Estudiar y usar bien la Palabra

Por Wayne Partain

 

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Hermenéutica

 

I. Introducción.

 

    A. El significado de la palabra hermenéutica. La palabra her­menéutica significa el arte de interpretar textos. Viene del verbo hermeneuo, que significa interpretar. (Se ha sugerido también que este verbo viene del nombre "Hermes", el supuesto mensajero de los dioses, llamado Mercurio por los romanos, Hech. 14:12). Cuando damos una definición a las pa­labras que oímos o leemos, estamos interpretándolas. Cuando preguntamos ¿qué quiere decir esto o aquello? estamos tratando de interpretar el significado de algo. Cualquier forma de expresión o comunicación (palabras, gestos, escritos) tiene que ser interpretada. No estamos conscientes del proceso. No estamos pensando, "Yo estoy interpretando lo que me dijo", pero en realidad es lo que estamos haciendo. Al hacerlo usa­mos el sentido común para entender a las personas con quienes nos comunicamos.


        1. Uno de los procesos más básicos de interpretar es pre­guntar ¿qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué? y ¿quién? La Biblia dice, "Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida" (Job 2:4), pero ¿quién lo dijo? Es el lenguaje de Sa­tanás.

        2. También debemos usar el "sentido común" al estudiar para interpretar la Biblia; es decir, debemos usar los mismos medios de interpretación que usamos para entender una con­versación, o para entender otros libros y documentos, porque la Biblia no es un libro místico o misterioso. No es un libro de mi­tología y leyendas, sino un mensaje comprensible escrito por Dios y enviado al hombre.

 

    B. Neh. 8:8 nos da una definición excelente de la interpretación (la hermenéutica): "Y leían en el libro de la ley de Dios clara­mente, y ponían el sentido, de modo que entendiesen la lec­tura". Los levitas interpretaron correctamente la palabra de Dios, y "todo el pueblo se fue a comer y a beber, y a obsequiar porciones, y a gozar de grande alegría, porque habían enten­dido las palabras que les habían enseñado" (ver. 12). (Vemos el mismo gozo en Hech. 8:39. El eunuco leía la Biblia con su conocimiento limitado, y estaba dispuesto a aprender. Tenía corazón "bueno y recto" (Luc. 8:15), que es el primer requisito para poder entender la palabra de Dios, pero no entendía que la profecía de Isaías 53 se había cumplido. Felipe le predicó a Cristo -- interpretando la profecía -- y el eunuco fue bautizado y "siguió gozoso su camino").

   

    C. La hermenéutica es, pues, el conjunto de los principios de la interpretación. La aplicación de estos principios se llama exége­sis, que simplemente significa "explicación". La exégesis em­pleada por las iglesias humanas es dogmática, es decir, se basa en sus credos (sistemas de doctrina) ya aceptados. La exégesis verdadera se basa en el significado de palabras, la gramática, el contexto inmediato y remoto, etc.

 

    D. La exégesis verdadera permite que la Biblia se explique sola, porque términos bíblicos no se dan nombres y definiciones sec­tarias sino bíblicas. Por ejemplo:

        1. Gracia.

           a. Definición incorrecta: la imputación de la justicia personal de Jesús al creyente.

           b. Definición bíblica: el favor de Dios demostrado al proveer la salvación a través de Jesucristo (Tito 2:11-14). La Biblia no dice nada acerca de "gracia irresistible".

        2. Justificación.

           a. Uso incorrecto: que el creyente se justifica (se salva) en el momento de creer, y muchos (como los bautistas) dicen que una vez salvo no puede caer.

           b. Uso correcto: el creyente se justifica al obedecer al evangelio, cuando es restaurado (después de tropezar) y cuando hace buenas obras (Rom. 3:4; 6:4-7; Sant. 2:24), etc.

        3. Bautismo.

           a. Significado incorrecto: la aspersión, aun de infantes.

           b. Significado bíblico: la inmersión en agua del peni­tente creyente (Mat. 3:16; Hech. 8:37-39; Rom. 6:3, 4).

        4. Elegidos.

           a. Significado incorrecto: los que arbitrariamente fueron escogidos antes de la fundación del mundo.

           b. Significado bíblico: los que son llamados por el evangelio (1 Tes. 1:14; 2 Tes. 2:14).

        5. Confesión.

           a. Concepto sectario: que "Dios por Cristo me perdonó los pecados"; confesar a Cristo "como mi Salvador personal".

           b. Confesión bíblica: "creo que Jesucristo es el Hijo de Dios" (Hech. 8:37).

        6. Cena del Señor (1 Cor. 11:20).

           a. Designaciones incorrectas: la eucaristía, el sacra­mento, los emblemas o elementos.

           b. Designaciones bíblicas: el partimiento del pan (Hech. 2:42; 20:7), beber el fruto de la vid (Mat. 26:29), la co­munión (participación) del cuerpo y sangre de Cristo (1 Cor. 10:16) o la mesa del Señor (1 Cor. 10:21).

        7. Predicadores.

           a. Designaciones incorrectas: pastores, reverendos, padres.

           b. Designaciones bíblicas: evangelistas (2 Tim. 4:5) o ministros de Cristo (1 Tim. 4:6) o del evangelio (Rom. 15:16; Col. 1:23).

        8. Adulterio.

           a. Definición nueva originada por algunos hermanos: el acto de divorciarse y el de volverse a casar. Dicen que el adulte­rio de Mat. 5:32 no se comete en cama (que no se refiere a la relación sexual), sino que este término se refiere solamente a los dos actos de divorciarse y volverse a casar (sin tomar en cuenta las relaciones sexuales). Aun hermanos que profesan ser "conservadores" dicen esto pero obviamente éstos no conservan la sana doctrina (2 Tim. 1:13, 14), sino que definen palabras bíblicas de una manera contraria a todos los léxicos griegos y diccionarios de palabras inglesas y españolas.

           b. Definición bíblica: relación sexual con el cónyuge de otro.

        9. 1 Ped. 4:11 es la regla que seguir: "Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios". Los que no obedecen este texto han causado muchas divisiones.

 

    E. La necesidad de la hermenéutica. El estudio de la her­menéutica es de suma importancia, porque se refiere al proceso de llegar al conocimiento pleno de la voluntad de Dios. Tenemos la Biblia traducida en nuestro propio idioma, pero hay mucho que estudiar. "Y creó Dios al hombre a su imagen" (Gén. 1:27); por eso, el hombre puede pensar, razonar y entender (Mat. 13:15).

        1. Los escritores del Nuevo Testamento interpretan algu­nas de las palabras que desconocemos: Mat. 1:23; Mar. 5:45; 15:22, 34; Hech. 4:36; 9:36; 13:8, etc. Sin embargo, a veces se refieren a costumbres sociales, sistemas de gobierno, medidas y pesos, clases de dinero, etc. que desconocemos y, por lo tanto, tenemos que hacer un estudio cuidadoso de tales cosas. Los diccionarios bíblicos y enciclopedias religiosas nos ayudan en esto.

        2. El orden de los libros bíblicos no es siempre cronológico. Por ejemplo, los libros proféticos fueron escritos durante el tiempo de los reyes; es necesario acomodarlos a sus respectivos períodos. También los salmos fueron escritos du­rante varias épocas en la historia de Israel. Las epístolas del Nuevo Testamento deben estudiarse teniendo presente cuándo y dónde fueron escritas según la historia de los Hechos.

        3. La Biblia contiene mucho lenguaje figurado y modis­mos, y la gramática no es siempre igual a la de nuestro idioma.

 

    F. Es necesario estudiar y entender la Biblia:

        1. Porque es necesario aprender la voluntad de Dios (Rom. 1:16-18). Algunos suponen que la Biblia es tan sencilla y clara que no se necesita la interpretación, pero recuérdese que muchos textos dicen que Cristo y otros interpretaron las Escri­turas. La palabra de Dios es inspirada, pero la interpretación ahora no es inspirada. No hay profetas y apóstoles sobre la tierra que puedan con inspiración explicar el Texto Sagrado. Todos te­nemos que estudiarlo.

        2. Para poder hacer uso correcto de la Palabra (2 Tim. 2:15). La Biblia de las Américas dice, "maneja con precisión la palabra de verdad". La Versión moderna dice, "manejando acer­tadamente la palabra de la verdad". La Versión his­panoamericana dice, "que expone bien la palabra de verdad" (en el margen dice, "o, define, maneja, o, despensa).

        3. Para tener fe salvadora (Jn. 3:16; 20:30, 31; Mar. 16:16). No podemos ser salvos e ir al cielo sin entender y creer la voluntad de Dios. Jesús dice (Mat. 7:21; 12:50) que te­nemos que hacer la voluntad de Dios, y esto requiere el en­tendimiento y una fe activa (obediente).

        4. Para crecer espiritualmente (1 Cor. 3:1-3; 1 Ped. 2:2; Heb. 5:11-4).

        5. Para ser instruido, reprendido, corregido (2 Tim. 3:16, 17), y aprobado por Dios (2 Tim. 2:15).

 

    G. Podemos entender las Escrituras. Gracias a Dios por esta bendición. Muchos textos nos convencen que podemos y debe­mos entender las Escrituras. Juan 5:39 (¿por qué escudriñar las Escrituras si no las podemos entender?); Hech. 17:11 (¿qué había de nobleza en escudriñar las Escrituras si éstas no se pueden entender?); Efes. 3:3, 4 (leyendo, podéis entender); 1 Tes. 5:27 (¿por qué leerla a la iglesia si no se puede entender?) El clero romano dice orgullosamente que solamente ellos tienen el derecho de interpretar las Escrituras, pero los que siguen a estos intérpretes son ciegos que siguen a ciegos (Mat. 15:14).

 

    H. Una herramienta importante para entender la Biblia es la educación básica, es decir, la capacidad para leer y entender lo que se lee, o la capacidad de entender lo que se oye. Dios no usa lenguaje técnico para comunicarnos su divina voluntad, sino palabras comunes, palabras que todos pueden entender. Pero se requiere el estudio. Pablo tenía libros de estudio (2 Tim. 4:13, 21), y nos conviene conseguir los libros necesarios (diccionario, diccionario bíblico, concordancia, comentarios,  etcétera). Para poder interpretar las Escrituras correctamente es necesario estudiar, pensar, meditar, y razonar.

 

    I. No se debe torcer las Escrituras sino interpretarlas. Todo el mundo afirma que "Así dice la Biblia" al afirmar su propia doc­trina. Hoy en día muchos hombres hacen lo mismo que los pro­fetas falsos de la antigüedad cuando anunciaban, "Así dice Je­hová", pero proclamaban y practicaban cosas "que no les mandé, ni hablé, ni me vino al pensamiento" (Jer. 19:5). Sa­tanás no quiere que las Escrituras se interpreten correctamente (Mat. 4:6, 7). Muchos religiosos no interpretan las Escrituras, sino que las tuercen (2 Ped. 3:16); por ejemplo, los testigos tuercen los textos sobre la Deidad de Cristo; los mormones tuercen 1 Cor. 15:29; los pentecostales tuercen varios textos que hablan del Espíritu Santo; los bautistas y otros evangélicos tuercen textos sobre la fe; los "evangelistas de la prosperidad" tuercen 3 Juan 2; los hermanos liberales tuercen Gál. 6:10; Fil. 4:15, 16; Sant. 1:27 y otros textos. Diariamente Jesús citaba las Escrituras para explicarlas a sus discípulos, razonando y dis­putando con los fariseos y saduceos con respecto al significado verdadero de pasajes del Antiguo Testamento. De esta manera nos dejó un ejemplo perfecto de cómo interpretar correcta­mente ("usar bien") las Escrituras.

 

II. Algunas cosas que impiden el entendimiento de las Escri­turas.

 

    A. La actitud irreverente. Mat. 13:13; Sal. 119:161; Isa. 66:2. Debemos creer sinceramente en la inspiración de las Escri­turas, 1 Tes. 2:13. Es necesario creer en las Escrituras y al mismo tiempo aceptar que son la autoridad para nosotros.

        1. Dice Pablo (2 Cor 2:17) que muchos "medran falsifi­cando la palabra de Dios" ("comercian con la Palabra", La Bi­blia de las Américas). Dice en 2 Cor. 4:2, "no andando con as­tucia, ni adulterando la palabra de Dios".

        2. Debemos tener un deseo fuerte de conocer la palabra de Dios, 1 Ped. 2:2.

        3. Es necesario reconocer que Dios nos habla directa­mente a mí y a usted (es un mensaje personal e individual).

        4. Debemos amar la Palabra (2 Tes. 2:11, 12; Sal. 119:97). Los que no aman la Palabra la usan mal, la tuercen y dicen que se contradice. Algunos buscan textos que, según ellos, se con­tradicen (por ejemplo, dicen que lo que Pablo dice acerca de la salvación por fe contradice lo que Santiago dice acerca de obras), pero con esto no demuestran contradicción bíblica sino su propio prejuicio.

        5. También es necesario creer que la Biblia es un libro práctico y aplicable en estos tiempos modernos. No es un libro obsoleto o anticuado. Sal. 119:9, 11; Mat. 4:4; Jer. 15:16 expre­san la verdad para nosotros también. En este libro se encuentra la solución de todos nuestros problemas. Las Escrituras suplen todas nuestras necesidades.

 

    B. El no usar el sentido común. Muchos no entienden la Biblia porque rehúsan usar su sentido común. Por ejemplo, parece increíble pero ha habido discusiones sobre la expresión "y le bautizó" (Hech. 8:38). ¿Quién bautizó a quién? Tales pre­guntas o comentarios son necios. ¿Quién pidió el bautismo? Otro texto que se puede entender si se usa el sentido común es 1 Jn. 3:9, "no puede pecar". ¿Dice Juan que es física o humana­mente imposible que alguien peque? Todos pueden pecar y to­dos pecan. Entonces, ¿qué dice Juan? Que los que nacen otra vez ya se han convertido (cambiado) y, por eso, no persisten en practicar el pecado. Muchas veces es muy obvio que la gente -- aun hermanos en Cristo -- no quieren aprender lo que un texto dice, sino que simplemente quieren discutir.

 

    C. El no estudiar con propósito correcto. Balaam quería saber la voluntad de Dios pero ¿con qué propósito? El no oía la palabra de Dios para hacer la voluntad de Dios, sino que estaba resuelto a hacer lo que él mismo quería hacer (Núm. 22). Re­cuérdese la actitud de los israelitas con respecto a tener rey (1 Sam. 8:4); y la actitud de los fariseos (Mat. 23:1-4). Muchos hermanos enseñan ciertos textos con fuerza pero después tienen cambio de "convicción" cuando ya no les conviene la en­señanza. Por ejemplo, aquel que enseñaba que ni siquiera por causa de muerte podía el hombre volverse a casar, pero cuando murió su esposa, tuvo cambio de mente. Así también muchos hermanos son muy estrictos con respecto al comportamiento de los jóvenes hasta que sus hijos lleguen a ser jóvenes.

 

    D. El no entender el idioma. La Biblia se ha traducido a nuestro idioma, pero cuando no entendemos las palabras, debemos usar el diccionario. Otra herramienta muy impor­tante, aparte del diccionario, que nos enseña a entender nues­tro idioma, es un libro de gramática, aunque sea muy elemental. ¿Por qué usar el diccionario y un libro de gramática? Para ayu­darnos a entender el lenguaje de las Escrituras. Nuestro deseo de entender el mensaje de Dios nos debe motivar a estudiar nuestro propio idioma. En Mat. 22:29-32 Jesús dijo a los sa­duceos, "Erráis, ignorando las Escrituras". ¿Qué ignoraron? El tiempo de un verbo: Dios no dijo "Yo era" el Dios de Abra­ham", sino "Yo soy el Dios de Abraham". También vemos en Gál. 3:16 que un argumento fuerte de Pablo se basa en el número de un sustantivo: "simiente" y no "simientes".

 

    E. La falta de confianza. Muchas veces es obvio que la gente no entiende la Biblia porque cree que es imposible que la entienda. Aun hermanos en Cristo no participan en la clase bíblica o no ponen atención al sermón porque simplemente no tienen la con­fianza de que puedan entender. A veces parece que para ellos el orador o maestro habla idioma extranjero. Parece que no dejan penetrar la luz porque creen que su mente es impenetra­ble.

 

    F. La idea de que la Biblia es la propiedad del sacerdocio católico o del clero protestante. Este concepto erróneo convence a millones de personas de que no les conviene estudiar las Es­crituras para tener su propio entendimiento. La mayoría de los miembros de las iglesias católicas y protestantes sola­mente preguntan "¿Qué dice el Padre?" o "¿Qué dice el Pastor, o qué dice nuestro credo?" en lugar de preguntar, "¿Qué dicen las Escrituras?" Aun en la iglesia de Cristo existe el peligro de solamente preguntar, "¿Qué dice o qué piensa el hermano fu­lano?" La gente común puede entender la Biblia. Deut. 29:29; Neh. 8:8; Ef. 3:3, 4; 5:17; Mar. 12:37.

 

    G. La práctica de usar la Biblia solamente para probar doctri­nas ya formuladas. La Biblia no "prueba" doctrinas, sino que es la doctrina (2 Tim. 3:16, 17). Muchos hacen burla de la Biblia diciendo, "Se puede probar cualquier doctrina con la Biblia", pero esta afirmación es falsa. Muchos "testigos", mormones, pentecostales, etc. escudriñan las Escrituras para probar las doctrinas establecidas por los credos y otros libros de su secta. Hasta hermanos comentan que "Estos saben mucha Biblia", pero ¿qué saben de las Escrituras? En realidad no entienden las Escrituras. Han "puesto sus ídolos en su corazón, y estable­cido el tropiezo de su maldad delante de su rostro" (Ezeq. 14:4) y, por eso, no usan bien la Escritura. Alguien contó la historia de un predicador que citó Rom. 3:22 ("no hay diferencia") para probar que una denominación es tan buena como otra (y que todas son buenas), pero dejó de leer el siguiente versículo que dice, "por cuanto todos pecaron".

 

    H. La actitud de que la Biblia es un libro de maravillas y cu­riosidades. Es verdad que hay muchas cosas muy interesantes en el relato sagrado, pero debemos leer la Biblia para aprender la voluntad de Dios y no simplemente para buscar detalles cu­riosos; pues no es uno de esos libros que solamente divierten.

 

    I. La actitud de leer la Biblia para poder decir "He leído la Biblia"; por ejemplo, algunos dicen, "He leído toda la Biblia", o "Esta semana he leído 25 capítulos", etc. Me acuerdo de un hermano que siempre se jactaba de cuántas veces había leído el texto griego del Nuevo Testamento. Todo esto es bueno con tal que se lea con comprensión, pero no hay virtud en simplemente leer la Biblia para poder decir, "he leído la Biblia".

 

    J. La práctica de leer solamente textos favoritos. Muchas per­sonas limitan su lectura a aquellas porciones de la Biblia que consuelan, animan, etc. (como, por ejemplo, los salmos o capí­tulos favoritos del Nuevo Testamento como 1 Cor. 13, Heb. 11, etc.) Desde luego, es bueno leer tales textos, pero no debemos limitar nuestro estudio a estos.

 

    K. La actitud de estudiar la Biblia para tener la reputación de un "pensador original". No conviene juzgar el corazón de nadie, pero he conocido a algunos hermanos que parecen querer dar alguna explicación "diferente" ("única") de algún texto. Les gusta hablar de lo que "muchos hermanos" han dicho o pen­sado, pero entonces nos dan "la explicación verdadera" del texto. Me acuerdo de un hermano de mucho talento que se des­truyó a sí mismo por causa de esta actitud, naufragó en cuanto a la fe y volvió al mundo. Otros han aceptado interpretaciones erróneas por causa de esta actitud (por ejemplo, que un hom­bre soltero puede ser anciano de la iglesia; que está bien que canten en la asamblea cuartetos y coros; que los del mundo no tienen que sujetarse a la enseñanza de Jesús sobre el divorcio y segundas nupcias; que no debe haber clases bíblicas para los niños, etc.) Tales hermanos aparentemente quieren dejar la impresión de ser muy eruditos.

 

    L. Otro obstáculo grande es el deseo de armonizar la Biblia con las teorías de la "ciencia" (falsamente así llamada, 1 Tim. 6:20). Según esta actitud, al llegar las nuevas teorías de la "ciencia" es necesario cambiar y modernizar nuestra hermenéu­tica. Pero afortunadamente no es así, porque para fines del primer siglo Dios terminó de revelar toda la Biblia y era y es una revelación final y perfecta (2 Tim. 3:16, 27; 2 Ped. 1:3; Ju­das 3).

 

    M. Tal vez el impedimento principal sea la flojera. Muchos hermanos que son muy diligentes en su trabajo son perezosos en cuanto a estudiar la Biblia (Heb. 5:11; 6:12). El estudiar es trabajoso. Requiere mucha actividad mental. Los que tienen la actitud de los de Berea tendrán el ánimo para estudiar (Hech. 17:11).

 

III. La naturaleza de las Escrituras.

 

    A. 2 Tim. 3:16, 17 dice explícitamente que Dios nos ha reve­lado su voluntad "para enseñar, para redargüir, para instruir en justicia,  a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, entera­mente preparado para toda buena obra". La Biblia ha revelado lo que el hombre debe hacer para ser salvo, cómo debe vivir, lo que constituye el culto aceptable, cuál es la organización y obra de la iglesia, etc.

 

    B. La historia de la Biblia abarca tres dispensaciones:

        1. La dispensación patriarcal. Bajo esta dispensación el padre de familia servía como la cabeza de su familia (tribu o tribus) y como el sacerdote. La religión no era nacional sino familiar. Ejemplos: Noé, Abraham, Jacob, etc.

        2. La dispensación mosaica. La ley de Moisés fue dada ex­clusivamente para la nación de Israel (Deut. 5:2, 3) cuando salió de Egipto (Heb. 8:9) y sirvió como "ayo" (guardián) para llevarles a Cristo (Gál. 3:19-24). Fue quitada cuando Cristo murió en la cruz (Col. 2:14; Gál. 3:16, 19; Efes. 2:13-22; Rom.
7:1-7). Jesucristo nació bajo esa ley (Gál. 4:4), la guardó perfec­tamente y enseñó a sus discípulos que debieran guardarla (Mat. 5:18-20). Muchas personas no entienden esta verdad y cuando la explicamos nos acusan de rechazar el Antiguo Testamento. Sin embargo, no hay iglesia alguna que practique la ley de Moisés (sacrificar animales y aves, observar las tres fiestas solemnes cada año en Jerusalén, etc.). La ley de Moisés era ley de figuras, sombras, símbolos y tipos (Heb. 8:5; 9:9) que apun­taban hacia Cristo. Era administrada por el sacerdocio levítico pero en este sacerdocio no había perfección (Heb. 7:11; 8:7; 10:1-4); por eso ese sacerdocio y la ley que administraba (la ley de Moisés) fueron cambiados (ver. 12).

        3. La dispensación de Cristo (el evangelio), un pacto mejor (perfecto) (Heb. 10:9, 10; 2 Cor. 3:14). Léase Hebreos capítulos 7-10 para entender este tema. Jesús explicó a sus dis­cípulos que El vino al mundo para cumplir las cosas que Moisés, los profetas y los salmos decían acerca de el (Luc. 24:27, 44). Entonces El nos dio el Nuevo Testamento que es la revelación de la autoridad de Cristo (Mat. 28:18; 1 Cor. 14:37; Col. 3:17). Es la ley de Cristo (Gál. 6:2; Sant. 2:12), por la cual seremos juzgados (Juan 12:48). Es pecado apartarnos de esta ley divina (1 Jn. 3:4). En el juicio final algunos serán rechazados por no haber seguido la autoridad de Cristo (Mat. 7:21-23).

    4. Mateo, Marcos, Lucas y Juan registran la enseñanza que Jesús entregó personalmente. El no la entregó solamente para los judíos, como algunos suponen, sino que entregó mucha enseñanza que pertenece al evangelio del reino de Cristo. Como ya hemos dicho, Jesús guardó la ley de Moisés y enseñó que sus discípulos de aquel entonces debieran guardarla, porque esa ley duró hasta que Cristo murió en la cruz. Algunos hermanos afirman que la única enseñanza de Jesús que es para nosotros es la que fue repetida después del día de Pentecostés. Esta es una teoría humana muy errada. Dicen esto para negar que el que repudia a su mujer por causa de fornicación puede volverse a casar. Pero Mat. 5:32 -- como todo el Sermón del Monte -- es parte integral de la ley de Cristo. Todos los hermanos citan Mat. 18:1-4, sobre la humildad y la grandeza verdadera; Mat. 18:15-17 sobre la disciplina; Juan 3:3-5, sobre el nuevo nacimiento; Mat. 26:26-28, sobre la cena del Señor; Jn. 1:1, 2, sobre la Deidad de Jesucristo; Jn. 14:26; 16:3, etc, sobre la obra del Espíritu Santo, y muchos otros. Estos textos no se repiten después de Hech. 2, pero todo el mundo sabe que no forman parte del Antiguo Testamento, sino que son parte integral del Nuevo Testamento de nuestro Señor Jesucristo. El dijo (Jn. 14:26) que el Espíritu Santo "os recordará todo lo que yo os he dicho". ¿Por qué? Porque formó parte de la ley de Cristo.

 

IV. Dios nos ha revelado su voluntad de cuatro maneras.

    A. Por medio de declaraciones claras y explícitas.

        1. La creación del mundo, Gén. 1, 2.

        2. La historia de Israel.

        3. El nacimiento de Jesús.

        4. Los milagros de Jesús y los apóstoles.

        5. Muchas enseñanzas sencillas y claras. Mat. 5:1-12; Gál. 5:19-23.

        6. Muchas cosas acerca de la iglesia: su obra, crecimiento, sufrimiento, etc.


   

    B. Por medio de mandamientos que indudablemente son para los santos de toda época.

        1. Creer, arrepentirse, confesar a Cristo, bautizarse.

        2. Reunirse, cantar, orar, predicar, celebrar la cena, ofrendar.

        3. Practicar la piedad, abstenerse del pecado.

        4. Practicar buenas obras, por ejemplo, reunir fondos para ayudar a los santos pobres.

 

    C. Por medio de ejemplos que indudablemente los santos de toda época deben imitar.

        1. Escoger ancianos en cada congregación.

        2. Reunirse el primer día de la semana para partir el pan.

        3. Pero los hermanos que promueven la llamada Nueva hermenéutica desprecian el uso de ejemplos para establecer la autoridad bíblica, diciendo que si debemos seguir ejemplos apostólicos tendremos que seguir su ejemplo en todo detalle: vender posesiones, reunirse todos los días, reunirse en el aposento alto, lavar los pies, ayunar, imponer las manos, arro­dillarse para orar, etc. Es decir, ponen estas cosas en el mismo nivel que el celebrar la cena el primer día de la semana, escoger ancianos en cada iglesia, que las iglesias cooperen para ayudar a los santos pobres de Jerusalén, etc. Según el argumento de ellos, el modo de viajar es tan importante como el predicar, el aposento alto es tan importante como el partir el pan, la pila es tan importante como el bautizar, etc. Estos no quieren tomar en cuenta la cuestión de cultura, costumbres y circunstancias especiales. No quieren reconocer que para los mandamientos y ejemplos siempre habrá detalles incidentales que no son impor­tantes.

 

    D. Por medio de enseñanzas implícitas, de las cuales se sacan inferencias (deducciones o conclusiones) necesarias. Dios nos obliga a todos a pensar, razonar y deducir.

 

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