10 COSAS QUE ACOMPAÑAN NUESTRA SALVACIÓN
“Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y
que pertenecen a la salvación,
aunque hablamos así”
(Hebreos 6:9)
INTRODUCCIÓN:
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La salvación implica la anulación y el lavamiento de cada pecado nuestro que de
otro modo destruiría nuestra alma. Estos pecados Dios los a los ha quitado, los
ha eliminado, los ha borrado. Él ha provisto el medio para esta salvación y ese
medio es el evangelio, el poder de Dios para salvación. (Romanos 1:16)
El mensaje del evangelio nos
enseña específicamente lo que debemos hacer para ser salvos. En el Pentecostés,
la gente de Jerusalén, al oír, creer y saber que lo que Pedro dijo era verdad
acerca de sus pecados, preguntaron: "¿Qué
haremos? Pedro les dijo: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el
nombre de Jesucristo para perdón de los pecados”
Hechos 2:38
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Cuando las personas escuchan el evangelio, creen en la verdad de la Palabra de
Dios, se arrepentimiento de corazón y son bautizadas en Cristo, de acuerdo con
la promesa de Dios, cada pecado es borrado y se convierten en nuevas criaturas
en Cristo.
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Ahora bien, cuando las personas por su obediencia al evangelio son salvas,
bíblicamente hay cosas claras que acompañan dicha salvación. En la Escritura
podemos ver el ejemplo de personas que obedecieron al evangelio y los frutos de
esa salvación que recibieron. El Señor Jesús dijo: “Mas
la que cayó en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto
retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia.”
Lucas 8:15
I.- EL GOZO
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Cuando el Eunuco etíope salió del agua, dice la Escritura que siguió gozoso su
camino. – Hechos 8:39
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Cuando el carcelero de Filipos y su casa fueron bautizados a la misma hora de la
noche, se "regocijó, de haber creído a Dios con toda su casa".
Hechos 16:34
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Cuando Felipe llevó el evangelio a Samaria, "hubo gran gozo en esa ciudad".
Hechos 8:8
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El himno 89 dice:
“grande gozo hay en mi alma hoy, porque
Cristo me salvó, las cadenas rotas ya están, Jesús me liberto” “Grande gozo
¡Cuan hermoso! Paso todo el tiempo bien feliz. Si algo debe caracterizarnos
a los que hemos obedecido al evangelio es el gozo. Debemos sentirnos siempre
dichosos, felices, contentos porque Cristo nos ha salvado.
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La iglesia del Señor debe ser una iglesia feliz, una iglesia radiante, una
iglesia entusiasta porque la Iglesia es el grupo de los salvos. El gozo
verdadero no es el producto de las riquezas, de la ausencia de aflicción, o de
las circunstancias favorables, este gozo es el que acompaña siempre a la
salvacion, a la obediencia al evangelio, al perdón de pecados.
Nunca jamás los cristianos debemos de
perder esa alegría. Nunca jamás debería haber entre nosotros hermanos infelices,
desdichados, aburridos, apagados, etc.
Preguntémonos ¿somos una iglesia feliz? ¿Podemos decir grande gozo hay en
mi alma hoy y siempre? “Y perseverando
unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían
juntos con alegría y sencillez de corazón”
(Hechos 2:46);
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez
digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4)
II.- LA GRATITUD
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Cuando el carcelero de Filipos obedeció al evangelio, mostró su gratitud al ser
tan solícito con las necesidades de Pablo y Silas, y al traerlas a su casa y
prepararles comida. “Y
llevándolos
a su casa, les puso la mesa;
y se regocijó con toda su casa de haber creído a Dios.”
(Hechos 16:34)
·
¿Cuánto tiempo llevarían Pablo y Silas sin comer? Quien sabe, pero probablemente
mucho. Pablo dijo a los corintios que sufrió hambre y sed y muchos ayunos y
probablemente esta haya sido una de esas ocasiones. Sin embargo, ahora vemos la
gratitud acompañando la salvación de este carcelero. Pablo y Silas le habían
dado el alimento espiritual, la Palabra de Dios, el evangelio y ahora el
carcelero con toda gratitud les da la comida física.
·
Sólo la salvación por medio del evangelio puede realizar tan noble acto. Los
encarcelados que poco antes habían sido azotados, echados al calabozo de mas
adentro, encadenados y torturados en el cepo, ahora son los huéspedes
distinguidos de su carcelero. La crueldad se convirtió en gratitud y bondad. Que
sabrosa comida debió haber sido Para Pablo y Silas después de sufrir por Cristo
y para el carcelero por haber sido salvo por la obediencia al evangelio.
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La gratitud debe ser un estilo de vida de aquellos que hemos sido salvos de
nuestros pecados. Un estilo de vida motivado por la gracia de Dios, motivado por
haber conocido a Cristo. No importa cuando pobre seamos, si tenemos a Cristo
somos ricos y si no tenemos a Cristo por mucho dinero que tengamos somos los mas
pobres del mundo, por lo tanto, la gratitud debe ser una marca que caracterice a
los hemos sido salvos de nuestros pecados y por medio de ella servir a Dios.
“Así
que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante
ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia;”
(Hebreos 12:28)
III.- LA HOSPITALIDAD
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Cuando Lidia y su familia fueron bautizados, ella mostró no solo gratitud sino
también hospitalidad hacia Pablo, Silas y los que estaban con ellos. “Y
cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo
sea fiel al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos”
(Hechos 16:15)
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Lidia sabía que estos hermanos nos eran de Filipos y que necesitaban un lugar
donde quedarse, así que ella, de su iniciativa y con todo su corazón les ofreció
hospedaje en su casa, y no solo eso, sino que insistía, al grado de decirles que
si no aceptaban su hospitalidad era porque no la consideraban una cristiana
fiel. Así que los obligó a quedarse.
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La hospitalidad es otra cosa muy importante que acompaña a la salvación y debe
ser una característica que nos identifique a los creyentes. Dios quiere que
nosotros practiquemos la hospitalidad. “Hospedaos
los unos a los otros sin murmuraciones.”
(1 Pedro 4:9);
El apóstol Juan elogió a Gayo por su hospitalidad para con los hermanos que
andaban llevando la Palabra que de otra manera tal vez hubiesen tenido que
dormir en la calle o pasar hambre. “Amado,
fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos,
especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio
de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios,
para que continúen su viaje. Porque ellos salieron por amor del nombre de El,
sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales
personas, para que cooperemos con la verdad.”
(3ª
Juan 5-8);
El escritor a los hebreos también nos estimula a practicar la hospitalidad:
“No
os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron
ángeles.”
(Hebreos 13:2)
IV.- LA GENEROSIDAD
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Cuando la iglesia se estableció en Jerusalén, hubo un gran número de personas
que obedecieron el evangelio, 3000 el día del Pentecostés y muchas más que se
iban añadiendo cada día. Entre este gran número había algunos en necesidad, pero
esta necesidad fue satisfecha por aquellos que también habían obedecido el
evangelio y que habían sido más grandemente bendecidos con los bienes
materiales. “y
vendían sus propiedades y sus bienes, y lo repartían a todos según la necesidad
de cada uno.”
(Hechos 2:45)
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Lo que ellos hacían no era fanatismo, ni emocionalismo, era la hermosa virtud de
la generosidad. Cabe mencionar que los apóstoles NUNCA mandaron a los discípulos
vender sus propiedades, aquellos que lo hacían era por iniciativa y voluntad
propia. A nadie se le mandó, ordenó, o presionó para que vendiera una propiedad
o para que repartiera el dinero de esa venta, todo fue una demostración
voluntaria del amor por sus hermanos, lo podemos comprobar en la palabra de
Pedro a Ananías: “Reteniéndola,
¿no se te quedaba a ti? y vendida, ¿no estaba en tu poder? ¿Por
qué pusiste esto en tu corazón? No has mentido a los hombres, sino a Dios.”
(Hechos 5:4)
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Sin
embargo, la generosidad es otra cosa que también acompaña a la salvación y los
hermanos en Jerusalén son un claro ejemplo de ello.
“Así
que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían
heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a
los pies de los apóstoles; y se repartía a cada uno según su necesidad.”
(Hechos 4:35)
V.- LA ADORACIÓN
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“Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel
día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en
la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.”
Hechos 2:41-42
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Cuando fueron salvos por su obediencia al evangelio, los hermanos en Jerusalén
continuaron perseverando y fueron fieles y firmes en su adoración. Es importante
entender que un cristiano que no le da importancia a la reunión de la Iglesia, a
la adoración a Dios, a la comunión, al partimiento, del pan, a las oraciones, a
la Palabra de Dios, realmente no demuestra el gozo de su salvación ni su
gratitud a Dios. El cristiano
genuino no tiene habito de faltar frecuentemente a los servicios de adoración.
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Debemos
estar bien conscientes que el cielo es un lugar donde Dios es constantemente
adorado y es el lugar donde queremos pasar la eternidad. Si en este mundo no le
damos importancia debida a la adoración no somos aptos para estar eternamente
con Dios en el cielo. Las personas salvas son aquellas que quieren adorar y que
no solo esperan con ansia la reunión de la Iglesia sino también esperan el
momento en que puedan hacerlo en el hogar celestial por los siglos de los
siglos.
VI.- LA VIDA NUEVA
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Los corintios eran bien conocidos en todas partes por su paganismo y su forma de
vida corrupta. Sin embargo, cuando obedecieron el evangelio entraron en una
nueva y muy diferente forma de vida. “¿No
sabéis que los injustos no heredarán el reino de Dios? No erréis; ni los
fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que
se echan con varones, ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los
maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios. Y esto erais
algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido
justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro
Dios.”
(1 Corintios 6:9-11)
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Aquellos que son salvos por su obediencia al evangelio, salen de las aguas del
bautismo para "andar en vida nueva” es decir, una vida sin pecado, una vida de
pureza y santidad. “Porque
somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que
como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros andemos en vida nueva.”
(Romanos 6:4);
“En
cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente,
y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad.” (Efesios 4:22-24)
VII.- LA DEVOCIÓN DIARIA
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Los salvos en Jerusalén perseveraban unánimes cada día en el templo. “Y
perseverando unánimes
cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con
alegría y sencillez de corazón”
(Hechos 2:46)
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Servir al Señor Jesús es una responsabilidad que debemos llevar a cabo no
solamente el domingo sino todos los días. La devoción diría debe caracterizar a
los que hemos obedecido el evangelio. Escudriñar las Escrituras cada día, orar
cada día, velar cada día, cargar nuestra cruz cada día, exhortarnos unos a otros
cada día, predicar el evangelio cada día, ser santos cada día. Etc. etc.
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Los primeros cristianos debieron haber trabajado y servido mucho cada día, por
los resultados que ellos tenían. “Así
que las iglesias eran confirmadas en la fe, y aumentaban en número cada día.”
(Hechos 16:5)
VIII.- EL FERVOR EVANGELÍSTICO
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Incluso cuando hubo una gran persecución en Jerusalén, y los discípulos tuvieron
que huir, se fueron de la ciudad con el mensaje de salvación no solo en sus
corazones sino también en sus labios. “Entonces
Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo.”
(Hechos 8:5)
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Y es que las personas salvas de sus pecados no pueden dejar de decirle a otros
sobre este maravilloso poder de Dios para salvar. A veces lo hacemos con ciertos
remedios, productos o medicamentos que consideramos muy buenos y animamos a la
gente a utilizarlos. Pero más importante es que lo hagamos en relación con el
evangelio. No debe haber un solo cristiano que no hable a las personas la
importancia y necesidad del mensaje de salvación de Dios. “Y
todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a
Jesucristo.”
(Hechos 5:42)
IX.- LA DEFENSA DE LA VERDAD
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Aquellos que hemos sido salvos por la obediencia a la verdad amamos esa verdad y
debemos estar listos para defenderla. El apóstol Pablo dijo lo siguiente: “Los
unos anuncian a Cristo por contención,
no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; pero los otros por
amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio.”
(Filipenses 1:16-17)
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En el libro de los Hechos vemos como los enemigos de la verdad se levantaron
para disputar con Esteban. “Entonces
se levantaron unos de la sinagoga llamada de los libertos, y de los de Cirene,
de Alejandría,
de Cilicia y de Asia, disputando con Esteban. Pero no podían resistir a la
sabiduría y al Espíritu con que hablaba.”
(Hechos 6:9-10)
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Este es el primer debate del cual haga mención el Nuevo Testamento. En México
tenemos una expresión muy popular que es
“montoneros” y esto es precisamente lo que eran estos enemigos de la verdad,
¿Cuántos habrán sido? ¡Muchos! ¡y
contra uno solo!, pero aun así no pudieron contra la verdad que valientemente
defendió Esteban. Por la sabiduría y Espíritu con la que hablaba podemos estar
seguros de que presentó argumentos claros y contundentes en cuanto a que Jesús
era el Mesías anunciado. Esteban ganó el debate. La Palabra de Dios salió
triunfante y victoriosa. En su impotencia estos cobardes y sinvergüenzas en vez
de aceptar y reconocer la verdad se conspiraron para difamar a Esteban. “Entonces
sobornaron a unos para que dijesen que le habían oído hablar palabras blasfemas
contra Moisés y contra Dios.”
(Hechos 6:11)
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Al final, la defensa de la verdad le costó la vida a este excelente cristiano.
Sin embargo, su ejemplo nos exhorta a nosotros a defender de la misma manera la
verdad de Dios. Recordemos que la defensa de la verdad acompaña también la
salvación. “sino
santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados
para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande
razón de la esperanza que hay en vosotros;”
(1 Pedro 3:15)
X.- LA PERSECUSIÓN
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Efectivamente, la persecución puede ser una cosa que acompaña o pertenece a la
salvación. Nosotros no podemos pretender ser verdaderos discípulos de Cristo si
no estamos dispuestos a padecer. El discipulado y la persecución están
íntimamente ligados. El apóstol Pablo le
dijo a Timoteo “Y
también
todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución;”
(2 Timoteo 3:12)
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Los hermanos del primer siglo sufrieron mucho a consecuencia de la persecución,
perdieron tranquilidad, bienes, familia, y aun sus propias vidas. En nuestros
días tal vez no tengamos la oposición del gobierno que ellos tuvieron, pero, aun
así, debemos estar dispuestos a sufrir, hay muchas maneras en las cuales los
cristianos de hoy en día podemos sufrir por causa de nuestra fe. Lo importante
es que estemos siempre preparados y dispuestos sabiendo que en la persecución
hay bendición de Dios. “Bienaventurados
los que padecen persecución
por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan
toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro
galardón es grande en los cielos; porque así persiguieron a los profetas que
fueron antes de vosotros.” (Mateo
5:10-12)
CONCLUSIÓN
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Querido hermano o hermana ¿estas 10 cosas acompañan tu salvación? ¿Tu vida
refleja que eres salvo? Ojalá que así sea…