Elección incondicional
La elección incondicional del
calvinismo se explica de la siguiente manera: “Por el decreto de Dios, y para la
manifestación de su gloria, algunos seres humanos y ángeles son predestinados y
preordenados para vida eterna, y otros para muerte eterna… Estos ángeles y seres
humanos así predestinados y preordenados están particular e inmutablemente
designados, y su número es tan cierto y definido, que no se puede aumentar ni
disminuir” (Confesión de Westminster, III, 3 y 4).
Según el calvinismo, Dios ha
predestinado todos, absolutamente todos, los eventos concernientes a los hombres
y su salvación, dejando como incondicional el destino eterno, de modo que
los elegidos no se podrían perder, ni los condenados se podrían salvar. Por lo
tanto, los elegidos no pueden rechazar la salvación, ni los condenados podrían
aceptarla.
Según la cosmovisión calvinista, si alguno no está en la lista de los elegidos
se perderá, aunque sea un recién nacido. No hay mecanismo en la teología
reformada que indique un cambio de destino para quienes no fueron preordenados
para vida eterna, sin importar la edad que tengan. Por lo tanto, si el
calvinismo tiene razón habrá muchos niños, e incluso, recién nacidos ardiendo en
el infierno.
Una elección grupal o
corporativa
La Biblia enseña claramente que
Dios ha elegido en Cristo. Pero, la elección soberana de Dios no es individual,
sino colectiva, no es particular, sino grupal o corporativa. Esta es la primera
gran diferencia que observamos entre lo que enseña la Biblia y lo que afirma el
calvinismo.
El apóstol Pablo escribió,
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con
toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según
nos escogió en él antes de la fundación del mundo,
para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos
predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de
Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Ef. 1:3-5).
Mientras Pablo enseña que la
elección soberana es grupal o corporativa y habla de un pueblo bendecido en
Cristo (“nos bendijo”), escogido en Cristo (“nos escogió en él”), y predestinado
mediante Cristo (“predestinado… por medio de Jesucristo”), por el contrario, el
calvinismo habla de individuos elegidos incondicionalmente.
A diferencia de los reformadores
protestantes y sus seguidores, el apóstol Pablo no solo dice que la elección
soberana de Dios es conjunta, sino que también enseñó que esta elección está
condicionada a estar “en Cristo”.
Pablo no hablaba de individuos
elegidos incondicionalmente, sino que explicó que Dios predestinó la esfera de
la salvación, “en Cristo”, esfera en la cual una clase de gente hallaría
seguridad.
Si prestamos atención cuidadosa
veremos que la única actividad predestinada, o preordenada, es que los que
estuviesen en Cristo fuesen los adoptados como hijos de Dios.
Una elección condicional
Todo corazón puede rebosar de gozo
y esperanza al saber que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y
vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:5) y que Dios “es paciente
para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al
arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). “Porque de tal manera amó Dios al mundo,
que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).
La elección soberana de Dios no es imposible de entender. Por el contrario, el
Nuevo Testamento expresa claramente lo que antes estuvo oculto (cf. Rom.
16:25-27; Ef. 3:5). Mientras el
calvinismo afirma con mucho tecnicismo una elección individual, incondicional y
definitiva,
Pablo dice
sencillamente, “según nos escogió en El”, lo cual indica una elección
general de una clase de gente en Cristo, es decir, el “linaje
escogido” (1 Ped. 2:9).
Pablo dijo a los
tesalonicenses, “Pero nosotros debemos dar siempre
gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os
haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por
el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13).
Preguntamos, ¿cómo se hicieron, los tesalonicenses, parte de
los elegidos? La Biblia dice que esto sucedió a través de la santificación por
el Espíritu y la fe en la verdad (2 Tes. 2:13). Mientras que la espada del
Espíritu alcanzó sus corazones (cf. Ef. 6:17; Hech. 17:3) ellos creyeron la
palabra, es decir, la recibieron (cf. Hech. 2:41; 17:4).
Pablo les recordó a los tesalonicenses de aquella
convocatoria divina para ser de los elegidos, “a lo cual os llamó mediante
nuestro evangelio”. La Biblia no enseña alguna elección individual e
incondicional para salvación. La Biblia enseña que Dios llama por el evangelio y
que toda persona puede hacer su parte para ser de los elegidos.
Los casos de conversión en el libro Hechos especifican un
proceso por el cual los pecadores del mundo llegaron a ser constituidos hijos de
Dios:
·
Los del día de
Pentecostés (Hech. 2:14-41). Oyeron el evangelio, creyeron, se arrepintieron y
fueron bautizados.
·
Los samaritanos
(Hech. 5:5-13). Oyeron el evangelio, creyeron y fueron bautizados.
·
El etíope
(Hech. 8:26-39). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizado.
·
Cornelio (Hech.
10:34-48; 11:14). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizado.
·
Lidia (Hech.
16:13-15). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizada.
·
El carcelero
(Hech. 16:30-34). Oyó el evangelio, creyó, se arrepintió, y fue bautizado.
·
Saulo (Hech.
9:6,11,17,18; 22:16). Oyó el evangelio, creyó, se arrepintió y fue bautizado.
Según la Biblia,
todos podemos ser de los elegidos si acudimos al “llamamiento celestial”
(Heb. 3:1). Estos elegidos son los convocados, o llamados por Dios, la iglesia
(Mat. 16:18; Hech. 2:41,47). En fin, todos podemos ser de aquellos que “con
corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia”
(Luc. 8:15).
Debido a que la elección soberana
de Dios es condicional, los apóstoles de Cristo, y otros hombres inspirados,
instruían a los santos para que hicieran firme su vocación y elección (2 Ped.
1:10) a estar en guardia (2 Ped. 3:17), a permanecer firmes (1 Cor. 15:58; 2
Tes. 2:15; Fil. 4:1) y a conservarse en el amor del Señor (Jud. 1:21). A
diferencia del calvinismo, la Biblia enseña que la
apostasía es un peligro real (Heb. 2:12-15), porque la salvación es condicional
(Hech. 20:32).
La posibilidad
de salvación o condenación
No hay palabra
con tal impacto que la conjunción “si”. Su uso indica posibilidad, ya sea para
lo bueno y agradable a Dios, ya sea para lo malo y desagradable a Dios, lo cual
es señal elocuente del libre albedrío para escoger a Dios o rechazarle, a la vez
que indica que la elección incondicional es un fraude, una vil mentira de
Satanás.
“Por eso os
dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en
vuestros pecados moriréis”
(Jn. 8:24).
“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:
Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis
discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”
(Jn. 8:31,32).
“Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos,
porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os
digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos
dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran
más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes
si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”
(Luc. 13:2-5).
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he
predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el
cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no
creísteis en vano”
(1 Cor. 15:1,2).
Dios llama a que
los hombres se arrepientan y se vuelvan a él, advirtiendo del castigo si deciden
rechazar su llamado. “Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la
tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque
la boca de Jehová lo ha dicho” (Is. 1:19,20; cf. Jer. 18:7-11; Ez. 33:1-20).
Debido a lo
anterior Cristo dijo, “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y
apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat.
23:37).
Conclusión
Sin duda alguna,
cada persona tiene opciones por su capacidad para elegir entre lo bueno y lo
malo. Cada persona puede escoger a Dios o rechazarle (cf. Mat. 11:28-30), y
habrá recompensa o castigo por la decisión que cada cual tome (cf. Rom. 2:7-11).
Dios es soberano y tiene el derecho de exigir condiciones
para el perdón (ej. Mat. 6:14,15; Mar. 16:15,16; Hech. 22:16), y a nosotros nos
toca elegir si obedeceremos o no sus soberanas condiciones (Heb. 5:9).