relación estrecha y cercana con él. Cenar con alguien implica tener comunión con dicha persona. La relación con Cristo podía ser restaurada, pero para eso necesitaban abrirle la puerta.

·        Según algunos comentaristas había tres clases de comida, estaba el desayuno que no era más que un pedazo de pan seco remojado en vino. Estaba también la comida del mediodía, la cual los trabajadores no la tomaban en la casa, sino al borde del camino, en algún pórtico o la plaza del pueblo. Y estaba la comida de la tarde, la principal del día. Que se alargaba agradablemente porque ya no se volvía a trabajar. Esta es la clase de cena a la que se refiere Jesús, no una comida apresurada, sino la que se prolonga en grata compañía.  Si alguien le abre la puerta a Jesús, entrará y se quedará sin prisa con él.

·        Jesús no hace uso de la fuerza para entrar, el llama, el toca, el pide que le dejen entrar, pero cada quien toma su propia decisión de abrir o mantener la puerta cerrada. Cada persona tiene la responsabilidad de decidir qué hacer al escuchar el llamado de Cristo. El Señor desea que usted le abra y le invite a pasar, a quedarse en su casa ¿lo hará?

·        El rey Agripa por poco le abre la puerta pero no lo hizo, dejó al Señor fuera de su vida “Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano. Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!”(Hechos 26:28-29)

 

IV.- LA PROMESA AL QUE VENCIERE

“Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono. El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apocalipsis 3:21-22)

 

·        Si la Iglesia en Laodicea corregía todos esos problemas que tenía, su infidelidad, su falta de compromiso, su ceguera, su tibieza, su vanidad, verdaderamente el Señor les recompensaría. Sentarse con Jesús en el trono es sinónimo de reinar con Él. Que privilegio, que honor, que distinción tan grande el sentarse en el trono de Cristo, el reinar juntamente con Cristo. La gente consideraba un honor ser ciudadano de Laodicea, pero, ¡Cuánto mayor honor sería reinar con Cristo en su trono!

·        Cuando nosotros somos cristianos fieles debemos entender que reinamos con Cristo aquí en la tierra, pues no ha hecho reyes y sacerdotes y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:6)“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia.”(Romanos 5:17)

·        Sin embargo debemos entender también que los vencedores, los que sean fieles hasta la muerte reinarán con Cristo por los siglos de los siglos “No habrá allí más noche; y no tienen necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos.” (Apocalipsis 22:5)

 

CONCLUSIÓN

Este mensaje no es exclusivo de los laodicenses, también es una advertencia para que nosotros no tropecemos con la misma piedra. Examinémonos a nosotros mismos ¿Ha disminuido nuestro entusiasmo como cristianos? ¿Estaremos sacando a Cristo de nuestra vida? ¿Lo hemos relegado para darle más importancia al materialismo y las vanidades del mundo? ¿Estará Cristo Jesús fuera de nuestro corazón llamando a la puerta? “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.” (Apocalipsis 3:22)