Luc. 2:52, “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres”. ¿No significa este texto que Jesús tuvo que aprender igual que los demás niños y jóvenes? ¿No es este texto prueba de que Jesús no era omnisciente?”
Luc. 2:52 cubre todos los años “de silencio” de la vida de Jesús. Es como un resumen, porque en el siguiente versículo Lucas comienza a narrar el ministerio de Juan y el bautismo y ministerio de Jesús.
Mat. 1:23 habla del nacimiento de Jesús y dice que “llamarás su nombre Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros”. Entonces, Jesús era Dios. Es lo que dice Jn. 1:1, 14 también. Entonces, siendo Dios era omnisciente, porque era imposible ser Dios sin tener los atributos de Dios (tales como la omnisciencia, la omnipotencia, perfecta santidad). Tuvo que ser Dios para ser adorado (Mat. 2:2, 11) por los magos. Así pues, sin lugar a dudas, el niño Jesús era Deidad. (Si Jesús, como niño, no era Dios, entonces los magos eran idólatras, Mat. 4:10; Rom. 1:25.) Los hermanos que enseñan que Jesucristo no era omnisciente son compañeros de los “testigos” del Atalaya. Su doctrina es puro modernismo.
Lucas no dice que Jesús crecía “en conocimiento”, sino que crecía en la sabiduría, o sea, en la manifestación de su conocimiento, como acaba de registrar en los versículos anteriores; no sólo hacía preguntas, porque dice Luc. 2:47 que “todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas”. Un joven de doce años podía saber mucho de las Escrituras, pero no podía dar respuesta a los doctores de la ley. Jesús podía hacerlo porque era omnisciente. Demostró este atributo muchas veces (Jn. 2:24, 25; por ej., en los casos de Natanael y la samaritana). Pero si en estos casos Jesús era omnisciente, entonces siempre era omnisciente, porque no es posible crecer en los atributos divinos. El crecía en sabiduría y en estatura; es decir, con el desarrollo de su cuerpo y sus facultades humanas, usaba y manifestaba su inteligencia.
En todo el plan de Dios hay perfecto orden. Así fue también en cuanto al desarrollo de la vida de Jesús hasta el tiempo de empezar su ministerio. Jesús no discutió con los doctores de la ley cuando tuvo doce meses de edad, sino cuando tuvo doce años de edad.
Lamentablemente los hermanos que citan Luc. 2:52 para negar la omnisciencia de Jesús como niño, también niegan que Jn. 2:24, 25 y otros textos semejantes la enseñan; es decir, enseñan que nunca era omnisciente aquí en la tierra.
Heb. 5:8 dice que Jesús “aprendió la obediencia”. La palabra “aprender” en este texto no significa “adquirir conocimiento que antes no tenía” o “aumentar el conocimiento”, sino “aprender por uso y práctica, adquirir el hábito de, estar acostumbrado a, p.e. ... He 5:8” (Diccionario expositivo de palabras del Nuevo Testamento, por W. E. Vine); este texto no afirma, pues, que Jesús no tenía conocimiento de la obediencia, sino que en su propia persona El tuvo experiencia en obedecer, sometiéndose a mucho sufrimiento. Jesús sabía lo que era la obediencia antes de sufrir. Como niño se sometió a sus padres (Luc. 2:51), y Mat. 3:16 indica que El entendía perfectamente la importancia de la obediencia, porque se bautizó aunque no tenía pecados. Lo hizo para cumplir toda justicia, o sea, para cumplir con los mandamientos de Dios (Sal. 119:172).
Otro texto que citan los hermanos que niegan la Deidad de Jesús (diciendo que El no usó sus atributos divinos aquí en la tierra) es Marcos 13:32, “Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre”. De este texto concluyen que Cristo no era omnisciente, pero El dice que de aquel día y de la hora sólo el Padre sabe; por eso, según el argumento de estos hermanos, tampoco sabe el Espíritu Santo. Desde el comienzo de esta controversia (a fines de la década de los 80), estos hermanos no contestan este argumento. ¿Qué del Espíritu Santo? Nadie dice que El no es omnisciente, pero si Mar. 13:32 enseña que Jesucristo no es omnisciente, también enseña que el Espíritu Santo no es omnisciente.
La verdad es que este texto no tiene nada que ver con la omnisciencia de Cristo o del Espíritu Santo, sino que Cristo se refiere al papel del Padre de revelar ese día. Compárese Hech. 1:7, Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (También Mat. 20:23). El Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo son uno, pero cada uno tiene su propio papel en el desarrollo del plan de salvación.
Si Marcos 13:32 enseña que Cristo no era omnisciente, entonces otros textos enseñan que el Padre no es omnisciente: por ejemplo, Gén. 18:21, “descenderé ahora, y veré si han consumado su obra según el clamor que ha venido hasta mí; y si no, lo sabré”. ¿Dios no tenía conocimiento de Sodoma? ¿Tuvo que “descender” para aprender? También Gén. 22:12, “Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único”. Dios dice, “ya conozco”; ¿no sabía antes? Si no sabía antes, entonces no era omnisciente.
Por lo tanto, en Mar. 13:32 Jesús se refiere a la revelación del día de su venida, y afirma que el Padre es quien lo revelará.
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