Elección incondicional

Por Josué I. Hernández

 

La elección incondicional del calvinismo se explica de la siguiente manera: “Por el decreto de Dios, y para la manifestación de su gloria, algunos seres humanos y ángeles son predestinados y preordenados para vida eterna, y otros para muerte eterna… Estos ángeles y seres humanos así predestinados y preordenados están particular e inmutablemente designados, y su número es tan cierto y definido, que no se puede aumentar ni disminuir” (Confesión de Westminster, III, 3 y 4).

 

Según el calvinismo, Dios ha predestinado todos, absolutamente todos, los eventos concernientes a los hombres y su salvación, dejando como incondicional el destino eterno, de modo que los elegidos no se podrían perder, ni los condenados se podrían salvar. Por lo tanto, los elegidos no pueden rechazar la salvación, ni los condenados podrían aceptarla.

 

Según la cosmovisión calvinista, si alguno no está en la lista de los elegidos se perderá, aunque sea un recién nacido. No hay mecanismo en la teología reformada que indique un cambio de destino para quienes no fueron preordenados para vida eterna, sin importar la edad que tengan. Por lo tanto, si el calvinismo tiene razón habrá muchos niños, e incluso, recién nacidos ardiendo en el infierno.

 

Una elección grupal o corporativa

 

La Biblia enseña claramente que Dios ha elegido en Cristo. Pero, la elección soberana de Dios no es individual, sino colectiva, no es particular, sino grupal o corporativa. Esta es la primera gran diferencia que observamos entre lo que enseña la Biblia y lo que afirma el calvinismo.

 

El apóstol Pablo escribió, “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad” (Ef. 1:3-5).

 

Mientras Pablo enseña que la elección soberana es grupal o corporativa y habla de un pueblo bendecido en Cristo (“nos bendijo”), escogido en Cristo (“nos escogió en él”), y predestinado mediante Cristo (“predestinado… por medio de Jesucristo”), por el contrario, el calvinismo habla de individuos elegidos incondicionalmente.

 

A diferencia de los reformadores protestantes y sus seguidores, el apóstol Pablo no solo dice que la elección soberana de Dios es conjunta, sino que también enseñó que esta elección está condicionada a estar “en Cristo”.

 

Pablo no hablaba de individuos elegidos incondicionalmente, sino que explicó que Dios predestinó la esfera de la salvación, “en Cristo”, esfera en la cual una clase de gente hallaría seguridad.

 

Si prestamos atención cuidadosa veremos que la única actividad predestinada, o preordenada, es que los que estuviesen en Cristo fuesen los adoptados como hijos de Dios.

 

Una elección condicional

 

Todo corazón puede rebosar de gozo y esperanza al saber que Dios “quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim. 2:5) y que Dios “es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Ped. 3:9). “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

 

La elección soberana de Dios no es imposible de entender. Por el contrario, el Nuevo Testamento expresa claramente lo que antes estuvo oculto (cf. Rom. 16:25-27; Ef. 3:5). Mientras el calvinismo afirma con mucho tecnicismo una elección individual, incondicional y definitiva, Pablo dice sencillamente, “según nos escogió en El”, lo cual indica una elección general de una clase de gente en Cristo, es decir, el “linaje escogido” (1 Ped. 2:9).

 

Pablo dijo a los tesalonicenses, “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad” (2 Tes. 2:13).

 

Preguntamos, ¿cómo se hicieron, los tesalonicenses, parte de los elegidos? La Biblia dice que esto sucedió a través de la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad (2 Tes. 2:13). Mientras que la espada del Espíritu alcanzó sus corazones (cf. Ef. 6:17; Hech. 17:3) ellos creyeron la palabra, es decir, la recibieron (cf. Hech. 2:41; 17:4).

 

Pablo les recordó a los tesalonicenses de aquella convocatoria divina para ser de los elegidos, “a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio”. La Biblia no enseña alguna elección individual e incondicional para salvación. La Biblia enseña que Dios llama por el evangelio y que toda persona puede hacer su parte para ser de los elegidos.

 

Los casos de conversión en el libro Hechos especifican un proceso por el cual los pecadores del mundo llegaron a ser constituidos hijos de Dios:

·         Los del día de Pentecostés (Hech. 2:14-41). Oyeron el evangelio, creyeron, se arrepintieron y fueron bautizados.

·         Los samaritanos (Hech. 5:5-13). Oyeron el evangelio, creyeron y fueron bautizados.

·         El etíope (Hech. 8:26-39). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizado.

·         Cornelio (Hech. 10:34-48; 11:14). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizado.

·         Lidia (Hech. 16:13-15). Oyó el evangelio, creyó y fue bautizada.

·         El carcelero (Hech. 16:30-34). Oyó el evangelio, creyó, se arrepintió, y fue bautizado.

·         Saulo (Hech. 9:6,11,17,18; 22:16). Oyó el evangelio, creyó, se arrepintió y fue bautizado.

 

Según la Biblia, todos podemos ser de los elegidos si acudimos al “llamamiento celestial” (Heb. 3:1). Estos elegidos son los convocados, o llamados por Dios, la iglesia (Mat. 16:18; Hech. 2:41,47). En fin, todos podemos ser de aquellos que “con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia” (Luc. 8:15).

 

Debido a que la elección soberana de Dios es condicional, los apóstoles de Cristo, y otros hombres inspirados, instruían a los santos para que hicieran firme su vocación y elección (2 Ped. 1:10) a estar en guardia (2 Ped. 3:17), a permanecer firmes (1 Cor. 15:58; 2 Tes. 2:15; Fil. 4:1) y a conservarse en el amor del Señor (Jud. 1:21). A diferencia del calvinismo, la Biblia enseña que la apostasía es un peligro real (Heb. 2:12-15), porque la salvación es condicional (Hech. 20:32).

 

La posibilidad de salvación o condenación

 

No hay palabra con tal impacto que la conjunción “si”. Su uso indica posibilidad, ya sea para lo bueno y agradable a Dios, ya sea para lo malo y desagradable a Dios, lo cual es señal elocuente del libre albedrío para escoger a Dios o rechazarle, a la vez que indica que la elección incondicional es un fraude, una vil mentira de Satanás.

 

“Por eso os dije que moriréis en vuestros pecados; porque si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis” (Jn. 8:24).

 

“Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31,32).

 

“Respondiendo Jesús, les dijo: ¿Pensáis que estos galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los galileos? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente. O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, ¿pensáis que eran más culpables que todos los hombres que habitan en Jerusalén? Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente” (Luc. 13:2-5).

 

“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano” (1 Cor. 15:1,2).

 

Dios llama a que los hombres se arrepientan y se vuelvan a él, advirtiendo del castigo si deciden rechazar su llamado. “Si quisiereis y oyereis, comeréis el bien de la tierra; si no quisiereis y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho” (Is. 1:19,20; cf. Jer. 18:7-11; Ez. 33:1-20).

 

Debido a lo anterior Cristo dijo, “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).

 

Conclusión

 

Sin duda alguna, cada persona tiene opciones por su capacidad para elegir entre lo bueno y lo malo. Cada persona puede escoger a Dios o rechazarle (cf. Mat. 11:28-30), y habrá recompensa o castigo por la decisión que cada cual tome (cf. Rom. 2:7-11).

 

Dios es soberano y tiene el derecho de exigir condiciones para el perdón (ej. Mat. 6:14,15; Mar. 16:15,16; Hech. 22:16), y a nosotros nos toca elegir si obedeceremos o no sus soberanas condiciones (Heb. 5:9).