Alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo

 

Por Josué I. Hernández

 

Pablo advirtió a los tesalonicenses sobre dos eventos siniestros que deben ocurrir antes de la segunda venida de Cristo. El Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía y se manifieste el hombre de pecado (2 Tes. 2:3). Ambos hechos presagiaban un triste final para muchas personas (2 Tes. 2:8-12).

 

Entonces, enfocando a los tesalonicenses, Pablo daba gracias porque Dios les había escogido para salvación (2 Tes. 2:13), y les recordó que fueron llamados para “alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo” (2 Tes. 2:14). Preguntamos, ¿qué es necesario para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo?

 

Llegar a ser elegidos

 

Pablo dijo que los tesalonicenses llegaron a ser elegidos, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13).

 

Aprendemos que la razón de esta elección fue el amor de Dios, y el tiempo de esta elección fue “el principio”.

 

El comentario de W. Partain es notable, “Al hablar de esta manera Pablo enfatiza que los gentiles también habían de oír el evangelio y ser salvos, y que esto fue el plan de Dios desde el principio; es decir, aun antes de llamar a Abraham y antes de entregar la ley a los israelitas, El había incluido a los gentiles como herederos de la salvación en Cristo (Rom. 9:23-26; Ef. 1:4; Ef. 3:5-6).” (Notas sobre Efesios).

 

El calvinismo, o teología reformada, afirma una elección individual, que depende de la misteriosa soberanía de Dios, de manera incondicional y definitiva, y el arminianisno afirma una elección individual, basada en el conocimiento previo de Dios, respecto a la reacción de los elegidos al evangelio. Sin embargo, Pablo habla de una elección corporativa o grupal de una clase de gente (cf. Ef. 1:4; 1 Ped. 2:9), esta gente es la iglesia (cf. Ef. 3:10,11).

 

Debido a que la salvación es condicional, corresponde a los elegidos el ser diligentes (cf. 2 Ped. 1:10), por lo cual, Pablo exhortó a los tesalonicenses a permanecer firmes (2 Tes. 2:15), para salvación (2 Tes. 2:13) de la ira venidera (2 Tes. 1:7-9), y así participar en la gloria venidera (2 Tes. 1:10; 2:14).

 

Pero, ¿cómo fueron hechos de los elegidos? Pablo especificó, “mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13). Consideremos esto.

 

El Espíritu Santo obra la santificación a través de su espada, “la palabra de Dios” (Ef. 6:17). El Señor Jesús ya había dicho, “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Jn. 17:17). Esta verdad es el evangelio, el poder de Dios para salvación (Ef. 1:13; Rom. 1:16; cf. Jn. 8:32). Debido a lo anterior, no hay elegidos/santificados sin predicación del evangelio (1 Cor. 1:21; 4:15; 6:11).

 

Es el evangelio el cual provee la información para tener contacto con la sangre santificadora de Jesucristo (Heb. 9:14; 10:10,29; 13:12). Por lo cual, Ananías dijo a Saulo, “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:16). Ananías sabía que los pecados de Saulo serían lavados en la sangre de Cristo (Apoc. 1:5) llegando a ser uno más de los santificados (Hech. 26:18), y siendo santificado, uno más de los elegidos.

 

El evangelio también provee la información para que el hijo de Dios que ha pecado sea lavado y restaure así su santidad perdida, “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado… Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Jn. 1:7,9).

 

Debido a que la elección se logra “mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13), entendemos que la parte humana está esencialmente involucrada en la elección. Es decir, no es solamente “la santificación por el Espíritu”, sino también “la fe en la verdad”. Se requieren ambos factores.

 

La fe viene por el oír la palabra de Dios (Rom. 10:17), no hay fe sin predicación. La fe es certeza y convicción (Heb. 11:1), la certidumbre y convicción de haber creído a Dios (cf. Heb. 3:19; 4:2). Esta certeza y convicción (fe) es completada o realizada por las obras de obediencia, “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe” (Sant. 2:24). Cuando alguno obedece, lo hace “por la fe” (Heb. 11:4,5,7,8,9,11,17,20,21,22,23,24,27,28,29,30,31). No hay salvación para los desobedientes (Heb. 5:9).

 

La gracia no se alcanza sin el esfuerzo de obediencia. La actitud favorable, y el favor mismo, de Dios, para perdonar los pecados, está condicionada a la obediencia. Los casos bíblicos de conversión en el libro Hechos son elocuente testimonio de esto. El pecador mundano puede, y tiene, que obedecer el evangelio para ser salvo. Considere lo siguiente:

 

·        “Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos? Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo” (Hech. 2:37,38).

·        “El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hech. 9:6).

·        “y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa… y en seguida se bautizó él con todos los suyos” (Hech. 16:30,33).

·        “Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y vé a Damasco, y allí se te dirá todo lo que está ordenado que hagas… Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre” (Hech. 22:10,16).

·        “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen (Heb. 5:9).

·        “y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre” (Rom. 1:5).

·        “pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe (Rom. 16:26).

 

Permanecer firmes

 

A los elegidos les corresponde permanecer firmes en obediencia, “Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra” (2 Tes. 2:15).

 

Esta advertencia fue reiterada a todas las iglesias (1 Cor. 15:58; Fil. 4:1). Piénselo, ¿por qué tal advertencia si no hay posibilidad de apostasía? Sencillamente, la apostasía es un peligro real (Heb. 2:12-15).

 

“Manteneos, pues, hermanos, firmes y guardad las tradiciones en que habéis sido adoctrinados, ya de palabra, ya por carta nuestra” (2 Tes. 2:15, NC).

 

“Hermanos, os mandamos en nombre del Señor Jesucristo que os apartéis de todo hermano que viva desordenadamente y no según la tradición que de nosotros recibisteis” (2 Tes. 3:6, JER).

 

“Os alabo de que en todo os acordéis de mí y retengáis las tradiciones que yo os he transmitido” (1 Cor. 11:2).

 

Los primeros cristianos perseveraban en la doctrina de los apóstoles (Hech. 2:42). Si deseamos permanecer firmes, debemos aferrarnos a las enseñanzas de los apóstoles (cf. 1 Cor. 4:17), es decir, aferrarnos al fundamento (Ef. 2:20-22; 2 Ped. 3:2; Jud. 17; cf. Luc. 10:16).

 

Conclusión

 

Alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo solo es posible si creemos la verdad acudiendo al llamado de Dios por el evangelio, nos mantenemos firmes, y guardamos las tradiciones apostólicas.

 

¿Hacemos esto?

 

 

“Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia, conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra” (2 Tes. 2:16,17).