Mateo 3

 

          3:1 En aquellos días vino Juan -- Mateo no dice nada de la familia de Juan, pero según Luc. 1:36 Elisabet, madre de Juan, era parienta de María, la madre de Jesús, pero no se puede afirmar que Juan y Jesús eran primos hermanos. Mateo empieza su relato hablando de la predicación de Juan.

          -- el Bautista (11:11; 14:2, 8; 16:14; 17:13; Mar. 6:24; 8:28; Luc. 7:20, 33) -- No conviene escribir la palabra "bautista" con mayúscula, porque no es un título, sino una explicación de lo que Juan hacía: dice Mar. 6:24, "Juan el bautista" (baptistou, el que bautiza). Es correcto decir bautizador (compárese "Simón el curtidor" (Hech. 10:6). Se llamaba bautista porque era el primero que recibió el mandamiento de Dios de bautizar a los hombres.  Muchos afirman que los judíos bautizaban a los prosélitos, pero no lo pueden probar o confirmar. Esta práctica aparece en la literatura de los judíos años después. Marcos (7:4) habla acerca de "los lavamientos (bautismos) de los vasos de beber, y de los jarros, y de los utensilios de metal, y de los lechos", pero no habla del bautismo de los prosélitos. Heb. 9:10 habla de "diversas abluciones (bautismos), (lavamientos rituales, LBLA). Los bautismos de Heb. 6:2 se incluyen en "los rudimentos de la doctrina de Cristo" (p. ej., el bautismo de Juan, el bautismo de la Gran Comisión, el bautismo con el Espíritu Santo).

          -- predicando (kerruson, Juan, heraldo del Rey, proclamaba el mensaje de que el reino se había acercado) en el desierto de Judea, -- "por toda la región contigua al Jordán" (Luc. 3:3). El primer capítulo del evangelio según Lucas nos dice acerca de la predicción del nacimiento de Juan y de los detalles de su nacimiento. Mateo, Marcos y Lucas describen su ministerio. El apóstol Juan enfatiza el testimonio de Juan acerca de Jesús (1:19-34; 3:26-30). Juan fue el último de los grandes profetas del Antiguo Testamento. De él Jesús dijo, "¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña sacudida por el viento? Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que tienen vestidura preciosa y viven en deleites, en los palacios de los reyes están. Mas ¿qué salisteis a ver? ¿A un profeta? Sí, os digo, y más que profeta. Este es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual preparará tu camino delante de ti. Os digo que entre los nacidos de mujeres, no hay mayor que él" (Luc. 7:24-28). "El es aquel Elías que había de venir" (Mat. 11:14).

          3:2 y diciendo: Arrepentíos, -- (4:17; 11:20, 21; 12:41; Mar. 1:15; 6:12; Luc. 10:13; 11:32; Hech. 2:38; 8:22; Apoc. 2:5, 16). El arrepentimiento era uno de los temas principales de los profetas (Isa. 1:16-18; 55:7; Jer. 3:12; Ezeq. 33:11, 15; Joel 2:12, 13; Zac. 1:3, 4); Dios los llamó y los envió para denunciar las apostasías del pueblo. De la manera más gráfica, pues, describieron los pecados del pueblo y les exhortaron a que se arrepintieran y volvieran a Dios. Con razón, pues, este último de los profetas del Antiguo Testamento predicó el arrepentimiento.

          Arrepentirse quiere decir "cambiar la mente o el propósito, y en el NT involucra siempre un cambio a mejor, una enmienda" (WEV). Juan conecta el arrepentimiento con el reino, porque es imposible entrar al reino de Dios sin arrepentirse. Cristo vino a llamar "a pecadores al arrepentimiento" (Luc. 5:32). El arrepentimiento precede al perdón (Hech. 2:38; 11:18; 26:20).

          La benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento (Rom. 2:4); también el juicio venidero mueve al hombre a arrepentirse (Hech. 17:30, 31).

          Es importante distinguir entre el arrepentimiento y la tristeza por el pecado. "La tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte" (2 Cor. 7:10). En el día de Pentecostés "al oír esto (la predicación de Pedro), se compungieron de corazón (heridos de la conciencia, LBLA, margen)". Por eso, la tristeza por el pecado vino primero; entonces Pedro mandó que se arrepintieran. La tristeza de Pedro le movió a arrepentirse (Mat. 26:75).

          -- porque el reino de los cielos (Mateo usa esta expresión 32 veces; equivale a "reino de Dios" como se ve en Luc. 15:18, 21, "he pecado contra el cielo") se ha acercado. -- Los profetas hablaron del reino venidero del Mesías (Isa. 2:2-4; Dan. 2:44, 45). Juan dice que "se ha acercado". Jesús dijo después (Mar. 9:1), "hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder". Después de su resurrección Jesús dijo a los apóstoles, "yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (Luc. 24:49). Poco antes de ascender al cielo, Jesús dijo a los apóstoles, "vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días ... recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo" (Hech. 1:4-8). El poder (el Espíritu Santo) vino el día de Pentecostés (Hech. 2:1-4). Por lo tanto, de acuerdo con lo que Juan y Jesús dijeron acerca del reino y del poder del Espíritu Santo, sabemos que el reino fue establecido el día de Pentecostés.

          Jesús había dicho a Nicodemo, "el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios" (Jn. 3:5). El agua de este texto es el bautismo, pues en esos mismos días Juan y Jesús bautizaba a mucha gente (3:22, 23; 4:1, 2). En el día de Pentecostés tres mil personas fueron bautizadas (Hech. 2:41) y fueron añadidas a la iglesia o trasladadas al reino (Col. 1:13); "recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia" (Heb. 12:28).

          Los que están en el reino son los que han vencido al mundo. Como Cristo vino al mundo para deshacer las obras de diablo (1 Jn. 3:8), sus discípulos pelean la buena batalla de la fe contra Satanás y sus aliados. Como Cristo venció y ocupó su trono, así también sus discípulos ganan la victoria sobre Satanás al predicar el evangelio y al llevar vidas consagradas y, de esta manera, reinan con Cristo (participan de su reinado sobre el mal) (Apoc. 2:26, 27; 3:21). "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús" (2 Cor. 2:14).

          Algunos dicen que la enseñanza de Mateo, Marcos, Lucas y Juan no es parte del Nuevo Testamento, sino que son solamente aclaraciones del Antiguo Testamento (la ley de Moisés). De esta manera quieren eliminar Mateo 5:32; 19:9, la enseñanza de Cristo sobre el divorcio y nuevas nupcias.  Según esta teoría Juan y Jesús no revelaban enseñanzas del Nuevo Pacto o Nuevo Testamento. Se supone que Juan solamente enseñaba a los judíos acerca del propósito de la ley para prepararlos para el evangelio.

          ¿Qué fue, pues, la obra de Juan? ¿Testificaba de la ley de Moisés o testificaba de Cristo? Luc. 16, “16 “La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado”. Al venir Juan hubo cambio. Al llegar Juan algo que se pone en contraste con la ley y los profetas; es decir, hasta que Juan llegara, la ley se enseñaba, pero que ahora el énfasis no está sobre la ley sino sobre el reino de los cielos. Mal. 3, “1  He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis”. Cristo vino para establecer el Nuevo Pacto (Heb. 8:6-13), y Juan era el mensajero quien preparó el camino para su llegada. Juan dio enseñanzas que no se encuentran en la ley de Moisés (véase Luc. 3:8-14). Por lo tanto, no solamente Cristo sino también Juan el bautista entregaron enseñanzas que pertenecen al Nuevo Pacto.

          3:3 Pues éste es aquel de quien habló el profeta Isaías, cuando dijo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, Enderezad sus sendas. -- En este texto el profeta Isaías habló acerca del retorno del remanente del cautiverio en Babilonia, pero este profeta mesiánico habló también de la venida del precursor de Cristo, y de su obra de la siguiente manera: "Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas. Todo valle se rellenará, y se bajará todo monte y collado; los caminos torcidos serán enderezados, y los caminos ásperos allanados; y verá toda carne la salvación de Dios" (Luc. 3: 4-6). Hizo esto al predicar, "Arrepentíos ... "

          Es muy importante observar que Isaías 40:3 dice, "Preparad camino a Jehová", y que el Espíritu Santo aplica este texto a la obra de Juan quien anunció a Cristo. La conclusión ineludible es que el nombre Jehová se aplica también a Cristo.

          3:4 Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; -- "Se trata de una tela ordinaria fabricada con pelo de camello en vez de lana. Era el vestido de los pobres, que convenía al sucesor de Elías (2 Reyes 1:8), al predicador del arrepentimiento" (B-S). Dice 2 Reyes 1:8 acerca del profeta Elías, "Un varón que tenía vestido de pelo, y ceñía sus lomos con un cinturón de cuero".

          -- y su comida era langostas ("es común aun en el Oriente ver a los pobres comerlas. Después de quitar las cabeza, piernas y alas se hierven o asan, y a veces se sazonan con mantequilla. Se comen tanto frescas como disecadas o conservadas con sal. Son muy distintas de los insectos que nosotros llamamos langostas", JAB) y miel silvestre (Jueces 14:8; 1 Sam. 14:25; Sal. 81:16), -- El vestido y comida de Juan coincidieron con su mensaje. "¿Qué salisteis a ver? ¿A un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que llevan vestiduras delicadas, en las casas de los reyes están" (11:8). "La vestidura de Juan, su alimento y su potente voz en el desierto, harían recordar los días austeros de Elías" (JFB). Mucha gente esperaba la venida de Elías (16:14; 17:10; 27:49; Luc. 9:8; Jn. 1:21). El ángel que anunció el nacimiento de Juan dijo, "Irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías" (Luc. 1:17); Jesús dijo que "él es aquel Elías que había de venir" (11:14; 17:12, 13).

          3:5 Y salía a él Jerusalén, y toda (compárese 8:34) Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, -- Véase también Jn. 1:35-45. Pero como los versículos 7-9 indican, no todos eran sinceros. Véanse también 21:23-25; Luc. 7:29, 30.

          3:6 y eran bautizados por él Esto no era en ningún sentido un acto de la ley de Moisés (el Viejo Pacto). No leemos nada en el Antiguo Testamento acerca de bautizar para la remisión de pecados. Algunos enseñan que el bautismo de Juan era simplemente otro de los lavamientos de la ley de Moisés, pero aquellos lavamientos eran ritos ceremoniales. El bautismo de Juan era muy distinto. Mar. 1, “4  Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados”.

          -- bautizados (del verbo baptizo, sumergir)Las palabras rociar (rhantizo) o rociamiento o derramamiento nunca se usan del bautismo de Juan, ni del bautismo de la Gran Comisión (el bautismo mandado por Cristo y los apóstoles). "La gente que habla el griego en la actualidad desecha por completo y ridiculiza la idea de emplear esta palabra griega en otro sentido que en su propia significación definida y bien conocida; y la Iglesia Griega no acepta como bautismo más que la inmersión" (JAB). Al hablar de las denominaciones que practican la aspersión no es correcto decir que "bautizan por aspersión", sino que "practican la aspersión en lugar de bautizar" (JWM). "Bautizar significa sumergir, y este acto tenía lugar en el río Jordán. El bautismo de Juan no era tomado ni de las abluciones en uso entre los judíos de la época ... ni del bautismo de los prosélitos, que no aparece hasta después de destruido el templo; era una institución nueva" (B-S).

          -- en el Jordán, -- no "cerca" del Jordán, ni en la "ribera", ni en la localidad general del río, sino en el río, en el corriente, en el agua.

          -- confesando sus pecados. -- Lev. 5:5; 16:21; 26:40; Núm. 5:7; Sal. 32:5; Neh. 9:2, 3; Prov. 28:13; Hech. 19:18; 1 Jn. 1:9. La confesión que nosotros hacemos antes de ser bautizados es la confesión hecha por el eunuco: "Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios" (Hech. 8:37; Rom. 10:9, 19).

          3:7, 8 Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, -- Las dos sectas principales entre los judíos. "Los saduceos dicen que no hay resurrección, ni ángel, ni espíritu; pero los fariseos afirman estas cosas" (Hech. 23:8; Mat. 22:23). Jesús dijo, "Mirad, guardaos de la levadura (la doctrina) de los fariseos y de los saduceos" (Mat. 16:6, 12). Estos llegaban simplemente porque querían aprovecharse de la gran popularidad de Juan. Recuérdese, sin embargo, que no todos los fariseos eran hipócritas, pues Nicodemo era un fariseo (Jn. 3:1) y el apóstol Pablo dijo que "conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo" (Hech. 26:5; Fil. 3:5).

          -- les decía: ¡Generación de víboras! (Hijos del diablo, la serpiente engañadora, 12:34; 23:33; Sal. 58:4, 5; 140:3; Isa. 14:29; 59:5) ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? -- No llegaban al bautismo de Juan con un propósito sano. El bautizaba solamente a los penitentes, pero "muchos de los fariseos y de los saduceos" no mostraban tal actitud. Con la actitud que tenían el bautismo no les ayudaría. Los judíos creían que el Mesías vendría con mucha ira contra los gentiles -- los romanos en particular -- pero la predicación de Juan indicaba que los judíos mismos estaban en peligro del castigo de Dios.

          -- Haced, pues, frutos (7:16, 20; 12:33; 21:43; Hech. 26:20; Gál. 5:22, 23) dignos de arrepentimiento, -- Algunos de ellos no querían hacer frutos dignos de arrepentimiento y, por eso, no fueron bautizados por Juan: "Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Mas los fariseos y los intérpretes de la ley desecharon los designios de Dios respecto de sí mismos, no siendo bautizados por Juan" (Luc. 7:29, 30).

          El relato de Lucas nos ayuda a entender la naturaleza de los "frutos dignos de arrepentimiento" (Luc. 3:10-14). Juan era un hombre severo (denunciaba el pecado, exigía el arrepentimiento), pero también era práctico (explicaba cómo la gente debería llevar buen fruto).

          3:9 y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; -- Este texto (3:8, 9) debe predicarse con respecto a la actitud de algunos que quieran bautizarse hoy en día. Obviamente algunos de estos judíos no llegaron con humildad, sino con una actitud orgullosa. Parece que no estaban dispuestos a confesar sus pecados (3:6). No pensaban, pues, en el verdadero significado del bautismo de Juan, y lo que el Señor esperara de los bautizados. Más bien, pensaban que por ser descendientes de Abraham serían el pueblo escogido de Dios para siempre y que, por eso, no sería necesario que ellos se arrepintieran de nada. Jesús denunció este concepto (Jn. 3:3-5; 8:31-44), y Pablo también lo denunció (Rom. 2:17-29; 2 Cor. 11:22; Gál. 3:26-29).

          -- porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. -- Los judíos tenían un concepto muy alto de sí mismos, pero en realidad no eran en ningún sentido indispensables para el cumplimiento del plan de Dios. Sin lugar a dudas Dios cumpliría su promesa a Abraham (Gén. 12:1-3) a pesar de lo que los judíos hicieran. En su carta a los romanos (Rom. 9-11) Pablo da una explicación del problema del rechazo de los judíos desobedientes y de la aceptación de los gentiles obedientes (véase en particular Rom. 11:20-23).

          Hay una lección en esto para los que tienen padres cristianos, miembros de la iglesia del Señor. Desde luego, esta es una bendición muy grande, pero la religión no se hereda. Los hijos no son hijos de Dios simplemente porque sus padres son hijos de Dios. Cada persona -- padre, madre, hijo, hija -- tiene que convertirse en cristiano(a). Nuestros hijos oyen la enseñanza acerca de la iglesia y aprenden que hay una sola iglesia verdadera y es la de Cristo. Esto es muy cierto, y muy importante, pero el ser miembro de una iglesia local que se llame "iglesia de Cristo" no garantiza la salvación. Cada persona tiene que llevar el fruto que Dios espera. La vida tiene que mostrar que la profesión de fe es genuina. No hemos de pensar en la iglesia como un tren, y que nos iremos al cielo sólo que seamos pasajeros en el tren "correcto". La relación con Dios es individual.

          3:10 Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol (aun los más grandes, los principales sacerdotes, los escribas, los miembros del Sanedrín, etc., como también los más pobres e ignorantes) que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego. -- "Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos?" Y Juan les dio algunos ejemplos específicos del fruto que deberían llevar (Luc. 3:10-14). Véanse también Jn. 15:8; Gál. 5:22, 23.

          El Mesías estaba llegando para traer muchas bendiciones -- sobre todo la salvación del alma del pecado, y también la sanidad de muchas enfermedades, la limpieza para leprosos, el alivio para endemoniados, etc.; véase Luc. 4:14-18 -- pero esperaba que todos llevaran el buen fruto de la obediencia. Los desobedientes no serían solamente pasados por alto, sino que serían castigados por su desobediencia.

          3:11 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí (11:3; Mal. 3:1; Jn. 1:15, 27), cuyo calzado yo no soy digno de llevar (el esclavo llevaba el calzado del amo; Juan no se sentía digno de hacer esta tarea humilde, JPL), es más poderoso que yo; -- En esto Juan muestra su humildad. El evangelio según Juan el apóstol da mucho énfasis a este pensamiento (Jn. 1:19-27; 3:22-30).

          -- él os bautizará en Espíritu Santo -- Este texto es citado dos veces en Hechos de los Apóstoles. Primero, en 1:4, 5 (los apóstoles serían bautizados en el Espíritu Santo) y otra vez en 11:16 (la casa de Cornelio fue bautizada en el Espíritu Santo). Cuando la Biblia misma explica el cumplimiento de una promesa, podemos estar plenamente convencidos del significado de tal promesa.

          -- y fuego -- Algunos comentaristas creen que el Espíritu y el fuego son la misma cosa: "El Espíritu y el fuego no son dos cosas distintas, como tampoco el agua y el Espíritu (Jn. 3:5), sino que el uno es la figura del otro. El fuego es el símbolo del Espíritu en tanto que penetra con irresistible poder y purifica los más duros metales" (B-S), pero el bautismo en fuego se explica en este mismo texto, pues 3:10 dice, "todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego", y 3:12 dice, "quemará la paja en fuego que nunca se apagará". Otra vez dejamos que la Biblia se explique sola. Este texto no tiene nada que ver con "las lenguas repartidas, como de fuego" de Hech. 2:3.

          3:12 Su aventador (el bieldo, LBLA) está en su mano, -- El aventador era una especie de pala ancha de madera, que se usaba para aventar o bieldar las mieses trilladas por los animales para separar la paja del grano.

          -- y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, -- El trigo representa a los obedientes, y la paja a los desobedientes que serán separados de los fieles en el juicio. Cristo usó varias figuras para ilustrar la separación de los infieles de los fieles: en Mateo 13:36-43, la parábola de la cizaña que se separa de la buena semilla; 47-50, la parábola de la red; 24:40-41, la separación de los dos en el campo, y de dos mujeres moliendo en un molino, etc.

          -- y quemará la paja en fuego que nunca se apagará. -- La figura de la cosecha se encuentra en Miq. 4:12; Jer. 15:7; 23:28; 51:33; Sal. 1:4. El fuego se menciona en varios textos que se refieren al juicio: Mat. 13:40; 18:8,9; Jn. 15:6; Apoc. 20:15. No tenemos conocimiento del fuego que no se apagará, y debemos estar seguros de que nunca tengamos conocimiento de tal fuego.

          Juan afirma y confirma aquí la Deidad de Jesucristo, hablando de El como el Juez. Sólo Dios puede juzgar y condenar. Si Cristo juzgará y condenará a los desobedientes, entonces Cristo es Dios (Juan 5:22).

          3:13 Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. -- Jesús enseñó que el bautismo de Juan era del cielo (21:25, 32), y que era según "los designios" ("los propósitos" LBLA) de Dios (Luc. 7:29, 30).

          Jesús vino de Galilea, campo principal de su ministerio. Según Lucas 3:21 "Aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba (era bautizado, LBLA), también Jesús fue bautizado". Esto indica que Jesús no vino al bautismo de Juan durante la primera parte del ministerio de Juan, sino cuando "todo el pueblo era bautizado".

          3:14 Mas Juan se le oponía, -- Juan nunca hubiera esperado tal cosa, porque él sabia, por lo menos, del maravilloso nacimiento de Jesús, y es muy probable que sabía mucho acerca de su vida.  Lucas (1:36-45) describe la amistad entre la madre de Juan y la madre de Jesús. Elisabet, siendo parienta de Marta, sin duda contaba a Juan lo que ella sabia acerca de Jesús. Aunque Juan no tenía hasta ese momento confirmación divina de que Jesús era el Cristo (Juan 1:31-34), él "se le oponía" cuando llegó para ser bautizado de él, pues creía que tal acto seria muy humillante para Jesús. No convenía que Jesús se bautizara sin comentario como si fuera un pecador (JWM). La protesta de Juan era necesaria para evitar esto.

          -- diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? -- ¿Jesús quiso ser bautizado? ¿Cómo fue posible que el perfecto Jesús quien nunca pecó (Heb. 4:15; 1 Ped. 2:22) viniera a Juan para ser bautizado? Según el pensar de Juan, hubiera sido más apropiado que Jesús lo bautizara a él, indicando de esta manera otra vez su humildad. Para dar énfasis a lo que dice, emplea pronombres enfáticos. Esta actitud humilde de Juan muestra que él estaba bien calificado para predicar a la gente acerca del pecado y el perdón. Recuérdese que Juan escuchaba diariamente las confesiones de mucha gente. No hacían "confesión auricular" a Juan, sino confesiones públicas, pero Juan las oía, y habría aceptado con gusto que Jesús lo bautizara a él.

          Juan quería bautizar a los fariseos, saduceos e intérpretes de la ley (sólo que se arrepintieran) y no siempre podía (Luc. 7:30), y no quería bautizar a Jesús, pero éste insistió en que lo hiciera. La humildad de Juan se ve claramente en esta ocasión, pero léase con cuidado lo que Jesús dice de él en Mat. 11:7-15.  Son palabras impresionantes de alabanza de este gran profeta de Dios.

          3:15 Pero Jesús le respondió: Deja ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia. Entonces le dejó. -- Con estas palabras Jesús le convenció. La palabra "cumplir" significa ejecutar plenamente. Lo que Jesús dice aquí sirve para confirmar aun más que el bautismo de Juan no era de los hombres, sino del cielo (Mat. 21:25); que era conforme a los designios (propósitos, LBLA) de Dios (Luc. 7:30). Lucas dice (7:29) "Y todo el pueblo y los publicanos, cuando lo oyeron (a Juan), justificaron a Dios (reconocieron la justicia de Dios, LBLA), bautizándose con el bautismo de Juan". El bautismo tuvo que ver con la "justicia" de Dios. Todo el pueblo -- aun los publicanos -- aceptaron el plan y las demandas de Dios. Admitieron que era justo y correcto que ellos se arrepintieran y se bautizaran para remisión de pecados.  Dios era justo en lo que El requería, y cuando ellos aceptaron este plan de Dios se hicieron justos (perdonados). Pero los fariseos y los intérpretes de la ley rechazaron la justicia de Dios. Rechazaron sus designios" (propósito) de salvarles de sus pecados. No querían admitir que eran pecadores. Confiaban en ser el pueblo especial de Dios (judíos, hijos de Abraham, según la carne).

          Ahora bien, Jesús no tenía pecado, pero era muy importante que El apoyara la justicia de Dios (el plan de Dios para la salvación). Dice el Sal. 119:172 "todos sus mandamientos son justicia". Desde el tiempo de su niñez (Luc. 2:51) Jesús estaba sujeto. Aunque era Hijo de Dios, aprendió la obediencia. Guardó perfectamente la ley de Moisés, bajo la cual nació y bajo la cual vivió y murió. El bautismo de Juan no era parte de la ley de Moisés, pero era un precepto de Dios dado por su profeta. El bautismo de Juan (al igual que el bautismo de la gran comisión que es para nosotros, Mat. 28:19) fue uno de los mandamientos positivos de Dios que para tanta gente no importan. Cristo estaba resuelto a obedecer este mandamiento positivo de Dios. Iba a mostrar la obediencia absoluta, aunque no tenía pecados. En lugar de buscar excusas para no bautizarse (como hacen millones ahora) El hizo caso omiso de la "salida" lógica que El tenia ("No tengo pecados; ¿por qué voy a bautizarme?"), como también de la oposición fuerte de Juan, insistiendo en que "conviene que cumplamos toda justicia". ¡Qué ejemplo tan glorioso nos ha dejado para nosotros!

          Un comentario más: nosotros no somos bautizados simplemente para imitar a Jesús. El no fue bautizado para obtener la remisión de pecados, porque El no tenía pecados, pero nosotros sí tenemos pecados; así es que nosotros somos bautizados para la remisión de pecados como los demás que llegaron al bautismo de Juan (Mar. 1:4; Luc. 3:3), y como la gente que fue bautizada el día de Pentecostés (Hech. 2:38).

          3:16 Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua; -- Desde luego, la inferencia necesaria es que Jesús había bajado al agua; es decir, que estuvo en el agua. Si se dice que alguna persona sale de la casa, o de la ciudad, da a entender que estuvo en la casa o ciudad. Pablo y sus compañeros zarparon de Pafos (Hech. 13:13); se infiere, pues, que estaban en Pafos. Festo "subió de Cesarea" (Hech. 25:1); se supone, pues, que estaba en Cesarea. Si alguno dice "Déjame sacar la paja de tu ojo" (Mat. 7:4), se concluye que la paja está en el ojo. Si el demonio "salió del muchacho" (Mat. 17:18), claro está que el demonio estaba en el muchacho. Se dan estas sencillas ilustraciones para ilustrar que Jesús, como las demás personas bautizadas por Juan, descendió al agua, que estaba dentro del agua, y no parado en la ribera entre las cañas. Es verdad que aun así la gente podía haberse parado en agua hasta las rodillas y que Juan podía haber derramado agua sobre sus cabezas, pero ¿para qué bajar al río para hacer esto? No se requiere un río para la aspersión. "Juan bautizaba también en Enón, junto a Salim, porque había allí muchas aguas; y venían, y eran bautizados" (Jn. 3:23). ¿Por qué ir a un lugar donde había "muchas aguas" para simplemente rociar unas cuantas gotas (o aun derramar un vaso de agua) sobre su cabeza? Tal práctica no tendría sentido alguno.

          Todo esto, combinado con la definición de la palabra baptizo (sumergir, zambullir, inmergir), nos lleva a la conclusión de que tanto Jesús como el resto del pueblo fueron sepultados. Esta conclusión es ineludible. Felipe y el eunuco descendieron al agua, y cuando el eunuco fue bautizado, subieron del agua. Pablo explica que el bautismo es una sepultura y una resurrección (Rom. 6:4; Col. 2:12). La secuencia, pues, es (1) descender o bajar al agua, (2) bautizar o sepultar y resucitar, y (3) subir del agua. Este es el ejemplo de lo que es el bautismo verdadero, dejado por el Señor Jesús.

          -- y he aquí los cielos le fueron abiertos (Isa. 64:1; Ezeq. 1:1; Jn. 1:51; Hech. 7:56; Apoc. 4:1; los cielos abren para alguna revelación de Dios), y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. -- Isa. 11:2; 61:1-3; Juan el bautista dijo, "Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo" (Jn. 1:33), es decir, el Cristo, el Hijo de Dios.

          Jesús dijo, "Si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios" (12:28). Pedro dijo (Hech. 10:38), "Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret". En base a estos textos algunos enseñan que aquí en la tierra Cristo nunca mostró ningún atributo divino. Dicen que El era Dios, pero que el único poder o autoridad que El usaba aquí en la tierra era lo que recibió del Padre o del Espíritu Santo, y que en esto era igual a los apóstoles.

          El hecho de que Cristo recibió poder del Padre y del Espíritu Santo sólo significa que había perfecta unidad en la Deidad, que Jesús, el carpintero de Nazaret, era en realidad la perfecta manifestación del Padre (Jn. 8:19; 14:9; 12:45). Era muy necesario que Jesús se identificara perfectamente con el Padre y con el Espíritu Santo, porque para la gente El era simplemente un hombre como los apóstoles (Mat. 13:55, 56). Sin embargo, recuérdese que Cristo usó o mostró los atributos de Dios (1) siendo adorado, 4:10 (cuando Cornelio “adoró” a Pedro, éste le dijo, “Levántate, pues yo mismo también soy hombre,” pero Jesús nunca dijo esto a los que se postraban delante de El para adorarle); (2) Jesús perdonaba pecados diciendo “tus pecados te son perdonados,” palabras que los apóstoles nunca pronunciaron; y (3) Siendo Dios Jesucristo conocía los pensamientos de los hombres (9:4; 12:25; Luc. 5:22; 11:17; Jn. 2:24, 25). Estos son solamente tres de los ejemplos que claramente indican que Jesús sí usó o mostró atributos divinos.

           Por lo tanto, "no os engañéis" con respecto a la Deidad de Cristo. Estos textos dicen que El recibió poder del Espíritu Santo, pero obsérvese lo que Juan dice: "Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré" (16:7). ¡Cristo envió al Espíritu Santo! Entonces ¿debemos enseñar que Cristo es superior al Espíritu Santo? Claro que no. ¡Muchos textos enfatizan la unidad y la identidad de las tres personas de la Deidad!

          Dios el Padre, Dios el Hijo, y Dios el Espíritu Santo son tres personas distintas: en esta ocasión el Hijo fue bautizado, el Padre habló desde el cielo, y el Espíritu Santo descendió sobre Jesús. Son tres personas, pero son uno en su propósito y obra.

          El Espíritu descendió "en forma corporal" (Luc. 3:22). Los autores no dicen que el Espíritu Santo vino en la forma de paloma, sino que descendió como paloma. Tomó una forma corporal, visible. Cristo lo vio. También Juan lo vio (Jn. 1:31-34).

          3:17 Y hubo una voz de los cielos, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia. -- En otra ocasión la voz del cielo dijo la misma cosa (Mat. 17:5) y luego agregó: "a él oíd". No se puede negar que la obediencia de Jesús en el bautismo era un evento muy importante, porque los cielos abrieron, el Espíritu Santo descendió y venía sobre Cristo, y una voz de los cielos anunció, "Este es mi Hijo amado en quien me he complacido" (LBLA). Si Jesús no se hubiera sujetado a la "justicia de Dios", siendo bautizado de Juan, ¿habría acontecido este fenómeno? Ahora cuando alguno es bautizado, los cielos no se abrirán, ni descenderá el Espíritu Santo, ni habrá voz de los cielos, pero algo sumamente importante sucede: el bautizado recibe el perdón de los pecados, es recibido por Dios como hijo, se añade a la iglesia (Hech. 2:47), es bautizado en el un cuerpo (1 Cor. 12:13), es trasladado al reino de Cristo (Col. 1:13).

 

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