Jesucristo tenía y usaba sus atributos divinos

 Introducción.

      A. En cuanto a su propio poder, su propia autoridad, su propia concupiscencia, etc., algunos hermanos enseñan que Cristo era igual a los apóstoles. ¿El único poder que tenía era el poder que recibió del Espíritu Santo? ¿Lo que era, lo que dijo, lo que hizo, todo lo recibió del Espíritu Santo y no tuvo poder inherente, poder intrínseco, autoridad propia? Así han enseñado algunos hermanos. Entre ellos algunos han “modificado” este error diciendo que “Sí, Cristo tuvo poder inherente, pero no lo usó, nunca lo empleó”. Si Cristo no usó o empleó su propio poder, ¿por qué tenerlo? Si no perdonó a los pecadores por su propia autoridad, ¿por qué tener autoridad? Los que dicen “no usó” en lugar de “no tuvo” no han cambiado nada.

      B. En esta lección examinaremos algunos de los textos favoritos de hermanos que dicen que Cristo no tuvo poder inherente o que no lo usó. Si no usó su poder, ¿cómo se puede probar que tuvo poder? Si nunca dio muestra de su propio poder o de su propia autoridad, entonces es imposible que Cristo era el Hijo de Dios (Dios el Hijo).

I. Jn. 5:19, “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Jn. 5:30, “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre”.

      A. Estos textos no enseñan que Cristo no tuvo poder inherente. Para hacer lo que el Padre hace, Jesús tuvo que ser Dios, con todo el poder y demás atributos de Dios.

      B. En estos textos Jesucristo está diciendo que no obró independientemente del Padre. El vino al mundo para vivir y obrar como un siervo, no independientemente del Padre sino bajo la dirección del Padre.

II. Jn. 6:38, “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”.

      A. Cristo fue enviado por el Padre. ¿Por eso no tuvo – o no usó – su propio poder aquí en la tierra?

      B. Isa. 48:12-16, “Oyeme, Jacob, y tú, Israel, a quien llamé: Yo mismo, yo el primero, yo también el postrero. 13  Mi mano fundó también la tierra, y mi mano derecha midió los cielos con el palmo; al llamarlos yo, comparecieron juntamente …16  Acercaos a mí, oíd esto: desde el principio no hablé en secreto; desde que eso se hizo, allí estaba yo; y ahora me envió Jehová el Señor, y su Espíritu”. ¡Jehová, el primero y el postrero, el Creador, fue enviado por Jehová y su Espíritu! ¿Cuál era superior y cuál inferior? ¿Cuál de los tres no tuvo poder inherente? Ser “enviado” no tiene nada que ver con no tener poder inherente. “Enviado” no indica inferioridad.

      C. Jn. 16:7, “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuese, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviar”. ¡Cristo envió al Espíritu Santo! ¿Por eso, el Espíritu Santo no tuvo poder propio, poder de Deidad? ¿Era inferior?

          1. Jn 14:26, “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. El Espíritu Santo fue ENVIADO por el Padre, y fue enviado POR LA AUTORIDAD DE CRISTO. ¿Por eso llegó a ser menos que Deidad? ¿No tuvo poder en sí mismo? No, estos textos enfatizan la perfecta armonía y coordinación entre los esfuerzos de los Tres.

          2. Así pues, el Espíritu Santo también fue enviado para hacer ciertas cosas bajo la dirección del Padre. ¿Concluimos, pues, que el Espíritu Santo no tuvo poder inherente o intrínseco, sino sólo el poder que recibiera del Padre? Nadie dice esto. Entonces, ¿por qué decirlo del Hijo? Los Tres llevaron a cabo ciertas funciones para llevar a cabo el plan divino. 

III. Jn. 7:16, “Jesús les respondió y dijo: Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió.  17  El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.  18  El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”. Lo mismo Jn. 14:10, “¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta.

      A. Algunos citan estos textos que dicen que Cristo no habló “por su propia cuenta” para probar que El no tuvo atributos divinos cuando estuvo aquí en la tierra.

      B. Jesucristo vino al mundo para glorificar al Padre. Jn. 7:17, “El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.  18  El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”.

      C. Si Cristo hubiera hablado por su propia cuenta, lo habría hecho para buscar su propia gloria. “El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca”.

      D. ¿Jesús no pudo hablar por sí mismo? ¿por su propia cuenta? ¿No tuvo el poder para hacerlo? Si no, entonces El Espíritu Santo no tuvo poder inherente: Jn. 16:13, “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. Por eso, ¿El Espíritu Santo no tuvo poder inherente, poder intrínseco o autoridad, porque “no hablará por su propia cuenta”? Nadie dice eso. Entonces ¿por qué decirlo de Jesús?

IV. Era necesario que el Padre y Espíritu Santo fueran Testigos de la Deidad de Jesús.

      A. Mat. 12:28, “Pero si yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, ciertamente ha llegado a vosotros el reino de Dios”. ¿Jesús dijo esto para indicar que El no tuvo poder propio y que hizo milagros sólo por el poder que el Espíritu Santo le dio? No, no decía tal cosa. Estaba afirmando que no obraba de una manera independiente del Padre y del Espíritu Santo, que no andaba como un mero “obrador de prodigios”.

      B. Hech. 10:38, “cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. Por eso, ¿Jesús no tuvo poder inherente, intrínseco, propio? Eso no es el punto, sino que el Carpintero de Nazaret no era un mero hombre, sino más bien estaba inseparablemente asociado con las otras Dos Personas de la Deidad.

      C. El punto principal es que era necesario que Jesucristo tuviera testigos, para confirmar su Deidad, porque al verlo el pueblo sólo veía a un hombre, Jesús el Carpintero de Nazaret, hijo (como ellos suponían) de José y María. Pero el Padre y el Espíritu Santo eran sus Testigos para confirmar que El no era un mero hombre.

      D. Jesucristo no estaba solo y no obró solo. El tuvo una obra que hacer en la cual estaban muy involucradas las otras dos Personas de la Deidad. Pero para los judíos Jesús era simplemente un hombre que hablaba por su propia cuenta, por su autoridad como hombre, y que buscaba su propia gloria. Por lo tanto, el Padre y el Espíritu Santo tuvieron que testificar a favor de Jesucristo.

          1. ¿Qué dijo Nicodemo? Jn. 3:2, “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él”.

          2. ¿Qué dijo el que nació ciego? Jn. 9:33, “Si éste no viniera de Dios, nada podría hacer”.

          3. Jn. 8:12, “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.  13  Entonces los fariseos le dijeron: Tú das testimonio acerca de ti mismo; tu testimonio no es verdadero. 14  Respondió Jesús y les dijo: Aunque yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio es verdadero, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo, ni a dónde voy.  15  Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie”.

          4. Cristo bien sabía quien era, de donde venía y a donde iba, pero para los fariseos Jesús era simplemente un hombre que decía que era la luz del mundo.

          5. Jn. 8:17, 18, “Y en vuestra ley está escrito que el testimonio de dos hombres es verdadero.  18  Yo soy el que doy testimonio de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio de mí”. Este es el punto principal que debe recordarse en esta controversia acerca de Cristo, su poder y autoridad cuando estuvo aquí en la tierra. Lo que algunos consideran una inferioridad y una dependencia tiene que ver con el testimonio del Padre para confirmar la verdad de lo que Jesús decía de sí mismo.

          6. Jn. 5:31, “Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero”; es decir, si Jesús hubiera sido el único que diera testimonio de su Deidad, no habría sido suficiente para los judíos, pues la ley requería el testimonio de dos o tres testigos.

          7. Jn. 5:30-47, los cinco testigos: Juan, las obras de Jesús, el Padre, las Escrituras y Moisés.

      E. Por lo tanto: LO QUE EL PADRE Y EL ESPIRITU SANTO HICIERON Y DIJERON CON RESPECTO A JESUCRISTO NO FUE PARA ESTABLECER SU HUMANIDAD, SINO SU DEIDAD. No fue para darle poderes que El no tenía.

      F. Es vergonzoso citar los mismos textos bíblicos que dan testimonio a la Deidad de Jesús de Nazaret y usarlos para negar su Deidad. Esto es precisamente lo que hacen los testigos del Atalaya. Es increíble que nuestros propios hermanos hayan caído en el mismo lazo del diablo.

V. En muchas ocasiones Jesucristo mostró su poder y su autoridad y otros aspectos de su Deidad:

      A. Jn. 5:1-18, después de sanar al enfermo de Betesda, los judíos le condenaron por sanar en el día de reposo, pero Jesús respondió, “17 Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo”; es decir, tenía el mismo derecho de trabajar en el día de reposo que el Padre. De esta manera Jesús afirmó su Deidad.  “18  Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios”; los judíos entendieron correctamente que Jesús afirmaba su Deidad.

      B. Jn. 5:21, “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo a los que quiere da vida.  22  Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo,  23  para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió”. Nadie puede leer estas palabras con mente abierta sin reconocer que es una serie de afirmaciones de su Deidad.

      C.. Cuando Jesucristo estuvo aquí en la tierra, siendo Dios, El perdonó pecados:

          1. Luc. 7:36-50, Lucas habla de una mujer pecadora que mojó los pies de Jesús con sus lágrimas, los enjugó con su cabello, ungió sus pies con aceite y besó sus pies varias veces. “48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.  49 Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es éste, que también perdona pecados?  50  Pero él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, vé en paz”.

          2. Mar. 2:1-12 es otro caso. Jesús dijo al paralítico (v. 5), “Hijo, tus pecados te son perdonados.  6  Estaban allí sentados algunos de los escribas, los cuales cavilaban en sus corazones:  7  ¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico):  11  A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa”.

          3. Luc. 23:43, Jesús dijo al ladrón en la cruz, “hoy estarás conmigo en el paraíso”.

      D. Algunos afirman que Jesús sólo tuvo poder que recibió del Espíritu Santo, el mismo poder que los apóstoles también recibieron. Dicen que los apóstoles también pudieron perdonar pecados. Citan Jn. 20:23, “A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos”. Jesús pudo perdonar a la gente como El quería, pero los apóstoles no pudieron perdonar pecados como lo hizo Jesús, sino que sólo pudieron anunciar los requisitos del evangelio para obtener el perdón de pecados.

      E. Jesucristo era adorado. Esto se afirma en unos diez textos. Pedro no aceptó la adoración de Cornelio (Hech. 10:25, 26). El ángel no aceptó la adoración de Juan (Apoc. 19:10), pero Jesucristo, siendo Dios era adorado. El aceptó la adoración.

Conclusión:

      A. Es un error grave afirmar que al venir Cristo al mundo sólo tuvo el poder que recibió del Espíritu Santo, y que no tuvo poder propio. (Decir que “no usó su propio poder” equivale a decir “no tuvo su propio poder”).

      B. Nuestra salvación depende de nuestra fe en Cristo como el Hijo de Dios (Dios el Hijo, igual a Dios).

      C. Si Cristo no tuvo atributos divinos, y si los usó aquí en la tierra, entonces no era Dios y, por eso, no tenemos Salvador y todavía estamos en los pecados, condenados a la perdición, sin Dios y sin esperanza en este mundo (Efes. 2:12).

      D. Pero, sin lugar a dudas, Jesucristo era y es Dios. No cambia (Heb. 13:8). Tenía y usaba sus atributos divinos. Daba plena evidencia tanto de atributos divinos como atributos humanos. Desde luego, usaba sus propios poderes divinos de una manera completamente en armonía con su papel como el Siervo de Jehová quien vino al mundo para salvarnos.

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