Del
Gnosticismo al Calvinismo
Por Josué Hernández
Introducción
Juan Calvino (1509-1564), el fundador de la iglesia presbiteriana, aceptando las
premisas de Agustín y Lutero, dio forma lógica y sistemática a lo que se conoce
como Teología Reformada. En el año
1536, Calvino escribió “Los Institutos de la Religión Cristiana”, lo cual con
muy poca revisión se acepta, se estudia y se enseña en las denominaciones
evangélicas.
Los cinco puntos cardinales del calvinismo son los siguientes: (1) el pecado
original, la depravación total del hombre; (2) la elección/predestinación
incondicional (el preordenamiento de unos individuos para el cielo y el de los
demás para el infierno); (3) la expiación limitada (que Cristo solamente murió
por los elegidos); (4) la gracia irresistible (que Dios mueve a la conversión el
corazón del elegido de una manera irresistible); y (5) la perseverancia de los
santos (resumida en la frase “una vez salvo siempre salvo”). Estos cinco puntos
cardinales no se enseñan en las Escrituras. A su vez, estos cinco puntos deben
ser aceptados o rechazados como una unidad. Refutar cualquiera de estos cinco
puntos hará colapsar el sistema calvinista.
La
influencia de Juan Calvino y las doctrinas por él organizadas se encuentran en
todas las denominaciones religiosas de la llamada “cristiandad”. Sin embargo,
también se han introducido en los corazones de aquellos que afirman seguir la
doctrina de Cristo.
El
calvinismo estará involucrado en todas las cuestiones religiosas a las cuales el
cristiano tendrá que responder a la hora de predicar el evangelio, porque el
calvinismo impregna todo el denominacionalismo. Cada vez que alguien sostiene
que la fe es un don de Dios, afirma que ha sido salvado por la fe solamente, o
manifiesta la creencia en la operación directa del Espíritu Santo en la
conversión de los pecadores, o cree que es imposible que un hijo de Dios pueda
caer de la gracia y perderse eternamente, él ha sido víctima del sistema
doctrinal calvinista.
Dado
que la influencia del calvinismo está tan extendida, es necesario que cada
estudiante de las Escrituras revise si sus convicciones están en armonía con la
bendita palabra de Dios (Is. 8:20; 1 Cor.
4:6; 2 Tim. 3:16-17). Todos debieran ser como aquellos nobles de Berea en Hechos
17:11, quienes antes de aceptar el mensaje predicado por Pablo, fueron a las
Escrituras para ver si las enseñanzas del apóstol estaban de acuerdo con el
mensaje de la palabra de Dios.
La
soberanía de Dios
La
idea central y básica del calvinismo es la soberanía de Dios, pero no como es
presentada en las Escrituras, sino como una soberanía aislada de otros atributos
de Dios, como, por ejemplo, la justicia (Deut. 32:4; Sal. 18:30), la santidad (Lev.
11:44; Is. 6:3; 1 Ped. 1:15), la misericordia (Ex. 34:6; Lam. 3:22-24) y el amor
(Is. 63:9; 1 Jn. 4:8).
Según
la soberanía divina del calvinismo,
Dios arbitrariamente ha elegido que individuos se pierdan y que otros se salven,
sin que ellos puedan cambiar su destino ya determinado, porque supuestamente el
ser humano no tiene libre albedrío. Obviamente, esta doctrina hace a Dios el
autor del pecado y toda la maldad. No obstante, la Biblia revela que, en su
absoluta soberanía, Dios escogió que el ser humano tenga libre albedrío. Dios
quiere la clase de servicio que requiere el libre albedrío, la libre voluntad
humana (cf. Is. 1:18-20; Mat. 11:28-30). Dios quiere que el hombre escoja
servirle (cf. Deut. 30:15-20; Hech. 3:26; Rom. 6:17,18), que voluntariamente le
sirva (cf. Ez. 33:11; Heb. 10:22), que lo haga de corazón (cf. Mar. 12:30; Col.
3:23), y esto sería imposible sin libre voluntad humana (cf. Ex. 19:8; Esd.
7:10; Hech. 5:32; Apoc. 22:17).
Bíblicamente hablando, Dios es soberano, lo cual significa que es supremo; nadie
puede impedir sus propósitos (cf. Sal. 93:1; 95:3; Jer. 23:20), y aunque el
hombre puede decir “No” a Dios, no podrá escapar de las consecuencias de su
propia decisión (Rom. 2:8; 2 Tes. 1:8).
El
gnosticismo
Muchos de los conceptos fundamentales del calvinismo existieron siglos antes de
Juan Calvino, con el gnosticismo. Por ejemplo, la idea de una depravación total
hereditaria no fue una idea de Calvino, el filósofo gnóstico Agustín de Hipona
(354-430
D.C.) la había enseñado extensamente siglos antes.
El
gnosticismo fue un complejo conjunto de corrientes de pensamiento opuestas, que
se conciliaron en una forma de religión muy subjetiva que involucraba elementos
de la filosofía griega y de religiones orientales, como también cultos egipcios,
judaísmo místico y varias ideas cristianas a las cuales le dieron un significado
totalmente nuevo. Entonces, el fenómeno del gnosticismo ofreció una mezcla de
las doctrinas de diversas religiones, cambiando el significado que tenían
originalmente según la iluminación
gnóstica.
La
filosofía gnóstica aparentaba una alta estima hacia las enseñanzas de Cristo,
pero en realidad afirmaba que el Señor
vino sólo a disipar la ignorancia para librar al espíritu humano de la
materia. Los maestros gnósticos ponían un énfasis superficial sobre las
enseñanzas de Cristo, las cuales siempre alegorizaban, menospreciando la
importancia de la persona y la obra de Jesucristo.
El
término “gnósticos” significa “los que conocen”, y se les llama “gnósticos” por
la “gnosis” (conocimiento) que pretendían poseer, ya que afirmaban tener
conocimientos secretos, que no estaban disponibles sino a su grupo de élite,
los iluminados capaces de entender
esas cosas. Enseñaban supuestos conocimientos de lo divino, a la vez que dejaban
un aura de intelectualidad que asumían superior al evangelio de Cristo.
Los
centros principales del gnosticismo se encontraron en Siria y Alejandría, sin
embargo, se extendió por todo el mundo conocido usando el camino allanado por el
evangelio del Señor Jesús.
La
seducción del gnosticismo
El
gnosticismo fue un sistema de pensamiento tentador para la iglesia del Señor, y
ante el cual varios cristianos sucumbieron. Por ejemplo, la primera y segunda
epístolas de Juan combaten específicamente esta influencia gnóstica que ya
amenazaba en aquellos días, así como también lo hicieron el apóstol Pablo
(Efesios, Colosenses), el apóstol Pedro (2 Pedro), y Judas cuando escribió su
epístola. La situación que provocó
este error entre los cristianos fue el prestar atención a doctrinas extranjeras
a la fe (cf. 1 Tim. 3-4; 4:1; Heb. 13:9), el dejar de velar (2 Ped. 3:17,18).
Había pasado tiempo desde el día de Pentecostés, y
ser cristiano se había convertido para muchos en una
responsabilidad heredada. Ya no
bastaba el ser una nueva criatura en
Cristo (2 Cor. 5:17), ni el estar moral y espiritualmente separados del
mundo (Jn. 17:17). Se percibía el deseo intenso de
oír algo nuevo, de sentir
nuevos aires, de recibir una
verdad más relevante e
intelectualmente aceptable con las
corrientes del momento (cf. Col. 2:8-10).
En un
sentido, la amenaza de destrucción del gnosticismo no vino desde fuera, sino
desde dentro de la propia iglesia de Cristo, de los discípulos inconformes con
el patrón de las sanas palabras (2 Tim. 1:13). Varios actuaban como si
estuvieran “mejorando” la fe al abrazar los argumentos de la filosofía gnóstica
(1 Tim. 6:20,21). Ellos pensaban que estaban
adornando el cristianismo con un aura respetable. Para ellos, era
imprescindible el establecer un punto de
consenso con la filosofía secular y el pensamiento contemporáneo.
Ninguna mejora ocurrió. El gnosticismo atacó la idoneidad y supremacía de Cristo
(Col. 1:15,17) la razón de la encarnación de Cristo (cf. Col. 1:22) y todo lo
revelado por Dios en cuanto a la salvación por el evangelio del Señor (Col.
1:26; 2:7; Rom. 1:16-17), mediante una filosofía que varios deseaban (Col. 2:8)
porque “se sentían” incompletos en el Señor (cf. Col. 2:10). Y la consecuencia
ha llegado hasta nosotros, ya que el gnosticismo cimentó el camino para la
Teología Reformada del calvinismo, el que a su vez distorsionó la enseñanza
bíblica acerca de la naturaleza de Dios,
la naturaleza del hombre y la naturaleza de la salvación.
Los
gnósticos hicieron cambios drásticos a la sana doctrina (cf. 2 Ped. 3:16). Por
ejemplo, una secta gnóstica adoraba a una serpiente, otra escuela gnóstica
volvió la Escritura al revés y enseñó que Faraón y Acab eran santos, mientras
que Moisés y Elías eran impíos. En el “evangelio” gnóstico “de Judas”, el
traidor es el héroe en lugar de un villano.
En
contraste con todas estas herejías, el salmista dijo:
“La suma de tu palabra es verdad, y eterno es todo juicio de tu
justicia” (Sal. 119:160). El sabio Agur declaró:
“Toda palabra de Dios es limpia; él es escudo a los que en él esperan.
No añadas a sus palabras, para que no te reprenda, y seas hallado mentiroso”
(Prov. 30:5-6). El apóstol Pablo afirmó:
“Toda la Escritura es inspirada por Dios” (2 Tim. 3:16-17). Y el apóstol
Pedro agregó: “Así que vosotros, oh
amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de
los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y
hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:17,18).
Creencias gnósticas
Los
gnósticos enseñaban que el verdadero Dios es incognoscible e inalcanzable,
infinitamente ajeno al universo físico. Entonces, ¿cómo podría uno que es puro y
perfecto crear un mundo material tan corrupto y ajeno a la naturaleza divina?
“Él no lo hizo”, contestaban los gnósticos.
Básicamente, el gnosticismo aseguraba la existencia de dos principios supremos y
en eterno conflicto, uno del bien y otro del mal, según lo cual, la fuerza del
mal creó el universo. Entonces, había diferencia moral entre la materia y el
espíritu, entre el hombre y la mujer, y entre el buen dios que creó el mundo
espiritual y el dios perverso, el cual es responsable por la creación del mundo
físico.
Supuestamente, el ser supremo engendró los seres espirituales y eternos como él
(llamados “eones” = “emanaciones”). La primera pareja de eones, macho y hembra,
procedieron directamente de Dios, las demás proceden la una de la otra por
sucesiva evolución. Sucedió que en el proceso evolutivo, los eones que se iban
alejando de Dios se hacían cada vez más imperfectos, entonces un eón prevaricó y
fue excluido del pleroma, o sea, de la sociedad de todos los eones. Este, a su
vez, prolificó dando origen a otros eones malvados como él, y creó el mundo y al
hombre; éste eón sería supuestamente el Dios de los hebreos, éste era Demiurgo,
según los gnósticos. En cambio, el Dios superior (el ser supremo) ofreció la
salvación gnóstica al mundo, una salvación de la materia por medio de un
conocimiento superior.
Entonces, por su maldad, Demiurgo creó el mundo material, encadenando la esencia
espiritual de los hombres a la prisión de la carne. Este Demiurgo (gr.
“creador”) es el semidiós creador del mundo y autor del universo en la filosofía
idealista de Platón, de donde tomaron los gnósticos algún material para su
doctrina.
Sin
embargo, la verdad es totalmente contraria a las fábulas gnósticas. Las sagradas
Escrituras afirman que Dios es uno (Deut. 6:4-5), que es bueno (Sal. 73:1;
100:5; 119:68), y accesible para ser conocido (Jn. 17:3; 1 Jn. 4:6-8), que nos
ama (Jn. 3:16), que quiere que todos los hombres sean salvos (1 Tim. 2:4), y en
su paciencia espera que todos procedan al arrepentimiento (2 Ped. 3:9).
Doctrinas del gnosticismo que son la base del calvinismo
La
materia y el cuerpo.
Un rechazo de todo lo que es físico (material,
terrenal), considerado como una esfera de tortura para el espíritu encarcelado
en el cuerpo. Entonces, ya que el cuerpo
humano es malo, hay dos consecuencias opuestas lógicas, según las dos
principales escuelas gnósticas:
·
Lo
que se haga con el cuerpo no afecta el espíritu. Entonces el hedonismo y placer sensual serán inocuos en sí, en relación
con la deidad suprema (cf. 2Tim. 3:1-9). Esta fue la creencia más popular porque
permitía practicar las obras de la carne (Gal. 5:19-21) y separar lo que
se creía de lo que
se practicaba (2 Ped. 2; Judas).
·
El
cuerpo debe ser sujetado mediante el dolor y la abstención de todo placer, lo cual santificará al iniciado y lo llevará a la liberación de su
espíritu en el proceso que dirige a la liberación definitiva. Esto fue la base
del ascetismo (Col. 2:20-13; 1 Tim. 4:1-5).
Los
gnósticos ascetas buscaban la comunión con Dios por medio de la soledad, la
introspección, la búsqueda de visiones y experiencias extáticas. La palabra
“monje” viene de la palabra griega “monachos” (soledad). Algunos gnósticos
vivían en lo que hoy llamaríamos monasterios, practicando el celibato,
participando del silencio, del rechazo de la familia y de buenos alimentos, y de
las posesiones personales. Para ellos, la procreación era algo perverso, pues
atrapa a las almas en la cámara de tortura que es el cuerpo. El matrimonio para
ellos también era perverso porque conduce al sexo. Las mujeres, según el
gnosticismo, son formas de vida inferiores porque ellas son las que encuban a
los prisioneros, ellas cooperan con una diosa que atrapa a las almas inmortales
para encarcelarlas en cuerpos humanos.
Sin
embargo, creer que toda la materia en sí es mala, es una herejía que niega
repetidas declaraciones de la Escritura. Por ejemplo, el relato de la creación
dice varias veces: “Y vio Dios que era
bueno” (Gen. 1:10,12,17,18,21,25) y
“bueno en gran manera” (Gen. 1:31). Así también, David declaró:
“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y
el firmamento anuncia la obra de sus manos” (Sal. 19:1). El Señor Jesús,
varias veces amonestó a sus discípulos para que contemplaran el buen sermón que
nos predica la creación (Mat. 6:26-30; Luc. 12:24-28).
Y el apóstol Pablo afirmó: “Porque
todo lo que Dios creó es bueno” (1 Tim. 4:4).
En
cuanto al sexo, la Escritura condena la fornicación, es decir, la inmoralidad
sexual general: “...el cuerpo no es para
la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo...
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está
en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido
comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro
espíritu, los cuales son de Dios” (1 Cor. 6:13,19,20). Pero, la Escritura
promueve la sana sexualidad matrimonial: “Honroso
sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a
los adúlteros los juzgará Dios”
(Heb. 13:4).
La
venida de Cristo.
La humillación del “Cristo gnóstico” consistía
en dejar el mundo espiritual de luz para bajar a nuestro mundo material y malo,
para recoger mediante la “gnosis” los espíritus encarnados y atados en la
materia.
Ya
que toda la materia es mala, el Cristo
del gnosticismo no vino en carne (cf. 1 Jn. 4:1,2; 2 Jn. 7), porque el cuerpo
humano es malo por naturaleza, él no podría haber participado de carne y sangre.
Entonces, ¿cómo solucionar el problema gnóstico de la venida de Cristo al mundo
material?
·
Una rama del gnosticismo, el “docetismo” decía que Jesús solo “pareció”
venir en carne, es decir, parecía ser físico, pero no lo fue, tenía un cuerpo
fantasmal (cf. 1 Jn. 1:1-4). Según esta doctrina Jesucristo no es ni Dios ni
hombre sino un ser espiritual que solo aparentó tomar un cuerpo y vivir entre
nosotros para proporcionar el conocimiento secreto necesario para redimirnos de
la prisión que es nuestro cuerpo.
·
Cerinto enseñó que “Jesús” era físico, pero que “el Cristo” vino sobre él
en el bautismo y lo abandonó antes de su muerte en la cruz, así que “el Cristo”
nunca murió por los hombres (cf. 1 Jn. 2:2; 5:6).
Sin
embargo, la Escritura declara que “En el
principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios… Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” (Jn. 1:1,14; cf. 1
Juan 4:1-3). Jesús nunca dejó de ser igual a Dios (Jn. 5:17-23), él es
“Emanuel, que traducido es: Dios con
nosotros” (Mat. 1:23), pero se humilló al tomar forma humana para hacer
posible su muerte física en la cruz para salvarnos (Fil. 2:5-8),
“para
que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos” (Heb. 2:9).
La
salvación.
Para el gnóstico, la salvación era por medio de
un conocimiento esotérico (gnosis) que salvaría al iniciado cuando éste
ascendiese a través de él, como si subiese una larga escalera. Por lo tanto,
según el gnosticismo, la salvación consiste en adquirir aquel conocimiento,
aquella erudición intelectual, y no por la obra de redención de Cristo. Este era
un sistema religioso de una auto-divinización. Por ejemplo, en lugar de buscar
una respuesta a la pregunta, “¿Qué debo hacer para ser salvo de mis pecados?”
(cf. Hech. 2:37; 16:30), el gnosticismo intentó responder a preguntas tales
como: “¿De dónde vino el mal?”. Así, pues, los gnósticos creían que la salvación
se encontraba en las respuestas esotéricas que ellos promovían y a las cuales no
todos tenían acceso.
Por
lo tanto, el pecado no era una infracción de la ley divina como es revelado en
las Escrituras (1 Jn. 3:4), y no se necesitaría del arrepentimiento, ni la de fe
obediente, como tampoco del sacrificio de Cristo para expiar los pecados del
mundo, ya que el pecado existe en la materia, en el cuerpo, y por lo tanto el
gnóstico podría alegar no tener pecado (cf. Jn. 1:8,10).
Entonces, la salvación gnóstica es la salvación para el espíritu preso en la
cárcel del cuerpo, y para alcanzar la redención de la materia, la iluminación
gnóstica es imprescindible. Por consiguiente, y lógicamente, la salvación
gnóstica sería conseguida a través de aquella experiencia que lleva al iniciado
hacia el grado máximo de unión de su alma con el Ser Supremo del gnosticismo,
todo esto por medio de la observación interior, mediante lo cual se llega al
conocimiento de las verdades trascendentales.
En
consecuencia, la esperanza de “salvación” no era conferida por la gracia de Dios
mediante la fe obediente, sino por una
comprensión mística. Sin embargo, la Biblia dice que debemos cuidarnos de
las filosofías, argumentos, huecas sutilezas, doctrinas herejes y fábulas
humanas (2 Cor. 10:5-6; Col. 2:8-9; 1 Tim. 1:3-4) porque nos alejan del
“amor
nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida” (1 Tim. 1:5).
La
salvación es por medio de “conocer”, en el sentido de “aprobar”, la obra de Dios
en Cristo (Jn. 17:3; 2 Tes. 1:7-9), a la vez que Dios “conoce” (aprueba) a los
que son suyos (2 Tim. 2:19).
La
moralidad de los creyentes.
Según las diversas
corrientes gnósticas, la moralidad observada podía variar, siendo en cualquier
caso algo secundario y subjetivo. Su comunión con el Ser Supremo los elevaba muy
arriba de los asuntos terrenales, por lo tanto, su conducta cotidiana en sí no
importaba. Para ellos, la realidad de la vida existe sólo a nivel espiritual,
pues trazaban una diferencia moral entre fe y proceder, entre acciones y
conocimiento, entre materia y espíritu.
Ritos.
Los gnósticos tenían varios ritos, entre los cuales observaban un bautismo
en agua (para que el aspirante pueda ser un asociado al culto gnóstico), un
bautismo por fuego, un bautismo por el aire o viento, un ungimiento con aceite,
una cena. La cena consistía en participar de pan y fruto de la vid consagrado,
donde el pan simbolizaba la letra y el fruto de la vid la revelación integral.
Con esta iniciación se le concedía al aspirante, la entrada a la revelación
directa.
Vocabulario.
La influencia del gnosticismo en la iglesia de
los primeros siglos fue notoria. Los gnósticos usaban un vocabulario similar al
de los cristianos, pero con aplicación conceptual diferente, torciendo el
sentido de la verdad (cf. 2 Ped. 3:16). En un sentido diferente, reconocían que
Cristo era Salvador del mundo e imitaban los actos de adoración, profesando
alguna aceptación de la revelación de Cristo por medio de sus apóstoles, a la
vez que producían libros (evangelios, epístolas, revelaciones).
Consecuencias.
En medio de la confusión, varios líderes de la
iglesia que apostataba creyeron solucionar el problema estableciendo normas
diferenciadoras para los cristianos (credo, oficio, episcopado), y para
“defender” la fe cristiana se idearon los
dogmas de la iglesia.
Ya
que la doctrina gnóstica estaba arraigada en muchos corazones, el ascetismo
llevó a establecer la necesidad de la vida monástica y otras prácticas para
sujetar la carne. Así también, varios otros dieron rienda suelta a sus pasiones
asumiendo que estaban corrompidos por naturaleza y que la salvación era obra de
gracia que cubría la pecaminosidad humana.
Los
seres intermediarios del gnosticismo, sumados a la creencia en un Dios lejano e
inaccesible que no tiene relación con el mundo físico, pavimentaron el camino
para los santos mediadores del catolicismo.
La
división gnóstica de la humanidad, entre elegidos y no elegidos, y la creencia
en una predestinación arbitraria debido a la soberanía del Ser supremo gnóstico,
llevó a la creencia en la predestinación incondicional y la expiación limitada.
Debido a que el ser humano está corrupto, y procurando establecer un apoyo
bíblico para esto, se introdujeron las doctrinas del pecado original, la
depravación total humana, la impotencia del hombre, la gracia irresistible, y la
perseverancia de los santos.
El calvinismo a través de Agustín.
Depravación total, naturaleza corrupta, pecado original e impotencia del hombre.
Varios de los llamados “padres de la iglesia” afirmaron algún tipo de
depravación hereditaria, la cual sería el resultado de la culpa del pecado de
Adán hacia sus descendientes. Por
ejemplo, Tertuliano (150-222 D.C.) sostuvo que una persona hereda su cuerpo y su
espíritu de sus padres. Orígenes (185-254 D.C.) pensaba que un niño estaba
contaminado con el pecado aunque su vida sea tan breve como de un día sobre esta
tierra; por esta razón Orígenes argumentaba que era malo para un cristiano el
celebrar su día de nacimiento. Tascio Cecilio Cipriano (200-258 D.C.) predicó
que los recién nacidos heredan la infección de la muerte antigua de Adán.
Agustín de Hipona (354-430 D.C.) enseñó una idea similar a la de Tertuliano,
originando el llamado bautismo infantil
para quitar el supuesto pecado original
por la regeneración bautismal.
Agustín se enfrentó a la pregunta que los filósofos incrédulos formulaban:
“¿Cómo fue que el pecado entró al mundo si Dios es bueno?”, como si hubiese
conflicto entre la bondad de Dios y el libre albedrío del hombre. Para responder
la pregunta, Agustín adoptó muchas de las ideas de los filósofos.
Así, pues, afirmando el pecado original, Agustín enseñó que en Adán y Eva
cayó la humanidad. Es decir, que en el pecado y castigo de ellos toda la
humanidad ulterior fue condenada, ya que de alguna manera (biológicamente
presente), dentro de Adán, la humanidad fue cómplice del pecado. Así, pues, la
idea del pecado y la culpa moral innata se convirtió en una doctrina
generalizada, como lo muestra la afirmación que varios repiten hasta hoy: “En
Adán todos pecamos”.
Sin embargo, Agustín no innovó el concepto del pecado original; lo nuevo fue su
uso de partes específicas de las sagradas Escrituras para justificar su
doctrina, torturando las Escrituras para apoyar su enseñanza (2 Ped. 3:16). El
concepto en sí había tomado forma a partir de finales del siglo II por el error
de exegetas como Ireneo, Orígenes y Tertuliano, entre otros. Por ejemplo, Ireneo
no empleó en lo absoluto las Escrituras para su definición; Orígenes
reinterpretó el relato del Génesis sobre Adán y Eva en términos de una alegoría
platónica, mientras que Tertuliano tomó prestada su versión de la filosofía
estoica.
Ahora bien, aunque Agustín estaba convencido por los argumentos de los que le
precedieron, recurrió a las epístolas del apóstol Pablo, especialmente la
epístola a los romanos, para desarrollar sus propias ideas acerca del pecado y
la culpa. Así, pues, a partir de la lectura de Romanos capítulo 5, Agustín
concluyó que el pecado se transmitía biológicamente de Adán a todos sus
descendientes a través del acto sexual, con lo que igualó el deseo sexual con el
pecado. Pero, ¿cómo es que Agustín
llegó a esta interpretación cuando en la palabra de Cristo las relaciones
sexuales dentro del matrimonio se consideraban buenas y honorables (cf. Heb.
13:4)? La respuesta es obvia, el
punto de vista de Agustín respecto al sexo estaba distorsionado por ideas
gnósticas, idealizando el celibato. En la doctrina de Agustín, las relaciones
sexuales al ser físicas debían ser malas,
como si el único Dios verdadero no pudiese ser el autor del sexo para el
matrimonio (cf. 1Cor. 7:1-5).
Así fue como el catolicismo llegó a afirmar que la humanidad hereda el pecado de
Adán, y el calvinismo llegó a afirmar que a toda la humanidad se le imputa el
pecado de su cabeza federal, Adán. Tales conceptos son enseñados y aceptados por
la inmensa mayoría de los miembros del denominacionalismo actual, llegando a
utilizar estos términos con total naturalidad, siendo para ellos una realidad.
Como es evidente, la relación de Agustín con la filosofía gnóstica le llevó a
torcer las Escrituras hábilmente, dejando siempre un aura de erudición en ello.
Sin embargo, el buen estudiante de la Biblia considerará como el gnosticismo de
Agustín respecto a lo físico como algo
malo y lo espiritual como algo bueno no coincide con la revelación de Dios
en su palabra, la Biblia. El estudiante que toma en serio las Escrituras verá en
ella la fuente de la verdad, a pesar de la opinión “oficial” de varios cuerpos
eclesiásticos de alto rango de las denominaciones tradicionales.
Trágicamente, las interpretaciones y comentarios de Agustín son respetuosamente
abrazados hasta la actualidad. Pero,
debemos reconocer que la doctrina del pecado original se debe simplemente al
deseo de Agustín de emular a los filósofos de su época, no a la revelación de
Dios en las sagradas Escrituras (2 Tim. 2:15).
La Confesión de fe de Westminster, en su capítulo sexto, afirma lo siguiente:
“Ellos (Adán y Eva) siendo la raíz de toda
la humanidad, la culpa de este pecado fue imputada, y la muerte misma en pecado
y la naturaleza corrupta fue transmitida a toda su posteridad, descendiendo de
ellos por la procreación ordinaria. De esta corrupción original proceden todas
las transgresiones reales, porque ella nos hace completamente indispuestos,
inhabilitados, y opuestos a todo lo bueno, e inclinados enteramente al mal”.
La Confesión de fe de Filadelfia, en la página 24, declara:
“Nuestros primeros padres por el pecado,
cayeron de su rectitud y comunión con Dios originales, y nosotros en ellos, por
lo que la muerte vino sobre todos; todos llegando a estar muertos en pecado, y
enteramente profanados en todas las facultades, y partes del alma, y del
cuerpo”.
Son
cientos los documentos oficiales, que
afirman que el hombre, por la caída a un estado de pecado, ha perdido por
completo toda capacidad para querer algún bien espiritual para su propia
salvación, ya que está enteramente opuesto a lo bueno, y muerto en el pecado,
siendo totalmente incapaz de arrepentirse.
Como
bien sabemos, Martín Lutero afirmaba que el hombre nace con una
incapacidad total para querer el bien.
De acuerdo con esta posición, toda la humanidad está absolutamente depravada.
Nuevamente, podemos ver como la esencia de esta doctrina falsa es la
supuesta incapacidad total del hombre
para hacer algo verdaderamente bueno a los ojos de Dios, sobre todo la
incapacidad (impotencia) de hacer algo
para recibir la salvación, por la supuesta depravación total innata del gnosticismo-calvinismo.
Una
consecuencia lógica de la Teología Reformada (Calvinismo) es dejar a Dios como
responsable de la maldad humana. Según esta doctrina, ninguna persona no
regenerada hará el bien, y su salvación dependerá completamente de Dios, quien
tomará medidas milagrosas para atraerle de manera irresistible a un estado de
salvación, siempre y cuando tal persona sea uno de los elegidos. Por
consiguiente, el ser humano no tendría ninguna responsabilidad de su pecado,
pues no tiene libre albedrío, y por lo tanto, tampoco tendría ninguna
responsabilidad de escuchar y obedecer el evangelio. Lógicamente, si el
calvinismo está en lo correcto, todos los bebés no elegidos según la
predestinación calvinista al partir de
este mundo se perderán. Y es más, si tal cosa es cierta, entonces Jesucristo
heredó la naturaleza corrupta y depravada al participar
“de lo mismo” de
“carne y sangre” en su encarnación (Heb. 2:14-18).
No obstante, la Biblia afirma claramente que Dios no hace acepción de
personas, él es justo (Rom. 2:11; 3:22; Hech. 10:34,35; 1 Ped. 1:17).
Como
recién comentamos, la Teología Reformada, al basarse en el gnosticismo de
Agustín, afirma la creencia popular, y falsa, de la impotencia (incapacidad) del
hombre delante de Dios. Sin embargo,
la Biblia afirma todo lo contrario. Según los ejemplos de predicación y
conversión que tenemos en el Nuevo Testamento de Cristo, los pecadores que
oyeron el evangelio preguntaron
específicamente qué debían hacer para ser salvos. Entonces, los apóstoles y
otros cristianos fieles, que no eran calvinistas, respondieron a ésta pregunta
dando a conocer las condiciones del evangelio de Cristo para la salvación del
mundo. Por lo tanto, el pecador
mundano puede, y tiene, que obedecer el evangelio para ser salvo. Considere lo
siguiente:
·
“Al
oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles:
Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese
cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y
recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:37,38).
·
“El,
temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor
le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hech. 9:6).
·
“y
sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos
dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron
la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa… y en seguida se
bautizó él con todos los suyos” (Hech. 16:30,33).
·
“Y
dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y vé a Damasco, y
allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas… Ahora, pues, ¿por qué te
detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:10,16).
·
“y
habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos
los que le obedecen”
(Heb. 5:9).
·
“y
por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe
en todas las naciones por amor de su nombre” (Rom. 1:5).
·
“pero
que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según
el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para
que obedezcan a la fe”
(Rom. 16:26).
Bautismo de infantes.
Agustín fue el primer teólogo en aventurarse a atacar el bautismo de los
creyentes con una ley civil férrea, y esto a pesar de que en el plan de Cristo
son creyentes los que deben ser bautizados (Mar. 16:15,16),
“hombres y mujeres” (Hech. 8:12), no
niños. No obstante, cualquier hombre que se opusiera al bautismo de infantes era
condenado, especialmente cualquiera que negara que los infantes, por medio de
la regeneración bautismal fueran
libertados de la perdición eterna. Obviamente, ya que los infantes son salvos
por el bautismo, sin éste son condenados. Por lo tanto, los infantes que mueren
sin bautizarse serían consignados a una región fronteriza del infierno con
llamas mitigadísimas (el Limbo).
Agustín pensaba que los muertos debían ser
salvados por agua en este mundo o por fuego en el próximo. Y para el pecado
cometido después del bautismo, Agustín desarrolló la doctrina del Purgatorio.
Así, pues, Agustín proporcionó los materiales fundamentales para que la doctrina
del Purgatorio alcanzara su forma actual.
Predestinación incondicional, perseverancia de los salvos, expiación limitada.
¿Jesús se ofreció a sí mismo como un sacrificio por toda la raza humana, o
murió sólo por los individuos elegidos? Los calvinistas enseñan que el Señor
murió sólo por los elegidos, por los elegidos incondicionalmente según el
decreto eterno de Dios de su Teología Reformada.
En la
lógica de Agustín, Dios no “quiere
que todos los hombres sean salvos” (1 Tim. 2:4), y no quiere
“que
todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). El dios de Agustín, no es el
Dios de las Escrituras, “Dios no hace acepción de personas” (Hech. 10:34).
Agustín argumentó que la soberanía de Dios protege para salvación a los
predestinados a ella y preserva en su gracia solamente a los elegidos. Él
interpretó los pasajes de “todos” y “todos los hombres” del NT como
“todas las edades, clases, y condiciones” de la humanidad, pero
“no cada hombre individual”, decía él.
Por consiguiente, su posición fue que la muerte de Jesús efectivamente fue para
salvación de los seres humanos elegidos
(expiación limitada). Y entonces, torciendo las Escrituras, Agustín llegó a la
conclusión de que los “todos” de 1 Timoteo 2:4, no son
“todos los hombres” (como afirma el
inspirado apóstol Pablo) sino todos los
hombres que Dios quiso guardar (predestinación incondicional). Agustín
afirmaba que Dios al expresar su deseo por boca de Pablo de que todos los
hombres sean salvos, quiso decir, todos los predestinados, no todos los hombres
de la humanidad, porque según Agustín cada
clase de hombres predestinados está entre ellos. Por lo tanto, sólo a través
de Cristo, Dios hace a quienes él redimió por la sangre de su Hijo
eternamente buenos (justificación
incondicional). Entonces, una persona salva podría
potencialmente perder su salvación si
no perseveraba, pero jamás podría morir en un estado no regenerado, ya que
siempre podría recuperar su salvación
antes de su muerte (la imposibilidad de la apostasía).
Gracia irresistible y Libre albedrío.
En su
enseñanza acerca de la gracia irresistible, Agustín quiso solucionar un
“problema” que obstaculizaba su doctrina, el problema entre
la gracia y la
libertad humana.
Cuando Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gén. 1:26-27), lo hizo
perfecto, y en esta “perfección” estuvo involucrado el libre albedrío - el poder
de elegir. Por esta razón, el ser
humano no es como los animales, sino que tiene inteligencia y voluntad.
El hombre puede entender y apreciar la moralidad, puede distinguir entre
el bien y el mal (Deut. 30:15-18; Jer. 21:8), puede elegir entre los dos (cf.
Deut. 30:19,20; Jos. 24:14,15; 1 Rey. 18:21) y puede escoger el bien (Is. 7:16;
Mat. 7:24,25). El ser humano no ha perdido su libre albedrío. La Biblia enseña
que el hombre es responsable (cf. Mat. 7:21-23; Gal. 6:7). Todo mandamiento de
Dios implica que el hombre puede y debe obedecer (cf. Heb. 5:9). Toda condición del
evangelio de Cristo implica que el hombre puede cumplir con esa condición (cf.
Mar. 16:15,16; Hech. 2:37,38; 8:36-38). Toda la Biblia trata al hombre como
moralmente responsable delante de Dios (cf. Jn. 3:19-21; 5:39-40; 7:17; Mat.
23:37). Dios espera que seamos participantes de la naturaleza divina (2 Ped.
1:4), huyendo de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.
Los
buenos estudiantes de la Biblia reconocen el libre albedrío del ser humano en
toda la historia bíblica y lo ven aplicado en cada decisión del diario vivir. Es
muy evidente que siempre hacemos diversas elecciones, desde amistades a puestos
de trabajo, desde la ropa que usaremos hasta los vehículos que conduciremos,
etc. En fin, el libre albedrío es la habilidad que tiene cada individuo para
tomar sus propias decisiones. Pero, esta no es una habilidad solamente
religiosa, es más bien la cualidad de la naturaleza humana que nos identifica y
distingue, y que nos hace apreciar y anhelar la libertad de acción en todas las
facetas de la vida. Por esta razón, de la realidad del libre albedrío humano
viene la responsabilidad que Dios nos atribuye por nuestros actos (cf. 1 Rey.
18:18; 21:20; Ez. 18:20-24).
Cuando Agustín era joven, llevó una vida muy pecaminosa y al ser “convertido”
comenzó a razonar a base del maniqueísmo (una forma de gnosticismo universalista
del profeta Mani o Manes) para entender por qué razón él había sido tan corrupto
y pecador, y llegó a la conclusión de que desde su niñez había sido moralmente
depravado, y se convenció de que el cuerpo es malo y que, en realidad, el hombre
nace totalmente corrompido y sin libre albedrío. Así, pues, llegó a enseñar que
antes de que Adán y Eva pecaran, ellos sí tenían libre albedrío porque eran
protegidos por la gracia de Dios, pero siempre explicando la “gracia” como una
“fuerza capacitadora”. Entonces, según Agustín,
Adán y Eva, al tener esta fuerza, también mantenían su libre albedrío, pudiendo
escoger el camino correcto. En cambio, afirmaba él, cuando Adán y Eva perdieron
su libre albedrío por el pecado, toda la humanidad lo perdió.
Agustín se convenció de que la gracia puede ser restaurada solamente por medio
de una operación especial de Dios, una “experiencia de gracia”. En consecuencia,
propagó la doctrina de que el hombre nace depravado de todo bien y que, por
causa de eso, no tiene participación alguna en su salvación, que ni siquiera
puede querer creer, hasta que Dios mueva su corazón. La “experiencia de gracia”
de la doctrina de Agustín, significará para el elegido que Dios hace algo a su
corazón para cambiarlo. Y según ese concepto torcido de la gracia, el resultado
es la regeneración.
El
concepto que Agustín tenía de la gracia de Dios se ve en lo que él dijo al
Señor: “Dame lo que pides y pídeme lo que
quieras”. Obviamente, el libre albedrío bíblico obstaculizaba la doctrina de
Agustín, y en consecuencia, él definió la gracia de una manera diferente, como
una fuerza capacitadora, y al libre
albedrío como aquel don que se perdió en
el jardín del Edén. Así, pues, asumió que el elegido será regenerado
irresistiblemente antes de creer y arrepentirse, al punto de la fe, por una
experiencia de gracia. Según Agustín,
el elegido no podría resistirse a la
fuerza de la gracia. A la vez que sin la gracia el hombre no podría
entender, ni escoger, ni querer hacer lo
bueno.
En
cambio, el Nuevo Testamento de Cristo, deja bien claro que el pecador del mundo
puede decidir obedecer las condiciones del
evangelio para alcanzar la salvación por gracia por medio de la fe en
Cristo, así como también puede rechazar la
gracia de Dios:
·
“Y
crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba
grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la
fe” (Hech. 6:7).
·
“y
por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe
en todas las naciones por amor de su nombre” (Rom. 1:5).
·
“pero
ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino
que obedecen a la injusticia”
(Rom. 2:8).
·
“¿No
sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois
esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la
obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del
pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual
fuisteis entregados”
(Rom. 6:16,17).
·
“Mas
no todos obedecieron al evangelio; pues Isaías dice: Señor, ¿quién ha
creído a nuestro anuncio”
(Rom. 10:16).
·
“Porque no osaría hablar sino de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la
obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras” (Rom. 15:18).
·
“pero
que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según
el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que
obedezcan a la fe”
(Rom. 16:26).
·
“en
llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni
obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 1:8).
·
“y
habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los
que le obedecen”
(Heb. 5:9).
·
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad,
mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro”
(1Ped. 1:22).
Si el
Espíritu Santo opera de manera directa en el alma del pecador, aparte de la
predicación (escrita o hablada), ¿por qué no se ha encontrado a algún cristiano
solitario en un lugar inhóspito muy lejos de la civilización que fue convertido
sin la predicación de la verdad? Y, ¿por qué Cristo mandó a predicar el
evangelio a toda criatura si tal cosa no es necesaria para la conversión (Mar.
16:15)?
La
obra del Espíritu Santo es fundamental para la regeneración de los que están
perdidos. Pero su obra es ejercida a
través de su palabra revelada (Ef. 6:17) y no aparte de la Escritura (2 Tim.
3:16-17). Es por el Espíritu Santo que uno llega a bautizarse para pertenecer al
cuerpo de Cristo (1 Cor. 12:13) y este resultado es conseguido por la palabra
del Espíritu (Ef. 5:26; 6:17).
El
proceso de conversión, designado como un
nuevo nacimiento (Juan 3:3, 5), sólo es posible por la agencia del Espíritu
Santo. Pero, ¿cómo sucede esto? Leamos:
“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante
el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros
entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y
permanece para siempre” (1 Ped. 1:22-23). Santiago declara
“El, de su voluntad, nos hizo nacer por
la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas” (Stgo.
1:18). Pablo afirmó: “ya habéis sido
lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre
del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Cor. 6:11).
Sin embargo, Pablo también dijo, y en la misma epístola
“yo os engendré por medio del evangelio”
(1 Cor. 4:15).
Ciertamente el Espíritu Santo ejerce su influencia para que los hombres sean
salvos, pero su influencia está escrita
en el evangelio. Si otra cosa se necesita para la salvación de los hombres,
entonces el Espíritu Santo se equivocó cuando afirmó por boca de Pablo:
“Porque no me avergüenzo del evangelio,
porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío
primeramente, y también al griego” (Rom. 16:16).
Salvación por la fe sola.
Al combatir el sistema de obras del
catolicismo,
denunciando varios errores en la Iglesia Católica de su época,
Martín Lutero (un monje agustino) se opuso también
a las obras requeridas por el evangelio de
Cristo. Agregó la palabra “sola” a Rom. 3:28 (“justificado por la fe sola”)
en su versión de las Escrituras. Denunció la epístola de Santiago como “una
epístola de paja”, porque Santiago dice que somos justificados por obras, y no
solamente por la fe, Santiago 2:24, ¡y este pasaje molestaba en la doctrina de
Lutero!
Todos los argumentos a favor de la
salvación por la fe sola, están basados no en las Escrituras, sino en la
interpretación de Lutero en base a su formación teológica con los argumentos de
Agustín.
Y hasta el día de hoy, varios creen que los pecadores serán
salvos al punto de la fe en Cristo sin
más actos de obediencia.
Son
los hombres, no Dios en su palabra, los que dicen que el pecador será
“justificado solamente por la fe”, pero la Escritura afirma:
“Vosotros
veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24). Las obras aquí designadas no son obras del hombre, sino las
buenas obras de Dios que él espera que el hombre haga. Por ejemplo, la fe es una
obra de Dios (Jn. 6:28,29), así también lo son el arrepentimiento y el bautismo
(Hech. 2:38,40,41,47).
Las
sagradas Escrituras enfatizan que el pecador perdido del mundo debe ser
bautizado para llegar a ser un discípulo de Cristo (Mat. 28:19,20), pues nadie
será salvo sin ser un discípulo del Señor Jesús (Mar. 16:16).
Cristo quiere discípulos (Jn. 8:31,32).
Sus discípulos son los cristianos, los salvos de su iglesia (cf. Hech.
2:38,41,47; 11:26).
En el
bautismo en Cristo (Gal. 3:26,27) la persona arrepentida es lavada en la sangre
de Cristo (cf. Apoc. 1:5; Hech. 22:16), muriendo al pecado al ser bautizado en
la semejanza de la muerte del Señor. El apóstol Pablo dijo:
“Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva” (Rom. 6:4). Por lo tanto, el creyente
penitente que confiesa a Jesús como Señor (Mat. 10:32,33; Rom. 10:9,10; Hech.
8:36-38) obedece para salvación a las palabras del apóstol Pedro quien afirmó:
“Arrepentíos,
y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los
pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo”
(Hech. 2:38). Pedro también dijo:
“la
cual era tipo del bautismo que ahora nos salva a nosotros también (no el quitársenos
la inmundicia de la carne, sino el
obtener respuesta de una buena conciencia para con Dios), por medio de la
resurrección de Jesucristo” (1 Ped. 3:21, VM).
La iluminación del Espíritu Santo.
Siguiendo la lógica de estas doctrinas, y debido a que la raza humana estaría
irremediablemente corrompida, en virtud de la caída de Adán, las Escrituras
serían incomprensibles para la deteriorada
mente depravada, por lo cual se requerirá
la iluminación del Espíritu Santo para
comprender las Escrituras.
Juan Calvino tomó prestada la teoría de la
iluminación del Espíritu Santo de su antecesor Agustín de Hipona. Agustín
afirmaba que el Espíritu Santo es el
agente a través del cual recibimos la revelación de Dios y quien ilumina y
confirma la verdad.
Comúnmente se argumentan dos cosas. Que la Biblia no es suficientemente lúcida
para conducir al hombre moderno a la vida eterna. Y que la mente totalmente
depravada no puede comprender la revelación de Dios. Entonces, a la vez que
debemos estudiar las Escrituras para entenderlas, también necesitamos
la iluminación especial del Espíritu de
Dios para lograr dicho objetivo. Si esta opinión es correcta ¿es el Espíritu
Santo infalible en su revelación como también lo es en su iluminación del texto
mismo? Si la respuesta es sí, entonces todos los iluminados deben manifestar una
exégesis perfectamente impecable de la Biblia y deben estar totalmente unidos en
su comprensión y práctica de la Escritura. Pero, tal cosa no es así.
Numerosos calvinistas, que afirman la “iluminación del Espíritu Santo”, están
constantemente en desacuerdo en sus doctrinas y opiniones teológicas. Por otra
parte, es el epítome de la inconsistencia argumentar a favor de la “iluminación
sobrenatural del Espíritu” y luego escribir un libro que establece las normas
para la correcta interpretación bíblica, cosa que sucede a menudo. No obstante,
la Biblia enseña que “leyendo” podemos
entender (Ef. 3:4). Incluso, Dios
manda que entendamos su voluntad (Ef. 5:17).
Resumiendo.
El sistema teológico del calvinismo no cree en la libre voluntad del
hombre. Dicen que el hombre puede elegir voluntariamente sus actos de acuerdo
con sus propios deseos y motivaciones pero no al punto de entender y obedecer el
evangelio de Cristo. Pero con esta doctrina se disparan a los pies, pues si Dios
ha ordenado de antemano estos deseos y motivaciones entonces Dios es el
responsable del pecado y del mal.
Pero,
tenemos libre albedrío, podemos entender la voluntad de Dios y elegir hacer lo
bueno, como también podemos rechazar la gracia de Dios:
·
“He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la
bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová
vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los
mandamientos de Jehová vuestro Dios, y os apartareis del camino que yo os ordeno
hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido” (Deut. 11:26-28).
·
“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los
profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a
tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no
quisiste!” (Mat. 23:37).
Al
creer en Cristo Jesús, el hombre de fe ya hace una obra de Dios (Jn. 6:29), y
con esto ya está trabajando para su salvación (Jn. 6:27).
Entonces, al arrepentirse y bautizarse, hace lo que Dios manda que él
haga (Hech. 2:37,38; 17:30; 10:48).
Como
antes vimos, y según las Escrituras, siempre es necesaria la obediencia al
evangelio (Rom. 2:8; 6:17; 2 Tes. 1:8; Heb. 5:9; 1 Ped. 1:22). Entonces, la
salvación es condicional, pero no a base de lo que hombre mundano haga de su
propia justicia y aparte del evangelio.
En
términos históricos, el gnosticismo fue un movimiento religioso muy activo
durante los primeros siglos. En términos comparativos, sobrevive en la
actualidad a través de los conceptos de Agustín de Hipona, Juan Calvino y Martín
Lutero, entre muchos otros.
Reconozcamos la locura de confiar en la sabiduría humana, y estemos contentos
con el evangelio de Cristo, revelado claramente en las páginas del Nuevo
Testamento.
Entonces,
¿a qué cosa es atribuida la salvación según la Biblia?
La Biblia atribuye la salvación a varias cosas, pero
este hecho pasa desapercibido por mucha gente, debido a su confianza en el
programa de estudio de su denominación y el “conocimiento” de su pastor.
Lamentablemente, las denominaciones no predican “todo el consejo de Dios” (Hechos
20:27).
Es común en los líderes religiosos el controlar
la información que han de manejar los miembros de su grupo, por lo tanto
ellos enseñarán exclusivamente las piezas y partes de la Biblia que ellos
quieren que los miembros conozcan (y de acuerdo a la interpretación de la
denominación). Entonces, si estos miembros no hacen su propio estudio
bíblico, o solicitan ayuda de otros para aprender de las Escrituras,
permanecerán en la ignorancia de la voluntad de Dios aún en los rudimentos más
básicos de la Biblia.
Muchas personas se confunden con la idea de que la salvación se
debe a varias cosas diferentes que provienen de Dios. Ellos ven esto
como una contradicción. Por supuesto, la Biblia no se contradice “y la
Escritura no puede ser quebrantada” (Jn. 10:35). Pero hay una solución
sencilla a lo que muchos ven como múltiples contradicciones. Debemos
concluir, simplemente, que la salvación involucra varias cosas, y cada
una de estas cosas está interrelacionada con las demás.
Todos los “ingredientes” de la salvación, es decir
cada una de las “piezas” del engranaje de lo que es la salvación, deben ser
combinados para que dicha salvación se produzca a favor del hombre. En
otras palabras, cada uno de los elementos de la salvación debe ser combinado con
los demás para que la salvación sea hecha posible para el hombre pecador.
Según las Escrituras, la salvación se atribuye a:
EL EVANGELIO. (Rom. 1:16; Stgo. 1:21,
Hech. 11:14; Ef. 1:13, 1 Cor. 1:21; 15:1-2; Sal. 19:7). El evangelio es el
poder de Dios para salvar a los creyentes. Nadie puede ser salvo aparte de oír,
creer y obedecer el evangelio. "La fe viene por el oír, y el oír, por la
palabra de Dios" (Rom. 10:17).
LA FE. (Hech. 10:43; 16:31, Jn. 3:16; 8:24, Mar. 16:16,
Heb. 11:6, Rom. 3:28; 5:1). La fe es la certeza y la convicción de lo que no se
ve. La fe es la base sobre la que actúan los que agradan a Dios.
EL ARREPENTIMIENTO. (Hech. 2:38; 3:19; 5:31;
11:18; 17:30-31; 2 Cor. 7:10; Luc. 13:3,5). El arrepentimiento es un cambio de
mente. En referencia a la salvación, el arrepentimiento es un cambio de
mentalidad que produce un cambio en la acción.
LA CONFESIÓN. (Rom.
10:9-10; Jn. 12:42-43). La confesión neotestamentaria es un
reconocimiento verbal de la filiación y la deidad de Jesucristo.
EL BAUTISMO. (Mat. 28:19, Mar. 16:16,
Hech. 2:38, 8:12, 36-38; 9:18; 10:47,48; 16:15, 33; 18:08; 22:16; Rom. 6:3,4; 1
Cor. 12:13; Gal. 3:26-27; Col. 2:11,12; 1 Ped. 3:21). El bautismo es una
inmersión en agua para la remisión de los pecados.
LA FIDELIDAD. (Mat. 10:22; 24:13;
Apoc. 2:10, Col. 1:21-23; 2 Tim. 4:7; Heb. 3:6,14).
LA OBEDIENCIA. (Mat.
7:21; Mar. 3:35, Luc. 6:46, Jn. 14:15; 15:13; Heb. 5:9, 1 Ped. 1:22; 4:17, Rom.
6:17-18, Hech. 5:32; Fil. 2:12; 2 Tes. 1:8)
LAS OBRAS. (Stgo. 2:24) “Vosotros veis, pues, que el
hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”.
INVOCAR EL NOMBRE DEL SEÑOR. (Hech. 2:21, Rom. 10:13;
Hech. 22:16).
EL MENSAJE DE LA CRUZ. (1 Cor. 1:18, 21) “Porque
la palabra de la cruz… a los que se salvan… es poder de Dios” “… agradó a
Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación”.
EL AMOR DE LA VERDAD. (2 Tes. 2:10) - El
apóstol Pablo dice claramente que aquellos que rechacen el amor de la verdad recibirán
un poder engañoso para que crean la mentira y sean condenados.
LA ESPERANZA. (Rom. 8:24) - "Porque
en esperanza fuimos salvos…” Pero, obviamente, ¡no “solamente” por la
esperanza! No sin fe, arrepentimiento, confesión, obediencia, y las otras cosas
a las que se atribuye la salvación según la Biblia.
LA HUMILDAD. (Luc. 18:11-14; 1 Ped.
5:5-6) - El publicano humilde fue justificado, el fariseo arrogante no. Dios
resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.
DIOS. (2 Tim. 1:9) – “[Dios] nos salvó y llamó
con llamamiento santo”.
LA GRACIA DE DIOS. (Hech. 15:11; Ef. 2:5,8;
Tit. 2:11; 3:7; Rom. 3:24) – Somos salvos por la gracia de Dios. Pero la gracia
no excluye todos los demás componentes de la salvación.
LA MISERICORDIA DE DIOS. (Tit. 3:5; Ef. 2:4) - "nos
salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su
misericordia…”
EL AMOR DE DIOS. (1 Jn. 4:8-10, Jn. 3:16)
- La venida de Cristo a la tierra, y su obra de redención, fueron el resultado
del amor divino. Somos salvos debido al gran amor de Dios, sin embargo, el amor
de Dios no anula la acción humana y la responsabilidad.
LA BENIGNIDAD DE DIOS. (Rom. 2:4) - la bondad
de Dios es una de las cosas que nos lleva al arrepentimiento: “¿O
menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando
que su benignidad te guía al arrepentimiento?”
CRISTO. (Luc. 19:10; Gal. 2:17) – “el Hijo del Hombre
vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” “Y si buscando ser
justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso
Cristo ministro de pecado? En ninguna manera”.
LA SANGRE DE CRISTO. (Rom. 5:9) “Pues
mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la
ira”.
LA MUERTE DE CRISTO. (Rom. 5:10) “Porque
si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo,
mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida”.
LA VIDA DE CRISTO. Nadie será salvo por la
vida de Cristo (en su labor celestial a favor de su pueblo), ni por la muerte de
Cristo (al morir por el mundo). ¡Somos salvos por la vida y la muerte de
Cristo!
EL REGALO DE CRISTO. (Rom. 5:15-18) - La
muerte espiritual pasó a todos los hombres porque todos pecaron (Rom.
5:12). Una vez que se comete el pecado el hombre no tiene la capacidad de
purificarse de él. Este texto muestra que Cristo hizo todas las cosas
necesarias para que el hombre pudiera lavarse de sus pecados. Como luego se
enseña, en el siguiente capítulo, el hombre siempre será responsable. Se deben
cumplir las condiciones de la gracia.
EL ESPIRITU SANTO. (1 Cor. 6:11) – El
Espíritu Santo está involucrado en nuestra santificación y justificación.
Su palabra, la espada del Espíritu (Ef. 6:17), nos guía de la senda del pecado a
la senda de la justicia y santidad. Uno es hijo de Dios en la medida en
que está dispuesto a ser guiado por el Espíritu conformando su propio espíritu a
la imagen del Espíritu Santo (Rom. 8:14, 16).
Nos hemos reservado Hechos 2:40 y Filipenses
2:12 para el final – Algunas personas adoctrinadas con los conceptos
calvinistas de la salvación están conmocionadas con este último punto. Ellos
han llegado a pensar que no hay absolutamente nada que hacer para participar de
la propia salvación.
Hechos 2:40 (“Sed salvos de esta perversa
generación”) y Filipenses 2:12 (“ocupaos en vuestra salvación con temor y
temblor”) afirman claramente que somos responsables de nuestra
propia salvación. Entonces, hay un sentido en que el hombre se salva y es por
la obediencia a instrucciones divinas dadas a nosotros por la palabra de vida (Fil.
2:16).
La salvación es imposible sin la obediencia a las
instrucciones de Dios reveladas a través de su santo Hijo Jesucristo.
Conclusión
Nadie será salvo “solamente por la fe” como afirman
varios líderes religiosos ciegos. Somos salvos por lo que Dios dice que somos
salvos. Al colocar la palabra “solamente” a cualquiera de los elementos a los
que la Biblia le atribuye la salvación se dejan todos los demás elementos
excluidos. La fe “sola” excluye el arrepentimiento, la confesión, el bautismo,
la fidelidad, la esperanza, el amor, y todo lo que hemos discutido en este
artículo.
Como dice Deuteronomio 12:32 “Cuidarás de hacer
todo lo que yo te mando; no añadirás a ello, ni de ello quitarás”.