Colosenses 3

 

3:1 Si, pues (lo que dice ahora se conecta con lo que acaba de decir, pues Pablo no dividió su carta en capítulos y versículos), habéis resucitado con Cristo, -- 2:12, cuando fuimos bautizados, resucitamos de la muerte espiritual. Al decir, "Si, pues", no indica duda, sino "puesto que" (como en 2:20 y en Fil. 2:1). Compárese 2:20, "Si habéis muerto con Cristo". Estos son los dos aspectos del bautismo. Pablo dice que el bautismo es una sepultura, pero también enfatiza que es una resurrección. Rom. 6:4. Al convertirse a Cristo el hombre muere a sus pecados y es sepultado, pero entonces resucita para andar en vida nueva. Les exhorta, pues, que lleven a cabo este propósito y que no vuelvan a someterse a los hombres. Al convertirse a Cristo el pecador muere a sus pecados y es sepultado, pero entonces resucita para andar en vida nueva (Rom. 6:4).

          -- buscad (dedicarse a) las cosas de arriba, -- Buscar las cosas de arriba (la verdadera religión de Cristo con su sana doctrina y promesas celestiales) en lugar de buscar los reglamentos de los hombres (2:8, 22) con respecto a la comida y bebida, etc. (2:16), las reglas ascéticas (2:20-23) y las obras de la carne (3:5-9; Gál. 5:19-2).

          Pablo "no aboga por un orden ultramundano en que el cristiano se separe de toda obra o actividad y no haga nada sino, por decirlo así, contemplar la eternidad" (WB). El cristiano tiene deberes domésticos (3:18-20); tiene que trabajar (Efes. 4:28; 1 Tes. 4:11); en fin, él vive en el mundo y Cristo dijo, "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal" (Jn. 17:15). Pero al considerar las actividades se debe tener la perspectiva correcta, la eterna. Véase 1 Cor. 7:29-32. En toda actividad y en toda relación de la vida, es necesario recordar siempre que "el tiempo es corto", y es menester que las actividades y relaciones de esta vida no nos estorben espiritualmente. "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). Ahora vemos las cosas desde otro punto de vista: Ahora es mejor dar que recibir, ahora es mejor servir que ser servido, es mejor perdonar que vengarse. El cristiano verá las cosas no como aparecen ante los hombres, sino como aparecen ante Dios. Su escala de valores será la escala de Dios, no la escala de los hombres (WB).

          Pablo quiere que busquemos las cosas mencionadas en seguida (3:10 - 4:6) como también en Gál. 5:22, 23 y otros textos que describen la vida espiritual. Estas son "las cosas mejores, y que pertenecen a la salvación" (Heb. 6:9), "las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad" (2 Ped. 1:3), las cosas del evangelio que les fue predicado por Epafras (1:7). "Las cosas de arriba son pues todos los bienes celestiales de que Cristo es para nosotros la fuente" (B-S). Buscar las cosas de arriba incluye todo esfuerzo hecho para agradar a Cristo. Dios "pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad" (Rom. 2:7).

          Al buscar las cosas de arriba, crecemos y avanzamos hacia la perfección (Fil. 3:12-14) (AB).

          "Examinaos a vosotros mismos", pues, para preguntar: ¿Cuál es el propósito principal de la vida? ¿De qué nos preocupamos? "Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia" (Mat. 6:33). ¿Buscamos "la perla de gran precio" (Mat. 13:45, 46)? "Esta es una muy buena regla general: ‘Sea tan celoso por las cosas celestiales y eternas, como antes lo era por las cosas terrenales y perecederas’" (AC).

          -- donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. -- 1:15-19; 2:9; Ef. 1:20; Hech. 2:33. "Donde está la Cabeza, allí tienen que estar los miembros" (JFB). "Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús" (Efes. 2:6). El es el Autor del evangelio, "el camino, la verdad y la vida". De El procede la vida espiritual y de los reglamentos humanos procede la muerte espiritual.

 

3:2 Poned la mira (la mente) -- Meditar, estudiar, concentrarse, fijar los pensamientos, deseos y afectos. "No solamente buscar el cielo, sino que el cielo sea su pensamiento" (Lightfoot, citado por MRV). El cristiano no debe tener una mentalidad terrenal sino una mentalidad celestial (Fil. 3:20). ¿Queremos ir al cielo? ¿Cuándo? Pablo nos exhorta que "en corazón ascendamos al cielo ahora" (E-AB). Como Cristo ascendió al cielo literalmente, nosotros podemos ascender figuradamente, "Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón" (Mat. 6:21). Entonces, un día de estos -- un día pronto -- cuando Cristo "se manifieste", ascenderemos literalmente con El (1 Tes. 4:16, 17).

          -- en las cosas de arriba, no en las de la tierra. -- En este contexto "las cosas de arriba" son las verdades, los mandamientos y las promesas -- todos los tesoros -- del evangelio verdadero, y las cosas de la tierra son los rudimentos en cuanto a cosas que perecen, y que sólo promueven la carnalidad. El discípulo de Cristo debe tener la mente de Cristo:  Fil. 2:5, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús". Lo opuesto de esto es la mente carnal: Rom. 8:1, 5; Fil. 3:19. "Todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Fil. 4:8).

          En este texto (3:1 - 4:6) Pablo presenta el contraste entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu (como lo hace en Gál. 5:19-23), pero primero enfatiza la necesidad de la mira (la mente), porque la conversión se efectúa por medio de la renovación de la mente (Rom. 12:1, 2; Efes. 4:23). Sin el cambio radical del corazón (el verdadero arrepentimiento) la transformación de carácter que el Señor requiere es imposible (Rom. 8:29; 2 Cor. 3:18).

 

3:3 Porque habéis muerto, -- con Cristo, al pecado, al mundo, y a sí mismos (Rom. 6:2-11), como si estuvieran en el ataúd, con la tapa clavada, sordos al llamado del mundo, ciegos a las atracciones de la carne (L-S). Esta figura muy fuerte indica que ya no estamos bajo la influencia del mundo. Como el sordo no es afectado por el ruido del tráfico, como el ciego no es afectado por las cosas más feas, así el que está muerto al mundo ya no es afectado por los placeres del mundo. "Habéis muerto" al pensamiento de encontrar gozo y satisfacción en las cosas mundanas. "Cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido" (Sant. 1:14); por eso, es obvio que se tiene que quitar del corazón los malos pensamientos y deseos para ser muerto al pecado.

          Los apetitos carnales existen porque se han cultivado y estimulado; por eso, pueden ser eliminados. El ser muerto al pecado no solamente significa dejar la práctica del pecado, sino también el suprimir y acabar con todo deseo carnal.

          -- y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. -- La palabra escondida no significa "que es segura ... sino que pertenece al invisible y eterno al cual pertenece Cristo" (ASP). Ya no vivimos en el mundo (2:20). Nuestra vida es espiritual y es una comunión continua con Dios. "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoce a él" (1 Jn. 3:1).

          Nuestra vida está escondida con Cristo, porque fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte (Rom. 6:5). "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí" (Gál. 2:20); "Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia" (Fil. 1:21). "Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo" (Fil. 3:20). ¿Por qué está escondida nuestra vida con Cristo en Dios?

          De esto algunos concluyen que "Ningún infernal ladrón puede violar la combinación de este cierre" (ATR), pero el santo mismo puede dejar de seguir a Cristo. Por eso Pablo escribió esta carta para que los santos no cayeran en la trampa de los falsos maestros. Si no podían caer, ¿por qué preocuparse? Dijo a los gálatas (5:4) "De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído".

 

3:4 Cuando Cristo, vuestra vida -- "No sólo con Cristo, sino que es Cristo" (MV). El es la fuente y la esencia de nuestra vida, Jn. 11:25; 14:6; 2 Cor. 4:10, 11; Gál. 2:20; Fil. 1:21; 1 Jn. 5:12. "Algunas veces decimos de alguien: ‘La música es su vida… El deporte es su vida… Vive para su trabajo…’. Los tales encuentran la vida y todo lo que significa la vida en la música, el deporte, o el trabajo. Para el cristiano, Cristo es su vida. Jesucristo domina su pensamiento y colma su vida" (WB).

          -- se manifieste (1 Tim. 6:14; 2 Tim. 1:10; 4:1, 8; Tito 2:13), entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria. -- "Si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él, seamos glorificados" (Rom. 8:17); "Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado" (Jn. 17:24). "Para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro ... sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo" (1 Ped. 1:7). "Sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría" (1 Ped. 4:13). "Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es" (1 Jn. 3:2). "El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya" (Fil. 3:21; 1 Cor. 15:51-53).

 

3:5 Haced morir, pues, -- como dice Rom. 4:19, el cuerpo de Abraham "que estaba ya como muerto". Diariamente, con esfuerzo voluntario e intensivo, debemos controlar y sujetar los miembros del cuerpo a la voluntad de Dios, y no dejar que vuelvan a ser miembros del pecado.

          -- lo terrenal en vosotros: (considerad los miembros de vuestro cuerpo terrenal como muertos a la, LBLA) -- "ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad" (Rom. 6:13); "Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gál. 5:24). Este lenguaje significa acabar con las obras (pensamientos, acciones y palabras) pecaminosas.

          Se encuentra la enseñanza de hacer morir lo terrenal en nosotros -- expresada de varias maneras -- en muchos textos: (1) Rom. 6:2, "los que hemos muerto al pecado"; (2) Rom. 6:6, "nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él"; (3) Rom. 8:1, 5, "no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu"; (4) Rom. 8:5, "los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu"; (5) Rom. 13:14, "No proveáis para los deseos de la carne"; (6) Gál. 5:16, "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne"; (7) Efes. 4:22-30, "despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos"; (8) Efes. 4:31, "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledi­cencia, y toda malicia"; (9) 2 Tim. 2:22, "Huye de los deseos juveniles"; (10) Tito 2:12, "renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos"; (11) 1 Ped. 2:11, "que os abstengáis de los deseos car­nales que batallan contra el alma" (12) Sant. 4:8, "purificad vuestros corazones".    En estos textos, el Señor nos dice lo que debemos hacer con el "viejo hombre" (la carne).

          Es importante que se enfatice que estos textos se dirigen a los discípulos de Cristo (a los santos). Pablo dice, "Quítense de vosotros"; Santiago dice, "Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón ... "; Dice Pedro, "que os abstengáis ... ".

          Pero, sobre todo, recordemos lo que Pablo dice en Gál. 5:16, "Andad en el Espíritu y no cumpliréis (no satisfaréis) el deseo de la carne (no cumpliréis el deseo, LBLA) de la carne". La traducción de LBLA es correcta aquí; Pablo dice que  si andamos por el Espíritu no cumpliremos los deseos malos.  La palabra deseos (epithumian) se usa en sentido bueno en Luc. 22:15; Fil. 1:23; y 1 Tes. 2:17, etc., pero la expresión "deseos de la carne" se refiere a deseos malos en Efes. 2:3; 1 Ped. 2:11; 2 Ped. 2:18; 1 Jn. 2:16. Estos textos no se refieren a los deseos inocentes (normales) del hombre. También se usa en Sant. 1:14 ("concupiscencia").

          Los deseos de la carne son simplemente los deseos del corazón malo. La palabra corazón se usa en la Biblia muchísimas veces para hablar del intelecto, la voluntad, las emociones y la conciencia. Pablo habla de "las concupiscencias (deseos malos) de sus corazones" (Rom. 1:24) y luego hace una lista larga de pecados como los de  Gál. 5:19-21. También dice que "su necio corazón fue entenebrecido" (Rom. 1:21). En­tonces (2:5) habla del "corazón no arrepen­tido". Al hablar de tales pecados en Efes. 4:18 se refiere a "la dureza de su corazón". Jesús dice, "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el en­gaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez" (Mar. 7:21, 22). ¡Los "deseos de la carne" son, pues, los deseos del corazón malo!

          En lugar de traducir la palabra griega sarx como carne, algunas versiones la traducen  "la naturaleza pecaminosa", pero éstas no son consecuentes. Por ejemplo, la palabra sarx aparece diez veces en Efesios, pero la Nueva Version Internacional la traduce "naturaleza pecaminosa" solamente en Efes. 2:3; la pa­labra aparece nueve veces en Colosenses, pero la traduce "naturaleza pecaminosa" so­lamente en Col. 2:11, 13. Es decir, la tra­ducen así cuando les conviene para dar aparente apoyo a la doctrina falsa de la depravación heredi­taria total del hombre.

          Pero ¿qué dice la Biblia? Ezeq. 18:20 en­fáticamente enseña que "El alma que pecare, esa morirá; el hijo no llevará el pecado del padre". Jesús dice (Mat. 18:2-4) que tenemos que ser como niños para heredar el reino de los cielos; por eso, los niños no son pecadores. En la parábola del sembrador hay cuatro clases de tierra (cuatro clases de corazón) y ninguna de las cuatro es de­pravada. Una de las cuatro es tierra buena (Luc. 8:15).

          La verdad es que el hombre no nace con naturaleza corrupta (Ezeq. 18:20; Mat. 18:3; Luc. 18:16). El hombre es responsable por sus pensamientos y sus hechos y puede con­trolarlos. Tiene malos pensamientos porque quiere tenerlos y hace maldades porque las quiere hacer. La Biblia condena los malos pensamientos y los malos deseos. El que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón (Mat. 5:28); el que aborrece a su hermano ya es homicida (1 Jn. 3:15); el avaro es idólatra (Col. 3:5). Por lo tanto, Pablo dice, "Andad por el Espíritu y no cumpliréis el deseo de la carne", porque los deseos de la carne no caracterizan la "nueva criatura en Cristo" sino el viejo hom­bre (Rom. 6:6; Efes. 4:22-32; Col. 3:5-14, etc.).

          Algunos filósofos griegos explicaron este conflicto diciendo que el cuerpo es malo, que es la cárcel del alma, que el alma está co­rrompida por el cuerpo, etc., pero véanse Rom. 12:1; 1 Cor. 6:19. De tal filosofía falsa vino la doctrina del pecado original y de la depravación hereditaria total del hombre. El calvinismo enseña que la carne es "la natu­raleza corrupta" o "la naturaleza pecaminosa". Muchos religiosos enseñan la "depravación hereditaria total" del hombre, es decir, que nace totalmente depravado, y que no puede creer en Dios ni amar a Dios hasta que el Espíritu Santo lo mueva. Se en­seña que el hombre peca porque tiene que pecar (peca porque es hombre). Se enseña esta teología torcida porque los hombres quieren evitar la responsabilidad por sus pecados. Si el hombre nace pecador, ¿de quién será la culpa? Desde luego, el hombre no tiene la culpa porque no escogió nacer, mucho menos nacer pecador. No lo quieren admitir pero los proponentes de la teoría del pecado original y de la depravación hereditaria total del hombre (que el hombre nace con naturaleza corrupta) en realidad están cul­pando a Dios, porque El es el Padre de nues­tros espíritus (Heb. 12:9).

          Los miembros del cuerpo son los instrumentos que se emplean en el servicio del pecado, de las siguientes maneras: "fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría".

          -- fornicación (porneia) -- Algunos enseñan  que esta palabra se refiere al pecado sexual cometido sólo por solteros, pero en la Biblia se refiere a toda relación sexual ilícita. Incluye el adulterio (Mat. 5:32; 19:9); el incesto (1 Cor. 5:1); y la homosexualidad (Judas 7).

          Algunos de los promotores principales de la fornicación son los siguientes: (1) los que producen las películas para el cine y la televisión que la presentan como un modo de vivir normal y aceptable. Tal vez el medio más potente es la televisión, puesto que tantas personas pasan varias horas cada día viéndola; (2) los que publican toda clase de pornografía (libros, revistas, periódicos, fotos); (3) las escuelas que no sólo enseñan que la fornicación es conducta aceptable, sino que reparten contraceptivos a los alumnos, incluyendo información acerca del aborto fácil; (4) las iglesias sectarias, como también los hermanos liberales y algunos que profesan ser hermanos conservadores, que rechazan la enseñanza del Nuevo Testamento con respecto al divorcio y segundas nupcias.

          Cada vez más Satanás logra su propósito, lavando cerebros, para que se acepte toda forma de la fornicación. ¿Cómo presenta la televisión a los que se oponen a la fornicación? Como fanáticos, ignorantes y extremistas. Hay cada vez menos crítica a la fornicación, y cada vez más crítica a los que la condenan. Por ejemplo, cuando alguno se opone a la homosexuali­dad, como protesta muchos gritan "homofobia" para hacer callar la oposi­ción. El vocablo "homofobia" (homo=mismo; fobia=temor) es una palabra nueva, inventada por los homosexuales y quienes simpatizan con ellos, para acusar a sus oponentes de temer las relaciones íntimas entre los del mismo sexo. De una cosa estamos seguros: aunque la fornicación sea aceptable según los hombres, sigue siendo abominable ante los ojos de Dios.

          A pesar de lo abominable de la forni­cación ante los ojos de Dios, los santos pasan muchas horas viendo la forni­cación (adulterio, homosexualidad, incesto), la desnudez,  y la violencia excesiva, y escuchando lenguaje vergonzoso en la televisión. No se permite que se practique la fornicación en los hogares cristianos, pero sí se permite que se practique repetidas veces día y noche en la televisión. No se permite el lenguaje vergonzoso en los hogares de los hermanos a menos que sea en la televisión.

          La única explicación de tal conducta es que a los tales les gusta alimentar su alma con la putrefacción. No hay otro medio que promueva la fornicación como lo hace la televisión, pero en muchísimos hogares de los santos el tele­visor se prende cuando la primera persona se levanta por la mañana y se apaga cuando la última per­sona se acuesta en la noche. Aunque llueva, truene, relampaguee, está funcionando el televisor. En el hogar de muchos de los santos ni siquiera se apaga el televisor cuando llega visita (mucho menos si es el predicador). Muchos son expertos en platicar con el predicador sin perder ningún detalle de las actividades de los fornicarios y borrachos de la novela. Los tales no solamente son de doble ánimo, también tienen doble visión y doble oído. Al igual que los inconversos muchísimos santos están completamente adictos al vicio de la televisión como el borracho está adicto al alcohol y el fumador al cigarrillo.

          ¿Cómo se evita la fornicación? (1) "Huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca" (1 Cor. 6:18); es decir, otros vicios hacen daño al cuerpo, pero en la fornicación el cuerpo mismo es el instrumento del pecado. (2) Evítese la mala compañía (1 Cor. 15:33). (3) Evítense los libros, revistas, películas, etcétera, que propagan la fornicación (sobre todo, apáguese el televisor; si no se puede controlar, fuera mejor tirarse). (4) "A causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido" (1 Cor. 7:2). Dios "dará también jun­tamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Cor. 10:12). ¿Cuál es? El matrimonio es la salida de la tentación de fornicar. "La voluntad de Dios es vuestra san­tificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa (skeuos, vaso, LBLA, margen, cuerpo; o, posiblemente, esposa) en santidad y honor; no en pasión de concu­piscencia" (1 Tes. 4:3-5).

          El adulterio, (moicheia) se define como la relación ilegítima con la esposa de otro, pero en Rom. 13:9 y otros textos se refiere al pecado sexual en general. Este pecado no solamente des­truye al que es culpable del acto, sino también al hogar. Al destruir la familia también des­truye la sociedad, porque la familia es el fun­damento de la sociedad. Por eso, Jesús condenó este pecado aun en el corazón antes de que físicamente se cometiera ("cualquiera que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón" Mat. 5:28).

          Algunos hermanos enseñan que el adulterio de Mat. 5:32; 19:9 no es sexual, sino que consiste en repudiar al cónyuge y en volverse a casar. Dicen esto para justificar a los que están mal en segundas nupcias; es decir, según ellos, los que se han divorciado de sus cónyuges y vuelto a casar solamente deben arrepen­tirse de estos dos actos y entonces podrían -- con la aprobación de Dios -- continuar viviendo como esposos. Desde luego, esta "definición" de la palabra "adulterio" no se encuentra en ningún léxico griego, ni en ningún diccionario de palabras bíblicas, sino que es una invención de conveniencia de fal­sos maestros con el propósito de justificar y legalizar el adulterio.

          Muchos santos cometen el adulterio mencionado por Jesús en Mat. 5:32; 19:9, pues se divorcian no por fornicación y vuelven a casarse. Suponen que por haber conseguido licencia y por estar bien ante el gobierno y ante el pueblo (aun ante miembros de la iglesia), están bien ante los ojos de Dios, pero Jesús dice que "el que repudia a su mujer salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera". Muchísimas personas que no se atreverían a cometer el adulterio a escondidas lo hacen abiertamente, y no se avergüenzan porque han legalizado su unión adúltera. El gobierno los aprueba, la sociedad los aprueba y muchas iglesias de Cristo los aprueban, pero Jesús dice que cometen adulterio.

          -- impureza -- akatharsia, suciedad, (Rom. 1:24; 2 Cor. 12:21; Ef. 4:19; 1 Tes. 2:3, impureza; Ef. 5:3; Col. 3:5). La inmundicia está asociada con el adulterio y la fornicación e incluye la impureza de corazón que lleva a estos pecados. "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios" (Mat. 5:8). Recuérdese que el libro de Levítico habla mucho de los inmundos que estaban separados de Dios, que por causa de su impureza no podían acercarse a El. No estamos bajo aquella ley, pero el Nuevo Testamento condena la impureza. "Después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza" (Efes. 4:19). No hay otra palabra que describa mejor el desenfreno y la desvergüenza de mucha gente moderna que la palabra avidez, pues an­siosamente practican el mal. En cuanto a los deseos y pasiones carnales son glotones, cuyo apetito es insaciable. Liberan desenfrenadamente las emociones. Sus canciones son gritos de disolución, de rebeldía, y a la vez una pro­funda expresión de su miseria. De hecho, su gozo principal es su miseria. Rápida­mente va degenerando su moralidad: los homosexuales ya salieron del escondrijo y abiertamente exigen sus derechos; más de un millón y medio de abortos (homicidios) se practican cada año en Estados Unidos cuya moneda dice "En Dios Confiamos"; se da el divorcio a la mitad de las parejas que se casan (algunos "se casan" para poder cruzar fronteras legalmente sin ningún pensamiento de ser esposos); los criminales se prenden para ser puestos en libertad o in­mediatamente o en muy poco tiempo; el comercio en drogas y todos los problemas causados por su uso han llegado a niveles catastróficos; y todas estas cosas se come­ten "con avidez", con ansia.

          La palabra lascivia (aselgeia) es otro término que frecuentemente se asocia con la impureza, la fornicación, etc. Quiere decir el exceso, la licencia, o ausencia de freno, sin dominio propio, inde­cencia, disolución; Rom. 13:13; 2 Cor. 12:21. A los que practican la lascivia no les importa lo que otros piensen. Son totalmente indife­rentes hacia la opinión pública. La decencia no les interesa. Son insolentes y abusivos y no respetan a nadie. No consideran los derechos ni los deseos de otros. Son totalmente indis­ciplinados y desenfrenados. Son víctimas de sus pasiones, emociones y sentimientos. "Los cuales, después que perdieron toda sensibili­dad, se entregaron a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza" (Efes. 4:19). Dan rienda suelta a las pasiones y prac­tican las cosas más vergonzosas. "¿Se han avergonzado de haber hecho abominación? Ciertamente no se han avergonzado, ni aun saben tener vergüenza (ni aún han sabido ru­borizarse, LBLA); por tanto, caerán entre los que caigan; cuando los castigue caerán, dice Jehová" (Jer. 6:15). Este texto bien describe a muchísimas personas hoy en día; por ejem­plo, a las mujeres que llevan ropa deshonesta (traje de baño, minifalda, blusa transparente, shorts, ropa muy ajustada al cuerpo) y no saben ruborizarse.

          Según el léxico griego de Grimm-Thayer, esta palabra describe movimientos indecentes del cuerpo (p. ej., el baile) como también el manosear de cuerpos de hombres y mujeres. Sale por televisión en un canal por cable de Estados Unidos un programa que se identifica con las letras MTV que pre­senta música y actuación de la más vil y co­rrupta. Este programa -- como la mayoría de los programas de televisión -- podríamos decir que se origina en la fosa séptica.

          -- pasiones desordenadas (pathos) -- Deseos llenos de pasión (WEV). "Pasiones vergonzosas" (Rom. 1:26); "pasión de concupiscencia" (1 Tes. 4:5). "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gál. 5:24). La crucifixión era una muerte cruel y dolorosa; por eso, este término implica sufrimiento y sacrificio.

          -- malos deseos (epithumian) -- Pasiones desordenadas y malos deseos son pecados del corazón: son la fuente y raíz del pecado (Mar. 7:21), porque "cada uno es tentado cuando por su propia concupiscencia (epithumias) es atraído y seducido" (Sant. 1:14).

          -- y avaricia (pleonexia) -- La definición de avaricia: Codicia; literalmente, "un deseo de tener más, siempre en mal sentido ... Mar. 7:22, avaricias ... esto es, las varias formas en que se revela la avaricia; Ro 1:29; Ef 5:3; 1 Ts 2:5 ... el avaro es ... tacaño y mezquino" (WEV). "Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos" (Efes. 5:3).

          Pablo dice (3:4) que Cristo es nuestra vida, pero la vida del avaro no es Cristo sino los bienes materiales. Sus ojos nunca están satisfechos (Prov. 27:20).

          Los hermanos avaros deben ser disciplinados. La iglesia de Corinto había de apartarse de los avaros: "No os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis" (1 Cor. 5:11), porque los avaros se encuentran entre los peores pecadores: "No erréis; ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones (los homosexuales, LBLA), ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán el reino de Dios" (1 Cor. 6:9-10).

          Pero ¿qué iglesia en el vasto mundo se ha apartado de algún avaro? "Un sacerdote católico dice que durante sus largos años de escuchar en el confesional la confesión de toda clase de pecados y crímenes, nunca oyó la confesión del pecado de la avaricia" (RCHL).

          ¿Cómo se identifica al avaro?

          1. Por ser avaros algunos practican el engaño y fraude en su negocio o en su empleo; es decir, son ladrones. Siendo avaro y ladrón Judas vendió al Señor por treinta piezas de plata (Jn. 12:6; Mat. 26:15).

          2. Algunos, por causa de su mucho afecto por las cosas materiales, contraen deudas que no pueden pagar. ¿Cuál es peor, el ladrón que roba en secreto de noche o el ladrón que "compra" mercancía que no puede o no quiere pagar?

          3. El hombre de la parábola de Luc. 12:16-21 era avaro (véase el ver. 15, "Guardaos de toda avaricia").

          4. Si algún hermano deja de reunirse por causa del negocio (o empleo), es avaro, porque no pone a Dios en primer lugar; no busca primeramente el reino de Dios y su justicia (Mat. 6:33). Más bien, el ganar dinero es su religión.

          5. En realidad si algún miembro de la iglesia que tenga ingresos ya no ofrenda cada primer día de la semana por cualquier motivo, es obvio que ama su dinero más que ama a Dios.

          6. Si alguno no ofrenda según Dios le haya prosperado (1 Cor. 16:2), es avaro. Lo opuesto de la avaricia es la generosidad (2 Cor. 9:5, 6).

          7. Muchos líderes religiosos son avaros: "Y oían también todas estas cosas los fariseos, que eran avaros, y se burlaban de él" (Luc. 16:14). "Por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas" (2 Ped. 2:3). "No somos como muchos que comercian con la palabra de Dios" (2 Cor. 2:17, LBLA). Uno de los requisitos para ser un anciano de la iglesia es "no codicioso de ganancias deshonestas" (1 Tim. 3:3), porque muchos enseñan "por ganancia deshonesta lo que no conviene" (Tito 1:11).

          Por esta causa Pablo enfatizaba que en sus acciones y enseñanzas no era motivado por el amor al dinero (Hech. 20:33-35; 1 Tes. 2:5).

          8. Muchos gobernantes son avaros. Jetro dijo a Moisés, "escoge tú de entre todo el pueblo varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia" (Ex. 18:21). "No anduvieron los hijos por los caminos de su padre (Samuel), antes se volvieron tras la avaricia, dejándose sobornar y pervirtiendo el derecho" (1 Sam. 8:3). Al hablar de los pastores de Israel, Isaías dijo, "Y esos perros comilones son insaciables ... cada uno busca su propio provecho" (Isa. 56:11). Félix "Esperaba ... que Pablo le diera dinero para que le soltase; por lo cual muchas veces lo hacía venir y hablaba con él" (Hech. 24:26).

          9. Muchos textos hablan de cómo los ricos se aprovechan de los pobres (Prov. 30:14; Amós 8:6; Sant. 5:1-5).

          10. La avaricia es el egoísmo: "¡Ay de los que juntan casa a casa, y añaden heredad a heredad!" (Isa. 5:8). El avaro desprecia los derechos de otros: "¿Os es poco que comáis los buenos pastos, sino que también holláis con vuestros pies lo que de vuestros pastos queda?" (Ezeq. 34:18). El avaro (egoísta) es como el sacerdote y el levita que pasaron "de largo" y no ayudaron al herido (Luc. 10:31, 32); es indiferente hacia su hermano y no le ayuda (Mat. 25:43). El cristiano tiene que hacer morir el egoísmo (la avaricia) o, de otro modo, perderá su alma. "Ninguno busque su propio bien, sino el del otro (1 Cor. 10:24). "Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Cor. 8:9).

          Por esta razón Cristo enseñaba mucho sobre la mayordomía: Mat. 6:19-24; 16:26, "Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?"; 19:21; Mar. 12:41-44; Luc. 12:15-21; 16:1-16. Véase también 1 Tim. 6:1-10, 17, 18.

           -- que es idolatría; -- Porque el avaro desconfía de Dios, pues tiene su propio dios; por eso, se puede decir que la avaricia es una religión (MRW). "Es cierto que de todas las pasiones, aquella de la que el hombre es más absoluta y constantemente esclavo es la avaricia; hace por el dinero todo lo que debería hacer por Dios" (B-S). "No podéis servir a Dios y a las riquezas ("mamona, riqueza idolatrada; la riqueza personificada, convertida en base de la fe y del afecto servil de alguien", FL). Pablo dice que la avaricia es idolatría, pues "los que quieren enriquecerse" (1 Tim. 6:9, 10) ponen las cosas materiales en lugar de Dios (Mat. 6:24). Todos entienden lo que es un ídolo literal y lo que es la idolatría literal, pero muchos no toman en cuenta que también la avaricia es idolatría.

 

3:6 -- cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, -- Ha habido muchos ejemplos de esto: Gén. 6:5, 7, 17; 19:24, 25; Lev. 10:1, 2; Núm. 16:32. Véase 2 Ped. 2:4-9. Aunque millones no quieran creerlo, la ira de Dios viene sobre los que no le obedecen: Mat. 3:7; Jn. 3:36; Gál. 5:21; Efes. 5:6. Beberán "del vino de la ira de Dios, que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero" (Apoc. 14:10). Este es el fin (castigo) ineludible que espera a los desobedientes.

          Compárense 1 Cor. 6:9, 10; Efes. 5:5. Pablo dice a los gálatas (5:21), "acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios". ¿Habría reposo y gozo en el hogar celestial si hubiera impureza, inmundicia, contiendas, disensiones y facciones, o pleitos, celos, iras, etc.? Este texto nos dice enfáticamente que si no podemos dominar los apetitos y sentimientos carnales, estamos rechazando el hogar celestial y escogiendo la compañía de los peores de la tierra.

          La ira de Dios habría venido sobre todos si no hubiéramos dejado esas "cosas", porque antes de la conversión "éramos por naturaleza hijos de ira" (Efes. 2:3), es decir, condenados, expuestos a la ira de Dios. Sin el evan­gelio este fin sería ineludible; no habría esperanza de escapar. La palabra hijos se emplea figuradamente en el Nuevo Testamento para indicar alguna carac­terística sobresaliente, o como en este caso para indicar "el destino que se corresponde con el carácter, sea malo, Mt. 23:15; Jn 17:12; 2 Ts 2:3, o bueno, Lc 20:36" (WEV). Pero Pablo no dice somos, sino éramos. Varias sectas religiosas (y algunos hermanos) afirman que Pablo enseña en este texto que el hombre tiene una "naturaleza corrupta" a consecuencia del pecado de Adán. Hay varias doctrinas fal­sas que son variaciones de este error: se habla de "pecado original", de "naturaleza caída", de "la depravación total", etc. ¿Por qué se enseñan tales errores? Para no decir que el hombre es totalmente responsable por sus peca­dos.

          Pablo afirma que cuando "anduvimos" (vivimos) en los "delitos y pecados" "éramos por naturaleza hijos de ira". La palabra naturaleza sig­nifica "costumbre confirmada"; es decir, así era la práctica de su vida, porque seguían "la corriente de este siglo". No hay texto que enseñe que el hombre nazca con "pecado original", ni que nazca con una "naturaleza corrupta o caída". No hay ningún texto que enseñe "la depravación total". Esta clase de teología inculpa a Adán -- y, por consiguiente, a Dios -- por nuestros pecados. Enseñan que el hombre peca porque es hombre y que, por eso, tiene que pecar. Dicen que  todos los pecados de nuestra vida son ex­presiones naturales de nuestra naturaleza caída y corrupta.

          Pero dice Cristo que tenemos que con­vertirnos para ser como niños, "porque de los tales es el reino de Dios" (Luc. 18:16). Cuando "renunciamos a lo oculto y ver­gonzoso" (2 Cor. 4:2), y nos converti­mos, volvemos a la inocencia y pureza de niños (Mat. 18:3). El nacimiento físico no tiene que ver absolutamente nada con esta condición de ser "por naturaleza hijos de ira".

          Rom. 2:14,15 nos ayuda a entender la palabra, naturaleza: "Pero cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por natu­raleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos ..." Si la expresión "por naturaleza" en Efes. 2:3 significa "por nacimiento", entonces en Rom. 2:14 significa lo mismo. Pero sería absurdo decir que los gentiles, por nacimiento, hacían las cosas de la ley. En los dos textos la palabra tiene que ver con la práctica habitual y confirmada.

 

3:7 en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais ("solíais vivir, acción usual", ATR) en ellas. -- "El pecado era la atmósfera de su vida" (ASP). Aquí Pablo dice que vivías en ellas, pero, como dice en Efes. 2:1 estaban muertos (Efes. 2:5; 5:14; Mat. 8:22; Juan 5:25). El muerto está "destituido de una vida que reconoce a Dios o que es devota a El, porque está entregado a transgre­siones y pecados; inactivo con respecto a hacer lo correcto" (Léxico G-T). Completa­mente entregados a las prácticas de la idolatría, estaban muertos, separados de Dios (2:12), y se requería gran poder para resucitarles y darles vida espiritual, pero el evangelio "es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primera­mente, y también al griego (gentil)" (Rom. 1:16).

          Como el difunto es insensible a lo que sucede en el mundo ("debajo del sol", Ecles. 9:10, 11), así el que se entrega a los "delitos y pecados" es insensible a Dios y a "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad" que "nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y ex­celencia" (2 Ped. 1:3). Los muertos no pueden ver ninguna belleza en Cristo.

          Pero no nacieron muertos. La muerte significa "separación", y con respecto a la separación de los israelitas de Dios, dice Isa. 59:1,2, "vuestras iniquidades han he­cho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír" (Isa. 59:1, 2). "El pecado es infracción de la ley" (1 Juan 3:4). "Estabais muertos" porque "anduvisteis en vuestros delitos y pecados" (2:2). No dice que los efesios estaban muertos por causa del pecado de Adán, o por causa del pecado de sus padres, sino por "vuestros delitos y pecados". No heredaron el pecado de nadie, sino que ellos mismos cometieron pecado. Así es también con nosotros y todos los hombres.

          -- anduvisteis -- compárense 1 Cor. 6:9-11 y Col. 3:7. No pecaron por ca­sualidad, ni solamente de vez en cuando, sino que su pecado era la regla y la rutina de su vida. La palabra andar se usa muchas veces en las Escrituras y significa vivir.

          -- vivíais. -- Este texto y Efes. 2:2, 3 explican claramente el significado de la muerte espiritual. Los que están muertos en pecado son los que andan en pecados; viven en pecado, ha­ciendo las cosas de la carne. "Estabais muertos en vuestros delitos ...". La palabra delitos significa caída, desviación de la ver­dad y de la rectitud; pecado, maldad. En Gál. 6:1 se traduce "falta": "sorprendido en al­guna falta". "La diferencia entre 'delito' y 'pecado' (hamartia) es una de figura y no de fuerza" (Lex. G-T). El pecado de Adán y Eva fue delito (Rom. 5:17), pero ¡he aquí el resultado!

          Dice Pablo a los efesios (2:3), "También todos nosotros vivi­mos"; es decir, los judíos también. "Los gentiles no tenían el monopolio de tales impulsos pecaminosos" (ATR). Compárese Rom. 2:1 hasta 3:20. A los judíos esta ver­dad les fue muy ofensiva (Juan 8:33).

          Anduvieron y vivieron en estas cosas, siguiendo la corriente de este mundo; "conforme al uso de este siglo" (VM). La palabra "corriente" (uso) traduce la pa­labra aion, que casi siempre se traduce "siglo": Mat. 12:32; 13:22, "afán de este siglo"; Rom. 12:2, "no os conforméis a este siglo"; Efes. 1:21 habla del señorío de Cristo "en este siglo". Pero aquí significa "modo de tratar. Se traduce 'corriente' en Ef 2:2 ... esto es, el ciclo o curso presente de las cosas" (WEV).

          El mundo (siglo) es el sistema actual de las cosas que está conducido por los "que sólo piensan en lo terrenal" (Fil. 3:19). Es la moda del mundo. Es el camino mar­cado o delineado por los que viven en re­belión contra Dios, nunca pensando en el destino final. Los muertos son insensibles a la vida futura. Por lo tanto, "no os con­forméis a este siglo", ni a "la corriente de este siglo".

          Anduvieron y vivieron en estas cosas, conforme al príncipe de la potestad del aire. Compárense Juan 12:31; 14:30; 17:11. Sa­tanás rige entre todas las agencias e in­fluencias de maldad. Su dominio está en "las tinieblas de este siglo", "las huestes espirituales de maldad en las regiones ce­lestes" (6:12). Pero el soldado de Cristo tiene una armadura bien adecuada para protegerse de todos los "dardos de fuego del maligno" (6:10-19). Esta armadura in­cluye una espada (6:17) para pelear efec­tivamente contra este enemigo hasta el día de la victoria completa.

          Anduvieron y vivieron en estas cosas como hijos de desobediencia; com­párense 2 Cor. 4:4; Col. 3:6. La desobe­diencia es la característica principal de su vida. El es­píritu de Satanás obra en éstos mientras que el poder de Dios obra en los cristianos. ¿En qué vivimos? Vivimos en los "deseos de nuestra carne y de los pensamientos". Léase Gál. 5:19-21. Los deseos y las obras de la carne no sola­mente incluyen tales pecados como "adulterio ... idolatría, hechicerías ... homi­cidios, borracheras", etc., sino también "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, en­vidias", etc.

          Somos tentados a través de los deseos malos (la concupiscencia): "cada uno es tentado cuando de su propia concupiscen­cia es atraído y seducido" (Sant. 1:14). "Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los de­seos carnales que batallan contra el alma" (1 Ped. 2:11). Por eso, es necesario crucificar al "viejo hom­bre" con sus deseos carnales (Rom. 6:6; Gál. 5:24). "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gál. 5:16). "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: ... malos deseos y avaricia" (Col. 3:5). "Vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne" (Rom. 13:14). "La gracia de Dios se ha manifestado para salvación ... enseñán­donos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:11,12).

          Si no aprendemos a obedecer estos tex­tos para lograr suprimir y controlar los de­seos mundanos, no podemos ir al cielo. ¿Estamos suprimiendo los deseos carnales o estamos estimulando los deseos car­nales? Si andamos todavía en mala com­pañía, estimulamos deseos carnales. Si alimentamos la mente con pensamientos carnales seremos carnales. Si alimentamos la mente con pensamientos sanos y espiri­tuales, seremos espirituales (Rom. 8:1-5).

 

3:8 Pero ahora -- "Forma enfática de nun en decidido contraste con pote en el versículo 7. Ahora habéis muerto al pecado y habéis resucitado a una nueva vida (3:1). Según la descrip­ción de la vida pasada (3:5-7), es obvio que los muertos en pecado son destinados a la ruina eterna, pero Dios interviene para evitarlo, pues "nos dio vida" (Efes. 2:4, 5). "Su gran amor" se demuestra en resucitarnos de los muertos por medio de su poderoso evangelio (Rom. 1:16). ¿Cómo efectúa este cambio? ¿Cómo da vida a los muertos? ¿Qué podemos hacer si estamos "muertos"? ¿Cómo puede el hombre muerto accionar? ¿No tendrá Dios que hacer algo milagroso para mover nuestro corazón? Muchos falsos maestros dicen que el hombre perdido no puede hacer nada para cambiar su condición espiritual. Di­cen que el hombre muerto en sus pecados tiene una naturaleza caída y que no puede creer, que no puede amar a Dios y que ni siquiera puede nacer en él el deseo de salvarse. Predican, por lo tanto, que la salvación depende enteramente de Dios.

          En cuanto a la base de la salvación (la provisión hecha para nuestra salvación), es cierto que todo depende de Dios, pues el hombre no podía y no puede efectuar su propia salvación, porque no puede proveerse un salvador. El hombre no puede morir por sus propios pecados; no puede redimirse solo.

          Dios nos salva, pero nos salva por medio del evangelio que es el poder de Dios para salvación. El nos llama por medio del evangelio (2 Tesalon. 2:14), y este evangelio requiere la obediencia (2 Tesalon. 1:7-9). El evangelio promete la salvación a los obedientes; revela no so­lamente lo que Dios ha hecho, sino tam­bién revela lo que el hombre tiene que hacer para aceptar la salvación.

          Los muertos en Efeso "oyeron la pa­labra del Señor Jesús" (Hech. 19:10; Efes. 1:13), y esto trajo como consecuen­cia su conversión (su "resurrección de los muer­tos"). Cristo dice en Juan 5:25 que "Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oyeren vivirán". Los muertos pueden oír la voz de Cristo. En Efes. 5:14 Pablo manda a los muertos que se le­vanten. Los muertos pueden hacer algo; pueden le­vantarse. En Hech. 2:40 Pedro mandó a los judíos muertos, "Sed salvos de esta perversa generación" ("Salvaos", VM); Pedro dijo esto des­pués de mandarles a arrepentirse y a bautizarse para perdón de los pecados (v. 38).

          Dios nos dio vida "juntamente con Cristo". Nuestra resurrección de los muertos (tanto la figu­rada como la literal) fue anticipada en la resurrección de Cristo. Igualmente somos relacionados con Cristo al morir (crucificarnos) con El (Rom. 6:5; Gál. 2:20); al vivir con El (Fil. 1:21; Gál. 2:20); al sufrir con El (2 Tim. 2:12; 1 Ped. 4:13); al reinar con El (2 Tim. 2:12); al ser co­herederos con El (Rom. 8:17); y al ser glorificados con El (Apoc. 3:21). Nos resucitó espiritualmente "de los muertos", Col. 2:12, y ahora nos con­viene buscar "las cosas de arriba" (Col. 3:1), porque "nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo". Nos hizo copartícipes de su honor. Los que es­tamos en Cristo, en su iglesia, estamos en "lugares celestiales" ahora. "Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono" (Apoc. 3:21); es decir, aun des­pués de morir físicamente, seguiremos reinando con Cristo; pero es importante observar que estamos reinando con El ahora.

          -- dejad ("apotithemi, quitar, desechar, como ropas viejas", como "despojado", desvestirse, desnudarse de esta ropa sucia (prácticas y palabras sucias); entonces, "revestido de nuevo" (ver. 10) y "vestíos" (ver. 12).

          -- también vosotros todas estas cosas: Compárense Rom. 1:18-32; 1 Cor. 6:9-11; Gál. 5:20; Efes. 4:22-31.

          -- ira, (orge), -- "la más intensa de todas las pasiones" (WEV). Pablo dice a los efesios (4:26), "Airaos (orge), pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo". Dios se enoja (1 Reyes 11:9; 2 Reyes 17:18; Sal. 7:11; 79:5; 80;4,5; Heb. 12:29); Cristo se enoja (Mar. 3:5; Juan 2:15-17). El cris­tiano debe enojarse al observar el pecado y la destrucción de vidas y almas causada por el pecado. Si amamos la verdad, en­tonces aborrecemos el error y el pecado, y no seremos indiferentes hacia el pecado ni hacia la destrucción que éste causa.

          Sin embargo, el enojo es muy peli­groso y tiene que controlarse, pues fácil­mente se convierte en resentimiento y amargura y en el deseo de venganza. Por lo tanto, "no se ponga el sol sobre vuestro enojo". Si el enojo per­manece en el corazón, puede producir malicia y amargura. Si el enojo que senti­mos es indignación justa, como la de Jesús, debemos decir lo que se debe decir, o hacer lo que se debe hacer, y luego acabar con el enojo.

          Pablo agrega otra exhortación: "Ni deis lugar al diablo" (Efes. 4:27); como dice LBLA, no dar "oportunidad al diablo", pues esto es lo que sucede si no quitamos lo más pronto posible el enojo del corazón. El enojo guardado y alimentado en el corazón da ocasión al diablo para ten­tarnos. Cuando el cristiano se indigna, su reacción, sea en palabra o en hecho, debe ser lo que le agrada a Dios. No es pecado reaccionar con indignación a las injusticias u otras provocaciones de Satanás (Mar. 3:5; Hech. 23:3), pero lo importante es que lo hagamos con dominio propio.

          -- iras (enojos, LBLA), -- thumos, arre­batos (VHA); explosiones de ira (Ver. Valera, 1990). Furor, estar muy encole­rizado. Rom. 2:9; 2 Cor. 12:20; Ef. 4:31; Col. 3:8. "Emociones agitadas y luego estallidos" (ATR). "Thumos, ira, enojo, se tiene que distinguir de orge en que thumos indica una condición más agitada de los sentimientos, una explosión de ira debida a la indignación interna, en tanto que orge sugiere una condición más fija o permanente de la mente, frecuentemente con vistas a tomar venganza. Orge es menos súbita en su aparición que thumos, pero más duradera en su naturaleza. Thumos expresa más los sentimientos internos, orge la emoción más activa. Thumos puede que llegue a la venganza, aunque no necesariamente la incluya. Su característica es que se inflama súbitamente y que se apaga pronto, aunque ello no suceda en cada caso" (WEV).

          Thumos comúnmente es de poca du­ración. Lo que pasa es que hay explosión de ira expresada en palabras y acciones violentas y pronto muere, pero en ese lapso de tiempo hace mucho daño, pues deja heridas físicas o emocionales que duran por mucho tiempo. Aparentemente mucha gente no toma en serio el tempera­mento o genio explosivos; quieren justificarse diciendo, "así soy", como si fuera una condición normal o algo más allá de su control, pero aquí está este mal enumerado en­tre las obras de la carne que evitan que los culpables hereden el reino de Dios (ver. 21). En realidad tales explosiones de ira demues­tran la falta de amor y la falta de paciencia. Por eso, es necesario crucificar esta pasión (ver. 24).

          -- malicia, -- la mala voluntad (disposición) que tiene el deseo de perju­dicar a otros. Recuérdese que la defini­ción básica de la palabra "amor" (agape) es buena voluntad. Estos términos (3:8) describen la condición de corazón que resulta si no nos despo­jamos del viejo hombre (ver. 22). Los males mencionados en estos textos pertenecen al viejo hombre y no al nuevo hombre; no son cualidades del cristiano. En particular estas palabras describen la conducta de la persona que no controla el enojo y que no está dispuesta a per­donar. Cuando hay amor en el corazón, no cabe la amargura, etc.

          La persona de genio fuerte (amargado) hace mucho daño a otros y ella misma sufre mucho daño, no so­lamente daño espiritual, sino también men­tal y aun físico. No conviene dejar que otros nos provoquen tanto. Es necesario practicar el dominio propio y siempre con­trolar las emociones. Nuestra reacción a las provocaciones no debe ser como la reacción de los mundanos.

          No se puede negar que otros nos pueden afligir. Pero la aflicción más grande y dañina es la que nos hacemos a nosotros mismos. Es imperativo que cada cristiano entienda que esta lista de cosas mencionadas por Pablo (amargura, enojo, ira, gritería, maledicencia, malicia) son la reacción de la persona provocada, y no son necesarias ni ine­ludibles. Estas palabras describen la reac­ción del viejo hombre a las provocaciones de la vida, pero el cristiano se ha renovado en el espíritu de su mente y se ha vestido del nuevo hombre.

          La malicia es la fuente de otras obras carnales (Gál. 5:19-21): p. ej. (1) Las enemistades (echthra). Esta obra de la carne es lo opuesto del amor. Dice Pablo en Rom. 8:7, "Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios". Ob­viamente había enemistades entre los ju­daizantes y otros hermanos. Pablo dijo, "Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros" (Gál. 5:15). Había enemistades entre judíos y samari­tanos (Juan 4:9; Luc. 9:54), pero muchos judíos y samaritanos obedecieron al evangelio (Hech. 2:41; 4:4; 8:12), y ya no debería haber más enemistad entre ellos.

          (2) Los pleitos (eris). Pleitos, 1 Tim. 6:4; contenciones, Tito 3:9. Contiendas (rivalidad, riña, discordia) como en la iglesia de Corinto, 1 Cor. 1:11; 3:3; 2 Cor. 12:20; "contiendas", Rom. 1:29; 13:13. Esta palabra bien describe el mundo de relaciones malas, lo opuesto de la unidad y comunión. Por eso, el que se convierte en cristiano deja esta obra de la carne para poder establecer una relación buena con hermanos y para tener comu­nión ininterrumpida con ellos. Es impor­tante recordar que el uso de esta palabra en varios textos ¡tiene que ver con la conducta de los santos! Eris  dividió la iglesia de Corinto. Eris es el enemigo de la comunión entre hermanos.

          (3)     Las contiendas (eritheia) o rivalidades o fac­ciones están en esta misma categoría (Rom. 2:8; 2 Cor. 12:20). Básicamente esta palabra se refiere a la ambición personal de la cual resulta la ri­validad o espíritu faccioso. Fil. 1:17 es un buen ejemplo de ella. Estos, que se aprovecharon de su privilegio de predicar para despreciar a Pablo y para exaltarse a sí mismos, no querían que los hermanos hablaran tanto de Pablo y querían más renombre para sí mismos. Los tales querían más poder e influencia, y querían seguidores (Hech. 20:29; 1 Cor. 1:10-13). Por eso, Pablo exhorta a los filipenses (2:3), "Nada hagáis por contienda o por vanagloria" y luego les dice, "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús ... " porque los que quieren exal­tar a Cristo no buscan gloria para sí mismos.

          Es alarmante encontrar contiendas, disen­siones y partidos en esta lista tan terrible de pecados como fornicación, lascivia, borra­chera, etc., pero para Dios el pecado es pecado y no hay pecados respetables. ¿Quién hace más daño, el borracho que se destruye a sí mismo o el hermano faccioso que divide a la iglesia?

          (4) Las disensiones (dichostasia) o divisiones. La división destruye la unidad por la cual Jesús oró (Jn. 17:21-23). Destruye la comu­nión entre hermanos. "Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no per­manecerá" (Mat. 12:25). Este texto es profético y explica la debilidad de la iglesia; tiene poca fuerza porque está muy dividida. En el siglo XIX se dividió por causa de la in­troducción de instrumentos de música en el culto y  por causa de la sociedad misionera. Hubo otra división a mediados del siglo XX cuando se introdujo la "iglesia patrocinadora" que es otra forma de la sociedad misionera. Otros han dividido a la iglesia enseñando, directa o indirectamente, que todos los divorciados pueden volverse a casar. Bajo el pretexto de querer evitar más división, algunos hermanos citan Romanos 14 para probar que puede haber unidad a pesar de toda clase de diversidad de doctrinas contradictorias (mayormente con respecto al divorcio y segundas nupcias), y éstos incluyen en esta categoría asuntos de la fe (Judas 3), es decir, doctrinas claramente enseñadas a través de man­damientos, ejemplos e inferencias necesarias. Nos debe preocupar muchísimo la unidad porque Jesús la desea, pero la "unidad" en la diversidad de toda clase de enseñanza y prác­ticas erróneas no es la unidad enseñada por la Biblia, sino la unión sectaria.

          La palabra dichostasia aparece solamente en un texto más, Rom. 16:17, "Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos". Jesús basa la unidad sobre la doctrina (véase Jn. 17:8, 14, 21); no debe haber divisiones  por causa de disgustos y ofensas personales. Los problemas perso­nales deben resolverse de acuerdo con las en­señanza de Jesús (Mat. 5:23, 24; 18:15-18).

          (5) Las herejías (sectarismos, LBLA; sectas, VM; partidos, VHA), (hairesis), la imposi­ción de una opinión de la cual resulta la di­visión y la formación de un partido o secta. "La secta de los fariseos" (Hech. 15:5); la iglesia erróneamente era llamada "la secta de los nazarenos" (Hech. 24:5) y Pablo aclaró el asunto diciendo que "según el Camino que ellos llaman herejía, así sirvo al Dios de mis padres" (ver. 14). En Roma la iglesia se lla­maba una secta (Hech. 28:22), pero otra vez Pablo corrigió esa idea al hablar no de una secta sino del reino de Dios (ver. 23).    

          No es bueno que haya sectas pero Pablo dice (1 Cor. 11:19), "Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones (sectas, hairesis), para que se hagan manifiestos en­tre vosotros los que son aprobados"; es decir, es preciso distinguir entre fieles e infieles. Aunque había partidos o sectas en la iglesia de Corinto todavía había una sola iglesia (no se había formado otra congregación). Es muy posible que esta carta sirviera para evitar una división permanente.

          -- blasfemia -- Se encuentra este término en medio de los pecados contra el hombre; por eso, significa que por causa de la malicia en el corazón contra otro se blasfema contra él, hablando calumnias, lastimando y perjudicando con la lengua (Sant. 3:9).

          -- palabras deshonestas ("conversación obscena", FL; "habla insultante y sucia", ATR) de vuestra boca. -- "Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno" (4:6). La lengua es una fuerza tremenda para bien o para mal. Se usa la lengua para predicar, para enseñar, para exhor­tar, para amonestar y para alentar, pero también se usa para destruir con mentiras, con chismes y con toda clase de ataque contra la persona de otros (Sant. 3:3-12). "Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca sino la que sea buena para la nece­saria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes" (Efes. 4:29). ¿Cómo se puede corregir este problema? Limpiar el corazón; "sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida" (Prov. 4:23). "Porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Mat. 12:34); es decir, el habla revela el carácter, como el árbol es conocido por su fruto. La nueva vida es conocida por su habla y por sus hechos. Las palabras corrompidas que salen de la boca indican que el corazón (el carácter) es corrupto. "El hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca buenas cosas; el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mat. 12:35). Véanse también Mat. 15:18, 19; Mar. 7:21-23;

         

3:9 No mintáis los unos a los otros, -- "Dejad de mentir o no tengáis el hábito de mentir" (ATR). "Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo (como la regla de su vida, como proceso continuo, ASP). "Por lo cual, desechando la men­tira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros" (Efes. 4:25). Obsérvense las palabras conectivas, "Por lo cual". La primera aplicación práctica hecha por Pablo de su enseñanza acerca de "despojarse" y "vestirse" (Efes. 4:22-24) es desechar la mentira y hablar verdad. ¡Qué difícil es dejar la mentira! ¡cuántos nuevos conversos luchan con esta tentación! La mentira es un "modo de vivir" de mucha gente inconversa. Se usa en el hogar, en el trabajo, en los negocios, y casi en toda faceta de sus vidas. Las vidas de los del mundo están llenas de "toda injusticia ... engaños y malignidades" (Rom. 1:29).

          La mentira debe desecharse porque es una causa mayor de la condenación del viejo hombre. "Ya que cambiaron la ver­dad de Dios por la mentira" (Rom. 1:25) cayeron en abominables idolatrías. Con­venciéndose de que eran sabios (una mentira), rechazaron la sabiduría de Dios. Las mentiras que los hombres fabrican, creen y enseñan acerca de Dios les con­ducen a aceptar filosofías huecas, tales como la "evolución" y otra "ciencia" falsa­mente así llamada (1 Tim. 6:20). Las men­tiras propagadas por los mormones, los "testigos", los "solo-Jesús", etc. les mueven a resistir y a pelear contra el Dios ver­dadero y la doctrina sana de la Biblia. La mentira arrulla al hombre moral con el re­frán mortal de que "no he hecho nada digno del castigo eterno".

          ¡Cuántos hogares y cuántas congrega­ciones se han destruido por la mentira en forma de chismes y calumnias! "Desechando la mentira, hablad verdad". Y recuérdese que es posible mentir, no solamente con palabras, sino también con los ojos, con los hombros (encogidos para indicar "no sé"), con el silencio, con alguna expresión del rostro, o con algún gesto de las manos, etc. Si el propósito es engañar o dejar alguna impresión falsa o errónea, es mentira. También, la "media-verdad" es una mentira (Gén. 12:13).

 

3:9 habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, -- "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre" (Efes. 4:22). Varios textos describen la "pasada manera de vivir" de los gentiles: 2:2,3; 4:17-19; 5:8,14; Col. 1:21; 2:13; 3:7, etc. Esta ma­nera de vivir debe cesar ter­minantemente. El arrepentimiento sig­nifica un cambio de mente para dar una vuelta de 180 grados. El viejo hombre es conocido por sus hechos o prácticas; de la misma manera, la nueva vida es conocida por sus hechos o prácticas. "Despojarse" y "vestirse" sugiere un cambio de ropa; se debe quitar la ropa su­cia, para vestir la ropa limpia. Es nece­sario despojarnos de toda inmundicia, de toda carnalidad, y el principio de este proceso es el cambio de corazón.

          Efes. 4:25 dice "desechando"; Efes. 4:31 dice "quítense de vosotros ..."; Rom. 6:6 dice, "nuestro viejo hombre fue crucificado"; Rom. 13:14 dice "no proveáis para los deseos de la carne"; Gál. 5:16 dice "no satisfagáis los deseos de la carne"; Col. 3:5 dice "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros"; y Tito 2:12 dice "renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos".

          En varios textos el vestido es símbolo del carácter (o de la conducta): bueno (Job. 29:14; Sal. 132:9; Isa. 11:5; 61:10); o malo (Sal. 73:6; 35:26; 109:29).

 

3:10 y revestido del nuevo, -- Como la ropa nueva nos agrada a nosotros, el vestido nuevo (espiritual) del cristiano agrada a Dios. "Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santi­dad de la verdad" (Efes. 4:24). El nuevo hombre creado según Dios (2:10) es creado o recreado por el evangelio predi­cado por Pablo. El mismo Pablo es un buen ejemplo de esto. Oyó el evangelio, se arrepintió y se bautizó para lavar sus pecados (el relato de su conversión se halla en Hech. 9, 22, 26 y Gál. 1). 2 Cor. 5:17 dice "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". Gál. 3:27 nos dice cómo estar revestidos: "todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos".

          En las palabras despojaos y vestíos se ven los lados negativos y positivos del evangelio. Hay predicadores y otras per­sonas que llenan sus enseñanzas con pro­hibiciones, condenando la mundanalidad y el error. Otros dan mucha importancia a la predicación positiva, y aun critican a otros por ser tan negativos, no recono­ciendo que ellos mismos son negativos cuando condenan a otros por ser nega­tivos. Pero la verdad es que el evangelio tiene muchos requisitos tanto negativos como positivos. Ni el uno ni el otro se puede des­cuidar. No es posible sembrar la semilla sin antes preparar (limpiar) el terreno. No es posible construir un edifi­cio sin limpiar el solar, y esto a veces re­quiere trabajo difícil y complicado. Dios dijo a Jeremías (1:10), "Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arran­car y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar". Así es nuestro trabajo en el evangelio. No se puede dar una respuesta afirmativa a Cristo sin dar una respuesta negativa a Satanás.

          -- el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno -- La vida nueva en Cristo es un proceso continuo de renovación. Al resucitar de las aguas del bautismo, empezamos este proceso y lo continuamos hasta la muerte, con la esperanza de que después de morir estaremos entre "los espíritus de los justos hechos perfectos" (Heb. 12:23). "A los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo" (Rom. 8:29); "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento" (Rom. 12:2); "mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen" (2 Cor. 3:18); "aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día" (2 Cor. 4:16); "y renovaos en el espíritu de vuestra mente" (Efes. 4:23); "y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Col. 3:10); "nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia" (2 Ped. 1:4).

          Muchos bauti­zados no perseveran, por falta de esta renovación, porque es imposible vivir por Cristo sin la reno­vación de la mente. Es indispensable que haya cambio de corazón, cambio del entendimiento, cambio de voluntad y cambio de las emociones, en fin, un cambio del carácter y cambio de la disposición (genio). La conversión es una regeneración, una recreación. El individuo es "rehecho", hecho de nuevo. "Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Efes. 4:24). La expresión conforme a la imagen del que lo creó se refiere a Gén. 1:26 y significa que el nuevo hombre se transforma cada vez más en la semejanza de Dios.

 

3:11 donde (en Cristo y, por eso, en el nuevo hombre) no hay (no simplemente que no debe haber, sino que en la verdadera iglesia de Cristo no hay) griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, (para los judíos los demás eran griegos, gentiles, incircuncisos), bárbaro ("significaba propiamente aquel cuya habla era ruda, o dura; ... de ahí vino a significar a aquel que habla un lenguaje extraño o extranjero. Ver 1 Co 14:11, RVR, ‘extranjero’. Vino de ahí a denotar a cualquier extranjero desconocedor de la lengua y de la cultura griegas" (WEV) ni escita ("asociada con el término ‘bárbaro’, denota a una persona ínfimamente instruida" (V-E); gente salvaje que ofrecía sacrificios humanos, usaba la calavera del enemigo como vaso y bebía su sangre; al morir el rey, una de sus concubinas era ahogada y sepultada con él, etc., MRV), siervo (p. ej., Onésimo) ni libre (p. ej., Filemón), -- "Estas diferencias estaban hondamente arraigadas" (DG), pero el evangelio, que es el poder de Dios para salvarnos, tiene poder para derribar todas las paredes de separación para que el pueblo de Dios esté unido.

          -- sino que Cristo es el todo, y en todos. -- (Gál. 3:28). "Cristo ha barrido los términos bárbaro, amo, esclavo, todos ellos, poniendo en su lugar la palabra adelphos (hermano)" (ATR).

          "Pablo había hablado de los pecados (ira, enojo, malicia) que son incongruentes con el amor fraternal" (ASP). Efes. 2:14 explica que Cristo derribó "la pared intermedia de separación" entre los judíos y los gentiles; se puede agregar que en Cristo todas las distinciones de raza, nación, color, habla, nivel económico, etc. desaparecen.

 

3:12 Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, -- Ahora Pablo describe el vestido (el uniforme) del santo:

          -- de entrañable misericordia, -- splagchna oiktirmou, corazón de compasión, Mat. 5:7; 18:23-35; Luc. 6:36; 10:33, 37; Sant. 2:13. Las virtudes de los versículos 12-15 son la contraparte de los males de los versículos 8, 9.

          -- de benignidad, -- chrestotes. 2 Cor. 6:6; Esta es otra característica de Dios ("él es be­nigno para con los ingratos y malos", Luc. 6:35). La benignidad de Dios ha sido manifes­tada en el evangelio de Cristo (Tito 3:4-7). Su benignidad se demostró al dar a su Hijo para salvarnos; Efes. 2:7, "para mostrar en los sig­los venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad (chrestotes) para con nosotros en Cristo Jesús".

          Por eso, la benignidad de Dios nos guía al arrepentimiento. "¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longa­nimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?" (Rom. 2:4). Un pen­samiento semejante se encuentra en 1 Pedro 2:1-3 ("si es que habéis gustado la benignidad del Señor" debéis desechar toda malicia, todo engaño, etcétera). "Vestíos ... de benignidad" (Col. 3:12) para ser como Dios. "Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efes. 4:32), porque de otro modo se pierde la salvación. Es muy importante (necesario) que hayamos sido bautizados y que asistamos a los servicios para participar de la mesa del Señor, etc., pero si no somos benig­nos como Dios y si no perdonamos a otros, entonces Dios no nos perdonará (Mat. 6:14, 15). "Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo; porque El es benigno para con los ingratos y malos" (Luc. 6:35).

          Al describir como las ramas naturales (los judíos incrédulos) fueron desgajadas Pablo dice, "Mira, pues, la bondad (benignidad, chrestotes) y la severi­dad de Dios; la severidad ciertamente para con los que cayeron, pero la bondad para contigo (el gentil obediente), si permaneces en esa bondad; pues de otra manera tú también serás cortado" (Rom. 11:22). No conviene, pues, abusar de la benignidad de Dios.

          Este fruto del Espíritu debe manifestarse en nuestra predicación del evangelio (2 Tim. 2:24-26), pero muchos tienen un concepto erró­neo de la benignidad porque creen que no son benignos los que condenan el error, y mayormente cuando sostienen discusiones públicas (debates) para defender la verdad y exponer el error. Pablo es un ejemplo bueno de la benignidad pero léanse Rom. 16:17; Fil. 1:16, 27; 2 Tim. 4:2-4; compárense Judas 3; 2 Jn. 9-11. ¿Dejó de ser benigno nuestro Señor cuando denunció la hipocresía de los fariseos y escribas? (Mat. 23). La benignidad no sig­nifica la tolerancia del pecado y error.

          La palabra chrestos (el adjetivo) aparece en Mat. 11:30, "porque mi yugo es fácil (chrestos), y ligera mi carga". El yugo de Cristo es benigno porque se acomoda bien a nosotros. Es muy cruel poner sobre el cuello del animal un yugo que no le quede bien, que esté mal ajustado y, por eso, le irrite y moleste. Así es el yugo del pecado, pero nadie debe quejarse del yugo de Cristo porque es fácil y benigno.

          La palabra, bondad (agathosune) es sinónimo de benignidad. Esta palabra se encuentra en solamente cuatro pasajes: Rom. 15:14 "lleno de bondad"; Gál. 5:22, "paciencia, benignidad, bondad, fe"; Efes. 5:9, "el fruto del espíritu es en toda bondad, justicia y verdad"; 2 Tes. 2:17. Algunos piensan que agathosune es la manifestación práctica de chrestotes. Tal vez generosidad sea buen sinónimo. Lenski cree que la traducción más correcta es beneficencia.

          -- de humildad (la humildad sincera en lugar de la humildad fingida del ascetismo), -- Esta cualidad era aborrecida por los paganos, pues para ellos indicaba flaqueza, pero Jesús dice, "el que se humilla será enaltecido" (Luc. 18:14). Pablo dice, "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo" (Fil. 2:3).

          La palabra "humilde" significa "que se rebaja volun­tariamente" (Larousse). Si esto describe nuestro carácter, ya hemos dado el primer paso importante para efectuar buenas relaciones con los hermanos. "No tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura ... No seáis sabios en vuestra propia opinión" (Rom. 12:3,16). "Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, a sí mismo se en­gaña" (Gál. 6:3). También, y muy rela­cionado a esto, cada miembro del cuerpo de Cristo debe ser manso ("suave, apaci­ble", Larousse).

          -- mansedumbre, -- prautes. Jesús dice, "soy manso y humilde" (Mat. 11:29; véase Mat. 21:5; 2 Cor. 10:1). "Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres que había sobre la tierra" (Núm. 12:3). En cuanto a nuestra relación con Dios la mansedumbre significa sumisión (Sant. 1:21, "recibid con mansedumbre la palabra"); en cuanto a nuestra relación con el hombre la mansedumbre significa fuerza y gentileza. Es lo opuesto de "enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones" (ver. 20), como tam­bién de la arrogancia.

          "Restauradle con espíritu de mansedum­bre" (Gál. 6:1); los que no tienen el espíritu de mansedumbre hacen más mal que bien cuando intentan restaurar. "Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino ama­ble para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen" (2 Tim. 2:24, 25). "Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre" (1 Ped. 3:15). "¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre" (Sant. 3:13).

          La mansedumbre está  asociada con el amor (1 Cor. 4:21) y con la humildad (Mat. 11:29; Efes. 4:2; Col. 3:12). "Que a nadie di­famen, que no sean pendencieros, sino ama­bles, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres" (Tito 3:2). Aquí la manse­dumbre se pone en contraste con pendenciero.

          Estas palabras no deben confundirse, pues, con conceptos de debilidad. Una persona débil no es mansa, porque la palabra mansedumbre se usa para describir personas fuertes que también son tiernas. Pablo, un hombre espiritualmente fuerte, demostró su mansedumbre cuando dijo, "fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos ... como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros" (1 Tes. 2:7,11). ¿Quién se atrevería a acusar a Pablo de ser un hombre débil y tímido?

          No hay ningún conflicto entre las pala­bras humildad y mansedumbre y los mandamientos que requieren el reprender y redargüir, etc., porque es­tos son actos de amor. Recuérdese siem­pre que Cristo y Moisés eran muy mansos, aunque condenaron toda re­belión contra Dios.

          -- de paciencia (longanimidad, VM, makrothumia, palabra compuesta de largo + temperamento; por eso, largura de ánimo). En las versiones más comunes makrothumia no siempre se traduce longanimidad, tal vez porque esta palabra no es tan común y cono­cida como paciencia, pero aparecen las dos en Col. 1:11, "fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia (hupomonen) y longa­nimidad" (también aparecen juntas en Sant. 5:10 (makrothumia), 11 (hupomonen); 2 Cor. 6:4, 6; 2 Tim. 3:10. Según Trench (Synonyms) hupomone significa "permanecer debajo de dificultades sin sucumbir, mientras que makrothumia es la dilatada resistencia que no busca tomar represalias" (citado por ATR). Según Larousse, longanimidad sig­nifica "grandeza de ánimo". La palabra longánimo significa magnánimo, generoso. Esta palabra bíblica des­cribe la disposición de no perder la pa­ciencia con otros aunque sean "difíciles de soportar" (1 Ped. 2:18). El hermano longá­nimo no tolera el pecado y el error (Rom. 16:17; 1 Cor. 5), pero alienta a los de poco ánimo, sostiene a los débiles y es paciente para con todos (1 Tes. 5:14). "El amor es sufrido, es benigno ... Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta" (1 Cor. 13:4-7).

          La longanimidad es la base de la humildad y es necesaria para perdonar, y es necesaria para que no se interrumpa la comunión entre hermanos. "Con larga paciencia se aplaca el príncipe" (Prov. 25:15); "Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se en­señorea de su espíritu, que el que toma una ciudad" (Prov. 16:32).

          "Y tened entendido que la paciencia (makrothumia) de nuestro Señor es para sal­vación" (2 Ped. 3:15). "El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tar­danza, sino que es paciente (makrothumia) para con nosotros, no queriendo que ninguna perezca, sino que todos procedan al arrepen­timiento" (2 Ped. 3:9). "¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al mal­vado;" (Ex. 34:6, 7). "Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia" (Neh. 9:17; véanse también Sal. 103:8; 86:15; 145:8). Jonás sabía esto y, por eso, huyó y no quería predicar a los de Nínive (Jonás 4:2).

          La longanimi­dad es indispensable para que haya buena relación entre hermanos en Cristo porque, con la excepción de Heb. 6:15, parece que makrothumia siempre expresa paciencia ante personas hostiles. "Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia (longanimidad) los unos a los otros en amor" (Efes. 4:2). Este es el uniforme del cristiano; debe vestirse de estas cualidades de carácter.

          Los evangelistas que agradan a Dios predican en pase makrothumia, con toda longanimidad (2 Tim. 4:2). Algunos tienen mecha corta y con poca provocación hay ex­plosión. El iracundo no debe ser escogido por la congregación para ser uno de los obispos (Tito 1:7), pero tampoco debe ser invitado a predicar.

          Todo cristiano debe ser paciente (makrothumeo) como el labrador que espera el fruto de la tierra, aguardando con pacien­cia (makrothumeo) hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía (Sant. 5:7; y otra vez en los vers. 8 y 10).

 

3:13 soportándoos unos a otros, -- "Soportándoos con paciencia ... Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efes. 4:2, 32); El cristiano debe soportar "a los difíciles de soportar" (1 Ped. 2:18) pero, al mismo tiempo, se debe agregar que cada miembro debe examinar su vida y si alguno es uno de los "difíciles de soportar", debe arrepentirse. El amor bíblico se describe en 1 Cor. 13:4-7: es sufrido, es benigno, no tiene en­vidia, no es jactancioso, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor "no se irrita", sino que soporta con paciencia.

          Nunca faltarán entre hermanos diferen­cias y des­acuerdos de alguna clase. Hay gran diver­sidad de preferencias persona­les y opi­niones entre hermanos que no deben in­terrumpir la comunión. Si hay humildad en lugar de orgullo, y si hay mansedumbre en lugar de despotismo, tales diferencias no serán la causa de problemas. Nos soportaremos con paciencia si hay amor bíblico.

          Lamentablemente algunos hermanos no se soportan los unos a los otros, sino que se quejan los unos contra los otros: "Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta" (Sant. 5:9).

          -- y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. -- El soportar a los hermanos no significa soportar pecados y descuidar la disciplina (Mat. 18:15-17; Rom. 16:17; 1 Cor. 5; 2 Tes. 3:6, 14), pero el hermano arrepentido debe ser perdonado (2 Cor. 2:6).

          Pero "fuisteis llamados en un solo cuerpo" (3:15) y, por eso, lo que afecta a nuestro hermano también afecta a nosotros. "Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros" (Efes. 4:25); es decir, si somos miembros los unos de los otros, lo que hacemos al otro, nos lo hacemos a nosotros mismos. En un sentido, pues, si perdonamos a otros miembros del cuerpo, nos perdonamos a nosotros mismos. Lamentablemente, algunos santos no se convencen de la importancia de perdonar.

          -- De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. -- Recordemos que la necesidad más grande de cada uno de nosotros es el perdón de Dios. El promete perdonarnos si nos arrepentimos y somos bautizados (Hech. 2:38), pero otro requisito es que perdonemos a otros. "Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas" (Mat. 6:14, 15; 18:23-35; Sant. 2:13).

          Reconciliarte con tu hermano antes de adorar a Dios. "Si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda" (Mat. 5:23, 24). "Si tu hermano peca contra ti, y repréndele estando tú y él solos" (Mat. 18:15); es decir, si alguno ofende a su hermano o si su hermano le ofende a él, Jesús dice a cada uno de ellos: anda tú, tú. Tanto el ofendido como el ofensor deben buscar la reconciliación. "Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale" (Luc. 17:3). ¡Sin duda esta es una de las fallas más grandes de los santos! Cuando algún hermano se ofende, se lo cuenta a todo el mundo menos a la persona que le ofendió. Muchos son muy rebeldes contra este mandamiento. Están muy dispuestos a ser bautizados y a asistir a las reuniones, etc., pero les faltan la humildad y el valor para obedecer el mandamiento de Cristo de ir con el hermano para buscar la reconciliación. Cada uno dice, "él o ella sabe donde vivo yo", pero Jesús dice, "anda" y "vé" tú. Si existe una pared de separación entre dos hermanos, los dos deben hacer todo lo posible por derrumbarla, porque una pared de separación entre dos hermanos bien puede ser una pared de separación entre ellos y Dios.

          Para recibir el perdón es necesario que el culpable se humille (venciendo el orgullo) y que reconozca su falta, siguiendo el ejemplo del hijo pródigo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti" (Luc. 15:21). Con respecto a su pecado David dijo, "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día ... Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado" (Sal. 32:3-5; véase también Sal. 51). "El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia" (Prov. 28:13).

          No podemos perdonar al culpable hasta que se arrepienta, pero debemos estar muy dispuestos a perdonar. La benignidad de Dios nos "guía al arrepentimiento" (Rom. 2:8; 2 Ped. 3:9; Isa. 1:18), y la misma cualidad en nosotros bien puede producir el arrepentimiento en otros, pero si guardamos rencor y buscamos la manera de "arreglar cuentas", ¿hasta cuándo se va a arrepentir?

          Algunos dicen, Te perdono pero no olvido. ¿Queremos que Dios diga lo mismo de nosotros? ¿Es esta la actitud de Dios cuando El nos perdona? "Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones" (Sal. 103:12); "Echaste tras tus espaldas todos mis pecados" (Isa. 38:17); "Sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miq. 7:19); "Nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades" (Heb. 8:12). Los que no quieren perdonar siguen alimentando y satisfaciendo sus sentimientos carnales (Gál. 5:16). Repetidas veces los santos (congregaciones enteras) han mostrado que no son guiados por el Nuevo Testamento, sino por los sentimientos carnales.

          Los paganos despreciaban a los humildes y mansos y a los que perdonaban, pues pensaban que solamente los débiles eran humildes y mansos y perdonaban a otros. Parece que algunos santos están de acuerdo con ellos.

          Será fácil soportar al hermano -- por desagradable que sea -- si siempre recordamos lo que Jesús ha tenido y tiene que soportar de nosotros. "Cristo ... tuvo causa de queja infinitamente mayor contra nosotros" (JFB). Cuando el hermano se arrepiente de su pecado, debemos perdonarlo (2 Cor. 2:6). ¿Cuántas veces? Mat. 18:22. ¿Cuántas veces pedimos perdón a Dios? ¿Cuántas veces nos ha perdonado?

          Cristo nos ha dejado el ejemplo de mostrar la compasión hacia todos (Mat. 9:36; 14:14; 15:32; 20:34);

 

3:14 Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, (Rom. 13:10; 1 Cor. 13; Efes. 5:2) que es el vínculo (o, lazo, margen de LBLA) perfecto (de la unidad, LBLA; margen, Lit., de la perfección que une). -- El amor es el vínculo que une a los santos, pues sin el amor la unidad sería imposible. "Estas virtudes son manifestaciones del amor, pero es concebible que se exhiban donde el amor esté ausente" (ASP). El amor (agapen) no es la expresión de los sentimientos o emociones, sino de la voluntad. "El amor cristiano, sea que se ejercite hacia los hermanos, o hacia hombres en general, no es un impulso que provenga de los sentimientos, no siempre concuerda con la general inclinación de los sentimientos, ni se derrama sólo sobre aquellos con los que se descubre una cierta afinidad. El amor busca el bien de todos, Ro 15:2; y no busca el mal de nadie, 13:8-10; el amor busca la oportu­nidad de hacer el bien a 'todos, y mayor­mente a los de la familia de la fe'. Gá 6:10" (WEV). "El significado de agape es benevo­lencia inconquistable, buena voluntad que no se vence. Agape es el espíritu en el corazón que nunca buscará otra cosa sino el bien máximo de sus semejantes. No importa cómo sus semejantes lo traten; ... no importa la acti­tud de ellos hacia él, éste nunca buscará otra cosa sino el bien máximo de ellos". (WB).

          Los filósofos griegos enseñaban que el amor era solamente para aquellos que lo merecían, -- y parece que mucha gente está de acuerdo con ellos -- pero Jesús nos enseña que debemos amar a los no amables. El cristiano ama a los que no  merecen su amor, Mat. 5:44-48; Rom. 5:8. Dice Cristo, "En esto cono­cerán todos que sois mis discípulos, si tu­viereis amor los unos con los otros" (Jn. 13:35). "Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto" (Col. 3:14). No solamente Pablo sino también Juan (1 Jn. 3:14; 4:8, 19) y Pedro (1 Ped. 4:8) dan priori­dad a esta gracia. "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor" (1 Jn. 4:8). Por eso, es indispensable que los santos posean el amor verdadero para ser "participantes de la naturaleza divina" (2 Ped. 1:4).

          El amor de Dios nos disciplina (Heb. 12:4-11); el amor de los padres disciplina (Efes. 6:4); y el amor de los santos disciplina (1 Cor. 5:5). Después de todas las exhortaciones y amo­nestaciones de la primera carta a los corin­tios, el apóstol Pablo la termina con estas palabras: "Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén" (1 Cor. 16:24). Pablo amaba a las iglesias "con el entrañable amor de Jesucristo" (Fil. 1:8).

          Por amar a Dios y a la verdad y por amar las almas de los gálatas, Pablo escribió Gál. 1:6-9. Los carnales dirán que ese texto no refleja amor, benignidad y paciencia, pero el proclamar el evangelio puro y condenar el error son actos de amor. Hay una diferencia signi­ficativa entre el contender por la fe y contender por celos, etc., que son obras de la carne.

 

3:15 Y la paz (eirene) de Dios (Cristo, LBLA, VM, la paz que Cristo da) -- En esta carta Pablo exalta a Cristo; compárese 3:16, La palabra de Cristo. "La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da ... Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo" (Jn. 14:27; 16:33); "Y el Dios de esperanza os llene de gozo y paz en el creer" (Rom. 15:13). "Gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno" (Rom. 2:10). "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Rom. 5:1). Esto significa que ahora Dios nos acepta (habiéndonos perdonado) y sostenemos una relación buena con El. Por eso, el evangelio se llama "el evangelio de la paz" (Hech. 10:36). El que predica y enseña este evange­lio de la paz es "pacificador" (Mat. 5:9).

          -- gobierne (reine, LBLA) en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; -- Al tomar decisiones siempre escojamos lo que no estorbe la paz con Cristo y, por consiguiente, la paz en el alma y la paz con los hermanos. Los que tienen paz con Dios y paz en el alma también ten­drán paz los unos con los otros. "Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edifi­cación" (Rom. 14:19; dando preferencia a otros, Gén. 13:9; y aun sufrir el agravio, 1 Cor. 6:7); "Tened paz entre vosotros" (1 Tes. 5:13). También en cuanto sea posible tendrán paz con todos (Rom. 12:18; Heb. 12:14; 1 Ped. 3:10, 11). Sin embargo, el "Príncipe de paz" (Isa. 9:6) dijo, "No penséis que he venido para traer paz a la tierra, no he venido para traer paz, sino espada" y luego habla de con­flictos entre parientes por causa del evangelio (Mat. 10:34-38).

          Cristo quitó la pared intermedia (la ley de Moisés) que había separado a los judíos de los gentiles (Efes. 2:14-17), "haciendo la paz".

          Al decir, "Solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efes. 4:3), Pablo explicó la base de la verdadera paz y unidad: un cuerpo, un Espíritu, una espe­ranza, un Señor, una fe, un bautismo, un Padre (Efes. 4:4-6). La paz es la cadena de oro que une las siete unidades. Si no hay paz, no hay unidad. En otras palabras, pode­mos creer en un solo Dios, un solo Señor, un solo Espíritu Santo, una misma fe, un mismo bautismo, una misma espe­ranza, y ser miembros de un mismo cuerpo, pero si esta unidad no se guarda en el vínculo de la paz, no vale nada.

          Se puede afirmar con toda confianza que la mayoría de los hermanos creen que todo está bien con tal que prediquemos es­tas siete unidades. Creen que con esto somos la única verdadera iglesia de Cristo, y que esto es la garantía de la salvación. Al parecer se supone que si se predica la paz, estamos bien, pero si no guardamos estas siete unidades en el vínculo de la paz, no estamos bien con Dios. Este asunto debe causar grandes preocupaciones en los corazones de todos los miembros de la iglesia, y mayormente en los de los evan­gelistas, pero parece que existe la idea de que la "paz" es secundaria, que no se puede comparar con la predicación de las siete unidades.

          "Busque la paz, y sígala", (1 Ped. 3:11).

          -- y sed agradecidos. -- 1:3, 12; 2:7; 3:17; "Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias" (4:2); "dando siempre gracias por todo al Dios y Padre" (Efes. 5:20; Fil. 1:3, 12-21; Filemón 4) a través de oraciones y cantos (3:16). El pueblo de Dios es un pueblo agradecido.

          Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por sus atributos y perfecciones: es eterno, inmutable, omnipotente, omnisciente, omnipresente, perfecto en amor, en justicia, en misericordia y en fidelidad. ¡Siempre alabemos a Dios! Sal. 100:4; 147:12; 1 Crón. 29:13. Bajo la ley de Moisés el pueblo ofrecía el "sacrificio de paz en acción de gracias" (Lev. 7:15), y ahora su pueblo ofrece "sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre" (Heb. 13:15). Véanse también Apoc. 4:9; 7:11, 12.

          Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por su gracia hacia nosotros en proveernos un Salvador, Jesucristo. 1 Cor. 1:4; 15:57; Tito 2:11. Debemos ser agradecidos por haber obedecido al evangelio (Rom. 6:17, 18), y ahora debemos dejar todas las "palabras deshonestas ... que no convienen"; más bien, ahora debe haber muchas acciones de gracias" (Efes. 5:4). Seamos "arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe ... abundando en acciones de gracias" (Col. 2:7). "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias" (Fil. 4:6).

          Debemos ser agradecidos y alabar a Dios por toda bendición espiritual en Cristo (Efes. 1:3): la redención, el perdón, la reconciliación, el privilegio de orar, de cantar, de ofrendar, de ofrecer el cuerpo en sacrifico vivo, etc. Cada primer día de la semana debemos dar gracias por el pan sin levadura y la copa para conmemorar el cuerpo y sangre de Cristo (Mat. 26:26, 27). Obsérvese que Jesús bendijo el pan y dio gracias por la copa. A veces en lugar de dar gracias por el pan o la copa algún hermano dirá, "Bendice este pan" o "bendice esta copa", pero al dar gracias a Dios nosotros mismos bendecimos el pan y la copa. "La copa de bendición que bendecimos" (1 Cor. 10:16). ¡No dejemos de dar gracias por el pan y la copa!

          Debemos ser agradecidos por las Escrituras (2 Tim. 3:16, 17; 2 Ped. 1:3; Judas 3).

          Debemos ser agradecidos por las iglesias fieles. Rom. 1:8; Fil. 1:3; 1 Tes. 3:9; 2 Tes. 1:3. Debemos ser muy agradecidos por la congregación de la cual somos miembros, como también por las otras iglesias fieles del área donde vivimos.

          "¿Qué pagaré a Jehová por todos sus beneficios para conmigo?" (Sal. 116:12). "El es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas" (Hech. 17:25): el alimento, la ropa, el techo y toda provisión necesaria. "Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación" (Sant. 1:17). No hablemos nunca de "buena suerte", sino de la providencia de Dios. Los que dan gracias a sus "estrellas de buena suerte" no ponen su confianza en el Creador sino en la creación (Rom. 1:25). Antes de comer debemos dar gracias por los alimentos (Mat. 14:19; Jn. 6:11). "Y habiendo dicho esto, tomó el pan y dio gracias a Dios en presencia de todos (los marineros, soldados y otros en la nave), y partiéndolo, comenzó a comer" (Hech. 27:35). No tengamos vergüenza, pues, de dar gracias a Dios por los alimentos que comemos en un restaurante u otro lugar público.

          Debemos ser agradecidos por el empleo o el negocio, pues por este medio Dios pone pan sobre la mesa para nosotros. Deut. 8:17, 18.

          Debemos ser agradecidos por nuestra familia. 1 Tim. 5:4; Efes. 6:1-3; Tito 2:3-5. Los esposos deben dar gracias a Dios los unos por los otros.

          Dios aborrece la ingratitud. "Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias" (Rom. 1:21). "Habrá hombres ... ingratos" (2 Tim. 3:2). Recuérdese Gén. 40:14, 23; cuando en la cárcel José interpretó el sueño del jefe de los coperos, explicándole que sería restaurado a su puesto, le dijo, "Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa ... Y el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que le olvidó". También cuando Jesús limpió a los diez leprosos, "Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y éste era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios, sino este extranjero?" (Luc. 17:12-18). En el vasto mundo no hay pecado más feo que la ingratitud.

 

3:16 La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, -- "Que more en vosotros, no como un huésped que pasa un día o dos allí, sino como un habitante de la casa que jamás sale de ella" (Lutero, citado por B-S). La palabra de Cristo "debe gobernar todo pensamiento, palabra, y hecho" (GH). "El que tiene oídos, oiga" (Mat. 13:9); "estáis llenos de ... todo conocimiento" (Rom. 15:14); "En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti" (Sal. 119:11); "asidos de la palabra de vida" (Fil. 2:16); "usa bien la palabra de verdad" (2 Tim. 2:15).

          Esta exhortación equivale a "sed llenos del Espíritu Santo" (Efes. 5:18). Son textos paralelos. Es imposible ser llenos del Espíritu Santo si la palabra de Cristo no mora en abundancia en nosotros.

          -- enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia (con acción de gracias, LBLA) en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales -- "Hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones" (Efes. 5:19). El cantar es hablar un mensaje, dar una enseñanza o exhortación, con melodía.

          Es correcto "dar lo mejor al Maestro" y, por eso, son importantes la melodía, el compás, etc., pero es necesario siempre recordar que el can­tar no es para divertirnos. No conviene enfatizar lo precioso de la melodía, ni la belleza de las voces y su capacidad para cantar las notas más altas o las más bajas. ¿Por qué tienen muchas iglesias un coro? ¿Quiénes lo componen? Desde luego, los que cantan mejor en el sentido de agradar a los oyentes. Es muy obvio que el propósito del coro -- al igual que el propósito de los instrumentos de música en el culto -- es para divertir a la gente. Tales cosas no agradan a Dios sino a la gente carnal.

          El cantar himnos no es una mera formalidad o ceremonia, sino que es un acto de adoración; los cantos son mensajes importantes que alaban a Dios y edifican a la iglesia. Hay mucha enseñanza, exhortación y aliento en los himnos que cantamos. Hay alimento rico en el servicio de cantos. Dios no quiere el culto voluntario (culto basado en los mandamientos de los hombres, 2:20-23), sino el culto espiritual (p. ej., oraciones, cánticos espirituales).

          Por eso, el cantar no debe servir como un timbre o campana para empezar el culto. Muchos hermanos tienen el vicio de llegar tarde al culto y no participar en el primer canto (o en los primeros cantos). Algunos entran durante esta parte del culto e interrumpen la adoración de otros. (Los que por cualquier causa lleguen tarde deben esperar en la entrada hasta que termine el canto o la oración; si llegan durante el sermón, deben ocupar los asientos de atrás, para causar menos estorbo.)

          Al cantar al Señor le ofrecemos el "fruto de labios", pero si nuestro servicio no viene del corazón El no lo acepta. "En espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn. 4.24). "Habéis obedecido de corazón" (Rom. 6:17) para obtener el perdón de pecados, y es necesario seguir obedeciendo y sirviendo a Dios de corazón. Debemos siempre acercarnos a Dios "con corazón sincero" (Heb. 10:22). Por lo tanto, al cantar himnos a Dios, si lo que decimos con los labios no es la convicción, el sentimiento, el deseo o el gozo del corazón, entonces nuestro servicio de cantos no es aceptable. Esto es comparable al participar indignamente de la cena del Señor; es decir, se participa con los labios (comiendo el pan y bebiendo la copa), pero no se discierne el cuerpo del Señor y, por esa causa, "juicio come y bebe para sí" (1 Cor. 11:29).

          Jesús y los apóstoles cantaron: "Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos" (Mat. 26:30). Cuando el carcelero metió a Pablo y Silas "en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo", "a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían" (Hech. 16:25). "Por tanto yo te confesaré entre los gentiles, y cantaré a su nombre" (Rom. 15:9). "¿Qué, pues? ... cantaré con el espíritu (es decir, en una lengua), pero cantaré también con el entendimiento (es decir, con interpretación de la lengua)" (1 Cor. 14:15; véase el v. 16). "En medio de la congregación te alabaré (te cantaré himnos, LBLA)" Heb. 2:12. "¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas" (Sant. 5:13). Santiago no dice, "Cante rock and roll o canciones rancheras", sino alabanzas a Dios.

          "Y cantaban un cántico nuevo delante del trono ... y nadie podía aprender el cántico sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra". (Los 144,000 son todos los redimidos, pues sólo éstos pueden cantar de la redención).

          Al cantar himnos alabamos al Señor (cantando y alabando al Señor en vuestros corazones", Efes. 5:19). "¡Oh padre, eterno Dios! ... ¡Bendito Salvador! ... ¡Espíritu de Dios!"; "A nuestro Padre Dios alcemos nuestra voz, ¡Gloria a él! ... A nuestro Salvador demos con fe loor, ¡Gloria a él! ... Espíritu de Dios, elevo a ti mi voz, ¡Gloria a ti!"; "¡Loor a Ti, mi Dios! Loor a ti"; etc. Alabamos a Dios por su poder, sabiduría, fidelidad, amor, misericordia, justicia, etc.

          Al cantar himnos damos gracias al Señor (3:15, "sed agradecidos"; "dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre del Señor Jesucristo", Efes. 5:20). En los himnos expresamos el gozo que sentimos en el corazón por todos sus favores.         Muchos cantos son expresiones de gratitud a Dios. ¡Qué importante es que los cantemos de corazón! El evangelio cambia el cantar de la gente. Las canciones del mundo son temas de sensualidad y toda forma de carnalidad. Pero los salmos, himnos y cánti­cos espirituales de los cristianos son ex­presiones de gratitud a Dios.

          El cantar es un medio eficaz (poderoso) de hacer que el mensaje de Dios llegue al corazón. Cuando cincuenta o cien (o quinientas) voces se unen para cantar "Estad por Cristo firmes", tiene un impacto fuerte sobre los participantes. Al cantar enseñamos, exhortamos y edificamos, los unos a los otros. Los himnos nos edifican, nos consuelan y nos animan a ser más consagrados al Señor. Al cantar himnos hacemos peticiones a Dios, confesamos pecados y hablamos de la necesidad continua de la ayuda de Dios.    Al cantar himnos estamos expresando emociones, tales como: amor, gratitud, gozo, ánimo, paz, tristeza, contentamiento.

          El "himno de invitación" ("A Jesucristo ven sin tardar"; "¡Cuan tiernamente nos está llamando!") es un medio fuerte de mover el corazón de la persona que esté cerca del reino. Si el mensaje del predicador ha llegado al corazón de algún inconverso, entonces el himno de invitación -- ya anunciado antes del sermón -- bien puede moverle a confesar a Cristo y a ser bautizado; es decir, lo ideal es que haya continuidad de la exhortación entre el sermón y el himno de invitación: el evangelista invita y luego al terminar el mensaje, inmediatamente la iglesia, al ponerse de pie con sus himnarios abiertos al himno de invitación, comienza a cantar "Oh, no rechaces la verdad". Esta práctica ha movido a miles de almas hacia la obediencia. Pero parece que este concepto nunca ha tenido importancia o valor para muchos directores de cantos. La práctica común es que después del sermón, aunque el predicador se haya dedicado fervientemente a invitar a los perdidos, el director de cantos se levanta, toma su tiempo para pasar al frente, anuncia el número del himno, espera hasta que todos hayan encontrado el himno y luego anuncia, "Si lo tienen, vamos a cantarlo." Esto no es nada menos que una distracción innecesaria para el invitado, como si el himno de invitación no tuviera nada que ver con la invitación hecha por el predicador.

          ¿Cuál es la prueba de que la paz de Dios gobierna en nuestros corazones (3:15) y que la palabra de Cristo mora en abundancia en nosotros (3:16)? Si la paz de Dios gobierna en nuestros corazones, y si la palabra de Cristo mora en abundancia en nosotros, (1) se manifestará en la conversación. "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes" (Deut. 6:6, 7); (2) también cantaremos himnos a Dios, no sólo en los servicios, sino también, estando en nuestra casa, andando por el camino (o viajando en el automóvil), al acostarnos y al levantarnos, como también en el trabajo, etc., porque "de la abundancia del corazón la boca habla" (Mat. 12:34).

          ¿Por qué hay tantos músicos que se hacen ricos cantando y grabando canciones? La gente no compra casetes y discos simplemente para escuchar la música, sino también para cantarla. Muchísimas canciones son muy corruptas porque el corazón de la gente es corrupto y, por eso, tales canciones son muy populares.     Así también los cristianos quieren cantar himnos para alabar a Dios y para edificarse a sí mismo y a otros. El cantar himnos es un medio eficaz, un vehículo muy apropiado, para expresar los pensamientos y emociones; por lo tanto, si la paz de Dios gobierna en nuestros corazones, y si la palabra de Cristo mora en abundancia en nosotros, continuamente la boca hablará y cantará de Cristo y las cosas que pertenecen a la salvación. "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos" (2 Cor. 13:5). Aquí está una manera de examinarnos: ¿nos gusta cantar himnos? ¿cuándo? ¿solamente en los servicios de la iglesia? ¿Nos gusta más la canción mundana?

          -- con salmos --    Los salmos (p. ej., los de David) alaban a Dios, exal­tando su nombre, poder, atributos y obras. Los salmos nos instruyen; Jesús y los apóstoles los citaban, para enseñar y para comprobar lo que enseñaban. "Originalmente un salmo era una canción acompañada de un instrumento de cuerdas ... Con el uso la idea de acompañamiento cesó" (MRV).     Algunos de los que usan instrumentos musicales en el culto dicen que la palabra psallontes, traducida "alabando" (Efes. 5:19) significa cantar con instrumentos. "Psalmois, los Salmos en el Antiguo Testamento originalmente con acompañamiento musical" (ATR). Es cierto que bajo el Antiguo Testamento se tocaban instru­mentos con los cantos; y es cierto que en la versión Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento), la palabra psallo se usaba para indicar tanto el tocar como el cantar, pero cuando Pablo escribió estas cartas a los colosenses y efesios, la palabra psalmois ya no significaba "con acompañamiento musical". 

          Este verbo (psallo) se halla en Rom. 15:9 ("cantaré"); 1 Cor. 14:15 ("cantaré") Sant. 5:13 ("cante alabanzas"); y en Efes. 5:19 ("alabando"). No hay ninguna versión que traduzca el verbo psallo como "tocar" en el Nuevo Testamento. Para el siglo primero la palabra psallo ya había per­dido el significado de tocar y cantar, y significó simplemente cantar. Los israeli­tas usaban los instrumentos por el man­damiento de Dios (2 Crón. 29:25), pero no hay tal mandamiento para la iglesia.

          Pablo habla del instrumento con el cual se alaba a Dios en la iglesia: el corazón ("alabando al Señor en vuestros corazones). El signifi­cado radical de la palabra psallo es tañer, y se aplicó a todos los sonidos pro­ducidos por la vibración de las cuerdas de cualquier instrumento. Es muy razonable que se usara, pues, con referencia a la voz humana, que es el sonido que sale de los pulmones y de la boca del hombre, ha­biendo pasado por las cuerdas vocales. "La voz humana es el más complicado, delicado y perfecto instrumento musical conocido por el hombre. Como instrumento musical es la perfección de la obra del Creador, y es capaz de producir combina­ciones y armonía musicales mucho más dulces y variadas que las de cualquier instrumento de fabricación humana, aun más que aquellos inventados por David" (DL).

          Las iglesias evangélicas son muy in­consecuentes. Denuncian las muchas prácticas de la iglesia católica romana que carecen de apoyo bíblico (tales como el rosario, la misa, el quemar incienso, el invocar a María y los "santos", etc.), pero se quedan con los instrumentos de música. Durante los primeros seis siglos no se usa­ron instrumentos de música en la igle­sia. Es otra invención de La Iglesia Católica Romana.

          -- e himnos y cánticos espirituales. -- Los "himnos" dan alabanza a Dios, con acción de gracias y súplicas, expre­sando nuestra dependencia de Dios. Los "cánticos espirituales" dan expre­sión a una gran variedad de temas espirituales, basados en las palabras reve­ladas por el Espíritu Santo. "Dios es Es­píritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Jn. 4:24); por lo tanto, los himnos que canta­mos deben estar en perfecta armonía con la palabra de Dios, expresando pensamientos espirituales, para que en ellos nuestros espíritus puedan tener co­munión con Dios. Debemos ser estrictos en lo que predicamos y enseñamos, y debemos ser estrictos en lo que cantamos. No conviene cantar lo que no podemos enseñar en el púlpito y en las clases. Las iglesias de Cristo que usan himnarios publicados por los sectarios deben rechazar los himnos que enseñen error (p. ej., acerca del Espíritu Santo o el reino).

          El cantar es, pues, un medio efectivo de introducir la palabra de Cristo en el corazón. Hemos de enseñar y exhortar los unos a los otros por medio de himnos, armonizando los pensamientos y sentimientos del corazón con el mensaje del himno. Este es el fin y propósito del servicio de cantos. Que el pensamiento presentado por medio de himnos se lleve al corazón. El instrumento musical no transmite los pensamientos y sentimientos de los himnos al corazón de los que oyen. Más bien distrae y estorba en lugar de ayudar. Dios conoce al hombre y sabía lo que sería mejor para llevar a cabo su propósito; por eso, no autorizó el uso del instrumento mecánico, sino solamente la voz. Los que introducen los instrumentos musicales en el culto rechazan la sabiduría de Dios, y la sustituye con la sabiduría humana (DL).

          -- cantando con gracia en vuestros corazones al Señor -- Es correcto denunciar el uso de instrumentos mecánicos en el culto, pero si nosotros no empleamos el instrumento correcto (el corazón), nuestros cantos tampoco serán aceptables. Al cantar en cada reunión los mis­mos himnos, ¡qué fácil es cantar sin pensar en lo que deci­mos! Es posible y muy fácil cantar muchos himnos sin concentrarnos en la letra. Si cantamos sin meditar en el mensaje del himno para ala­bar de corazón a Dios (como también para exhortarnos los unos a los otros), nuestro servi­cio viene siendo una ceremonia vacía, semejante a las rutinas sectarias.

 

3:17 Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, -- en el culto, en la obra de la iglesia y todo lo que hacéis: trabajar, dormir, comer, viajar, invertir, divertirse, etc., todas las actividades de la vida.

          -- hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, -- Como El dirige, por su autoridad, por y para su honor y gloria. "Buscando su dirección y ayuda, y deseando obrar de modo de ganar su aprobación (Rom. 14:8)" (JFB). Hay otras expresiones que están bien relacionadas con esta ("hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús"): p. ej., lo que "conviene en el Señor" (3:18); lo que "agrada al Señor" (3:20); "hacedlo ... para el Señor" (3:23); "obedeced en el Señor" (Efes. 6:1).

          Al obedecer este mandamiento los colosenses rechazaban la hueca filosofía de los falsos maestros y todos sus mandamientos de hombres (2:8, 17, 22) y al obedecerlo nosotros rechazamos el uso de instrumentos de música en el culto, porque esto no se puede practicar "en el nombre del Señor Jesús". Los que los usan no lo hacen para el honor y gloria de Cristo, sino para satisfacer los deseos carnales del pueblo. También rechazamos las innovaciones introducidas en la iglesia del Señor (p. ej., iglesias patrocinadoras o instituciones de la iglesia de Cristo, por las cuales todas las iglesias pueden centralizar sus fondos para hacer obras de "la iglesia universal" como si fuera una denominación. Esto no se practica "en el nombre del Señor Jesús").

          -- dando gracias a Dios Padre por medio de él. -- Véanse las notas sobre "sed agradecidos", 3:15; 4:2.

          Este versículo (3:17) debe aplicarse también a los siguientes versículos (3:18 - 4:6). De hecho todas las cualidades de la nueva vida en Cristo se necesitan urgentemente en el hogar, como también en el empleo. En el hogar debemos buscar las cosas de arriba, siempre despojándonos del viejo hombre y vistiéndonos del nuevo.

 

3:18 Casadas, estad sujetas a vuestros maridos, como conviene en el Señor. -- Es indispensable que la joven cristiana sea enseñada, con todo énfasis, que si se casa, que se case con algún hombre a quien pueda respetar y a quien pueda sujetarse. "Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia" (Efes. 5:22). La mujer está sujeta al marido porque él es la cabeza de la familia. No puede haber dos cabezas. Muchas mujeres son más inteligentes que sus maridos, pero aun las más inteligentes deben estar sujetas a sus maridos. "Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él" (Gén. 2:18). La esposa que no acepta ser una "ayuda idónea" para su marido se rebela contra Dios. Esta ayuda incluye el apoyo, la aceptación, la admiración, la lealtad. Le ayuda en todo, en lo material y en lo espiritual. Cuando el marido está desanimado y desconfía de sí, ella le anima y le dice "Tú lo puedes hacer; yo sé que puedes, pues tengo mucha confianza en ti". Ella comparte los triunfos y las aflicciones, la alegría y la tristeza de su marido.

          Está sujeta al marido porque para ella él es el más importante hombre en el vasto mundo, más importante que la familia de ella (su padre, sus hermanos). Significa que ella está conforme con su empleo y su sueldo, sin quejarse ni empujarlo a que sea como otros.

          Este servidor ha tenido la dicha de participar en la obra hispana de manera limitada por más de cincuenta años, pero sin el apoyo de mi amada esposa, mi participación hubiera sido muy limitada.

          Prov. 31:10-31 describe la mujer virtuosa. "El corazón de su marido está en ella confiado ... Le da ella bien y no mal todos los días de su vida ... Considera los caminos de su casa, y no come el pan de balde. Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; y su marido también la alaba".

          En lugar de quejarse, la fiel esposa anima a su marido, le ayuda y le dice (y le muestra) que tiene mucho aprecio por él. No lo desprecia, sino que es siempre amable y cariñosa. "Las ancianas ... enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa (hacendosas en el hogar, LBLA), buenas (amables, LBLA), sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada" (Tito 2:3-5). "Quiero, pues, que las viudas jóvenes se casen, críen hijos, gobiernen su casa; que no den al adversario ninguna ocasión de maledicencia" (1 Tim. 5:14). La mujer que está sujeta a su marido y da pruebas de que  ama a su hogar. Prepara la comida con diligencia para que sea sabrosa y que agrade a su marido en vez de ofrecerle holocaustos. Lava y plancha la ropa y no descuida el aseo. Además, por lo mucho que trabaje no descuida su persona. Y debe ser feliz. Si ella acepta el papel que Dios le dio como ayuda idónea, como esposa y madre, como ama de casa, será mujer feliz. No es imposible que la mujer haga el trabajo que le corresponde como esposa y madre, pero tiene que practicar el dominio propio. Tiene que resistir la tentación de siempre estar durmiendo, leyendo revistas, viendo la televisión, o pasando largos ratos hablando por teléfono, etc. Como el marido tiene que dedicarse a su trabajo, así también ella. Aunque le guste la costura y quiera hacer vestidos bonitos, no puede dedicarse a la costura cuando debe estar lavando y planchando ropa o cuando debe estar en la cocina preparando la comida o lavando platos.

          La casa que Dios nos ha dado es nuestro palacio, nuestro castillo. El hombre debe trabajar todo el día, ganándose la vida con el sudor de su rostro y luego regresar a su reina en su palacio bien aseado y arreglado. Después de bañarse debe disfrutar de una cena sabrosa preparada con mucho amor, y gozar de una conversación placentera con su familia que lo aprecia. Pero muchas veces lo que pasa es que el hombre llega del trabajo y su esposa inmediatamente comienza a contarle todos los problemas del día, o le recuerda de lo que él debe hacer en la casa.

          Las feministas son mujeres infelices y amargadas, porque no aceptan el papel divino de la mujer. Creen que los hombres deben estar sujetos a ellas, que el hombre debe llevar a cabo la dirección de la mujer, en vez de que la mujer lleve a cabo la dirección del marido.

          La mujer que está sujeta al marido le dice (como Rut dijo a Noemí), "a dondequiera que tú fueres, iré yo, y dondequiera que vivieres, viviré ... Donde tú murieres, moriré yo, y allí seré sepultada; así me haga Jehová, y aun me añada, que sólo la muerte hará separación entre" nosotros dos (Rut 1:16, 17). No está sujeta a su marido la mujer que dice, "Si tú quieres cambiarte a otro pueblo (estado, país), te cambias, pero aquí me quedo".

          Uno de los peligros más grandes para la esposa es el trabajo fuera de la casa, asociándose a diario con hombres, y estando sujeta al patrón o mayordomo. En este arreglo tiene que estar sujeta a dos "patrones".

          La sujeción de la mujer no tiene nada que ver con el servilismo; por el contrario, el evangelio elevó a la mujer a un nivel de mucho respeto y honor. Encontramos muy importantes enseñanzas de Jesús en su conversación con ciertas mujeres (p. ej., Jn. 4:5-26; 11:21-27), y todo el Nuevo Testamento da honor a las hermanas fieles (p. ej., Hech. 9:36-39; Rom. 16:1, 2). La palabra sujeta no significa inferior.

          La sujeción de la mujer es parte integral del orden de Dios para el hogar, y el hogar que no respeta el orden divino está fuera de orden; en tal hogar hay desorden. Es importante que la mujer aprenda esta en­señanza antes de casarse. No debe casarse con algún hombre a quién no pueda suje­tarse, porque después de casarse, es muy tarde para decidir que no puede vivir en sujeción al marido. Hay muchísimas mujeres modernas que han eliminado la palabra obedecer de los votos matrimoniales. Algunos citan Gál. 3:28 como prueba de la igualdad de la mujer, pero en este texto Pablo enseña que todos son igualmente herederos de la promesa de la salvación. No hay conflicto alguno entre estos dos textos.

          La sujeción de las casadas a sus maridos es lo que conviene en el Señor. La mujer debe es­tar sujeta porque el Señor lo requiere. Debe pensar en lo que El quiere, y suje­tarse a su marido para cumplir con la voluntad del Señor. Ella tiene que obedecer al Señor primero, antes que al marido. ¡Qué bendi­ción tan grande cuando la voluntad del marido coincide con la del Señor! Y ¡qué fácil es que la mujer cristiana se sujete a tal marido! Las casadas deben sujetarse a sus maridos para que éstos las amen; y los maridos deben amar a sus mujeres, para que éstas se sujeten a ellos. De la misma manera las hermanas deben reconocer la autoridad de sus maridos. La hermana que reconoce que Cristo es la cabeza de la iglesia debe entender también que el marido es la cabeza de la familia. Esto significa que ella no debe tomar las riendas para dirigir la familia. Hay hermanas que pueden ver claramente que la insubordinación a Cristo es pecado, pero no pueden ver que la insubordinación de la mujer a su marido es pecado, pero la mujer que no está su­jeta a su marido tampoco está sujeta a Cristo.

          Además, la hermana en Cristo debe sujetarse al marido incrédulo (1 Ped. 3:1-4), con tal que no haya conflicto entre la voluntad del marido y la voluntad de Dios (Hech. 5:29 "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres"). Si el marido dice que su esposa no puede bau­tizarse o que no puede asistir a las reu­niones de la iglesia, está en conflicto con Dios, y su esposa debe obedecer a Dios y no al marido.

          "Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone ... Pero si el incrédulo se separa, sepárese; pues no está el her­mano o la hermana sujeto a servidumbre en semejante caso, sino que a paz nos llamó Dios" (1 Cor. 7:13, 15). La esposa que es cristiana fue comprada por Cristo (1 Cor. 6:19, 20) y pertenece a El. "Por precio fuisteis com­prados; no os hagáis esclavos de los hom­bres" (1 Cor. 7:23). Si el marido incrédulo no consiente en vivir con la creyente y se separa, la hermana debe recordar que ella no está sujeta a servidumbre en semejante caso; es decir, ella es esclava del Señor Jesús, y no de su "señor terrenal" (su marido) y, por lo tanto, no debe dejar de asistir a las reuniones de la iglesia para complacer al marido, pues esto sería abandonar la fe.

          En este caso si el marido incrédulo opta por abandonar a su esposa cristiana, ¿puede ella volver a casarse? De ninguna manera. Pablo dice que la hermana no está sujeta a servidumbre, pero el matrimonio nunca se llama servidumbre. La palabra ligar (deo) que Pablo usa con respecto al ma­trimonio (1 Cor. 7:27, 39; Rom. 7:2, 3) no se usa en 1 Cor. 7:12-15; en este texto Pablo usa la palabra común que se refiere a la esclavitud. La cristiana no es esclava de su marido, sea creyente o incrédulo, porque es esclava de Cristo, pero si él se separa, la hermana debe quedarse sin casar o reconciliarse con su marido.

          Muchas hermanas han ganado a sus maridos inconversos por su "conducta casta y respetuosa", y su "espíritu afable y apacible" (1 Ped. 3:1-4), pero un espíritu rebelde y amargado no los convertirá. Las mujeres amargadas, llenas de resentimientos, causan miseria para sí mismas y para sus familias (véanse Prov. 19:13; 21:19). La mujer rencillosa es la que critica y regaña a su marido y sus hi­jos, y se queja constantemente del trabajo que tiene que hacer atendiendo a su fa­milia, y de los problemas de la vida.

          Las "feministas" son enemigas no sólo de los hombres, sino también de las mujeres (de sí mismas). Tienen espíritu de rebelión contra Dios, y no quieren aceptar el papel que Dios ha dado a la mujer, pero todo arreglo de Dios es perfecto, y es para la felicidad de todos. La mujer halla el bien máximo desempeñando su papel domés­tico (1 Tim. 2:15). El hogar es su palacio, y aunque muchas mujeres no lo quieran admitir, es el sitio donde se asienta su felicidad.

          Hay mujeres que tienen más edu­cación formal que sus maridos, y aun pueden ga­nar más dinero que sus maridos. Pero esto no les da el derecho de cambiar el orden de Dios. La mujer muy educada y de grandes capacidades debe usar su inteligencia casándose con algún hombre a quien pueda respetar como su cabeza. Porque no es nada inteligente la mujer que no acepte el pa­pel de la mujer asignado por Dios. Sant. 3:13 dice, "¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedum­bre".

          "Porque el varón no procede de la mu­jer, sino la mujer del varón, y tampoco el varón fue creado por causa de la mujer, sino la mujer por causa del varón" (1 Cor. 11:8,9). Este texto recalca el propósito de Dios al crear a la mujer para ser una "ayuda idónea" para el hombre (Gén. 2:18). Ella, como ayuda idónea, debe identificarse con su marido en todo. Debe estar siempre muy interesada en él, en su trabajo, en sus problemas, y en todo as­pecto de su vida, para apoyarle y ayudarle. Debe servir siempre de aliento, y nunca de estorbo.

          Lamentablemente, hay muchas es­posas que buscan sus propios intereses, en lugar de apoyar a sus maridos. Se intere­san en su propia carrera. Dicen que no hallan satisfacción y cumplimiento per­sonal en su papel doméstico. Aunque tales mujeres tengan hijos, los dejan al cuidado de otros, para seguir su propia carrera y sus propios intereses. Así rechazan el arreglo de Dios, y también destruyen la fe­licidad tanto para sí mismas como para su familia. La mujer que quiera indepen­dizarse de su marido y el trabajo de él, no está bien ante los ojos de Dios, y obra en contra de sí misma.

          ¿Está sujeta a su marido la mujer rencillosa? "Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa" (21:9). Algunas mujeres se quejan del trabajo, de la pobreza, de la discriminación, de la enfermedad, del tiempo y sobre todo, del marido y, por esta causa, aunque él esté expuesto a los truenos, relámpagos, lluvias, y vientos fuertes, prefiere estar en el terrado que tener que escuchar a una mujer rencillosa. No obstante la causa del mal humor de ella, "Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda" (21:19); "Gotera continua en tiempo de lluvia y la mujer rencillosa, son semejantes; pretender contenerla es como refrenar el viento, o sujetar el aceite en la mano derecha" (27:15, 16). Una mujer rencillosa que siempre vive de mal humor, enojada, frustrada, e intranquila es como la "gotera continua" que vuelve loco al marido. Si está en la sala se moja; si está en la cocina se moja; si se acuesta en su cama, se moja. No puede escapar de la "gotera continua" y, de la misma manera, no puede escapar de la mujer rencillosa e iracunda. A tal mujer no le puede complacer, sino que todo le enfurece. Se queja de todo. Sin cesar regaña a su marido y a sus hijos. Si los parientes o vecinos son rencillosos, uno puede dejarlos, volver a casa y se acaba el problema, pero si el mal está en el hogar mismo, ¿a dónde puede el hombre huir? (Muchísimos hombres sí huyen, corriendo a la cantina o a los brazos de otra mujer).

          En tiempos modernos el liderazgo del hombre se ha atacado fuertemente. Por muchos siglos el liderazgo del hombre se había reconocido, pero ahora en este siglo no lo es. En el pasado la fuerza física del hombre era necesaria para el trabajo del campo, pero ahora muchos hombres salen de la casa cada mañana para trabajar en oficinas y los niños aprenden poco de sus padres en cuanto al desarrollo masculino. Más bien están todo el día con la madre y luego con las maestras de la escuela. Para muchos niños, pues, el liderazgo de mujeres es más significativo que el de los hombres.

          Además, en cuanto a muchísimos empleos la mujer puede hacer el trabajo que el hombre hace. Por lo tanto, la mujer no es tan dependiente del matrimonio como antes, pues ella también puede recibir un buen salario o administrar un negocio. Puede ser totalmente independiente económicamente del marido y, por eso, por cualquier provocación se divorcia de él y cría a los hijos sin su ayuda.

          El problema creciente de la homosexualidad es un resultado directo del rechazamiento del liderazgo del hombre. Una causa principal de este pecado es el fenómeno del hogar sin padre o el hogar con padre que está dominado por la madre. En este ambiente muchos niños y jóvenes (varones) llegan a pensar que es mejor ser mujer que hombre.

          En fin, cuando el liderazgo del hombre va por el suelo, problemas serios abundan.

 

3:19 Maridos, amad ("presente de imperativo activo, ‘seguid amándolas’, ATR). Amad con un amor inteligente y con un propósito noble, como Dios ama a todos) a vuestras mujeres, -- La mujer fue creada para ser una compañera ("ayuda idónea") para el hombre y, por eso, él debe amarla. ¿Cómo muestra el marido su amor por su esposa?

          (1) Siempre debe ser amoroso, cariñoso y bondadoso hacia ella.

          (2) Debe conversar con ella. Si está muy ocupado, debe apartar tiempo para conversar con ella para saber sus pensamientos, deseos, problemas, inquietudes, etc. Deben conversar acerca de los hijos. Deben orar juntos.

          (3)     Debe estar muy atento cuando ella está enferma (o embarazada), y debe ayudarla e insistir en que los hijos le ayuden y le obedezcan.

          (4)     Debe buscar relaciones buenas con los suegros y otros familiares de ella.

          (5) Si tiene una cuenta bancaria, debe tenerla en común con ella. ¿Puede la mujer hablar de "nuestros" hijos? ¿Puede hablar de "nuestra casa"? Entonces, también puede hablar de "nuestro dinero". A veces el hombre dice "YO trabajé. YO he ganado este dinero con el sudor de mi frente". Sí, es cierto, pero durante el tiempo que el hombre ganaba ese sueldo, ¿andaba la mujer de vacaciones? ¿cuánto recibía (y quién le pagó) por cocinar, lavar y planchar ropa, asear la casa, cuidar a los niños y docenas de otras tareas que a diario tienen que hacerse?  Sin lugar a dudas, es justo que ella esté enterada de los ingresos como también de los gastos (incluso las deudas).

          (6) No está desobligado. El marido cristiano no entrega las riendas a la esposa para que ella se encargue de dirigir las finanzas de la familia. Esto no es una acto de amor, sino la abdicación de autoridad. La esposa comparte esta responsabilidad (1 Tim. 5:14) -- y el marido debe considerarla --, pero el marido es la cabeza. Hay gran cantidad de hombres que simplemente entregan el cheque a la esposa y con eso se lavan las manos de sus responsabilidades. Ella se encarga de la compra de la comida, la ropa, los muebles, etc., y no sólo de las compras y los pagos, sino de la disciplina de los hijos (si se disciplinan), como también de la asistencia a la iglesia (si asisten).

          (7) No actúa como un dictador. Como existen muchos maridos desobligados que no dirigen, también existen muchos maridos que están segurísimos de que en sus hogares nunca faltará el liderazgo, pues ellos lo controlan todo y a todos con puño de hierro.  Mandan y los demás callan. Hablan como si fueran infalibles. (Alguien ha dicho que si La Iglesia Católica Romana hubiera permitido que el "Papa" se casara, nunca se habría inventado el dogma de la infalibilidad del "Papa"). El marido dictador piensa que él es el patrón y quiere que todos lo recuerden. La mujer de tal marido sólo sabe decir bien sumisa, "Sí, mi amor" o "Sí,
 Señor". Si él dice "brinca", ella pregunta, "¿qué tan alto?" Estos no consideran a sus esposas y algunos aun prohíben que asistan a la iglesia.

          El marido cristiano no está desobligado y no es un cacique. El ama a su esposa y la trata bien. La considera en todo. "Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo" (1 Ped. 3:7).

          (8) Sirve a su familia. El marido debe proveer para su familia en todo sentido, física, espiritual y socialmente. El es el proveedor, él "provee para los suyos" (1 Tim. 5:8), y si no lo hace, "ha negado la fe, y es peor que un incrédulo". Debe proveer alimento, abrigo, techo, edu­cación, dirección en asuntos de recreo y actividad social, y sobre todo, la dirección espiritual. También es el protector de su familia. Protege su familia del daño físico, y también del daño espiritual.

          Esto significa que el liderazgo del marido requiere mucho más que el dar órdenes. Si él quiere ser grande en su familia, al mismo tiempo debe ser el siervo de su familia. "Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor" (Mat. 20:25, 26). El marido que no quiere servir a su familia no tiene el derecho de mandarla. Jesús nuestro Señor y Maestro mostró la humildad de servir, lavando los pies a los apóstoles (Jn. 13:4, 5). Los maridos que quieren ser caciques deben aprender esta lección. Deben bajarse de su pedestal y ensuciar las manos, cambiando pañales.

          Cada vez que el hombre diga "Yo soy la cabeza de esta familia" debería agregar inmediatamente, "Yo soy el siervo de esta familia".

          -- Porque esto agrada al Señor. -- "Mi comida es que haga la voluntad del que me envió" (Jn. 4:24). "Yo hago siempre lo que le agrada" (Jn. 8:29). "Se agrada del que le teme y hace justicia" (Hech. 10:35). "Yo en todas las cosas agrado a Dios" (1 Cor. 10:33).

          En Efesios 5:25 Pablo dice, "Maridos, amad a vuestras mu­jeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella". La mu­jer debe estar sujeta al marido como la iglesia está sujeta a Cristo, para que el marido ame a su esposa como Cristo amó a la iglesia. Y el marido debe amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia, para que su esposa se sujete a él como la iglesia está sujeta a Cristo.       Cristo es el ejemplo de amor para el marido. ¡Qué modelo tan perfecto! ¿Quién puede imitar el amor de Cristo para su esposa, la iglesia (2 Cor. 11:2)? Si el marido ama a su esposa como Cristo amó a la iglesia, estará dispuesto a hacer sacri­ficios por ella. Estará dispuesto a sufrir y aun a morir por ella. Esta clase de amor destruye el egoísmo. ¡Cuántos divorcios se evitarían si hubiera más amor tan sincero!

          El amor del marido hacia su esposa debe ser expre­sado, primeramente en palabras, como también con el afecto, el cariño, la simpatía, el apoyo, el consuelo, y en la comprensión, la paciencia, y la consideración. Debe vivir con ella sabia­mente (1 Ped. 3:7).

          -- y no seáis ásperos con ellas. -- Pikraino, áspero, amargo. "La palabra amarga duele hasta lo más profundo del alma", (ATR); "Aspero ... desapacible ... rígido: genio áspero; sinónimo, riguroso". Ser ásperos quiere decir "Mal humorados y provocativos. Muchos que son corteses y cumplidos en público, son toscos y amargos en casa, porque allí no tiene temor de portarse así" (JFB). Este comportamiento no coincide en ningún sentido con la actitud de Cristo para con su iglesia. En lugar de ser cruel con la iglesia, "se entregó a sí mismo por ella", para demostrar su gran amor por ella.

          El hombre que se enoja con el patrón u otra persona, o simplemente llega del trabajo cansado o frustrado, no debe estar enojado con su esposa -- criticándola y haciendo demandas injustas de ella --, y de esa manera haciendo que ella sea la víctima de su enojo. "¿Por qué hiciste eso?" "¿Por qué no hiciste la otra cosa?" "¿Cómo puedes ser tan estúpida?" "¡Estás loca!" Esto es ser áspero con ella.

          "Porque el marido es cabeza de la mujer" (Efes. 5:23). La palabra cabeza significa autoridad. El marido es el director, el superintendente de la fa­milia. Esto significa que él es responsable por su familia. Debe ser director pru­dente, para que en todo su familia esté bien y prospere.         Sin embargo la palabra cabeza no significa "dictador", ni mucho menos "déspota". El marido cristiano considera mucho a su es­posa y a sus hijos. "Maridos ... vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida" (1 Ped. 3:7). La mujer comparte la dirección de la familia (1 Tim. 5:14; Tito 2:5); ella no es la esclava del marido sino una compañera.

          "Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama. Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida" (Efes. 5:28, 29). ¿Es cruel el marido hacia su propio cuerpo? Tampoco debe ser áspero (amargo, cruel) para con su esposa, pues son una sola carne. Son uno. Lo que afecta a la esposa también afecta al marido. El marido que promueve el bienestar de su esposa promueve al mismo tiempo su propio bienestar. El marido que busca la felicidad para su es­posa busca su propia felicidad. El marido que honra a su esposa se honra a sí mismo. Pero el marido que maltrata a su esposa en cierta forma se está autodestruyendo. El que no ama a su esposa no se ama tam­poco a sí mismo. El que aborrece a su es­posa se aborrece también a sí mismo. El hombre sus­tenta y cuida su propio cuerpo, y es una sola carne con su esposa; debe, por lo tanto, sustentar y cuidar a su esposa, ya que ella es como un suplemento de él, o una extensión de él, de su cuerpo y de su vida.

          Dijo Adán, "Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada" (Gén. 2:23). Todo marido debe considerar a su esposa como otra Eva, como tomada de su propio costado. El hombre sustenta y cuida de su propio cuerpo. La palabra traducida cuidar se usa en 1 Tesal. 2:7, "Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos". Expresa la idea de cariño, calor, amor tierno. Así debe el marido cuidar a su esposa. El marido debe ser bueno, siempre bueno y bondadoso, con su esposa.

          El marido que tiene esta actitud hacia su esposa imita a Cristo. Provee toda cosa necesaria para ella, no solamente comida, ropa, casa, protección, sino también el cuidado espiritual y emocional.

          "Por lo demás, cada uno de vosotros ame también a su mujer como a sí mismo; y la mujer respete a su marido" (Efes. 5:33). Pablo emplea el verbo agapao, el verbo que describe el amor de Dios (1 Juan 4:8; Jn. 3:16), y es el amor que el Espíritu Santo produce en nuestros corazones (Gál. 5:22). Este amor nos mueve a sacrificarnos para el bienestar de la persona amada. En cuanto a la expresión, "la mujer respete a su marido", la Versión Moderna y la Versión Hispano-Americana dicen reverencie. La Biblia de las Américas dice en el margen, "Literalmente, tema". La mujer cristiana tiene una reverencia sana y apropiada para su marido. No es temor, como de un tirano, sino una combinación del amor, res­peto, gratitud y sujeción. La palabra respetar no es tan fuerte como la pa­labra griega empleada en este texto; son más correctas las palabras reverenciar o temer.

 

3:20 Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. -- "Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres" (Efes. 6:1). Véanse Ex. 20:12; 21:15-17; Lev. 20:9; Deut. 5:16; 21:8; 6:20; 30:17. Bajo la ley de Moisés el pueblo estaba obli­gado a apedrear a los hijos rebeldes (Deut. 21:18-21). Jesús ha dejado un buen ejemplo para los niños, estando sujeto a José y María (Luc. 2:51).

          La frase,      esto agrada al Señor, equivale a la que dice, en el Señor (Efes. 6:1), y significa "de acuerdo con la voluntad del Señor". Los hijos deben es­tar en sujeción a sus padres en todas las cosas, a menos que haya con­flicto entre la voluntad de ellos y la volun­tad de Dios. Agrada al Señor          "porque esto es justo" (Efes. 6:1). Agrada al Señor porque es correcto; es ra­zonable y normal. Los hijos necesitan de dirección. No conviene que se dejen para que se dirijan solos. No tienen la capacidad para ello; les faltan el entendimiento y la expe­riencia. La lección más básica que deben aprender todos los niños es la obediencia, la sujeción a sus padres.

          "Honra a tu padre y a tu madre" (Efes. 6:2). Véanse Ex. 21:17; Deut. 27:16; 21:18-21; Prov. 20:20. Jesucristo honraba a sus padres. Estaba sujeto a ellos.  Aun en su muerte Jesús no pensaba en su pro­pio sufrimiento, sino en el bien­estar de su madre (Juan 19:26, 27). Nuestros padres nos trajeron a este mundo, y nos cuidaban cuando no podíamos cuidarnos solos, nos alimentaban, nos educaban y nos cria­ban. Por todo esto merecen honor. Marcos 7:8-13 relata una de las tradiciones más diabólicas inventadas por los fariseos y escribas, una tradición por la cual ellos invalidaban la ley de Dios de honrar a los padres. Este mandamiento incluyó el cuidado de los padres en su ve­jez. La ley de Cristo requiere la misma cosa (1 Tim. 5:4-8). Nuestra deuda es grande; no terminamos de "recompensarles", ni aun en todos los días de su vida.

          El honrar a los padres "es el primer mandamiento con promesa" (Efes. 6:2), y esa promesa es: "para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra" (Efes. 6:3; véanse Deut. 6:24; 1 Ped. 3:10-12). La obediencia a Dios, desde la juventud, es para nuestro propio bien, y para nuestra propia felicidad. Mu­chos jóvenes se destruyen solos viviendo en plena rebeldía. Buscan satisfacción en las drogas, en el alcohol, y en el desen­freno total, pero no les va bien. Es alarmante el número creciente de suicidios entre los jóvenes.

 

3:21 Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. -- "Y vosotros, padres, no provo­quéis a ira a vuestros hijos"  (Efes. 6:4). Hay muchas maneras de exasperar o irritar (o provocar a ira) a los hijos: (1) abusar de la au­toridad, siendo crueles, abusivos tanto con palabras como con hechos; (2) criticar sin cesar a sus hijos -- aun haciendo burla de ellos -- y nunca hablándoles palabras de aprobación; (3) ser injustos en la disciplina (administrar castigo que no es apropiado, por ser excesivo o inade­cuado, o motivado por el enojo); "Demasiada severidad conduciría únicamente a la frustración de los hijos" (DG); (4) ser parciales (Gén. 37:3,4); (5) por usar ame­nazas huecas; (6) avergon­zarlos innecesariamente delante de sus hermanos y amigos; (7) usar medios necios para "castigar" (encerrarlos en un cuarto oscuro; asustarlos con mentiras; decirles, "te voy a regalar a otros"); (8) no hacerles caso; (9) esperar demasia­do de ellos (como si fueran adultos); en fin, los padres mismos, si no son maduros, pueden provocar a ira o exasperar a sus hijos. Muchas veces los padres son más "niños" que los niños.

          En Efes. 6:4 Pablo agrega, "sino criadlos en disciplina y amonestación del Señor". La palabra "disciplina" abarca todo el proceso de criar y entrenar a los hijos. Los hijos consentidos tendrán una vida de miseria. "El muchacho consentido avergonzará a su madre" (Prov. 29:15). La palabra "consentido" en este texto significa "dejado solo"; "dejado al gobierno de sí mismo" (VM). En Job 39:5 esta palabra se traduce "echar libre" ("¿Quién echó libre al asno montés, y quién soltó sus ataduras?") Los hijos no deben andar libres como el "asno montés", pues no es para su bienestar, sino para su ruina.

          Para obedecer estos man­damientos, los padres deben poner el buen ejemplo en todo. Los hijos aprenden mucho del ejemplo de sus padres. Deben ser, pues, fieles y constantes siempre en el habla, en la conducta, en la asistencia a las reu­niones de la iglesia, en la obra personal, y aun en su actitud. Debe haber paz y armonía en el hogar, porque el ambiente en el cual se crían nuestros hijos es un factor muy im­portante en su crianza.

          Además, los padres deben instruir con toda diligencia a sus hijos. No deben depender de la iglesia, sino que deben aceptar la responsabilidad que Dios les ha dado. Léanse con cuidado los siguientes textos sobre este asunto: Gén. 18:19; Deut. 6:5-9; 2 Tim. 1:5; 3:14, 15. Lo importante es que cada hijo tenga convicciones, que crea en Dios de todo corazón y que ame a Dios de todo el corazón, y con toda su alma, y con todas sus fuerzas, y con toda su mente. Debe es­tar bien doctrinado, para que no caiga en el error sectario. Para estar seguro de esto, los padres deben animar a los hijos a expresarse, a hacer comentarios, a hacer preguntas o a expresar dudas. Muchos padres suponen que sus hijos creen cuando, en realidad, son incrédulos o in­diferentes. Léase Job. 1:5.

          Los padres deben enseñar repetidas veces a sus hijitos acerca de las maravillosas obras de Dios, y acerca de Noé, Abraham, José, Moisés, Josué, Samuel, etc. Los hijos tendrán fe no fingida (2 Tim. 1:6) y un deseo ferviente de ser fieles a Dios si se les enseña con mucha convicción y entusiasmo acerca de la obediencia de Noé y Abraham, de la fidelidad y el espíritu de perdonar de José, del valor de Daniel y los tres jóvenes hebreos, de la paciencia de Job y, sobre todo, acerca de Jesús y sus apóstoles.

          Es muy importante que cada hijo sea enseñado, entrenado y corregido de acuerdo con su propia personalidad o disposición (individualidad). Mu­chos padres tienen problemas con sus hijos porque no cumplen con este deber. Dice Prov. 22:6, "Instruye al niño en su camino y aun cuando fuere viejo no se apartará de él". La expresión "en su camino" puede traducirse "conforme a su camino"; es decir, según la naturaleza del niño, según su edad, su mentalidad, su carácter, su disposición y aptitudes. Cada hijo es un individuo, diferente y único; debe ser enseñado y guiado según su propia mentalidad, capacidad (aptitudes) y dis­posición. Los hijos no se pueden criar "en grupos", sino que necesitan de atención individual.

          La corrección debe ser estrictamente corrección, ni más, ni menos. Léase otra vez la manera en que los padres pueden provocar a ira a sus hijos. El hijo debe obedecer, y cuando obedece, debe ser ala­bado y alentado. Debe saber que la obe­diencia le agrada a Dios y a sus padres. También debe aprender que la desobe­diencia no se tolera, y que será castigada. Los padres no deben requerir o prohibir alguna cosa si no esperan la obediencia. Un problema muy grande en el hogar es que los padres siempre mandan y pro­híben a la ligera, y no exigen que los hijos les hagan caso.

          Léanse con cuidado los textos en Proverbios sobre la corrección: 13:24; 19:18; 22:15; 23:13, 14; y 29:15. Son con­sejos muy prácticos, y buenos comentarios sobre Efes. 6:4.

 

3:22 Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terrenales, -- Esta enseñanza para los siervos es enseñanza para todos los obreros. Como Pablo nos revela las reglas divinas para la familia, también las revela para los obreros y patrones o mayordomos; es decir, el cristiano no se fijará sólo en los reglamentos de la empresa, sino en las de Dios, el Verdadero Patrón.

          "Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor" (Efes. 6:5). "Muchos modernos hubieran aconsejado a los esclavos a que salieran en huelga contra sus amos, a rebelarse y a tener manifestaciones de protesta" (WF), pero Cristo no atacó la esclavitud misma ("lo que involucraría una acción política", DG) pero por medio de su enseñanza acabaría con ella, obrando como la luz que ilumina las mentes de los hombres. ("La religión de Cristo no obra como dinamita sino como levadura", JBC). Compárese Mat. 13:33. En la iglesia del primer siglo había amos y esclavos y, por eso, Pablo escribió estas enseñanzas para ambos, pero al recibir los amos a los esclavos como hermanos amados (Filemón 16), ¿por cuánto tiempo podrían ser sus amos (dueños)?

          Se puede ver la sabiduría de Dios en no prohibir la esclavitud como institución política, pues si hubiera declarado que en sí era pecado, muchísimos esclavos "se habrían convertido", esperando obtener libertad civil por medio del evangelio. De esa manera la iglesia se habría llenado de "miembros" inconversos.

          El evangelio no solamente afectó la esclavitud (liberando espiritualmente a los esclavos), sino que también ha elevado a la mujer y a los niños que habían sido víctimas de muchos abusos en el tiempo de los césares. Ha producido mejores leyes en el mundo. Ha tenido influencia positiva sobre las artes y la literatura del mundo. En fin, ha tenido su impacto positivo sobre la civilización humana.

          El amo cristiano ha de ser el mejor de todos los amos, pensando en el valor del esclavo ante los ojos de Dios (3:11; Gál. 3:28) y recordando que con Dios no hay acepción de personas (Rom. 2:11), pero también el esclavo cristiano ha de ser el mejor esclavo; es decir, al convertirse en cristiano, está obligado a ser cumplido en su servicio. "El cristianismo de un esclavo debe hacer de él un esclavo mejor y más eficiente. Nunca el cristianismo ofreció una escapatoria del trabajo duro; más bien hace que el hombre sea capaz de trabajar duramente. Tampoco ofrece al hombre escapatoria de una situación difícil; lo capacita para enfrentar esta situación como un hombre mejor" (WB).

-- no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, -- No servir solamente cuando el amo o patrón le estén vigilando, sólo queriendo agradar al hombre. El cristiano no tiene que ser vigilado para que haga su trabajo. El cristiano no sólo parece ser cumplido en su empleo, sino que en realidad es cumplido. Si el cristiano acepta un empleo que requiere cuarenta o cincuenta horas de trabajo cada semana, entonces debe estar bien seguro que trabaja ese número de horas, porque de otro modo es culpable del robo. Más bien, en cuanto a sinceridad y diligencia, el cristiano debe ser el mejor de los obreros.

          Tampoco agradará en toda ocasión a los colaboradores. No sólo los patrones o mayordomos ejercen presión sobre los obreros cristianos, sino también sus colaboradores, mayormente el sindicato. El cristiano está obligado a su patrón terrenal y a su Patrón celestial, y debe estar resuelto a ser cumplido en su trabajo, pero el sindicato no está siempre de acuerdo con esto, sino que presiona a los obreros a conformarse a las reglas y demandas del sindicato, aun persiguiendo a los obreros que no se conforman, mayormente cuando salen en huelga. La huelga es una forma de protesta y de revolución contra la empresa en la cual el obrero cristiano no debe participar. 1 Ped. 2:18-23 se dirige a los criados y habla de las injusticias que éstos deben soportar sin tratar de "arreglar cuentas" con sus amos "difíciles de soportar". Deben seguir las pisadas de Cristo (v. 20) y en lugar de maldecir, amenazar y volver mal por mal, deben sufrir y encomendar su causa al que juzga justamente. Los "cristianos" que participan en huelgas y protestas y ejercen represalias deben volver a leer este texto que fue escrito a los criados y, por eso, se dirige a todos los obreros.

          Es cierto que hay patrones y mayordomos injustos, pero Pedro enseña que el cristiano no debe vengarse. Si el trabajo en alguna empresa es insoportable, el remedio bíblico no es la huelga, sino el cambio de empleo.

          Otra actitud condenable es la de siempre estar buscando ocasión para demandar a la empresa. Parece que para algunos obreros es una gran bendición accidentarse para poder entablar juicio contra la empresa.

          Lo que el Espíritu Santo) enseña en Efes. 6:5-8; Col. 3:22-25 y 1 Ped. 2:18-23 requiere que los cristianos tengan una actitud respetuosa hacia los amos o empresarios. El empleo no es una posición política; más bien, es el medio provisto por Dios para que el cristiano deje de robar y que "trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga qué compartir con el que padece necesidad" (Efes. 4:28; véanse también 1 Tes. 4:11, 12 y 2 Tes. 3:10-12). No sólo debe trabajar cumplidamente, sino que también debe hacerlo con gozo y gratitud en su corazón, como al Señor. Al cantar "Quiero trabajar por el Señor", debe estar pensando no sólo en hacer "obra personal", sino también en ofrecer a Dios cada día las ocho o días horas de trabajo bien hecho.

          -- sino con corazón sincero -- "con sencillez de vuestro corazón" (Efes. 6:5), con corazón singular, con "sincera fidelidad" (2 Cor. 11:3). El cristiano debe hacer lo que es correcto, simplemente porque es correcto. Agradece a Dios por su empleo, y fielmente cumple sus obligaciones.

          -- temiendo a Dios. -- con profundo respeto por la autoridad que nos hace obedecer y sujetarnos a su voluntad, para ser aceptados por El y para no ser castigados. El obrero cristiano que está desobligado y no cumple con su obligación a la empresa simplemente no teme a Dios, el Verdadero Patrón. El trabajo que el obrero cristiano hace no es simplemente su compromiso con el patrón, sino también es su servicio para Dios. El dice, "Señor, aquí está el servicio que te ofrezco este día. Gracias por el empleo que me has dado. Yo he tratado de ser cumplido en todo". Véase Fil. 2:12 "con temor y temblor". El siervo debe dar servicio al amo, pues, como si lo diera a Cristo. Toda carga es menos pesada si se re­cuerda que el Amo verdadero no es algún hombre, sino Cristo.

 

3:23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, -- "Desde dentro del alma, y no meramente para guardar las apariencias" (ATR). Al igual que el esclavo cristiano también el trabajador cristiano debe siempre tener presente que Cristo es su verdadero patrón o mayordomo.

          "Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones; no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de nuestro Salvador" (Tito 2:9, 10).

          -- como para el Señor y no para los hombres; -- "Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor" (1 Cor. 7:22). "Sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres" (Efes. 6:7). Todo trabajo se hace más fácil si trabajamos "de buena voluntad, como al Señor".

          El cristiano debe reconocer que su empleo es un don de Dios, que por este medio Dios contesta su oración, "El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy". Por esta razón el cristiano debe dar muchas gracias por su empleo, y en lugar de quejarse de injusticias y buscar maneras de vengarse o de defraudar al patrón, debe ser muy cumplido en su trabajo. El trabajo se hace más pesado para los que trabajan de mala gana, con resentimiento y amargura. Esto no quiere decir que el trabajador cristiano no puede tratar de mejorar la situación de su empleo, pero la mala voluntad, los enojos y disgustos, y las reac­ciones carnales no ayudan a mejorar la situación, sino que hacen más duro y más insoportable el trabajo. Jesús dice, "a cualquiera que te obligue a llevar carga por una milla, vé con él dos" (Mat. 5:41).

          Por lo tanto, al terminar el trabajo de cada día el esclavo cristiano debería pensar "yo ofrezco el trabajo de este día a mi Señor". El obrero cristiano debe hacer la misma cosa. ¿Será una ofrenda digna para el Señor el trabajo que hacemos cada día?

          Los esclavos cristianos de los primeros siglos tenían una oportunidad excelente para exhibir las virtudes del evangelio. "No defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de nuestro Salvador" (Tito 2:10). Comúnmente el esclavo era de mala voluntad; era rebelde, perezoso y respondón, pero al convertirse a Cristo era de buena voluntad, obediente, dedicado y sumiso. El cambio sería como una luz prendida en medio de las tinieblas. Sin duda en muchas ocasiones los inconversos les habrán preguntado acerca de su esperanza (1 Ped. 3:15) para saber del poder del evangelio que hace posible tal transformación.

          Este pensamiento es muy importante pues el obrero cristiano siempre sirve a Dios. Dios le da empleo, y es importante que el cristiano recuerde esto. Hay patrones y mayordomos duros, desconsiderados y déspotas, pero será más fácil tolerarlos si se recuerda que el verdadero Patrón es Dios quien, con este empleo que da al cristiano, pone pan sobre la mesa. Por lo tanto, es necesario estar agradecido siempre y evitar el murmurar. Si es posible conseguir otro empleo mejor, bien; pero, siempre conviene la paciencia y tolerancia, y sobre todo el agradecimiento. Tengamos cuidado de no murmurar contra Dios (no vayamos a morder la mano que nos da el pan).

 

3:24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, -- Los siervos eran propiedad de sus amos y normalmente el único "sueldo" que recibían era el sostenimiento más básico. No tenían esperanza alguna de recibir alguna herencia terrenal, pero los siervos cristianos entendían que ellos sí tenían una herencia, que su verdadero sueldo o recompensa les esperaba. "Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra" (Heb. 6:10). Los patrones o mayordomos no necesariamente recompensarán a los obreros cristianos que trabajan "de corazón", pero "del Señor recibiréis la recompensa". No sólo los siervos sino todos nosotros debemos buscar la herencia celestial (Rom. 8:18; 1 Ped. 1;4, 13). Este pensamiento debe estabilizar el corazón del obrero que sufre injusticias en el trabajo. No debe preocuparse demasiado por causa de las injusticias de la vida, porque el Patrón Verdadero todo lo ve y recuerda y en el Día Final "les hará justicia" (Luc. 18:8).

          -- porque a Cristo el Señor servís. -- "Sabiendo que el bien que cada uno hiciere, ése recibirá del Señor, sea siervo o sea libre" (Efes. 6:8). Tanto los siervos como los libres deben hacer bien, y mostrar en su conducta las enseñanzas de Cristo, con la plena esperanza de la recompensa eterna.

 

3:25 Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas. -- Aun en esta vida se observa este principio: los que practiquen injusticias serán tratados con injusticia; "todos los que tomen espada, a espada perecerán" (Mat. 26:52); los que usen la mentira serán víctimas de mentiras; los que roben serán robados, etc. Cuánto más se recibirá de Dios el pago según la injusticia que se hiciere, pues nada escapa de su conocimiento y su juicio será sin parcialidad.

          El siervo cristiano que no es cumplido en su servicio dará cuenta no sólo al amo sino también al Señor. Por lo tanto, el esclavo cristiano (o el trabajador cristiano) no debe preocuparse demasiado en cuanto a las injusticias de la vida, porque todos daremos cuenta a Dios el Gran Nivelador de cuentas.

 

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