Capítulo 6

Resumen: El capítulo final de la carta a los efesios es una continuación de las ex­hortaciones prácticas: para los hijos, vers. 1-3; para los padres, ver. 4; para los sier­vos, vers. 5-8; para los amos, ver. 9. Los vers. 10-17 describen la armadura de Dios que todo soldado cristiano debe llevar todo el tiempo. Los vers. 18, 19, una ex­hortación a que oremos en todo tiempo. Pablo se clasifica a sí mismo como emba­jador en cadenas en el ver. 20. En las salutaciones finales (vers. 21-22), les dice que Tíquico les podría informar del estado de él; y termina con la bendición usual (vers. 23,24).

          6:1 -- "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres". Véanse Ex. 20:12; 21:15-17; Lev. 20:9; Deut. 5:16; 21:8; 6:20; 30:17. Bajo la ley de Moisés el pueblo fue obli­gado a apedrear a los hijos rebeldes (Deut. 21:18-21). Jesús pone el buen ejemplo para los niños, estando sujeto a José y María (Luc. 2:51).

          "En el Señor" significa "de acuerdo con la voluntad del Señor". Los hijos deben es­tar en sujeción a sus padres en todas las cosas, a menos que   haya con­flicto entre la voluntad de ellos y la volun­tad de Dios.

          -- "porque esto es justo", "porque esto agrada al Señor" (Col. 3:20). Agrada al Señor porque es justo y correcto; es ra­zonable y normal. Los hijos necesitan de dirección. No conviene en ninguna ma­nera que se dejen solos para dirigirse por ellos mismos. No tienen la capacidad para ello; les faltan el entendimiento y la expe­riencia. La lección más básica que deben aprender todos los niños es la obediencia, la sujeción a sus padres.

          6:2 -- "Honra a tu padre y a tu madre". Véanse Ex. 21:17; Deut. 27:16; 21:18-21; Prov. 20:20. Jesucristo honraba a sus padres. Estaba sujeto a ellos. Y so­bre la cruz le encargó al apóstol Juan el cuidado de María, su madre (Juan 19:26, 27). Aun en su muerte Jesús no pensaba en su pro­pio sufrimiento, sino en el bien­estar de su madre. Nuestros padres nos trajeron a este mundo, y nos cuidaban cuando no podíamos cuidarnos solos, nos daban de comer, nos educaban y nos cria­ban. Por todo esto merecen honor.

          En Marcos 7:8-13 aprendemos una de las tradiciones más diabólicas inventadas por los fariseos y escribas, una tradición por la cual ellos invalidaron la ley de Dios de honrar a los padres. Este mandamiento incluyó el cuidado de los padres en su ve­jez. La ley de Cristo requiere la misma cosa (1 Tim. 5:4-8). Nuestra deuda es grande; no terminamos de "recompensarles", ni aun en todos los días de su vida. Nos cuidaban cuando no podíamos cuidarnos solos, y ahora nos corresponde cuidar de ellos cuando ya no puedan cuidarse solos.

          -- "que es el primer mandamiento con promesa", véase el v. 3.

          6:3 -- "para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra". Véanse Deut. 6:24; 1 Ped. 3:10-12. La obediencia a Dios, desde la juventud, es para nuestro propio bien, y para nuestra propia felicidad. Mu­chos jóvenes se destruyen solos viviendo en plena rebeldía. Buscan satisfacción en las drogas, en el alcohol, y en el desen­freno total, pero no les va bien. La vida de muchos de ellos se ve disminuida, aun en cuanto a años de vida. Es alarmante el número creciente de suicidios entre la ju­ventud. Otros muchos destruyen sus cuerpos, y aun sus mentes, con su forma de vivir.

          6:4 -- "Y vosotros, padres, no provo­quéis a ira a vuestros hijos" ("Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten", Col. 3:21).

          Hay muchas maneras de provocar a ira o exasperar a los hijos: (1) abusar de la au­toridad (ser crueles, abusivos tanto con palabras como con hechos); (2) criticarles, y aun hacer burla de ellos; (3) ser injustos en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o inade­cuado, o motivado por el enojo); (4) ser parciales (Gén. 37:3,4); (5) por usar ame­nazas huecas; (6) humillarlos y avergon­zarlos innecesariamente; (7) usar medios necios para "castigar" (encerrarlos en un cuarto oscuro, o asustarlos con mentiras); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasia­do de ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros, pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más "niños" que los niños.

          -- "sino criadlos en disciplina y amo­nestación del Señor". La palabra "disciplina" abarca todo el proceso de criar y entrenar a los hijos. Los hijos consentidos tendrán una vida de miseria. "El muchacho consentido avergonzará a su madre" (Prov. 29:15). La palabra "consentido" en este texto significa "dejado solo". Dice la Versión Moderna, "dejado al gobierno de sí mismo". En Job 39:5 esta palabra se traduce "echar libre" ("¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?") Los hijos no deben andar libres como el "asno montés"; no les con­viene. Pues no es para su bienestar, sino para su ruina.

          Los padres, para obedecer este man­damiento, deben poner el buen ejemplo en todo. Los hijos aprenden mucho del ejemplo de sus padres. Deben ser, pues, fieles y constantes siempre en el habla, en la conducta, en la asistencia a las reu­niones de la iglesia, en la obra personal, y aun en su actitud.

          Debe haber paz y armonía en el hogar, porque el ambiente en el cual se crían nuestros hijos es un factor muy im­portante en su crianza.

          Además, los padres deben instruir con toda diligencia a sus hijos. No deben depender de la iglesia, sino deben aceptar la responsabilidad que Dios les ha dado. Léanse con cuidado los siguientes textos sobre este asunto: Gén. 18:19; Deut. 6:5-9; 2 Tim. 1:5; 3:14, 15. Lo importante es que cada hijo tenga convicciones, que crea de todo corazón y que ame a Dios de todo el corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, y con toda su mente. Debe es­tar bien doctrinado, para que no caiga en el error sectario. Para estar seguro de esto, los padres deben animar a los hijos a expresarse, a hacer comentarios, a hacer preguntas o a expresar dudas. Muchos padres suponen que sus hijos creen cuando, en realidad, son incrédulos o in­diferentes. Léase Job. 1:5.

          Es muy importante que cada hijo sea enseñado, entrenado y corregido de acuerdo con su propia individualidad. Mu­chos padres tienen problemas con sus hijos porque no cumplen con este deber. Dice Prov. 22:6, "Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". La expresión "en su camino" puede traducirse "conforme a su camino"; es decir, según la naturaleza del niño, según su edad, su mentalidad, su ge­nio, su disposición y aptitudes. Cada hijo es un individuo, diferente y único; debe ser enseñado y guiado según su propia mentalidad, capacidad (aptitudes) y dis­posición. Los hijos no se pueden criar "en grupos", sin darles atención individual.

          La corrección debe ser estrictamente corrección, ni más, ni menos. Léase otra vez la manera en que los padres pueden provocar a ira a sus hijos. El hijo debe obedecer, y cuando obedece, debe ser ala­bado y alentado. Debe saber que la obe­diencia le agrada a Dios y a sus padres. También debe aprender que la desobe­diencia no se tolera, y que será castigada. Los padres no deben requerir o prohibir alguna cosa si no esperan la obediencia. Un problema muy grande en el hogar es que los padres siempre mandan y pro­híben a la ligera, y no exigen que los hijos les hagan caso.

          Léanse con cuidado los textos en Proverbios sobre la corrección: 13:24; 19:18; 22:15; 23:13, 14; y 29:15. Son con­sejos muy prácticos, y buenos comentarios sobre Efes. 6:4.

(Las notas presentadas aquí sobre Efes. 5:22- 6:4 se hallan en forma ampliada en un estudio sobre el hogar por este servi­dor. Se manda gratis a los que lo pidan.)

          6:5 -- "Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor". El evangelio no prohíbe la esclavitud. Pero el evangelio sí ha tenido mucho que ver con la abrogación de la esclavitud en el mundo. La enseñanza de Cristo obra como la luz que ilumina las mentes de los hombres, y obra como la levadura (Mat. 13:33). Ha elevado a la mujer que era víc­tima de muchos abusos en el tiempo de los césares. Ha producido mejores leyes en el mundo. Ha influido en las artes y en la literatura del mundo. En fin, ha tenido su impacto sobre la civilización humana.

          Los hermanos que quieren hacer leyes para controlar todo aspecto de la conducta de los cristianos deben recordar esta sencilla verdad: el evangelio no pro­híbe todas las cosas que ellos prohíben en cuanto a la conducta de los cristianos. Grábese bien en la mente el hecho de que no hay ley que prohíba la esclavitud. ¿Cuántos hermanos estarían dispuestos a tolerar esta práctica ahora? Si fuera legal, y si algún hermano quisiera tener esclavos, ¿con qué textos se prohibiría? No hay tex­tos bíblicos que lo hagan. Pero es muy probable que muchos hermanos la pro­hibirían con leyes fabricadas por ellos mismos. Hay enseñanzas básicas que cubren todo aspecto de nuestra vida, pero no hay reglamentos para toda faceta de la vida como suponen algunos. Cada vez que algún hermano es tentado a formular al­guna ley, y excomulgar a los que no se conforman a ella, recuérdese: ¿Ni la es­clavitud fue prohibida por el evangelio!

          Quererlo o no, es necesario dejar que la palabra obre a través de sus enseñanzas básicas y generales cuando no da ley ex­plícita ni implícita con respecto a alguna cuestión o práctica. Si Dios quiere obrar en esta manera, ¿quiénes somos nosotros para que obremos de otro modo?

          -- "con temor y temblor", expresión que indica profundo respeto por la autoridad que nos hace obedecer y suje­tarnos, para no ser castigados. Véase Fil. 2:12.

          -- "con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo", con corazón singular, con "sincera fidelidad" (2 Cor. 11:3). Es intere­sante observar que la palabra "sencillez" se traduce también como "generosidad" en 2 Cor. 8:2, dando a entender que si el corazón es sencillo o singular, seremos generosos en la ofrenda a Dios. La sen­cillez de corazón que el siervo debe poseer se explica en el siguiente versículo.

          6:6 -- "no sirviendo al ojo ... de corazón". Debe dar servicio al amo, como si fuera Cristo. No debe servir "al ojo"; es decir, cuando el amo le esté vigilando, queriendo agradar al hombre (el amo) solamente, sino debe servir fielmente porque Cristo se lo requiere, y le agrada a El. Toda carga es menos pesada si se re­cuerda que el Amo verdadero  no es algún hombre, sino es Cristo.

          Los siervos podían alentarse con el pensamiento de que Cristo vino a la tierra para ser el siervo de los hombres (Juan 13:1-20; Mar. 10:45; Fil. 2:7,8). Cristo podía identificarse perfectamente con los siervos.

          6:7 -- "sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres". Todo trabajo se hace más fácil si trabajamos "de buena voluntad, como al Señor". El tra­bajo se hace más pesado para los que tra­bajan de mala gana, con resentimiento y amargura. Esto no quiere decir que el tra­bajador cristiano no puede tratar de mejo­rar la situación de su empleo. Pero la mala voluntad, los enojos y disgustos, y las reac­ciones carnales no ayudan a mejorar la situación, sino hacen más duro y más in­soportable el trabajo. Jesús dice, "a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos" (Mat. 5:41).

          Este pensamiento es muy importante para todo trabajador de hoy en día. El cristiano siempre sirve a Dios. Dios le da empleo, y es importante que el cristiano recuerde esto. Hay patrones y mayordo­mos duros, inconsiderados y déspotas, pero será más fácil tolerarlos si recuerda que el verdadero Patrón es Dios quien, con este empleo que le da al cristiano, pone pan sobre la mesa.           Por lo tanto, es necesario estar agradecido siempre y evi­tar el murmurar. Si es posible conseguir otro empleo mejor, bien; pero, mientras conviene la paciencia y tolerancia, y sobre todo el agradecimiento. Mucho cuidado de no murmurar contra Dios (no vayamos a morder la mano que nos da el pan).

          6:8 -- "sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre". "Porque Dios no es in­justo para olvidar vuestra obra" (Heb. 6:10). Tanto los siervos como los libres pueden hacer bien, y pueden demostrar en su conducta las enseñanzas de Cristo, con la plena esperanza de la recompensa eterna.

          6:9 -- "Y vosotros, amos, haced con ellos lo mismo, dejando las amenazas". En la iglesia primitiva había esclavos y amos. Filemón era amo. Los amos eran tentados a proferir amenazas y asustar a los siervos para que trabajaran mejor y se sujetaran.

          El castigo causa sufrimiento, y tam­bién lo causa el saber de antemano que pode­mos ser castigados. Pero el evangelio re­quería que los amos buscaran el bienes­tar de los siervos, porque en Cristo "no hay esclavo ni libre" (Gál. 3:28). Con tales en­señanzas de hermandad el evangelio so­cavaba para terminar la esclavitud.

          -- "sabiendo que el Señor de ellos y vues­tro está en los cielos, y que para El no hay acepción de personas". Dios no re­conoce las distinciones de clase hechas por los hombres; los "amos" también tienen Amo. Dios es el Defensor de los siervos, de los pobres, de la viuda y los huérfanos y de todo necesitado. Los que maltratan a los tales -- o no cuidan de ellos --  darán cuenta a Dios.

          6:10 -- "Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza". Para concluir su carta Pablo des­cribe la armadura que el soldado cristiano debe llevar para fortalecerse en el Señor. En esta armadura vemos una combinación perfecta de la gracia divina y la respon­sabilidad humana. "Fortaleceos" (vosotros) "en el Señor".

          Cada cristiano debe prepararse con un "traje" completo de armadura. Es algo que llevar, y no algo que ver y admirar. Debe­mos hallar nuestra fuerza en el Señor. "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las ar­mas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destruc­ción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo" (2 Cor. 10:3-5). Los religiosos -- aunque sean hermanos -- que emplean tácticas carnales no pelean por el Señor.

          Recuérdese lo que Pablo ya había di­cho en esta carta acerca del poder de Dios (1:19,20; 2:6; 3:20); también en Rom. 1:16, "Porque no me avergüenzo del evan­gelio, porque es poder de Dios para sal­vación a todo aquel que cree".

          6:11 -- "Vestíos de toda la armadura de Dios, para podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". Es importante en­señar y predicar sobre el tema de la ar­madura de Dios, pero lo más importante es que la llevemos. No dice Pablo, "Analice la armadura", sino "Vestíos de la armadura".

          Recuérdese siempre que Dios ha de­mostrado su gran poder en resucitar a Cristo, y  en resucitarnos a nosotros de la muerte espiritual, para hacernos sentar en lugares celestiales. Cristo derrotó a Sa­tanás, y esto nos asegura que podemos hacer lo mismo. Sin embargo, para ha­cerlo es indispensable que llevemos la ar­madura asignada por Dios. La recom­pensa es para los que puedan vencer (Apoc. 2:7, 11, 17, etc.).

          -- "las asechanzas del diablo". El dia­blo existe. No es una ilusión. Es una per­sona, un espíritu maligno que no tiene cuerpo pero sí existe. Es llamado "Satanás" que significa "adversario"; lucha sin cesar en contra de Dios y su pueblo. Tiene un ejército, bien organizado. Tiene sus huestes. El campo de batalla es el corazón humano (2 Cor. 3:4, 5). Tanto el diablo, como el Señor, quieren tomar po­sesión del corazón humano. ¿Qué son las "asechanzas" del diablo? La palabra sig­nifica "engaño o artificio que se hace para perjudicar a otro" (Larousse).

          Obsérvense algunos ejemplos: (1) mezclar el error con la verdad para que sea más plausible (Gén. 3:4, 5, 22); (2) citar textos bíblicos pero torcerlos para enseñar el error (Mat. 4:6; 2 Ped. 3:16); (3) aparecer como ángel de luz, y presen­tar a sus ministros como ministros de jus­ticia y aun como apóstoles de Cristo (2 Cor. 11:13-15); (4) tratar de imitar a Dios, haciendo prodigios engañosos (2 Tes. 2:1-4, 9); (5) sembrar cizaña entre el trigo (Mat. 13:39); (6) convencer y animar a sus seguidores a pintar caricaturas ridículas de él para que la gente crea que en realidad él no existe, sino que "Satanás" es simple­mente la invención de la imaginación hu­mana (como le es "Santa Claus"); (7) en­trar en lugares (la iglesia) donde no se es­pera que entre (2 Tes. 2:4); y (8) prometer que el bien se realiza haciendo el mal (Luc. 4:6, 7); Rom. 3:8).

          El diablo empleará, pues, cualquier método que se pueda utilizar para vencer y destruir a los hijos de Dios. Otros ejem­plos de sus métodos son: la atracción de placeres mundanos, el amor al dinero, el temor a la persecución, el deseo de agradar a los hombres (mayormente a los familiares y amigos), lo contagioso del mal ejemplo, y lo agradable del mundo.

          Uno de los poderes más destructores del diablo es la enseñanza de personas muy "educadas", que ridiculizan a la Biblia, la iglesia, la existencia de Dios, y a la vez enseñan la evolución, la "educación se­xual", y el humanismo (que el hombre de­pende de sí mismo para todo, y que no depende de Dios para nada). Lo que Pablo dice en 2 Cor. 10:5 se aplica a todas las enseñanzas satánicas.

          ¿Quién, pues, no puede ver la impor­tancia de vestirse de toda la armadura de Dios? No se debe omitir nada. Es para nuestra defensa, y es para nuestra pelea en la batalla del Señor. Es una locura avanzar contra el enemigo con la ar­madura de la sabiduría y filosofía hu­manas y sin la armadura de Dios.

          6:12 -- "Porque no tenemos lucha con­tra sangre y carne", no contra el hombre.

          -- "sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes es­pirituales de maldad en las regiones ce­lestes". No luchamos contra meros hom­bres, sino contra hombres inspirados por Satanás, contra hombres que son títeres e instrumentos del diablo, para llevar a cabo su obra en la tierra. Satanás entró en Ju­das (Luc. 22:3); entró en Ananías y Safira (Hech. 5:3); trabajó por medio de los judíos y romanos para crucificar a Cristo y para perseguir a los cristianos. Es el criminal principal, el jefe de todos los criminales en el universo.

          Pero es el "príncipe de este mundo" (Juan 12:31); es el "dios de este siglo" (2 Cor. 4:4). Usa "lazos" (1 Tim. 3:7; 2 Tim. 2:26), y tiene muchos cautivos (2 Tim. 2:26), pero Cristo lo derrotó, e hizo posi­ble la libertad para todos (Heb. 2:14,15). Esto demuestra que Satanás no tiene poder ilimitado. Podemos escapar de sus tentaciones (1 Cor. 10:13), y podemos re­sistirlo (Sant. 4:7; 1 Ped. 5:8,9).

          -- "las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales". La palabra "tinieblas" se refiere a toda fuerza satánica que se opone a la luz de Dios. Se refiere al antagonismo contra la voluntad de Dios. En esta categoría se incluyen todas las in­fluencias mundanas, y todas las "huestes espirituales". Los poderes espirituales quieren ganar el espíritu (el corazón) del hombre. Hay una lista interminable de es­tas fuerzas espirituales: incluye el paga­nismo, el judaísmo, la idolatría, la super­stición, la hechicería, el comunismo, el catolicismo, el movimiento "anticristo" de los "Testigos" del Atalaya, el sectarismo, el liberalismo, el extremismo, el materia­lismo, etc.

          Recuérdese que esta lucha tiene que ver con ideas, enseñanzas y filosofías, para ganar la mente y el corazón del hombre. Es por eso que Satanás siempre ha tenido tantos falsos maestros y engañadores en el campo religioso. "Yo saldré, y seré espíritu de mentira en boca de todos sus profetas" (1 Reyes 22:19-23). Así hablan los volun­tarios de Satanás. ¡Cuántos hombres y mujeres ofrecen su servicio a Satanás! (Estúdiense con cuidado los siguientes textos: Mat. 16:23; 23:15; Juan 8:44; 2 Cor. 11:13-15. Los cristianos prestan sus miembros -- y esto incluye su cabeza -- solamente a Cristo, Rom. 6:12-18).

          6:13 -- "Por tanto, tomad toda la ar­madura de Dios, para que podáis resistir en el día malo". La Biblia nos enseña que podemos resistir al diablo (Sant. 4:7; 1 Ped. 5:8,9), y que podemos vencerlo. Un gran número de santos lo han hecho, y lo están haciendo ahora. Pero para vencer es preciso llevar toda la armadura de Dios. Que todos oigan esta exhortación: "tomad toda la armadura".

          El propósito de tomarla es para resis­tir al diablo en el día malo. Es probable que el "día malo" se refiera a la tentación o prueba severa, algún encuentro crítico con Satanás, alguna crisis en la vida. Pero no siempre sabemos precisamente cuándo alguna prueba o tentación grande pueda venir, y tenemos que estar preparados todo el tiempo. De esta manera podemos decir con el salmista, "¿Por qué he de temer en los días de adversidad, cuando la iniquidad de mis opresores me rodeare?"

          ¿Cuál es la mejor defensa del cris­tiano? Su mejor defensa es el ataque con­tra el mal. No conviene que los cristianos estén sentados esperando el ataque del ene­migo. Pablo describe los soldados lis­tos para entrar agresivamente en la pelea contra el diablo. Se defienden mientras atacan. Esta armadura no tiene que ver simplemente con la defensa del cristiano cuando es atacado por Satanás, sino con la protección del cristiano en la batalla que él mismo inicie contra el enemigo.

          Pablo demostró esto en su ministerio: (1) peleó continuamente contra los errores de los judaizantes; (2) denunció los errores de los corintios (la división, la fornicación, la litigación, etc.); (3) denun­ció a los tesalonicenses que no trabajaban; (4) atacó severamente las especulaciones vanas de los colosenses; (5) Hech. 13:13-28 narra las luchas continuas de Pablo du­rante su ministerio que se extendió a to­dos los países. Sus labores constituyeron una "guerra ofensiva" contra el mal. Los apóstoles encontraron "el mundo entero ... bajo el maligno" (1 Juan 5:19), y atacó fuertemente su indiferencia. Su obra causó mucho conflicto, porque el mundo no quiere que le moleste. Pero léanse Hech. 17:6; 19:19; 19:23-27, etc. para ver cómo la predicación de Pablo y sus com­pañeros causó conflictos entre ellos y los siervos de Satanás. Invadieron el territorio del diablo, porque este adversario tenía algo muy valioso en su poder: tenía en cautividad a muchas almas, y Pablo quería librarlas para Cristo.

          -- "y habiendo acabado todo, estar firmes", guardando el terreno ya ganado, y estando firmes contra el enemigo, no rendirse, sino vencerlo siempre, re­sistiendo sus ataques, y luchando para tomar más territorio para Cristo.

          El soldado cristiano debe estar siem­pre firme, defendiendo y perseverando en la doctrina apostólica. El que no lo hace puede caer en el error. ¿Quién puede es­tar en pie delante de Dios en el día final? No los pecadores (Sal. 1:5), sino los que están firmes, "habiendo acabado todo".

          6:14 -- "Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad". Pablo se refiere al cinto ancho llevado por el sol­dado romano. La ropa suelta fue ceñida para que no impidiera el movimiento libre (véase 1 Ped. 1:13). El cinto nuestro es la verdad, tanto subjetiva como objetiva, porque la palabra "verdad" incluye la idea de la sinceridad. Para ceñir bien sus lomos, el cristiano debe creer la verdad y amarla de todo el corazón, y ser sincero en su lucha por la verdad y contra el error. Esta exhortación tiene mucho que ver con la franqueza.

          Cada persona debe preguntarse, "¿Quiero sinceramente entrar en esta pe­lea, y luchar contra las fuerzas de Sa­tanás? ¿Soy sincero(a)?" Sobre todo el guerrero del Señor debe poseer la integri­dad. "Siguiendo la verdad en amor, crez­camos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (4:15). "He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo" (Sal. 51:6). "Quien tema y se estremezca, madrugue y  de­vuélvase desde el monte de Galaad" (Jueces 7:3).

          -- "y vestidos con la coraza de justi­cia". La coraza cubre el pecho (el corazón, los pulmones). La justicia no es la expre­sión piadosa en la cara, ni el tono "consagrado" en la voz. No significa llevar títulos reli­gioso (Mat. 23:8,9). No es difícil reconocer la justicia, porque "Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él ... Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo" (1 Juan 2:29; 3:7). Dice el Salmo 119:172, "Todos tus man­damientos son justicia". La coraza se men­ciona tam­bién en 1 Tesal. 5:8, "Pero nosotros, que somos del día, seamos so­brios, habién­donos vestido con la coraza de fe y de amor, y con la esperanza de sal­vación como yelmo". En 2 Cor. 6:4-7 Pablo dice, "nos recomendamos en todo como mi­nistros de Dios ... con armas de justicia a diestra y a siniestra". Sin la justi­cia (nuestra coraza) no tenemos defensa, y no hay seguridad de la salvación. Sin ella no hay fuerza para atacar las fortalezas de Satanás, y no puede haber victoria para Cristo.

          6:15 -- "y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz". En este texto Pablo habla de "paz" en el contexto de guerra. Pero esta paz no se logra por medio de algún compromiso con el diablo. Es la paz de Rom. 5:1; Fil. 4:7; y 2 Tim. 4:7, 8. Cuando peleamos contra Satanás estamos trabajando por la paz. El pacifi­cador de Mat. 5:9 no es algún individuo muy tolerante que permita todo y que no se oponga a nadie ni a nada, sino es el guerrero de Cristo que busca la paz a través de victorias sobre Satanás. No te­nemos paz con Dios, ni con cristianos fieles, si no estamos firmes en nuestra lucha contra el pecado y el error. El evan­gelio produce paz con Dios, no con el dia­blo y sus siervos.

          6:16 -- "Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dar­dos de fuego del maligno". El escudo del soldado romano era grande y rectan­gular como una puerta. Al dar contra el escudo los dardos encendidos se apagaban y sus puntas se quebraban. Satanás tiene mu­chos dardos.

          Sus dardos producen en el corazón y en la conducta las cosas carnales men­cionadas en Gál. 5:19-21, y en los otros catálogos del pecado. Pero con el escudo de la fe podemos apagarlos.

          6:17 -- "Y tomad el yelmo de la sal­vación". Este yelmo que protege la cabeza es la esperanza (véase 1 Tesal. 5:8). "Porque en esperanza fuimos salvos" (Rom. 8:24). La esperanza es el ancla del alma del cristiano (Heb. 6:18,19). "Y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados" (1 Juan 2:28). En la lucha diaria es indispensable que el cris­tiano tenga confianza y esperanza. De otro modo se desalienta y desmaya. En su primera carta el apóstol Juan dice "sabemos" unas trece veces. Leamos esta carta frecuentemente para que recorde­mos la base de nuestra confianza en Cristo.

          -- "y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios". No se necesita otra arma ofensiva, aparte de la palabra de Dios, para combatir y vencer las huestes de Satanás. Por medio de su palabra Dios creó el universo y sostiene todas las cosas. La palabra predicada convence y con­vierte almas, porque corta y penetra el corazón (Hech. 2:22-37; 5:33; 7:54; Heb. 4:12). Jesús dijo a sus apóstoles, "yo os daré palabra y sabiduría, la cual no po­drán resistir ni contradecir" (Luc. 21:15). La "espada del Espíritu" debe ser em­pleada para exponer y derrotar toda forma de pecado y error, las religiones fal­sas, y las filosofías humanas. Jesús usó esta espada cuando fue tentado (Mat. 4:1-11); tres veces fue tentado, y tres veces dijo "Escrito está". Recuérdese 2 Cor. 10:3-5. Los dardos de Satanás son de fuego, pero "¿No es mi palabra como fuego, dice Je­hová, y como martillo que quebranta la piedra?" (Jer. 23:29). Esta "espada" es eterna (1 Ped. 1:23-25). Isaías (11:4) dice acerca del ministerio de Cristo: "Juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al im­pío" (compárese Apoc. 1:16).

          6:13 -- "orando en todo tiempo", para tener comunicación continua con nuestro "cuartel general". "En todo tiempo"; "orad sin cesar" (1 Tesal. 5:17). La guerra es del Señor; El manda, y es importante que es­temos en contacto con El. Muchas cam­pañas militares y muchos soldados se han perdido por falta de buena comunicación entre el ejército y el general. Nuestros re­cursos son de Dios. El soldado cristiano que lleva toda la armadura de Dios, em­plea la espada del Espíritu, y sigue en oración, tendrá una confianza firme de ser vencedor.

          -- "con toda oración y súplica en el Es­píritu", con alabanzas, con peticiones, con acción de gracias, con confesión de peca­dos, y con intercesión por otros, "en el Es­píritu", en completa armonía con las in­strucciones del Espíritu.

          -- "y velando en ello con toda perse­verancia y súplica por todos los santos". Velar y orar se conectan en varios textos (Mat. 26:41; Hech. 20:31; 1 Tesal. 5:1-8; 1 Ped. 5:8). Velar significa estar alerta, atento. "Con toda perseverancia" (Luc. 11: 5-10; 18:1-8); no desmayar (2 Cor. 4:16). "Súplica por todos los santos", y no sola­mente por nuestra propia lucha; todos los santos en están la misma lucha. Somos compañeros de milicia.

          Cristo intercede por nosotros (Heb. 4:15,16; 7:25; Juan 17:21). Los conversos judíos debían interceder por sus hermanos gentiles, y éstos por aquéllos. Los miem­bros ancianos y jóvenes deben orar los unos por los otros. Todos somos uno en Cristo, un solo ejército, un solo cuerpo (1 Cor. 12:13-27). Cada soldado tiene necesidad de los demás.

          6:19 -- "y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evan­gelio". Pablo pidió las oraciones de los hermanos para que él tuviera un ministe­rio exitoso. Habló frecuentemente de sus flaquezas (1 Cor. 2:1-5; 2 Cor. 12:8-10; 1 Tim. 1:15; Efes. 3:8). Fue probado severa­mente en muchas ocasiones (2 Cor. 11:24-28). Quería hablar con valor en toda ocasión, y mayormente cuando llevaba el nombre de Cristo delante de reyes, gober­nadores, y otros hombres eminentes.

          -- "el misterio del evangelio", (véase 3:3-5, notas).

          6:20 -- "por el cual soy embajador en cadenas", un cuadro incongruente e incon­secuente: Los embajadores son hombres libres que disfrutan de gran dignidad y res­peto; es muy incorrecto que estén encarce­lados. Pablo era y es embajador de Cristo (2 Cor. 5:20).

          -- "que con denuedo hable de él, como debo hablar". Pablo siempre habló con denuedo: delante de los filósofos de Ate­nas (Hech. 17:22-31); delante de Félix (Hech. 24); delante del rey Agripa, "en cadenas" (Hech. 26:29); y en todo lugar. Escribió esta carta a los efesios desde Roma, donde era embajador de Cristo delante del emperador de Roma, y aunque estaba preso, "la palabra de Dios no está presa" (2 Tim. 2:9). Pidió las ora­ciones de los santos a fin de que pudiera seguir toda la vida hablando la palabra con valor, y que nunca fuera intimidado y atemorizado como muchos presos. Cristo prometió su ayuda para tales experiencias (Mat. 10:19,20; Luc. 21:12-15; Mat. 28:20).

          Observación final sobre la armadura de Dios: la iglesia de Cristo es el ejército del Señor, y es el único adversario ver­dadero de Satanás. Los que profesan ser soldados en este ejército, pero que en rea­lidad no quieren luchar, deben hacer como los 22,000 que se mencionan en Jueces 7:3, porque no valen nada en el ejército del Señor.

          6:21 -- "Para que también vosotros sepáis mis asuntos ... Tíquico". Véanse Hech. 20:14; Col. 4:7,8. Tíquico fue el mensajero que les entregó a los efesios esta carta.

          6:22 -- "el cual envié a vosotros para esto mismo". La carta sería de gran aliento para los santos, pero la visita per­sonal de este fiel compañero de Pablo, bien enterado personalmente de la condi­ción de Pablo, sería de mucho consuelo para ellos.

          6:23 -- "Paz sea a los hermanos, y amor con fe". ¡Cuántas veces habla Pablo de es­tas tres cosas! Son temas principales de esta carta. Habla de paz en 1:2; 2:14, 15, 17; 4:3; y 6:15. Habla del amor en 1:4, 15; 2:4; 3:17, 19; 4:2, 15, 16; 5:2, 25, 28, 33. Habla de la fe en 1:15; 2:8; 3:12, 17; 4:5, 13; 6:16. Estas cualidades merecen el mismo énfasis ahora. "De Dios Padre y del Señor Jesucristo", el origen, y la única fuente de estas cualidades.

          6:24 -- "La gracia sea con todos los que aman a nuestro Señor Jesucristo con amor inalterable (incorruptible). Amén". La gracia siempre será con los tales. La gracia de Dios se recibe a través de Cristo.

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